La Real y Militar Orden de San Fernando

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Atenea · Número 32
H I S T O R I A
por Joaquín Puig de la Bellacasa Alberola
La Real y Militar
Orden de
San Fernando
Bicentenario de la máxima condecoración
“Es hermoso morir
si uno cae
en vanguardia,
como guerrero
valiente que por su
patria pelea”
Tirteo de Esparta,
poeta; siglo VII a.C.
spaña estaba en 1811 en
trance de desaparecer como
nación ante el ejército más
poderoso de entonces, el
de Napoleón, y el Ejército
español –que nunca se rindió, a pesar
de las derrotas que sufrió- pudo mantener la independencia y la libertad de la
nación española junto con sus aliados
británicos y portugueses. En aquellos
momentos terribles las Cortes de Cádiz crearon el 31 de agosto de 1811 la
Orden de San Fernando para premiar el
valor militar en el combate.
A lo largo de estos doscientos años
se han concedido alrededor de 1.500
cruces laureadas de San Fernando, la
máxima condecoración española al valor heroico en el combate, la conocida
popularmente como la Laureada. Generales, jefes, oficiales, suboficiales, cabos, soldados, marineros y voluntarios
de los tres ejércitos, han sido merecedores de la Laureada.
E
HEROÍSMOS INDIVIDUALES
Y COLECTIVOS
foto: museo de veracruz. méxico
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Las primeras laureadas se concedieron
durante la guerra a Villacampa, Lacy, Gómez de Liaño, Torres y Harriet, Copons.
Por otra parte, el brigadier de caballería
Ferraz fue el primero que obtuvo dos cruces laureadas y al que siguieron otros que
fueron premiados repetidas veces.
El castilllo de San Juan de Ulúa, frente
a Veracruz (México) donde las tropas
realistas se defendieron meritoriamente.
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Atenea
Insignias antiguas de la Orden:
cruz, placa y banda de la gran
cruz. En la página anterior, la
laureada en su diseño actual.
En las guerras carlistas, al sentirse ambos bandos los legítimos representantes
de la soberanía nacional, concedieron las
cruces de San Fernando a los militares de
sus ejércitos. De esta época es interesante
resaltar que quienes acabaron desempeñando un papel clave, tanto en el régimen isabelino como en la revolución de
1868, ya habían ganado la Laureada en
el campo de batalla cuando la mayoría
eran tenientes o capitanes. Citaremos algunos casos:
rido de gravedad y con unas bajas de 107
hombres, se mantuvo al mando.
Ramón María Narváez, teniente del
2º regimiento de Guardias Walonas y
ayudante del general Mina, recibió el
19 de octubre de 1822 la orden de volar un torreón de Castelfullit (Gerona),
acción que consumó derribando a hachazos la puerta que no había caído del
todo; allí recibió un balazo y, aun así,
retiró del campo de batalla a otros heridos.
Juan Prim, capitán del tercer batallón de
Voluntarios de Cataluña, por el asalto de
Solsona (Lérida) al frente de sus hombres
el 27 de julio de 1838.
Leopoldo O’Donnell, capitán de la Guardia Real de Infantería, el 27 de mayo de
1834 venció con 210 hombres a tres batallones carlistas en Erice (Navarra) y, he-
Baldomero Espartero, mariscal de campo, el 11 de septiembre de 1835 en Arrigorriaga (Vizcaya), cargó a la bayoneta
al frente de su brigada y arrolló a cuatro
batallones carlistas; cargó otra vez a la
bayoneta con sus ordenanzas y un grupo
de soldados desalojando al enemigo del
puente de Bolueta (Bilbao), recibiendo
una herida grave de bala y un lanzazo.
Francisco Serrano, capitán de Caballería,
ese mismo año cargó al frente de sus jinetes en Arcos de la Cantera (Cuenca), derrotando y poniendo en fuga al enemigo.
Diego de León, ejemplo meritorio y muy
significado –la mejor lanza de España- fue
condecorado en 1835 y 1838. Su legendario valor en los combates lo expresa que le
mataron 21 caballos de los que montaba.
foto: www.regulares.net
española al valor militar
Las corbatas de la laureada
colectiva son de color rojo
con los cantos de color
amarillo anaranjado.
En el Ejército español las
banderas de los grupos
de regulares son las
que ostentan el mayor
número de corbatas de
esta condecoración.
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A la izquierda, los
generales Diego de León y
Vara de Rey. A la derecha,
pergamino conmemorativo
de la gesta del cabo Noval,
el laureado teniente coronel
Burguete, con otros oficiales,
y la sala de laureados del
Museo de Aeronáutica
y Astronáutica.
