LAS HUELLAS DE LA SEDA Cuando el Director del Instituto, mi

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LAS HUELLAS DE LA SEDA
Cuando el Director del Instituto, mi amigo y compañero Rafael
Marín, tuvo la deferencia de invitarme a dictar la lección inaugural del
curso 2016-2017, me planteé tratar un tema que tuviera interés para todos,
y especialmente para los murcianos, y que sirviera para reivindicar algún
aspecto antropológico y cultural ligado a nuestras tradiciones.
Opté por indagar en torno al mundo de la seda, algo tan íntimamente
ligado al devenir histórico de Murcia desde épocas remotas. No he
pretendido desarrollar una investigación sobre aspectos científicos,
tecnológicos o industriales, sino una humilde y nostálgica aproximación a
una actividad desaparecida en Murcia pero viva en el recuerdo y en la
literatura.
Estamos en un año de conmemoraciones:
Además de la Celebración del 400 aniversario de la muerte de
Cervantes y de Shakespeare, se han cumplido 750 años de la constitución
del Concejo de Murcia por Alfonso X el Sabio, efeméride que viene
celebrándose desde el 14 de mayo con diversas actividades institucionales
de carácter cultural y festivo: exposiciones, ciclos de conferencias,
conciertos, torneos de ajedrez, concursos, etc. Y ahora hace cincuenta años
de la inauguración de este edificio, y diez de la implantación del
Bachillerato Internacional.
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Pero además, se cumplen 40 años de la desaparición de una
institución ligada a la historia de nuestra ciudad, la Estación Sericícola de
Murcia, creada por Real Decreto de 3 de mayo de 1892, con la finalidad de
transmitir las enseñanzas de la industria sedera y de erradicar las
enfermedades que causaban estragos en la crianza del gusano de seda.
Dado que poco a poco las moreras iban desapareciendo del paisaje de la
huerta, su objetivo era proveer y controlar las semillas y las poblaciones
sederas de la huerta de Murcia y de la Vega Baja del Segura: Llano de
Brujas, Santa Cruz, Orihuela.
La Sericícola se convirtió en un importante Centro de Enseñanza,
donde se formaban peritos agrícolas y capataces, y contaba con semilleros
y viveros, laboratorios, y hasta con un Museo Didáctico.
Durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, la Sericícola
recomendó a las escuelas el fomento y la difusión de esta actividad,
instruyendo a los niños en la cría del gusano de seda y promoviendo las
visitas a sus instalaciones.
Pero en la primavera de 1976, cuando el cultivo y la producción de
seda dejaron de ser rentables, debido principalmente a las importaciones de
sedas chinas, se completó la última cosecha en la huerta de Murcia y el
bajo Segura, que había sido el enclave más activo en toda la producción de
seda española durante el siglo XX.
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Y con esta última cosecha se acababa esta actividad que había
sustentado a miles de familias que desde la infancia habían realizado la cría
del gusano de seda, y que, además, suponía una herencia cultural
transmitida por sus padres y abuelos a lo largo de los siglos, desde que nos
la legaron agricultores e hiladores árabes.
Desde ese momento, la Estación dejó de funcionar como tal, y se
convirtió en una finca experimental donde actualmente se encuentra
ubicado el IMIDA (Instituto Murciano de Investigaciones Agrarias),
dependiente de la Consejería de Agricultura, Agua y Medio ambiente de la
Comunidad Autónoma.
Nos sorprende que la sericicultura, una actividad tan arraigada en
nuestra tierra durante siglos, y que en muchos momentos constituyó un
pilar trascendental para nuestra economía, haya quedado en el olvido y no
se haya intervenido oficialmente para mantenerla en la memoria de los
murcianos con la presencia de un gran Museo de la Seda en nuestra ciudad.
Con estas palabras lo lamentaba nuestro gran poeta murciano
Francisco Sánchez Bautista en su Discurso de ingreso en la Real
Academia Alfonso X el Sabio de Murcia, titulado Una Arcadia perdida (La
Huerta de Murcia): “Murcia, capital española de la seda desde el siglo XV
hasta mediados del XX, está viendo impasible cómo esta industria ha
desaparecido y con ella muchas fábricas han sido cerradas y otras
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destruidas.¿Qué fue y ha sido , que está siendo de todo este emporio de
riqueza?
Nuestros clásicos citaban Murcia en sus obras literarias cuando
mercaderes de Toledo y otras provincias españolas venían hasta levante a
comprar tan preciada fibra. ¡Si hasta había una ruta llamada de la seda!
