Proyecto Comunitario de Misión

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Proyecto
Comunitario de Misión
HERMANOS MENORES CONVENTUALES
Provincia “Nuestra Señora de Montserrat”
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Presentación
Abreviaturas
Adm
AlD
Admoniciones, de San Francisco
Alabanzas al Dios Altísimo, de San Francisco
AP
Anónimo de Perusa
1C
Vida primera, de Tomás de Celano
2C
Vida segunda, de Tomás de Celano
Const
CtaAnt
2CtaF
Constituciones de los Hermanos Menores Conventuales
Carta a San Antonio, de San Francisco
Carta a todos los fieles (segunda redacción), de San Francisco
GS
Gaudium et spes, Concilio Vaticano II
LM
Leyenda mayor, de San Buenaventura
LP
Leyenda de Perusa
PTF
Presencia y testimonio franciscano conventual hacia el dos mil,
Capítulo general extraordinario de México, 1992
1R
Primera Regla (1221), o Regla no bulada
2R
Segunda Regla (1223), o Regla bulada
Test
VC
Testamento, de San Francisco
Juan Pablo II, Vita consecrata, Exhortación apostólica postsinodal (1996)
Francisco de Asís es una de las pocas figuras en la que todos los hombres
nos sentimos orgullosos de pertenecer al género humano. Él encarna y hace
visible una serie de sueños que todos arrastramos a lo largo de la vida y que
abrigamos en .lo más hondo de nuestro corazón: una relación tierna y amorosa
con Dios, Padre y Madre de bondad infinita; un amor puro y natural a todas
las cosas, nuestras hermanas; una actitud de calurosa acogida para con los
distantes y distintos, en quienes vemos a nuestros prójimos, y para con nuestros prójimos, en quienes vemos a nuestros hermanos. San Francisco inundó
la esfera de lo humano de un espíritu de benevolencia, fraternidad y paz que
se ha mantenido vivo hasta nuestros días; su recuerdo tiene la virtud de unir
a todos los hombres en la paz y el amor, de hacernos sentir hermanos de una
gran familia humana e hijos de la misma familia divina.
Francisco y el movimiento franciscano han gozado y siguen disfrutando de
una popularidad sin igual entre cristianos y no cristianos, entre artistas y escritores,
entre ricos y pobres de antes y de ahora. La admiración, la simpatía y la atracción que
ejerce esta sencilla y humilde figura se incrementa cada día entre las más variadas razas
y pueblos, lo mismo que aquel movimiento que supo encarnar la más perfecta manifestación del cristianismo y que llamamos “espiritualidad franciscana”.
Lo que hace del franciscanismo la más eminente y la más atractiva encarnación entre las manifestaciones cristianas de todos los tiempos es la suma viviente
de los valores cristianos fundamentales. Éstos son los que más llaman la atención a
quienes observan esta identidad: la fraternidad, la pobreza, el amor a la naturaleza, la
sencillez y la alegría. Pero el centro que reúne y unifica todos estos elementos en una
síntesis viva y armónica se halla, más profundamente, en la experiencia personal de
Dios que Francisco realizó, siguiendo el Evangelio. El valor y la originalidad cristiana
de ese centro de la síntesis franciscana aparecen subrayados por el hecho de que,
respondiendo a lo que es la esencia misma del cristianismo, la experiencia franciscana es al mismo tiempo experiencia de Dios y experiencia de Dios en Jesucristo.
Francisco acierta a encontrarse con Dios por la única vía que es Cristo. Su fe
en Dios tiene tanta fuerza y significado, lo experimenta con tanta viveza e intensidad
como reflejan sus oraciones; en pocas personas alcanza tanta densidad e intensidad
la palabra “Dios”. La clave no es otra que el seguimiento fiel y radical de Cristo. Como
se ha dicho, él ha sido la mejor “copia”, la más perfecta imagen de quien era su Regla
y Vida. Francisco bebe en la única fuente, en el mismo Cristo: “Nadie me mostraba qué
debía hacer, sino que el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio” (Test 14). Porque es verdad que, para Jesús, Dios fue Dios como no lo ha
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sido para hombre alguno, que Jesucristo es el “espejo del corazón paternal de Dios”,
que “nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt
11,27). Y Francisco ha aprendido a decir “Dios” de labios de Jesucristo; cuando piensa
en Dios “mira a la persona de su Jesucristo muy amado”: “Conozco a Jesucristo, pobre y
crucificado, dirá en una ocasión, ya no necesito más, hijo mío” (2C 105), porque “nuestro
Señor Jesucristo es la sabiduría del Padre” (cf. LM 9,8; 12,7).
La experiencia de Dios como Amor y Padre, de quien procede todo bien, florece en Francisco con una singular y muy original apertura a los demás. Sueña la gran
utopía del Evangelio: la fraternidad universal. Fraternidad es el nombre franciscano
para la relación entre todos los miembros de la familia humana. La Regla designa
con este nombre de “fraternidad” al grupo que se forma en torno a Francisco. Los
miembros de la nueva forma de vida son, por eso, hermanos. Hermanos entre sí, sin
que ninguno deba colocarse por encima de los demás, ya que el que preside ha de
llamarse ministro y siervo. Hermanos en relación con Francisco, que no se designa
con otro nombre. Hermanos de todos los hombres, porque, como «menores», lo son
incluso de aquellos a los que nadie que se precie considera iguales. Así, Francisco
denomina a los leprosos con el nombre hermoso de “hermanos cristianos”, y a sus
compañeros “mis benditos hermanos”. La conciencia de la fraternidad común,
que tiene su origen en el Dios creador, llevaba a Francisco a llamar hermanos a los
animales y a todas las criaturas, “pues sabía que todas ellas tenían con él un mismo
principio” (LM 8,6). Así restaura el franciscanismo -desde la renovación de la experiencia de Dios- el estado paradisíaco de la fraternidad universal.
El espíritu de Francisco permanece siempre en diálogo con el hombre de
cada época. Defiende y protege la dignidad y los más profundos valores de la persona. En una sociedad donde la persona se ha convertido en objeto, donde priva la producción y el consumo con total olvido del ser humano, donde todos tratan de exigir
y pedir, surge esta figura que no grita contra nadie, que a nadie condena y que sólo
pretende convertirse a sí mismo y a los hombres y mujeres que voluntariamente se
le quieran unir. A nadie trata de imponer nada, sólo se impone a sí mismo y a los que
quieran seguir su ideal, su proyecto evangélico y su personal decisión. Era sencillo y
humilde, fuertemente fraternal, abierto al otro, a quien siempre respeta y promueve
existencialmente. Por eso sigue siendo modelo de diálogo, respeto, acogida y esperanza.
