Huelgas y organización estudiantil en

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Huelgas y organización estudiantil en
la UNAM en los años 60 y 70
Raúl Jardón
Junta de Buen Gobierno, Oventic, Chiapas, agosto de 2003
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El movimiento estudiantil en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) atraviesa por graves dificultades para reanimarse, luego
del paradójico resultado de la huelga de 19992000, que, al paso de los años, demostró su triunfo
ético, pues sus justas demandas son ahora retomadas, ya sea en serio o de “dientes para afuera” por
casi todos los actores políticos de esa universidad,
pero fue derrotado políticamente, principalmente
por la represión, pero también por los errores de
sus dirigentes (y que nunca fueron asumidos como
tales, negando a las nuevas generaciones la posibilidad de asimilarlos como experiencia).
ERIK MEZA
Paralelamente, son grandes los problemas y
retos que enfrenta la prometedora lucha de los
estudiantes politécnicos para reencontrar un camino de lucha que incluye el combate al porrismo,
pero va mucho más allá.
De aquí que tenga utilidad el retomar la
experiencia de los movimientos estudiantiles en la
UNAM de los años 60 y 70, sobre todo porque, al
menos en parte, los escollos que encontraron los
jóvenes estudiantes concientes en los años posteriores se deben precisamente a la responsabilidad
que tuvo la izquierda al abandonar ese terreno de
lucha y no transmitir la experiencia acumulada.
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De la semiclandestinidad
a la huelga de 1964
El impacto de la revolución cubana entre los
estudiantes de la UNAM fue mayúsculo y fue la
demanda de esos estudiantes la que hizo que el ex
presidente Lázaro Cárdenas se hiciera presente en
la magna manifestación que llenó el Zócalo en
1962 para protestar por la invasión mercenaria
patrocinada por el gobierno estadounidense en
Playa Girón. Fueron centenas los alumnos, sobre
todo universitarios, que se alistaron como voluntarios para ir a defender a Cuba.
A partir de ese momento, cobraron mayor
fuerza los grupos culturales de izquierda que
actuaban en la UNAM y en las pocas escuelas en
que las organizaciones de izquierda podían actuar
abiertamente, sus planteamientos tuvieron más
eco.
En la primera mitad de la década de los 60 los estudiantes de izquierda en la UNAM teníamos que
actuar en la semiclandestinidad. Salvo en escuelas
ampliamente politizadas como Economía y Ciencias Políticas, en las que era posible una lucha más
abierta a través de partidos estudiantiles (como la
Liga Obrero Estudiantil en la segunda escuela o el
Partido Estudiantil Socialista en ambas), en las
demás formábamos grupos culturales (por ejemplo:
José Martí y Che Guevara en las prepas 2 y 5,
Miguel Hernández y Mariátegui en Filosofía,
Nuevo Grupo en Ciencias) que con su trabajo trataban de romper la apatía de la mayoría del estudiantado y evadir la represión
que ejercían las autoridades
por medio de las expulsiones, de los grupos de porros
y del Cuerpo de Vigilancia,
que era la policía interna de
la universidad.
La aspiración del movimiento estudiantil de ligarse a las luchas populares no
es nueva. Fueron significativos los contingentes de estudiantes de la UNAM que se
sumaron a las manifestaciones del movimiento ferrocarrilero en 1958-59. El
atropellamiento de un alumno de derecho en 1958 y el Bases de apoyo zapatistas, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1 de enero de 2003
MARCO PELÁEZ/LA JORNADA
intento de elevar las tarifas
En esa época existían en cada escuela consede los autobuses urbanos hizo que en la Ciudad Unijos de representantes de grupo escolar y comités
versitaria fueran retenidos más de 600 camiones.
