EL RESUMEN / TEXTOS TEXTO 1 El marbete de indigenismo se

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EL RESUMEN / TEXTOS
TEXTO 1
El marbete de indigenismo se aplica a una serie de novelas cuyo espacio se sitúa
en el entorno de la cordillera andina, donde el tipo racial preponderante es el indio, y
que abarca amplias zonas de Bolivia, Ecuador y Perú, naciones en las que aparecen,
precisamente, las tres novelas más importantes del ciclo: Raza de bronce (1919), del
boliviano A. Arguedas; Huasipungo (1934), del ecuatoriano J. Icaza, y El mundo es
ancho y ajeno (1941), del peruano C. Alegría.
En los tres relatos se produce, como núcleo generador de la trama, un
enfrentamiento entre dos culturas y formas de concebir la vida y las relaciones sociales:
una primitiva, pacífica y resignada, la india, y otra violenta, explotadora y, en el caso de
la novela de Icaza, imperialista. En los tres aparece un esquema similar de papeles o
funciones distribuidas entre los personajes, grupos e instituciones complicados en el
desarrollo de la acción: una comunidad india, de la que emerge el protagonista y
símbolo de los oprimidos (Agioli, Andrés Chiquilinga, Rosendo Maqui), la compañera
del protagonista que sufre directamente (y, en dos casos, de forma brutal) las
consecuencias de la dramática situación (Wata-Wara, Cunshi) y el agresor blanco
(Pantoja, Pereira y el gamonal latifundista de la novela de C. Alegría), cuyos rasgos
caracterizadores suelen ser la avaricia, la brutalidad y crueldad, el abuso de poder en el
aspecto sexual y la carencia de sentimientos. En el bando del opresor se alinean los
corrompidos representantes de las instituciones religiosas (Don Hermógenes en Raza de
bronce, o el cura lascivo, desvergonzado de Huasipungo, que explotan las creencias
supersticiosas de los indios al servicio de los terratenientes, de los que aquéllos son
aliados), judicial (los jueces venales en el relato de C. Alegría) y militar: un ejército al
servicio de la oligarquía latifundista. Un personaje singular (en la obra de Arguedas) es
el mestizo (Tomás Troche, el "cholo", que reniega de su pasado indio), en el que se
personifican los defectos del blanco en el caso de llegar al poder: la arbitrariedad y el
abuso, la crueldad y la ausencia de moral y sentimientos.
Estébanez Calderón, D.: Diccionario de términos literarios
TEXTO 2
Hay en esto de la ortografía, como en todo, los revolucionarios y los
evolucionarios o posibilistas, y entre los primeros los hay fonetistas y etimologistas, o
sea progresistas y retrógrados. Quieren los unos entrar a tajo y mandoble en la
ortografía tradicional, no dejando hache ni uve con hueso sano, revolviendo todas las
ces, qus, ges y jotas habidas y por haber. Otros, retrógrados absolutistas, quieren
volvernos hacia atrás y resucitar signos de sonidos muertos, meras cáscaras sin
almendras, para colgárselos, cual flamantes arreos, a nuestra actuales voces.
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Empezando por desembarazar el campo de las razones de estos últimos, digamos
que alegan, como única, la de que con escribir conforme al origen etimológico de las
palabras ganaría la claridad del significado, evitándose así discusiones. Razón esta
especiosísima. Ganarían, si es que ganaban, en claridad y significado las palabras,
merced a la ortografía etimológica, tan sólo para aquellos que conocieran las lenguas
madres y el vocablo matriz en ellas; pero estos tales ¿necesitan acaso de tal ortografía?
<<La ortografía llamada etimológica no enseña nada a los que no saben ni latín ni
griego, y no ilustra tampoco a los que han hecho estudios filológicos>>, dice muy bien
León Clédat en su Grammaire raisonnée de la langue française.
