HIPÓLITO YRIGOYeN, De “CAuDILLO” BONAeReNse A

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DOSSIER
HIPÓLITO YRIGOYEN, DE
“CAUDILLO” BONAERENSE
A PRESIDENTE DE
LA NACIÓN
NOTAS SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE
UN LIDERAZGO POPULAR.
por Nicolás Gabriel Sillitti.
Profesor de Historia por la UBA. Docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA y de la Escuela de Política y Gobierno de la UNSAM. Autor de trabajos sobre las
revoluciones militares y radicales de principios del SXX.
Resumen
Este artículo se propone explorar algunas características del liderazgo
político de Hipólito Yrigoyen durante los años en que fue jefe del comité de
la provincia de Buenos Aires de la UCR. Para ello, se analizan tres momentos
diferentes en la actuación de Yrigoyen. Nos dedicaremos a su participación
en la revolución de 1893, continuaremos con la postura “intransigente”
adoptada por el sector yrigoyenista en 1898 frente a las elecciones para
gobernador y presidente, y finalizaremos con la “reorganización” partidaria
emprendida en 1903 y los eventos de 1905. El recorrido permite observar las
transformaciones de un partido como la UCR y su proyección territorial en
la provincia, en una época de la Argentina caracterizada por el tránsito de la
“política de notables” a la “política de masas”.
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Introducción
Numerosos interrogantes persisten en torno de la figura de Hipólito
Yrigoyen. Los historiadores que se han dedicado a estudiar su vida y obra se
han referido a él como a un enigma. El halo de intriga que rodea al personaje
había sido cultivado en gran medida por él mismo. Uno de sus primeros
biógrafos, el escritor Manuel Gálvez, quien lo definió como “el hombre del
misterio”, dijo: “nunca habló de si mismo. Ni una palabra sobre su pasado, ni
sobre su propio carácter ni sobre su vida íntima. Ocultó su morada interior
como ocultó sus debilidades. Nadie le oyó palabra sobre las mujeres que le
amaron. Todo ha sido ignorado de Yrigoyen...”
Reacio a dirigirse a las multitudes y poco amigo de la exposición pública
-de hecho, nunca pronunció un discurso ante auditorio alguno- Yirgoyen
construyó un sólido liderazgo que lo llevó de dirigente bonaerense al sillón
de primer mandatario de la República en 1916. Su ascenso no fue irrelevante,
terminó con treinta años de hegemonía política del Partido Autonomista
Nacional y dio inicio a un período de presidencias radicales que se extendió
hasta 1930 cuando el propio Yrigoyen –entonces presidente por segunda
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vez- fue derrocado por un golpe de estado encabezado por José Félix
Uriburu y Agustín P Justo.
En este artículo intentaremos explorar algunas de las formas que
caracterizaron la construcción de poder de Yrigoyen en un período poco
investigado de su carrera, los años en que fue jefe del partido radical en la
provincia de Buenos Aires. Para eso, nos concentraremos en tres momentos
puntuales de su trayectoria que consideramos representativos.
Primero, atenderemos a su actuación durante las revoluciones radicales
de 1893. Estos acontecimientos resultan interesantes puesto que en
estos levantamientos convivieron los dos principales líderes de la UCR de
entonces, el fundador del partido Leandro N. Alem, y su sobrino, Yrigoyen,
quien manejaba la rama bonaerense del radicalismo. Allí puede verse a este
último actuando en su territorio y como principal articulador de una extensa
trama de lealtades y apoyos que logró movilizar en su favor en diversos
pueblos de la provincia.
Luego, indagaremos el conflicto suscitado en 1897, entre Bernardo de
Irigoyen e Hipólito Yrigoyen, en torno de la posición del radicalismo frente
a las candidaturas a gobernador de la provincia y presidente de la Nación.
Este fue un momento muy particular de la historia de la UCR, ya que fue el
primer desafío electoral que debieron enfrentar los radicales tras la muerte
de Alem, quien hasta entonces había sido su máxima figura.