ejecutivos de las sociedades de alumnos que se eleLos jóvenes, unidos a muchos capitalinos, destruyegían cada año, e incluso dos federaciones universiron las terminales de autobuses de las líneas Villa
tarias de sociedades de alumnos (FUSA), integradas
Clasa y Álvaro Obregón, enfrentándose en la pripor los presidentes de los comités ejecutivos de
mera a los pistoleros del pulpo camionero privado
diversas escuelas. Una de esas federaciones responque los recibieron a balazos. En esa ocasión el
día a los intereses que tenía en la UNAM el ex presimovimiento camionero llegó a llenar el Zócalo con
dente Miguel Alemán y la otra, encabezada por
manifestantes y a duras penas pudo ser apagado por
Roque Villanueva, quien respondía a las órdenes del
una dirección arribista que todavía veía al presidenrector Ignacio Chávez y décadas después se haría
te Adolfo Ruiz Cortines como árbitro supremo de
famoso por su “roqueseñal” al aprobar los diputalos conflictos al que pidió y del que obtuvo una
dos la elevación del porcentaje del IVA.
solución parcial a sus demandas.
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En este ambiente se dio la huelga de 1964,
que abarcó principalmente a las preparatorias en
contra del plan de tres años implantado por el rector Chávez, y es que hasta ese año el bachillerato
sólo duraba dos años.
Esa huelga fue encabezada y controlada principalmente por la FUSA alemanista, pero algunos
estudiantes de izquierda lograron ser elegidos
como parte de los comités de huelga formados
principalmente con integrantes de los comités ejecutivos de las sociedades de alumnos. El paro se
decidió en asambleas generales que reflejaron el
descontento de los estudiantes por la imposición
de un año más en el programa académico y en
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medio de choques violentos con los miembros de
la FUSA chavista, pero terminó en una negociación oscura entre los líderes alemanistas y la rectoría que determinó la implantación del plan de tres
años. En esa huelga sólo hubo asambleas generales
para iniciarla, pero muy pocas en el transcurso del
movimiento y el levantamiento del paro se hizo en
la mayoría de los casos sin asamblea, sino por
decisión de los líderes alemanistas. Se llamaba a
los estudiantes a decretar el paro, pero no a ninguna otra actividad o movilización fuera de las
escuelas.
De las sociedades de alumnos
a la huelga de 1966
Sin embargo, el “trabajo de hormiga” de los grupos culturales de izquierda, levantando las “pequeñas” demandas sentidas por los estudiantes,
organizando conferencias, proyecciones de cine,
poniendo periódicos murales, etcétera, sobre asuntos nacionales, de solidaridad internacional y
demás, junto con la experiencia de la participación
de esos grupos en planillas, casi siempre derrotadas, en las elecciones de comités ejecutivos de las
sociedades de alumnos y en el movimiento del 64,
permitieron que se fuera acumulando simpatía y
fuerza entre los estudiantes y así, en los tres años
posteriores, la izquierda ganó las elecciones de
comités ejecutivos en Filosofía, enfrentándose en
choques violentos al grupo fascista MURO
(enfrentamiento que prácticamente acabó con el
MURO en 1967)); en Ciencias, derrotando a la
derecha confesional, y en las preparatorias 2 y 7,
en choque directo con los grupos de porros ya sea
chavistas o alemanistas. Se mantuvo el bastión de
la Sociedad de Alumnos en Ciencias Políticas y
sólo se perdió temporalmente el de Economía
frente a un grupo priísta disfrazado de izquierdista.
Cabe destacar que el sistema de representación integrado por comités ejecutivos de sociedades de alumnos y consejos de representantes de
grupo escolar reproducía los vicios antidemocráticos del país; en los comicios para elegir los primeros, los grupos apoyados por las autoridades
regalaban todo tipo de cosas, había robo de urnas,
y acarreos, es decir, todo el clásico folklore electoral. Sin embargo, la izquierda los utilizaba para
difundir sus planteamientos, para crear conciencia,
y, sobre todo, aprovechaba la representatividad
más directa y menos influenciable de la elección
de los representantes de grupo escolar para levantar las demandas de la base estudiantil y para mantenerse ligada a esa base.
