Tras el mítico tur del Cáucaso

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ENDAS
Sendas de Caza y Conservacionismo nº
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8,50€
V
almayor
Ediciones S.L.
DE
AZA
Y CONSERVACIONISMO
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Caza mayor
Tras el mítico tur
del Cáucaso
La ascensión
desde el
campamento
base a los
volantes se
realiza en
ocho duras
horas a la
grupa de los
pequeños
caballos
azerbaiyanos.
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SCC
En las montañas de Azerbaiyán
Roque Armada, Director de Armada Expediciones
A
penas hace unas semanas
que he aterrizado de uno de
las cacerías más míticas de
montaña: el tur en Cáucaso en
Azerbaiyán. Indudablemente, puedo
decir que es una de las más duras.
Vamos pues a repasarlo y a ver cuál es
esa dificultad, su dureza y otros problemas que se nos pueden presentar a la
hora de enfrentarnos a ella. También
daré algunas sugerencias personales
para que este destino sea más llevadero
para futuros cazadores. Pero antes de
revisar la problemática voy a intentar
dar unas ideas sobre lo que es
Azerbaiyán, ya que he observado que
muchas de las personas con las que he
hablado de este moderno país, no saben
exactamente su historia, de dónde sale y
dónde está situado. El Azerbaiyán que
hoy conocemos es una ex república proveniente de la desintegración de la antigua Unión Soviética, en 1992. La cual
estaba formada por Rusia como estado
madre y 15 repúblicas satélites que con
su desmoronamiento dieron lugar a 15
países nuevos y poco conocidos para el
español medio. Sin embargo, estos nue-
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Roque Armada
con dos de los
cazadores del
grupo, Andrea
Rossignani y
Ángel Cortés, en
el peculiar
mercado de
Ismailly.
vos países son bastante famosos (por lo
menos de nombre) en el mundillo cinegético, como Tayikistán, Kirguizia,
Kazakstán, o en este caso Azerbaiyán,
por los importantes trofeos que en ellos
se consiguen. La región de Caucasia se
extiende entre el Mar Negro y el Mar
Caspio. Está dividida en dos de este a
oeste por la enorme cordillera del
Cáucaso. Formó tradicionalmente el
extremo Suroriental de Europa y su
frontera sur con Asia. Aquellos lectores
que ronden el medio siglo de edad como
yo, deben recordar que Rusia, (en realidad cuando nosotros la estudiábamos en
los años 60 se referían a la U.R.S.S.), se
dividía en Europea y Asiática, siendo la
frontera con Asia los montes Urales.
Dado que estas repúblicas pertenecían a
la URSS, se debían considerar dentro de
la frontera meridional de Europa con
Asia. Esto justificaría sus aspiraciones
europeístas y participación en el
Festival de Eurovisión, y aquellos lectores que les guste la música recordarán
que Azerbaiyán fue la ganadora del festival de este año. La zona al norte de las
montañas del Cáucaso siempre ha estado dentro de Rusia como país y abarca
varias provincias, algunas de ellas famosas hoy en los medios de comunicación
por su continua disputa e intentos de
independizarse de Rusia: Chechenia,
Kabardino-Balkaria, Osetia, Daguestán,
son regiones de religión musulmana que
siempre han estado y aún hoy están,
muy a su pesar, dentro del país que hoy
conocemos como Rusia. La parte de
Caucasia al sur de la cordillera la han
formado países o principados (conocidos
como kanatos), que fueron sometidos
por la Rusia Zarista en época tan reciente como el siglo XIX. Destacan dos antiguos reinos de origen cristiano: Georgia
y Armenia, que fueron los primeros países del mundo que adoptaron la religión
católica, allá por el siglo IV. Ambos se
mantuvieron en la fe de Roma durante
la ocupación rusa y aun en nuestros
días. El tercer principado autónomo de
Caucasia fue Azerbaiyán, que fue parte
en la antigüedad el imperio de los
Medos, después del Imperio Persa, bajo
ellos adoptó la religión musulmana después de la expansión de esta religión por
el mundo en el siglo VI. Azerbaiyán
sigue manteniéndola, aunque de forma
muy moderada. Después de los persas,
y hacia el siglo XVII, pasó a formar
parte del imperio de los sultanes
Otomanos de Estambul, sin embargo
una buena parte de su territorio histórico, casi un tercio, quedó bajo dominio
Persa y aun hoy pertenece a Irán, con la
misma lengua, religión y costumbres.
