iglesia y religión en la prosa temprana neogriega

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IGLESIA Y RELIGIÓN
EN LA PROSA TEMPRANA NEOGRIEGA
La mayor parte de la prosa griega de finales del siglo XVIII y mediados
del XIX ofrece ciertas peculiaridades, sobre todo en lo concerniente a su
estructura. No está claro si algunas de estas obras pueden clasificarse dentro de la prosa literaria o en otro tipo de prosa (por ejemplo, e n el ensayo
político o histórico). Con todo, debido a sus peculiaridades y a sus valores
claramente literarios, las obras e n prosa de este período ofrecen el interés
adicional de reflejar las variadas corrientes ideológicas de la Ilustración occidental que, tras fecundos contactos de casi tres siglos, comenzaban a influir directamente e n el mundo griego dominado por los turcos. Aquellas
influencias iban a fomentar, como es sabido, el desarrollo de la conciencia
nacional y, en una segunda fase, a dar impulso a la Independencia nacional. En la formación de este clima ideológico influyó significativamente
también la Iglesia ortodoxa que, a todo lo largo de la dominación otomana, había estado estrechamente imbricada e n la evolución social del
pueblo griego. Merece la pena, pues, que veamos, aunque sea someramente, el puesto que daban a la religión e n general y a la iglesia e n particular los prosistas del período que nos ocupa.
Es sabido que, cuando hablamos de la prosa griega del período de la
turcocracia nos referimos más bien a textos de contenido moral y espiritual (de carácter sobre todo religioso y eclesiástico) y no literario; es decir,
a obras didácticas y n o de gozo estético, como el que produce la lectura
de una obra literaria. Por esto también, la prosa anterior a esta época está
vinculada a estilos más prácticos, como son la retórica, la epistolografía, la
cronografía, las lecturas de edificación moral y espiritual, etc. Incluso los
logros filológicos de los fanariotas -sobre todo los de los influidos por las
ideas del Despotismo Ilustrado-, a pesar de pertenecer al clima del renacimiento intelectual del nuevo Helenismo, se aproximan muy poco (por el
uso de la lengua arcaizante y su claro didactismo) a lo que denominamos
hoy género literario.
No obstante, e n las últimas décadas del siglo XVIII se apuntan e n el
mundo griego cambios significativos e n la economía, la sociedad y la edu-
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cación, cambios que tienen relación con el desarrollo del comercio exterior y la afluencia de las ideas liberales y de las concepciones del mundo
de Occidente. A pesar de todo, con la influencia de las nuevas ideas, el
papel de la Iglesia se debilita. La Iglesia, por supuesto, -la principal responsable, como era hasta entonces, de la educación, y defensora de una
vida espiritual y de unas normas de convivencia estrictamente jerarquizadas-, como también bastantes defensores de las tradiciones religiosas nacionales, reaccionaron enérgicamente denunciando los peligros de las innovaciones occidentales para los valores establecidos. Los intentos de
represión d e las nuevas corrientes se manifestaron, d e un lado, e n la
prohibición y el control de los impresos procedentes del extranjero, y del
otro, con el impulso editorial de la Iglesia que, por medio de la imprenta
del Patriarcado, puso en circulación entre los ortodoxos griegos obras moralizadoras y político-religiosas que se estimaban "de garantía". Es característico el siguiente fragmento de la
o ~ ~ x o v p y i(Versos
a
morales) de
Alejandro Calfolu, un versificador fanariota que intenta apartar a su sobrino d e los "papeles franceses" que enloquecían a los jóvenes de la
época:
Aíyouv: " ' E ~ o p ~PlPXía
v
K a L popáv-rca y a h ~ á ,
6Xa T' &Ma T a PLPXía d v a ~p ~ A a y x o X ~ ~ á " .
OL popav~coXóyo~
v í o ~ ,+OTLCTL~VOL,E U ~ E V E ~ S ,
OÚTE ~ U T L VELS T a 0 ~ í aOÚTE oípas ELS ~ O V E ~ S .
Dicen: "Tenemos libros y novelas franceses,
todos los demás libros son melancólicos".
Los jóvenes lectores de novelas, ilustrados, nobles,
no tienen fe en las cosas divinas ni respeto a sus padres
Sin embargo, dentro del generalizado libertinaje espiritual y social, empieza a ganar terreno el punto de vista de que la lectura de una obra intelectual -y, en nuestro caso, de una obra e n prosa- no puede aspirar sólo a
la educación moral; se necesita al mismo tiempo provocar también el goce
de la lectura, unir lo "útil" con lo "agradable". Se trata de una actitud que
abre el camino inicialmente a la traducción (normalmente del francés) y
después a la adaptación y composición de los primeros relatos de amor
neogriegos.
