La escena censurada de La venganza de Margot.

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La escena censurada
de
La venganza de Margot.
Autora: Ana Doblado Gómez.
Op. diplomada 77696
La escena censurada de La venganza de Margot by Ana Doblado Gómez is licensed under a Creative
Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Sonriendo con picardía. Margot se dirigió a la mesa de Koldo y se sentó en el borde.
Inconscientemente estaba mostrando la carrera que sus medias tenía en la pierna derecha y que iba
desde la rodilla al punto exacto de su muslo donde tenía la cicatriz que le había quedado de
recuerdo por la quemadura provocada con el soldador mientras se entretenía en cambiar la
resistencia de carbón de una de las emisoras de su marido.
Irremediablemente, Koldo se fijó y recorría con la mirada toda la carrera desde el principio
hasta el final, olvidándose de la conversación que se traían entre manos. Margot estaba
preparándose el examen para el Echo Bravo y él estaba ayudándola resolviendo las pocas dudas que
ella pudiera tener.
Ella era la mujer excepcional que siempre hubiera querido para sí y que nunca encontró.
Estaban repasando las cuestiones de normativa que entrarían en el examen pero él no podía
controlar despistarse y mirar la carrera con mucho descaro. Margot se dio cuenta y la primera vez se
tapó pero ya a la segundo le preguntó qué miraba con tanto interés. Desconcertado desvió la mirada
pero seguía mirando de soslayo hasta que ya harta Margot se levantó de la mesa y se acercó a él.
- ¿Qué pasa? ¿Nunca has visto una carrera en la media de una mujer o qué? ¿Qué interés tienes
en mi carrera? -su tono era difuso entre divertida y molesta, una ambigüedad molesta y
desconcertante para un hombre poco acostumbrado a tratar con mujeres.
- Pues no, no es algo que haya visto mucho -contestó sonriendo pero con algo de nerviosismo.
- Pues mira, mira, esto es una carrera, se hace en las medias cuando se enganchan. Se pueden
arreglar, pero después se nota el roto -acercándose hasta la altura de su mesa- es como la piel de las
personas, cuando te haces una herida aunque sane, quedan cicatrices que recuerdan la ruptura, por
muy bien que sanen.
- Buena explicación, Margot. Tengo la sensación de que las medias a diferencia de la piel, no
abrigan y que es solo un elemento de estética -desvió la mirada, se puso muy nervioso, se levantó de
la silla giratoria y cogió una caja de uno de los estantes.
Margot sintió su nerviosismo y este intento de salir huyendo en busca de algo. Koldo tomó
asiento de nuevo y le dijo que se sentara a su lado. Ambos estuvieron repasando las viejas notas que
él tenía de cuando estudiaba su examen para el EB.
- Hay algo que me gustaría que vieras, Koldo -dijo en un tono aparentemente tranquilo y con
algo de pudor.
Sentada lado a lado, Margot volvió a mostrarle la carrera de la media y subió un poco más la
falda para que viera el final de la carrera y la cicatriz que tenía en el muslo.
- ¿Cómo te has hecho esa cicatriz tan fea? Parece una quemadura mal curada, ha tenido que
dolerte mucho -los ojos de Koldo reflejaban dolor, curiosidad y una cantidad de sentimientos
algunos hasta contradictorios.
- Me la hice con el soldador de estaño -con la falda levantada a la altura de la cicatriz, las
rodillas juntas, mirando la primera marca de su odio por la radioafición- ¿recuerdas lo que te conté
de cuando le cambié a mi marido una resistencia de un valor por la de otro valor distinto para que le
diese fallos en el equipo y me prestase atención una noche.
Sonriendo con algo de dolor ajeno por ese equipo, Koldo pudo sentir al ver esa cicatriz cuán
dañino podía ser el hobby de la radio en un matrimonio y cuán feliz era él al estar solo y no tener
mujer ni hijos por los que preocuparse. Aquella horrible cicatriz mal curada de cerca de cinco
centímetros de largo por medio de ancho en aquel muslo blanco también le provocó la necesidad de
haber tenido a una mujer como ella cerca de él que se preocupase cuando necesitase algo, cuando
necesitase hablar de algo, cuando necesitase una amiga.