Aunque los intentos por parte de los
Zares por conquistar esta región comenzaron a principios del siglo XIX, no
lograron su dominio absoluto hasta
principios del XX, y sólo después de una
serie de guerras contra los imperios
Otomano y Persa que también se disputaban la región. El pueblo de Georgia y
Armenia, que también fueron repúblicas
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Roque Armada
nos muestra los
medios de
transporte
durante la
cacería: el
caballo y este
viejo camión
soviético que
hace la ruta de
Ismailly hasta el
campamento
base. Gracias a
sus seis ruedas
motrices se
desplaza sin
problemas por
cualquier
terreno, eso sí, la
comodidad brilla
por su ausencia.
soviéticas, aceptó de buen grado el control y protección rusa contra el Imperio
Otomano. Los sultanes turcos, siendo
musulmanes, habían tratado con gran
dureza a ambos países, especialmente a
los cristianos armenios, cuyo territorio
absorbió en gran parte la Turquía de
hoy. Además, en plena Primera Guerra
Mundial, los otomanos protagonizaron
uno de los mayores genocidios que se
recuerdan, asesinando a casi dos millones de cristianos armenios. En cambio,
el dominio ruso que favoreció a países
cristianos fue durísimo con los países de
la zona de religión musulmana. Lo
sufrieron especialmente Azerbaiyán
(hoy ya independiente), o los principados
de Chechenia, Balkaria o Daghestan,
aún dentro de Rusia, cuyas poblaciones
fueron masacradas y deportadas a
Siberia por los soviéticos.
Tras la desintegración de la Unión
Soviética llegó la independencia a
Azerbaiyán, que se incorporó a la
Organización de las Naciones Unidas en
ese mismo año, 1992. En los primeros de
independencia y democracia hubo elecciones muy criticadas, que llevaron al
poder a un líder comunista de la antigua
Unión Soviética, Geydar Aliyev. A su
muerte su hijo volvió a ganar unas elecciones poco claras y actualmente ostenta
el poder del país, que busca ser parlamentario y democrático.
A mediado de los 90 Azerbaiyán vio
como su posición internacional se reforzaba debido a descubrirse enormes yacimientos petrolíferos en la zona costera del
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mar Caspio, en las mismas puertas de
Bakú. Se firmaron tratados de amistad
con Rusia y Turquía, y numerosos países
occidentales como Gran Bretaña y
Estados Unidos aumentaron sus relaciones. Todos los estados occidentales buscaban lograr su trozo del pastel de esas
inmensas e inexplotadas reservas petrolíferas. Esto hace que hoy en Azerbaiyán
haya una importante clase emergente,
rica y poderosa, al amparo del negocio del
petróleo. Sin embargo, en zonas rurales
sigue siendo un país agrícola, tradicional
y de religión musulmana moderada y
muy atenuada por los férreos años de
represión antirreligiosa que pasaron en la
antigua Unión Soviética.
El largo viaje hasta
el campamento base
Hacia Azerbaiyán nos dirigimos un
grupo de buenos amigos de Armada
Expediciones tras el mítico tur del
Cáucaso. Un vuelo con las líneas aéreas
turcas, con una corta escala en Estambul,
nos dejó a las cuatro de la madrugada en
Bakú. Quiero matizar que esta vez, como
muchísimas otras que he volado hacia
Asia, he recibido un magnífico servicio de
las líneas turcas. No nos cobraron las malditas tasas por manejo de armas que cobra
Iberia, no se nos cobró exceso de equipaje,
a pesar de que todos nos pasábamos unos
kilos con los rifles, una buena comida y
unas azafatas muy amables y exóticas,
hacen que no pueda más que decir aspectos positivos de estas líneas aéreas.
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A nuestra llegada nos recogió la organización, pasamos las armas sin ningún
problema en el moderno aeropuerto de
Bakú. De allí nos dirigimos a un hotel
para descansar unas cuatro horas, que
sentó fenomenal, para luego subirnos a
un autobús que en tres horas nos llevó al
pequeño pueblo de Ismailly, ya en pleno
Cáucaso. Cazaríamos cerca del pico
Babadag de 3.600 metros, el más alto
del Cáucaso oriental.