En este marco, se da la huelga de 1966 contra el rector Chávez. Todo comenzó por la expulsión de algunos líderes estudiantiles de la
Facultad de Derecho, algunos de ellos priístas,
pero la intervención de la izquierda hizo que el
pliego petitorio se ampliase representando en
suma la demanda de la Reforma Universitaria
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Democrática y consiguió que se crease el primer
Consejo Estudiantil Universitario (CEU), integrado por tres representantes de cada Comité de Huelga formado en las escuelas con la participación de
estudiantes de base, integrantes de los comités ejecutivos de las sociedades de alumnos y de los consejos de representantes de grupo escolar.
El pliego petitorio del CEU resulta muy interesante porque reunía demandas de largo alcance
que no se lograron, como son: que el Consejo Universitario y los consejos técnicos estuvieran integrados por igual número de representantes
estudiantiles, por un lado, y de los maestros y autoridades por el otro; que los representantes estudiantiles en los consejos fueran electos por voto
secreto, directo y universal; desaparición de la
Junta de Gobierno y traslado de sus funciones al
Consejo Universitario, y derogación de todos los
artículos del Estatuto que eran y siguen siendo
base para la antidemocracia en la UNAM, destacadamente los que permitían y permiten la aplicación de sanciones sin previo juicio. Cabe aclarar
que esto último, si bien no se consiguió formalmente, si se dio en la práctica pues, por convicción
propia, los rectores Barros Sierra y González
Casanova nunca permitieron que durante sus
periodos se sancionase a ningún estudiante y aún
durante los dos periodos del bastante represivo
rector Soberón tampoco se hizo. Creo que incluso
el rector Carpizo no se atrevió a dictar expulsiones.
Por otro lado, ese pliego incluía demandas
generales y particulares de algunas escuelas que sí
se consiguieron y representaron pasos de democratización de la UNAM, como la desaparición del
cuerpo de vigilancia, el pase automático de las preparatorias a la licenciatura y la baja en los precios
de las prácticas de laboratorio.
Asimismo, el pliego planteaba demandas
asistenciales para lograr una real apertura de la universidad a los hijos de obreros y campesinos y pueblo en general. Tal es el caso de la demanda de que
se instalaran residencias y comedores estudiantiles,
aumento del presupuesto para becas destinadas a
estudiantes de escasos recursos, utilizando, entre
otras cosas, las ganancias de las cafeterías (que
entonces eran concesiones privadas), que deberían
ser manejadas por cooperativas, y por el uso y
alquiler del estadio; servicio médico completo y
gratuito, formación de una comisión especial tripartita de estudiantes, maestros y alumnos que participase en la asignación del presupuesto,
considerando prioritaria la elevación de sueldos de
maestros y trabajadores.
Otro aspecto del pliego se refería al respeto a
la libertad de organización de los estudiantes,
garantizando la no intervención de las autoridades
en ello y la eliminación del apoyo que brindaban a
las federaciones, cosas todas que se alcanzaron en
lo que a la actitud de la rectoría se refiere.
El pliego petitorio del 66 destaca por algo
que pocas veces se ha dado en el movimiento estudiantil, es decir, el luchar por demandas de distinto
nivel: de largo, mediano y corto alcance, formulando peticiones que conjugan los planteamientos
más elementales y sentidos por los estudiantes, las
exigencias democratizadoras de tipo político, las
propuestas encaminadas a abrir el acceso a la universidad para el pueblo y las demandas de reforma
estructural universitaria que inciden tanto en las
formas de gobierno como en el contenido de la
enseñanza.
Un aspecto que no fue incluido como tal en el
pliego, pero que se mantuvo a partir de entonces en
diversos momentos, fue la exigencia de que se
estableciese como precepto constitucional el que,
para hacer efectiva la autonomía universitaria en
lo financiero, se estableciese como una obligación
gubernamental el destinar un porcentaje fijo del
presupuesto federal a la UNAM, de modo que el
subsidio oficial no fuese arma de presión contra la
universidad.