El hombre es imagen de Dios y lleva en sí la impronta trinitaria. Se debe a sí y
a los demás, igual que las personas divinas son para sí mismas, pero al mismo tiempo
son la una para la otra. A la luz de la revelación, el cristiano ve al otro como un hermano, porque ha experimentado que Dios es Padre de todos. Y esa vivencia de la paternidad divina abre su corazón y sus brazos para amar a todos sincera y sencillamente
y para ayudar y promocionar a todos, especialmente a los más necesitados. Para
Francisco y sus admiradores, el otro no es un individuo lleno de sospechas o un rival
que se enfrenta a nuestras posibilidades personales y sociales, sino que es el resulta-
do del amor de Dios, que lo “creó y formó a imagen de su amado Hijo según el cuerpo y
a semejanza suya según el espíritu” (Adm 5,1). En Francisco aprendemos a acogernos
y aceptarnos como somos, a asumir lo bueno y lo malo que hay en nosotros. Él nos
ayuda a asumir lo negativo que existe en toda la realidad, en nuestra propia persona,
en la fraternidad, en la Iglesia y en la sociedad para poder transformarlo. Nos ayuda
a descubrir la grandeza de lo gratuito, que en un mundo donde todo tiene precio
no es fácil de descubrir y gozar: Dios, la vida, los campos, los mares, el sol, la luna,
las estrellas, las flores. Francisco, desde la total desapropiación, descubre el universo
entero como un regalo divino. Y los franciscanos, siguiendo el ejemplo del Poverello
con los leprosos, se han preocupado de modo especial por la acogida del otro, sobre
todo de los más necesitados y marginados, a través de las más variadas formas de
beneficencia y obras de misericordia. Francisco vivió el drama de su tiempo y puso su
corazón, su persona y su creatividad al servicio de la paz en las tensiones y conflictos.
No permaneció indiferente ante los problemas de la calle ni fue neutral ante las preocupaciones sangrantes de la gente. No deplora la situación, se fija en las personas
concretas: el Papa, el emperador, los obispos, los leprosos, los pobres, los ladrones...
No se dedica a lamentarse, sino a hacerse un instrumento del amor de Dios Padre.
La espiritualidad franciscana constituye un enorme don, una gracia que nosotros tenemos la suerte de sentir más cercana, a la vez que experimentamos el reto de
vivirla y transmitirla a todos los hombres. El Proyecto Comunitario de Misión, elaborado
con toda ilusión por parte de religiosos y seglares, es un reflejo de esa espiritualidad y
quiere ser un valioso instrumento para ayudarnos a los hermanos, fraternidades conventuales, seglares franciscanos y comunidades que participan de este ideal a vivir
con renovada fidelidad y vitalidad nuestro carisma tan admirado. Somos conscientes
de que sólo desde la vivencia profunda de la espiritualidad franciscana adaptada a
las necesidades de hoy y compartida con aquellos con los que convivimos seremos
capaces de hacer presente ese don para el bien de toda la Iglesia y la sociedad.
No se puede perder este don, pues en lo profundo del corazón del ser humano anida el mismo anhelo de Francisco, que no es otro que la cultura del amor,
la reconciliación y la fraternidad. Hermanos religiosos y seglares, simpatizantes de
Francisco, de esto debemos ser testigos.
Fr. Nicasio Ibáñez
Ministro provincial
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Introducción
Origen y finalidad del documento
1. El Proyecto comunitario de misión que tienes en tus manos no es el resultado
de la casualidad ni la improvisación, sino del trabajo realizado durante
estos años en la Provincia por hermanos y seglares comprometidos en
la animación de grupos y procesos de fe.
Se comenzó a trabajar en la elaboración del mismo ante la necesidad de contar en nuestra Provincia con unas líneas de acción pastoral
que expresasen adecuadamente nuestro carisma franciscano conventual. Se quería preparar un documento que fuese punto de referencia y
garantizara la fidelidad a Quien nos ha confiado la tarea de evangelizar
en este momento de la historia, que es también momento de gracia e
historia de salvación.
2. Este proyecto pastoral nace, pues, de una necesidad y quiere ser respuesta
a la misma. Se enmarca en un contexto que podemos describir así:
• La renovación deseada e impulsada por el “Programa Rivotorto”1 tiene que expresarse también en el ámbito de la misión. El aire de gracia que sopla en nuestra Provincia ha de llegar también hasta ahí.
• Los esfuerzos hechos anteriormente para encauzar y coordinar nuestra acción pastoral. Fruto de ese trabajo fueron los documentos: El
educador franciscano conventual (1995) y Orientaciones pastorales
para las parroquias y comunidades eclesiales (1996). Valoramos enormemente cuanto se hizo entonces. Aquellos esfuerzos y trabajos
han hecho posible este proyecto.
• Percibimos en la Provincia el deseo generalizado de tener un texto
de referencia que explicite nuestro carisma específico con vistas a
la misión. No se trata de imponer una línea determinada, pero todos
constatamos a menudo la dispersión pastoral y la ausencia de un
estilo definido, lo cual debilita nuestra acción.
1
Programa de renovación provincial desarrollado en cuatro fases (1997-2000).
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3. Es oportuno recordar aquí el camino recorrido hasta llegar al presente documento. Hemos querido favorecer siempre una amplia participación,
que hiciera posible una mayor identificación de todos con las opciones
pastorales que deseamos asumir. Creemos que participar en la elaboración de un documento ayuda a adoptar un compromiso más serio a
la hora de acogerlo y ponerlo en práctica.
• En el encuentro de abril de 1999, en Los Peñascales (Madrid), se elaboró la base del proyecto, recogiendo las propuestas e inquietudes
comunes que allí se manifestaron.
• Luego la Comisión de Pastoral, en sus diversas reuniones, se encargó de trabajar, pulir y desarrollar esa base inicial del proyecto.
• La última etapa de este itinerario fue el encuentro navideño de Los
Molinos (Madrid), en diciembre de 2001.
4. Por último, es justo señalar asimismo los límites de nuestra pretensión.
• Este proyecto quiere ser una guía práctica con vistas a la misión comunitaria compartida. Conlleva una teología y una praxis pastoral
que están apenas sugeridas. Entendemos que no es éste el lugar
para decirlo y explicitarlo todo.
• El proyecto recoge la realidad que constatamos y aquello a lo que
aspiramos y que aún no existe. Centra la acción pastoral y asume
retos a los que hemos de dar respuesta. Es un documento del presente para el futuro. Puede servirnos de guía y ser instrumento de
comunión. Todo ello desde el respeto a la realidad y a los ritmos
propios de cada comunidad, de cada persona concreta y de cada
acción pastoral que se desarrolla en los distintos lugares.
Es el Espíritu quien nos convoca para poner en marcha este proyecto,
con el fin de caminar “rebosantes de esperanza” (Rom 15,13), transmisores de
la paz y el bien.
I. Principios Fundamentales
Como Franciscanos Conventuales, somos una riqueza en la Iglesia y en
la familia franciscana. Tenemos un espacio propio para la acción evangelizadora, y seremos testigos cualificados y creíbles del Evangelio en la medida en
que sepamos encarnar el carisma que el Espíritu nos ha confiado.
No hemos inventado nada. Todo se nos ha dado. Todo es don. Todo es
fruto del Espíritu de Jesús. A nosotros se nos pide, en cada momento y lugar,
acudir a las fuentes y redescubrir los principios fundamentales que nos proporcionan consistencia y dinamismo2.
