Domingos de Cuaresma - Arzobispado de Santiago

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Subsidio de Cuaresma 2016
3. Domingos de Cuaresma
1° DOMINGO DE CUARESMA: 14 de Febrero de 2016
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Arzobispado de Santiago
Aportes para presbíteros y equipos de Liturgia:
Muchos pedirán hoy la “Imposición de las cenizas” tener preparado todo lo necesario. Al
final del primer domingo de Cuaresma, recordar el sentido de la “cajita de cuaresma” (la
Campaña de Cuaresma comienza el mismo Miércoles de Ceniza, pero no toda la gente
alcanza a participar en esa Misa).
APUNTES PARA LA HOMILÍA
1. Conviértete y cree
“Conviértete y cree” fueron los palabras que marcaron nuestra frente con la cruz de cenizas.
Tal vez algunos pedirán hoy día este signo de conversión. “Conviértete y ten fe” ¿en quién?
En el Señor Jesús, nuestro Dios. El es el Evangelio de Dios Padre en medio de este mundo.
Ten fe en el Espíritu de Dios que conduce los pasos de tu vida, que mueve la historia de la
humanidad para que culmine en la Pascua de la vida nueva y definitiva.
Lo que está en juego claramente es la fe. La tienes en tu boca y en tu corazón. Con los labios
la proclamas, con tu corazón la afirmas: ¡“sí Señor, yo creo”!
¿Y por qué es tan importante este acto de fe? Porque sin fe no hay salvación. Es Otro el que
salva: cree en Él. No eres tú el que te salvas. Ese es el peor error. Es volver a la primera página
de la Biblia y querer endiosarse. Del viejo Adán y de la primera Eva, de ahí vienen todas las
tragedias de este mundo.
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2. ¿Queremos cambiar el mundo?
Miremos al mundo en que vivimos. Miremos nuestra Patria. Miremos nuestra Iglesia. Miremos
nuestras familias. Todo lo bueno que hay en ellas no logra sobresalir. Y es mucho más que
lo malo. Sin embargo, nuestra sensación es de que las cosas están mal. Y nos quedamos con
ese sabor amargo en nuestros labios.
Si queremos efectivamente que el mundo cambie, hay que empezar por uno mismo, pero no
metiéndose para adentro, ni centrándose en sí mismo, como dicen algunos. Jesús nos enseña
a vivir con los ojos puestos en los demás para amar, para servir, para esperar.
Si queremos ayudar a cambiar nuestras familias, nuestra Patria, nuestra Iglesia, no lo vamos
a hacer sólo con nuestra crítica. Bienvenida la crítica… pero siempre que nos hagamos cargo
de lo que criticamos. Nada cuesta mirar y despreciar a los otros. Nada cuesta denunciar el
pecado ajeno. Nada cuesta el pelambre destructivo. Lo que cuesta es construir. Hacernos
cargo del defecto del otro, del pecado del otro. ¡Eso es vivir con Misericordia!, como lo pide
el Papa en este Año Santo.
Si queremos efectivamente ayudar a cambiar este mundo, tenemos que enrolarnos en la lucha
de la fe. Y lo esencial de esa lucha es hacer una profesión de fe, como la que pone Moisés en
los labios de su pueblo, en la primera lectura, y como lo hace Jesús para vencer la tentación.
El punto central es saber en quien creo yo, en ¡¡quién crees tú!! ¿Crees en el Señor Dios o
crees en los dioses de este mundo?
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3. La tentación vencida
Meditemos por un instante en la Tentación vencida, como dice San Agustín. La táctica del
demonio es mostrarse sugerente, obviamente, “tentador”. De lo contrario no tendría adeptos.
¿Y cómo lo hace? Lo hace maliciosamente citando las palabras de la Escritura, las mismas
que acabamos de rezar en el Salmo, afirmando nuestra confianza en el Señor. Y lo hace sibilinamente provocando a Jesús para que, ante sus ojos pretensiosos, Jesús demuestre su misión
y su divinidad. “Si eres el Hijo de Dios”… Y peor, “todo esto será tuyo si te postras delante de
mi”… Y desgraciadamente demasiadas personas, cristianos incluso, se han postrado ante el
poder, ante el dinero (aún más que ante la riqueza), ante lo que el Papa llama “la mundanidad”.
Jesús no entra en diálogo. No negocia la tentación. No cae un poquito, como nosotros cuando
decimos que “no hay que frustrar las tentaciones”. Jesús, guiado por el Espíritu Santo, hace
un acto de fe, con tres frases definitivas:
no sólo de pan vive el hombre;
adorarás al Señor tu Dios y al él sólo servirás;
no tentarás al Señor, tu Dios.
El demonio quería saber si Jesús era el Hijo amado de Dios. Ahí tiene la respuesta. Contundente.
Definitiva.
