12 DISCIPLINAS QUE ESTABLECEN AL CREYENTE I

Anuncio
1
12 DISCIPLINAS QUE ESTABLECEN AL CREYENTE I
(PREFIGURADAS POR LOS 12 DESIERTOS QUE ISRAEL PEREGRINÓ RUMBO A LA TIERRA
PROMETIDA)
Por Ricardo Vivas Arroyo
INTRODUCCIÓN
El Antiguo Testamento es un rico material didáctico que ilustra las verdades del Nuevo Testamento
(Ro. 15:4, He. 3:5, 8:5, 9:23). En especial, cuando Israel peregrinó en el desierto, Dios trató con él para
lograr que conquistara la tierra prometida, siendo una figura de los creyentes y de la manera en que Dios
logra que nosotros podamos poseer nuestra herencia, prefigurada por la tierra prometida (1ª Co. 10:112). El apóstol Pablo hace una clara referencia que lo que a ellos les aconteció, es para nuestra
enseñanza, para evitar lo que ellos hicieron mal y para que al considerarlo estemos firmes y no
caigamos. Firmeza es lo que tiene un edificio con buen fundamento, es decir, lo que debemos tener
como creyentes para permanecer siempre en la voluntad de Dios, sin fluctuar, lo cual se refiere a los
principios divinos que nos deben sustentar (Ef. 4:14-15).
Ya hemos estudiado que las tres virtudes que nos establecen sobre Cristo como el verdadero y único
fundamento de la iglesia (1ª Co. 3:11), son el amor, la esperanza y la fe (1ª Co. 13:13), que Cristo
estableció en sus discípulos en los tres aposentos altos del Nuevo Testamento: El amor, en el Aposento
Alto de la Pascua (Jn. 13 al 17); la esperanza, en el Aposento Alto del Pentecostés(Hch. 2), y la fe, en el
Aposento Alto de Troas (Hch. 20:6-12). Ya estudiamos que en cada ocasión, el Señor estableció cuatro
principios fundamentales que muestran cada virtud, haciendo un total de doce principios fundamentales:
Sumisión al Señorío de Cristo
El dar de Cristo
AMOR:
Llevar el vituperio de Cristo
Unidad con Cristo
No apresurarse
Derramamiento del Espíritu Santo
ESPERANZA:
Hablar en otras lenguas
Testificar con poder.
Fidelidad del pastor
Seguridad de Gracia
FE:
Fe invencible
Aprecio de las ovejas por el pastor
2
El apóstol Pablo, toma la figura de Israel y les muestra que antes de salir a los desiertos, Dios equipó al
pueblo con tres bautismos, uno para el espíritu, otro para el alma y otro para el cuerpo: En Moisés, en la
nube y en la mar, que representan los tres bautismos que todo discípulo debe recibir para poder caminar
con Dios: El bautismo en Moisés, prefigura nuestro nuevo nacimiento espiritual, cuando fuimos
bautizados en Cristo, como nuestro Salvador (Gá. 3:27); el bautismo en la nube, prefigura el bautismo
del alma en el Espíritu Santo, para proveernos, para guiarnos, para protegernos (Hch. 1:8, 8:14-17), y el
bautismo en la mar, que prefigura el bautismo en agua, que el creyente solicita para iniciar el camino
del discipulado, y es sumergido en agua por un ministro, para dar testimonio de su fe (Hch. 10:44-47).
Después Pablo, nos habla de la provisión diaria que el pueblo tendría durante toda su peregrinación,
mediante dos viandas necesarias: El Maná o pan del cielo que Dios les enviaba cada día, tipo de la
Palabra de Dios que nutre a nuestro nuevo hombre (Jn. 6:58-63), y el agua que brotaba de la peña que
les seguía, la cual era Cristo, lo que nos ilustra la obra del Espíritu Santo (Jn. 7:38-39).
Ahora sí, bien equipados y con la provisión necesaria, el pueblo fue conducido por los desiertos, siendo
disciplinados de Dios para después conquistar la tierra prometida (Ex. 13:17-18, Dt. 8:1-6), del mismo
modo, Dios nos mete en circunstancias difíciles, para lograr cambios en nosotros que nos permitan ser
vencedores que poseamos lo que Dios nos ha prometido.