Es precisamente Cervantes, en el Capítulo IV de la Primera parte del
Quijote, quien se refiere a “un grande tropel de gente que, como después se
supo, eran mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia.”
Dichos mercaderes transitaban por el que posteriormente se denominó “el
Camino Real de la seda” que unía a Toledo con Murcia a través de
Tembleque, Villacañas, el Toboso, el Provencio, Puerto de la mala mujer,
Cieza, Puerto de La Losilla, Molina de Segura y Espinardo.
Otras ciudades, como es el caso de Valencia y Moncada, se han
esforzado por recuperar edificios y objetos que recuerdan el esplendor de
esta industria y su trascendencia y relevancia para la sociedad en diferentes
momentos de su historia. Precisamente este año 2016 la UNESCO ha
declarado a Valencia Capital de la Ruta de la Seda, y ha reabierto sus
puertas, como espacio museológico, el Colegio del Arte Mayor de la Seda,
edificio que data del siglo XV, reconstruido en el siglo XVII y rehabilitado
en los dos últimos años, gracias al mecenazgo de la Fundación Hortensia
Herrero.
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En Murcia apenas quedan vestigios de tan importante industria. En el
Museo de la Ciudad sólo encontramos una pequeña vitrina con escasas
referencias a la que fue una de las actividades más florecientes de nuestra
ciudad y de su huerta, y por la que era conocida en España y en otros
países.
Hemos de reconocer la encomiable labor de La Peña huertana La
Seda, que se ha encargado de atesorar algunos objetos procedentes del
antiguo Museo de la Estación Sericícola, y alberga una modesta exposición
permanente en una de sus barracas.
A la Peña La Seda se debe también la recuperación de una tradición
que data del siglo XIX. Se trata de la Bendición de la simiente del gusano
de seda. Por aquellos años, el huertano esperaba la llegada de los primeros
días de marzo para recoger la simiente que tenía guardada en su barraca
para bendecirla y conseguir una buena cosecha. Los huertanos se unían en
una gran Romería hacia la Ermita de San Antonio el Pobre, pasaban por la
Estación Sericícola de La Alberca y recogían la imagen del Cristo del
Perdón, patrón de torcedores y tejedores de la seda, que allí estaba
custodiada, para llegar a la Ermita y celebrar una misa en la que se procedía
a la bendición de la simiente.
A los orígenes de la sericicultura se refiere Antonio Elgueta y Vigil,
agrónomo del siglo XVIII, Secretario de la Inquisición en Murcia, quien
escribió un tratado sobre la cría del gusano de seda basado en su
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experiencia práctica de cuarenta años, titulado: Cartilla de agricultura de
moreras y arte para la cría de la seda, que incluye un Diccionario que
explica los nombres y voces de este arte que se usaban en el Reino de
Murcia. En él encontramos los siguientes datos: “Es común opinión que
estos insectos se descubrieron en la China, dejando aparte si fue en los
pueblos llamados Seres, pues para mi es fábula. Lo que refiere Procopio es
que en el siglo V, en tiempo del emperador Justiniano llevaron a
Constantinopla la simiente dos monjes de la Asia, de donde se fue
comunicando esta especie a la Persia, y de allí a la Grecia y a sus islas
orientales,…En España se criaba con abundancia en 1553, pues Hernán
Cortés llevó la semilla al Reyno de Mexico poco después de su conquista.”
Italia y España se hacen grandes productores, sobre todo en
Andalucía, Valencia y Murcia, donde se dictan disposiciones para proteger
los cultivos de morera y la cría del gusano de seda. Las primeras
referencias a su cultivo en Murcia datan del siglo VIII, con la llegada de los
árabes. En el siglo XIII, en 1231, Al-Saqundi, en su obra Elogio del Islam
Español, cita a Murcia, con Almería y Málaga, como las ciudades en las
que tenía más importancia la fabricación de “al-wuasy” o tela de seda de
colores.
En el siglo XV el comercio que desde el reino nazarí de Granada se
realizaba con las tierras próximas por el levante, a través de Huércal-Overa,
Murcia, Orihuela, Elda, Játiva, y Valencia, hizo que se establecieran
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transacciones comerciales muy intensas de seda, lino, algodón y tejidos
brocados de plata y oro.
A partir de este momento se desarrolla en Valencia y Murcia una
importante producción.