Una parada en una casa de comidas,
donde al aire libre entre árboles nos dieron una magnífico almuerzo, fue un preludio de lo bien que nos alimentaron en
todo el viaje. Los famosos kebabs de cordero, pollo a la parrilla, ensaladas de
tomate, verduras a la plancha destacando una buenísima berenjena y excelentes arroces, son la parte fuerte de la
comida y he de decir que francamente
buena. Lo único que echas de menos es
el café, pues de ahora en adelante como
en cualquier país musulmán, todo sería
té, aunque sí se encuentran sin problemas bebidas alcohólicas, desafortunadamente hay que olvidarse de los productos del cerdo.
En ese pequeño pueblo nos juntamos
con el equipo de guías, caballistas, coci-
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neros y el numeroso personal que nos
atendería en los siguientes días.
Visitamos un curioso mercado en el que
compramos muchas provisiones, que
luego nos serían muy agradables durante los días de caza. He de decir que me
chocó lo similares que eran los productos
que se vendían, con lo que podemos
encontrar en un mercado de pueblo
español: magnífica fruta, buena verdura
y leguminosas, pollo y cordero, nos hicieron ver que lo único que íbamos a echar
de menos era el cerdo, que como país
musulmán aunque moderado, no comen.
En Ismailly cambiamos el equipaje y
personal a un viejo camión soviético de
Es recomendable
llevar una tienda
de campaña en
condiciones, pues
en Azerbaiyán no
las tienen. Una
tienda pequeña y
barata como ésta
que llevé no es
suficiente y casi
da al traste con
la cacería.
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El campamento
volante lo
instalamos en
un collado a
3.200 metros
de altura.
esos que sólo se encuentran en los países
que fueron comunistas. Seis ruedas
motrices, enormes ballestas y una
reductora cortísima, hacían que pudiera
subir por cualquier sitio y cruzar cualquier río, eso sí, muy al estilo soviético,
las concesiones a la comodidad eran
inexistentes y en unos incómodos bancos
de madera empezamos el camino al campamento base. Y digo camino por decir
algo, pues por donde subimos fue por el
cauce de un río de montaña. Increíbles
pedrizas, vadeos de un metro de agua,
baches y saltos imposibles de imaginar… un pequeño suplicio. Por fin tras
tres incomodísimas horas de batidora
nos pusieron en el campamento base, lo
que sí que fue una agradable sorpresa.
Una casita a 1.600 metros de altitud,
al borde del río, entre enormes bosques
de hayas y nogales, con tres dormitorios
y una cocina, era la parte central del
campamento. Fuera, una especie de porche con magníficas vistas hacía de comedor y otra casita de madera más alejada
era donde vivían los numerosos guías,
caballistas y el cocinero. A una distancia
prudencial una especie de cuarto de
baño con lavabo y retrete modelo placa
turca, es decir sin asiento y en el que es
muy difícil proceder. Por ello yo lo dispensé y para esos procedimientos solía
perderme entre los bosques de alrededor, que me inspiran mucho más en esos
personales momentos. Una ducha alimentada por fuego de leña nos permitió
lavarnos varias veces, después de las
palizas que luego nos esperaron.
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Desde allí formamos dos equipos al
día siguiente. Un duro cazador catalán,
nuevo con mi organización, Andrea,
acompañado del organizador local se
dirigiría a la zona este, con tres guías y
varios caballos, para hacer un campamento volante de altura y cazar sin
parar hasta que lograse el tur. Yo acompañaría a tres viejos amigos de muchas
cacerías por el mundo: Joaquín, Antonio
y Ángel, a la zona oeste. En principio es
un poco menos dura, y tanto por la
menor preparación física y por atención
a nuestra edad, nos la cedieron.
La dura subida a
los campamentos volantes
Por la mañana subimos a los campamentos, uno de los mitos de las montañas
de Azerbaiyán. Para mi sorpresa este
ascenso lo hicimos a lomos de unos caballitos caucásicos, que me recordaron
mucho a los que habíamos utilizado en
las montañas de Tien-Shan, en Kirguicia.