Barricadas y asambleas
Pero, retomemos el hilo de la narración. La huelga
abarcó a las escuelas del ala de humanidades y a las
preparatorias, la Facultad de Ciencias no se declaró
en paro, pero sí en asamblea permanente. El peligro
de ataques de los porros chavistas hizo que en las
escuelas en huelga se instalasen no sólo barricadas,
sino, en algunos casos, hasta cercos con alambre de
púas, pero nunca se cerraron los accesos a la Ciudad
Universitaria por una sencilla razón: al ser mayoritaria la representación de la izquierda en el CEU
y los comités de huelga prevaleció la idea de que
la huelga sólo podía ser decidida y mantenida por
la base estudiantil de cada escuela y no podía
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imponerse antidemocráticamente el paro a las
escuelas del ala técnica, cuyos estudiantes no querían participar en ella; aunque eso significase un
mayor peligro porque los porros podían llegar sin
obstáculos frente a las escuelas participantes en el
movimiento dentro de Ciudad Universitaria.
Pero, aún en estas condiciones de tensión y
violencia, el movimiento fue fiel a sus principios
democráticos; la huelga se decidió en asambleas
generales masivas y, según el nivel de participación
en cada escuela, se abrían las barricadas, en unos
casos diariamente, en otros una vez a la semana,
para realizar asambleas generales en el curso del
movimiento para que la base estudiantil escuchara
los informes de sus dirigentes y decidiera qué
hacer. Hubo algunos casos en que esa consecuencia
Bases de apoyo zapatistas, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1 de enero de 2003
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democrática hizo que la huelga se levantara en una
escuela por decisión de asamblea, al lograr mayoría
en ella los opositores al movimiento, y días después
se volviese a decretar el paro en otra asamblea, aunque cabe decir que esas asambleas posteriores al
inicio del movimiento no eran demasiado concurridas, sobre todo porque hubo ocasiones en las preparatorias en que terminaron en riñas masivas
entre porros y promotores de la huelga.
El movimiento se terminó luego de la aceptación por la Junta de Gobierno de la renuncia del
rector Chávez y una negociación transparente del
CEU con el nuevo rector, Javier Barros Sierra.
Los resultados del movimiento de 1966 y la
llegada a la rectoría de Javier Barros Sierra abrieron en la UNAM un ambiente de mayor democracia, de confianza de los estudiantes en sus propias
fuerzas y prestigiaron a la izquierda, lo que facilitó
la participación masiva en el movimiento de 1968.
El movimiento estudiantil de 1968
La rápida adhesión inicial al movimiento de prácticamente todos los estudiantes de la UNAM se
debió a la indignación frente a la entrada de la policía a diversas escuelas el 23 y el 29 de julio, frente
a la brutalidad policiaca y militar y a la violación
de la autonomía universitaria. Fue una adhesión
emotiva y espontánea que cristalizó en la realización de las asambleas generales masivas que en el
curso de una semana paralizaron a toda la institución.
Lo más interesante es que
esa adhesión inicial cristalizó de inmediato recogiendo
las experiencias organizativas y políticas previas.
En los primeros días,
sólo se manejaban lo que
podríamos llamar demandas
elementales de respuesta, es
decir, el castigo a los jefes
policíacos, la indemnización a heridos y familiares
de los muertos, el deslinde
de responsabilidades de los
MARCO PELÁEZ/LA JORNADA funcionarios implicados en
la represión, y la desaparición del cuerpo de granaderos, pero los dirigentes estudiantiles de izquierda plantearon, y esto fue comprendido y hecho
suyo por la base, la inclusión de los dos puntos que
daban un contenido más general de lucha por las
libertades democráticas al movimiento: la libertad
de los presos políticos y la desaparición de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, en los que se
basaba la represión a todos los opositores.