Pero, cuidado, el demonio volverá a la carga muchas veces en la vida de Jesús porque no se
retiró para siempre, sino “hasta que llegara su hora”. Y su hora será cada vez que Jesús rechaza
la espectacularidad, cada vez que Jesús es provocado para usar sus poderes para sí mismo,
cada vez que él pide silencio después de un milagro. Y por cierto, su hora… cuando llega la
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pasión y tiene que volver a hacer estas mismas afirmaciones ante Pilato y ante quienes lo
llevan al patíbulo.
La pregunta que hoy tenemos que responder, lo repito: “¿en qué Dios crees tú?”, “¿a quién
le rindes culto?” Y acuérdate, acordémonos, que también podemos retar al demonio con
la fuerza del Espíritu Santo, diciéndole: “no tentarás al Señor, tu Dios” simplemente porque
debido a la Misericordia de Dios, yo también soy su hijo, su hija, en quien El tiene todas
sus complacencias. Lo podemos hacer con palabras tajantes o simplemente entonando el
Magníficat de María, “el Señor ha hecho en mi maravillas, santo es mi Dios”. La historia ha
probado que este es el mejor exorcismo, ya que el Demonio nunca pudo con Ella.
PARA LA ORACIÓN UNIVERSAL
Instruidos por el ejemplo de Jesús, el Señor, que en el desierto se entregaba a la oración,
oremos también nosotros con insistencia a nuestro Dios:
- Por el Papa Francisco, para que pueda seguir llevando adelante con alegría y entrega, el
testimonio de la gran misericordia que Dios Padre nos tiene.
- Para que, en este tiempo de Cuaresma, Dios conceda a todos los creyentes la fuerza necesaria para vencer el mal, convertirse de su mala conducta y retornar al camino del bien.
- Para que el Señor conceda su fuerza a los que se ven tentados o se sienten turbados,
infunda el deseo de la conversión a los pecadores y otorgue el consuelo del cielo a los
que están tristes o abatidos.
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- Para que, el Señor, conceda a nuestra patria vivir en justicia, paz y honradez.
- Para que tú, Señor, nos des consuelo y paciencia en nuestras enfermedades y las de nuestros
hermanos, de manera que podamos sanar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma,
por el milagro de tu misericordia.
Escucha, Señor, la voz de tu Iglesia que, desde el desierto del mundo, te invoca, extiende
sobre nosotros tu mano misericordiosa y haz que, por medio de la penitencia, la
austeridad y la oración, venzamos las tentaciones del Maligno. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
En este primer domingo sugerimos utilizar el prefacio de las tentaciones del Señor, que centra
su atención en Jesucristo vencedor de la tentación que con su actitud nos ayuda a superar los
ataques del mal.
PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Él mismo, al abstenerse de alimentos terrenos durante cuarenta días, consagró con su
ayuno la práctica cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del demonio nos enseñó a
superar los ataques del mal, para que, celebrando con sinceridad el misterio pascual,
podamos gozar un día de la Pascua eterna.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos un himno a tu gloria, diciendo
sin cesar:
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2° DOMINGO DE CUARESMA: 21 de Febrero de 2016
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Aportes para presbíteros y equipos de Liturgia:
En el domingo en que se proclama el texto de la Transfiguración, la petición de la colecta
es concreta: purificar la mirada interior. Es decir, la mirada del Espíritu. Mirada que siempre
se ilumina y alimenta con la Palabra. Contemplar el rostro de Dios se anticipa y prepara en
la lectura orante de la Escritura y en la constante alimentación con el Pan de la Eucaristía,
alimento de la vida eterna.
Para este día, se recomienda el credo dialogado.
APUNTES PARA LA HOMILÍA
1. Jesucristo, el centro de la historia
En el centro del Evangelio recién proclamado está Jesús, con su rostro luminoso. Es el
Rostro de la Misericordia que nos lleva a decir, con el salmista “contempladlo y quedaréis
radiantes”.
No distraigamos la mirada: este es el centro no sólo del Evangelio. Es el centro de la historia
de la humanidad y de cada uno de nosotros. Ahí está Jesús, el hijo de Dios resplandeciente,
conversando con Moisés, el gran Pastor que lideró a su pueblo de la esclavitud a la libertad.
El que recibió la revelación del Nombre de Dios: Yahvé… el Dios único que siempre está
presente. Ahí está Elías, el más grande de los profetas, el que desafió a los profetas de
dioses sin vida, los dioses de Baal. Su mismo nombre lo delata: Elías, Eliahjú = mi Dios es
Yavé. ¡El es el único Dios! y dicho en nombre de un gran politeísmo. ¿Y de qué conversan?
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Conversan de lo más importante que ha sucedido en la historia de la humanidad: conversan
de la Pascua de Jesús, de la muerte que tendrá que enfrentar para establecer la Vida para
siempre. O sea, están hablando sobre la locura de la misericordia de nuestro Dios que para
liberar al esclavo nos ha entregado a su Hijo. Es como si se nos dijera: “¿entienden por qué
el Padre es misericordioso y Jesús es el Rostro de la Misericordia de Dios?”.