Es lo que pretendemos hacer en esta primera parte del proyecto que
titulamos “Principios fundamentales”. Hemos llegado a esta síntesis a través
de un proceso de reflexión y diálogo. La riqueza espiritual del carisma franciscano es inmensa y comprende la sabiduría de muchos siglos de historia. Esto,
a veces, puede dificultar la síntesis.
No obstante, a través de estos principios básicos, queremos presentar
la aportación original de Francisco a la Iglesia y al mundo. Se trata de una
propuesta marcada por la utopía y la radicalidad. Asumimos una pedagogía
que presta especial atención al cultivo simultáneo de las dimensiones antropológica y espiritual, para evitar que se pretenda alcanzar la meta sin recorrer
el camino, o se aspire a ser fraterno desde el puro y simple deseo idealizado,
sin pasar por el duro aprendizaje de la fraternidad; para evitar, en definitiva,
construir el alto edificio de la experiencia creyente sin poner sus bases antropológicas o volando ingenuamente sobre ellas.
De este modo, el proyecto quiere conectar con la más genuina sabiduría de Francisco.
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Cf. VC 36.
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1. Principio de encarnación:
¿Dónde estamos?
«Ved que diariamente se humilla (cf. Flp 2,8), como cuando
desde el trono real (Sab 18,15) descendió al seno de la Virgen;
diariamente él mismo viene a nosotros en humilde apariencia;
diariamente desciende desde el seno del Padre al altar en manos
del sacerdote» (Adm 1,16-18).
A la hora de elegir lo propio y genuino de nuestra tradición franciscana,
destacamos, en primer lugar, la categoría o principio de encarnación.
A) Dios se hace historia
Belén es el modelo o paradigma de toda encarnación: en Belén el “Ser”
de Dios se hace “Estar”. Dios viene a nosotros para quedarse con nosotros y
compartir la condición humana. No hay, pues, ausencia de Dios en ninguna
persona, acontecimiento o criatura. Todo es Presencia y huella de Dios y, así,
la vida es encuentro con Él. Esa Presencia lo invade todo y es principio de
cuanto existe.
una de esas realidades con delicada atención, respeto adecuado y cortesía
singular. Cada persona tiene su propio rostro y su personalidad específica,
cada animal su propia misión, cada cosa su significado y cada circunstancia
su valor, puesto que todo es gracia3.
C) Nosotros, signos de la presencia de Dios
Así, Francisco nos invita a seguir las huellas de nuestro Señor Jesucristo,
pobre y crucificado, presencia en la que el “ser” y el “estar” de Dios alcanzan
su plenitud. Desde la encarnación de la Palabra, sólo es posible llegar a Dios
apurando lo humano hasta el extremo. Ninguna realidad humana puede resultarnos ajena4.
Conscientes del alejamiento existente entre la Iglesia y la sociedad,
nosotros estamos llamados a ser testigos de la presencia de Dios. Ante el
fenómeno de los “alejados”5, consideramos que la Iglesia no está exenta de
responsabilidad, pues a veces es ella la que se ha distanciado y se distancia
de la sociedad. Por eso, nosotros queremos hacernos presentes en el mundo
de hoy, con sus dudas, búsquedas y contradicciones.
La categoría “Presencia” engendra un sentimiento, crea una actitud y se
manifiesta en un comportamiento singular ante la vida.
B) Francisco, testigo de la encarnación
Francisco, un hombre con gran sentido de lo concreto y lo inmediato,
siempre se sentía presente ante alguien o algo: presente ante Dios, a quien
veía en todos los seres y acontecimientos; presente ante la Iglesia, en la que
siempre quiso estar; presente ante los hombres y mujeres, a quienes atendía
con sencillez, sinceridad y cordialidad; presente ante la fraternidad, que tan
intensamente amaba y a la que servía de modelo; presente ante todos los
animales y cosas, que tanto respetaba y a los que daba el dulce nombre de
hermanos y hermanas; presente ante los acontecimientos cotidianos, normales y extraordinarios, en los que veía algo más que puro azar o acontecer.
Para él todo tiene su propio valor y sentido. Y se presentaba ante todas y cada
2C 165: «En una obra cualquiera canta al Artífice de todas; cuanto descubre en las hechuras, lo
refiere al Hacedor. Se goza en todas las obras de las manos del Señor, y a través de tantos
espectáculos de encanto intuye la razón y la causa que les da vida. En las hermosas reconoce al Hermosísimo; cuanto hay de bueno le grita: “El que nos ha hecho es el mejor”.
Por las huellas impresas en las cosas sigue dondequiera al Amado, hace con todas una
escala por la que sube hasta el trono».
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Cf. GS 1; VC 73.
5
Cf. Const 130 §1.
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2. Principio de seguimiento:
¿Quiénes somos?
«Estemos atentos todos los hermanos a lo que dice el Señor:
“Amad a vuestros enemigos y haced el bien a los que os odian”
(cf. Mt 5,44), pues nuestro Señor Jesucristo, cuyas huellas debemos seguir (cf. 1Pe 2,21), llamó amigo al que lo traicionaba (cf.
Mt 26,50) y se ofreció espontáneamente a los que lo crucificaron»
(1R 22,1-2).
La misión que se nos ha confiado es ésta: estar en el mundo y mostrar
con nuestra vida a Aquel que nos amó primero (1Jn 4,10) y continúa amándonos, Aquel que nos llama a seguirle y nos reúne para prolongar su misericordia en el mundo y la humanidad, en la historia y en todo lo creado, con un
sello particular: el del franciscano conventual.
Francisco de Asís supo captar muy bien las profundidades de todo
lo humano; su aspiración no fue sino el seguimiento fiel de Jesús, pobre y
crucificado6. Esta experiencia nos seduce y atrae de tal manera que somos
conformados con Cristo siguiendo ese mismo itinerario de fe.
Francisco descubre en el seguimiento de Cristo que es hijo, hermano
y menor. Ésta es nuestra originalidad en el seguimiento y el testimonio, recibida como un don; y, a la vez, ésta es también nuestra misión. Hemos sido
plantados en una porción de la heredad del Dios Altísimo, buen Señor, y en
ella vamos sembrando la paz y el bien.
Francisco recibió de Jesucristo y nos ha transmitido la imagen de un
Dios que tiene rostro concreto, que es un “TÚ” personal, alguien vivo y verdadero: Padre cercano, íntimo, amor entrañable, total condescendencia. Este
Dios no es la negación del hombre, ni el ser lejano, distante y frío o indiferente. Pero tampoco es un Dios de bolsillo o a la carta.
En los textos de oración de Francisco intuimos la imagen real, vivida,
de Dios, en una síntesis perfecta de madurez cristiana, que supone la afirmación de aparentes contrarios: Dios es el Bien, que se deja nombrar con un rosario ilimitado de sustantivos y adjetivos que revelan su vida entera, su amor
y misericordia; y al mismo tiempo es el Altísimo, el Santísimo, el totalmente
Otro, libérrimo, que no se deja manipular, el Señor7.
