No necesita título Cuernitos vagaba solitario y meditabundo por su laberinto. Aunque no le gustara reconocerlo, tenía que admitir que se había perdido. El legendario sentido de la orientación de los de su especie le estaba fallando. Le llevaba ocurriendo desde hacía dos meses, justo cuando se quedó ciego. Y no es que lo hubiera deseado, pero en cierta manera se alegró de quedarse ciego en su momento. Esto era debido a que Cuernitos era un friki de los comics de la factoría Marvel. Al verse privado del sentido de la vista, pensó que el resto de sus sentidos se agudizarían hasta límites insospechados, tal como le pasó a Matt Murdock, alias Daredevil. Nada más lejos de la realidad. Así que mientras trataba de buscar el camino de regreso al ala norte del laberinto, estuvo meditando para encontrar una razón por la que sus sentidos seguían siendo tan mediocres. Ya se sabe que andar ayuda a pensar y como prácticamente no hacía otra cosa durante el día, llegó a una conclusión lógica: Tendría que estudiar derecho si quería agudizar sus sentidos al máximo. Por supuesto, Matt Murdock era abogado y no había oído hablar de ningún otro abogado ciego, pero si lo había, lo más probable es que tuviera superpoderes. Hay que tener en cuenta que Daredevil y Cuernitos eran de razas distintas, pero Cuernitos no creyó que fuera una diferencia importante, ya que no era racista. Sin embargo, estudiar derecho era una empresa harto difícil para un minotauro invidente atrapado en su propio laberinto. No quedaba otra alternativa que recurrir a él. A la causa de su ceguera, que en este caso se llamaba AC/DC, por eso de que había que enchufar una lámpara de mesa maravillosa para que apareciera. Cuernitos la había encontrado mientras paseaba por el ala oeste. La gente tiraba desperdicios dentro de su laberinto. Solían ser desperdicios, pero por una vez había encontrado algo que le serviría para leer comics durante la noche. Al enchufarla, apareció AC/DC con la cantinela de que le cumpliría un deseo. Pero Cuernitos sólo quería leer así que después de que la causa de su futura ceguera le estuviera dando la vara durante horas con el dichoso deseo, Cuernitos respondió “Deseo no verte más”. Dígamos que AC/DC tenía un poco de mala leche. El caso es que Cuernitos le necesitaba así que después de tres días tanteando las paredes del laberinto, consiguió encontrar un enchufe. Casi inmediatamene, la bombilla comenzó a oler a chamuscado y del humillo que desprendió surgió un ser de inimaginable poder. —Así que vuelves con el rabo entre las piernas. —Siempre lo he tenido ahí. —Era una frase hecha estúpido. Hay que aclarar que Cuernitos no era estúpido, simplemente no estaba acostumbrado a interactuar socialmente. No era culpa suya, la gente tendía a salir huyendo en cuanto lo veía, con lo que él se veía obligado a alimentarse con sus intestinos y no podía desarrollar sus habilidades en materia de conversación. Sin embargo había logrado convertirse en un gran cocinero de intestinos con los años, lo cual en este momento no resultaba muy útil. —Ah… Bueno, vale. Necesito que me cumplas un deseo. —¿No querrás que te devuelva la vista? Si lo hiciera volverías a verme, con lo que se incumpliría el primer deseo y yo desaparecería al no haber cumplido mi función. —No, no. Ser ciego está bien. Lo que necesito es ser abogado, pero no puedo estudiar derecho así. —Así que lo que quieres es estudiar derecho —replicó pensativo con una sonrisa bastante inquietante. —Hombre, lo que quiero es ser abog… —Pero para eso hay que estudiar. Deseas estudiar derecho. —Deseo estudiar derecho. —Concedido. Te presento a Tirrex, será tu tutor personal. Es muy bueno, pero tiene un pequeño defecto. Cuando está hambriento no distingue entre aliados o presas. Seguro que os lleváis muy bien. Dicho esto desapareció. Debía llevar prisa. Puede que el haber materializado un enorme dinosaurio posiblemente hambriento a menos de dos metros de su persona tuviera algo que ver. Cuernitos, por su parte, estaba desconcertado —¿Hola? ¿Tirrex? —Ese soy yo. —Bueno, bueno. ¿Me vas a enseñar derecho? —No veo porque no, siempre está bien compartir el conocimiento. Pero antes debería comer. Hace semanas que no pruebo bocado. Así que, si no te importa, te voy a comer y después te enseño a ser un buen abogado. —Espera, ¿cómo diablos se supone que me vas a enseñar después de haberme comido? —Pertenezco a una asociación que se dedica a enseñar a gente con discapacidades, incluyendo el haber sido digerido. Créeme, no sería la primera vez que doy lecciones a mis excrementos. —Pero