- Una quemadura como esa es una herida de guerra, querida, no es algo de lo que haya que
avergonzarse. Supongo que tu marido no sabe cómo ni dónde te la has hecho ¿verdad?
- Le dije que fue con la bandeja del horno un día que hice pollo asado, pero tardó más de dos
semanas en darse cuenta que la tuviera.
- Qué tonto por Dios ¿es que no te ve desnuda o que? -sintió que aquello había sido demasiado
directo y claro y deseó tragarse las palabras que había salido de su boca. Tragó saliva y esperó la
peor de las respuestas y un portazo.
- Pues no, apenas si me presta atención -confesó cabizbaja pero con toda la honestidad- creo que
no me encuentra atractiva y ha perdido todo el interés en mí como mujer. Me considera la chacha, la
madre de sus hijos y la puta a la que recurre cuando tiene ganas de mujer.
Un silencio molesto, tenso, pero cargado de significado invadió todo el taller de Koldo. Con una
emisora siempre en RX de fondo, con el sonido del vacío de la frecuencia, el tiempo pasaba lento,
demasiado lento, pesadamente despacio.
- Idiota, no hay duda. Completamente idiota. Tu marido puede tener todo lo que un hombre
puede desea y no apreciarlo. Y después seguir quejándose de desgraciado y de mala suerte.
- A veces pienso como tú, pero no sé qué hago mal para que él sea así conmigo y con todo -las
lágrimas que rodaron por las mejillas de Margot rompieron el alma de Koldo en mil pedazos.
- Tranquila, chica, sigue tu corazón pero no te preocupes por él. Es una causa perdida y tienes
que aceptarlo aunque no te guste.
Cerca de ella, solo pudo darle un abrazo alentador y lleno de ternura. Margot se arrebujó en sus
brazos mientras intentaba de dejar de llorar. Con la cabeza escondida en el hombro del técnico, se
abandonó un pensamiento extraño y desconcertante que le hacía sentirse especialmente cómoda y
querida en aquellos brazos y no quería dejarlos. Él apretó hacia sí el cuerpo de Margot y sin mediar
palabra, con sus enormes manos abarcó la espalda temblorosa de la mujer.
- Gracias, Koldo, necesitaba desahogarme y hablar con alguien de esto y no sabía con quién
hacerlo -suavemente besó su cara, a escasos centímetros de la comisura de los labios e hizo el
amago de alejarse.
- No hay de qué.
Tomó aliento y dejó los brazos abiertos para que Margot se alejase pero ella no se movió hasta
que pasó sus brazos por el cuello de él para darle un suave y dulce beso en los labios que dejó a
Koldo con las palabras medio pronunciar en sus labios.
- ¿Y esto?
- No sé, he hecho lo que me decía mi corazón, disculpa si te ha molestado.
Recogiendo sus cosas a toda prisa, ella quiso salir a toda prisa para evvitar la vergüenza de ver
de nuevo la cara de Koldo. La mano de éste la paró y le agarró por la muñeca suavemente pero con
firmeza.
- No me dejes solo.
Se fundieron sin mediar palabras en un largo beso en el que se enredaron los dedos de ambos.
Jugando a esquivarse y a encontrarse, terminaron sentándose frente a frente en la mesa del taller en
la que un rato antes estuvieron estudiando. Sin dudarlo, Margot se desabrochó la rebeca de lana gris
y aburrida que llevaba y se quedó en mangas de camisa mientras que él se quedaba segundo a
segundo más deseoso de ella.
En un momento ciego, ella terminó sentada encima de la mesa en la que un momento antes
estuvieron estudiando juntos. Ella rodeó el cuerpo de él con sus piernas mientras que él la agarraba
firmemente por la cintura fundidos en un cálido beso que se prolongó un buen rato antes de que él
moviera su mano para acariciar el recorrido de la carrera de su media hasta la cicatriz. En este
momento, Margot alejó su boca de la de Koldo como sintiendo un escalofrío en la cicatriz de su
muslo.