El consenso generalizado en favor del movimiento y la voluntad de participación masiva
hicieron que en las escuelas en las que los comités
ejecutivos de las sociedades de alumnos se oponían
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o estaban renuentes a aceptar la huelga, éstos fueran de inmediato desconocidos y se pasara a integrar comités de lucha integrados por dirigentes
surgidos de la base. En otras escuelas, donde los
comités ejecutivos tenían posiciones democráticas
o de izquierda, esos comités se auto disolvieron
para sumarse a otros estudiantes y formar los
comités de lucha; en algunas más los consejos de
representantes de grupo participaron en esos comités de lucha.
Escuelas abiertas,
comités de lucha y el CNH
Lo novedoso fue que no bastaba que un compañero fuera muy activo o fuera parte de una organización política para estar en el Comité de Lucha de
una escuela, sino que la integración de éste era
decidida por la asamblea general. Así, en los comités de lucha y en el Consejo Nacional de Huelga,
formado con representantes de cada escuela,
muchos de los principales dirigentes electos fueron estudiantes de grupos de izquierda que habían
destacado previamente, pero que tuvieron que
ganarse su puesto y refrendarlo en las asambleas
generales. Al mismo tiempo, la magnitud del
movimiento hizo que la aplastante mayoría de los
líderes electos fueran estudiantes sin afiliación ni
experiencia política previas, pero sí conocidos y
prestigiados entre sus compañeros.
Durante el mes de agosto y la primera quincena de septiembre, las asambleas generales se
celebraban diariamente y en ellas los representantes al CNH informaban de sus discusiones y la
asamblea decidía sus propuestas al mismo CNH.
Los representantes tenían la obligación de llevar
al CNH los acuerdos de la asamblea general, pero
gozaban de autonomía para votar en los asuntos
que no hubiera decidido esa asamblea, asimismo,
podían cambiar el sentido de su voto en el curso
de la discusión en el CNH, pero siempre tenían
que rendir cuenta de su actuación ante la asamblea general, que podía revocarlos en cualquier
momento, del mismo modo que podía decidir que
no siguiera en un Comité de Lucha un compañero
al que le perdiera la confianza política, sin importar que tan activo fuera éste. Eran, como se decía
en aquel entonces “líderes por un día”, pues
dependía de su actuación si eran enviados o no por
sus asambleas al día siguiente al CNH.
Hay que tener claro que en este periodo estamos hablando de asambleas generales masivas, en
las que estaba presente el 70 o el 80 por ciento de
los estudiantes de una escuela; asambleas que
muchas veces tenían que realizarse en los patios
porque no había auditorios en los que cupieran
todos los asistentes.
Luego, cuando la represión se fue generalizando, en la segunda parte de septiembre, octubre
y noviembre, el temor hizo que la asistencia a las
asambleas disminuyera notablemente, que sólo se
realizaran un par de veces a la semana o más
esporádicamente, e incluso, en el caso de algunas
preparatorias que fueron tomadas por los porros,
que ya no hubiera asambleas sino hasta finales del
movimiento.
Sin embargo, la escuela de democracia
directa del primer mes y medio del movimiento
hizo que los dirigentes buscaran a como diera
lugar el conocer la opinión no sólo de los activistas, sino el contacto con cualquier grupo de alumnos que se estuviera reuniendo para decidir que
posiciones tomar. Así, frente a las dos ocasiones
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en que el rector llamó a clases por presiones del
gobierno, o sea el 17 de septiembre y el 25 de
noviembre, y en el caso del 4 de noviembre, cuando el secretario de Educación Pública formuló un
llamado similar, los estudiantes respondieron,
pese al ambiente aplastantemente represivo, realizando asambleas generales multitudinarias en las
que decidieron mantener la huelga, aunque ciertamente ya no iban a sus escuelas ni participaban en
actividades. El levantamiento final del paro fue
decidido masivamente, aunque con fuertes discrepancias, en asambleas generales.