Durante cuarenta años, Dios hizo peregrinar al pueblo de Israel por los desiertos, fueron cuarenta y tres
jornadas por doce desiertos (Nm. 33:1-49), y podemos aprender de todo lo que ellos pasaron, para
entender lo que estamos pasando y el porqué, de modo que cooperemos con Dios y nos dispongamos a
recibir sus tratos personales, de modo que seamos establecidos y podamos heredar todo lo reservado
para su iglesia de vencedores. El propósito de Dios es hacernos bien, cuando pasamos por la disciplina y
aprendemos la lección (Dt. 8:15-16).
De todos los que salieron de Egipto, sólo tres personas entraron a la tierra prometida, cada uno de ellos
prefigura una de las tres virtudes fundamentales (Nm. 26:65, Ex. 13:18-19).
 Es muy claro que José prefigura la fe, pues entró 400 años antes que todos, cuando creyó en la
visitación de Dios y su regreso a Canaán, por eso dio mandamiento sobre sus huesos (Gn.
50:25).
 Josué, como el pastor sucesor de Moisés, es una figura clara del amor, pues sabía bien la dureza
del pueblo rebelde, pero aprendió de Moisés y cumplió en pastorear al pueblo de Dios y
conquistar la tierra prometida (Ex. 24:13, 33:11, Dt. 31:23-30).
 Caleb es tipo de la esperanza, pues cuando recibió la promesa de su herencia, tenía 40 años y
cuando entraron a conquistar la tierra tenía 78 años y 7 años después, cuando ya habían
conquistado mucha tierra para varias tribus, de 85 años, pidió su herencia prometida y la poseyó
(Jos. 14:6-14), porque para él era como si no hubiera pasado el tiempo, tenía la misma fuerza
para la guerra. La esperanza mantiene siempre el mismo ánimo, nada detiene ni distrae, porque
su esperanza le sostiene.
3
CRISTO NUESTRO MODELO
Cristo también fue llevado por el mismo Espíritu al desierto para ser probado por cuarenta días (Mt.
4:1-11), como Israel por cuarenta años. Cristo también pasó por las disciplinas que todos pasamos (He.
2:18, He. 4:15-16). Cristo aprendió por lo que padeció y por eso es nuestro fundamento que nos sostiene
(1ª P. 4:1, 12-13, 19; 5:9-11). Después de los desiertos, vino la conquista de la tierra prometida, como
Jesús que después de los desiertos vino a una vida abundante, para ejercer un ministerio lleno del poder
de Dios (Lc. 4:13-15).
Caminemos por los doce desiertos y conozcamos las disciplinas y los principios que Dios quiere
establecer en nosotros, sabiendo que Él ya pasó y tiene la clave de la victoria para cada situación, que
nosotros podamos pasar:
CUATRO PRINCIPIOS DEL AMOR
1.- DESIERTO DE SHUR (Ex. 15:22-26). Shur, significa muro o pared, era un lugar donde la erosión
del viento había formado paredes que tenían que rodear, por donde Dios los llevó en primer lugar.
Recordemos que después de cruzar el mar Rojo, danzaron y se gozaron cantando con María, han visto a
los egipcios muertos, van llenos de riquezas y Dios les ha prometido llevarlos a una tierra que fluye
leche y miel, y eso era verdad, pero no como ellos lo imaginaban, sino llevarlos al desiertos para
enfrentarlos a sí mismos y purificarlos de todos los inconvenientes que tenían, así que la nube se mueve
y los conduce a Shur, para iniciar el proceso de cambio.
Caminaron por una largo día, pero la nube no se paró, tuvieron que seguir caminando toda la noche, y el
día siguiente y su noche, y el tercer día, así que estaban cansados, y el agua se les agotó, la sed les
apretó, de modo que empezaron a flaquear y pensaron que si algo no pasaba pronto morirían de sed en
el desierto. Eso era natural, y la necesidad hizo que saliera de sus corazones lo que tenían: rebelión,
nada noble había en ellos, sólo el deseo de llegar y disfrutar de cosas buenas, de una vida fácil, de
placeres y deleites, sin pensar en lo que Dios quería. ¿De qué les servían ahora las riquezas que traían?
Todo lo cambiarían por agua para beber. Cuando brotó la amargura de sus corazones Dios podía tratar
con ella, el agua de Mara, que significa amargura, era amarga, como lo es la rebelión que aflora de los
corazones. Dios sanó el agua con un árbol que echó Moisés al estanque y pudieron beber, prefigurando
a Cristo, que sana nuestra alma de amargura con su perdón.