Nuestra condición de hijos de un Padre así pasa por la adoración y el
agradecimiento, pero también por la responsabilidad y radicalidad que implica vivir desde la coherencia «el amor que ha sido derramado en nuestros
corazones» (Rom 5,5). Somos invitados, pues, a gustar esta síntesis, sobre la
cual se funda la originalidad del proyecto y la vida de Francisco y lo franciscano.
Somos hijos del Padre de nuestro Señor Jesucristo: ésta es nuestra
identidad filial. Dios nos hace personas, humanos, y el Padre que está en el
fondo de dicha experiencia es liberador, alguien que no permanece ajeno al
sufrimiento humano. Su nombre no ha de ser invocado en vano.
B) Hermanos
A) Hijos
«¡Oh, cuán glorioso y santo y grande es tener en el cielo un
padre! ¡Oh, cuán santo es tener un esposo, defensor, hermoso y
admirable! ¡Oh, cuán santo y cuán amado es tener un tal hermano e hijo, agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que
todas las cosas deseable!» (2CtaF 54-56).
Para Francisco cada hermano es un don de Dios. No caben juicios sino
admiración, confianza, espera, ayuda, perdón mutuo.
Es nota distintiva de la fraternidad de hermanos menores el primado de lo interpersonal en las relaciones, que entraña el cultivo expreso del
afecto recíproco. La vida común es para nosotros el lugar donde cada uno es
reconocido y aceptado como es, el ámbito de relaciones que van tejiendo la
7
6
Cf. 2C 148; LM 1,5; 3,3.
«Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba
qué debía hacer, sino que el mismo Altísimo me reveló que debía
vivir según la forma del santo Evangelio» (Test 14).
Eso es lo que refleja una de las oraciones más sublimes de Francisco, las Alabanzas al Dios
Altísimo.
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vocación y la misión a un tiempo, el espacio para ser y estar, para vivir y hacer.
Formamos un grupo de iguales en el que se rechaza toda forma de poder, se
crece en el servicio mutuo y la comunión profunda que nace del respeto de
las diferencias8.
Nos sentimos seducidos e identificados, y así lo expresamos, con este
modo de ser y estar en la vida, alternativo a la “sabiduría” del mundo: comprendernos, comprender al hombre y la creación entera desde abajo, desde
el lugar del pobre.
La vida de los hermanos en comunidad no es la de un grupo autosuficiente, cerrado en sí mismo, o un ghetto de elegidos y perfectos que sólo se
interesan por ellos mismos. Es una familia fuertemente enraizada en la comunión eclesial, enviada a los demás para aprender con ellos a ser hermanos,
con la sola fuerza del evangelio de la paz y la reconciliación, anunciado con
gestos y palabras.
De la contemplación de la vida de Cristo, que «se despojó de sí mismo
tomando la condición de siervo» (Flp 2,7), nace una actitud interna que caracteriza a la fraternidad franciscana: la minoridad10. Esta actitud atañe a la
relación con Dios (humildad) y con los hombres (servicio).
Vivir en fraternidad con «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32)
es nuestra misión, la predicación más acertada, antes incluso de que se haya
pronunciado una palabra9. Esta fraternidad se extiende a todas las criaturas:
somos hermanos de todo lo creado, pues la voluntad amorosa de Dios Padre
es el origen de todos y de todo.
C) Menores
La minoridad conlleva una cierta manera de vivir el valor de la fraternidad: invita a vivir las relaciones fraternas con el estilo del servicio humilde,
manifestando lo que se es y lo que se tiene. Para nosotros, minoridad significa
“ser menores” y estar con los “menores” de la sociedad.
Ese “ser menores” se manifiesta en11:
• la humildad, que nos lleva a una serena aceptación de nosotros
mismos y a un reconocimiento sincero de la ayuda que recibimos
de los demás;
«Los hermanos, en cualquier lugar donde estén sirviendo o trabajando en casa de otros, no sean administradores ni escribanos
ni estén al frente de las casas donde sirven; ni acepten oficio
alguno que engendre escándalo o cause daño a su alma (cf. Mc
8,36), sino sean menores y súbditos de todos los que se hallan en
la misma casa» (1R 7,1-2).
• la disponibilidad y apertura al proyecto de Dios y a las circunstancias de la historia y la realidad que nos rodea;
Conocemos muy bien el lugar central que ocupa en la experiencia
humana y creyente de Francisco de Asís su opción por la desapropiaciónminoridad, que posee un indiscutible encanto tal como él la expresa en sus
palabras y en su vida.
• acompañarlos y hacer todo lo posible para su promoción humana,
social y cultural;
• el espíritu de servicio, que ayuda a rehuir el poder y los privilegios.
Estar con los “menores” de la sociedad significa12:
• reconocer al otro el derecho a que le sirvamos gratuitamente;
• compartir lo que somos y tenemos con los hermanos necesitados y
mantenernos en comunión con ellos;
Su desapropiación-minoridad es una actitud de vida ante Dios, ante los
otros y ante todo lo creado, e incluso ante sí mismo. Concede prioridad al ser
sobre el tener, al disfrute sereno de las cosas y las personas y a la voluntad de
compartir y servir sobre la relación de posesión, dominio y competencia.
• creer que los pobres nos evangelizan.
Cf. 2CtaF 11-13.
Cf. PTF 3.2.1.
12
Cf. PTF 3.2.2.
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Cf. 1R 11; Adm 24-25; 1C 38-39.
Cf. 1R 17,3; Const 121 §2.
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D) Conventuales
«Todos los hermanos prediquen con las obras... Ruego a todos
mis hermanos, predicadores, orantes, trabajadores, tanto a los clérigos como a los laicos, que se esfuercen por humillarse en todo, y
no gloriarse ni gozarse en sí mismos, ni exaltarse interiormente
de las palabras y obras buenas, y hasta de ningún bien que Dios
hace, dice y obra alguna vez en ellos y por ellos» (1R 17,3-6).
Hemos recibido también, como un regalo, la herencia de la conventualidad: un estilo específico de vivir, estar en el mundo, manifestar a Dios y
hacer fraternidad. De este legado proceden algunos rasgos que deseamos
encarnar hoy en nuestra misión: el servicio eclesial al hombre de la ciudad, la
mediación de paz en los conflictos, la participación en la evangelización de
la cultura13.
Nuestro presente está unido a la historia de los numerosos hermanos
que nos han precedido en la tradición conventual. La fidelidad a dicha tradición exige traducirla hoy en actitudes que nos convocan en la familia que
somos y nos interpelan o provocan en la misión que nos ha sido confiada.
Hoy, la conventualidad nos convoca y provoca a14:
• vivir una vida fraterna que supere el individualismo, recupere el
sentido de familia y sea así nuestro testimonio más significativo en
la misión;
• buscar y practicar formas de participación activa, distribución de
tareas y corresponsabilidad;
• estar en el mundo de manera activa, y no indiferente o “neutral”,
como signos e instrumentos de paz y reconciliación con Dios, con
los hombres y con todo lo creado.
