Ojos que no ven, pinturas que se sienten

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Ojos que no ven, pinturas que se
sienten
TUCHO PINTA Y VENDE CUADROS. "POCOS, PORQUE TODAVIA NO ME DESCUBRIERON",
BROMEA EN EL TALLER DEL ROMAN ROSELL.
Tucho se sienta con orgullo, con sus hojas canson. Es uno de los integrantes del taller de artes
plásticas que Amanda Ochatt comanda en el Instituto para ciegos Román Rosell, en San Isidro. "Vendí
seis cuadros, porque no me han descubierto los sponsors, o una fundación" dice, y el tono de broma se
torna
difuso.
"Me animé a correr riesgos, e integrarme. No hago pintura para ciegos. Arte abstracto o no, tenés que
tener una idea del todo. Hay que convencernos nosotros mismos de que podemos", dice el hombre que
vive solo y de su jubilación. Tucho, que tiene un documental sobre su vida, Una vida iluminada, perdió la
vista, por lo que "no es lo mismo enseñarle a pintar a él que a un ciego de nacimiento", interviene Ochatt.
Los pintores ciegos miden proporciones con los dedos y utilizan los colores por asociación: agudo y
grave, claro y oscuro, cada color tiene un gusto determinado, un olor. "El rojo quema, es áspero." Ponen
un
color
en
un
envase
liso,
otro
en
uno
rugoso.
Y
siguen
un
orden.
Cerca de la puerta del taller Teodoro, plomero paraguayo al que la diabetes apagó sus ojos, tiene su
lugar. Tallador de madera, trabaja con formones y maza. Comenzó con maderas blandas y luego pasó a
otras más difíciles, como el lapacho y el quebracho. Lleva 42 años de casado con Tina, pero lamenta "no
haber visto a mi hija cuando cumplió los quince". Está trabajando en una carreta, que sirve de cenicero.
"Lo
termino
en
casa",
avisa.
Ciega de nacimiento, Ana fuma mucho. Vive en un hogar de ciegos. Está dibujando una lámina en la que
se ve un sembrado. "Alguien está arando", afirma. "Siento alegría de lo que puedo expresar a quien lo
vea.
Me
abre
el
corazón".
"Los ojos es parte, no es todo", dice Freddy, que actuó en El camino de San Diego, de Carlos Sorín.
Vivía en un instituto de menores en San Juan y "sin la atención debida" hace 25 años que quedó ciego.
Fue vendedor ambulante, hace música, compite en certámenes de ajedrez, le encantan los caballos. Y
pinta. Participó en "el primer mural hecho por ciegos" en la pared de un barcito en San Isidro, "que la
gente se paraba a mirar" pero que un nuevo dueño tapó. "La ignorancia", esgrime.
http://www.clarin.com/diario/2007/12/30/espectaculos/c-01302.htm
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