Dios los sometió a la disciplina de la negación, les negó lo esencial, para establecer en ellos el
principio de la sumisión al Señorío de Cristo, cambiando el eje de sus vidas, que eran ellos mismos,
para que fuera Cristo quien tuviera el primado (Col. 1:18, Ef. 1:22-23). Cuando Cristo tiene el primer
lugar de nuestra vida, se va la amargura, se vence la rebelión que la origina. Cristo es el Señor, la
cabeza, el primero, si lo aceptamos, el amor nos empezará a llenar (Fil. 2:9-11). Ese es el principio
clave para iniciar el camino con Él (Lc. 9:23).
Fue en este mismo desierto donde Agar, sierva de Sara fue llevada a aprender este principio y tuvo que
tener sumisión a su ama (Gn. 16:6-11).
No es casualidad que en este mismo desierto Dios repasara la lección a su pueblo cuando hizo guerra
con Amalec, tipo de la vida propia o la carne (1º Sm. 15:1-9, 18, 22-23). Saúl obedeció a medias y Dios
lo calificó como pecado de rebelión y castigo la rebelión en la figura del rey de Amalec, que Samuel
4
hizo cachitos con la espada (32.33), como nosotros debemos hacer con nuestro viejo hombre que
siempre se rebela a Dios (Ro. 8:7-8).
David también aprendió esta lección en el mismo lugar, destruyendo a Amalec, de modo que no
quedara nadie que pudiera decir lo que David hacía (1º Sm. 27:8-11).
Cuando hay sumisión en el corazón, podremos reconocer el Señorío de Cristo y estar dispuestos a que él
nos corrija, para caminar en su voluntad (Pr. 3:5-8).
Después de Mara (Ex. 15:27), el pueblo asentó en Elim, un lugar dentro de Shur, donde había doce
fuentes de agua y setenta palmeras, figura de los doce principios fundamentales que Dios quiere
establecer y setenta es número de perfección, lo mismo que las palmeras prefiguran madurez (Sal.
92:12-15). Dios cambia el desierto en oasis cuando atendemos a sus mandamientos y somos librados de
enfermedades que azotan al mundo, porque Dios es nuestro sanador (Is. 35:1-10).
2.- DESIERTO DE SIN (Ex. 16:1-4, 14-15). Sin, significa lugar de acantilados, un desierto entre Shur
y Sinaí. El pueblo piensa que todo está bien, pero Dios sabe sus inconvenientes, así que va a traer la
segunda disciplina para establecerlos en su amor.
En primer lugar el hambre empezó a afectarlos, lo que traían de Egipto se acabó, su camino estaba
cerrado entre acantilados, Dios quería que voltearan hacia arriba, para reconocerlo a Él, sin comida iban
a morir. La disciplina de la privación es necesaria para corregir las prioridades, y cuando todo parecía
terminar, Dios les alimentó con el Maná (Dt. 8:3, 16). Como vimos al principio, el Mana y la Roca, nos
hablan de Cristo dándose a sí mismo a su pueblo como la provisión que los sustentaría, mostrándoles el
principio de, el dar de Cristo, segundo principio del amor (Jn. 6:33-35, Stg. 1:16-17). Para cada
creyente es Cristo el don inefable de Dios, porque al darse Él mismo, nos lo dio todo (2ª Co. 9:15, Ro.
8:32).
En segundo lugar el pueblo no atiende a Dios y se mueve en sus deseos carnales, así que guarda del
Maná, desobedeciendo a Dios, pensando sólo en sí mismos, pero el Maná se les agusana (Ex. 16:16-20).
Dios quiere ser tu sustento cada día, que tengas la certeza de su amor y cómo puedes recibir de Él cada
día.
En tercer lugar, el sexto día debían recoger el doble del Maná, pues el séptimo día no caería Maná, por
ser el día de reposo (Ex. 16:21-28). Dios quería enseñarles a depender de su amor y ver sus milagros de
provisión, para que supieran que Dios les quería enseñar su reposo para que supieran que era Dios quien
los santificaba (Ex. 31:13). El esfuerzo propio nos estorba para recibir de Dios (He. 4:2-4, 9-11). El
reposo es tiempo de asimilar lo recibido.