FOTOs: josé L. isabel / museo del ejército. toledo
LA PRIMERA Y LA ÚLTIMA
El 11 de abril de 1812 fue
concedida al General Lord
Wellington, por el acierto
en la conducción de las
operaciones que llevaron a
la victoria sobre las tropas
napoleónicas.
FOTO: www.publico.es
El 13 de enero de 1958 fue
la última acción que dio
lugar a una Cruz Laureada:
el combate de Edchera,
en el Sahara Español, en
el que ganaron la laureada
el brigada legionario
Francisco Fadrique y el
legionario Juan Maderal;
ambos resultaron muertos
en el combate.
El almirante
laureado Salvador
Moreno Fernández.
En este período se habían dado también hechos de heroísmo colectivo. La
guarnición del fuerte de San Juan de
Ulúa, en la ciudad mexicana de Veracruz,
sostuvo una heroica defensa desde el 28
de enero al 18 de noviembre de 1825; por
dicha defensa se concedieron 132 laureadas a cabos primeros y segundos, soldados, cornetas y tambores. Y en la defensa de la torre óptica de Colón, en Cuba,
fueron recompensados con la Laureada 3
cabos, un corneta y 21 soldados.
EL PRESTIGIO
DE LOS LAUREADOS
A partir de las campañas en Cuba y Filipinas, la Orden aumenta su prestigio por
los muchos y notables hechos heroicos
que se realizan en el campo de batalla,
y que, gracias a la prensa, llegaron al conocimiento del pueblo español. De este
modo, héroes y batallas conocieron una
enorme popularidad.
En Ultramar hay unidades que se distinguen de manera sobresaliente, como
el primer batallón del regimiento Constitución por su defensa del fuerte de El Caney, en Santiago de Cuba, el 1 de julio de
1898 y en el que 550 hombres mandados
por el general Joaquín Vara de Rey, que
también ganó la Laureada, resistieron
heroicamente a 7.000 estadounidenses.
Lejos de allí, en Baler (Luzón, Filipinas) 50 españoles al mando del capitán
de Infantería Enrique de las Morenas,
resistieron, de junio de 1898 a junio de
1899, el asedio de 200 rebeldes filipinos
al mando del comandante Teodorico
Novicio. Los españoles, mandados posteriormente por el teniente Saturnino
Martín Cerezo, depusieron las armas en
condiciones honrosas y regresaron a España. A las Morenas y a Martín Cerezo se
les concedió la Laureada.
Fue en las campañas de pacificación
de Marruecos, de 1909 a 1925, cuando la
Orden de San Fernando adquiere su aire
legendario. Se conceden alrededor de 150
Laureadas y se crean dos de las unidades
con mayor número de recompensas de
esta clase, tanto individuales como colectivas, del Ejército español: Regulares
y la Legión.
Quince soldados obtuvieron la Laureada en estas campañas. De la tropa
destaca, por su gran repercusión social,
la hazaña del cabo Noval, del regimiento
del Príncipe; ganó la Laureada en 1909,
cuando impidió, con el sacrificio de su
vida, que el enemigo entrase de noche en
la posición que custodiaba.
Entre los oficiales laureados en ese
conflictivo territorio, está el comandante Benítez, quien al mando de la posición
de Igueriben en 1921, y ya sin víveres ni
agua, recibió por el heliógrafo la orden
de abandonar la posición, a la que contestó: “Nunca esperé de V.E. orden de eva-
Atenea
FOTO: academia de caballería. valladolid
cuar esta posición, pero cumpliendo lo
que en ella me ordena, en este momento,
y como la tropa nada tiene que ver con
los errores cometidos por el mando, dis-
pongo que empiece la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues
la oficialidad que integra esta posición,
consciente de su deber, sabremos morir
como mueren los oficiales españoles.”
El 23 de julio de 1921 el regimiento de
cazadores de Alcántara realizó una de las
hazañas más heroicas del Arma de Caballería. Al mando del teniente coronel
Fernando Primo de Rivera, y para proteger la desordenada huida de los que habían abandonado la posición de Annual
y otras, cargó al frente de sus 461 hombres contra el enemigo; realizaron cuatro
cargas, la tercera y cuarta al paso dado el
agotamiento y las heridas del ganado.
Sólo sobrevivieron 60; de los 13 cornetas
sólo uno regresó a Melilla. Primo de Rivera murió en Monte Arruit a consecuencia de las heridas sufridas en el asedio y
recibió la Laureada. El regimiento Alcántara fue propuesto para la colectiva pero,
tras el juicio contradictorio, no se le
concedió.
En Marruecos se repitió un hecho
verdaderamente singular: la obtención de la rigurosa Laureada dos veces
por el mismo militar: el teniente de
Monumento al teniente coronel
laureado Fernando Primo de Rivera,
jefe del regimiento Alcántara.
