Sindicatos: una “oposición constructiva”

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Sindicatos: una “oposición constructiva”
Rafael Mies M., Ph.D.
ESE - Escuela de Negocios, Universidad de los Andes
Así como la descentralización y la necesidad de conocer el aporte individual de todos los
trabajadores al valor de la empresa son cambios que se han desarrollado y popularizado
enormemente en los últimos tiempos, existe otra institución que ha tenido el mismo cambio,
pero en sentido opuesto. Se trata de los sindicatos de trabajadores.
El sindicato es una institución derivada de la existencia y de la evolución de las actividades
empresariales, nacieron con las empresas y dependen para su existencia de la supervivencia
de ellas. Sin embargo, no se debe perder de vista que el origen histórico de los movimientos
sindicales tiene mucho más de carácter sociológico que empresarial; ellos respondieron más a
una necesidad de reivindicación social y a una metodología para obtener poder, que a una
forma distinta de organizar el trabajo productivo en vistas a la supervivencia de la organización.
El sindicato, en su definición más clásica, responde a un paradigma confrontacional por el cuál
la empresa, por su propia naturaleza, en su acción de transformar insumos en bienes y
servicios y obtener un beneficio por ello, compromete las aspiraciones de bienestar de sus
trabajadores. Si bien la historia puede avalar una serie de abusos por parte de distintas
organizaciones, que hicieron no sólo necesario sino además socialmente beneficioso el
desarrollo de los movimientos sindicales, muchas de las circunstancias que dieron vida y fuerza
a los sindicatos han desaparecido o cambiado radicalmente.
El principal suceso que marca el quiebre de tendencia de los sindicatos, como instituciones
poderosas a instituciones con cada vez menos poder efectivo, es la transformación que han
experimentados los propios beneficiados de la protección sindical: los trabajadores. En efecto,
la aparición de un nuevo estilo de trabajo, basado en el valor de los talentos individuales y en la
posibilidad de acrecentar esos talentos mediante la educación y la capacitación, abrió a los
mejores trabajadores oportunidades insospechadas de reconocimiento económico y de
movilidad social.
La mejora en la autoestima del trabajador talentoso ha ido dejando cada vez más obsoleto el
concepto marxista de proletarios explotados, sobre el cual está constituida la esencia que
justificaba la existencia de los sindicatos tradicionales. A cambio han surgido con fuerza
trabajadores de clase media, con muchas más aspiraciones “burguesas” que “sociales”. Como
señala Drucker, los trabajadores con conocimiento se hicieron más conservadores en sus
estilos de vida y en sus valores, en vez de convertirse en los revolucionarios de Marx.
Esta es una realidad que deben comprender y aceptar los movimientos sindicales más
radicales. En un mundo de oportunidades, las antiguas aspiraciones de seguridad y protección
colectiva cada vez tienen menos sentido para los trabajadores capacitados. Un sindicato,
siempre en posición de conflicto antagónico es perjudicial para los intereses más legítimos de
los trabajadores. La pretensión de algunos líderes sindicales de cuestionar todas las decisiones
directivas, como si estas fueran intrínsicamente perversas, ha colocado demasiadas veces al
trabajador capacitado en un conflicto de lealtades.
Son muchos los trabajadores que han debido sacrificar oportunidades de desarrollo personal
por apoyar propuestas sindicales que en lo personal no los favorecen y que responden a
cuestiones de orden más bien ideológico que práctico. Este hecho no es soportable ni para la
empresa, ni para el individuo, como tampoco para el sindicato. La penalización por parte del
sindicato de cualquier intento de la empresa por lograr una mayor eficiencia y progreso, no es
otra cosa que imponer un alto impuesto sobre la productividad personal del trabajador
capacitado.
Lo que se necesita, en cambio, para lograr que una empresa y una sociedad funcionen, es una
integración de intereses más que una oposición. En términos políticos, se trata de generar una
oposición sindical constructiva que, teniendo muy presente los límites éticos del desarrollo del
capital, permita a la empresa desarrollar su estrategia productiva y de servicios utilizando al
máximo el potencial de cada uno de sus miembros.
Publicado en la "Columna de Recursos Humanos", Diario Financiero. Noviembre 2003.
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