Son pequeños y bastante domados, pues
se manejan con un ronzal sin bocado, ni
filete. En cualquier paso complicado los
guías te los cogen del ronzal, te ayudan y
te dan seguridad. Se monta sobre una
enormidad de albardas y serones en los
que previamente han metido todo el
equipo y no se usan los estribos para evitar quedar estribado si el caballo tropezase. No hay que saber montar, pues se
asemeja más a ir como un saco de patatas encima, pero sí hay que saber mantenerse encima de un caballo en terreno
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Roque Armada
con uno de los
estupendos
trofeos
conseguidos en
esta aventura.
a veces muy vertical. Remontamos el río
durante una hora, y en un punto atacamos una pendiente muy empinada pero
con un camino de herradura bien trazado. En unas cinco horas de vueltas y
revueltas, con algún que otro paso más
complicado a pie, llegamos a las cuerdas
a una altura de 2.800 metros. Una vez en
lo alto, el camino se convirtió en una
serie de medias laderas por terreno con
hierba, que en otras dos horas nos dejó
en un collado a 3.200 metros de altura,
en el que montamos el campamento
volante. Total, una subida de unas ocho
horas de las que el 90 por ciento se hace
a caballo y con 1.500 metros de desnivel,
mucho menos de lo que temíamos y
mucho más cómodo de lo que esperábamos. Recordando las duras subidas del
año pasado en Alaska, con esas enormes
mochilas, esto no me pareció más que un
largo paseo a caballo y, además, lleno de
ayudantes deseándote llevar el rifle o la
mochila.
Nada más llegar a los campamentos
volantes montamos las tiendas de campaña, pues el día se había puesto nublado y amenazaba tormenta. ¡Y vaya que
si tuvimos tormenta! Casi lo podíamos
llamar huracán. Y aquí estuvo nuestro
error que casi da al traste con la cacería.
Dado que nos habían dicho que no tenían tiendas nos pidieron que las lleváse-
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mos y aquí nos equivocamos de lleno.
Pensando en el exceso de equipaje y en
dejarlas allí a la vuelta, compramos las
tiendas más ligeras y baratas que encontramos en España unas que pueden ser
suficientes para una acampada veraniega en nuestro país, pero no para un campamento volante en el Cáucaso a 3.200
metros de altura.
Por la noche se desencadenó una tormenta como recuerdo pocas, vientos
huracanados y lluvia brutal caían sobre
mi birriosa tienda de 50 euros, que
había comprado para la ocasión. No sólo
era diminuta, sino que su doble techo
apenas la cerraba quedando como cuatro
dedos entre éste y el suelo, por el que se
colaba el aire y entraba la lluvia. Menos
mal que sí lleve un magnífico saco de
plumón de la marca North Face, que
aguanta hasta -10 grados. Aunque la
temperatura en el viaje no bajó de 0º,
como la humedad y el agua se colaban
por los costados, sin ese saco no sé qué
hubiera pasado. Pensaba que mis compañeros estaban mejor en sus diminutas
tiendas, pero ni mucho menos. A Ángel,
durísimo cazador de Cáceres, se le
derrumbó la tienda a mitad de la noche
y no tuvo más remedio que pedir asilo a
Joaquín en una tienda en la que malamente cabía uno. Antonio pasó tanto
miedo que rellenó la tienda de piedras y
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Andrea con
algunos trofeos
a su llegada al
campamento
base.
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por la mañana parecía que había dormido en mitad de una pedriza.
Como resultado de la nefasta noche, al
amanecer teníamos el interior de las
tiendas mojado, la mayoría de nuestra
ropa de repuesto también mojada y el
día no parecía mejorar. Ante el viento
huracanado, lluvia, y niebla con casi
toda la ropa empapada, Antonio dio la
orden de bajar. Solamente Ángel, el benjamín del grupo, decidió quedarse y se
metió en la tienda con tres guías y
aguantar ese día hasta que pudieran
cazar. Los tres mayores del grupo
emprendimos la retirada al campamento base. Con una odisea de lluvia, en
unas cinco horas llegamos.
