Jesús Gallego Montero DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA LITERATURA. 1º BACHILLERATO LA PROSA MEDIEVAL CASTELLANA EN EL SIGLO XIV. DON JUAN MANUEL 1. INTRODUCCIÓN En el siglo XIV, la producción en prosa se incrementa notablemente en Castilla, con nuevas traducciones árabes y crónicas históricas. Al mismo tiempo, la prosa se enriquece con la aparición de nuevos géneros narrativos: los libros de caballerías, los libros de aventuras, el auge del género histórico y la obra de don Juan Manuel. Por supuesto, continúa la ingente labor iniciada por Alfonso X el Sabio, con la aparición de traducciones, ampliaciones y glosas de obras árabes, latinas y griegas. Con respecto a los libros de caballerías, se trata de una literatura idealista llamada también como materia de Bretaña por estar protagonizada en sus orígenes por caballeros bretones, próximos a la corte del rey Artús (Arturo) y de sus caballeros de la Tabla Redonda. En Francia destacó Chrétien de Troyes en el siglo XII, quien consagró el género con obras como El caballero de la carreta (Lanzarate del Lago). El protagonista de estos libros de caballerías es el famoso caballero andante, el héroe esforzado que llegará hasta don Quijote. Entre los principales libros de caballerías españoles destaca Amadís de Gaula. 2. DON JUAN MANUEL Es el primer autor literario en castellano que muestra plena conciencia de su condición de escritor. La prosa de don Juan Manuel sigue más los modelos latinos que los orientales. Se caracteriza por una expresión sobria y concisa, procurando siempre una claridad y un realismo acordes con la intención didáctico-moral de su obra. Utiliza una prosa sencilla con la que intenta captar el interés del pág. 1 Jesús Gallego Montero lector y ofrecerle enseñanzas comprensibles como modelo para su vida cotidiana. OBRA Es sabido que don Juan Manuel escribió muchísimas obras; pero el incendio del monasterio de Peñafiel, donde se guardaba el códice de sus obras, es la causa de que se perdieran algunas. Junto a El conde Lucanor, figuran en su producción varios tratados de carácter didácticomoral que, siguiendo la tradición cuentística oriental y medieval de los “espejos de príncipes” (modelos de conducta para la educación de los hijos de los nobles), revelan sus inquietudes políticas, morales y religiosas. Entre sus obras principales destacan El libro del caballero et del escudero, el Libro de los estados, el Libro infinito y el Libro de las armas. Pero entre todas ellas destaca sobremanera el Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio, conocido como El conde Lucanor. EL CONDE LUCANOR Se trata de la obra más original de don Juan Manuel. Escrito entre 1334 y 1335, consta de dos prólogos y cinco partes. La primera parte, la más extensa y conocida, está formada por una colección de 51 cuentos o ejemplos. Las cuatro últimas secciones del libro recogen en sentencias de origen culto un parecido contenido moral al de los cuentos ESTRUCTURA La estructura de cada cuento suele ser muy similar, manteniéndose fijas las siguientes partes: el marco narrativo, el ejemplo y los versos finales. En el marco narrativo, que precede y sigue a cada ejemplo, un narrador general presenta al joven con Lucanor y a su consejero, Patronio, conversando. El conde, ante un problema que se le plantea, pide consejo a Patronio, y este le responde con un relato, el ejemplo, apólogo o fábula que contiene la solución al problema planteado al conde. Una vez finalizado el relato, Patronio aplica la enseñanza contenida en el ejemplo al problema del conde dándole un consejo sobre su problema. pág. 2 Jesús Gallego Montero En este momento aparece el narrador general, quien nos advierte que al conde le pareció bien el consejo de Patronio. El cuento termina con dos viessos o versos finales pareados que resumen el contenido moral del cuento en el que se insertan y que sirven de moraleja. ACIERTOS - Por encima de todo destaca la caracterización de los personajes. El autor presenta a los personajes con una dimensión psicológica desconocida para la época en la narrativa - Por supuesto destaca también el enfoque humorístico o irónico en el tratamiento de algunos personajes. - Todos los estamentos sociales tienen cabida en la obra, a partir de la presencia de una gran variedad de tipos humanos. - El autor, incluso, surge en la obra como uno más de los personajes. 