Y además de esto, ¿de cuándo acá depende de la etimología la claridad del
significado? ¿Es que el significado no evoluciona lo mismo que evoluciona la forma
fónica? ¡Aviado saldría quien de la etimología quisiera sacar lo que significan las voces
pontífice, presbítero, estro, persona y cien más!
No hay que darle vueltas a la cosa; tenía Bello razón sobrada al decir que
conservar letras inútiles por amor a las etimologías, le parecía lo mismo que conservar
escombros en un edificio para que éstos nos hagan recordar al antiguo.
Miguel de Unamuno: La reforma de la ortografía española
TEXTO 3
Los argumentos en favor de un ejército profesional han ido ganando terreno en
los últimos tiempos tanto entre los mandos militares como en el seno de la sociedad
civil.
De un lado, la alta tecnología de los armamentos obliga a que su uso quede
reservado a expertos. En la Armada y el Aire, ejércitos que utilizan medios más
avanzados, el porcentaje de profesionalización ha crecido hasta el 70% y continúa en
aumento, de forma que, incluso aunque se mantenga la obligatoriedad del servicio
militar, los jóvenes de reemplazo en esos dos ejércitos serán muy escasos y, por tanto,
su sustitución por profesionales no supondrá problema alguno. El problema reside
principalmente en el Ejército de Tierra, que sigue sobredimensionado pese a la
disminución de efectivos registrada en el periodo 1983-1988 y que permitió la
reducción del servicio a 12 meses. Los más de 200.000 hombres que lo integran son en
su mayoría jóvenes de reemplazo. Pero los quintos no reciben una preparación adecuada
y, de otro lado, tienen el convencimiento de que pierden el tiempo.
La estructura y el despliegue del Ejército de Tierra están concebidos hoy para la
defensa frente a un hipotético enemigo exterior. Los expertos en estrategia coinciden en
que con ese planteamiento y no cabe otro, el de Tierra debe ser un ejército
pequeño, ágil y móvil, basado sobre todo en las recientemente creadas Fuerzas de
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Intervención Inmediata. Entre 80.000 y 100.000 hombres, según los expertos, son
suficientes. ¿Conviene que todos ellos sean profesionales?
La tradición liberal, y más tarde las ideologías de izquierda, fueron siempre
partidarias de un ejército de conscriptos por considerar que ello constituía un obstáculo
objetivo (y por tanto, un argumento disuasorio) al golpismo y, más genéricamente, al
intervencionismo militar en la política interior. Hay que decir que la desconfianza en la
milicia subyacente a esa concepción estaba justificada. El ejército español ha sido
intervencionista desde hace 200 años, tendencia que se agudizó tras la pérdida de las
colonias, a fines del XIX. Su ideología y estructuración volcaban su misión fundamental
hacia el mantenimiento del orden público y la defensa de la “unidad de la patria” frente
a los particularismos y nacionalismos periféricos. La cuestión es si, tras la estabilización
del régimen democrático, sigue teniendo sentido esa desconfianza. Especialmente tras la
integración en la OTAN y la nueva realidad mundial puesta de relieve por el conflicto
del Golfo y que ha arruinado toda teoría sobre el espacio estratégico en que era
concebible una participación de tropas españolas. El argumento complementario
decisivo, al parecer, en las reticencias del PSOE a incluir la profesionalización en su
programa electoral de 1989 es que un ejército profesional es muy caro. Lo es, pero si
medimos ese coste en términos sociales habría que considerar lo que supone para la
economía la sustracción anual de un cuarto de millón de jóvenes del aparato productivo.
El propio Gobierno dice ahora inclinarse por un modelo mixto, en el que se
potenciaría la figura del voluntario especial, es decir, el joven que se compromete a
permanecer un periodo prorrogable en el ejército nunca más de ocho años en total a
cambio de una remuneración. El experimento se practica desde hace cuatro años y el
resultado no es positivo. Los salarios algo más de 60.000 pesetas son bajos y, en la
mayoría de los casos, la formación recibida no es aplicable a la vida civil, defectos que
el Ejecutivo confía en resolver. En todo caso, es evidente que la tendencia mayoritaria
apunta hacia un ejército profesional o semiprofesional”.