si yo ya soy ciego, ¿no crees que serían demasiadas discapacidades? —Puede, pero es que tengo mucha hambre… No te preocupes, tengo una mandíbula muy fuerte, a partir del tercer mordisco no notarás nada. A Cuernitos no le hacía gracia acabar en el estómago de un dinosaurio, por muy solidario que fuera con los discapacitados. Por ello tuvo que recurrir a la técnica secreta oculta de los minotauros. Pocos habían sido testigos de ella, pero sus efectos eran auténticamente devastadores. En el siglo XIX, un minotauro ejecutando esta técnica secreta oculta en Australia y casi la desertiza. Por supuesto, los historiadores les echaron la culpa a los ingleses, pero eso es otra historia. Cuernitos se clavo las manos en los… cuernitos hasta hacerlas sangrar. Después se embadurnó el pecho con ella y entonó una antigua tonadilla minotauro, que había pasado de padres a hijos durante generaciones de minotauros llamada It’s raining bunnies. La canción había sido compuesta por un minotauro homosexual hacia el año 33 a.C., cuando ni siquiera existía el idioma en el que está compuesta, pero en 1982 fue plagiada por dos seres humanos: Paul Jabara y Paul Shaffer cambiando una palabra del título. Este es otro ejemplo más de cómo la cultura de los minotauros ha sido esquilmada una y otra vez a lo largo de los siglos. Cuernitos, por supuesto, interpretó la versión original y el resultado no se hizo esperar. Las nubes se ennegrecieron y los rayos invocaron a los truenos, mientras cientos de conejos caían del cielo sobre el laberinto. —¿No prefieres comer conejos? —Pues ahora que lo dices… por alguna extraña razón se me acaban de antojar. Y así fue como Cuernitos y Tirrex se hicieron amigos inseparables. El primero le enseñó al segundo a cocina intestinos y el segundo al primero a engañar a la gente. Su amistad llegó a tal punto, que Tirrex abandonó la organización a la que pertenecía para dedicarse en cuerpo y alma a estar con su mejor amigo. El que le había durado más tiempo. El hecho de que le invocara comida en forma de precipitaciones conejales cada vez que los rugidos de su estómago superaban en decibelios a los de su garganta no tuvo nada que ver. Esta unión, en apariencia extravagante y sin sentido, tuvo una importancia crucial para las vidas de ambas especies y de la humana ya que de las charlas que mantuvieron en los recreos surgieron muchas preguntas que por alguna razón nadie se había hecho hasta entonces: ¿Por qué la gente decía que los dinosaurios se habían extinguido? ¿Por qué todas las referencias históricas a los minotauros habían sido intercambiadas por logros de la humanidad? ¿Dónde está Wally? No sospechaban en aquel momento que había una solución conjunta para aquellos tres grandes enigmas. Durante años le dieron vueltas a estos asuntos y como se dieron cuenta de que no llegaban a ninguna conclusión lógica, decidieron volver a llamar a AC/DC. Cuernitos era bastante reticente a hacerlo, pues no sabía tratar con aquel genio loco y siempre acababa engañándolo, pero al parecer, Tirrex le conocía desde hacía tiempo y confiaba en sus dotes como orador para evitar que les hiciera una jugarreta. Esta vez, a Cuernitos no le costó encontrar el enchufe, pues ya estaba en cuarto de carrera y sus poderes estaban casi desarrollados. —Vaya, si sigues vivo. ¿Cómo es que no te has comido a este? —añadió dirigiéndose al dinosaurio—. Bah, no quiero saberlo. ¿Qué diablos queréis ahora? —Conocimiento —replicó Tires y le formuló las tres preguntas —Vaya, vaya. La solución está en cierto libro antiguo. Es un libro sagrado y a la vez maldito. Mucho más sagrado que la Biblia y mucho más maldito que el Necronomicón. Y mucho más viejo que ambos. —Dánoslo. —No es tan sencillo. Ése libro escapa a mis poderes y lleva en paradero desconocido desde que Wally, un minotauro con pésimo gusto al vestirse, se dedicó a esconderse. Nadie jamás ha sido tan bueno como él. Se dice que convirtió a muchos en sus discípulos: Elvis, Bin Ladem… e incluso enseñó a todos los taxistas a esconderse cuando llueve. —¿Y que tiene que ver el libro con Wally? —inquirió Cuernitos sintiendo el orgullo de que un miembro de su raza fuera tan astuto. —Le está buscando. —Entonces si encontramos a Wally, podemos hallar el libro. —Efectivamente, pero no le encontraréis, le tengo secuestrado en mi lámpara desde que permitió que el gobierno de los EEUU, censurara uno de sus libros adaptados a humanos. —Deseo que te mueras —dijo Tirrex. —Mierda —logró decir AC/DC antes de morir. Y así fue como la pareja logró el libro y el conocimiento.