la casa de las dos puertas

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LEYENDA DE SANTA CRUZ DE LA ZARZA:
LA CASA DE LAS DOS PUERTAS
Nuestra leyenda se centra en una antigua casa,
demolida y en la que en la actualidad hay una
entidad bancaria; aún guarda algunos trazos de
su anterior edificación. Nos referimos a la "Casa
de las Dos Puertas".
Su escudo es el más antiguo de la Villa,
contribuyendo a ésto su aspecto severo, recio y
noble de la casa, unido a unos detalles
curiosos. En la fachada principal aparece, al
lado de puerta, la silueta de una segunda
puerta, condenada. En ella hay una ventana,
viéndose claramente que era éste la original,
tanto por su situación como por la colocación
del escudo.
En el lateral de la casa había una curiosa tapia
jalonada por una reja, impidiendo que persona alguna se acercase a las
ventanas de las habitaciones laterales. De la fisonomía de esta casa nació la
Leyenda de la Casa de las Dos puertas.
Los vecinos Emilio Muñoz López, Julio Sánchez Rivas, María Dolores Avia
Aranda, José Mª Gómez Rodríguez Monje y Maximino Sánchez Martínez,
recopilaron hace años esta leyenda, que quedo clasificada en 2º Lugar en el
concurso de Leyendas Populares de RNE. Ahora, y en adaptación de Alfredo
Jaime Avia Aranda se relata.
NARRADOR
Año 1.778, vivía en la casa de nuestra leyenda una familia de hidalgos
cuyo cabeza de familia era Don Juan Manuel de Lara. Señor seco y muy sobrio
y parco en palabras. Bajo su tutela tenía gran cantidad de los cultivos y labores
agrícolas y ganaderos del lugar. El poder de Don Juan Manuel estaba
ensombrecido por su mayor enemigo, Don Alonso Chacón, hidalgo muy
importante como lo atestigua la calle que lleva su nombre.
La rivalidad entre ambas familias era origen del gran poder que en el pueblo
tenían tanto el uno como el otro.
Nos adentraremos en la vida de Don Juan Manuel de Lara.
Aquella tarde había tenido un gran acarreo con el trasiego del ganado y el
arreglo de la cuadra y el pajar.
JUAN MANUEL DE LARA
Andrés, mañana cuando venga el carpintero, que mire bien que el
zaguán de la puerta quede bien, cambie el maderamen principal de la cuadra,
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la que da con el lateral del pozo y, si le queda tiempo, que de un repaso a la
puerta de la cuadra, que esta algo descolgá. Y que los demás continúen con la
marca del ganao y ordenando bien el pajar, que da asco verlo.
ANDRÉS
Lo que Usted mande Don Juan Manuel.
JUAN MANUEL DE LARA
¿Que música suena?, ¿Estamos de festejo?
ANDRÉS
¿No lo recuerda Don Juan Manuel? Hoy es treinta de abril, la noche de
los Mayos.
DON JUAN MANUEL DE LARA
¿Mayos? .... Pá mayos tengo yo la cabeza y el cuerpo... Hale retírese y
a pasar buenas noches.
ANDRÉS
Igualmente, Don Juan Manuel, Buenas noches tenga Usted. Y si usted
no ordena ná más, me retiro con su permiso pá aviarme.
DON JUAN MANUEL DE LARA
Hale, marche Usted con Dios.
DON JUAN MANUEL DE LARA
¡Ángela!.... ¡Ángela!..... ¡Ángela!... ¿Pero dónde estará esta hija mía?
¡Antonia!
ANTONIA
Diga usted señorito.
DON JUAN MANUEL DE LARA
¿Dónde esta mi hija?
ANTONIA
Le dolía algo la cabeza y se ha retirao a sus aposentos. Me ha dicho que
cene Usted solo, que ella ya se ha tomado un tazón de leche y unas tortas. ¿Le
traigo ya la cena? Hay una ensalá y costillas con patatas.
DON JUAN MANUEL DE LARA
Déjelo, tráigame un poco de jamón y la ensalá, no tengo mucho apetito.
Y díles a los de la ronda que en esta casa no hay naide pá rondar, que se
marchen con la música a otra parte, que aun guardo el luto por mi señora
esposa.
