Y nosotros también, ciertamente, les lanzábamos piedras, aún más, bien a menudo eramos nosotros los que empezábamos. No habíamos leído o, al menos, nos habíamos olvidado que Nuestro Señor nos pedía ofrecer la otra mejilla. Es bien cierto también que nosotros teníamos una buena reserva de injurias para responderles. Ahora los niños católicos ya no conocen eso. A Dios gracias, católicos y protestantes no se encuentran únicamente para batirse. Unos y otros han caído en la cuenta que antes que nada hay que ver hermanos cristianos en Jos miembros de airas1 ¡ onfesiones. En el curso de estos últimos meses el deseo de la unidad ha avanzado muchísimo. Naturalmente, los ntlius acumulados durante siglos no pueden desaparecer de un día para olrn; pero el clima general ha cambiado. Ya no vivimos en enemistad con los utros simplemente porque practican una religión distinta. Ocho principios para la Unidad cristiana De ¡a Carta pastoral de Cuaresma tl¿ S. Exc. Mims. Heenan, Arzobispo de Liverpool* Cuando era niño, nosotros muchas vetes nos teníamos que ba!¡r en el camino a la escuela. Los protestantes nos lanzaban piedras y nos insultaban. S. Hsc. Mutis. Hetnan es presidente del cornil: por la unión de los cristianos > mit:riibru del Secretariado precouctHar por la unión de los cristianos. Todo eso es excelente. Nuestro Señor nos ha enseñado a amar a nuestros hermanos y no odiarlos. Pero todo paso en Falso dentro de estas buenas relaciones podría ser recordado más tarde y conducir a nuevas acritudes. Por eso os damos hoy algunas reglas muv simples para ayudaros a cum plir vuestro deber en el servicio de la unidad: 1.—No acusar jamás a los no católicos de estar de mala fe en su posición. Dios nos juzga, a ellos y .i nosotros: "Es Dios quien escudriña los corazones". Pb. VII, 10> Estemos seguros que los miembros de las otras religiones son al menos tan sinceros como nosotros en sus creencias. 2.—Conservar siempre la calma cuando algunos '[inorantes ataquen lo que ellos creen falsamente míe es la doctrina católica. No es su culpa que se les haya enseñado a creer, por ejemplo, que los católicos ponen a la Virgen en el lugar reservado a Dios Todopoderoso. 3.—Estar preparados para responder a las prenmias une se os hagan suhre vuestra fe. Pero no discutir jamás si no se está seguro de (tuardar la calma.1 San Pablo nos dijo que "la caridad no se irrita' <T Cor., XTTT, 5). 4—No decir jamás en las discusiones con los no-caiólicos que las diferencias doctrinales no tienen importancia, con el pretexto de querer agradarlos. Eso no sería ni sincero ni verdadero. 5.—No negar que la Iglesia Católica afirma ser la única Iglesia verdadera. Los no-católicos saben que afirmamos eso v nos despreciarían si tratásemos de ocultárselo. Pero, por otra parte, jamás hay que decir que sólo los católicos pueden ser verdaderos cristianos. Esto, además de falso, es absurdo. 6.—La caridad cristiana no nos exige participar en el culto de las otras religiones. Pero no tenemos por qué ser más católicos que el Papa. Podemos rezar públicamente con los otros cristianos el Padre Nuestro y el Símbolo de los Apóstoles. También podemos rezar con eilos en privado. Eso no es lo mismo Que participar en un culto público en el que no creemos. 7-—Unirse a los no-católicos para trabajar juntos por el bien común de la colectividad. En los 163 servicios sociales, sindicatos y partidos políticos. lus católicos deberían dar un ejemplo de espíritu comunitario. Los ancianos, epilépticos, paraplégi cos. (odas las cnlermedades, los sufriniienlog y las miserias deberían ser el objeto de nuestra compasión, fuera Je iodo prohk'ma confesional. 8.—Al trabajar por la unidad de los cristianos, no perdamos jamás de vista el deber que leñemos de dar a conocer a todos la verdad. El retorno de nuestro país a la antigua fe debe ser el objeto de núes ira constante oración y de nuestros esfuerzos apostólicos. Recordar, sin embargo, que lo más trá «ico en Inglaterra no es que muchos cristianos no sean católicos, sino que tantos ciudadanos no profesen religión alguna. He aquí los principios que deben regir vuestra conducta cuando recéis con el Papa Juan por la unidad cristiana. (La Docwrtentation Catkolique, U abril ¡962.1 164