En este clima precisamente hay que encuadrar las dos primeras novelas de amor neogriegas conocidas: T o o x o k í o v ~ w vVTEXLK~TWV c p a o ~ h v
(La escuela de los amantes delicados), de 1790, de Rigas Velenstinli y los
'Epw~os a ~ o ~ ~ X í o p .(Efectos
a ~ a del amor) de 1792, de autor desconocido.
La primera, aunque parte de una traducción (de la obra del escritor francés, entonces célebre, Retif de la Bretonne, Les Contemporaines), termina
e n una versión libre y creadora e n la que intercala cartas de amor y canciones, diálogos y anotaciones o incluso cambios argumentales, y todo
ello de modo que la obra se libera e n grado significativo de la tiranía del
didactismo moral, adaptándose a las demandas del público lector griego.
Aún retrocede más el adoctrinamiento moral e n los Efectos del amor, obra
en la que tenemos ya -con mayor libertad de vuelo de la fantasía creadora- historias originales, con argumentos que se desarrollan en el ámbito
de Constantinopla, familiar al lector griego.
Es significativo también que en estas dos obras la enseñanza moral
tenga lugar sin participación de la Iglesia. Además, los rasgos de los héroes mundanos se forman basándose en nuevos prototipos sociales. Sin
embargo, las críticas se extienden a cuestiones más serias: el retroceso del
papel de la religión y el aumento correlativo del factor secular e n sectores
vitales de la vida social y cultural, especialmente e n la educación y e n la
cuestión de la conservación y arcaización de la lengua culta o de la adopción de la lengua vulgar. Las divergencias de opinión se agudizaron también por la apasionada reacción de la jerarquía eclesiástica y de los conservadores, que denunciaban los males para la nación y la moral, con la
consiguiente amenaza de corrupción de la sociedad griega, dimanantes de
la "fatal impiedad y ateísmo" que traían para el Oriente ortodoxo los propagandista~de la "falsa libertad", "apóstatas de Dios y de la humanidad."
En su contraataque los radicales se enfrentaron a su vez con la Iglesia
y sus dignatarios con singular dureza. Es significativo que el Anónimo de
1789, la primera obra, cronológicamente hablando, que nos permite, por
sus cualidades narrativas, incluirla dentro de la creación original e n prosa,
no es más que un libelo violento, aunque alegórico. Por lo demás, el Anónimo no sólo se enfrenta con el clero, sino que estigmatiza también, en
última instancia, a la propia religión, e n el punto de mayor relevancia para
la conciencia cristiana: los misterios.
Dura crítica contra las personas y la situación del Oriente ortodoxo
griego -pero sin llegar al anticlericalismo del Anónimo de 1789- ejerce asimismo el igualmente desconocido autor de la Gobernación de Grecia, que
se imprimió e n 1806. Por otra parte, pese a esta obra, las denuncias de la
ignorancia, la superstición y la corrupción de los clérigos y los monjes, no
son sociales, sino sobre todo políticas: lo que preocupa a su redactor son
los compromisos interesados de los fanariotas, de las autoridades y de los
altos dignatarios de la Iglesia con el conquistador, a quienes se atribuye la
responsabilidad de la larga esclavitud de los griegos. El escritor no tiene
ambiciones literarias; logra, sin embargo, -con este fascinante manifiesto
político del renaciente helenismo, al propio tiempo uno de los textos e n
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prosa de la época de mayor madurez- arrebatar el monopolio de la retórica a la predicación religiosa y trasladarlo al discurso político.
Las confrontaciones ideológicas no se quedan e n la crítica negativa,
sino que orientan la prosa en direcciones más prácticas y positivas. Por lo
demás, las circunstancias críticas -preludio de la lucha por la Independencia- exigen prontitud y urgencia en la renovación de la lengua y de la
instrucción, para afrontar, a largo plazo, el problema nacional. En ese
marco encuadraríamos también los intentos narrativos de Adamandios Coraís, como aparecen e n los Diálogos, las Cartas, la Autobiografza, con medios literarios más puros, e n su extensa obra e n prosa que tomó finalmente el título d e El cura meteprisas. El Thrra-rpíxas, un texto que se
nutre esencialmmente de los prolegómenos del autor de su edición de la
Ilíada realizada en París entre 1811-1820, constituye una obra significativa
para la prosa de creación neogriega, una novela corta peculiar, en la que
se combinan equilibradamente hartas cualidades narrativas. A través de la
transformación gradual del simple e ingenuo sacerdote Tiaí-ra~píxase n un
activo representante d e la Ilustración y de la cultura europea, Coraís
ofrece al lector un sistema completo de educación intelectual.
