Educación para la Ciudadanía, ¿formar o adoctrinar? Análisis

Anuncio
1 junio 2007
Análisis
Educación para la Ciudadanía, ¿formar
o adoctrinar?
La asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía se ha convertido en
uno de puntos más controvertidos de la LOE. Para unos, es indispensable que la escuela
enseñe a ser buenos ciudadanos. Para otros, existe el riesgo de adoctrinamiento
ideológico. En un artículo publicado en la revista Telva (mayo 2007), Ignacio Aréchaga
comenta este debate.
Ya se sabe que, en las polémicas sobre valores en la escuela, inculcar unos
principios es “formación” si lo doy yo, y “adoctrinamiento” si lo da el otro. Así, los que
descalifican la enseñanza de la religión como adoctrinamiento, dan cartas de nobleza a
la Educación para la Ciudadanía como formación indispensable, y viceversa. Más allá
de las polémicas y las sospechas, hay que reconocer que una asignatura de este estilo
existe en la escuela de distintos países europeos, como asignatura separada, integrada en
otras materias o como formación transversal.
Que en España hay una falta de civismo es patente. (...) ¿Se soluciona esto con
una nueva asignatura en la escuela? No cabe esperar que sea el bálsamo de Fierabrás,
pero en principio tampoco es nada malo que exista una educación cívica, siempre que se
mantenga dentro de sus propios límites: enseñar a valorar los principios democráticos y
la defensa de los derechos humanos, dar a conocer los principios consagrados en la
Constitución, las normas políticas, los mecanismos de participación ciudadana... Todo
eso puede hacerse sin invadir la conciencia moral de los alumnos.
El problema ha surgido por el tufillo políticamente correcto e ideológicamente
sesgado con que se presentó la nueva asignatura, en primer lugar por sus mismos
promotores. Se dio la impresión de que en una serie de cuestiones sociales discutidas (el
concepto de familia, la valoración de la homosexualidad, la ideología de género, el
laicismo...), se imponía una doctrina oficial, según el particular criterio de la actual
mayoría de gobierno.
Si se leen los contenidos finalmente aprobados para la asignatura, en su gran
mayoría no hay cuestiones que indiquen de modo explícito un afán de imponer unas
ideas. También porque, ante las protestas que suscitaron los primeros borradores, se han
suavizado las expresiones que provocaron más rechazo.
Sin embargo, subsisten algunos puntos que muestran la carga ideológica que
inspira a los diseñadores del currículo (sin contar los que puedan incluir las autoridades
educativas de cada Comunidad Autónoma).
Por ejemplo, la democracia no aparece solo como la forma de organización de la
convivencia política, sino como la única referencia moral para la vida en sociedad.
Igualmente, es tanta la preocupación del Ministerio por evitar discriminaciones,
que el programa identifica cualquier desigualdad con discriminación, sin pararse a
distinguir si se trata de una desigualdad razonable que obedece a situaciones diferentes.
Así, se propone a los alumnos de ESO la “valoración crítica de la división social y
sexual del trabajo y de los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, sexistas y
homófobos”. Es cierto que los prejuicios siempre son malos, porque son irracionales, e
incluso se podrían haber mencionado también los prejuicios antirreligiosos. Pero al
incluir en ese enunciado al mismo nivel los prejuicios “homófobos”, se intenta eludir
que pueda haber no ya una fobia, sino juicios racionales con una estimación ética
desfavorable sobre la conducta homosexual.
Al mismo tiempo, al proponer como objetivo el rechazo de las discriminaciones,
también las que puedan producirse por razón de “orientación afectivo-sexual”, se da a
entender que cualquier tipo de unión genera idénticos derechos en el Derecho de
familia, como ocurre con el matrimonio homosexual.
En este caso no parece estar vigente el criterio de “considerar las distintas
posiciones y alternativas existentes en los debates que se plantean sobre problemas y
situaciones de carácter local o global”, actitud que figura entre los criterios de
evaluación de la asignatura para “elaborar un pensamiento propio y crítico”.
(...) Quizá se está exagerando la importancia de esta asignatura, tanto por parte
de los detractores como de los partidarios. Sus resultados dependerán mucho del tipo de
colegio y del profesor. Un docente puede enseñar la Educación para la Ciudadanía
enfocando los temas de acuerdo con el ideario del colegio y matizando lo que en el
programa resulte ajeno a ese tipo de educación. En la enseñanza pública, como siempre,
todo dependerá del profesor de turno.
En cualquier caso, no olvidemos que también bajo el franquismo hubo una
asignatura de Formación del Espíritu Nacional, que pretendía inculcar los principios
políticos del momento, y que ni profesores ni alumnos se tomaban muy en serio. Lo más
probable es que tampoco la Educación para la Ciudadanía alcance el estatus de las
Matemáticas.
Descargar