república y revolución

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En lucha Abril 2006
Nuestra Historia
H
ace setenta y cinco años, el 14
de abril de 1931, se proclamó
la Segunda República. Con
ella se abrió una época de esperanza de cambio y de justicia social
que quedó aplastada a sangre y fuego
cinco años más tarde. El recuerdo de
la República quedó como la antítesis
de la dictadura que la siguió, pero
también se debe recordar como años
de lucha y del gran florecimiento de
ideas revolucionarias.
La República surgió después de que
la dictadura de Primo de Rivera (19231930) se mostro incapaz de solucionar
los problemas económicos y estructurales del país y fue abandonada por las
clases dominantes. Al mismo tiempo
una nueva clase media urbana reclamó
la democratización. Más clave aún, fue
la ola de huelgas sin precedentes durante
1930 que movilizó decenas de miles de
obreros. Las elecciones municipales del
12 de abril de 1931, convocadas con la
esperanza de desviar el creciente movimiento de masas, dieron la victoria a la
izquierda. El rey abdicó y la República
fue proclamada desde los balcones de
numerosos ayuntamientos.
El nuevo gobierno de republicanos
y socialistas introdujo los derechos
sociales y políticos básicos. Pero su
tarea más ambiciosa era la de modernizar el país; tarea nada fácil dado el
gran poder de una oligarquía opuesta a
cualquier ataque contra sus intereses.
La reforma religiosa que separó
el Estado y la Iglesia y que retiró su
control de la educación. produjo una
reacción visceral por parte de un catolicismo acostumbrado a todo tipo
de privilegios. La modernización del
ejército, sobre todo la reducción drástica del número de oficiales no fue
bien recibida por unos militares que
temieron la desintegración de la unidad “nacional” con la aprobación del
primer Estatuto de Autonomía de Catalunya en 1932.
No obstante, la oposición más dura
fue en contra de la tan necesitada reforma agraria que tuvo como objeto
acabar con la miseria en el campo. El
boicot de la reforma por parte de terratenientes y poderes locales la dejó
sin efecto en muchas zonas. Mientras
tanto ,en el parlamento, la derecha
hizo todo lo posible para obstaculizar
la labor del gobierno.
La radicalización del movimiento
obrero durante los primeros dos años de
la República fue debida tanto al estancamiento de unas reformas largamente
prometidas como por la represión dirigida contra los sectores más combativos; sobre todo contra los sindicatos
anarquistas de la CNT. Los socialistas,
influenciados cada vez más por su izquierda, rompieron su alianza con los
republicanos y, como consecuencia,
la izquierda fue a las elecciones de
noviembre 1933 dividida. Al mismo
tiempo la CNT promovió la abstención
electoral. Ganó la derecha.
Bienio negro
El nuevo gobierno del Partido Radical,
partido republicano conservador, desmontó muchas de los avances de los
dos años anteriores. En el campo y en
las fábricas, los dueños aprovecharon
para echar sindicalistas; además de
recortar salarios y derechos laborales.
Los Radicales fueron apoyados en el
parlamento por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA),
partido muy ligado a la Iglesia.
En un contexto del avance del fascismo a nivel internacional, el apoyo
de la CEDA al gobierno fue visto por
el movimiento obrero como la antesala de la introducción de un sistema
autoritario en España. La amenaza
del fascismo y el fracaso del proceso reformista, radicalizó las bases de
la UGT y las Juventudes Socialistas.
Como respuesta al peligro fascista, se
organizaron las Alianzas Obreras para
luchar tanto en contra del fascismo
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los socialistas y comunistas, que tuvo
su punto álgido en Madrid, donde los
anarquistas habían empezado a acabar
con la hegemonía socialista en el movimiento obrero local.
La derecha, después de su derrota
electoral, abandonó por completo su
ya débil compromiso con la democracia. Miles de afiliados de las juventudes de la CEDA pasaron a las
filas de la fascista Falange Española
y participaron en una campaña de terrorismo callejero contra la izquierda. Las clases dominantes y su fiel
Iglesia católica, animaron abiertamente al ejército a sublevarse. El 18
de julio, un sector del ejército salió a
la calle para acabar con la República.
Fracasó en su propósito, al menos de
entrada, gracias a la reacción de miles
de obreros y campesinos, quienes,
haciendo caso omiso a las llamadas
suicidas de los republicanos a la calma, se enfrentaron a los sublevados:
había empezado no solamente la guerra civil sino una revolución social de
gran alcance.