Afortunadamente, al día siguiente el
tiempo mejoró. En realidad lo que habíamos tenido era excepcional, pues en
septiembre se debe esperar un tiempo
agradable durante el día y por las
noches una temperatura de no menos de
5º. Así pues, habíamos tenido el récord
de mala suerte con el tiempo, lo que
sumado a la malísima calidad de las
tiendas, por poco da al traste con la cacería. Una jornada de descanso secando la
ropa nos puso en forma de nuevo para la
caza. Antonio salió inmediatamente a
por el mítico tur con tres guías., sin
embargo Joaquín, el veterano del grupo
con 63 años, se resintió de una antigua
operación de menisco, que sumado a la
mojadura y al palizón, lo dejó en el campamento base durante el resto de la
cacería. A la vez Joaquín y yo fuimos
atacados por lo que yo llamo el “mal de
Ali” que vulgarmente se llama diarrea
del viajero. Yo, con la tripa suelta y el
estómago fatal, decidí quedarme a cuidar a Joaquín que estaba bastante peor
y esperar a ver cómo volvían los tres
cazadores que tenía en las montañas.
El cuarto día bajó Andrea victorioso
con un precioso tur de 85 centímetros de
largo. Su llegada al campamento volante el primer día fue más dura que la
nuestra, pues las dos últimas horas las
hizo andando y sin caballos. Pero como
le gusta la bicicleta, corre detrás de los
sarrios de su precioso Pirineo y le gusta
la caza menor de perdices con perro,
está en una muy buena forma física. Por
ello, tras varias entradas, el tercer día
entró a un buen grupo de doce tures y se
pudo quedar con el mejor, un viejo trofeo
de diez años y 85 centímetros que colmaron sus expectativa de cazador.
Antonio, después de recuperarse, volvió
a subir, lo cual fue una buena paliza, pero
a unos 2.500 metros encontró un grupo de
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tures que en un “mini resaque”, dado por
los tres guías que llevaba se lo metieron a
penas a 100 metros de distancia quedándose con el mejor. Así, bajó victorioso después de unos de los días de caza más
duros de su vida, con otro ejemplar de 83
centímetros y 9 años de edad.
El benjamín del grupo, Ángel, volvió
después de cinco duros días en las montañas. Recordemos que fue el único que se
quedó en el primer campamento volante
después del naufragio que sufrimos, y que
nos obligó a bajar al resto de cazadores.
Debo comentar que esa tenacidad le hizo
cazar hace un par de años en Nepal, permitiéndole cobrar un increíble vaharla o
carnero azul del Himalaya que fue tercero del mundo. Sin embargo, en la subida a
caballo su anteojo Zeiss debió recibir un
fuerte golpe que le hizo fallar tres tures,
cobrando el cuarto que tiró en un lance “in
extremis”. El animal se precipitó por un
río al cual le aconsejaron no bajar a
cobrarlo, pero Ángel con esa voluntad que
lo caracteriza, bajó acompañando al guía
local. Al regresar al campamento base me
dijeron, vía el traductor, que hasta entonces nunca habían visto a un cliente meterse por esos sitios. Al revisar su anteojo,
vimos que tenía un bollo como si le hubiesen dado un martillazo del tamaño de un
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guisante en el objetivo. Bastante suerte
tuvo con poder cobrar ese tur, pues con un
golpe así no me puedo explicar como se le
podía dar ni a un dinosaurio a 20 metros.
Tras cinco duros días de caza todo el
grupo nos reunimos en el campamento
base. El resultado no había sido malo,
pues a pesar del pésimo tiempo de los
dos primeros días teníamos tres tures
para cuatro cazadores. Sólo el bueno de
Joaquín, entre los dolores de su pierna
operada de menisco y el “mal de Alí”, no
había podido cazar.
Y he de decir que debía sentirse realmente mal, pues he experimentado con
ese duro cazador en medio mundo, desde
Kirguizia a Mongolia, pasando por las
Rocosas de Canadá y siempre lo he
tenido como uno de los más duros y
espartanos que he conocido, y he conocido muchos.
Claro que los años no perdonan y el
bueno de Joaquín, ya jubilado y con un
nieto en este mundo, no tiene la increíble salud que tenía hace apenas unos
años, pero como es uno de los mayores
caballeros que conozco, lo entendió perfectamente y quedó emplazado para el
año que viene en cuanto tenga un
nuevo grupo a que se encamine a estas
duras montañas del Cáucaso.
El tur que cobró
Ángel Cortés y
que se despeñó
por un río, donde
fue a buscarlo,
bajando por un
terreno muy
difícil.
