Ópera en Francia

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Escena de Don Magnifico y sus hijas, con figurantes y miembros del coro
Foto: Laurent Guizard
Ópera en Francia
La Cenerentola en Rennes
Ya es una tradición: cada dos años, la Ópera de Rennes comparte
su producción final de la temporada con el gran público con una
pantalla gigante dispuesta en la explanada afuera del teatro, así
como transmisiones televisadas a 13 poblaciones bretonas, y
radiofónicas en vivo a todo el país por France Musique. Cabe
mencionar que la de Rennes es la única compañía operística en
todo Francia en ofrecer estas transmisiones en vivo.
La ópera elegida fue La Cenerentola de Rossini, en una producción
encantadora e ingeniosa del desaparecido Jérôme Savary resucitada
por Frédérique Lombard, ubicada en el siglo XIX. Los vestuarios
de vivos colores contrastaron deliciosamente con la escenografía
trompe-l’oeuil (trampantojo), en colores suaves.
Desde la obertura, el espíritu rossiniano estuvo presente. Darrell
Ang concertó la Orchestre Symphonique de Bretagne con precisión
y finura, en una partitura complicada con tantos cambios de
dinámica y agógica. En un par de ocasiones la orquesta tapó a los
cantantes, pero en general hubo simbiosis entre el escenario y el
foso.
Las dos hermanastras, Anna Steiger como Tisbe y Jeannette
Fischer como Clorinda, fueron ridículamente chistosas y se
robaron la escena. Por fortuna, el resto del elenco estuvo a la
altura, tanto en lo histriónico como en lo vocal. Angelina fue
interpretada por la estupenda mezzosoprano Josè Maria Lo
Monaco. Con su voz ligera y amplia, con un timbre suave y
dorado, fue la Cenicienta ideal, modesta e inocente, y muy
presente. Uno comprende por qué el príncipe Ramiro se enamora
de ella a primera vista. El tenor Daniele Zanfardino le dio vida y
septiembre-octubre 2015
voz. Afable y enérgico, un consumado belcantista, logró superar
todas las dificultades de la parte.
El mayordomo del príncipe, Dandini, fue interpretado por el
excelente barítono Marc Scoffoni, con la gracia y comicidad que
le iría bien a cualquier opereta de Offenbach. Un verdadero dandy,
se pavonea y baila con desparpajo. Bruno Praticò, barítono bufo,
interpretó al codicioso padrastro Don Magnifico. Este veterano de
la escena se mostró torpe y a la vez conmovedor en su personaje.
Y Luigi de Donato, bajo, cantó Alidoro con una voz cálida y sutil,
y con unos precisos y encantadores pasos de baile coreografiados
por Frédérique Lombart. El coro, preparado por Gildas Pungier,
estuvo magnífico, como siempre.
por Suzanne Daumann
Les mousquetaires au couvent en París
Esta opereta de Louis Varney se estrenó en 1880 en las famosas
Bouffes de París y pasó luego al repertorio de la Opéra Comique,
uno de cuyos últimos puntales fue hasta la extinción del género.
Repescada ocasionalmente, se le han concedido ahora los honores
de cerrar los ocho años de mandato de Jérôme Deschamps,
clausurar la presente temporada y también el teatro, que
durante un año (aproximadamente) se verá sometido a tareas de
rejuvenecimiento y conservación.
No pudo haber despedida mejor. La obra no será “importante”
desde un punto de vista musical o teatral, si se quiere, pero lo
es en la historia de la música francesa y lo cierto es que, con un
argumento hoy algo ingenuo pero todavía cargado de situaciones
“delicadas” (en su época era explosivo presentar soldados
disfrazados de religiosos en un convento dedicado a la instrucción
del sexo débil, algo borrachos y predicando sobre el amor carnal,
y tal vez si no en París en otros lugares puede que lo siga siendo),
pro ópera
Recitales de lieder en la Biennale
de París 2015
P
ara el fin de semana dedicado al lieder en la Biennale de artes
vocales realizado en la Philharmonie de París el pasado mes de
junio, los organizadores invitaron a dos de los grandes intérpretes
del género.
El tenor Werner Güra acompañado, como siempre, del pianista
Christoph Berner, ofreció un ejemplar recital de Winterreise
de Franz Schubert. Compuesto por una colección de poemas
de Wilhelm Müller, este ciclo de canciones trata de un joven
rechazado por su amada, que abandona su pueblo para
emprender un “viaje de invierno” donde se enfrentará con la
amargura, el enfado, el arrepentimiento, la nostalgia. Müller
logró plasmar en sus textos un amplio rango de emociones
humanas que Schubert pudo traducir congenialmente en música.
