“SÓLO CON EDUCACIÓN NO NOS DEJAREMOS MANIPULAR”

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / LIBROS
Julia Navarro, autora de ‘Historia de un canalla’
“SÓLO CON EDUCACIÓN
NO NOS DEJAREMOS
MANIPULAR”
El personaje principal del nuevo libro de Julia Navarro, Historia de un canalla (Plaza
&Janés), se encuentra en el “lado oscuro”. La periodista, convertida en escritora de
superventas con La Hermandad de la Sábana Santa, ya empezó su cambio de
registro con Dime quién soy y lo continuó con Dispara, yo ya estoy muerto. Éste es
otro salto adelante. Es una novela muy moderna; un retrato de la sociedad de hoy,
del mundo actual. A ella le gusta retratar situaciones, retratar momentos. En
Historia de un canalla queda claro que “la ambición es uno de los motores de la
historia” y que los políticos “pierden parte de su personalidad y de su esencia en
manos de los gabinetes de comunicación”.
S
Por Luis Marchal
u nuevo libro es un retrato de la
sociedad actual y el protagonista,
Thomas Spencer, es un auténtico
canalla.¿Tan mala es la sociedad?
—No, es también un viaje a la trastienda
del mal. Es indagar en los recovecos del ser
humano. Todos los de esta novela, aparte
del protagonista, que es un auténtico canalla, son personajes con una cierta ambigüedad moral. A mí no me gusta escribir novelas de héroes ni de heroínas. O sea, siempre
intento construir personajes llenos de claroscuros, como somos todos los seres humanos. Lo que pasa es que hay personas en
las que predomina más el claro que el oscuro o al revés. En esta novela, me han salido personajes en los que predomina más
lo oscuro.
—Thomas opta en sus decisiones por el
camino de la maldad y de la venganza, ¿no
hay espacio para el arrepentimiento?
—Thomas es un gran resentido. Es un resentimiento que anida en él en la infancia,
porque se siente diferente. Pertenece a la clase acomodada neoyorquina, a la clase acomodada liberal. Bastante homogénea. Él vive en ese mundo en el que, cada vez que
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mira al espejo, se ve diferente a los que le
rodean. A su padre, al que quiere por encima de todo; a su hermano; a sus abuelos paternos. La diferencia es que él ha heredado
la carga genética de su madre, que es de origen hispano. Eso le amarga la vida, porque
a quien quiere parecerse es a su padre. Ese
conflicto que tiene consigo mismo, por sentirse diferente, es lo que le crea un enorme
resentimiento y ese resentimiento va a ser el
motor de su vida.
—¿Aquí vemos lo que supone la diferencia de clases sociales y cómo puede marcar
para las relaciones profesionales el haber nacido en una familia o en otra?
—Sí, esta novela es un retrato de la sociedad de hoy. En la sociedad europea,creo que
lo de las clases se ha atenuado mucho. Sin
embargo, la americana es una sociedad muy
vertical.
—¿Por eso ha decidido poner parte de la
trama en EE UU?
“Intento construir
personajes con
claroscuros, como
somos todos”
—He decidido ponerla en EE UU porque
el protagonista se mueve en el mundo de la
comunicación, de las grandes agencias de
comunicación, y éstas están en Nueva York.
Con la historia que yo quería construir, contando cómo funcionan las grandes agencias
de comunicación y los hilos que mueven,
me salía que transcurriera buena parte de la
novela en Nueva York. Es una novela muy
neoyorquina, muy moderna y dura.
—¿Hay mayor culpabilidad cuando se sabe discernir entre lo que está bien y lo que
está mal, como le sucede a Thomas?
—Claro. Thomas es un personaje con el
que yo también invito a los lectores, con la
historia de este libro, a encontrar los porqués
de sus actuaciones, el porqué del rencor que
anida en su fondo. No obstante, encontrar
los porqués no es justificarlos. Es un personaje egoísta, sin escrúpulos. Es un personaje
que está, en definitiva, malherido desde su
infancia, y entonces está en una huida permanente que consiste en trasladar su dolor a
los demás, haciéndoles más daño. Él tiene
atisbos de conciencia, cuando piensa cómo
habría sido la vida de los otros si hubiera actuado de forma diferente. Su relación con Esther es la única que le humaniza.
—¿Él está obsesionado por el triunfo?
—Está obsesionado por el triunfo, como
tanta gente en la sociedad de hoy.
—Al hilo de la diferencia que usted marcaba antes con la americana, ¿la sociedad
europea tiene menos afán de triunfo?