No distraigamos la mirada: ahí están atónitos los testigos que nos han revelado esta escena
magnífica, la más impactante de la vida de Jesús. Pedro, Santiago y Juan, hermanos nuestros
y apóstoles del Señor. Años más tarde Pedro, en una de sus cartas, se referirá a esta escena
precisamente para decir que él no habla de fábulas sino de lo que él vio y oyó. Con razón no
quieren que termine esta escena. ¡Nunca habían visto a su Maestro en todo su esplendor!
2. Dios Padre es testigo
A nuestra mirada, también atónita, agreguemos ahora el oído atento mientras la nube de
la presencia de Dios envuelve a los protagonistas y a nosotros también. Ha aparecido en la
escena el testigo principal de la historia de la humanidad. Aquel que con su Palabra creó el
universo y nos dio vida a cada uno de nosotros. Él es el testigo con mayúscula, nuestro Padre
Dios, que ahora da testimonio de su hijo: “Este es mi hijo amado, mi elegido. Escúchenlo”.
En nuestro lenguaje nos dice: “Les presento a mi Hijo amado, mi elegido. Escúchenlo”
Escuchen sus labios, escuchen sus palabras, escuchen sus silencios, escuchen su rostro,
escuchen su mirada, escuchen su mensaje. Lo que Él dice en esta escena, que está al
centro de la historia de la humanidad, es que la salvación y la luz de la que nos ha hablado
el salmo, sólo vendrán de la Pascua del Hijo del Hombre, del Hijo de Dios. No hay otro
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camino para la salvación de la historia. Y quienes contemplamos y escuchamos estamos
llamados a recorrer el mismo camino, dando como Él la vida por amor. Es el camino de
la misericordia con los hambrientos, con los sedientos, con los encarcelados, con los
migrantes, con esa muchedumbre de hijos e hijas de Dios que buscan la luz para sus días.
Es el camino de las periferias de la ciudad y del corazón humano. Ese es el camino. Esa es
la verdad. Esa es la vida.
Mientras tanto, el mundo se empeña en quitar la mirada y el oído de esta escena. El
mundo se empeña por acallar a Dios y por sacarlo del centro de la historia. Hasta los
mismos cristianos caemos en la tentación de buscar la luz donde sólo hay penumbras. Y
escuchamos embobados tantas palabras, en la televisión, en el periódico, en el diario vivir,
en la farándula. Lucecitas y palabras distractivas pero incapaces de dar vida. Es nuevamente
el Tentador Mentiroso que tentó a Jesús, que busca su hora para seducirnos y alejarnos de
la Luz verdadera.
En palabras duras del Apóstol, así arriesgamos en convertirnos en “enemigos de la cruz de
Cristo” gente cuyo dios está en el vientre. No. No queremos ser aquellos que el apóstol Pablo
describe en esa dura advertencia, como personas que “acabarán en la perdición, porque […]
se enorgullecen de lo que deberían avergonzarse y sólo piensan en la mundanidad”.
3. Esa es nuestra vocación y nuestro destino
Volvamos por un instante la mirada y el oído a esta escena que está al centro de la historia
y de nuestra historia. Miremos bien: que no se nos escape detalle. Escuchemos bien, que
no se nos escape ni una sílaba. Eso que están viendo nuestros ojos, es nuestra propia
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imagen. Lo acaba de decir el apóstol Pablo en la carta a los filipenses: “Nosotros, en cambio,
somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro Salvador, Jesucristo. Él
transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud
del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas”.
Si nuestra mirada no nos engaña, pongamos ahora nuestro rostro al centro donde está el
Rostro de Jesús. Nosotros por el Bautismo somos de Jesús. Somos su Cuerpo. Sus herederos.
Y por eso, en el centro de esta historia, si nos dejamos llevar por Jesús y los profetas que lo
antecedieron, concluiremos nuestra vida con esa misma fuerza, con esa misma belleza. Aún
más, el Padre que nos ha creado ha puesto en nuestro corazón la semilla de esta misma vida
gloriosa y ya en el Bautismo dijo de cada uno, de cada una: “les presento a mi hijo amado,
a mi hija amada… en quien tengo toda mi complacencia”.
A vivir entonces, como ciudadanos del cielo, amando y sirviendo, danto testimonio de la
verdad y la justicia, sin ocultar la cruz de Cristo que llevamos impresa en la frente y en el
corazón, como lo han hecho los santos y santas que nos precedieron. A vivir entonces como
hijos y hermanos de la misericordia… hombres y mujeres que no conocen mejor camino
que el de llevar sobre nuestros hombros, como Jesús, los dolores y las cargas de los demás.