En cuarto lugar, en Rephidim, parte del desierto de Sin, Dios suplió su sed haciendo brotar por primera
vez agua de la roca (Ex. 17:1-7). Aquel lugar sería llamado Meribah, o lugar de rencilla, porque en su
corazón ellos dudaban del amor de Dios y de sus maneras para establecerlos en sus principios (He. 3:711, Dt. 8:15).
En quinto lugar, cuando el pueblo está más cansado, Amalec viene y les ataca por la retaguardia, la
carne en donde eres más vulnerable, en tus flaquezas. Pero Dios les da la clave para vencer a la carne
(Ro. 8:6-8, 13). Dios estableció que siempre habría guerra contra Amalec (Gá. 5:16-17), Josué es una
5
figura de lo que debemos hacer prácticamente, y Moisés en la cumbre del monte es figura de lo que
debemos hacer espiritualmente, y la ayuda de Hur y Aarón, prefiguran la ayuda que Dios tiene para
lograr la victoria total, y nos muestra que la clave de la victoria sobre la carne es despojarnos del
egoísmo para mirar hacia los demás y compartir lo que Dios te ha dado a ti (Hch. 20:35). Moisés se
sentó sobre la roca, descanso en Cristo y sus manos fueron sostenidas por Hur, figura del Espíritu Santo
ayudándonos en la tierra (Ro. 8:26), y por Aarón, figura de Cristo, como el sumo sacerdote
intercediendo por nosotros a la diestra del Padre (He. 7:24-25).
En sexto lugar, vemos que Moisés va a tener ayuda, gente que lleve la carga con él, como fruto de esta
disciplina de la privación (Ex. 18:13-27), ahora hay gente dispuesta a dar de su tiempo, de su
descanso, de su familia, de su dinero, a darse al servir a los demás, mostrando el principio que Dios les
enseñó por medio de la privación. Dios quiere levantar a esta gente hoy, para que la iglesia pueda ser
atendida por gente de Dios (1ª Co. 16:15-18), como Fortunato, Acaico, Estéfanas, Timoteo, Epafrodito,
etc. (Fil. 2:19-23, 25-30), gente dispuesta a darse al servicio de la iglesia.
En séptimo lugar, vemos a Pablo que testifica que Dios le entrenó a través de esta disciplina para
hacerle un buen siervo, sin reservas, que se pudo dar para suplir a la iglesia en muchas maneras (Fil.
4:12-13, 2ª Co. 12:15), la clave es ya no ser egoísta, sino pensar en los demás y por amor darse a ellos
(Ro. 15:1-3, 1ª Co. 10:24, 33), Las iglesias de Macedonia, en especial la de Filipos, que eran muy
pobres, pero no por eso estaban exentos del principio de dar, sino al contrario, experimentando la
bendición que es mostrar el amor dando (Fil. 4:14-20, 2ª Co. 8:1-6).
3.- DESIERTO DE SINAÍ (Ex. 19:1-2). El tercer desierto fue Sinaí, que significa: arbusto, por causa
de la zarza que Moisés vio y no se consumía, desde donde Dios le llamó para salvar a su pueblo (Ex.
3:1-10). En este primer encuentro de Dios con Moisés, se da inicio a una relación entre Dios y su siervo
Moisés, que perduró por siempre, prefigurando el principio de Unión con Cristo.
En este desierto el pueblo de Dios estuvo por cerca de dos años (desde Ex. 19:1 hasta Números 10:11).
El tercer principio fundamental es unión con Cristo, para establecerlos en él, va a usar una disciplina
maravillosa, que es la disciplina de la Palabra. Dios va a hablarles (Ex. 16:16-19, 20:18-24), y el
pueblo debe estar muy atento a su voz y recibir lo que Dios está obrando en ellos por su Palabra:
-
Establecerlos en el Temor de Dios (Ex. 20:18-20).
-
Darle los diez mandamientos, como principios universales de sabiduría (Ex. 34:28, Dt. 4:13, Dt.
10:4).
-
Dios les convocó para celebrar tres fiestas anuales (siete fiestas enlazadas), que prefiguran el
plan de Dios para su pueblo y la iglesia (Ex. 23:14).
-
Les mostró sus caminos mediante el diseño del Tabernáculo, figura de la iglesia (Ex. 25:8, He.
8:5).
-
Les dio el sacerdocio, sus vestiduras, responsabilidades y sacrificios, tipo de la obra de Cristo en
la cruz y en el presente (Ex. 28:1-3, 41, 29:44, 30:7-10, Lv. 7:35, etc).