Esa presencia activa y apasionada comporta:
• caminar proféticamente con la Iglesia;
• acercarnos a las personas, mostrándonos sensibles a sus temores y
esperanzas;
• fomentar el diálogo fe-cultura;
• abrirnos a nuevas formas de testimonio y de vida: promoción y defensa de la vida, salvaguarda de la creación, justicia y paz, antiguas y
nuevas formas de pobreza, etc.
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14
Cf. PTF 4.1.
Cf. PTF 4.3.
3. Principio de misión:
¿A qué y a quiénes somos enviados?
«Aconsejo, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor
Jesucristo a que, cuando van por el mundo, no litiguen ni se
enfrenten a nadie de palabra ni juzguen a otros, sino sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos
honestamente, según conviene… En toda casa en la que entren,
digan primero: “Paz a esta casa”» (2R 3,10-13).
Hemos recibido un carisma para anunciar y acercar el Reino a nuestra
historia. Nuestra manera de ser significativos en la Iglesia y en el mundo es
vivir el carisma recibido en la misión compartida.
Desde lo que somos como don e inspiración del Espíritu, somos enviados a anunciar la Buena Nueva de Jesús, y lo hacemos con una sensibilidad
que nos lleva a situarnos ante los hombres y mujeres de hoy acentuando
estos aspectos de la persona:
• toda persona es capaz de hacer experiencia de Dios;
• toda persona está llamada, desde el Evangelio, a ser hermano y a
construir la fraternidad universal;
• toda persona está invitada, desde el Evangelio, a un nuevo modo
o estilo de vida: la “minoridad”, que consiste fundamentalmente en
una actitud de servicio.
A) Toda persona es capaz de hacer experiencia de Dios
Constatando con realismo las resistencias especiales que nuestro
mundo presenta para abrirse a la trascendencia15, la mirada franciscana contempla, no obstante, la capacidad de toda persona para hacer experiencia de
Dios.
Nuestra misión es abrir el camino a cada persona para que descubra
ese vacío que a menudo pretende llenar de cosas y, desde ahí, pueda llegar a
Dios. Nos situamos de manera positiva ante el otro, para que pueda integrar
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Cf. VC 103.
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la experiencia de Dios, Sumo Bien, en su experiencia humana. Nuestra propuesta se traduce en:
modelo de Iglesia de comunión, quiere orientarse decididamente a la creación de comunidades que aspiren a vivir la fe cultivando la calidad de las
relaciones interpersonales, la corresponsabilidad, la acogida, la solidaridad.
• Una experiencia de fe que es encuentro personal: creer es
y supone, sobre todo, una relación; es adhesión personal a Cristo.
Francisco nos recuerda que el Reino, el Evangelio, antes que una
causa es una persona, Cristo16. Por eso es imprescindible el cultivo
del encuentro íntimo con él, primero, para identificarse, después,
con su proyecto. Así, en la misión que nos ha sido confiada, nuestras opciones pastorales buscan “despertar adoradores”, hombres
y mujeres que experimenten ese encuentro afectivo con Cristo,
rostro y Palabra del Dios Uno y Trino. El itinerario para suscitar dicho
encuentro pasa por cultivar todo lo humano que sea sustrato válido
para la experiencia de fe: por ejemplo, ayudar a descubrir la interioridad, la soledad y el silencio; educar para mirar en profundidad,
para cultivar el sentido de lo gratuito, para reconocer y aceptar las
propias limitaciones.
Este estilo de vida comunitario-fraterno exige un lento y duro aprendizaje, que requiere experiencias significativas de comunidad-fraternidad, así
como educar para la síntesis entre autonomía y dependencia, entre ser uno
mismo y ser para los demás.
• Una experiencia de discipulado: sólo se puede ser cristiano
siendo discípulo de Jesús; y sólo se puede ser discípulo suyo si, seducido por él, se le reconoce y acepta como Señor y Maestro. La vida
y los escritos de San Francisco se explican desde esta verdad. Por
fidelidad a Francisco, nuestra propuesta creyente resulta marcada
por esta experiencia de discipulado que nace de la seducción y se
prolonga en el seguimiento. No es suficiente, pues, una invitación
a vivir experiencias puntuales de fe; es necesario favorecer una auténtica experiencia de seguimiento.
B) Toda persona está llamada, desde el Evangelio, a ser hermano y a construir la fraternidad universal
Nuestra propuesta franciscana de evangelización pretende privilegiar
lo fraterno e interpersonal como metodología evangelizadora y, desde un
C) Toda persona está invitada, desde el Evangelio, al servicio y
la minoridad
Hemos recibido el carisma específico de vivir la minoridad como eje
fundamental del Evangelio y nos presentamos ante los demás como “menores”, es decir, sirviendo. A quienes entran en relación con nosotros proponemos este estilo de vida: optar por hacerse pequeños y servir a los demás,
conectando con lo más sencillo y verdadero que hay en cada uno.
Para llegar a ser menores, siguiendo a Cristo y a Francisco, invitamos a
vivir, en esta sociedad de consumo, una ética de la austeridad, la renuncia y
el servicio. Conscientes de que una moral de la moderación en el uso y en las
pretensiones habituales corregirá las formas abusivas de tener y consumir
y favorecerá el ser y el compartir, esta ética de la austeridad es también una
apuesta por la comunión y la solidaridad con quien sufre la miseria, la injusticia y la explotación.
Esta forma de vida tiende a hacerse gesto concreto en el servicio, en el
sentido más evangélico de la palabra: viviendo a los pies del otro (Jn 13,1215)17. Se trata, por tanto, de un servicio sin pretensiones, sin ostentación, sin
“facturas”, ni inmediatas ni a medio o largo plazo. Dicho servicio supone,
como en el caso de Jesús, poner la propia vida a disposición de los demás y
en función de los demás, experimentando en ello un gozo inefable que no
nos exime, sin embargo, del cansancio o las ganas de abandonar que pueden
presentarse en ciertas ocasiones. Pero llega un momento en que uno no sabe
vivir si no es de esa manera18.
17
16
Cf. 2R 1,1; 2C 105.
18
Cf. 1R 6,3.
Cf. D. MOLLÁ, ¿Es posible la experiencia de Dios?, en Vida Nueva n. 2128 (7 marzo 1998)
pp. 24-28.
19
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20
4. Principio de eclesialidad:
¿Qué Iglesia queremos construir?
«Y el Señor me dio una fe tal en las iglesias, que así sencillamente oraba y decía: Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas
tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, pues por
tu santa cruz redimiste al mundo» (Test 4-5).
«El hermano Francisco promete obediencia y reverencia al señor
Papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la
Iglesia romana» (2R 1,2).
Francisco de Asís nos ofrece un amplio marco de presencia en la Iglesia.
Nos situamos ahí, queremos ocupar su lugar y vivir con él, “a los pies de la
santa Iglesia”, la libertad y la fidelidad al Señor.
En este nuevo milenio apostamos, junto a otros carismas dentro de la
comunidad eclesial, por una espiritualidad de comunión. Hacer de la Iglesia
casa y escuela de comunión20 supone: el reconocimiento de la presencia del
misterio trinitario en el rostro del hermano; el sentido de pertenencia que hemos de alimentar, mirando al otro como hermano; la capacidad de ver lo positivo que hay en los demás, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios.