Más de una vez he pensado, ¿qué sentiría la Virgen María al ver a su hijo transfigurado, como
lo contempla ahora en el cielo? Creo que como toda buena madre habrá dicho “no es porque
sea hijo mío, pero es verdad”. Eso mismo dice de nosotros la Madre de la Misericordia cada vez
que ve en nuestros rostros un reflejo de la Luz verdadera que hoy emana del Rostro de Jesús.
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PARA LA ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, hermanos, al Padre de la misericordia, árbitro de nuestros actos y Dios que
escudriña lo profundo de nuestros corazones, y, con espíritu contrito, pidámosle que
escuche la oración de su pueblo penitente:
- Haz, Señor, que tu Iglesia pueda transmitir a todo el mundo el gran amor y la eterna
misericordia que Dios tiene con cada uno de nosotros.
- Permite, Señor, que mediante la escucha de tu Palabra, podamos contemplar tu gran
misericordia y asumirla como propio estilo de vida.
- Haz, Señor, que podamos descubrir en nuestros hermanos el rostro sufriente de Jesús y
ser con ellos testigos de tu misericordia.
- Te pedimos por nuestros seres queridos que ya partieron a la casa del Padre, y por todos
los que aún estamos peregrinando en esta tierra, para que todos tengamos la certeza de
nuestra existencia a tu lado, bajo el amparo de tu infinita misericordia.
Dios grande y fiel, que muestras tu rostro a los que te buscan con sincero corazón,
escucha nuestras oraciones, fortalece nuestra fe en el misterio de la cruz y concédenos
un corazón dócil, para que, adhiriéndonos a tu voluntad, escuchemos siempre la voz
de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
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En este segundo domingo de Cuaresma, domingo de la Transfiguración, el prefacio nos enseña
que la Pasión de Jesucristo es puerta a la gloria de la Resurrección. (La oración a partir de este
prefacio puede ser de mucho fruto)
PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor Nuestro.
Él mismo, después de anunciar su muerte a los discípulos, les reveló el esplendor de
su gloria en la montaña santa, para mostrar, con el testimonio de la Ley y los Profetas,
que por la pasión, debía llegar a la gloria de la resurrección.
Por eso, con los coros celestiales, te alabamos en la tierra llenos de alegría, cantando
sin cesar:
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3° DOMINGO DE CUARESMA: 28 de Febrero de 2016
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Aportes para presbíteros y equipos de Liturgia:
En este tercer domingo de Cuaresma es bueno animar a la comunidad, en tiempo de
vacaciones que ya concluye, a “peregrinar” a algún Templo Jubilar. El camino cuaresmal nos
prepara el corazón para cruzar la Puerta Santa y salir a vivir con los hermanos la misericordia
de Dios. El Señor siempre nos da otra oportunidad.
APUNTES PARA LA HOMILÍA
Nuestro Padre Dios no es indiferente. Jamás lo ha sido. No es indiferente ante la suerte de su
pueblo esclavizado en Egipto. No es indiferente al camino que emprende su pueblo buscando
la libertad, “la tierra que mana leche y miel”. Y no es tampoco indiferente a una pobre higuera
que lleva tres años sin dar fruto. Todo esto ha sido vivido y escrito para nuestro bien. Lo dice
San Pablo en la segunda lectura: “todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados
como un ejemplo para nosotros y fueron puestas en las Escrituras como advertencia para
los que vivimos en los últimos tiempos”.
1. Nuestro Dios no es indiferente
El Éxodo nos narra de una manera viva y misteriosa que Moisés es testigo de la cédula
de identidad de nuestro Dios. Ante una zarza de fuego inextinguible, Moisés siente gran
curiosidad. En ese momento aún no lo sabe… El Monte Horeb es el Sinaí, donde años más
tarde Dios conversará con él como un amigo con otro amigo. Ahora, al escuchar su voz,
Moisés se tapa los ojos y se saca los zapatos porque pisa tierra santa. Es una zarza de amor
inextinguible que nos habla de la santidad ¡Santo es nuestro Dios!
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La palabra “santidad” ha adquirido muchos significados a lo largo de la historia. El primer
significado es “santo”, que Dios es distinto, diferente. Radicalmente distinto a nosotros y a
los otros dioses que en aquellos tiempos adoraban los pueblos. Dios es distinto, en primer
lugar, porque no es indiferente, como son esos ídolos que tienen ojos y no ven, que tienen
oídos y no escuchan. Lo distinto, lo que distingue a nuestro Dios es que El se conmueve
ante el sufrimiento de su pueblo. Al contrario de los ídolos, Él “mira” a sus hijos, “escucha”
su clamor, y toma una decisión. Por eso repetimos en el estribillo del salmo “El Señor es
bondadoso y compasivo” con nosotros.