TEXTO 4
La incorporación en que se crea un gran pueblo es principalmente una
articulación de grupos étnicos o políticos diversos; pero no es esto sólo: a medida que el
cuerpo nacional crece y se complican sus necesidades, origínase un movimiento
diferenciador en las funciones sociales y, consecuentemente, en los órganos que las
ejercen. Dentro de la sociedad unitaria van apareciendo e hinchiéndose pequeños orbes
inclusos, cada cual con su peculiar atmósfera, con sus principios, intereses y hábitos
sentimentales e ideológicos distintos: son el mundo militar, el mundo político, el mundo
industrial, el mundo científico y artístico, el mundo obrero, etcétera. En suma: el
proceso de unificación en que se organiza una gran sociedad lleva el contrapunto de un
proceso diferenciador que divide aquélla en clases, grupos profesionales, oficios,
gremios.
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Los núcleos étnicos incorporados, antes de su incorporación, existían ya como
todos independientes. Las clases y los grupos profesionales, en cambio, nacen, desde
luego, como partes. Aquéllos, mejor o peor, pueden volver a vivir solitarios y por sí;
pero éstos, aislados y aparte cada uno, no podrían subsistir. ¡Hasta tal punto les es
esencial ser partes y sólo partes de una estructura que los envuelve y lleva! El industrial
necesita del productor de primeras materias, del comprador de sus productos, del
gobernante que pone un orden en el tráfico, del militar que defiende ese orden. A su
vez, el mundo militar, “de los defensores” decía don Juan Manuel, necesita del
industrial, del agrícola, del técnico.
Habrá, por tanto, salud nacional en la medida que cada una de estas clases y
gremios tenga viva conciencia de que es ella meramente un trozo inseparable, un
miembro del cuerpo público. Todo oficio u ocupación continuada arrastra consigo un
principio de inercia que induce al profesional a irse encerrando cada vez más en el
reducido horizonte de sus preocupaciones y hábitos gremiales. Abandonado a su propia
inclinación, el grupo acabaría por perder toda sensibilidad para la interdependencia
social, toda noción de sus propios límites y aquella disciplina que mutuamente se
imponen los gremios al ejercer presión los unos sobre los otros y sentirse vivir juntos.
Es preciso, pues, mantener vivaz en cada clase o profesión la conciencia de que
existen en torno a ella otras muchas clases y profesiones, de cuya cooperación
necesitan, que son tan respetables como ella y tienen modos y aun manías gremiales que
deben ser en parte tolerados o, cuando menos, conocidos.
José Ortega y Gasset: España invertebrada, Espasa-Calpe, Madrid, 1967
TEXTO 5
Es puro el lenguaje cuando emplea voces y construcciones propias del idioma,
sin injerencia de elementos extranjeros innecesarios. La pureza no excluye el uso de
extranjerismos ya asimilados, que sólo estudiosamente podemos reconocer como tales.
Por otra parte hay casos en que está justificada la adopción del término extraño,
sobre todo cuando este designa un concepto o realidad que no encuentra expresión
indígena justa: el anglicismo túnel y el germanismo níquel pueden servir de ejemplo.
Actualmente sufrimos una auténtica invasión de palabras extranjeras o
barbarismos. Por ignorancia, muchas veces, de las posibilidades por parte del idioma de
la creación de sus propios vocablos, se introducen palabras que podrían sustituirse por
otras de raíz autóctona; por descuido o frivolidad se manejan pasajeramente muchos:
hall, chalet, foyer, renard. Muchas de estas denominaciones exóticas desaparecerán o se
acomodarán a la fonética española: sport y speaker han desaparecido frente a deporte y
locutor; en cambio se han acomodado fútbol, chófer, garaje. La triste consecuencia del
extranjerismo mal introducido es que afea el lenguaje y arrincona las correspondientes
palabras del idioma. Pero en cambio es más peligroso el extranjerismo de construcción,
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con frase pensada en otra lengua, aunque disfrazada con palabras españolas. Por
desgracia abunda mucho en las traducciones poco cuidadas de libros técnicos y de
estudio que llegan incluso a malograr toda la obra y a hacer un daño considerable al
estudiante poco preparado".