Es importante destacar que ni durante el
auge del movimiento en agosto y principios de
septiembre, ni bajo los golpes de la represión del
periodo posterior, los estudiantes cerraron las
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escuelas ni pusieron barricadas, salvo en los planteles y días en que hubo ataques policíacos y militares. El acceso a los patios y salones era libre
porque la fuerza del movimiento residía en el consenso general que tenía. Durante el auge, ello permitió que la gente no sólo estuviera en huelga,
sino que se mantuviera permanentemente movilizada, ya sea participando en las asambleas o en
discusiones y actos culturales y tomando las
escuelas como base para elaborar propaganda y
salir de brigada. Pero incluso durante el declive de
la segunda parte de septiembre, octubre y noviembre, las escuelas que no fueron tomadas por el
ejército se mantuvieron abiertas; es más, ni
siquiera en las preparatorias que tomaron los
porros pudieron convocar a clases, sencillamente
porque no hubieran logrado romper el paro.
Las brigadas del 68
Otra experiencia organizativa destacada del 68 es
la multiplicación de cientos de brigadas mediante
las que el movimiento llevó su mensaje al pueblo.
Esas brigadas se integraron de manera natural en
las escuelas aglutinando a amigos, compañeros de
grupo escolar, militantes de organizaciones de
izquierda, etcétera. Cada brigada tenía su propia
dinámica, redactaba sus volantes y los imprimía,
recolectaba dinero, etcétera. En las brigadas se formaron agitadores y propagandistas surgidos de la
base estudiantil y ajenos a la
retórica tradicional de los
grupos más politizados.
Hay que subrayar que
el mensaje del movimiento
era más o menos homogéneo pero no por una imposición vertical que surgiera
del CNH, de los comités de
lucha o de alguna organización de izquierda, sino que
cada brigada interpretaba a
su modo lo que sus integrantes oían o discutían en las
asambleas generales. Sólo
los carteles se emitían de
manera un poco más centralizada, pero no por un orgaCRISTINA RODRÍGUEZ/LA JORNADA nismo de dirección, sino en
la Escuela Nacional de Artes Plásticas, aunque
también se editaban en otras escuelas.
Las brigadas entregaban parte del dinero recolectado a los comités de lucha para que éstos compraran papel, tinta y financiaran otras actividades
generales; los comités de lucha pagaban su cuota al
CNH para financiar los desplegados en los periódicos. Es decir, los brigadistas no esperaban recibir de
arriba elementos materiales para su trabajo, sino
que eran ellos los que sostenían el movimiento.
Así, los elementos organizativos que cabe
destacar del 68 son: la democracia directa y revocación de dirigentes practicada en las asambleas;
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la confianza de la base estudiantil en el CNH, que
permitía que éste no tuviera que “tirar línea” desde
arriba, sino generalizar iniciativas surgidas de las
escuelas y la autonomía de las brigadas para actuar
e interpretar los pronunciamientos y decisiones
generales del CNH.
Los 70. El declive de los comités
de lucha. Autogobierno y
cogobierno
salir de brigada. Esos talleres se mantuvieron después del movimiento y fueron el germen que dio
base al mantenimiento de un Comité de Lucha verdaderamente representativo y luego al movimiento por el Autogobierno, que no sólo significó un
ensayo de democratización de los órganos de
gobierno en la escuela, sino el canalizar la voluntad de lucha estudiantil ligando el ejercicio de su
profesión con las necesidades populares, elaborando proyectos concretos para diversas colonias.
Otro caso destacado fue el de la Facultad de
Economía, en el que la lucha por varios años para
lograr que se implantara, reconociera y comenzara a funcionar el Cogobierno también permitió el
sostenimiento de un Comité de Lucha representativo.