Nuestro carisma nos empuja asimismo, en el ámbito de la eclesialidad,
a unir esfuerzos en el camino del ecumenismo. La oración de Jesús («que todos sean uno»: Jn 17,21) es un deseo y una plegaria que hacemos nuestros
para caminar hacia la difícil comunión21.
La transmisión del Evangelio no es sólo fruto de una estudiada y programada acción pastoral, es ante todo una manera de ser y vivir que contagia
por la seducción de quienes anuncian lo que han visto y oído. Detrás de todos los proyectos y más allá de los mismos, están quienes siguen encarnando
hoy el espíritu de Francisco.
El camino que se abre ante nosotros presenta dos retos importantes
que queremos asumir y proponer:
a. Vivir significativamente la comunión con la Iglesia local y diocesana,
integrar los proyectos diocesanos y enriquecerlos desde la originalidad de la propuesta franciscana.
b. Acentuar la importancia de los laicos en la misión19. Francisco intuyó
ya este camino y, a través de la Orden seglar, nos invitó a compartir
juntos, religiosos y laicos, su estilo de vida.
Este proyecto quiere reivindicar un ámbito para compartir la vida y la
misión con los laicos que se sienten seducidos por Francisco. Como responsables y custodios del carisma franciscano conventual, asumimos el compromiso de integrar en nuestro estilo de vida a quienes, desde su condición de
laicos en la Iglesia y el mundo, se sienten llamados a evangelizar con nuestros
rasgos y maneras, que son también los suyos.
19
Cf. VC 54.
20
21
Novo millennio ineunte, 43.
Cf. Novo millennio ineunte, 48.
21
22
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Apéndice
Perfil del evangelizador franciscano conventual
Los principios fundamentales que hemos presentado aquí nos llevan
a esbozar los grandes rasgos de la persona, religioso o laico, que trabaja en la
porción de la viña del Señor que se nos ha confiado, como grupo carismático
dentro de la Iglesia.
A) Una persona encarnada en la realidad actual, con honda experiencia de Dios:
• con experiencia de Dios, a quien llama Padre y del cual se siente
hijo;
• con experiencia de fraternidad para hacerse hermano, para estar
con y entre los demás, y no por encima de ellos;
• con experiencia de gratuidad, para dar gratis lo que se ha recibido
gratis;
• con experiencia de confianza en el otro;
• con experiencia para despertar lo más profundo y esencial de las
personas.
B) Una persona creadora de fraternidad:
• capaz de percibir la presencia de Dios en la realidad cotidiana, en
los hombres y mujeres a quienes llama hermanos, sobre todo en los
más heridos y excluidos;
• apasionada por la vida y sensible al clamor de los pobres;
• profeta para denunciar todo lo que esclaviza y para anunciar la Buena Nueva;
• cercana a todos para escuchar el susurro del corazón de las personas;
• capaz de compartir tiempo, proyectos, la vida entera;
• comprometida con la causa de la verdad, la justicia, los pobres y los
excluidos;
• creativa e imaginativa para buscar cauces nuevos de expresión y de
transmisión de la vida.
C) Una persona que elige la minoridad como forma de vida:
• para servir sin buscar ser servido;
• para ser profundo en lo pequeño y en lo que muchos desprecian;
• para mantener una presencia discreta y saber desaparecer;
• para confiar en las posibilidades del otro.
23
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II. Líneas Operativas
1. Experiencia de Dios:
Posibilitar que cada persona haga experiencia de Dios
En la primera parte hemos presentado de modo sintético los principios
fundamentales que inspiran nuestra misión. La especificidad de nuestra acción tiene que brotar de la originalidad de nuestro carisma, y la tradición de
la familia franciscana conventual orienta y proporciona un estilo definido a
nuestra presencia evangelizadora en la Iglesia y en el mundo.
A) Objetivo
Ahora, poniendo en juego tres elementos distintos, vamos a señalar
unas líneas operativas que orienten nuestra misión comunitaria.
Acompañar a la persona, desde su realidad, en la búsqueda de Dios,
posibilitando el encuentro con Él.
B) Fundamentos
Teológico-carismáticos
Hoy, en nuestro mundo, continúa siendo válida la afirmación de
San Pablo: «los hombres secuestran la verdad con su injusticia» (Rom
1,18). Así está Dios en el mundo: no oculto, sino desfigurado, secuestrado. Sin embargo, el hombre sigue anhelando su presencia: «como la
cierva busca corrientes de agua…» (Sal 42,2).
a. El primer elemento es el objetivo: aquello que pretendemos, el fin
de nuestra misión, la meta que deseamos alcanzar.
b. Luego pasamos a fundamentar el objetivo señalado, desde
una doble vertiente: la teológico-carismática y la sociológica, que
se revela en el análisis de la realidad. Es muy difícil que podamos
ofrecer respuestas pastoralmente válidas si no nos esforzamos en
analizar y conocer la realidad. Por otra parte, somos conscientes de
que no podemos quedarnos en una mirada estática y superficial,
considerándola valedera para siempre. Los acontecimientos se suceden hoy de manera muy rápida y ello nos obliga a continuos y
renovados análisis de la realidad en la que trabajamos.
En su Testamento, Francisco nos habla de su proceso de conversión: «El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este
modo a hacer penitencia; pues, como estaba en pecados, me parecía
extremadamente amargo ver a los leprosos…»22. En ese proceso acabará descubriendo a Dios, cuya presencia, más que intentar explicar,
sólo cabe alabar: «Tú eres el santo Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres el fuerte, tú eres el grande, tú eres el altísimo, tú eres el rey
omnipotente... »23.
c. El tercer elemento lo constituyen las orientaciones para la
misión comunitaria, que quieren ser continuación de la praxis
carismática de Francisco, con la correspondiente adaptación al
tiempo presente.
Análisis de la realidad
- Aspectos positivos:
• En nuestro mundo y nuestra sociedad, plurales y multiformes,
advertimos la sed de Dios y, a la vez, las huellas de su Presencia.
• Purificando nuestra búsqueda de Dios en la vida, descubrimos
su rostro cercano, salvador y misericordioso.
22
23
Test 1.
AlD 1-2.
25
26
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- Aspectos negativos:
• Dios va desapareciendo de las conciencias, y el vacío que deja
es ocupado por diferentes formas de idolatría o indiferencia.
• A muchos Dios no les dice apenas nada; no interesan las
grandes cuestiones de la existencia, y Dios parece contar muy
poco cuando éstas se plantean.
• Crece la insensibilidad religiosa; poco a poco se extiende entre nosotros la “cultura de la ausencia de Dios”: esta realidad
dificulta una verdadera interioridad y experiencia de Dios.
• La falta de autenticidad en el testimonio por parte de nuestras
fraternidades y comunidades cristianas vela la presencia de
Dios, ofreciendo alternativas poco atrayentes.