Prudenci Comes: Técnicas de expresión-1. Barcelona, 1974
TEXTO 6
Las migraciones son una de las principales manifestaciones de la movilidad
humana, una realidad tan antigua como la humanidad. Nos hemos pasado la vida
moviéndonos de un sitio para otro y nuestra historia como especie es el cuento de unos
seres que se han trasladado incesantemente y se siguen moviendo, cada vez más. La
especie humana es la de mayor movilidad en la medida en que se ha extendido por toda
la faz de la tierra. Cada especie, vegetal o animal, vive adaptada a su correspondiente
ecosistema, pero el ser humano se ha instalado en las llanuras, bosques y desiertos, en
las estepas, polos y selvas, en la tundra, la sabana y las costas. Este hecho se debe a la
extrema adaptabilidad del ser humano, adaptabilidad no sólo de origen genético sino
también cultural, junto con el aprendizaje situacional transmitido de generación en
generación.
Hablamos de necesidad, libertad y adaptación, pero las migraciones son también
impuestas, forzadas, inducidas y planificadas. Es conveniente distinguir las migraciones
totalmente forzadas o impuestas –como las realizadas con el tráfico de esclavos en
distintas épocas y áreas–, de las migraciones inducidas e impulsadas por los gobiernos –
como, por ejemplo, el poblamiento en América Latina de europeos blancos en el siglo
XIX, de colonos franceses en Argelia, o del Plan Bracero establecido entre Estados
Unidos y México ya en los años cuarenta del siglo XX–, o de las migraciones
voluntarias –como los procesos migratorios contemporáneos sobre los que nos
centraremos en esta obra–, sin que este adjetivo signifique en modo alguno que se
adoptan con total libertad, sin condicionamientos o sin regulaciones oficiales. Aunque
las migraciones económicas actuales no son totalmente coercitivas –como fueron los
procesos de tráfico de mano de obra esclava– ni son inducidas y planificadas
directamente desde los gobiernos –como múltiples experiencias de temporeros–, lo
cierto es que están fuertemente condicionadas por factores económicos y sociopolíticos,
e influidas por las políticas y normas de los gobiernos.
Carlos Jiménez Romero, Qué es la inmigración (PAU Comunidad de Madrid, junio
2006, opción B)
TEXTO 7
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Al corregir las pruebas de galera de un libro mío me sorprendí al advertir la
grafía "sicológico", donde yo había puesto "psicológico". Porque aun cuando una
editorial se haya jurado una determinada política lingüística, no puede imponérsela a los
escritores, que generalmente tienen sus propias ideas sobre el idioma. No ya la dirección
de una editorial sino tampoco la propia Real Academia de Madrid tiene derecho a
hacerlo, pues al fin de cuentas las normas de ese cuerpo son la consagración de las
modalidades impuestas por el pueblo y los escritores.
¿Qué argumentos se pueden oponer a la grafía psi? No, por supuesto, la fonética,
ya que la gente culta generalmente la pronuncia así. Y en el caso de que no se la
pronunciase, tampoco es un argumento, porque si fuéramos a caer en la locura de
escribir las palabras tal como se pronuncian tendríamos que poner payasadas como
sológico, asaña y rebolusión, al menos en Buenos Aires.