Recuerdos tiernos, desesperación salvaje, agotamiento, coraje,
son emociones que se suceden una tras otra en este importante
ciclo de canciones.
Werner Güra le da igual importancia a las palabras como a las
notas que canta. Nos lleva a un viaje interior, acompañado de
su voz cálida, de profundidad baritonal, que ha adquirido con el
paso del tiempo una cualidad más ambarina. Christoph Berner
parece entenderse con el cantante por telepatía. El pianista apoya
el canto, subraya discretamente algunos pasajes, evocando el
sonido de los cascos de un caballo de posta o el aleteo de un
cuervo. A lo largo de este Winterreise, el binomio Güra-Berner
hipnotizan a su público. Al finalizar, con un momento de silencio
que rompió el encanto, el aplauso fue atronador.
El segundo recital memorable fue el que ofrecieron el barítono
Christian Gerhaher y el pianista Gerold Huber el 5 de junio,
también en la Philharmonie de París, dedicado íntegramente a
lieder de Gustav Mahler, empezando por cuatro Lieder eines
fahrenden Gesellen (Canciones de un compañero de viaje).
El primer texto procede de Des Knaben Wunderhorn (El cuerno
mágico de la juventud) una colección de poemas y textos
folclóricos desde la Edad Media hasta principios del siglo XIX, y los
otros tres son del propio Mahler.
Con una voz clara y a la vez resonante, Gerhaher ha adquirido
en los últimos años mayor calidez expresiva y profundidad, y ha
logrado perfeccionar su arte de matizar cada frase, cada palabra
con claroscuros. Las canciones cuentan historias distintas, que
van desde la sonriente “Rheinlegendchen” (“Pequeña leyenda
del Rin”) o la irónica “Um schlimme Kinder artig zu machen”
(“Para enseñar a los niños traviesos a portarse bien”), hasta la
más profunda tristeza expresada en “Wo die schönen Trompeten
blasen”(“Donde suenan las bellas trompetas”).
Para concluir, barítono y pianista interpretaron el ciclo
Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos), una
selección de poemas de Friedrich Rückert, en los que el poeta
expresa el dolor de haber perdido a dos de sus hijos luego de
enfermarse de escarlatina. Curiosamente, Mahler compuso este
ciclo años antes de que muriera de escarlatina su propia hija de
cuatro años, María.
La interpretación de Gerhaher fue lo suficientemente discreta
para permitir que música cantara y el texto hablara, a través de su
hermosa voz. Después del aplauso atronador, el barítono ofreció
como encore el lied “Urlicht” (“Luz primigenia”).
por Suzanne Daumann
convoca público, cámaras de televisión, y en resumen es un éxito
como lo fue en su momento.
Deschamps no sólo se despide con un artículo breve pero suculento
en el programa de mano, y en una pequeña hoja dentro del mismo
dirigida a su “querido público”, sino que es responsable de la
vivaz y nada anticuada, pero sí tradicional, puesta en escena, y se
reserva uno de los dos roles hablados, el del Gobernador, que le
vale una ovación tras su primer parlamento de entrada. De cerca lo
sigue la Superiora de Nicole Monestier. Toulon coproduce la obra
y su orquesta de ópera dirigida por Laurent Campellone, todos
entusiastas y aguerridos ocupan el foso. El coro es el de ‘Les Cris
de Paris’, y también se divierten y cantan lo suyo.
Para interpretar estos papeles no hacen falta grandes cantantes,
sino excelentes comediantes que sean musicales. Y no obstante,
hay voces: las de Sébastien Guèze (un tenor muy importante, pero
de agudo algo tenso, mosquetero enamorado), Anne-Catherine
Gillet (una criada que se las trae), Franck Leguérinel (un abate
muy mundano y entrañable), Marc Canturri (mosquetero
despreocupado; es simpático, tiene presencia, canta bien, pero
habría que verlo en otros empleos ya que la voz de barítono
no parece muy extensa ni de peso), Doris Lamprecht (una
característica que es una garantía) y Antoinette Dennefeld (una
pupila desvergonzada que canta y actúa muy bien).
pro ópera
Sébastien Guèze y Franck Leguérinel en Les mouquetaires
au couvent
Foto: Pierre Grosbois
Hay que destacar que muchos roles son incorporados por alumnos
de la Academia de la casa, incluso en el caso del importante papel
de Marie, objeto de los desvelos del tenor, la soprano AnneMarine Suire, que se desempeña perfectamente. El público no
sólo aplaudió, sino que salió con la sonrisa en los labios. o
por Jorge Binaghi
septiembre-octubre 2015
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