La tercera guerra mundial ya llegó

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Mahathir: La Tercera Guerra Mundial ya llegó
Mahathir Mohamad (*)
Hoy en el mundo no hay o hay muy poca confianza en el gobierno. El
gobierno del mundo –es decir– no es bueno.
De hecho, hemos convertido al mundo en un desastre. Dos milenios de
experiencia y montañas de conocimiento no nos han hecho más capaces de
manejar nuestros asuntos que la gente de la Edad de Piedra.
Ahora vivimos con temor. Tememos a los terroristas. Y los terroristas y los
que los apoyan –o quienes supuestamente los apoya– nos temen. Tenemos temor
a volar, tenemos temor a viajar a ciertos países, tenemos miedo a los clubes
nocturnos, le tenemos miedo a las cartas, los paquetes y los contenedores de
carga, tenemos miedo al polvo blanco, los zapatos, los musulmanes, las cuchillas,
los cubiertos de metal, etc., etc.
Nadie está seguro
Ellos, los del otro lado, temen a las sanciones, el morir de hambre, el faltante
de medicamentos. Temen una invasión militar, que les tiren bombas y cohetes, que
los capturen y los detengan.
La gente que es neutral, que no se involucra, inocente, también vive con
temor. Son colaterales. Igual que los afganos o los civiles iraquíes son colaterales,
los pasajeros de los aviones secuestrados y la gente que trabaja en las torres del
Centro de Comercio Mundial también son colaterales.
En realidad estamos metidos de medio a medio en la Tercera Guerra Mundial,
no es la guerra contra los terroristas sino la guerra entre los terroristas y la alianza
antiterrorista que está a favor de la paz, es la guerra entre los Ejes del Mal y Satán.
La gente no se amarra bombas al cuerpo o estrella aviones por pura
diversión. Tienen que tener una razón para hacerlo.
Ambos lados están convencidos de que tienen la razón, que la de ellos es la
lucha contra el mal. El Demonio y Satán tienen que ser destruidos.
Aterrorizado, el mundo está tomando medidas para asegurarse y defenderse
a un costo tremendo. Pero el principal resultado no es la seguridad ni la libertad de
los ataques terroristas.
Nada se logrará
El principal resultado es perturbar la vida, minar las inversiones y los negocios
y, en general, afectar de manera adversa el crecimiento económico en todo el
mundo.
Va a ser una larga guerra porque el odio, el enojo y la amargura gobiernan
nuestros corazones. Ambos queremos venganza. Ambos tomaremos represalias.
Ustedes matan a nuestra gente, nosotros mataremos a su gente. Y así seguirá
indefinidamente. La cordura ha desertado de ambos bandos.
El mundo se ha encogido. Se dice que es una aldea. Pero no hemos
avanzado mucho en la administración de nuestro mundo, pese a su tamaño
disminuido.
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Igual que en la Edad de Piedra, el hombre que tiene la estaca más grande es
el que manda; en nuestra sofisticada aldea global, el país con mayor capacidad
para matar es el que manda.
Cuando la Guerra Fría concluyó, pensamos que el mundo vería paz y
prosperidad. Después de todo, la gente que cree en la paz y la justicia universal
ganó. El Imperio del Mal fue derrocado.
Hora de quitarse la mascara
Pero la pérdida de contrapeso ha dado lugar a que el gran exponente de la
justicia y del juego justo se haya desequilibrado. Mientras los comunistas estaban
ahí, los capitalistas limitaron su codicia y avaricia. Mostraron una cara amistosa.
Pero ahora ya no hay oponente. La cara amistosa del capitalismo ya no se
necesita. Ahora los capitalistas pueden hacer lo que quieran, y lo que quieren es
sencillamente ganar más dinero para ellos.
¿Para qué se necesitan fronteras? ¿Para qué van los países a proteger sus
lastimosas e ineficientes economías? El mundo se ha vuelto demasiado pequeño
para estar dividido en países con sistemas diferentes de gobierno y leyes.
Cuando la guerra se declara a un país, se dicta sentencia de muerte contra el
pueblo. Y cuando la guerra se ejecuta, la sentencia se cumple. Y todavía hablamos
con mucha labia de lo sacrosanto de la vida.
Debe existir una sola entidad global y un solo sistema, el gran sistema
democrático y la libertad que se supone lo acompaña.
Si las nuevas democracias no saben como manejar el sistema, mala suerte.
La democracia es un sistema tan bueno que todo el mundo tiene que adoptarlo. Es
blasfemia decir cualquier cosa contra la democracia.
Si uno lo hace, se opone, entonces se le considera hereje y se le deja morir
de hambre o acaban con su existencia a punta de bombas.
En un mundo libre, tiene que haber competencia. Los más fuertes y más
eficientes ganarán. Si uno es pequeño y débil e ineficiente es mejor que
desaparezca. En el atletismo, puede ser razonable tener diferentes clases de
competidores.