Por lo demás, que en ningún idioma hay correspondencia entre el lenguaje
hablado y el escrito, puesto que el escrito está fijado por los textos y aquél va
cambiando en el espacio y en el tiempo. En alguna parte y en alguna época se
pronunciaba o pronuncia "bosque", pero hoy aquí en Buenos Aires decimos "bojque";
del mismo modo, supongo, que en algún tiempo en Francia se decía "mesme", para
luego derivar hacia "mejme", y luego a "mehme", para terminar escribiéndose "même"
donde el acento circunflejo indica que allí hubo alguna vez una perecedera ese. Si el
lenguaje escrito fuese alterado cada vez que el pueblo y las costumbres fonéticas
cambian, sería cosa de no acabar, y una forma más demencial de dividir el territorio
lingüístico en parcelas liliputienses: ya que habría que usar una forma para Buenos
Aires, con sus "bojques" y "yubias", y otra para Santiago del Estero, con sus "bosques"
y "iubias". Pero qué digo, habría que establecer una lengua para el Barrio Norte de
Buenos Aires y otra para La Boca.
Ernesto Sábato, Ensayos (PAU Comunidad Madrid, modelo de prueba, curso 2006-07,
opción B)
TEXTO 8
Los científicos del siglo XIX creyeron que los aborígenes australianos eran el
eslabón perdido entre el mono y el hombre. Hoy en día sabemos que todos los seres
humanos de cualquier rincón del planeta pertenecemos exactamente a la misma especie
(Homo Sapiens Sapiens) y lo sabemos porque nuestros conocimientos antropológicos
son mucho más exactos que los que había el siglo pasado. Una vez aceptado esto,
todavía hay quienes piensan que, a pesar de todo, los aborígenes australianos o de otros
lugares de nuestro planeta son inferiores culturalmente a nosotros y esto se refleja en
que sus lenguas son menos complejas, flexibles, ricas y potentes que las nuestras. Se
sabe que el ser humano habita Australia desde hace por lo menos sesenta mil años y que
ha estado prácticamente aislado en ese continente hasta el siglo pasado. Por ello, se
puede decir sin temor a equivocarse que los aborígenes australianos están entre los
pueblos más antiguos de la tierra. El estudio científico de las lenguas indígenas
australianas se ha producido a mediados de este mismo siglo. Las lenguas autóctonas
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australianas que se han descrito hasta la fecha presentan una estructura de un grado de
complejidad fonética, morfológica, sintáctica y semántica del todo equiparable al de
nuestras lenguas europeas. El supuesto primitivismo cultural de los aborígenes
australianos no se corresponde en absoluto con un primitivismo lingüístico. Ese
presunto primitivismo no se puede demostrar en términos lingüísticos. Lo mismo hay
que concluir a partir de los estudios científicos actuales de las lenguas aborígenes de
otros lugares: desde América hasta Nueva Guinea, pasando por África.
De hecho, puede afirmarse que una de las aportaciones fundamentales de la
lingüística actual es haber puesto de manifiesto que no existen lenguas primitivas. Ello
indica que a una única especie humana (Homo Sapiens Sapiens) le corresponde una
única especie lingüística, que hemos de denominar lengua humana.
De aquí se deduce que la valoración jerarquizadora de las lenguas humanas no
puede basarse en criterios lingüísticos, que la discriminación lingüística no puede
justificarse gramaticalmente, por más que a veces se oigan cosas como “esa lengua es
muy difícil”, “aquella lengua no es útil”, “esa lengua es más perfecta que esta”.
Juan Carlos Moreno, La dignidad e igualdad de las lenguas (PAU Comunidad de
Madrid, septiembre 2001, opción B)
TEXTO 9
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna
rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del
autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los
cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un
chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y
está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y
agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está
acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o
incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo
ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la
chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano
contesta con otra blanca sonrisa. A continuación la alemana comienza a comer de la
bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita
generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la
sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno
da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples
sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y
comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca
de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo
colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos
españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos
inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, los observan con
condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o
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corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el
colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba
comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados están los europeos”. [367
palabras]
Rosa Montero, El País (PAU Castilla y León,
septiembre de 2007, opción A)
TEXTO 10
El ruido hace mal: provoca tensión arterial, sordera, cefaleas; impide dormir, lo
que aumenta la irritabilidad y, por tanto, las úlceras de duodeno y los riesgos de
accidente, entre otros. España es, tras Japón, el segundo país con mayores índices de
contaminación acústica. Según los cálculos de la OCDE, nueve millones de españoles
están sometidos al suplicio. Se comprende, por todo ello, la atención que ha suscitado
una sentencia del Tribunal Constitucional desestimando el amparo solicitado por el
propietario de un pub de Gijón condenado en 1998 por las molestias causadas por su
música a altas horas de la madrugada. El fallo sostiene que esa forma de contaminación
puede atentar contra derechos como el de la salud o la inviolabilidad del domicilio.