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria
• Acciones que ayuden a la persona a descubrir valores fundamentales en su vida, valores que remitan a lo trascendente:
verdad, belleza, justicia…
• Acciones que promuevan encuentros de oración comunitaria.
• Acciones para programar escuelas de oración en nuestras comunidades
• Espacios para preparar con esmero las celebraciones.
• Acciones que promuevan la formación cristiana de niños, adolescentes, jóvenes y adultos, en clave de misión y de Iglesia de
comunión.
• Organizar y proponer cursos, convivencias, retiros, ejercicios
espirituales que faciliten el cultivo de la interioridad y el crecimiento de las personas.
• Ofrecer la oportunidad del acompañamiento personal.
2. Fraternidad:
Aprender a ser hermanos
A) Objetivo
Vivir, ofrecer y crear en nuestro entorno una fraternidad en la que todo
ser humano sea considerado hermano, sagrado en su dignidad, respetando y
venerando a la vez el conjunto de la creación.
B) Fundamentos
Teológico-carismáticos
Jesús comenzó su misión convocando a un grupo de discípulos:
«Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les
dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”» (Mc 1,16-17).
Esta llamada da lugar a un grupo, el primer germen de la comunidad
cristiana. Y no es un grupo uniforme, sino heterogéneo: la personalidad, el origen o el oficio de los miembros que lo componen son muy
diversos. Tampoco es un grupo de “perfectos”: tienen miedo (Mc 4,3541; 6,45-52), uno traicionará a Jesús (Mc 14,43-45), otro lo negará (Mc
14,66-72).
Después de la experiencia pascual ese grupo da origen a la primera comunidad cristiana, cuyo ideal de vida nos presenta el libro de
los Hechos: «Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en
común... La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo
corazón» (Hch 2,44; 4,32).
En su experiencia de conversión, Francisco descubre a los hermanos como don. Son destinatarios privilegiados de su ternura los
más débiles, los enfermos, los pecadores. En las fuentes franciscanas
encontramos páginas que dibujan con gran belleza la utopía de la fraternidad: «Se querían mutuamente con amor entrañable; mutuamente
se servían y se preocupaban los unos de los otros, como una madre
27
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28
sirve a su hijo y se cuida de él»24. Sin duda alguna, ese modo de vivir la
fraternidad es uno de los mayores deseos de Francisco: «El Santo tuvo
siempre constante deseo y solicitud atenta de asegurar entre los hijos
el vínculo de la unidad»25.
Francisco extiende esa experiencia de fraternidad a todo lo creado, y así lo expresa en su Cántico de las criaturas.
Análisis de la realidad
- Aspectos positivos:
• La humanidad siente en lo profundo de su ser una llamada a
lo comunitario, a la comunión de los corazones, a la vida en
común. Muchas personas experimentan el deseo de vivir y
caminar con otros: compartir para ser.
• La experiencia positiva que supone para todos el ser escuchado y acogido, como ayuda para el crecimiento personal y
estímulo para buscar lo comunitario.
• Existe una mayor sensibilidad y preocupación por todo lo
creado y su conservación.
-Aspectos negativos:
• La tendencia al individualismo, que produce aislamiento; la
superficialidad, que prima las primeras impresiones; la despersonalización, que conlleva la pérdida del espíritu crítico y
la masificación de nuestros comportamientos.
• El exceso de relaciones de dependencia, que dificulta el crecimiento personal.
• Algunas desviaciones de las inquietudes ecologistas, que parecen otorgar la prioridad no a los seres humanos, sino a otras
criaturas.
24
25
AP 25.
2C 191.
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria
• Acciones que posibiliten la acogida, la comunicación y la colaboración, aprovechando –por ejemplo- ciertas fechas significativas del
calendario franciscano para realizar encuentros de confraternización con colaboradores, ex-alumnos, ex-seminaristas, familiares,
etc.
• Acciones que potencien la corresponsabilidad de fe y misión, que
asuman la dinámica propia de la comunidad eclesial como “pueblo
de Dios”, de tal manera que los seglares sean tomados en serio y se
trabaje también en comunión con los proyectos diocesanos.
• Acciones que marquen un estilo de ser Iglesia, que fomenten el
voluntariado, la acción social, la promoción humana, las iniciativas a
favor de la paz y la salvaguarda de la creación.
• Acciones que promuevan grupos de fe y de vida como mediación
básica y fundamental en un itinerario creyente.
• Acciones encaminadas a promover y acompañar fraternidades de
la OFS y Jufra, como parte de la misma familia franciscana.
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30
3. Minoridad:
Análisis de la realidad
Suscitar un estilo de vida “menor”
- Aspectos positivos:
• Se va afianzando lentamente un deseo de solidaridad, una
nueva sensibilidad, un estilo de vida que con su capacidad de
resistencia busca el equilibrio entre el ser, el tener y el hacer.
• Otro rasgo que consideramos positivo es la búsqueda de sentido a través de una vida sencilla y austera.
A) Objetivo
Encarnar en nuestro mundo con coherencia la pobreza evangélica, la
sencillez y la alegría, para ofrecer así una alternativa de vida basada en la minoridad y el servicio.
- Aspectos negativos:
B) Fundamentos
• Existe una escasa actitud crítica ante el sistema socioeconómico injusto, que reduce a los individuos a agentes pasivos,
incluso de su propia vida.
• El bienestar y la comodidad material como criterios absolutos
han generado un consumismo deshumanizador que pretende enmascarar la insatisfacción y el hastío existencial.
Teológico-carismáticos
Frente a las actitudes de dominio y al deseo de estar por encima
y ser los primeros que se daban en el grupo de discípulos, Jesús invita
a vivir otro tipo de relaciones: «No ha de ser así entre vosotros; el que
quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y quien quiera
ser el primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,43-44). Jesús nos deja
como regalo de despedida un gesto que rompe todos nuestros esquemas: el lavatorio de los pies (Jn 13,1-15). Con esa misma actitud hemos
de vivir nuestra relación con Dios y con los demás.
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria
• Acciones que revelen la gratuidad como única lógica de nuestro ser
y obrar: lo que somos y tenemos es para los demás.
Las fuentes franciscanas contienen muchas exhortaciones a
vivir siendo menores: «Los hermanos, en cualquier lugar donde estén
sirviendo o trabajando en casa de otros..., sean menores y súbditos de
todos los que se hallan en la misma casa»26; «nunca debemos desear
estar sobre los demás, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sometidos a toda humana criatura por Dios (1Pe 2,13)»27. En las Admoniciones de Francisco hay una gran sabiduría que intenta ahondar en la
actitud de minoridad, sin autoengaños: «Dichoso el siervo que es tan
humilde cuando está entre sus súbditos como cuando está entre sus
señores»28; «dichoso aquel siervo que no es colocado en lo alto por su
voluntad y siempre desea estar a los pies de los demás»29.
1R 7,1-2.
2CtaF 47.
28
Adm 23,1.
29
Adm 19,4.
26
27
• Búsqueda de espacios de discernimiento, para interrogarnos sobre nuestras presencias: dónde estamos y dónde es más llamativa
nuestra ausencia30.