Desde el siglo XVI al XIX se produjo el mayor desarrollo de la
sericicultura en Murcia. En 1537 Carlos I concedió a Murcia las
Ordenanzas solicitadas por el Concejo para los tejedores de la seda. Con
anterioridad a estas, los diferentes oficios relacionados con la seda se
organizaban de un modo rudimentario, excepto los hiladores, que habían
obtenido sus Ordenanzas a finales del siglo XV.
Santa Teresa de Jesús, que había contemplado en un convento de
Caravaca de la Cruz la cría del gusano de la seda, describe su maravillosa
metamorfosis en el Capítulo II de Las Moradas (Morada quinta) :” Ya
habréis oído sus maravillas en cómo se cría la seda, …, y cómo de una
simiente… que es a manera de granos de pimienta pequeños,…, con el
calor, en comenzando a haber hoja en los morales, comienza esta simiente
a vivir; que hasta que hay este mantenimiento de que se sustentan, se está
muerta; y con hojas de moral se crían, hasta que después, de grandes, les
ponen unas ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la
seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y
acaba este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una
mariposita blanca, muy graciosa. Mas si esto no se viese, sino que nos lo
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contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué razones
pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es un gusano…sea tan
diligente en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria, y el
pobre gusanillo pierda la vida en la demanda?”
La vida del gusano y su exaltación aparece también en la obra de
Lope de Vega “Los Porceles de Murcia”. En el principio del Segundo
Acto, Lope se aproxima a lo murciano con un diálogo entre el mercader
Lisandro y el labrador Fabio sobre la cría del gusano de la seda, señalando
el detalle de que, con el empleo de panderos y sonajas se evita que los
gusanos mueran, asustados por una tormenta. Con estas palabras muestra
Lisandro su admiración por la naturaleza del gusano de seda:
Son los gusanos de seda
La cosa más delicada
Que oy tiene el mundo criada.
Bien encarecido queda
Con dezir si lo procuras
Que buelven a renacer
Al pecho de una muger
Como si fuesen criaturas(…)
Y no le da maravilla
Ver que el gusano de seda
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Muerto, una vez vivir pueda
De tan pequeña semilla.
Verle morir en la casa
Que labra después que toma
Nueva fama de paloma,
Y el ayre volando pasa.
(…)
Notables secretos hallo
En este animal pequeño”
Con la expulsión de los moriscos (1610-1611) la seda pasó por una
crisis que el Concejo intentó evitar poniendo de manifiesto y elogiando la
dedicación de éstos a la agricultura de la morera y a la cría del gusano de la
seda. Murcia conoció, como el resto de Castilla, precios bajos, pero fue
recuperándose poco a poco. Se concedieron nuevas Ordenanzas
reconociendo los gremios de pasamaneros, toqueros, tintoreros y
cordoneros de seda. Son años de gran actividad de estos gremios.
El doctor Jerónimo de Alcalá Yáñez y Rivera dedica en su novela
picaresca El Donado hablador Alonso, mozo de muchos amos, un pasaje a
la actividad de la seda en Murcia. Se trata del capítulo XIII de la segunda
parte de la novela, editada en 1626: “hasta llegar a la Muy Noble y Muy
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Leal Ciudad de Murcia, que todos estos títulos tiene y dellos se precia, y
con mucha razón; rica por su noble trato de seda, regalada por su famosa
huerta.. En efecto, señor, como otras tierras tienen cosecha de pan, vino y
aceite, fruta, pesca, hierro y otras mercaderías de trato, el de Murcia es de
la seda que se coge, y acuérdome que en el año 1588, en que todos los
astrólogos pronosticaron grandes desdichas a nuestra España, un poeta de
Murcia, burlándose de todos los judiciarios y pronósticos de aquel tiempo,
hizo unas quintillas en que fue contrapunteando sus falsas profecías, y
entre los versos que compuso, fue esta quintilla:
Gusanos han de comer
Los cuerpos tristes humanos
En Murcia no, que ha de ser
Al revés, que han de comer
Los hombres de los gusanos.”
En 1616 el Regidor don Antonio Martínez Galtero realizó una
interesante relación del viaje que hizo a Granada, Córdoba y otras ciudades
intentando aunar esfuerzos para conseguir del monarca la prohibición de
importaciones de seda china. Felipe III dictó en 1619 una Cédula Real que
prohibía la introducción de sedas de la India, Persia, y China.