La división producida en el Tribunal —hubo tres votos discrepantes— pone de
manifiesto el retraso legislativo sobre la materia. La Ley del Ruido, aprobada hace un
año en aplicación de una directiva de la UE de 2002, y pendiente de desarrollo
reglamentario, debería colmar ese vacío. La normativa anterior estaba diseminada en
multitud de normas, casi siempre de rango municipal, que se aplicaban con indolencia y
supuesto respeto a la tradición, aunque ésta tuviera una antigüedad no mayor de 15
años. La nueva ley establece la obligación de elaborar antes de 2007 mapas acústicos de
las ciudades, con niveles de exigencia de silencio en función del uso predominante del
suelo: industrial, residencial, de ocio, etc. De la combinación entre ese mapa y el de
horarios para actividades potencialmente ruidosas debería salir la reducción del ruido y
la posibilidad de aplicar medidas correctoras adaptadas a cada situación.
Ya hay ley, sólo hace falta aplicarla; es decir, lo más importante. Se ignora si los
mapas acústicos ya están en marcha, pero consta que las obras, públicas o de
particulares, siguen amargando la vida de los vecinos sin aparente control, las motos sin
silenciador atronando las noches especialmente en verano, los camiones de la basura
sobresaltando a los que quisieran dormir, las vías de comunicación contaminando su
entorno urbano, y celebrándose festejos, municipales o privados, al son de una
pirotecnia que identifica lo alegre con lo estruendoso. “La inteligencia”, escribió
Schopenhauer, “es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad para
soportar el ruido”. [376 palabras]
Editorial de El País, marzo de 2004. (PAU Andalucía, 2005, modelo 1, opción A)
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TEXTO 11
El Gobierno estudia, al parecer, un proyecto de nacionalización del agua de los
manantiales, y en tanto la derecha se ha horrorizado automáticamente ante la
posibilidad, a los demás mortales nos ha causado asombro que el agua que brota de la
tierra, el agua indispensable para la vida, pueda ser todavía propiedad privada de
alguien. Si el agua de las fuentes y de los manantiales que mana para todos es de
alguien, es que ese alguien, por lógica natural, la ha robado.
La derecha, animada más por un espíritu agreste que conservador, cree
amenazado el, para ella, sacrosanto principio de la propiedad privada con esa futura
nacionalización del agua, que no es tal sino una simple restitución de lo público, el
rescate de un bien común ilegítimamente enajenado. Si el sol sale para todos, el agua de
los manantiales y las fuentes mana para todos también, de suerte que el que la embotella
y la cobra, sólo puede hacerlo, en puridad, merced a una concesión del Estado, a un
alquiler temporal, como si dijéramos, quedando la propiedad en sus manos, esto es, en
las de cuantos lo componen: todos los españoles. El furor privatizador de la derecha (y
de alguna izquierda apócrifa) no tiene, según se percibe, marcha atrás, y en su
ofuscación se representa que un bien recuperado para el común es un bien que deja de
pertenecerle, cuando lo que sucede es que su posesión se amplía, lo cual, atendiendo a la
ley, a la justicia y a la razón, no podría ser de otra manera en una sociedad sana,
democrática y de derecho.