La desaparición de Alem avivó las diferencias entre las variadas facciones
que componían la UCR de finales del siglo XIX. Los dos grupos principales
estaban dirigidos por Bernardo de Irigoyen -presidente del comité nacional
del partido- y por Hipólito Yrigoyen -presidente del comité de Provincia
de Buenos Aires-. Ambos competían intensamente por el control de la
estructura partidaria.
Los primeros sostenían que era pertinente realizar acuerdos con diferentes
fuerzas políticas -incluyendo a los mitristas- en vistas a las elecciones de
gobernador y presidente de 1898. Los yrigoyenistas, en cambio, mantenían
una postura que denominaban “intransigente” y rechazaban de plano
cualquier acercamiento con otros grupos políticos. Estas diferencias
se tornaron irreconciliables y provocaron la desaparición de la UCR del
escenario de la época.
El tercer momento en el que haremos foco es el período que va de 1903 a
1905, que señala la reaparición del radicalismo como actor de la arena política
protagonizando nuevamente una insurrección. En aquellos años, Yrigoyen
emprendió la llamada “reorganización” partidaria. Fue entonces, cuando
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se convirtió en la figura excluyente del radicalismo. Su persona se volvió
insoslayable, eje de simpatías y enconos en las filas radicales. Sin embargo,
no todo fue obra de su liderazgo carismático sino que también se desarrolló
en la UCR una estructura institucional de características particulares que
le otorgaron el tono de un partido moderno organizado sobre la base
de comités permanentes a lo largo y a lo ancho del país dedicados a la
propagación del ideario del partido y a la construcción de redes de poder
locales con fuerte capacidad de movilización.
Algunos datos biográficos
La propia biografía de Yrigoyen ofrece algunos indicios para pensar su acción
política. Nació en Buenos Aires el 12 de julio de 1852. Era hijo de Marcelina
Alem y un inmigrante vasco llamado Martín Yrigoyen. Al igual que su tío
Leandro Alem, creció en un ambiente de profundas pasiones políticas. Sus
años infantiles transcurrieron en la Buenos Aires posterior al derrocamiento
de Juan Manuel de Rosas. En su juventud, presenció los conflictos entre
Buenos Aires y la Confederación. En este escenario dio sus primeros pasos
en política. Con tan solo veinte años fue nombrado comisario de Balvanera,
barrio en el que se había criado. Este cargo le permitió conocer el día a día
de los eventos políticos. Lo convirtió en un hombre de acción, con un gusto
marcado por la práctica concreta y callejera de la política antes más que
por las teorizaciones y los debates. Junto con Alem, ingresó a la militancia
en el bando de los seguidores de Adolfo Alsina, donde fue compañero de
muchos hombres que luego enfrentaría, como Carlos Pellegrini o Roque
Sáenz Peña. Aunque irreductible en sus diferencias, mantuvo con algunos
de ellos una relación personal de cierta cordialidad.
La federalización de Buenos Aires en 1880, lo decidió a abandonar el
Alsinismo, y junto con su tío se escindió del Partido Autonomista, adhiriendo
entonces a la figura de Aristóbulo del Valle. Ellos tres, además, compartieron
durante un tiempo un estudio jurídico.
La llegada de Roca al poder lo desilusionó; abandonó la política y se dedicó
a la enseñanza de filosofía en escuelas secundarias. En el ejercicio de esta
profesión entró en contacto con algunas corrientes ideológicas que lo
influyeron notablemente, como el Krausismo, una corriente de pensamiento
nacida en Alemania, pero de gran arraigo en el medio hispano. De allí extrajo
alguno de sus modos más característicos, tales como la sobriedad y la
marcada austeridad.