"Sería conveniente que los sacerdotes como yo y todavía más quienes
los ordenan aprendiesen -dice Coraís en boca de Papatrejas-, que si en los
laicos es un fallo la falta de instrucción, en los clérigos se hace una vergüenza imperdonable. ¿Hay algo más vergonzoso que proclamarnos guías
de ciegos, cuando nosotros mismos carecemos de vista, que proclamarnos
maestros de los ignorantes cuando nosotros mismos no hemos recibido ni
siquiera la instrucción precisa para comprender los libros sagrados de la
Religión y discernir los deberes más graves de nuestro ministerio?".
Próxima a las concepciones lingüísticas de Coraís está también la obra
del misionero inglés Samuel Sheridan Wilson, El joven valiente, que se imprime e n Malta en griego en 1835. A pesar de la procedencia étnica del
autor del ~a&l~ápl~V,tiene, creo, su puesto en esta breve exposición, no
sólo porque se considera como el primer intento de componer una novela
histórica griega (y, por añadidura, con argumento netamente griego), sino
también porque está impregnada, de principio a fin, de un espíritu manifiestamente didáctico-moral de carácter estrictamente religioso. Pero el esL o vmuy poca relación con la religiosidad d e las
píritu del ~ ~ T ) K ~ ~tiene
demás obras griegas e n prosa. El escritor inglés, aunque se expresa por
medio de sus personajes, que son clérigos o monjes ortodoxos, intenta
transmitir al lector griego su pensamiento protestante, sobre todo e n sus
ataques a la iglesia católica-romana e n particular e, indirectamente, al monacato ortodoxo.
El espíritu liberal pre-insurgente se reforzará, como era natural, e n los
años de la guerra de la Independencia. Al propio tiempo, se renovarán y
se intensificarán también los lazos espirituales de los griegos insurrectos
con su Iglesia que, por lo demás, había tenido una amplia participación
en la Insurrección, con una respetable contribución e n sacrificios humanos
y materiales. Después de la constitución del Estado griego independiente,
las fuerzas liberales se doblegaron, e n un primer momento, ante el gobierno centralista de Yoanis Capodistrias, y aún más, después de la implantación del régimen absolutista bávaro. Pero también la Iglesia perderá
su papel dirigiente político y cultural, sobre todo después de su proclamación como "autocéfala" frente al Patriarcado Ecuménico, e n 1833.
Esta evolución no fue ajena a la gran penetración e n el nuevo estado
de influencias occidentales en casi tódos los sectores de su vida política e
intelectual. En el plano literario, las influencias están vinculadas ciertamente a la tradición ideológica de los Ilustrados, pero reciben también el
influjo del movimiento romántico de Occidente. En la prosa, pues, de la
época, junto al elemento ético-didáctico, encontramos también el romántico, y asimismo, los primeros elementos del costumbrismo y del realismo.
En el primer período post-insurreccional, los especímenes más característicos de la prosa, e n las que se ejerce una crítica social, son esencialmente
dos: la novela de Gregorio Paleólogos O TToXvna€hís (El que ha sufmdo
mucho) y O Zwypá4os (Elpintor), publicadas e n 1839 y 1842 respectivamente. El TioXvrra8íls, escrito con espíritu crítico y gran dosis de ironía,
constituye un intento de retrato picaresco de la sociedad "oriental" y, sobre todo, de la occidental, un panorama de costumbres de la época, redactado sobre los esquemas temáticos del Gil Blas de Alain-Réné Lesage.
En este panorama no podían faltar las referencias incluso a las cosas que
andaban mal e n la Iglesia. Con todo, los dardos del escritor apuntan inevitablemente e n la trama al clero católico romano e n exclusiva, dejando al
clero ortodoxo fuera del blanco: la excepción era harto sintomática. En su
s,
ya la sociedad griega,
obra siguiente, el Zwypá@os,~ a l e ó l o ~ oretratando
incluye e n la sátira de costumbres no sólo el afán de lucro, las supersticiones y la ignorancia d e los sacerdotes ortodoxos, sino también la actitud en
general conservadora de la Iglesia oficial frente a los intelectuales y sus
convicciones liberales.