En todo caso, y pues el asunto no guarda relación con el terrorismo, lo mismo el
sector más ilustrado de esa derecha se estira un poco y concede intervenir educadamente
en un debate social que ha de suscitar tan interesante proyecto, pues si es de todos, en la
discusión y en el diálogo han de participar todos también.
Rafael Torres (PAU Asturias, septiembre de 2007)
TEXTO 12
De vez en cuando, asoman al escaparate de la atención pública casos de ancianos
sometidos a trato negligente o vejatorio por los empleados de las instituciones
presuntamente dedicadas a su asistencia; o abandonados a su suerte por sus propios
familiares, en quienes puede más el desgaste anímico que les produce su cuidado que el
mandato de la sangre. Uno de estos familiares remolones, después de que un juez lo
hubiera castigado con una multa ínfima, incongruente con el tamaño de su felonía,
declaraba hace unas semanas a la prensa: “me arrepiento de lo que hice; pero no tengo
sentimiento de culpa”.
La frase de aquel familiar desnaturalizado me perturbó por lo que tenía de
pronunciamiento social. Quizá sin pretenderlo, aquel hijo o nieto que se había
desprendido de su padre o abuelo como quien suelta un enojoso lastre, había prestado
voz a un comportamiento muy característico de nuestra época. Consiste en reconocer
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una calamidad, incluso en aceptar que dicha calamidad nos interpela moralmente, pero
conformarnos con lamentarla, sin mostrarnos compungidos. La longevidad favorecida
por los avances médicos, en explosiva mezcla con el fenómeno creciente de
desmembración de las familias, está creando un ´excedente´ de viejos de muy difícil
encaje en la sociedad. Las soluciones adoptadas hasta la fecha (construcción apresurada
de residencias a veces regidas por criterios de rentabilidad mercantil; dotación
presupuestaria para servicios sociales) serán siempre insuficientes o desbordadas por la
realidad (se prevé que en cincuenta años se triplique el número de viejos), mientras no
las acompañe una convicción más íntima de índole moral. No se trata sólo de proveer
remedios materiales que solucionen o siquiera mitiguen una realidad que causa
escándalo, sino de que surja en cada persona la conciencia nítida de que su vida no
estará nunca completa mientras no trate de hacer más llevadera y digna la vida de
quienes le han precedido. Nos hallamos ante un problema de índole educativa, cultural
y, a la postre, moral (recordemos que, etimológicamente, esta palabra alude a nuestros
hábitos y costumbres): mientras no aceptemos que nos vincula a los viejos un
compromiso vital, mientras no asumamos que el cuidado que demandan es un deber
natural y una justa retribución al cuidado que ellos antes nos brindaron, de nada valdrá
que construyamos residencias de ancianos que, además de no dar abasto, acabarán
convirtiéndose en lazaretos. Mientras no logremos extirparnos ese cáncer monstruoso
que nos permite afrontar el problema de los viejos como si fuera meramente logístico o
presupuestario, nada se habrá logrado. La compasión es la forma más perfecta de
justicia; pero la compasión hay que mamarla desde la cuna. [436 palabras]
Juan Manuel de Prada, El Semanal (PAU Castilla y León, septiembre de 2004, opción
B)
TEXTO 13
Son muchos, en efecto, los indicios de que germinaba ya en la penúltima década del
siglo XIX una nueva concepción de la novela una novela fundamentalmente
preocupada por el desarrollo de la sutil complejidad del yo, y que intentaba crear un
nuevo lenguaje capaz de traducir las contradicciones y el ilogicismo del mundo interior
del hombre. Creemos que, en una historia de la novela moderna, es de gran interés la
invitación que Bergson dirigió a los novelistas para que creasen una novela analizadora
de los contenidos ondeantes, evanescentes y absurdos de la conciencia. La voz del
pensador europeo más representativo de fines del siglo XIX proclamaba la necesidad de
que el novelista rompiera con la herencia naturalista y realista, al mismo tiempo que
señalaba un nuevo camino: la exploración del laberíntico espacio interior del alma
humana. La psicología de William James, difundiendo el concepto de corriente de
conciencia, revelando la existencia de recuerdos, pensamientos y sentimientos fuera de
la conciencia primaria, y el psicoanálisis de Freud, haciendo emerger de la sombra las
estructuras ocultas del psiquismo humano, impulsaron poderosamente esa nueva especie
de novela la novela de las profundidades del yo.