Luego del levantamiento de la huelga el 4 de
diciembre de 1968, el movimiento estudiantil
entró en un periodo de postración, aunque no todo
fue desánimo. Los activistas estudiantiles en la
mayoría de las escuelas de
la UNAM sostuvieron la
existencia de los comités de
lucha, pero, en casi todos
los casos, esos comités ya
no eran representativos de
la base, sino de la voluntad
de lucha de grupos muy
reducidos; las asambleas
eran muy esporádicas y
con poca asistencia. Sin
embargo, siguió teniendo
consenso, aunque fuera
pasivo, el rechazo a todo
intento gobiernista de penetrar en la UNAM y la
demanda de libertad de los
presos políticos y algunas
CRISTINA RODRÍGUEZ/LA JORNADA
movilizaciones y paros San Cristóbal de las Casas, Chiapas, primero de enero de 2003
pudieron realizarse en el curso de 1969 y 70. Cabe
El 10 de junio.
destacar que, a pesar de que el vanguardismo cunEl Consejo Universitario y los
dió en los integrantes de muchos comités de
consejos técnicos
lucha, éstos nunca impusieron un paro o acción
contra la voluntad de la base estudiantil, simpleEn paralelo a esos procesos, la lucha de los estumente trataron de lograr su movilización, considiantes de Nuevo León contra el intento de reforguiendo a veces éxitos y en otras cosechando
mar la Ley Orgánica de su universidad con un
fracasos.
sentido reaccionario, suscitó una reactivación soliCaso particular fue el de la Facultad de
daria del movimiento estudiantil en la UNAM y su
Arquitectura, donde desde el 68 se crearon talleres
participación en el Comité Coordinador de Comien los que se trabajaba sobre un urbanismo popular
tés de Lucha que organizó la manifestación repripara que participaran en ellos los estudiantes con
mida el 10 de junio de 1971.
vocación más académica y menos dispuestos a
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Sobre esta breve movilización cabe destacar
que en ella se rebasaron los límites de la solidaridad inicial, pues pese a que el conflicto en Monterrey ya se había resuelto cuando se realizó el
intento de manifestación, ésta se llevó a cabo enarbolando como banderas de lucha la democratización de la enseñanza y la unidad obrerocampesino-estudiantil, cuestión que se concretó y
generalizó en los dos años siguientes en las acciones solidarias de diversos grupos de activistas
estudiantiles que no sólo apoyaron desde sus
escuelas, sino se involucraron directamente en
huelgas obreras y movimientos campesinos.
Durante los primeros años de este periodo los
grupos de activistas estudiantiles se mantuvieron
al margen de las elecciones del Consejo Universitario y de los consejos técnicos con la idea de no
convalidar las decisiones autoritarias y la estructura antidemocrática de la UNAM, pero, por un lado,
se constató que esos órganos de cualquier modo
funcionaban sin que les afectara la ausencia de
representantes estudiantiles de unas cuantas
escuelas, y, por el otro, las luchas por el Autogobierno y el Cogobierno y la necesidad de enfrentar
en el plano institucional la ofensiva autoritaria del
rector Soberón, llevaron a reconsiderar esa posición y a articular, a partir de 1975, la participación
estudiantil opositora, basándola en formas extralegales de elección directa y de paridad en los consejos técnicos. Es decir, se dio una participación en
órganos de la estructura formal de la UNAM, pero
tratando de darle un contenido distinto que ligara a
los consejeros a la base estudiantil y a las luchas
concretas.
Más tarde, entre 1976 y 1978, surgieron
diversos intentos de superar el aislamiento de los
activistas respecto a la base estudiantil, como
fueron las propuestas de crear uniones de estudiantes que combinaran la existencia de consejos
de representantes de grupo con la realización de
asambleas generales para problemas en los que se
requiriera la movilización masiva o como la formación de consejos departamentales por área o
carrera. Estos intentos corrieron diversa suerte en
distintas escuelas, manteniéndose o desapareciendo.
Conclusiones mínimas
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Otros casos más en que se lograron movimientos representativos de los estudiantes fueron
las luchas contra actos autoritarios de diversos
directores como en el caso de Medicina y la formación de la Comisión Estudiantil para la Reforma del Colegio de Historia en la Facultad de
Filosofía, que consiguió elaborar, en conjunto con
los maestros de izquierda, un nuevo plan de estudios que tuvo que ser aprobado por el Consejo
Universitario.