ANTONIA
Así se hará Don Juan Manuel, no guarde usted reparo.
NARRADOR
Al despuntar la mañana Don Juan Manuel, ensilla su mejor caballo y
sale a ver cómo se encuentran sus posesiones.
A eso de la media tarde regresa precipitadamente, desmonta rápidamente y le
comunica a Andrés una orden seca y tajante.
DON JUAN MANUEL DE LARA
¡Andrés! Avíese rápido que tenemos que ir a ver al Juez. Otra vez
Alonso Chacón ha movido los mojones del viñedo del Cerro Claricas.
NARRADOR
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Al entrar en la casa Don Juan Manuel medita las acusaciones que
vertiera contra su mayor enemigo Don Alonso Chacón.
Por un momento cree oír unas risas en el dormitorio de su hija, no hace mayor
caso pensando que pueden ser cosa de mujeres entre Ángela y Antonia. Sus
oídos no dan crédito a lo que escucha: una voz de mozo. Don Juan Manuel se
acerca sigilosamente a su ventana, la abre despacio y sin mover los visillos
empieza a oír la conversación de una declaración de amor, entre su hija Ángela
y un desconocido.
El atardecer le da un atisbo de rayos de sol que le permiten ver el rostro del
mancebo, Alonso Chacón, el mismísimo hijo de Don Alonso Chacón su mayor
enemigo.... El golpe seco de la ventana al cerrarse alerta a los enamorados;
uno sale corriendo para esconderse en el callejón del Cascabelillo, en donde le
aguarda su caballeriza. Ella se encamina rauda al salón principal a esperar la
respuesta de su padre.
DON JUAN MANUEL DE LARA
Ángela, no he podido por menos que escucharos y te diré una sola cosa:
ya sabes las simpatías que tengo con la familia Chacón. Te lo diré una sola
vez. No intercambies ni sola palabra, ni una mirada, con el hijo de Don Alonso
Chacón ¡Te lo puedo decir más alto, más claro imposible!
ANGELA
¡Pero Padre...!
DON JUAN MANUEL DE LARA
No hay peros que valgan, y no hay mas que hablar. Desde mañana
saldrás a la calle a lo necesario, esto es, a misa y rezar el rosario. Y siempre en
compañía de Antonia. Y como me desobedecieres te envío con las Monjas
recluida. Y ahora cena y arregla la alacena que da pena verla. Yo me marcho
que tengo que aclarar un asuntillo con el Juez y Don Alonso Chacón.
NARRADOR
Ángela queda postrada en la banca del salón llorando, su fiel servidora y
a su vez amiga Antonia llega a consolarla y animarla.
ANTONIA
No me llores mi niña, seguro que a su padre mañana se le ha pasao el
enfado. Desde que su difunta madre nos dejó está algo nervioso. Verá como
todo se soluciona y al final la veo pasando por la iglesia de Santiago con Don
Alonso Chacón agarrada de su brazo.
NARRADOR
Nada más lejano. Al despuntar la mañana Ángela escuchó más ruido de
lo normal. El golpeteo de las ruedas de las galeras, los cascos de las
caballerizas machacando los adoquines de la calle mayor, eran silenciados por
el habla de unos mozos cercanos a su ventana. Ángela se levantó y, corriendo
la cortina levemente, pudo ver una galera con piedras y un carretón con unos
sacos de yeso.
Enfrente de su morada se estaba levantando una pequeña tapia que la
separaba del acceso de la calle. Su padre medía con sus propios pies la
distancia y daba órdenes al herrero del tipo de reja, dotada de puntiagudos
pinchos.
Corrían los días en los que la labor estaba totalmente volcada en la siega. Don
Juan Manuel salía al abrir la noche en unión de una cuadrilla de segadoras,
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quedando sólo en la casa Ángela y la criada Antonia; al ruido de las carretas y
galeras se unía el cantar de las cuadrillas: “Seguidillas te traigo, de las
santacruceras, que son alegres….”
ANTONIA
Mi niña, hoy tengo que ir al mercao y no se si podré con tó el hato. Me
podría acompañar y de esta forma tomaba algo el aire que se está quedando
pálida.