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Andrea nos
muestra su
bonito trofeo de
86 cm. de
longitud,
mantiene una de
las puntas
intacta, cosa
rara en los
ejemplares
viejos.
Obsérvese la
similitud de la
forma de los
cuernos con la
de nuestros
machos
monteses.
Una visita a Bakú
El último día lo empleamos en una
visita relámpago a Bakú, guiados por
la organización. Es una ciudad de tres
millones de habitantes, llena de contrastes debidos a su azarada y complicada historia. La parte antigua tiene
22 siglos de antigüedad desde los tiempos del Imperio Medo a los sultanatos
o kanatos previos a la dominación
persa y otomana. Hay interesantes
callejuelas rodeadas por la antigua
muralla y una bien conservada fortaleza, conocida como palacio de
Shirvanshahs. Podrá visitar dos caravanserais (antiguos refugios para las
caravanas de camellos de la época de
la ruta de la seda ), o bien los baños de
Juma y la Mezquita de Juma, con un
museo de alfombras en su interior.
Son atracciones dignas de verse y que
reflejan el espíritu de esta compleja
urbe, restos de aquellos años en que
Bakú fue frontera entre Oriente y
Occidente. En 2003 la UNESCO declaró su casco antiguo Patrimonio de la
Humanidad. El moderno Bakú se
extiende a las orillas del mar Caspio
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con enormes y modernos edificios de
oficinas de cristal que se contemplan
desde su bulevar a la orilla del mar.
Son consecuencia de la inversión de
los enormes recursos del petróleo, destacan las tres torres en forma de llamas conocidas como Flame Towers; así
como la Socar tower o el palacio de la
Filarmónica de Azerbaiyán.
Sus calles comerciales recuerdan a
cualquier ciudad moderna con un cierto
toque turco tipo el moderno Estambul,
llenas de tiendas de moda de la última
actualidad. Numerosas jovencitas
luciendo faldas cortas, escotes y maquillaje nos hacen ver que nos encontramos
en un país rico dentro de un régimen
parlamentario moderado; con un concepto de la religión musulmana muy tolerante. Increíbles cochazos, Mercedes,
Lamborghinis, BMWs, nos dicen que
estamos en un país rico y con un enorme
potencial de futuro. No en balde las
reservas petrolíferas del Caspio se consideran las mayores del mundo por explotar. Numerosos cafés a la orilla del mar
Caspio permiten tomar una cerveza
(pues el alcohol está permitido) mientras recordamos las aventuras vividas.
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L
Roque Armada,
organizador de
la cacería, con
parte de los
trofeos
cobrados.
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Sobre si cazar
en batidas o a rececho
En el Cáucaso tradicionalmente se ha
cazado mucho en batidas. Ahora se puede
combinar y elegir entre ellas o rececho y
quiero decir dos palabras sobre el tema.
En esta segunda modalidad se suele
cazar en primavera hasta julio y en otoño
desde mediados de septiembre hasta
octubre. Si se quiere organizar batidas la
mejor época es desde mediados de julio a
finales de agosto. En esta época los tures
están más bajos, pues en las cimas hace
mucho calor y por ello se los ojea muy
bien a los collados donde previamente se
han puesto a los cazadores esperando.
Nadie debe pensar que estos ojeos son
menos deportivos, pues llegar a esos
collados a 3.500 metros de altura a veces
exige más esfuerzo que en matar muchos
rebecos en el Pirineo español.
El grupo que yo he guiado en principio
quería el rececho. Son gente que ha
experimentado en la mitad de las montañas del mundo como Mongolia,
Kirguizia, Tayikistán, Canadá, aparte
de destinos más convencionales como
Bulgaria, Rumania Austria, etc. Pero es
verdad que el Cáucaso es bastante duro,
los desniveles son muy fuertes y los
campamentos volantes, si tienes mala
suerte con el tiempo como nos pasó, pueden acabar con tus reservas de fuerza.
Por ello, la época óptima que permite
combinar ambas modalidades yo la
situaría entre mediados de julio y
mediado de agosto. Así, se puede empe-
zar en rececho, pero si el tiempo se complica o las fuerzas fallan siempre está la
posibilidad de organizar una batida, con
lo cual los cazadores que estén más perjudicados tendrán su oportunidad.
