LEYENDA: “EL NIÑO DIOS Y LA BANDA DE LOS LUCÍOS”

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LEYENDA: “EL NIÑO DIOS Y LA BANDA DE LOS LUCÍOS”
Del Niño Dios, como sabemos existen numerosas leyendas que están relacionadas con Amatitlán y
su lago. Augusto Reynosa Orellana nos contaba que los ancianos pescadores que se mantenían a
orillas del lago entre muchas historias que relataban estaba la siguiente; que contaba uno de ellos:
…”Pues en esas épocas había una banda de ladrones que les decían “Los Lucíos”, y la señora
Manuela temiendo que llegaran hasta la aldea Belén donde ella vivía sola en su rancho, dispuso, al
saber que los bandoleros merodeaban por las poblaciones cercanas, esconder su más grande
tesoro, la venerada imagen de su Niño Dios. Y sin pensarlo mucho tomó una caja de metal y
después de guardar en el fondo al divino infante, que tantos favores había brindado a aquella
humilde y buena mujer, así como a los demás moradores de la aldea, ató alrededor de la caja unas
cuerdas de cuero crudo. Ya entrada la noche, cuando sólo el canto de las ranas y los grillos animan
en derredor, salió por la puerta trasera del rancho y encaminándose hacia un viejo amatle, con su
valiosa prenda bajo el brazo derecho y con una herramienta en la mano izquierda, rezó en voz baja
sus plegarias y pidiéndole perdón al niño Dios, enterró la caja en un agujero que hizo…”.
“La vieja Manuela tuvo que morirse un día, y su secreto se lo llevó a la tumba”. Y curiosos
preguntamos: ¿Y la imagen del niño Dios quedó enterrada para siempre? Y el viejo pescador
responde, exhalando el humo de su puro, “un día tres de mayo, un aldeano que remaba por la
orilla norte del lago, donde se llama los órganos, divisó sobre una piedra en forma de silla, una luz
muy brillante que casi le enceguecía. No pudimos vencer su curiosidad se acercó más y más, y
grande, muy grande fue su sorpresa al ver que sobre la silla de piedra descansaba la imagen del
Niño Dios…”.
Esta historia entre otras, era la que nos contaba Augusto cuando jóvenes inquietos nos
acercábamos a él con el objeto de disfrutar su amena, ingeniosa y poética charla.
LEYENDA: EL NIÑO DIOS DE AMATITLÁN Y EL PEZ DORADO
…”Había una vez una familia que era muy pobre, esta vivía a orillas del lago de Amatitlán, en una
choza muy humilde. El padre sostenía a la familia de la pesca, la cual realizaba todos los días de la
semana, en una lancha que él mismo había construido.
Siempre iba a pescar con sus redes; pero un día que estaba muy nublado y como señal de un mal
presagio, la esposa le dijo:
-No vayas a pescar hoy, el día está muy nublado y no augura nada bueno, ir con el tiempo así es
muy peligroso, se te puede volcar la lancha y te podrías morir y también, moriremos de hambre,
pues no habrá quien nos proporcione el sustento diario. Recordate que cada cinco siglos aparece
la gran serpiente, que devora a los pescadores.
-¡No!, replicó el esposo, esas son puras supersticiones pero la esposa le contestó:
Tomado de: Amatitlán (Tradiciones)
Licda. Aracely Judith Samayoa Godoy de Pineda
-¡No! Son supersticiones, acordate que en el libro Sagrado de nuestros antepasados indígenas de
Amatitlán, dice que hace mucho tiempo “una serpiente grandísima se comió a varios
pescadores”…
Contestándole el esposo… -y vos que crees todas esas patrañas que cuenta los indígenas, además
tengo que pescar porque si no, no comen. Saliendo cerró la puerta de un tirón y se fue al lago…,
remando y remando se acercó más o menos al centro del lago, al cual acostumbraba ir a pescar,
era su lugar favorito; miró hacia el cielo y se percató que se acercaba una gran tormenta,
comenzando a llover en ese momento, llovió tanto… que la lancha dio vuelta y él se fue hasta el
fondo del lago yendo a parar dentro de un enorme barco, que se había hundido hacía mucho
tiempo, y en el cual había mucho oro.
Al movilizarse dentro del barco el pescador pasó enfrente de la gran serpiente que para su suerte
estaba dormida. En la parte final del barco vio una luz tan intensa como el oro, guiado por la
curiosidad y con mucho miedo se acercó al cuarto de donde provenía la luz y ¡cuál, fue su
sorpresa!... ahí en puritita persona un Niño, el verdadero Niño dios de Amatitlán, sentado en una
sillita…
El niño le dijo: -“Esa serpiente me intentó echar una magia, pero la magia le cayó a ella,
convirtiéndola en la gran serpiente que es ahora. De venganza me trajo hasta aquí, y me tiene
prisionero” y ¿qué dice esa maldición?, preguntó el pescador, y el Niño respondió:
-“…Dice que, el que me llegue a sacar de aquí, se convertirá en millonario y la serpiente se
convertirá en un “PEZ DORADO”, que le regalará dinero a toda la gente pobre”…
Entonces el hombre pensó un plan para sacar al Niño de allí. Cuando vio que la serpiente aún
dormía decidió retirarse llevándose con él al Niño pero en ese momento la serpiente se despertó y
los comenzó a perseguir y ellos a nadar hasta salir a la superficie; pero cuál fue su sorpresa, entre
todas las nubes negras de la tormenta que se avecinaba, había una blanca y resplandeciente, de
donde se escuchó una voz (DIOS) que dijo a la serpiente:
-“…Déjalos ir en paz, o me desafiarás”;
-Te desafío Señor, le contestó la serpiente. Entonces la nube blanca comenzó a descender
acercándose a ellos y cuando estuvo en la superficie del lago se empezaron a pelear. En la lucha
iban destruyendo todo, entonces el Niño Dios le dijo al pescador:
-“…Lleguemos a la Iglesia de Pampichín, para que mi Padre, no golpee mucho a la serpiente”…
Cuando entraron a la Iglesia, el Niño se sentó en una sillita. La serpiente y Dios a todo esto
seguían luchando. Cuando el Señor venció a la serpiente, esta se convirtió en un enorme “PEZ
DORADO”, y el Niño Dios en una estatua.