ANGELA
Antonia, sabes que lo estoy deseando, pero si se entera mi padre....
ANTONIA
Tranquila, hoy estará tó el día con la labor y además apenas ha quedao
personal en el lugar.
NARRADOR
A eso del mediodía y bajo la sombra de la torre del Ayuntamiento
Antonia regatea unas especias; muy cerca Ángela mira unos encajes de
Lagartera. A su lado una voz murmura a su oído.
ALONSO CHACÓN
Creía que te habías recluido en el convento, estaba a punto de saltarme
su tapia.
ANGELA
¡Que haces insensato! Retírate raudo, si nos ven y se lo cuentan a mi
padre nos matan.
ALONSO CHACÓN
Para separarme de vos no hay caballerizas en el lugar que tiren más que
el amor que os profeso.
ANGELA
Ya sabéis lo que yo siento por vos, pero ahora os ruego que os retiréis.
ALONSO CHACÓN
Me retiraré a cambio de una condición: que antes del día de la patrona
seas mi señora esposa, y así se lo haréis decir hoy a vuestro señor padre.
ANGELA
Así se hará, pero ahora marcharos, os lo ruego.
NARRADOR
Ángela aprovechaba los últimas luces del día para bordar una sábana en
la que resaltaba una Amapola y dos iniciales a cada lado, la A repetida.
Al ver tras los visillos de la ventana el carretin en el que llegaba su padre,
Ángela se aprestó a esconder debajo del cesto de la costura la labor, se alisó el
mandil y salió a esperarle a la puerta.
ANGELA
Buenas tardes tenga usted padre, ¿Cómo fue el día?
DON JUAN MANUEL DE LARA
Mal, muy mal, al Puyas se le ha ido la hoz y se ha pegao un sajo en tó el
brazo. Veremos si no se le engangrena y hay que cortalo... además, con el
asunto del corte, más de medio jornal lo hemos tenido parao. Veremos si
mañana no despunta el día lloviendo y perdemos todo el trigal.
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ANGELA
Padre, verá cómo no y todo sale bien.... Padre: tengo que pedirle algo.
DON JUAN MANUEL DE LARA
Veremos lo que es, y apura que estoy cansao y mañana tenemos un día
muy largo.
ANGELA
Padre quiero que usted acceda a darnos la buenas para el casorio con
Don Alonso Chacón.
DON JUAN ALONSO DE LARA
¿Pero qué dices, insensata? ¡Ya te lo dije antaño, que antes muerto!
ANGELA
Si por una rivalidad entre familias yo no puedo tener como padre de mis
hijos al que yo quiero, ni usted ni nadie me impedirá tomar nupcias con él.
DON JUAN MANUEL DE LARA
¡Calla, Calla y no blasfemes!, Y lo que te digo es mi última palabra:
YO TE JURO QUE SI SALES PARA CASARTE POR ESTA PUERTA,
NO VOLVERÁS A ENTRAR POR ELLA NI VIVA NI MUERTA.
NARRADOR
Con el cantar del gallo y el tintineo del golpear del martillo en la
herradura suelta del caballo, Ángela retiró la cortina de la cocina que daba a la
portada. Le acompañaba Antonia, llevaba una pequeña maleta amarrada con
un cinto, y un hato con los cuatro enseres personales de Ángela. Se volvió y
dando un fuerte abrazo a Antonia se subió al carretín en el que le aguardaba
Andrés. Sin mediar palabra un golpe seco y certero del látigo puso en marcha
el carretin, torció hacia el arco de la villa, dobló en el Cascabelillo y enfiló a la
Iglesia de San Miguel. Detrás de ésta le estaba esperando Don Alonso Chacón.
Al descender del carretin su falda quedó medio enganchada en una gran
cadena que limitaba la puerta de la casa de las Cadenas. La caridad de un
pariente lejano le dio aposento en dicha morada.
Y en ella vivieron sin poderse emancipar. Pero Ángela había cumplido su
deseo de contraer nupcias con su amado.
Así pasaron los días. Ángela era cada día mas feliz. Tan sólo le apenaba
el tener negado el saludo y cariño de su padre. Se acordaba de su amada
madre y la carga de conciencia crecía día a día.
