47 Conclusiones Decir que la criminalidad es

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Conclusiones
Decir que la criminalidad es función de las tendencias antisociales
combinadas con una crianza (familias disfuncional) inadecuada puede parecer
una verdad, pero establece un principio importante y nos sitúa en la dirección
que, según Lykken (1995), resulta adecuada. Muchos antropólogos, como
Boas (1940), sientan sus teorías en la idea de que el hombre es el resultado
del condicionamiento social. Esta idea se ha extendido a muchos sociólogos y
psicólogos sociales. Así por ejemplo, W. Mischel (1983) ha sostenido que la
conducta es, primordialmente, situacional y que las diferencias individuales en
rasgos como la socialización o criminalidad son poco importantes. Se podría
describir muchas de las teorías que, suscribiendo el punto de vista de
Rousseau (1778), consideran al hombre como “un noble salvaje”, bueno por
naturaleza, cuya corrupción deviene de la influencia social.
Estos supuestos chocan con la idea de Lykken (1995) de que la mayor
parte del comportamiento delictivo y criminal puede ser entendido en términos
de un rasgo adquirido, denominado “responsabilidad”, que interactúa con
impulsos delictivos, que varían en grado, en función del individuo y de la
situación. Bajo estos supuestos:
1.- Sucumbir a la tentación delictiva supone que, al menos momentáneamente,
el impulso a caer es más fuerte, que las fuerzas que evitan caer.
2.- El miedo a las consecuencias constituye una fuerza represora muy
importante; algunos menores son infinitamente más temerosos que otros.
Lykken (1995) argumenta que aquellos menores que naturalmente “tienen un
miedo” escaso, desarrollan una consciencia eficaz con mucha mayor dificultad
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y, por tanto, presentan menos restricciones no solamente en función del miedo,
sino también por la culpa.
3.- Los menores inusualmente impulsivos tienden a actuar antes que pensar
sobre las consecuencias y, por lo tanto, fracasan al experimentar las
restricciones internas hasta que es demasiado tarde.
Además, otras diferencias “naturales” entre los menores influyen sobre la
parte “impulsiva” de la educación. Un menor de temperamento “inquieto” es
más proclive a sucumbir a la tentación de la violencia que otros menores de
temperamento más “plácido”. Para algunos menores, el riesgo en sí mismo es
una atracción poderosa porque produce una fuerte excitación altamente
gratificante y, muchas situaciones delictivas provocan este “high” o “subido” de
excitación.
En términos generales, las características temperamentales que hacen
difícil la socialización son: proclividad al riesgo, escaso miedo, tendencias
agresivas, dureza emocional, inteligencia baja o media baja, encanto natural,
tendencia a la manipulación, alta sexualidad, y/o temperamento violento
principalmente. Aspectos que el Psicólogo trabajará durante el “Procedimiento
Psicoterapéutico Individual”, esperando sea la herramienta adecuada para
lograr con ello la total integración del menor cuando se reintegre de nuevo a la
sociedad pero principalmente al medio ambiente en el que se desenvuelve. Y
con ello la participación del psicólogo cumpla con las perspectivas esperadas.
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