Por otro lado, el lugar ocupado por la Iglesia y la religión en las grandilocuente~novelas románticas del período siguiente a la Insurrección se
combina con referencias más bien estereoti~adasde los autores a la fe ingenua y a la moralidad de sus personajes, o bien, e n el mejor de los casos, con descripciones de aquellos hechos históricos que subrayan la identificación de los ideales nacionales y religiosos de los griegos. En el primer
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caso podríamos incluir las novelas Aíav8pos (Leandro) y, sobre todo, Xad e Panayotis Sutsos, obras de 1834 y 1864 respectivap ~ ~ i vQaritini)
q
mente. A la segunda pertenecen, creo yo, las primeras novelas históricas
griegas inspiradas principalmente en la Lucha por la Independencia, como
eran por ejemplo La heroína de la Insurrección griega de Stéfanos Xenos
(que se imprimió en 1861).
Pablos Caligás vino a alterar la línea directa de los prosistas románticos
con su obra Oávos B X É K (Zanos
~~
Vlekasj,una "novela costumbrista", como
la denomina él mismo (reproduciendo el término "roman de moeurs"). La
obra se publicó por entregas en 1855, cuando ya habían caído en el olvido Paleólogos y las raíces ideológicas de la Ilustración. No obstante, Caligás asume también un papel moderpizador análogo, aunque con la descripción realista de las costumbres sociales. En esta imagen gris que crea
en Oávos B i í ~ a s la
, intolerancia, la ignorancia y la beatería de algunos
clérigos se unen a la corrupción de la burocracia, el bandolerismo y otras
lacras crónicas de la sociedad griega posterior a la Insurrección.
La intervención de Caligás no logró cambiar las preferencias intelectuales de un público que se refugiaba en lecturas edificantes y fuera de la realidad. Pero el clima general de la Europa de aquel período no admitía la
crítica d e los asuntos d e la Iglesia y d e la religión. Así, al menos, se vio en
las reacciones d e la Iglesia y de la Santa Sede ante las ediciones de obras
iconoclastas sobre el Cristianismo. En Grecia la reacción a estas obras fue
inmediata y la novela X a p ~ ~ í vde
q Sutsos, que hemos mencionado, no fue
sino una réplicata la Vida de Cristo de Renan. No es ajeno tampoco a todo
ello el hecho de que en el espacio de sólo quince años se produjeran e n
el país tres condenas de intelectuales por sus convicciones religiosas: la de
Teófilo Cairis, en 1852, la d e Andreas Lascaratos, autor de los M u o ~ f i p ~ a
T ~ SK e + a X o v ~ á(Mistedos
~
de Cefaloniaj, e n 1856 y, finalmente, la de Emmanuil Roídis, por la l l á m o o a Idavva (La Papisa Juana), en 1866.
El caso, no obstante, de La Papisa Juana (como igualmente el de las
réplicas del autor con motivo de la excomunión de la obra), presenta bastantes peculiaridades. Porque a través de la sátira y la burla de los dogmas, de los misterios, de las ceremonias y los usos religiosos, sobre todo
de la Iglesia católica, pero también de la ortodoxa, Roídis no sólo quebrantaba la conexión del romanticismo con el sentimiento religioso, sino
que operó también destructivamente en las valoraciones establecidas hasta
entonces en la literatura neogriega. Incluyo un pasaje característico, aunque temo que la versión al castellano lo prive de gran parte de la fuerza
irónica de la cazarévusa griega (sobre todo, la de Roídis):
IGLESIA Y RELIGIÓN EN LA PROSA TEMPRANA NEOGRIEGA
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"Ioana, leyendo día y noche filósofos griegos, a veces también Padres
Apostólicos y hasta heréticos, que habían vivido antes de la invención de
los ayunos, de los dogmas y troparios, había ido raspando gradualmente la
herrumbre frailuna; y como era inteligente y reflexiva, adoptó para su propio uso una especie de religión tolerante, muy similar a los sistemas de sus
actuales compatriotas, quienes, gracias a los progresos de las luces y de las
escuelas teológicas de Berlín y Tubinga, lograron formar una especie de
cristianismo sin Cristo, tal y como han llegado a preparar los cocineros exquisitos el alioli sin ajo o el señor P. Sutsos poemas sin poesía."
Al eliminar, pues, Roídis la idealización romántica e incluso el propio
romanticismo, abría ya el camino a la percepción realista de los hechos
sociales, que se emparejaría con la madurez de la prosa neohelénica. Sin
embargo, el período de esta madurez nos lleva a la obra e n prosa de la
futura generación de 1880, que se sale del marco de este trabajo.
Universidad de Tesalónica
Facultad de Letras
Dpto. de Literatura Neohelénica
Grecia
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