sonetos - Revista de la Universidad de México

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Severo Sarduy
SONETOS
La transparente luz del mediodía
filtraba por los bordes paralelos
de la ventana, y el contorno de los
frutos - -o de tu piel- - resplandecía.
Si marrona cedió, si abandonóme
ya adentrado el trajín, si presentada
- - hialo-miel sobre cúpula frotada - al umbral deseoso y tibio, no me
El sopor de la siesta: lejanía
de la isla. En el cambiante cielo
crepuscular, o en el opaco velo
ante el rojo y naranja aparecía
respondió, si flaqueó, quedó contrita
ante el abierto lapso lubricado,
si de frente embistió, más no de lado,
habrá, que perdonarla por su cuita.
otro fulgor, otro fulgor. Dormía
en una casa litoral y pobre :
en el aire las lámparas de- cobre
No se le inculpe por tamaña treta
si vejada quedó más que ceñida
y ante el umbral exiguo fue discreta.
trazaban lentas espirales sobre
el blanco 'm antel, sombra que urdía
el teorema de la otra geometría.
Golpetazos como ése da la vida. '
O la muerte, que es diestra y más secreta,
y en su inmóvil golpear nunca te olvida.
El rumor de las máquinas crecía
en la sala contigua: ya mi espera'
de un adjetivo -o de tu cuerpo- no era
más que un intento de acortar el día.
La noche que llegaba y precedía
el viento del desierto, la certera
luz -o tus pies desnudos en la esteradel ,ocaso, su tiempo suspendía.
No recuerdo el amor sino el deseo;
no la falta de fe, sino la esferaimagen confrontando su espejeo
con la textura blanca, verdadera
página -o tu cuerpo que aún releo- :
vasto ideograma de la primavera.
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