FOTO: josé luis isabel / museo del ejército. toledo.
FOTO: museo de aeronáutica y astronáutica. Madrid
Número 32 ·
SOBRE LOS HÉROES
DEL CANEY (CUBA),
1 de julio de 1898.
El capitán Webster,
agregado militar de
Suecia, que presenció
el combate:
“Y esta lucha de El Caney
¿no aparecerá siempre
ante todo el mundo como
uno de los ejemplos más
hermosos de valor humano
y de abnegación militar?
¡Contemplad ese pueblo!
Las casas están arruinadas
por las granadas, las calles
cubiertas de muertos
y heridos. Todos han
cumplido con su deber,
desde el primero hasta el
último. ¡Dichoso el país
que es tan querido por sus
hijos! ¡Dichosos los héroes
que han sucumbido en un
combate tan glorioso!”.
El famoso general
Castaños lleva
la Gran Cruz
de la Orden de
San Fernando.
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Atenea · Número 32
Fuerzas Regulares, José Enrique Varela, y
el capitán de la Harka Indígena de Melilla,
Miguel Rodríguez Bescansa. En la guerra
civil se concedieron 21 Laureadas colectivas y 67 individuales y en la División
Azul (1941-1943) hubo 8 laureados.
EL RECONOCIMIENTO
POR EL ENEMIGO
“Habiéndose hecho
acreedores de la
admiración del mundo
las fuerzas españolas
que guarnecían el
destacamento de Baler,
por el valor, constancia y
heroísmo con que aquel
puñado de hombres
aislados y sin esperanza
de auxilio alguno, ha
defendido su bandera
por espacio de un año,
realizando una epopeya
tan gloriosa y tan propia
de los hijos del Cid y de
Pelayo”.
Emilio Aguinaldo,
presidente de Filipinas.
FOTO: josé l. isabel- / museo de la academia de infantería. toledo
A la izquierda, uniformes
del general José E. Varela;
siendo teniente, ganó
dos veces la laureada
individual. A la derecha,
uniforme del general
Antonio Alemán,
laureado siendo cabo.
MARINOS Y AVIADORES
Entre los más de 300 laureados de la Armada Española todos destacan por su
valor, tan difícil de ejercer sobre todo
en un buque en la mar; creo que merece
especial recuerdo Manuel Lois, infante
de Marina, quien ganó la laureada en el
crucero Baleares; habiéndose incendiado
la caja de urgencia cuando fue atacado el
buque, Lois se precipitó al interior, cogió
un proyectil en llamas para evitar que
estallara y lo arrojó al mar; como consecuencia de las quemaduras murió.
El Servicio de Aviación Militar recibió
las primeras Laureadas en los cielos de Marruecos en las personas del capitán Manuel
Barreiro y el teniente Julio Ríos Angüeso.
Son los pioneros de los 17 componentes
del Ejército del Aire que han ostentado la
Laureada en su uniforme, entre los que tiene fama legendaria el capitán Joaquín García Morato, con 40 derribos confirmados
durante la guerra civil del 36.
Monumento en Madrid al laureado capitán Ángel
Melgar, ex ayudante del Rey Alfonso XIII, muerto
en los combates del barranco del Lobo (Melilla).
RECUERDO PERMANENTE
Esquilo recordó en su epitafio que fue soldado en Maratón, no sus tragedias; desde
entonces y desde antes de entonces hasta
ahora se ha premiado el valor en el combate por todo tipo de sociedades y regímenes
políticos. Pero conviene subrayar que el valor militar en el combate no es sólo arrojo,
desprecio de la vida propia; ni mucho menos mero afán de aventura. Ya Jenofonte
señalaba como características de la ética
militar el autodominio y la disciplina.
Qué es un hecho heroico tal vez lo captó
Chesterton: “Lo heroico es un hecho, aun
cuando es un hecho producto de la coincidencia o del milagro, y un hecho es algo
que se acepta sin necesidad de explicación”.
Recordemos a los laureados de España, a todos ellos, mientras repetimos “Los buenos
soldados nunca mueren; sólo se desvanecen en la distancia”. Que así sea. n
CON EL BRAZO
EN LA MANO
Anfiloquio González
García, cabo del regimiento de San Marcial
mandaba una sección
en Bizcardi (Vizcaya).
Ganó la Laureada en
mayo de 1937. Un proyectil le había seccionado el brazo izquierdo, lo recogió con el
derecho y, a las voces de “¡Esto no es nada!
¡Viva España! ¡Adelante San Marcial!”, siguió sosteniendo el combate de su unidad
hasta que logró la derrota del enemigo.
FOTO: archivo familiar
FOTO: josé l. isabel- / museo del ejército. toledo
H I S T O R I A
FOTO: aurelio valdés
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