Un marco legal dinámico

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Un marco legal dinámico
Jesús Mª Terciado Valls
Presidente de Cepyme
Para los pequeños y medianos empresarios, la última reforma del mercado de
trabajo aprobada por el Gobierno ha sido de una importancia extraordinaria.
Era absolutamente necesaria. Y más, si cabe, como consecuencia de la crisis
económica que arrastramos en España desde 2008.
Sin embargo, ni la de hace dos años fue la primera reforma realizada en
España desde la aprobación del Estatuto de los Trabajadores, ni creo que haya
sido la última. Y confío en que, en adelante, las sucesivas reformas del
mercado de trabajo se contemplen con la normalidad de un marco legal en
permanente evolución, al igual que el entorno social en el que se aplica.
El marco legal vigente hasta hace dos años imprimía tal rigidez a las relaciones
entre los empresarios, los trabajadores y las autoridades competentes, que ni
era propio de un país desarrollado, ni eficiente en términos de competitividad,
ni aconsejable en términos de empleo.
Estoy seguro de que un marco legal como el actual —que no es el ideal, pero
sí más coherente con la realidad— hubiera contribuido a aminorar el fuerte
impacto que ha tenido la crisis en el sector productivo nacional. Durante los
últimos seis años, el tejido pyme ha perdido más de 247.000 empresas con
empleados, un 17,6% de las que había en enero de 2008.
Y quiero llamar especialmente la atención sobre el particular deterioro que han
sufrido algunos segmentos concretos de las pymes, como son las que
contaban con 26 a 49 empleados, que se han reducido en un 34%; o las de 10
a 25 empleados, de las que han desaparecido más del 31% en estos seis años.
¿Por qué ha sucedido esto? Evidentemente, sobre todo, como consecuencia
del brusco y prolongado desplome de la demanda interna, de la que dependen
prácticamente el cien por ciento de las ventas que realizan las pymes.
Sin entrar, ahora, en el análisis de las causas ni en la consideración sistemática
de sus principales efectos, permítame el lector que sí mencione —al menos—
algunas de las circunstancias que agravaron adicionalmente la situación de las
pymes ante la nueva realidad de un mercado que se había reducido muy
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significativamente. Entre ellas, por ejemplo, el elevado endeudamiento de las
propias empresas, el progresivo deterioro de la tesorería, que se aceleró por el
incremento de la morosidad pública; la imposibilidad de acceder al crédito
bancario o alguna otra fuente de financiación, su bajo nivel de competitividad…
¿Cuántas pequeñas empresas hubieran podido sobrevivir, al menos, de haber
tenido a su alcance la posibilidad de recudir adecuadamente sus costes
estructurales?
En todo caso, la realidad es la que es. Y fruto de ella es también la situación de
extrema debilidad en la que se encuentran las pequeñas y medianas empresas
españolas. Con una nueva esperanza, ciertamente, porque los indicadores
macroeconómicos apuntan mejores tiempos. Pero en una situación de enorme
debilidad, porque las ventas no se han recuperado ni el acceso al crédito ha
mejorado, aunque sí aumentan las cargas impositivas y sociales.
Por lo tanto, en este contexto y habiendo dejado atrás el ciclo recesivo apenas
hace seis meses, me parece que sería una falacia tratar de medir la mayor o
menor eficacia de la reforma del mercado de trabajo en número de empleos.
Creo que el nuevo marco laboral ha permitido que la dramática curva del paro
tocara suelo más rápidamente, para volver a reflejar síntomas de recuperación,
que es lo que se advierte durante los últimos meses. Pero sería una temeridad,
en mi opinión, tratar de cuantificar unas cifras u otras.
Mucho más importante que todo ello es, sin duda, la aportación que hace el
nuevo marco legal a la capacidad de empresarios y trabajadores para alcanzar
acuerdos que contribuyan a garantizar la viabilidad de su empresa. O la
posibilidad de que una empresa pueda reducir sus costes por causas objetivas,
evitando así el cese temporal o definitivo de su actividad. O el apoyo al
emprendedor, con un modelo de contrato específico que han utilizado más de
163.000 personas.
Es verdad que la situación actual requiere algunas correcciones urgentes.
Entre ellas, por ejemplo, la clarificación de algunos términos de la normativa,
para facilitar la actuación y la coherencia del poder judicial, cuando éste es
requerido. Pero avanzar en la dirección que ha marcado la última reforma,
profundizar en lo que denominamos flexibilidad interna de las empresas,
permitirá mejorar la viabilidad de las pymes, impulsar su competitividad,
dinamizar su actividad y, en consecuencia, generar empleo.
Madrid, 10 de febrero de 2014
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