Él, dulcemente, salió de la prisión de sus piernas para, estando de pie, acariciar entera la pierna
de la cicatriz con la yema de sus dedos.
Bajo la mirada atenta de Margot, Koldo fue pasando sus diestros dedos de técnico por lo alto de
la carrera de principio a fin, despacio, como de manera ritual, despertando el deseo oculto de
Margot. Al llegar al final, pasó de largo de la cicatriz hasta el final de la media y el principio del
liguero, que desabrochó de manera hábil para enrollar poco a poco la media hasta la altura del
tobillo.
El aliento de Margot era lento, acompasado, mas excitada y expectante que nerviosa. El de
Koldo era más fuerte pero también era lento, como dificultoso. Quitó el zapato de la mujer y su
media y desde el tobillo empezó a darle dulces y pequeños besos subiendo con parsimonia y
recreándose hasta su cicatriz, la cual besó con devoción haciendo que ella reclinara hacia atrás la
cabeza presa de la sensación de placer.
Con un movimiento rápido, Margot lo volvió a enredar entre sus piernas acercándose más a él.
Sin mediar palabra, comenzó lentamente a desabrochar los botones de su camisa y a pasear sus
dedo por encima del corazón que parecía querer abandonar el pecho de Koldo.
Él respondió desabrochando la blusa de ella y levantando su falda hasta la cintura dejando
visible su nívea ropa interior. Visiblemente húmeda, el deseo de Margot iba y venía a ella como los
golpes de propagación tras una tormenta solar en el momento más activo del ciclo. No había
palabras para describir el estado de los dos radioaficionados en ese justo momento.
Por su parte, Koldo ardía en deseos de liberar su apretado miembro para fundirse con la esencia
exquisita que tenía ante sí. A duras penas pudo contenerse antes de que con sus largos dedos de
costurera Margot desabrochase la correa, el botón y la cremallera del pantalón acariciando por
encima de la ropa interior la erección de su amante.
Sin prisas, pero con movimientos frenéticos, terminaron desnudos, frente a frente, abrazados.
- Ten cuidado no quiero...
-... tranquila no pasará eso.
Ella se sentó en el borde de la mesa abriendo de par en par las compuertas de su cielo pero él
supo mantener la tensión acariciando sus pechos y su cuello antes de bajar a su sexo. Fueron unos
segundos que a Margot le parecieron eternos por lo que su deseo se convertía en dolor en algunos
momentos. Con el miembro duro de Koldo en su mano , ella bajó de la mesa, puso sus rodillas en el
frío suelo y comenzó a lamerle el glande con deseo ávido, como con cierta hambre que hacía tiempo
había perdido.
Con el vello de la espalda erizado, él intentaba controlar sus impulsos para no eyacular aún
cuando harto de juegos se tumbó en el suelo y se puso encima de Margot.
Acarició con delicadeza el húmedo clítoris con sus dedos embadurnados en saliva abriéndola
para albergar dentro su deseo. Así se fundieron en un movimiento acompasado sobre el frío suelo de
terrazo del taller.
Tomando aliento, prolongaron todo lo que pudieron los movimientos de entrada y de salida, las
respiraciones y las caricias hasta que Margot no pudo más de placer y con los ojos vueltos tomó un
ultimo aliento antes de rendirse completamente en el suelo mientras que Koldo entró y salió un par
de veces más antes de abandonar el cuerpo liberando su esencia sobre su vientre.
Cayó sobre ella y ambos se fundieron en un apacible beso que parecía infinito. Tras unos
minutos, se compusieron y se quedaron quietos, en silencio, mirándose mutuamente sin saber bien
qué había pasado pero con una paz interior que ninguno de los dos había experimentado
anteriormente. Ambos se sentían bien.
Peñaflor, Sevilla
28/01/2013
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