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El Licenciado Cascales, en sus Discursos Históricos publicados en
1621, afirma que en la huerta murciana hay “oy trescientas y cincuenta y
cinco mil y quinientas moreras, lo cual consta por los libros de los diezmos
de ellas. Con las hojas de estas moreras se crían poco más o menos en la
guerta de Murcia cada año cuarenta mil onzas de simiente. Será la
cosecha de estas onzas, considerando un año con otro, doscientas y diez
mil libras de seda joyante y redonda: las ciento y setenta y cinco mil, se
sabe por los libros del Contraste, donde se vende la seda, y las demás
sacan particulares y llevan a Toledo, Sevilla, Córdoba y otras partes” .
En 1610 se terminó de construir el mencionado edificio del
Contraste de la Seda. Su función consistía en pesar y controlar la
producción de seda, con el fin de acabar con el mercado clandestino. Allí se
reunían periódicamente mercaderes, corredores y productores de seda para
cerrar los tratos comerciales.
El Contraste concentró la vida del negocio sedero. Situado en Santa
Catalina, Plaza Mayor del siglo XVII, que acogió la proclamación de
Reyes, declaraciones de guerra, pregones a toque de trompeta, corridas de
toros, juegos populares, castigos, Autos de fé del Santo Oficio y
representaciones de Autos Sacramentales. Lamentablemente del edificio
del Contraste solo se conserva la portada, ubicada en el Museo de Bellas
Artes.
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La Plaza tenía “porches de cornisas labradas de carpintería, con
poyos donde tomaban asiento los mercaderes, y se celebraban las subastas
con asistencia del Corregidor”. Allí estaban también la Lonja y la
Audiencia, la casa del Marqués de Espinardo y un pórtico gótico-mudéjar.
En los últimos años del reinado de Carlos II, en 1695, se llevó a cabo
la recopilación y edición de las Ordenanzas del Campo, Huerta y
Ciudad de Murcia. Oficialmente se establecen las relaciones con centros
sederos nacionales: Córdoba, Granada, Madrid, Toledo y Valencia, a los
que se envía seda en rama o semielaborada, y con puntos de exportación
como Sevilla, Càdiz, Alicante y Cartagena.
El impuesto de la seda pesada en el Contraste se destinaba a
diversas finalidades: un 4% para el Rey, Un 3% para gastos de
administración, y distintas partidas para limpieza de acequias, reparación o
construcción de puentes, adecuación del Malecón, etc. Otros gastos eran
especiales o urgentes: catástrofes y peticiones de la Corona, como la ayuda
económica que en 1681 solicitó Carlos II para su boda con María Luisa de
Orleans, denominada el “chapín de la reina, que alcanzó la suma de 800
ducados.
Durante siglos, la riqueza que supuso esta industria sirvió para
financiar gran parte de las obras arquitectónicas que hoy consideramos
joyas históricas: el Puente Viejo, el Seminario San Fulgencio (hoy Escuela
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de Arte Dramático), las contribuciones a las obras de la Catedral, y los
tesoros de la Cofradía del Perdón.
Precisamente la actual Cofradía, con sede en San Antolín, ha
buscado siempre sus antecedentes en la Hermandad del Prendimiento,
creada en 1600 por los gremios vinculados a la industria de la seda. El paso
del Prendimiento lleva en su frontal un manojo de capullos de seda, en
recuerdo de esa antigua vinculación gremial.
También en Viernes Santo vemos a los pies de Nuestro Padre Jesús
Nazareno, titular de la Cofradía, una “boja” de gusanos de seda, como
ofrenda permanente de la huerta a esta imagen tan venerada.
En 1770 abre sus puertas la Real Fábrica de hilar y torcer seda a
la Piamontesa, bajo la dirección de dos italianos, don Fernando Gasparro y
don Pedro Palmerini. Auspiciada por Carlos III, con Real Permiso de 20 de
diciembre de 1770, se instaló en el antiguo Colegio Jesuita de la Anunciata,
donde había estudiado Salzillo, ubicada en lo que ahora es el edificio de los
nueve pisos, que todavía conserva la Portada (lamentablemente en un
deplorable estado). Daba trabajo a más de 800 obreros. La maquinaria era
impulsada por mecanismos movidos por ruedas de palas, mediante las
acequias Aljufia y Caravija.
Con su moderna maquinaria y la numerosa mano de obra empleada,
producía grandes cantidades de seda y era una de las más importantes de
España.
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En 1800 empezó a funcionar otra fábrica, perteneciente a la
empresa francesa Valence y sobrinos, con las mismas características de la
anterior.