Nuestro Dios también es santo, porque no se queda en las alturas celestiales, mandando a
sus sirvientes a salvar a su pueblo. Él mismo es quien entra en la historia, con signos muy
potentes para sacarlos de la esclavitud y lo conduce a lo largo del camino, como fuego, como
nube, con maná, con agua en el desierto y codornices para su alimento. Siglos más tarde, Él
mismo Dios hará plenos los tiempos dándonos lo mejor de su corazón: nada menos que a
su hijo amado Jesucristo, para que tome nuestra carne y nos salve de todas las esclavitudes
que limitan nuestra vida. Las esclavitudes sociales y personales, las del alma y las del cuerpo.
Este santo Dios hace algo inaudito con Moisés: le revela su “nombre”, nos revela su “identidad”.
O sea, no se esconde. Se dice y se muestra con una revelación que ha dado mucho que pensar
a filósofos y teólogos a lo largo de la historia. Yo soy Yahvé, es decir, “yo soy el que soy”.
Esa frase permanece en el misterio, muchos han querido interpretarla. Sin embargo recibe
mucha luz de la frase que sigue… Le dirás a tu pueblo que “yo soy el Dios de Abraham, de
Isaac, de Jacob”. Esos son los antepasados más venerados. Son tus padres en la vida y en la
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fe. En castellano, no así en otras lenguas, el verbo ser se diferencia de estar, ser y estar. En
este caso, Yahvé es el Dios que “está”, que está “presente”. Nunca está ausente. Yo soy el
Dios que ha caminado con Abraham, con Isaac, con Jacob… el que siempre está junto a su
pueblo. Nuestro Dios no es indiferente.
Y como estos ejemplos se han escrito para nosotros, como lo recuerda San Pablo, hoy
podremos comprender, en plenitud, que Jesús es el Rostro de Yahvé, el Dios misericordioso,
el que consuela a su pueblo, el que sigue caminando junto a nosotros en todos nuestros
caminos. Jesús es llamado el Emmanuel, que significa el Dios con nosotros. Es el Dios presente,
el que nos sigue ofreciendo su presencia real en la Palabra, en la comunidad, en el corazón de
la Eucaristía. Así nos salva de toda esclavitud. Y por eso también, su nombre “Jesús” significa
“Yahvé que salva”. Nuestro Dios no es indiferente.
2. La higuera seca
¿Por qué nos costará tanto creerlo? Cada vez que no se cumple lo que yo quiero, siento
que Dios no escucha mi oración. Cada vez que tengo algún sufrimiento personal o familiar,
siento que a Dios no le importa lo que me pasa, como le reprocharon a Jesús los apóstoles
en la tormenta del lago. Hay un accidente como esa torre que se desploma en Jerusalén y
hablamos del castigo de Dios y que las víctimas tienen que haber sido pecadores. Un dictador
decreta una infamia, como la que Pilato hizo al matar a un grupo de Galileos, y no falta el
que piensa “algo habrán hecho”, así pueden ser indiferentes. Jesús, en cambio, no acepta
esos razonamientos torcidos. Dios no tiene la culpa. Y si no lo entendemos, arriesgamos a
que nos pasen cosas semejantes - dice Jesús- y ante nuestras tragedias los demás se laven
las manos para no inmiscuirse. Pero, nuestro Dios no es indiferente.
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Tal vez por eso sea la parábola con que concluye el Evangelio. A gente dura de cabeza y
a veces de corazón, como son esos que piensan mal de Dios y de los hombres, y como lo
somos nosotros que celebramos esta Eucaristía, se nos puede comparar con esta higuera
estéril. Vive, se dedica a lo suyo, ocupa un lugar en el terreno, pero no da fruto. Es como
un cristiano o una cristiana, que piensa en sí mismo y no en los demás. Gente que no se
preocupa de su misión que es ofrecer con su vida un buen fruto que beneficie a los demás.
Ellos mis hermanos son los que tienen derecho a comer de los frutos de mi vida, como de
esa higuera, que para eso me ha creado nuestro Padre Dios.
Con esos antecedentes, agravados por tres años sin dar fruto, el dueño del terreno piensa,
con toda razón, que esa higuera se secó. O que ya no vale su lugar ni justifica su existencia.
Sin embargo, hay uno que piensa diferente, uno que no es indiferente, uno que es lento en la
ira y de mucha misericordia y que en la parábola está representado en la persona del viñador.
Este no sólo aboga por la higuera, sino que carga con ella, para soltar la tierra que la circunda,
para cuidarla y echarle buen abono, y esperar sus frutos. Es decir, para esperar su conversión.
Vuelvo a recordar: “todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo
para nosotros y fueron puestas en las Escrituras como advertencia para los que vivimos en
los últimos tiempos”.
3. Cuaresma, escuela de misericordia
En este tiempo de Cuaresma vivimos una escuela de misericordia . Y en la escuela no sólo
se va a clases y se escuchan las lecciones, también aprendemos de la historia de nuestros
mayores y del tiempo en que vivimos.
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En esta escuela de la misericordia, aprovechemos para acercarnos al sacramento de la
Reconciliación, para recibir la gracia del perdón de nuestros pecados. Todas nuestras
parroquias, colegios y movimientos, están invitadas a propiciar estas instancias, también
para interceder por los que están lejos.