Pero en la competencia entre países y corporaciones no debe haber
categorías ni clases, ni se deben dar ventajas. Al más grande y más eficiente se le
debe permitir el dominio y tomar todo. Es bueno para todos.
Entonces vemos como los grandes bancos y corporaciones se funden y se
adquieren mutuamente para asegurar que los bancos y empresas diminutas en los
países pobres no tengan oportunidad, que sean barridos.
Lo grande es bello otra vez. Lo grande es bueno. Desafortunadamente, no
hay garantía de que el grande no haga trampa, no caiga, no vaya a la quiebra.
Pero no tenemos que poner atención a Enron, Global Crossing, Arthur
Anderson, United Airlines, etc. Son las excepciones que sencillamente confirman la
regla.
Hay que ser fuerte
Hoy la disparidad entre los países ricos y los pobres es mayor que nunca. Los
países más ricos tienen un ingreso per cápita de $30.000, los más pobres de $300.
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De los 6.000 millones de personas del mundo, 1.000 millones están
desnutridos, no tienen ropa ni techo. Muchos buscan en la basura comida, ropa y
materiales para albergarse.
En política, el mundo posterior a la Guerra Fría no es mejor. Las penas de los
pobres son problema de ellos. El fuerte dominará. En lo social, tampoco hemos
avanzado. Hablamos mucho acerca de la inviolabilidad de las vidas humanas y los
derechos humanos. Nos oponemos a las penas de muerte.
La explotación del mundo por parte de los ambiciosos, las dobles caras y la
hipocresía acerca de los derechos humanos y el respeto por las vidas humanas, las
opresiones de los débiles de parte de los fuertes, el ignorar los sufrimientos
humanos, la expropiación de la tierra de la gente y la expulsión de la gente, todos
estos aspectos se han agravado con el final de la Guerra Fría y la victoria de los
buenos sobre los malos.
El gusano finalmente dio vuelta. Los débiles ahora han devuelto el golpe en la
única forma que pueden hacerlo. Tratando de adivinar dónde está el enemigo, el
fuerte tira golpes a ciegas, en todas las direcciones, en todos los puntos del mundo.
Nadie es libre. El temor gobierna al mundo.
Todo es una ilusión
Con el inicio de la Tercera Guerra Mundial, el mundo se encuentra en un
estado de revuelta. Ahora vivimos con temor, aún los ricos ya no son tan prósperos,
mientras que los pobres son en realidad más pobres.
No hemos hecho un buen trabajo en el manejo de esta aldea global nuestra.
No hay confianza y no hay buen gobierno. Entonces, ¿creamos confianza y buen
gobierno en la nueva era?
No creo que se pueda hacer buscando la derrota militar del enemigo y el
forzarlo a subyugarse.
Las fuerzas contar los Ejes del Mal no van a ganar porque el blanco no es
apropiado. Todo lo que puede suceder si son derrotados es crear más enojo y un
llamado a más venganza y revancha por la gente que está airada por la injusticia
que cree está experimentando.
Por otra parte, el lado opuesto tampoco va a ganar. El enemigo es
sencillamente demasiado grande y demasiado poderoso. La única solución es
ceder un poco. Hay que establecer confianza. La iniciativa tiene que venir de los
buenos.
El objetivo real
Tienen que reconocer que la gente no amarra bombas a sus cuerpos ni
estrella aviones por diversión. Tienen que tener una razón.
Tenemos que eliminar las razones. Aterrorizar a los terroristas no va a
funcionar. Pero si lo hará el eliminar las causas del terrorismo.
El buen gobierno es sencillo si limitamos a los ambiciosos y olvidamos los
mercados que se autorregulan. Los gobiernos todavía no son anacrónicos. Tienen
un papel por desempeñar.
Necesitamos un cambio de paradigma, necesitamos un esquema mental si
queremos poner fin a esta Tercera Guerra Mundial. Necesitamos la victoria para
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ambos, una victoria de la que se beneficien los dos bandos. El mundo es lo
suficientemente grande para todos. No hay necesidad de que tomemos todo para
nosotros. Una solución en la que todos ganen es posible. Si logramos
sobreponernos al enojo y el odio, nuestro deseo de venganza, nuestra codicia
ilimitada, podemos manejar el mundo, alcanzar la confianza y eventualmente el
buen gobierno.
(*)El primer ministro de Malasia Mahathir Mohamad es un astuto y veterano político
y un observador de los asuntos mundiales. No para mientes en dirigir sus agudas
críticas y advertencias contra los más altos y poderosos del mundo. Mientras
Occidente parece preocuparse por la guerra con Iraq, el doctor Mahathir afirma que
todos nosotros ya estamos involucrados en la Tercera Guerra Mundial.
Este artículo fue escrito originalmente para la revista electrónica The Globalist y
puede encontrar su versión original en : http://www.theglobalist.com
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