Luego, en la década del noventa optó por regresar a la vida política. En
claro contraste con el estilo encendido y tribunero de Alem, Yirigoyen
rara vez aparecía en público y nunca daba discursos. Prefería actuar en
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las sombras, convencer y persuadir personalmente sin tener que hablar
directamente a las multitudes. Así, desde el silencio, cultivó las formas
que lo distinguieron. Su tarea principal en esos años fue la de organizar
pacientemente el radicalismo de la provincia de Buenos Aires. Se destacó
por sus habilidades de revolucionario, y fue el ejecutor de las rebeliones del
radicalismo bonaerense. Para mediados de los noventa era ya, sin dudas, el
hombre fuerte de la UCR provincial. Aún con su reticencia a las apariciones
públicas, había logrado ganarse un sólido prestigio popular. Este ascenso
lo distanció de Alem, ya que no siempre acordaban acerca del rumbo que
debía tomar el partido.
1893: Revoluciones
En 1893 los radicales lanzaron un movimiento armado cuyo objetivo era
tomar el poder y acabar con lo que consideraban un “régimen” fraudulento
sostenido por el gobierno. Los principales reclamos del radicalismo estaban
dirigidos a garantizar la “pureza” del sufragio y el respeto por la constitución.
Alem se ocupó de los detalles nacionales de la rebelión. La sublevación debía
alcanzar varias provincias para ser efectiva. Hipólito Yrigoyen en cambio
fue el encargado del levantamiento en Buenos Aires. Tomar la Provincia
era crucial para triunfar. La organización de la revolución bonaerense fue
una tarea ardua y compleja que precisó de vínculos con los dirigentes y
personajes más importantes de las diferentes localidades.
El estallido tuvo lugar en la Provincia los últimos días del mes de julio. Al
mando de Yrigoyen, los radicales -civiles y militares-, junto a otros grupos
políticos como los “cívicos”, lograron apoderarse de setenta y nueve pueblos
bonaerenses, como Ayacucho, Chivilcoy, Las Heras, Marcos Paz, Mercedes
Merlo y Pilar, entre otros.
Los más importantes fueron los de la zona sur, como Lomas de Zamora,
Lanús y Temperley. En este último, Marcelo Torcuato de Alvear y Fernando
Saguier aseguraron el control de la estación ferroviaria y establecieron allí un
campamento revolucionario. En el mismo, se dirigió un manifiesto “al pueblo
de la Provincia” y se proclamó un gobierno provisorio encabezado por Juan
Carlos Belgrano. Inicialmente, el cargo de gobernador había sido ofrecido
a Yrigoyen, quien lo declinó. También ese gesto de rechazar ofrecimientos
y candidaturas fue una constante durante toda su carrera política. Era una
manera de fortalecer su autoridad, alentando la insistencia a su alrededor y
generando unanimidad a favor de su figura.
Desde la estación de Temperley, importantes contingentes de militantes se
dirigieron en tren hacia la ciudad de La Plata. La llegada a la capital provincial
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fue acompañada por simpatizantes que vivaban a Yrigoyen, quien había
organizado el levantamiento personalmente, y al líder principal, Alem.
Sin embargo, ante los graves sucesos, el gobierno del presidente Luis Sáenz
Peña envió una partida de tropas nacionales dirigidas por el general Bosch,
que logró reconquistar la provincia a sangre y fuego. La revolución también
resultó derrotada en el resto de las provincias en que se había desatado. No
obstante, la magnitud de estos episodios evidenció un fuerte apoyo popular
al radicalismo y sus dirigentes más importantes. A su vez, dio muestras de
la capacidad de organización que habían demostrado estos dirigentes,
logrando enlazar y coordinar posiciones políticas entre diferentes provincias,
municipios y pueblos.
1897: El quiebre
El suicidio de Alem en 1896 provocó una profunda conmoción dentro
del radicalismo. El partido, que no atravesaba sus mejores tiempos, vio
agudizarse sus conflictos internos. En 1898 se realizarían nuevas elecciones
para renovar autoridades ejecutivas, tanto en la provincia de Buenos Aires
como en la Nación. En 1897, Julio Argentino Roca hizo público lo que
entonces ya era evidente: competiría por un nuevo mandato presidencial.