Por los acontecimientos de la vida se unieron con los de la historia de
Santa Cruz. Con ocasión de una visita del Rey Carlos III recayeron en Don
Alonso Chacón los honores de acompañarlo en una cacería en el término.
Después de haber saboreado los vinos del lugar y dar parte a un suculento
guisado se enfilaron por Camino Ancho hacia el pueblo.
El Rey estaba sumamente cansado por lo ajetreado de la jornada y así se lo
hizo saber a Don Alonso Chacón. Éste, mostrando la atención que a lo largo de
la historia ha tenido el santacrucero con el vistitante, y en especial tratándose
de quien se trataba, le ofreció morada para descansar.
ALONSO CHACÓN
Majestad, si a los honores que su persona corresponde no le parece
mal, mis aposentos son sus aposentos.
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CARLOS III
Nada me colmaría más que el compartir con su persona y la de su
familia morada y cobijo. De tal modo que mañana al amanecer tomaría partida
para la Villa y Corte.
ALONSO CHACÓN
Espero que mi humilde morada y los pobres condimentos que mi
amantísima esposa nos prepare no sean un insulto a vuestra Majestad.
CARLOS III
Un rey debe de serlo no sólo en Palacio, también en las Villas y Plazas
en la que regenta. Espero poderos congraciar los servicios y atenciones que
tan servil me están ofreciendo. Pedidme y se os dará.
ALONSO CHACÓN
No deseo títulos, ni tierras, ni honores. Una sola cosa deseo: poder
colmar a mi amantísima esposa de felicidad. Desde que contrajimos nupcias su
padre no le permite entrar en su casa y desde entonces negada tiene su
mirada.
CARLOS III
Decidme donde habita su señor padre de su señora esposa y veremos si
lo que la testarudez del hombre ha desunido puede por esta vez unir la Corona
de las Españas.
ALONSO CHACÓN
Casualmente, pasando el Arco de la Villa que se atisba. Cercano habita
Don Juan Manuel de Lara, que es así como se llama el Hidalgo.
NARRADOR
Durante una larga hora entablaron conversación el Rey Carlos III y el
hidalgo Don Juan Manuel de Lara, De lo que dentro se pronunció, aconsejó y
comentó, solo los muros supieron. A las puertas de la casa, en una distancia
que cubría desde el Arco de la Villa a la Casa del Gallo, aguardaba el séquito
real y Don Alfonso Chacón, que había dado orden de traer a su amada esposa
Doña Ángela, a fin de que si el Monarca lograba convencer a Don Juan Manuel
de Lara, fuese ella la primera en tener la buena nueva.
A las puertas de la casa salió Carlos III acompañado de Don Juan Manuel de
Lara.
DON JUAN MANUEL DE LARA
Después de platicar con su Majestad nuestro rey de las Españas Carlos
III, he tenido a bien el conceder asilo a mi querida hija.
Ahora bien ya que el Juramento de un Hidalgo caballero español está
por encima de todas las cosas y bajo la mirada atenta de nuestro señor
Jesucristo de Nazareno, he tenido a bien el mandar tapiar esta puerta y que
antes de dos jornadas se construya a distancia prudencial nueva puerta. De
esta forma mi hija podrá abrazarme y entrar en esta que es su casa y yo
mantendré por el paso de los años mi palabra y Juramento de Hidalgo.
NARRADOR
Unos días después entraba por la nueva puerta Doña Ángela de Lara en unión
de Don Alonso Chacón.
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Tras del quicio de la puerta estaba con los ojos humedecidos Don Juan Manuel
de Lara. De los besos, abrazos y palabras que mediaron la historia no quiso
enterarse.
Del reconocimiento de la amistad contraída entre el Rey Carlos III y Don Alonso
Chacón hay testimonio de ello en el candado de la casa de las Cadenas,
grabado del toisón de oro, concedido a la familia, igual que el titulo de Grandes
de España como puede observarse en la lápida de la familia, conservada en el
cementerio.
A partir de aquel día la felicidad de Ángela y Alonso debió de ser completa.
Como testimonio de esta unión, mas allá del tiempo, sus lápidas siempre
unidas aparecen hoy en la Iglesia de Santiago Apóstol
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