En los recechos también es muy frecuente organizar “micro batidas”, con
dos guías que cubran posibles escapes y
un tercero que carea a los tures hacia el
cazador. Y nadie debe renunciar a priori
a esta posibilidad, pues como he explicado, las verticales montañas del Cáucaso
pueden vencer hasta a los durísimos y
acostumbrados a la caza en montaña
como mi buen amigo Joaquín. Querido
lector, no descarte la caza en batidas a
priori, debe tener humildad, pues en el
Cáucaso se va enfrentar a mucha,
mucha montaña.
Las armas a llevar
En un principio no vamos a hacer
tiros extraordinariamente largos, lo
quebrado del terreno permite acercarnos
a distancias, digamos razonables. No
tiene que ver con la caza de argalis,
donde por lo abierto de esos valles del
Asia central y la falta de obstáculos
donde esconderse, podemos esperar los
larguísimos tiros. Digamos que con algo
con lo que podamos hacer blanco hasta
250 metros es suficiente. Como calibres
para un tur de 80 ó 90 kilos cualquier
rifle que pase de un 6,5 hasta un .300
puede ser adecuado. Un .270 Winchester,
un 7 mm. Remington Magnum o cualquier .300 que usted conozca bien y colo-
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poco es mandatario un rifle super ligero,
pues tendrá la ayuda de caballos y de
muchos guías que estarán encantados de
llevárselo, esperando una propina y esto
ayuda mucho. Sí es muy conveniente,
dada las paliza a caballo y lo quebrado del
terreno, llevar un segundo anteojo de
repuesto, previamente puesto en tiro y
con monturas compatibles. Si no me cree,
pregúnteselo al bueno de Ángel, que por
un golpe dado a su anteojo por poco se
viene si trofeo.
A modo de conclusión
El moderno Bakú es una ciudad de 3.000.000 de
habitantes, llena de contrastes entre lo moderno
y lo antiguo. Gracias a las ingentes explotaciones
petrolíferas está en constante crecimiento y se
construyen modernos edificios de cristal como
las "Flama Towers" por su similitud con
las llamas del fuego.
que bien los tiros, será suficiente.
Personalmente, para este tipo de caza de
ungulados que no llegan a 100 kg. de
peso, me encantan cualquiera de mis .270
Winchester, pues permiten cañones más
cortos pues en 60; 55 e incluso 50 centímetros queman bien toda su pólvora. Por
tanto, salen rifles de longitud total en
torno a un metro justo, cortos, ligeros y
manejables, ideales para escalar, trepar y
arrastrarse por el abrupto terreno de
alta montaña. Pero en esta cacería tam-
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Querido lector, he tratado de explicarle cómo es una caería en el Cáucaso tras
el mítico tur. Conseguir este trofeo que
tiene fama de ser uno de los más duros
del mundo no es ninguna broma, pero
gracias a la ayuda de los duros caballos
azerbaiyanos, la gran densidad de tures y
unos guías que conocen divinamente sus
montañas, tampoco imposible. Entrene
un par de meses antes de la cacería a
subir cuestas, monte un par de días a
caballo para acostumbrarse y haga alguna sesión de tiro a larga distancia con su
rifle favorito de montaña.
Unas buenas botas de montaña, bien
domadas por favor, para que no le hagan
ampollas. Lleve un buen saco de dormir
y una buena tienda de campaña y no
olvide que este detalle por poco da al
traste con nuestra cacería. Un buen
equipo de ropa de montaña ligera y
transpirable y si se pierde en este aspecto no dude en llamarnos a Armada
Expediciones, donde gustosamente le
aconsejaremos sobre dónde y qué comprar. Con el anterior entrenamiento,
algo de deportividad y buena voluntad,
aunque no sea “superman”, podrá conseguir este trofeo de montaña, que le
aseguro le va a costar importantes
esfuerzos, sudores y palizas. Pero cuando cobre el tur y se lo muestre orgulloso
a sus amigos en su casa, también le aseguro que podrá decirles que habrá cazado de verdad.
Un abrazo y buena caza.
Agradecemos a Roque Armada, Director de
Armada Expediciones SL con teléfonos 91 298
19 03 y 616 98 75 83 y con página web:
www.armadaexpediciones.com y correo electrónico: [email protected] la
colaboración para la realización de este articulo y el material gráfico utilizado en el mismo.
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