Para volver a aprender lo que es la gracia del perdón misericordioso de Dios que no tiene
puesta su vista en nuestro pasado, sino en la nueva oportunidad que el viñador le ofrece a
esta higuera seca. El perdón y la conversión son siempre pasos de futuro como lo hace nuestro
Padre Dios con el hijo que abandonó la casa. Una oportunidad bendita para encontrarnos
todos y cada uno con el Señor que no es indiferente a nuestra vida. El Señor que es compasivo
y misericordioso. El que me espera y que me busca – a mí el primero - para reiniciar nuestro
camino a la tierra nueva, a los cielos nuevos, como lo hizo con su pueblo al librarlo de la
esclavitud.
La Virgen María, nuestra Madre, llevó en su seno la admirable humanidad de nuestro Dios,
la encarnación de su Misericordia. Ella que, junto a San José, fueron los primeros en ver y
admirar, el Rostro a la Misericordia de Dios hecha carne por amor, nos enseñe a contemplarlo.
Ellos intercedan por nosotros para que volvamos a comprender y a amar el Sacramento del
Perdón en que nos encontramos con lo más hermoso que Jesús ha venido a ofrecer a la
humanidad. Amén.
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PARA LA ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, queridos hermanos, ante el corazón bondadoso de Dios Padre, implorando la
misericordia divina en favor de todos los hombres y suplicando el perdón para cuántos
hemos pecado:
- Haz que tu Iglesia pueda expresar tu amor misericordioso, de manera visible y tangible
para el mundo.
- Para que la gracia de tu amor misericordioso, nos libere de todas nuestras limitaciones y
así, los frutos de nuestras obras sean manifestación de tu amor.
- Para que, como pueblo de Dios, busquemos construir una patria más justa, fraterna y
solidaria, de manera que podamos descubrir tu grandeza a través de tu misericordia divina.
- Haz que Cristo sea siempre el centro de las decisiones en nuestra querida Iglesia, de modo
que atienda con misericordia a los más necesitados y desvalidos.
Padre santo y misericordioso, que nunca abandonas a tus hijos, sino que les revelas
la gloria de tu nombre, escucha nuestras oraciones y haz que sepamos acoger tus
enseñanzas con la sencillez de un niño y demos frutos de verdadera y continua
conversión. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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El tercer, cuarto y quinto domingo de Cuaresma no tienen un prefacio asignado, excepto en el
ciclo A. Sugerimos aquí utilizar Prefacio de Cuaresma 3, que nos invita a imitar la generosidad
del Señor y no ser egoístas con lo que podemos dar.
PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y
en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer
tus dones, para dominar nuestro orgullo, e imitar así tu generosidad compartiendo
nuestros bienes con los necesitados.
Por eso, con la multitud de los ángeles, te alabamos diciendo a una sola voz:
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4° DOMINGO DE CUARESMA: 6 de Marzo de 2016
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Aportes para presbíteros y equipos de Liturgia:
Al final del cuarto domingo de Cuaresma queremos animar a la comunidad a participar en
liturgias penitenciales, particularmente en la iniciativa del Santo Padre “24 horas para el
Señor” (11-12 de marzo). Organizar las CEBs, las parroquias del decanato, avisar a los colegios.
También es tiempo de comenzar a organizar y convocar para el Domingo de Ramos y las
celebraciones de Semana Santa. Dar la bienvenida a quienes llegan de vacaciones e invitar
a quienes tienen que participar del Inicio del Año Pastoral
APUNTES PARA LA HOMILÍA
En la escuela de misericordia, hemos peregrinado paso a paso con el Pueblo de Dios, desde
la esclavitud de Egipto hasta llegar a la tierra de libertad. En ese mismo caminar hemos ido
conociendo y admirando la revelación de la presencia real de nuestro Dios que hace historia
con su pueblo. Un Dios que no es indiferente. Un Dios que sana y salva. El salmo de hoy
nos provoca al hacernos repetir: “gusten y vean cuán bueno es nuestro Dios”. Y esa es la
enseñanza principal que nos regala Jesús con la parábola de este domingo.
1. Parábola del Padre Misericordioso.
Hemos escuchado muchas veces esta parábola. La hemos llamado Parábola del “hijo
pródigo”, centrando la atención en el menor de los hermanos. También podríamos llamarla
la “parábola de los dos hermanos”. Sin embargo, vamos a lo medular. El personaje central
de esta enseñanza es el padre de familia. Y por eso, su nombre más propio es “Parábola del
Padre Misericordioso”.
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En verdad, uno podría tomarla como un cuento, una hermosa narración, pensando que Jesús
quiere que los padres y madres de familia se inspiren en esta enseñanza. Mal que mal, no es
raro que los hijos – sobre todo los varones – nos arranquemos de la casa en algún momento
de la vida. Tampoco es raro en estos tiempos que los papás queden en vilo por la noche sin
saber si los hijos o las hijas llegan o no llegan a dormir en casa ni quiénes son sus juntas.