—En eso, no. La ambición es uno de los
motores de la historia. Depende de cómo se
canalice, de cómo se gestione, ésta puede
ser positiva o terriblemente negativa. No sólo para el individuo, que es ambicioso, sino
para los que le rodean. Desde el principio
de los tiempos, las grandes pasiones que anidan en el hombre se repiten. La ambición,
la generosidad, la ira, el amor.
—Ya que su personaje principal es asesor
de imagen, ¿los políticos no pueden improvisar en la era de la comunicación?
—Deberían. A mí me sorprende que, hoy
en día, los políticos en seguida caen en manos de los asesores de comunicación. Y se
nota muchísimo cuando dan sus primeros
pasos, que tienen espontaneidad y que es
cuando dan lo mejor de sí mismos. Al cabo
de un cierto tiempo, les cambian desde el
flequillo hasta la manera de decir las cosas.
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Pierden parte de su personalidad y de su
esencia en manos de los gabinetes de comunicación.
—Y aparece el argumentario.
—El argumentario me parece terrible. Con
esas frases hechas, con las que te das cuenta de que han sido pensadas con alguien para ser el titular del día siguiente. Son frases,
a veces, absolutamente simplonas. A veces,
tengo la sensación de que creen que la gente es tonta. Creen que los ciudadanos son
tontos. Nos tratan como menores de edad.
—La manipulación está muy presente en
el libro. Aparece el caso del fracking, para
cambiar la opinión pública sobre esto, para
vender una idea y conseguir que al final sea
atractiva.
—Es que las grandes agencias de comunicación lo que intentan es influir en la opinión
pública. Lo hemos visto no hace tanto tiempo en Canarias, con el tema de las prospecciones petrolíferas. De repente veías los periódicos absolutamente divididos. Unos a favor, otros en contra. Artículos de opinión a
favor, artículos de opinión en contra. Periodistas a favor, periodistas en contra. Todo eso
ya nos lo sabemos. Todo eso está muy estudiado. Como estoy en contra del fracking, entonces aprovecho y lo meto en mi novela.
“Parecía sobrepasada
por la modernidad,
pero la familia era el
primer eslabón de la
solidaridad”
—¿Qué más hay de usted en esta novela?
—Es una novela en la que quiero reflexionar, junto con los lectores, sobre lo que
significa la sociedad en la que estamos viviendo, en la que en los últimos 30 años han
cambiado todos los paradigmas a través de
las nuevas herramientas de comunicación.
Hoy vivimos en una sociedad hipercomunicada. Lo cual no significa que sea una sociedad más informada. Las nuevas herramientas de comunicación han cambiado todo. Esa reflexión de lo que eso significa y
de cómo sólo a través de la educación, formando ciudadanos que tengan su propia
opinión, seremos capaces de no dejarnos
manipular.
—¿Muy comunicada y a la vez muy individualizada?
—Cada vez es una sociedad más individualista. En ese sentido, la sociedad ameri-
cana es mucho más individualista que las
sociedades europeas. Eso sí, nuestra sociedad empieza a ser una sociedad muy individualista, muy del sálvese quien pueda.
Aunque también es verdad que, con la crisis económica, en nuestro país hemos visto
cómo ha funcionado la red de solidaridad
entre las familias, entre las personas. La propia sociedad se ha movilizado a través de
los bancos de alimentos, a través de organizaciones como Cáritas. La sociedad se ha
movilizado para poder aportar algo para que
los que tenían menos lo pasaran un poco
menos mal. En ese sentido, todavía hay una
diferencia entre la sociedad europea, concretamente entre la española, y la sociedad
americana. En esta crisis hemos visto cómo
ha aflorado la solidaridad.
—Tras la crisis, si es que se puede dar por
finalizada, ¿hay una recuperación de ciertos
valores?
—Sí se han puesto en valor algunas cuestiones que estaban un poco olvidadas. Es decir, ese esfuerzo de compartir con el otro lo
que tú tienes. La familia, la tan denostada familia, de repente se ha convertido en una
red gracias a la cual muchas personas han
podido sobrevivir. Con la pensión de los
abuelos, por ejemplo. De repente, han adnº 1149. 4–10 de abril de 2016
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quirido un valor. La familia era una institución que parecía que estaba ya sobrepasada por la modernidad, y sin embargo se ha
demostrado que era el primer eslabón de la
solidaridad.
—¿Cómo ha quedado la ambición? En Historia de un canalla parece que la ambición
se ha instalado en la sociedad.