El pescador al observar esto, se retiró del lugar llorando, pensando que el Niño había muerto.
Tomado de: Amatitlán (Tradiciones)
Licda. Aracely Judith Samayoa Godoy de Pineda
Cuando por fin volvió a su casa, no podía creer lo que veía ante sus ojos, la casa humilde que él
habitaba, se había convertido en una verdadera Mansión, con paredes de oro y con un lujo nunca
visto por él y su familia.
Entonces le preguntó a su esposa, que había salido a su encuentro al oírlo llegar:
-¿Qué hiciste de mi humilde casa?, ¿dónde está? Y ella le respondió
-Esta es nuestra casa, nos la vino a dejar el verdadero Niño Dios de Amatitlán.
LEYENDA: “EL NIÑO DIOS Y LA SILLA DE PIEDRA”
Andares, andares, que te dijo andares… que hace muchos años los pescadores de Amatitlán salían
todos los días por la madrugada o en las tardes de plenilunio a realizar sus labores de pesca en
aquellas lugares de pica que ya ellos tenían por conocidos.
Pero resulta ser que de repente, sin razón ni explicación los pescadores lanzaban sus varas al agua
y las sacaban vacías sin que ningún pez mordiera el anzuelo, así pasaron varios días y ni aún en “El
Paso de los Órganos” que era el lugar preferido de aquellos hombres, para las labores de pesca,
lograban su objetivo.
Las mujeres de los pescadores queriendo ayudar se pusieron a rezar pidiendo a Dios que iluminara
a sus maridos y los proveyera de abundante pesca, pues era el sostén económico de aquellos
lugares.
Una noche de luna llena los pescadores se internaron una vez más en las cristalinas aguas del lago
y cuando estaban frente al imponente peñasco del “Paso de los Órganos”, una luz brillante les
cegó y se escuchó una voz que les dijo:
-“Si quieren que bendigan sus labores y les provea de una pesca abundante tráiganme en
procesión hasta aquí para que todos los que visitan el lago conozcan que yo soy el Niño Dios”.
Los pescadores cayeron en un profundo sueño y al amanecer despertaron y vieron que en la peña
se había formado una Silla de Piedra donde se veía la imagen del Niño Dios sentado en el lugar.
Era la imagen del Niño que se habían llevado de la Iglesia de Pampichín a la Iglesia grande del
pueblo y aunque ellos se quedaron tristes, nada habían hecho por impedir el traslado.
Los pescadores volvieron a sus hogares y no dijeron nada a sus familias pero acordaron reunirse
una vez más a sus familias pero acordaron reunirse una vez más por la noche y volver al “Paso de
los Órganos” para tratar de encontrar una explicación a lo que les había ocurrido.
Pasaron los días y durante varias noches los pescadores volvían una y otra vez al Paso de los
Órganos sin encontrar respuesta, hasta que un 3 de mayo por la madrugada los sorprendió
nuevamente la voz que decía:
Tomado de: Amatitlán (Tradiciones)
Licda. Aracely Judith Samayoa Godoy de Pineda
-“Tráiganme en Procesión”.
Los pescadores dialogaron entre sí y decidieron ir a pedir al Párroco del pueblo que les permitiera
llevar la imagen del Niño Dios en Procesión por el lago y así lo hicieron narrándole al Cura todo lo
que les había acontecido durante varios días.
Las campanas repicaron y llamaron a la población que se reunió en la Iglesia.
El sacerdote ofició una solemne misa y luego llevaron en una pequeña anda al Niño Dios hasta la
orilla del Lago, donde los pescadores habían adornado su lancha para llevar al Niño hasta aquella
roca en forma de silla donde ellos habían visto reflejada la imagen del Niño Dios.
Los vecinos les acompañaron y no salían de su asombro al contemplar que era verdad la formación
de aquella “Silla de Piedra” por lo que creyeron el relato de los pescadores y para evitar más
alboroto, el curo aceptó que año con año cada 3 de mayo se llevara al Niño Dios en Procesión
hasta su “Silla de Piedra”…
Como me lo contaron, te lo cuento porque dentro de la fantasía del relato existe una hermosa
realidad “La Procesión Acuática del Niño Dios de Amatitlán”.
Tomado de: Amatitlán (Tradiciones)
Licda. Aracely Judith Samayoa Godoy de Pineda
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