Para la UCR y otras fuerzas de la oposición, la figura de Roca representaba
lo peor del “régimen” que gobernaba la Argentina. Su regreso implicaba que
la “reparación moral” del país no tendría lugar sino que persistiría el fraude
y la corrupción. Por ello, entre varios grupos opositores comenzó a circular
la idea de unirse para hacer frente al PAN. Esta política fue denominada la
“política de las paralelas”, en referencia al armado de listas que llevarían los
mismos candidatos a gobernador y presidente, pero distintos candidatos
a los cargos legislativos según cada partido. El oficialista Carlos Pellegrini
se refirió burlonamente a esta política de la oposición, declarando que
“paralelas quiere decir deseos de acercarse e imposibilidad de unirse”.
El sector “Bernardista” del radicalismo, que controlaba el comité nacional,
veía con buenos ojos esta propuesta de convergencia. Además de posicionar
a Bernardo de Irigoyen como candidato a gobernador provincial, una alianza
con otros partidos ayudaría a neutralizar el poder creciente de Yrigoyen en
el interior de la UCR.
Los Yrigoyenistas, en cambio, rechazaron de plano cualquier acuerdo con
otros grupos. Argumentando que los principios que habían dado vida a la
UCR estaban en contra de componendas electorales, Yrigoyen se opuso a
las propuestas del comité nacional, proclamó la abstención a los comicios
del radicalismo bonaerense y disolvió el comité provincial. Esta maniobra
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buscaba privar, a las autoridades nacionales del partido, de la importante
base de apoyo que constituía la provincia de Buenos Aires.
La crisis no pudo ser resuelta y marcó el inicio de años de dispersión para
la UCR.
1903-05: La “reorganización”
En los primeros años del nuevo siglo, Hipólito Yrigoyen se decidió a
“reorganizar” el partido, esta vez haciéndose fuerte en la Capital Federal.
Consideraba necesario reflotar a la UCR para enfrentar al “régimen” que aún
no había abandonado el poder. Para emprender esta tarea convocó a los
antiguos militantes y sumó otros nuevos. Nuevamente, Yrigoyen se dedicó a
conversar con dirigentes, militantes y militares, uno por uno, en confiterías y
lobbies de hotel. El líder radical recurría a los modos que le habían sido útiles
una década atrás en la organización de la revolución en Buenos Aires.
Otro punto clave de la reorganización consistía en construir símbolos
identitarios que generasen adhesión al radicalismo. Para ello realizó mítines
en homenaje al fallecido Leandro Alem. Pese a las diferencias que habían
tenido en vida, Yrigoyen juzgó oportuno enarbolar la figura del fundador del
partido. Convirtió también en mito la memoria de la revolución del ’90, y de
los levantamientos del ‘93. Precisamente, fue una manifestación, en julio de
1903, recordando la revolución del parque, la que señaló el retorno definitivo
de la UCR a la contienda política.
Yrigoyen mantenía la convicción de que no existían las garantías para
presentarse a los comicios por lo que eligió mantener la abstención y echar
mano al recurso revolucionario. Desde el mismo momento en que emprendió
la reorganización partidaria comenzó a planificar un nuevo levantamiento.
Nuevamente activó contactos en todas las provincias y comisionó a sus
hombres de confianza los preparativos en los diferentes territorios. Delfor
del Valle y Ricardo Caballero se ocuparon de Santa Fe, Elpidio González y
los hermanos Molina de Córdoba, Fernando Saguier y José Camilo Crotto
de la capital.
La sublevación estalló en febrero de 1905. Realizado en conjunto con
algunos sectores del ejército, el movimiento aspiraba a la “purificación”
electoral. El presidente Quintana fue inflexible y reprimió con dureza el
levantamiento. No obstante, a lo largo de los años siguientes y siempre
bajo el liderazgo de Yrigoyen, los radicales insistieron en la necesidad de
una nueva ley electoral que acabase con el fraude. La presión radical se
sumó a un clima de creciente conflictividad social y política. El temor a
nuevas revoluciones y la necesidad de integrar a la UCR al juego político
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PARA
SEGUIR
LEYENDO
Alonso Paula: Entre la
revolución y as urnas. Los
orígenes de la Unión Cívica Radical y la política en
los años noventa. Bs As,
Sudamericana-Editorial
San Andrés, 2000.