—Hay individuos que son absolutamente
ambiciosos, que no son escrupulosos, que
no les importa nada lo que les pase a los de-
más. Por ejemplo, todos los que han provocado la crisis financiera son ese tipo de individuos. Esa gente que ha hecho una economía virtual sin importarles que, cuando se
descubrió el pastel, miles de personas pagaron las consecuencias quedándose sin
puestos de trabajo, quedándose en la intemperie, perdiendo sus casas, mientras que
ellos salían mucho más enriquecidos. Claro
que hay individuos así. Desgraciadamente,
les padecemos el resto.
Sin periodismo no hay democracia
Otro mensaje que Julia Navarro deja en Historia de un canalla es que sin periodismo no
hay democracia. Ella cree eso
absolutamente. “Hoy vivimos en
una sociedad en la que los medios están en crisis”, opina. Esto le preocupa,“porque tiene
que haber periodistas que cuenten lo que sucede”. “Cuando entro en la Red y veo que alguien,
desde el otro extremo del mundo, te cuenta algo, yo no sé si
es verdad o si es mentira ni sé
a lo que responde. Pero, si me
lo cuenta un periodista, de un
medio de comunicación, que yo
sé lo que es ese medio de comunicación, de derechas, de izquierdas, de lo que quiera, sé a
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lo que atenerme. Cuando me están contando algo que no sé por
qué me lo cuentan ni quién me
lo cuenta, y que no sé qué hay
detrás del que me lo cuenta, me
produce cierta inquietud”, reflexiona. “El papel de los medios
no se puede suplantar. Los periodistas somos ese intermediario entre lo que sucede y la
gente. Somos la garantía de la
democracia. Es decir, el funcionamiento de la democracia”,
asegura.
Cuando Julia Navarro se levanta por las mañanas, procura leer cuatro o cinco periódicos, para así tener una opinión,
para hacerse una idea de lo
que pasa, para “juntar las pie-
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zas del rompecabezas”. “El periodismo profesional es la garantía de lo que te están contando”, insiste. En su nuevo libro, aparece el caso de una
compañía periodística que está al borde de la ruina y que se
deja manipular para salir a flote. “¿Verdad que no le suena a
raro? Eso no nos suena raro a
nadie. En esta crisis que están
teniendo los medios de comunicación,algunos han optado
por el lado oscuro y otros por
seguir luchando e intentar conservar a los lectores como buenamente pueden”, dice. Prefiere no citar los nombres de los
que “sí se han pasado al lado
oscuro”.
—A la sociedad se le culpabilizó de la crisis porque vivió “por encima” de sus posibilidades.
—La crisis no es culpa de la gente común.
Es de esos desaprensivos, sinvergüenzas, capitalistas de casino.
—¿En qué sentido los políticos son un reflejo de la sociedad?
—A veces, se denosta a los políticos como si fueran lo peor de lo peor. Siempre digo lo mismo, que los políticos son un reflejo de la sociedad, de lo bueno y de lo
malo. Los políticos nacen en la sociedad
misma. Están entre nosotros. Son parte de
la sociedad. Lo que pasa es que a veces los
defectos de la sociedad se amplifican en
ellos. Tampoco son peores que el resto. No
creo que todos los políticos sean malvados
y sinvergüenzas. Hay malvados y sinvergüenzas, como en otros colectivos. Sólo
que ellos están a la vista y entonces las trapacerías que algunos hacen las vemos mucho más. Sobre todo, las sufrimos colectivamente. Ésa es la diferencia con respecto
a otros colectivos.
—¿Qué ha supuesto la irrupción de Podemos y Ciudadanos para el escenario político?
—Los dos grandes partidos estaban absolutamente anquilosados y se necesitaba un aldabonazo. Es lo que han supuesto Ciudadanos y Podemos. Vamos a ver qué pasa. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. La
calidad de los barcos se conoce cuando se
echan a la mar. Ahora veremos en el día a día
del quehacer político lo que dan de sí estas
dos opciones. Eso es un reflejo de la pluralidad de la sociedad y ese reflejo de la pluralidad bienvenida sea. Ha venido muy bien la
aparición de Ciudadanos y Podemos para que
tanto el PSOE como el PP hayan salido de ese
estadio cómodo en el que se encontraban de
“ahora yo, ahora tú”, que estaba provocando
un auténtico hastío en la sociedad.
—Una recomendación que se lee en su libro es que hay que ser elegante con el adversario. ¿Están siendo los políticos españoles elegantes con sus adversarios?
—No. En estos momentos, el único que se
muestra que tiene esas ciertas trazas de elegancia, no sé si por estrategia o por tácticas,
es Albert Rivera. Es el que procura poner paños calientes entre todos. Ésta ha sido una
campaña muy a cara de perro y muy desagradable en algunos momentos. l
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