• Acciones que presenten la pobreza-desapropiación como una opción libre, gozosa y liberadora.
• Acciones que animen a conocer y seguir a Francisco de Asís como
hermano menor y creador de comunión.
• Promoción de gestos y campañas de solidaridad, y colaboración
con instituciones que asumen los valores de la justicia, la paz y la
minoridad.
30
Cf. Const 125 §3: “Si bien ninguna forma de apostolado es ajena a la Orden, se seleccionarán,
sin embargo, aquellas actividades que, en función de la actividad de la Iglesia y de las necesidades de los tiempos, de los lugares y de los grupos, son más urgentes, abandonadas
aquellas que se consideran hoy menos eficaces u oportunas”.
31
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32
4. Conventualidad:
Dialogar con nuestro mundo y nuestra cultura
A) Objetivo
Vivir, desde el espíritu de Francisco y en sintonía con las exigencias de
los tiempos, en diálogo con el mundo, abiertos a las distintas tradiciones religiosas, sirviendo, defendiendo siempre la dignidad y el respeto debidos a las
personas y a la creación entera.
Análisis de la realidad
- Aspectos positivos:
• El fenómeno de la globalización, con todos sus límites y ambigüedades, nos permite experimentar el mundo como un
hogar común.
• El desarrollo de los medios de comunicación facilita el encuentro y el diálogo, a la vez que nos acerca los acontecimientos que tienen lugar en los rincones más remotos del planeta.
• Existe una realidad cultural rica y compleja.
B) Fundamentos
- Aspectos negativos:
Teológico-carismáticos
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos
sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo»31.
Francisco fue un hombre que supo dialogar con las realidades
de su época. Asumió la necesidad de la preparación cultural: «Me agrada que enseñes la sagrada teología a los hermanos...»32. Fue dialogante
con el Islam, en una época de agresividad y enfrentamientos violentos33. Fue también hombre de paz, mediador en los conflictos entre
personas y ciudades34.
Ya las primeras escuelas franciscanas fueron importantes focos
de expresión cultural y artística: teología, filosofía, música, pintura, literatura...
Ya hemos apuntado algunos en el apartado que hablaba de
la fraternidad; podemos añadir aquí:
• Los fundamentalismos y los nuevos brotes de radicalismo.
• Dificultad de diálogo y entendimiento entre culturas y tradiciones religiosas.
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria
• Acciones que promuevan una buena formación intelectual y cristiana.
• Acciones que fomenten la apertura a la realidad y la cultura contemporáneas, para caminar así con la historia.
• Acciones que promuevan el diálogo ecuménico, ofreciendo para
ello lugares y personas.
• Participación en los movimientos ciudadanos.
GS 1.
CtaAnt 2.
33
Cf. 1C 57; 2C 30; LP 77.
34
Cf. 2C 108; LP 84.
31
32
• Acciones que nos lleven a discernir el uso de los medios de comunicación con criterios evangélicos.
• Acciones que fomenten, actualizándolas, nuestras tradiciones religiosas franciscanas: religiosidad mariana (la Inmaculada), tradición
del belén, el vía crucis...
33
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34
Conclusión
Después de haber esbozado los rasgos característicos que definen
nuestra identidad franciscana menor conventual (primera parte), hemos tratado de sugerir algunas líneas que guíen y orienten nuestra misión evangelizadora, con un estilo que sea fiel reflejo de nuestro carisma (segunda parte).
Índice
ABREVIATURAS ...............................................................................................................................2
PRESENTACIÓN ...............................................................................................................................3
INTRODUCCIÓN: Origen y finalidad del documento...............................................7
I. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES.......................................................................................9
1. Principio de encarnación: ¿Dónde estamos? ...................................................................10
a. Dios se hace historia.......................................................................................................................10
La Iglesia y el mundo no esperan de nosotros un servicio genérico o
“desnaturalizado” e irreconocible, sino una presencia y un servicio que sean
expresión de la riqueza humana y espiritual contenida en el carisma del que
somos portadores: «Se invita, pues, a los Institutos a reproducir con valor la
audacia, la creatividad y la santidad de sus fundadores y fundadoras como
respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy»35.
b. Francisco, testigo de la encarnación.........................................................................................10
c. Nosotros, signos de la presencia de Dios ................................................................................11
2. Principio de seguimiento: ¿Quiénes somos? ...................................................................12
a. Hijos......................................................................................................................................................12
b. Hermanos...........................................................................................................................................13
c. Menores...............................................................................................................................................14
Por tanto, dóciles a la inspiración del Espíritu y atentos a las necesidades de nuestro tiempo, estamos llamados a buscar siempre esa fidelidad
creativa, aunando esfuerzos y colaborando estrechamente con los laicos que
comparten con nosotros la misma pasión por el Evangelio e idéntica fascinación por la figura de Francisco de Asís.
d. Conventuales ....................................................................................................................................16
3. Principio de misión: ¿A qué y a quiénes somos enviados? .....................................17
a. Toda persona es capaz de hacer experiencia de Dios........................................................17
b. Toda persona está llamada, desde el Evangelio, a ser hermano y a construir
la fraternidad universal ..............................................................................................................18
c. Toda persona está invitada, desde el Evangelio, al servicio y la minoridad................19
4. Principio de eclesialidad: ¿Qué Iglesia queremos construir? ................................20
Apéndice: Perfil del evangelizador franciscano conventual .......................................22
a. Una persona encarnada en la realidad actual, con honda experiencia de Dios.......22
b. Una persona creadora de fraternidad......................................................................................22
c. Una persona que elige la minoridad como forma de vida ...............................................23
35
VC 37.
35
36
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II. LÍNEAS OPERATIVAS .........................................................................................................24
1. Experiencia de Dios: posibilitar que cada persona haga experiencia de
Dios..........................................................................................................................................................25
A) Objetivo .............................................................................................................................................25
B) Fundamentos ...................................................................................................................................25
- Teológico-carismáticos ...........................................................................................................25
- Análisis de la realidad ..............................................................................................................25
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria ................................................................26
2. Fraternidad: aprender a ser hermanos ................................................................................27
A) Objetivo .............................................................................................................................................27
B) Fundamentos ...................................................................................................................................27
- Teológico-carismáticos ...........................................................................................................27
- Análisis de la realidad ..............................................................................................................28
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria ................................................................29
3. Minoridad: suscitar un estilo de vida “menor”................................................................30
A) Objetivo .............................................................................................................................................30
B) Fundamentos ...................................................................................................................................30
- Teológico-carismáticos ...........................................................................................................30
- Análisis de la realidad ..............................................................................................................31
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria ................................................................31
4. Conventualidad: dialogar con nuestro mundo y nuestra cultura.......................32
A) Objetivo .............................................................................................................................................32
B) Fundamentos ...................................................................................................................................32
- Teológico-carismáticos ...........................................................................................................32
- Análisis de la realidad ..............................................................................................................33
C) Orientaciones para nuestra misión comunitaria ................................................................33
CONCLUSIÓN................................................................................................................................. 34
ÍNDICE ................................................................................................................................................ 35
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