Gallo, Ezquiel, Alem.
Federalismo y radicalismo.
Buenos Aires,
Edhasa, 2009.
Luna, Félix. Yrigoyen.
Buenos Aires,
Hyspamérica, 1985
(1ra ed1954).
contribuyeron para que en 1912, Roque Sáenz Peña sancionase una ley que
establecía el sufragio secreto y obligatorio. Para ese entonces, Yrigoyen
era el líder de la oposición. Su estilo había creado un intenso culto a su
personalidad que parecía oponerse al carácter impersonal de los partidos
que Alem consideraba necesario. Junto a su círculo cercano, Yrigoyen
había logrado fundar comités políticos a lo largo de todo el país, sumando
seguidores a lo que llamaba la “causa” radical, de la que era un “apóstol”. La
ley electoral de 1912 satisfizo al radicalismo que desde entonces abandonó
la abstención y retornó a la lucha en los comicios. Así se inició el camino
que acabó con la UCR en el gobierno en 1916. Yrigoyen se transformó en
el primer presidente radical, apoyado en el partido al que Alem y él mismo,
cada uno con sus estilos particulares, habían dado vida.
Conclusiones
Si bien hemos optado por no detenernos en la época presidencial de
Yrigoyen, en estas tres coyunturas que hemos elegido se hace evidente el
modo en que éste forjó muchas de sus ideas y prácticas que sostuvieron
su accionar político y lo convirtieron en un referente popular de primera
línea. Su evasiva a las multitudes, sus maneras austeras, y el gusto por la
persuasión personal, son algunos rasgos que marcaron el estilo político de
Yrigoyen, incluso en los años posteriores, cuando ocupó el cargo de primer
mandatario. También vemos, en los períodos que hemos detallado, un
Yrigoyen “conspirador” y organizador de levantamientos, férreo defensor
de la abstención electoral como herramienta de lucha política. Observamos,
además, un aspecto territorial de la política de Yrigoyen, que consistió en
la construcción de una base de poder en la UCR bonaerense, desde donde
logró proyectarse al nivel nacional.
Al mismo tiempo, este recorrido nos permite observar las transformaciones
de un partido como la UCR -en particular el radicalismo provincial-, que
se fue estructurando sobre la base de comités que funcionaron de forma
permanente y se convirtieron en ámbitos de sociabilidad local entre
dirigentes y militantes. Además, distinguió al radicalismo -al igual que
ocurría en el Partido Socialista- la realización de congresos y convenciones
periódicas con el objetivo de decidir los lineamientos partidarios.
Estos cambios son representativos de una época de la Argentina en que las
negociaciones de pequeños grupos de notables fueron dejando paso a la
llamada “política de masas”.
FORJANDO
Alonso, P., Entre la revolución y as urnas. Los orígenes de la Unión Cívica
Radical y la política en los años noventa, Bs As, Sudamericana-Editorial San
Andrés, 2000
Botana, N., El orden conservador. La política Argentina entre 1880 y 1916, Bs.
As., Sudamericana, 1977
Etchepareborda, R., Yrigoyen, Centro Editor de América Latina, Buenos
Aires, 1983
Galvez, M., Vida de Hipólito Yrigoyen. El hombre del misterio, Buenos Aires,
Editorial Tor, 1943
Gallo, E., Alem. Federalismo y radicalismo, Buenos Aires, Edhasa, 2009
Gallo, E. y Botana, N., De la República posible a la república a la República
verdadera, Bs. As., Ariel, 1996
Halperin Donghi, T., “El enigma Yrigoyen”, en: Revista Prismas, N°2, Bernal,
UNQUI, 1998
Luna, F., Yrigoyen, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985
Padoan, M., Jesús, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la
discursividad Yrigoyenista, Bernal, UNQUI, 2002
Persello, A.V., Historia del radicalismo, Buenos Aires, Edhasa, 2007
Bibliografía
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