Incluso piensan, con temor, hacia dónde habrán dirigido sus pasos temiendo que, como el
hijo menor de la parábola, anden en alguna “tierra extraña” o metidos en algún lío. Más de
alguna vez pensarán “niño chico, problema chico; niño grande, problema grande”.
Debo decir, sin embargo, que aunque todo esto sea verdad, la parábola no ha sido escrita
en primer lugar para enseñanza y consuelo de los padres de familia. Esta parábola es uno de
los textos más hermosos del Evangelio que refleja la profundidad del alma de Jesús. Él tenía
que revelarle al verdadero Dios a la gente sencilla, y algo cabeza dura, de Galilea. Y podemos
agregar, Él tenía y tiene que revelar el verdadero rostro y el corazón de Dios a la gente sencilla
de todos los tiempos. Entre ellos estoy yo, estamos nosotros.
Por Moisés ya sabíamos que Yahvé no es indiferente, que es un Dios que camina con su
pueblo: Emmanuel, Dios con nosotros, dirá el profeta Isaías. Por los textos del Evangelio que
hemos escuchado durante la Cuaresma, sabemos que el nuestro es un Dios que nos salva de
nuestras esclavitudes personales y sociales. De ahí el nombre de “Jesús”, que significa Yahvé
salva. Hoy llegamos a la culminación de esa revelación al saber que, por sobre todos esos
nombres, Dios es Padre, nuestro Padre, mi papá. Y no es un padre como cualquiera: Él es un
Padre de corazón misericordioso hasta el extremo. Un Padre lleno de ternura. Nadie puede
competir con su amor. Nadie puede compararse con Él. Sólo podemos agradecerlo, dejarnos
acoger por Él y tratar de emularlo en nuestra vida.
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2. Amor preferente por sus dos hijos
Dos son los hijos del Padre: el menor que sueña con su libertad y el mayor que prefiere
trabajar junto a su Padre. El menor le pide la parte de su herencia. Hay que hacer la partición,
dividir los bienes en vida, meterse en líos administrativos, pero el Padre se lo concede sin
siquiera preguntar por qué ni para qué.. De paso, la herencia se reparte y obtiene cuando
muere una persona. Por lo tanto, el menor está diciendo “quiero tener ahora lo que me
pertenecería cuando tú te mueras”. ¿Podrá comprender esto cualquier padre de familia?
¿Podrá comprenderlo el hermano mayor?
Ya sabemos lo que pasa. El hijo se va lejos, muy lejos de su familia y de su Padre. Malgasta
el dinero, que no era poco, dándose a una vida licenciosa en todo tipo de placeres. Ese era
su sueño. Esa su pretendida libertad. Hasta que se queda sin un cinco y, como hijo de papá…
no se atreve a mendigar. Así conoce la explotación de los trabajadores estacionales. Conoce
la rigidez del contrato: no puede ni siquiera comer las bellotas que le daban a los chanchos.
Y entonces por necesidad más que por amor, reaparece la imagen de los jornaleros de su
padre. Ni siquiera la imagen del amor de su Padre.
Es el principio de la conversión. Prepara su discurso y toma el camino de regreso pero con
la gran duda de qué sucederá en su casa. Se ha portado tan mal que no merece sino ser un
trabajador a trato y por el día. Un jornalero. Y Aquí sucede lo increíble, lo indescriptible. Es
lo que muchos papás y mamás como ustedes sienten pero no se atreverían a decirlo en voz
alta. El Padre lo espera cada día, sale a mirar el camino, tiene sed de su hijo menor. Se habrá
portado mal - eso aún no lo sabe - pero es su hijo. Y en cuanto lo ve, en el Padre se desborda
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Arzobispado de Santiago
la ternura: es el quien corre a su encuentro, lo abraza con todo su ser, y con lágrimas en sus
ojos lo cubre de besos como una buena madre. Y ni siquiera lo deja terminar su acusación.
Para el hijo el anillo, las mejores ropas, zapatos para calzar sus pies y una fiesta para celebrarlo.
Hermanos, hermanas, esta no es una leyenda. Esta es la enseñanza suprema de Jesús sobre
el Padre, sobre nuestro Padre. Y esta es también la mejor enseñanza sobre el sacramento
del perdón… Lo importantes es el regreso, la conversión, el amor mutuo. ¡Ya habrá tiempo
para ocuparnos de los pecados!
3. La fiesta del amor
¿Entienden ustedes esta lógica? A muchos nos cuesta, es muy difícil de entender. Sin embargo,
y no es menor, así es en verdad el corazón de Dios. Muchos de nosotros comprensiblemente
debemos sentir que este Padre se pasó. No es lo que procede. Ese pensamiento, que descalifica
al Padre, puede ser el de muchos de nosotros. Tal vez nos sentimos buenos y nunca hemos
sentido la vergüenza del pecado. Es lo que sucede con el hijo mayor. Está sorprendido. Se
acerca con disgusto al oír la fiesta y recibe en mala el mensaje de los sirvientes. El se siente
justo y se niega a entrar a esta fiesta en honor de un pecador.