6
-
Les va dar un orden para acampar y para marchar, así como sus banderas (Nm. 2:1-2), todo ello
prefigurando el Orden de Dios para la iglesia. Salió de Egipto un montón de esclavos, en Sinaí
se forman los escuadrones del ejército de Dios.
-
Van a celebrar la Pascua, para no olvidar su origen y la fuente de toda bendición (Nm. 9:1-5, 1ª
Co. 5:7, 1ª Co. 10:16-18).
-
Les va a dar las trompetas de plata para dar las señales al campamento, de los movimientos
civiles y militares. La plata es figura de redención, dos trompetas prefigura la confesión o el
decir lo mismo que Dios dice.
-
En Sinaí Dios se compromete con Moisés de ir con ellos (Ex. 33:13-15, 34:8-10), confirmando
el principio de unión con Cristo que ahora tenemos como su iglesia (Jn. 15:1-2).
Elías también tuvo en Sinaí un encuentro personal con Dios que le ministró reposo (1º Ry. 19:1-8, 913). Elías estaba deprimido, deseaba morirse, pero Dios lo alimentó para que fuera al Sinaí, caminó por
40 días sin parar (el 40 es número de prueba). Las manifestaciones que Elías vio en Sinaí prefiguran la
obra del Espíritu Santo: el viento recio, el terremoto, el fuego, pero fue en el silbo apacible y delicado
que Dios le ministró reposo a su alma, porque Dios estaba en él.
4.- DESIERTO DE PARÁN (Nm. 10:12-13). Parán significa lugar de cavernas o adornado. El pueblo
es llevado por la nube, tipo del Espíritu Santo, a un lugar lleno de cavernas con hermosos escenarios de
estalactitas y estalagmitas. Llegan marchando como un ejército, siguiendo al arca, figura de Cristo,
llevada por los sacerdotes (Nm. 10:33-36). Todo parece bien, pero el pueblo muestra de nueva cuenta
los inconvenientes de su corazón, pues se vuelve a quejar de Dios, por lo que Dios enciende fuego y
empiezan a morir, así que claman a Moisés, Moisés ora y el fuego cesa. El lugar se llamó Taberah por
causa del fuego de Dios (Nm. 11:1-3). El pueblo pensó que siempre sería igual, se quejaba y Dios les
libraba o suplía, pero ya no más, tienen que crecer, y Dios tiene que castigar su continua rebelión, así
que el fuego es la disciplina del rechazo de Dios a su rebelión. Para la iglesia también Dios es fuego
consumidor, lo que nos habla de la disciplina de Dios para purificar a la iglesia (He. 10:26-31).
La Biblia nos muestra el origen del problema, el vulgo que se vino con el pueblo de Egipto, pero que no
eran israelitas, los incitó a rebelarse (Ex. 12:38, Nm. 11:4). Eran como la cizaña entre el trigo, que
tienen que crecer juntos (Mt. 13:24-30), son los adversarios del Dios en el creyente, aquellas cosas que
conserva del mundo y le son por tropiezo. El fuego de Dios no es para quemar a los creyentes, sino a los
adversarios de Dios en él, los hábitos del mundo, que impiden al creyente dar fruto y le contaminan (He.
10:26-31, Is. 1:23-25, 1ª Co. 10:5-6).
El fuego de Dios es purificador, quema a los adversarios de Dios en nuestra vida, como lo hizo con
aquel corintio que tomó a la mujer de su padre, y que el fuego vino sobre su carne, para que él fuera
limpio y salvo aunque así como por fuego (1ª Co. 5:1-5), que una vez disciplinado, arrepentido y
limpio, pudo ser perdonado y restaurado a la comunión de la iglesia (2ª Co. 2:5-11).
Israel insistió y pidió carne (Nm. 11:4-6), y Dios trajo codornices, pero no les fue bendición, pues vino
flaqueza a sus almas (Sal. 106:13-18, Nm. 11:31-35). Kibroth-hataavah significa sepulcros de
concupiscencia, porque allí murieron los que desearon con ansia las cosas de Egipto, tipo del mundo
(Dt. 9:22).
