A Historia de una Monja", estrenada en Tukiu el año

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aIGNOS DEL TIEMPO
lístico), es realmente el epíteto reservado en Japón
p a r a el Catolicismo en general. La doctrina católica
para los no católicos se reduce a una serie de obligaciones minuciosas y prohibitivas como no comer
carne los viernes, condenación del control de natalidad, celibato para los sacerdotes... En esta rama
espesa de prescripciones negativas apenas hay sitio
para e! amor de Dios que en el Catolicismo debe
animar el actuar constante de los creyentes.
Extranjcricidad del Catolicismo
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TL CATOLICISMO EN
El Catolicismo aparecía cubierto de aristas definidas que no permitían ninguna síncreción, como
en el caso entre el Shintoismo y Budismo años antes. Los jesuítas repetían claramente que tos dioses
budistas y los antepasados deificados por el Shintoismo eran ¡dolos y animaban a los nuevos conversos a destruir públicamente las estatuas de Buda y
las tablillas de sus casas y de los templos shintoislas en prueba de su nueva fe Por otra parle, la radica! actitud católica hacia Dios, por encima de cualquier autoridad humana, terminó por intranquilizar
a Hideyoshi, que decretó la expulsión de los misioneros en 1591.
Este carácter "extranjero" que imprimió el edicto de expulsión sobre el Catolicismo, constituyéndolo por muchos afios en mercancía prohibida y reducida a lo que podíamos Mamar el "mercado negro
religioso", continuado por los misioneros residentes
clandestinamente en Japón, ha permanecido hasta
nuestros días.
Catolicismo y Fariseísmo
Este problema de la supereticictad del Catolicismo
sobre su espiritualidad, que parece ser el sabor que
produce el mensaje de Jesucristo en los paladares
japoneses, puede extenderse, según el padre William
Johnston. S. 1., a otros países aún cristianos mutatls
mutandls.
Sin embargo, cuando uno lee las palabras de Jesucristo a los fariseos o el Evangelio de San Juan,
parece imposible creer que la Iglesia católica pueda
dar la impresión a los de fuera de formalista o legalista. ¿Hemos subrayado suficientemente que la
vocación a la Fe es un llamamiento a un Dios personal, viviente, que nos invita a participar de su misma vida que se identifica en "Deus caritas est"?, o
¿quizá nos hemos olvidado de decir antes de nuestras explicaciones minuciosas sobre la moral católica, que ellas son el camino hacia la Verdad y "Veritas liberabit vos"?
Esto no quisiera ser una mera critica de la presentación catequística en el Japón, sino un momento de reflexión universal que sirva para nuestro futuro apostolado en cualquier parte del mundo.
El profesor Fram Xaver Arnold opina que esta
excesiva tendencia moralista del Catolicismo empezó con San Pedro Canisio. El gran apóstol de Alemania escribió un Catecismo excelente, pero determinado por las necesidades que creó el Protestantismo en su tiempo. Su estilo fue apologético y de
controversia, porque iba dirigido a los "reformadores", Y en él la parte moral y sacramental resultaba
especialmente tratada, ya que era el flanco atacado
por los Protestantes. Aunque el Catecismo Romano,
patrocinado por San Carlos Borromeo, reaccionó
contra esta tendencia, no tuvo mucha resonancia y
el movimiento racionalista de los siglos siguientes,
acabo por consagrar este molde defensivo y élico de]
mensaje católico.
Que la.genuina tradición católk» fue diferente y
su impresión en los paganos de los primeros siglos
estaba muy lejos del "Kibishii" japonés, puede verse consultando la obra catequística patrística. En
especial, San Agustín es un modelo de esta transmisión gozosa de la Buena Nueva, En su De catechizandls Rudibus, da gran importancia a la Historia salud* y, sobre todo, al Misterio de Cristo, sin
dedicar un capítulo a los Mandamientos. Según el
citado profesor Arnold, la táctica de San Agustín
fue presentar a los catecúmenos la esencia de nuestra religión en su parte mas atractiva, dando por
cierto que, cualquiera que comprendiera experimenlalmente el amor de Dios, seguiría su voluntad en
cada momento: Ama et fac quod vis.
Por supuesto, nadie puede negar la necesidad de
enseñar la ética Católica aun sirviéndose de csa.s
palabras de San Agustín que. rectamente interpretadas, no son ciertamente un programa de libertinaje. Ellas apuntan la inseparabilidad de la moral
y el dogma y la cristocéntrica polarización de la
conducta mora! católica.
—Dice el P. Jungmann, S. I. "La catcquesis y, consiguientemente, el catecismo debe, sobre todo, proclamar la Buena Nueva, confiada por Cristo a sus
apostóles; sus partes integrantes y SUS pasajes deben ser presentados como una fotografía del todo,
a la vez atractiva e impresionante; la fotografía de
la grandeza del amor de Dios que se acerca a nosotros y nos dirige hacia si, la fotografía también de
una vida en consonancia con la divina misericordia".
La moral católica puede resultar "severa" a la
naturaleza humana, pero esta severidad se disuelve
en la mutua relación cálida del homhrc con Dios.
La traducción del Nuevo Catecismo Alemán (1) al
japonés, ha abierto una formidable esperanza en el
futuro de nuestra misión católica. Los prejuicios no
desaparecen en pocos años, pero este pórtico gozoso
con que se abre el Nuevo Catecismo: "Ningen ni
totte Kuristo Shinja de aru koto wa ókina kófuku
de aru" (es una gran felicidad para nosotros el ser
cristianos), puede destruir los rígidos moldes en
que aparecía fundida la doctrina católica en c! Japón. La misma exposición moral del Nuevo Catecismo está tratada de una manera positiva y cristocéntrica. Si para toda la Iglesia Universal el "Kalholischcr Katechisinus" constituye un paso definitivo,
para el perfecto entendimiento del Verbum Salulls,
para el Japón, en concreto, donilc los argumentos
abstractos encuentran tan poca resonancia, esta
nueva encarnación del mensaje católico en la figura vigorosamente atrayente de Cristo será un instrumento catequético de primer urden
Antonio GONZÁLEZ MOLINA
UDÍV, Católica Sophia iTnkini
(EccIesiaV
Sohrp este Catecismo, vea Mensaje: IVtí, |>.
i'nnií-iitano di-1 P, Juliu Jimi-tu-r S.J.
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