REPÚBLICA Y
REVOLUCIÓN
75 años después de la proclamación de la
Segunda República, la debemos recordar como
años de lucha revolucionaria. Por Andy Durgan
como en favor de la revolución social.
Las Alianzas incluyeron a socialistas,
sindicalistas escindidos de la CNT
y comunistas disidentes del Bloque
Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista. La CNT, con la notable
excepción de Asturias, sumida en una
política sectaria quedó al margen.
La entrada en el gobierno de la
CEDA en octubre de 1934, llevó a los
socialistas y las Alianzas a declarar
una huelga general revolucionaria.
No fue para menos: las simpatías de
la CEDA con los Nazis, quienes habían llegado al poder “legalmente” en
Alemania el año anterior, fueron notorias. El movimiento revolucionario
fracasó, excepto en Asturias donde la
combatividad de los mineros y la unidad entre la UGT y CNT significó que
los huelguistas tomaran el control de
la región y desataran una revolución
social. Sin embargo, el movimiento
fue derrotado dada las vacilaciones de
los dirigentes socialistas, la falta de
participación en el resto del país de la
CNT y, en Catalunya la timidez de los
nacionalistas de izquierdas.
El aplastamiento de la Comuna de
Asturias, después de casi tres semanas
de combates, fue dirigido por el General Franco dejando dos mil muertos
y miles de presos, muchos de ellos
torturados. Tanto la combatividad de
los mineros como la salvaje represión
fueron lecciones inolvidables para el
movimiento obrero.
A pesar de su derrota, el movimiento de octubre de 1934 minó los planes
de la derecha de introducir un régimen
autoritario por vías institucionales. La
inoperancia del gobierno de centroderecha, salpicado por varios escándalos de corrupción, llevó a nuevas
elecciones en febrero de 1936.
El Frente Popular
Después del fracaso electoral de 1933
y con miles de personas encarceladas
a raíz del octubre de 1934, la presión
fue muy grande para que la izquierda
recompusiera la unidad. Así se constituyó en enero de 1936 el Frente Popular,
alianza electoral basada en toda la
izquierda: republicanos, socialistas y
comunistas. Fue en parte la resurrección
de la alianza socialista-republicana de
1931, pero también cuadró con la nueva
táctica comunista del frente popular
antifascista.
El nuevo gobierno del Frente Popular, formado exclusivamente por republicanos de izquierda, intentó reflotar
el proyecto reformista. Sin embargo,
las masas no estuvieron dispuestas a
esperar y salieron a la calle, primero
para liberar los miles de presos y después para imponer los derechos laborales y sociales. En el campo, sobre
todo en el sur, se lanzaron a la ocupación de las tierras de los terratenientes. Ya en junio hubo una creciente
ola de huelgas, a pesar de los llamamientos a la tranquilidad por parte de
La revolución pendiente
En julio de 1936, el movimiento obrero
se unificó en las calles para derrotar el
fascismo y hacer la revolución, pero
en los años anteriores, a pesar de toda
su radicalidad, su debilidad política e
ideológica había sido un lastre para
llevar a cabo la revolución tan ampliamente deseada.
Los dirigentes de la izquierda socialista, a pesar de gozar de un apoyo
masivo entre los sindicatos y la juventud, habían dejado en evidencia tanto en 1934 como en la primavera de
1936, que sus declaraciones revolucionarias fueron diseñadas tanto para
asustar a la burguesía, y así evitar un
retroceso político, como para mantener el control de sus bases.
La mayoría de los dirigentes anarquistas habían caído en el sectarismo,
incluso organizando movimientos
insurreccionales sin la participación
de otros sectores. Huyendo de la “política”, nunca plantearon seriamente
cómo construir un movimiento revolucionario unificado.
Los comunistas del PCE, siguiendo fielmente las directrices de Moscú,
pasaron del sectarismo desenfrenado,
acusando a los socialistas de ‘socialfascismo’, al Frente de populismo,
oponiéndose a la movilización obrera,
en nombre de la defensa de la democracia y aliándose con unos republicanos pequeños burgueses con una base
muy estrecha, que se habían mostrado
totalmente incapaces de hacer frente a
los conspiradores militares.
El nuevo partido comunista disidente, el POUM aún era demasiado débil para cambiar esta situación
cuando empezó la guerra. Sin embargo, tuvo toda la razón cuando después
de las elecciones de febrero de 1936
declaró que la solución definitiva de
las múltiples injusticias que padecían
la mayoría de la población debía ser la
unidad obrera, la creación de un nuevo poder democrático revolucionario
y la construcción del socialismo.
La revolución
española
(1931-1939)
de Pierre Broué
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