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ANTONIO MACHADO
Prof. Mercedes Cartón
Colegio Orvalle
Lengua y Literatura
1º de Bachillerato
Soledades, galerías y otros
poemas
Predomina una línea intimista. La soledad es el tema que une todo el
libro. Esta soledad al principio es real y física pero después se convierte
en un símbolo de la soledad espiritual. También abunda la temática del
tiempo, es decir, la muerte, el paso de la vida... el hombre es finito y
también todo lo que le rodea. Dentro de esta temática, Machado mezcla
la nostalgia y la niñez, tema bastante frecuente en el siglo XX, con la
inocencia, la alegría, la madre...
Es constante en su producción poética el símbolo de la tarde, se repite
en casi todos los poemas, símbolo de la madurez, del paso del tiempo.
Este tema, tan claramente modernista, también usado por Juan Ramón
Jiménez, toma, con Machado, una importancia exagerada en sus
composiciones. Desarrolla también el tema de la muerte que está unido
al del paso del tiempo.
Toda la obra de Soledades, Galerías y otros poemas, le sirve para
conocerse a él mismo, conocer su interior, su alma. Se sirve, para ello,
de los sentimientos y de los sueños. Todo este intento para conocerse, le
trae en mente todos sus recuerdos, su memoria, la nostalgia, la niñez.
Campos de Castilla
Muchos poemas empiezan siendo principalmente descriptivos
para luego dejar paso a la exaltación lírica del poeta ante la
naturaleza de los campos de Castilla. Predomina una visión
exteriorizada, el poeta se abre hacia afuera: el poeta alterna
entre una poesía de compromiso—denuncia los problemas
sociales de su época- y una poesía que describe un paisaje
idealizado a través del cual, como en las galerías del alma de
Soledades, el poeta realiza una búsqueda espiritual. En ciertas
ocasiones, se menciona un estado de ánimo afligido por la muerte
de Leonor.
Por otra parte, la obra contiene varios poemas dedicados a
personas a las que conocía e incluso admiraba: Unamuno, Azorín,
José María Palacio, Giner de los Ríos, Juan R. Jiménez, Ortega y
Gasset…
Nuevas canciones
En su última etapa encontramos la
vertiente
más
filosófica
y
neopopular. Habla de la angustia,
los sueños, el paisaje castellano y
temas político-sociales. La poesía
amorosa está inspirada en un amor
de madurez del poeta a Pilar
Valderrama. ―Canciones a Guiomar‖
Juan de Mairena
Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y
recuerdos de un profesor apócrifo.
•Se trata de una reunión de ensayos que venía
publicando en la prensa madrileña a partir de 1934.
Este volumen muestra que su autor es uno de los
más originales prosistas de nuestro siglo.
•A través de esas páginas Machado-Mairena habla
sobre la sociedad, la cultura, el arte, la literatura,
la política, la filosofía.
•Usa una gran variedad de tonos, que va desde la
aparente frivolidad hasta la gravedad máxima,
pasando por la ironía, la gracia o el humor.
Carta inédita a JRJ
Queridísimo Juan Ramón: Ya hace
tiempo que no tengo noticias
tuyas. ¿Cuándo sale el libro cuyas
pruebas leíamos hace meses en
tu casa? No dejes de enviármelo
cuando
tengas
ejemplares.
Remíteme también los versos
inéditos que dediqué a tu libro.
Pienso hacer una composición
sobre tu obra para la sección
―Elogios‖ de mi próximo libro y
acaso aprovecho de lo que escribí
entonces.
Te mando esa composición al libro
―Castilla‖ de Azorín para que
veas la orientación que pienso
dar a esa sección.
RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un nciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
EL LIMONERO LÁNGUIDO SUSPENDE
El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una trade clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusiòn cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazòn: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
YO VOY SOÑANDO CAMINOS…
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas! ...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazón.»
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.»
LXXVII
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
***
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
ORILLAS DEL DUERO
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco
invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de
infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo,
mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
Primer poema de Soria,
abril 1907
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Campos de Soria
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio:
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento
sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son
fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña;
alamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
Poemas a Leonor
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde.
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
Tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
Como una campana virgen
De un alba de primavera.
Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Una noche de verano
— estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa —
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
— ni siquiera me miró —,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!.
Cartas a Ortega y a
Unamuno
Yo empiezo a trabajar con algún
provecho. Desde hace poco
empiezo a reponerme de mi honda
crisis que me hubiera llevado al
aniquilamiento espiritual. La
muerte de mi mujer me dejó
desgarrado y tan abatido que
toda mi obra, apenas esbozada en
Campos de Castilla, quedó
truncada. Como la poesía no puede
ser profesión sin degenerar en
juglaría, yo empleo las infinitas
horas del día en este poblachón
en labores varias. He vuelto a mis
lecturas filosóficas —únicas en
verdad que me apasionan–. Leo a
Platón, a Leibniz, a Kant, a los
grandes poetas del pensamiento
[En Antonio Machado, Epistolario,
Barcelona, Octaedro, 2009, p.
111].
La muerte de mi mujer dejó mi espíritu
desgarrado. Mi mujer era una criatura
angelical segada por la muerte cruelmente. Yo
tenía adoración por ella; pero sobre el amor,
está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces
morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas
por la suya. No creo que haya nada
extraordinario en este sentimiento mío. Algo
inmortal hay en nosotros que quisiera morir
con lo que muere. Tal vez por esto viniera Dios
al mundo. Pensando en esto, me consuelo algo.
Tengo a veces esperanza. Una fe negativa es
también absurda. Sin embargo, el golpe fue
terrible y no creo haberme repuesto. Mientras
luché a su lado contra lo irremediable me
sostenía mi conciencia de sufrir mucho más
que ella, pues ella, al fin, no pensó nunca en
morirse y su enfermedad no era dolorosa. En
fin, hoy vive en mí más que nunca y algunas
veces creo firmemente que la he de recobrar.
Paciencia y humildad. 1913
[En Antonio Machado, Epistolario, Barcelona,
Octaedro, 2009, pp. 119 y 122].
Poemas a Leonor
A José María Palacio
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!…
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…
El último verso del poeta…
Estos días azules y este sol
de infancia…
(lo encontraron en el bolsillo del poeta tras su muerte)
"He llegado hasta el ateísmo intelectual, hasta
imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que
siempre conservé una oculta fe en la Virgen
María. En momentos de apuro, se me escapa
maquinalmente esta exclamación: "María,
Madre de Misericordia, favoréceme". Llegué a
imaginar un poemita de un hijo pródigo, que
abandona la religión materna. Al dejar este
hogar del espíritu sale hasta el umbral la
Virgen y allí le despide llorosa, dándole
instrucciones para el camino. De cuando en
cuando vuelve el pródigo su vista y allá, en el
fondo del largo y polvoriento camino que por un
lado se pierde en el horizonte ve a la Virgen, de
pie en el umbral, viendo marchar al hijo. Y
cuando al cabo vuelve cansado y deshecho
encuentra que le está esperando en el umbral
del viejo hogar y le abre los brazos, para
entrarle en él y presentarla al Padre.
Miguel de Unamuno. Diario íntimo
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