El negocio de la seda ocupaba en la ciudad una gran extensión, desde
la Plaza de Castilla hasta los barrios de San Antón, San Andrés, San
Antolín y San Miguel.
La Fábrica de Castilla exportó durante el último tercio del XIX
toneladas de capullos de seda en bruto a Valencia y a Francia.
Tal fue el legado que la actividad de la seda dejó, que ya sorprendió
al rey Alfonso XII, quien promulgó una ley para proteger este sector
industrial. E incluso acudió a Murcia y se sentó en un corrillo de huertanos
para participar en el “desembojo”, el proceso que consiste en retirar
cuidadosamente el capullo de las plantas aromáticas donde fue criado.
En 1892, como dijimos al comienzo, se crea la Estación Sericícola
con el objetivo de estudiar y conservar el cultivo del gusano de seda y la
producción de las fibras y tejidos. Se ampliaron mercados nacionales e
internacionales, y Murcia se convirtió en la principal capital y centro de la
sericicultura española. A principios el siglo XX, el 90 por ciento de la seda
de España se producía en Murcia.
Aunque hoy ya casi nadie recuerda que este sector determinó el
auge económico de la Región, de aquel esplendor sobreviven nombres de
calles y plazas: la Plaza Nueva de la Seda, las calles Desembojo e
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Hilanderas, en el barrio de San Antón. El Jardín de la Seda debe su nombre
a las fábricas que lo ocupaban, conocidas con los nombres de Mayor y
Menor. Hoy sólo queda una chimenea como testigo.
El periodista Martínez Tornel describió a las hilanderas de la Plaza
de Castilla, quienes “con los primeros claros del día, alegres y pomposas,
llenas sus cabezas de jazmines, pasan de la parte del mediodía a las
fábricas de la Puerta de Castilla, con rumor tan alegre y con un paso tan
ligero que parecen pájaras de las nieves cuando saltan por los
sembrados”.
Otra muestra interesante de lo que representó la industria sedera la
tenemos en el Palacete de la Seda, hoy hospedería y restaurante, ubicado en
la Vereda del Catalán, en Santa Cruz. Los orígenes del edificio se remontan
a 1695, fecha de la que existen referencias arquitectónicas. Un mallorquín
afincado en Murcia amplió la primitiva casa-torre huertana y la transformó
en un palacete. Fue bodega de vinos y ahogadero de capullos de seda. Sus
descendientes lo alquilaron a don José Llombard, quien estableció en él, a
finales del XIX una fábrica de seda, de donde le viene el nombre al
edificio. Esta actividad perduró hasta los años sesenta del pasado siglo, en
que el inmueble quedó abandonado, hasta que fue rescatado por Paco
Fuentes en 1985. Tras su restauración, que él mismo dirigió, el edificio
forma un complejo arquitectónico que mereció en 2004 el Homenaje Anual
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por la Defensa y Conservación del Patrimonio, concedido por la
Asociación siglo XXI.
Nuestro gran poeta de Llano de Brujas, Francisco Sánchez
Bautista, en su Discurso antes citado, recuerda con tono elegíaco los
cuidados del gusano de seda y el ambiente amable y festivo que reinaba en
la huerta durante los meses de la crianza:”Me remontaré cincuenta años
atrás, cuando yo era un niño de seis años y ya empezaban a conocerse las
primeras incubadoras de vapor, pero todavía no faltaban mujeres que
avivasen la simiente del gusano de la seda al calor de sus senos,
encerrándola en pequeñas bolsitas para ello. Después de nacidos les
colocaban un pequeño borrón de hoja, de una recién abierta yema de
morera, tierna y repleta de savia. Cada siete u ocho días, aquellos gusanos
que al principio eran una masa informe, aunque rebullente, hacían su
dormida para despertar más grandes y voraces, y, así, hasta llegar a la
cuarta dormida y, a partir de ella, a la llamada “freza”. Y era entonces
cuando el huertano movilizaba a toda su familia para coger hoja, y no
daban abasto para dar de comer a toda aquella “gusanera” insaciable y
voraz .Las moreras se llenaban de mozas y mozos, y aquellos estrechos y
sombreados caminos eran un ir y venir de gentes de toda edad cargados de
cestos y “sábenas” repletas de hoja. Y en este ambiente de alegría y
esperanza, se cantaban coplas como esta:
Los gusanos de la seda
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No tienen perdón de Dios,
Pues nos hacen trabajar
Hasta el dia del Señor
En la actualidad, la seda y diferentes productos extraídos de la
crisálida, están siendo objeto de estudio y experimentación. Y es que, a
pesar de su apariencia frágil y delicada, la seda es uno de los tejidos más
resistentes que existen, razón por la cual ha sido utilizada para confeccionar
desde paracaídas hasta chalecos antibala. La hijuela del gusano de seda se
usaba como hilo de pescar, y en cirugía se suturaban las heridas con hilo de
seda.