7
Antes de ir a Haseroth, María y Aarón, hermanos de Moisés, murmuran contra él a causa de su esposa,
que era etíope y se rebelan pensando que ellos, como siervos de Dios, pueden derrocarlo y ocupar su
lugar (Nm. 12:1-3). Moisés también pasa por la disciplina del rechazo, la que soporta con la
mansedumbre que Dios había obrado cuando pastoreaba las ovejas de su suegro, él soporta el rechazo y
es Dios quien lo defiende (Nm. 12:4-10), María queda leprosa y Moisés intercede por su sanidad en ese
momento (Nm. 12:11-13).
El cuarto principio fundamental del amor es llevar el vituperio de Cristo, es importante pasar por la
disciplina del rechazo para aprender la mansedumbre que nos permita caminar en victoria, sin ser
afectado, y dar lugar a que Dios manifieste su amor (Ro. 15:1-6). Cuando Cristo fue vituperado oró por
sus heridores, no como sus enemigos (Mt. 27:39-44, Lc. 23:34), camino para nosotros también (He.
13:12-13).
Cuando llegan a Haseroth, en Parán, Dios pide a Moisés que envían espías a la tierra prometida (Nm.
13:1-4). Escoge a doce príncipes, uno de cada tribu (Nm. 13:23-34), ellos recorren por 40 días la buena
tierra que Dios les prometió, pero ellos no ven lo bueno, sino las dificultades que implica poseer esa
tierra y al regresar vituperan la tierra (Nm. 14:1-9), sólo dos de los espías, Josué y Caleb, ven lo bueno
de la tierra y les animan a conquistarla, así que ellos son rechazados por el pueblo y hablan de matarlos
(Nm. 14:10-12). Moisés intercede por el pueblo a pesar del rechazo, movido por la mansedumbre (Sal.
106:21-27, Neh. 9:16-17, Nm. 14:11-24, 30-35). Israel murió en el desierto sin heredar y sus hijos
heredaron la tierra que sus padres vituperaron, como muchos cristianos que sólo buscan su propio bien y
nunca se disponen a servir a Dios y a sufrir el rechazo por amor de Cristo.
Cuando se dan cuenta de su error, parece que se arrepienten y se disponen para la guerra (Nm. 14:3942), pero no era verdadero, sólo esfuerzo propio, el cual siempre fracasa, así que fueron derrotados,
como cuando queremos hacer lo que Dios pide pero sólo como deber y basados en la habilidad propia,
lo cual nunca resultará (Ro. 8:7-8).
Coré y su séquito se rebela en Parán (Nm. 16:1-40), 250 hombres que dudan de Moisés y de Aarón y
siendo levitas, no se conformaron con lo que Dios les dio y pretendieron ocupar un lugar que Dios no
les dio, por lo tanto Dios los juzgó y los castigó, dejando un ejemplo para todos. El amor nos permite
servir con gozo en donde Dios nos pone, complementando a los demás que son también parte del
cuerpo (1ª Co. 12:18-23), no menospreciando ni rechazando a los demás, sea cual sea su lugar en el
cuerpo. La falta de amor trae rechazo y vituperio de lo que Dios te ha dado.
El pueblo, duro de corazón, en vez de comprender el principio, se rebela contra Dios y murmuran contra
Moisés por el castigo (Nm. 16:41-48), nuevamente son vituperados, y Dios los defiende trayendo
mortandad sobre el pueblo, pero Moisés pide a Aarón hacer expiación y con fuego en su incensario se
pone entre los vivos y los muertos y cesa la mortandad, mostrando la mansedumbre que es clave de la
victoria y el amor por el pueblo tan duro y rebelde.
Dios insiste en establecer a su pueblo y enseñarles el principio del amor de estar dispuestos a sufrir por
Dios, pero no lo entienden, así que les muestra lo importante que es ocupar su lugar y no pretender el
lugar de otro, pidiendo a cada tribu traer una vara con su nombre ante Dios al Tabernáculo, y Dios hace
reverdecer la vara de Aarón hasta dar almendras, pero el pueblo está resentido, no entiende y sigue
murmurando y quejándose con Moisés (Nm. 17:1-13). Esa generación toda murió en el desierto y
8
rodearon en ese desierto por 38 años y fueron sus hijos, los nacidos en el desierto, los que aprendieron
las lecciones y pasaron al siguiente desierto, fueron adornados por el amor dispuesto a todo.
Los cuatro principios de Esperanza se verán en la parte II.
-----o-0-o------
Descargar