Luego de exponer simplificadamente algunos
aspectos de la trayectoria de las huelgas y organización estudiantil en la UNAM, vale la pena esbozar algunas conclusiones mínimas.
En primer lugar, creo que es claro que en la
década de los 60 y principios de los 70 el movimiento ensayó diversas formas de organización,
ya sea de democracia directa, representativa o
mixta, y participó en las huelgas y movilizaciones
de acuerdo a la situación concreta, pero todas ellas
tienen una cosa en común: el sostener como principio el tratar de actuar con el consenso de la base
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estudiantil, de acuerdo a las condiciones de cada
comunidad, que difundían tanto en las escuelas
escuela, y el dar vía libre a procedimientos demono movilizadas como en la sociedad, el contenido
cráticos para que esa base expresara su voluntad,
de la lucha y que no estaban subordinadas a ninaunque fuera contraria a la izquierda como tal.
gún grupo político en particular. También es resLa actitud de la izquierda en la UNAM no
catable la necesidad de encontrar formas que
estuvo exenta de errores y desviaciones, pero tales
permitan que una huelga no signifique sólo el
situaciones se dieron más bien en las relaciones
paro de labores, sino la participación activa y
que se establecían entre las diversas organizaciocotidiana de la mayoría de los estudiantes tanto
nes. Hubo desconfianzas profundas y ataques
en la toma de decisiones como en actividades de
canibalescos entre los diversos agrupamientos que
diverso tipo.
llegaron incluso a enfrentamientos a golpes, como
En este último aspecto cabe recordar que
el ocurrido a fines de 1966 entre trotskistas, esparuna huelga estudiantil no afecta en el terreno ecotaquistas y comunistas en el auditorio Che Guevanómico al régimen, es más, su impacto de este
ra (todavía no llamado así). Sin embargo, es
tipo en la propia universidad es limitado, por mas
destacable que aún en esa circunstancia los grupos
escándalo que se haga con ello en los medios de
de izquierda, por más enfrentados que estuvieran,
comunicación. La fuerza de una huelga estudiantil
no dudaban en unirse a la
hora de acciones contra el
porrismo, el MURO o el
gobierno, como fue en el
caso destacado de la huelga
de hambre de presidentes de
las Sociedades de Alumnos
de las escuelas de izquierda
por la libertad de los presos
póliticos ferrocarrileros que
precedió al movimiento de
1968. La izquierda buscó
afanosamente durante unos
15 años implantarse, arraigar, entre los estudiantes
aunque algunos grupos vieran al movimiento estudiantil sólo como un semillero
YAZMÍN ORTEGA CORTÉS
de cuadros para el movi- Bases de apoyo zapatistas, primero de enero 2003, San Cristóbal de las Casas, Chiapas
es política y social y, por ello, entre más tangible y
miento revolucionario y otras organizaciones conevidente es el respaldo masivo que tiene y entre
sideraran que el movimiento estudiantil por sí
más difundan los estudiantes directamente entre
mismo era una de las vertientes del movimiento
la sociedad sus motivos y demandas, más presión
revolucionario.
significa sobre las autoridades universitarias y
En segundo lugar, me parece que del movigubernamentales.
miento de 1966 se puede rescatar la experiencia de
No es despreciable conseguir la solidaridad
formular programas de lucha que tengan distintos
de organizaciones y personalidades externas, pero
niveles para corresponder a los también distintos
más importante, y más preocupante para el gobiergrados de conciencia y deseo de participación de
no, es que los estudiantes lleguen con su propia
los estudiantes de base.
voz a decirle a la gente por qué luchan y conseguir
En tercer lugar, pienso que del movimiento
no sólo su simpatía, sino la ligazón con sus propias
del 68 cabe resaltar la creación de brigadas, no de
luchas.
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los estudiantes más conscientes, sino de toda la
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