Otra aplicación más desconocida y, en este caso proveniente del
aceite de las crisálidas, es su propiedad para la regeneración de la piel. En
la medicina tradicional china, el extracto del gusano de seda servía para
tratar alteraciones de la piel, gracias a su poder regenerador y a sus
propiedades revitalizantes y antioxidantes. En Murcia está documentado el
uso de diferentes derivados: los hiladores utilizaban el agua de haber
cocido los capullos para aliviar y curar piernas entumecidas o hinchadas.
Se cuenta que no había en Murcia cutis ni manos tan delicadas como las
que lucían las hilanderas de la fábrica de la seda.
El doctor Bordás, biólogo francés afincado en Córcega, elaboró un
aceite a partir del gusano de seda para tratar problemas cutáneos.
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A sus investigaciones y a las repercusiones que tuvieron en Murcia,
se refiere el escritor Fernando Sánchez Dragó, en su novela La prueba del
laberinto. Dice así: “En un recóndito lugar de Córcega vivió el doctor
Bordás, un biólogo ilustre que renunció al dinero, a la fama y a la
consideración de sus colegas para entregarse por completo, en alma y
vida, al minucioso estudio de los gusanos de seda…Le fascinaban…Y poco
a poco, de deducción en deducción, de detalle en detalle, de sorpresa en
sorpresa, el científico llegó a la conclusión de que aquellos apacibles
animales poseían una fortaleza y una capacidad de regeneración biológica
verdaderamente formidables..(…)
Los animalitos en cuestión, pese a su frágil apariencia, eran capaces
de romper un capullo elaborado con muchas capas de seda
minuciosamente entretejidas; y la seda, también sobra recordarlo, es la
tela más resistente y dura de roer entre cuantas existen en el mundo. El
doctor Bordás infirió la posibilidad de que la crisálida del gusano de seda
escondiese el secreto de un elixir de la eterna juventud (…)
Y comprobó que dicho extracto curaba el herpes y la psoriasis,
bajaba el colesterol, blindaba el sistema inmunológico, funcionaba como
una auténtica mano de santo en todas las afecciones dermatológicas,
frenaba la depresión y la ansiedad, etc. Dónde se consigue esa panacea?
Pregúntaselo a FERNANDO (Sánchez Dragó) Su amigo de Murcia
consiguió que el doctor Bordás, poco antes de morir en 1985, le diese o le
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vendiese la fórmula del invento, que era y sigue siendo secretísima, y
empezó a comercializarlo desde allí, lo que tiene su lógica si consideramos
que esa región de España fue célebre en todo el mundo hasta hace unas
décadas por el extraordinario desarrollo que alcanzó en su huerta la
crianza del gusano de seda. El producto existe y está a la venta. Se llama
Serumdal.
Pero indudablemente una de las investigaciones más importantes es
la que está llevando a cabo el Departamento de Biotecnología del IMIDA
(Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario),
que lidera actualmente en España la tecnología de los biomateriales de la
seda para aplicaciones biomédicas, con proyectos de investigación
aplicados a la regeneración de tejidos óseo, cutáneo y ocular, como es el
desarrollo de una córnea artificial de fibroína de seda, que imita la
estructura biológica de la córnea natural y utiliza células madre de esta para
su posterior implantación.
Para finalizar mi intervención, me gustaría citar las palabras que el
periodista Tico Medina dedicó a Murcia y a su tradición sedera y que
muchos podríamos hacer nuestras:”La de recuerdos infantiles que vienen a
mi memoria de aquellas largas tardes de la primavera, cuando en la vieja
caja de zapatos vacía, teníamos hojas frescas de la morera y los gusanos
de seda. Pero aquello que es solo un recuerdo mágico y maravilloso hoy es
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actualidad y lo sigue siendo en Andalucía y Murcia, que formaron parte de
la mítica ruta de la seda. Todo gracias a la tradición. Murcia fue sedera de
toda la vida y es la historia de la seda en España.”.
Muchas gracias por vuestra atención.
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