La desvalorización de la trama, acompañada de un singular ahondamiento del análisis
psicológico del personaje, caracteriza particularmente a la llamada novela impresionista
de James Joyce y de Virginia Wolf. Es muy posible que, en la novela impresionista,
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haya actuado como estímulo poderoso el deseo de reaccionar contra el cine mudo, de
manera semejante a lo que había sucedido en la pintura, donde el impresionismo
representó una reacción contra la fotografía. El cine, en verdad, podía ofrecer una trama
movida y rica en peripecias, pero no lograba apresar la vida secreta y profunda de las
conciencias. Esta vida recóndita es la que procura expresar la novela impresionista, a
través del ritmo narrativo sumamente lento, tan peculiar de Virginia Wolf, y mediante la
técnica del monólogo interior, tan cultivado por James Joyce. Virginia Wolf procura
reflejar cuidadosamente, de manera sutil, minuciosa y no deformadora, los estados y las
reacciones de la conciencia, aunque tales contenidos subjetivos, muchas veces, parezcan
y sean absurdamente fragmentarios e incoherentes.
Vítor Manuel de Aguiar e Silva: Teoría de la literatura, Gredos, 1981
TEXTO 14
Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se
trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la
esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen
de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de transmigrar de patria, de
tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido en la
flor apenas comenzada... Qué buen idioma es el mío, qué buena lengua heredamos de
los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por
las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro,
maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo.
Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos
traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los
bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como
piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma.
Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo
llevaron todo y lo dejaron todo... Nos dejaron las palabras.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido. (PAU Comunidad Madrid, modelo de prueba
curso 2002-03, opción B)
TEXTO 15
Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados en la
igualdad, y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables entre los que se
encuentran la vida, la libertad y el derecho a la felicidad. Que, para asegurar estos
derechos, los hombres crean gobiernos que derivan sus justos poderes del
consentimiento de los gobernados. Que cualquier otra forma de gobierno que atente a
estos fines puede el pueblo alterarla o abolirla para instituir un nuevo gobierno, que
tenga su fundamento en tales principios y organice sus poderes de tal forma, que
parezca más seguro alcanzar mediante él la seguridad y la felicidad. La prudencia, en
verdad, enseña que los gobiernos largamente establecidos no pueden cambiarse por
causas ligeras y transitorias, y de acuerdo con esto, la experiencia ha mostrado que la
humanidad está más dispuesta a sufrir mientras los males sean sufribles, que a hacerse
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justicia a sí misma, mediante la abolición de las formas a la que está acostumbrada. Pero
cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, persiguiendo invariablemente el
mismo objetivo, hace patente un designio de reducirla bajo el despotismo más absoluto,
es su derecho, es su deber, arrojar de sí tal gobierno y proporcionarse nuevas leyes para
su seguridad futura.
Nosotros, por tanto, representantes de los Estados Unidos de América reunidos en
congreso general, apelando al supremo Juez del mundo de la rectitud de nuestras
intenciones, en el nombre y por autoridad del pueblo de estas Colonias, solemnemente
publicamos y declaramos, que estas Colonias unidas son, y de derecho deben ser,
Estados libres e independientes; que se consideran libres de toda unión a la corona
británica, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la Gran Bretaña es y
debe ser totalmente disuelta; y que, como Estados libres e independientes, tienen pleno
derecho a declarar la guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio, y
hacer todos los otros actos y cosas que los Estados independientemente pueden hacer
por derecho.
Miguel Artola: Textos fundamentales para la historia, Revista de Occidente, 1968
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