3. TEXTO EXEMPLO XXXII1 De lo que sucedió a un rey con los burladores que tejieron el paño Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le decía: — Patronio, un hombre vino a mí y me dijo un gran negocio, y me da a entender que me sería muy provechoso; pero me dice que no lo sepa nadie en el mundo por mucho que yo confíe en él; y tanto me insiste en que guarde este secreto, hasta decir que si a alguien lo cuento, toda mi hacienda y hasta mi vida están en peligro. Y como yo sé que nadie en el mundo podría deciros nada que no entendierais si es para bien o por algún engaño, os ruego que me digáis vuestro parecer sobre esto. Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, para que entendáis, según mi parecer, lo que más os conviene hacer en esto me gustaría que supieseis lo que le sucedió a un rey con tres burladores que vinieron a él. El conde le preguntó cómo había sido aquello. 1 Para este lugar, he optado por presentar la versión modernizada de María Jesús Lacarra en sus Cuentos de la Edad Media, Madrid, Castalia, Odres Nuevos, 1989, pp. 178-182. En su versión original, el exemplo xxxii puede verse en Don Juan Manuel, El conde Lucanor, ed. Guillermo Serés y estudio preliminar de Germán Orduña, Barcelona, Crítica, 1994, pp. 137-141. pág. 3 Jesús Gallego Montero Señor conde —dijo Patronio—, tres burladores vinieron a un rey y le dijeron que eran muy expertos en hacer paños, y en particular que hacían un paño que lo vería todo hombre que fuese hijo de aquel padre que todos decían; pero quien no fuese hijo de aquel padre que él creía y que las gentes decían, no podría ver el paño. Al rey le gustó esto mucho, pensando que con aquel paño podría saber qué hombres de su reino eran hijos de aquellos que debían ser sus padres o cuáles no, y de esta manera podría aumentar mucho lo suyo; pues los moros no heredan nada de su padre, si no son verdaderamente sus hijos. Y para esto mandóles dar una casa en donde hiciesen aquel paño. Y ellos le dijeron que, para que viese que no le querían engañar, les mandase encerrar en aquella casa hasta que estuviera hecho el paño. Esto le pareció muy bien al rey. Y después que hubieron tomado para hacer el paño mucho oro y plata y seda y mucho dinero, entraron en aquella casa y los encerraron allí. Y ellos pusieron sus telares y daban a entender que durante todo el día tejían el paño. Y al cabo de algunos días, fue uno de ellos a decir al rey que el paño ya estaba comenzado y era la más hermosa cosa del mundo; y le dijo con qué figuras y con qué dibujos lo empezaban a hacer y que si le parecía bien, lo fuese a ver y que no entrase nadie con él. Esto le gustó mucho al rey. Y el rey queriendo comprobar aquello antes en otro, envió a un criado suyo para que lo viese, pero no le avisó que lo desengañase. Y después que el camarero vio a los maestros y lo que decían, no se atrevió a decir que no lo había visto. Cuando volvió al rey, le dijo que había visto el paño. Después envió a otro, y le dijo eso mismo. Y tan pronto como todos los que el rey envió le dijeron que habían visto el paño, fue el rey a verlo. Y cuando entró en la casa, vio a los maestros que estaban tejiendo y decían: —Esto es tal dibujo y esto es tal historia y esto es tal figura y esto es tal color. Y estaban todos se acuerdo, y ellos no tejían nada; cuando el rey vio que no tejían y decían cómo era el paño y que él no lo veía y lo habían visto los otros, se pensó morir; pues pensó que porque no era hijo del rey que él tenía por su padre, por eso no podía ver el paño, y temió que si dijese que no lo veía, perdería el reino. Y por eso comenzó a alabar mucho el paño y aprendió muy bien cómo decían los maestros que estaba hecho el paño. Y tan pronto como estuvo en su casa con la gente, comenzó a decir maravillas de los bueno y lo maravilloso que era aquel paño, y decía las figuras y las cosas que había en el paño, aunque estaba con muy mala sospecha. pág. 4 Jesús Gallego Montero Al cabo de dos o tres días, mandó a su alguacil que fuese a ver aquel paño. Y el rey le contó las maravillas y rarezas que había visto en aquel paño. El alguacil fue allá. Y después que entró y vio a los maestros que tejían y decían las figuras y las cosas que había en el paño, y oyó al rey cómo lo había visto y él no lo veía, pensó que porque no era hijo de aquel padre que él creía, por eso no lo veía, y pensó que si se lo descubrían, perdería toda su honra. Y por ello comenzó a alabar el paño tanto como el rey o más. Y cuando volvió al rey y le dijo que había visto el paño y que era la cosa más notable y más hermosa del mundo, se consideró el rey aún más desgraciado, pensando que, puesto que el alguacil había visto el paño y él no lo había visto, ya no había ninguna duda de que él no era hijo del rey que creía. Y por ello, empezó a alabar más y a insistir más en la bondad y en la nobleza del paño y de los maestros que tal cosa sabían hacer. Y otro día, envió el rey a otro consejero suyo y le sucedió como al rey y a los otros. ¿Qué más os diría? De este modo, y por este temor, fueron engañados el rey y cuantos hubo en su tierra, pues ninguno se atrevía a decir que no veía el paño. Y así pasó este asunto hasta que llegó una gran fiesta. Y dijeron todos al rey que se vistiese aquellos paños para la fiesta. Y los maestros los trajeron envueltos en muy buenos lienzos y dieron a entender que desenvolvían el paño y preguntaron al rey que cómo quería que cortasen aquel paño. Y el rey dijo qué trajes quería. Y ellos daban a entender que cortaban y que medían la talla que habían de tener los trajes y que después los coserían. Cuando llegó el día de la fiesta, fueron los maestros al rey, con sus paños cortados y cosidos, y diéronle a entender que le vestían y que le estiraban los paños. Y así lo hicieron hasta que el rey pensó que estaba vestido, pues no se atrevía a decir que no veía el paño. Y tan pronto como fue vestido tan bien como habéis oído, cabalgó para ir a la ciudad; sin embargo, le vino bien porque era verano. Y después que las gentes le vieron venir así y sabían que el que no viera el paño no era hijo del padre que pensaba, pensaba cada uno que los otros lo veían y que puesto que él no lo veía, si lo decía, estaría perdido o deshonrado. Y por esto se mantuvo aquel secreto, que no se atrevía nadie a descubrirlo, hasta que un negro que guardaba el caballo del rey, y no tenía nada que perder, se acercó al rey y le dijo: —Señor, a mí no me importa que me tengáis por hijo de aquel padre que yo digo ni de otro, y por ello os digo que o estoy ciego o vais desnudo. pág. 5 Jesús Gallego Montero Y el rey le comenzó a maltratar, diciendo que como no era hijo de aquel padre que él creía por eso no veía sus paños. Cuando el negro dijo esto, otro que lo oyó dijo eso mismo, y así fueron diciendo hasta que el rey y los demás perdieron el recelo de conocer la verdad y entendieron el engaño que los burladores habían hecho. Y cuando los fueron a buscar, no los hallaron, pues se habían ido con lo que habían cogido del rey por el engaño que habéis oído. Y vos, señor conde Lucanor, pues aquel hombre os dice que no sepa nadie en quien confiáis nada de lo que él os dice, estad seguros de que os quiere engañar, pues bien debéis entender que no tiene el derecho de querer más vuestro provecho, que no tiene con vos tanta relación como los que con vos viven, que reciben muchas relaciones y beneficios de vos, por lo que deben querer vuestro provecho y vuestro servicio. El conde tuvo este consejo por bueno e hízolo así y se encontró por ello bien. Y viendo don Juan que este era un buen ejemplo, lo hizo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: El que te aconseja esconderte de tus amigos quiere más engañarte que dos higos. COMENTARIO La fuente de este relato probablemente sea de origen árabe. Más que de don Juan Manuel, el éxito de este cuento se debe a Baltasar Gracián (siglo XVII), quien lo difundió en su Agudeza y arte de ingenio, XXVII, y El Criticón, III, 4. Sin embargo, os propongo que leáis el entremés de Cervantes El retablo de las maravillas y que comentéis las similitudes con el texto de don Juan Manuel, así como las diferencias temáticas que se manifiestan en el texto de Cervantes. Entre estas últimas, considera si Cervantes introdujo un cambio temático importante relacionado con la limpieza de sangre, tan puesta de manifiesto en la sociedad y la literatura de los siglos XVI y XVII, y que veremos en su momento. pág. 6 Jesús Gallego Montero 4. BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA Don Juan Manuel, El conde Lucanor, ed. Guillermo Serés, estudio preliminar Germán Orduna, Barcelona, Crítica, 1994. LACARRA, María Jesús, Cuentos de la Edad Media, Madrid, Castalia, Odres Nuevos, 1989. LACARRA, María Jesús, Cuentística medieval en España: los orígenes, prólogo Víctor García de la Concha, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1979 LACARRA, María Jesús, y LÓPEZ ESTRADA, Francisco, Los orígenes de la prosa, Madrid, Júcar, 1993. pág. 7