Nuevamente el Padre, el protagonista de la historia, sale a encontrarlo y con la misma ternura
con que recibió al hijo menor, trata de explicarle. Es su hermano. Estaba perdido y ha sido
encontrado. Estaba muerto y ha vuelto a la vida, como pasa con todo pecador. Y por eso
hay fiesta porque hay más alegría en el cielo por uno de nosotros que se convierte que por
cien justos que perseveran.
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Tal vez al hijo mayor le falta la experiencia de ser padre, a todos nos cambia la vida cuando
llegan los hijos. Tal vez el hijo mayor siempre ha estado junto a su Padre pero eso ha
sido una carga para él, como que se lo saca en cara en este diálogo. Ha sido un cristiano
esforzado, sacrificado, pero no ha gozado la cercanía de su Padre. Ha vivido por el deber, por
el cumplimiento, y no ha gozado del amor entrañable que tiene su Padre. ¡Qué pena! Hay
mucha gente que vive así su cristianismo. Como dice el Papa Francisco son cristianos con
cara de picle. No sonríen, ven la paja en el ojo ajeno y todo se les hace pecado. Son creyentes
con alma de fariseo. ¡Qué pena! Y qué escándalo… pues los que los ven deben pensar que
creen en un Dios indiferente y castigador. Que aún no descubren el Evangelio que dicen creer.
Mucho tenemos que aprender de María, la Virgen, que en el Magníficat canta su alegría de
creer. Canta la experiencia de un Dios que se preocupa de los débiles y de los pecadores. Un
Padre Dios que “ha hecho en mí maravillas, ¡y Santo es mi Dios!”.
Al concluir esta homilía propongo un tiempo de silencio para escuchar a Jesús con lo mejor
de nuestro corazón. Para creer en su experiencia y su palabra. Nadie hay en la historia que
conozca mejor a Dios. Nadie que pueda hablar del Padre Dios con más autoridad. En silencio
escuchamos. En silencio nos dejamos acoge por la ternura y la misericordia de nuestro Padre
Dios.
24 horas para el Señor
En este tiempo de Cuaresma, el Santo Padre nos invita a participar de “24 horas para el Señor”.
En la Arquidiócesis de Santiago las celebraremos el viernes 11 y el sábado 12 de marzo. Son
Veinticuatro horas en que el Papa pide a toda la Iglesia Universal que aprovechemos para
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Arzobispado de Santiago
acercarnos al sacramento de la Misericordia, para recibir la gracia del perdón de nuestros
pecados. Todas nuestras parroquias, colegios y movimientos, tienen que estar abiertas durante
esas 24 horas, también para interceder por los que están lejos.
Son 24 horas para volver a aprender lo que es la gracia del perdón misericordioso de Dios
que no tiene puesta su vista en nuestro pasado, sino en la nueva oportunidad que Él ofrece.
El perdón y la conversión son siempre pasos de futuro como lo hace nuestro Padre Dios con
el hijo que abandonó la casa. Una oportunidad bendita para encontrarnos todos y cada uno
con el Señor. El Señor que es compasivo y misericordioso. Él que me espera y que me busca
-a mí el primero- para reiniciar nuestro camino a la tierra nueva, a los cielos nuevos, como
lo hizo con su pueblo al librarlo de la esclavitud.
PARA LA ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, hermanos, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta
y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente:
- Cuida y protege al Papa Francisco, para que siga siendo un testigo preclaro de la Misericordia
Divina.
- Que toda acción pastoral en la Iglesia sea dirigida con ternura, para que su anuncio y
testimonio nunca se aleje del camino del amor misericordioso y compasivo del Padre.
- Para que aprendamos a peregrinar, junto a nuestros hermanos, como Pueblo de Dios,
construyendo cada día una autentica patria de hermanos.
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- Para que todos nuestros actos se basen en la misericordia y hagamos de ella nuestro
sentido de vida, tal como lo vivieron los santos, en el seguimiento de tu Hijo, Jesús.
Dios, rico en misericordia, que acoges con el abrazo del perdón a tus hijos, que,
arrepentidos, retornan a ti, escucha nuestras oraciones, perdona nuestras culpas
y revístenos con vestiduras de fiesta, para que podamos participar en el banquete
pascual. Por Jesucristo, nuestro Señor.
En este cuarto domingo se sugiere el uso del Prefacio de Cuaresma 2, que hace presente la
penitencia cuaresmal. Este prefacio nos recuerda que viviendo en las realidades temporales,
tenemos que adherir a las realidades eternas.
PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y
en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu y nos
das fuerza y recompensa por Cristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles y los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
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5° DOMINGO DE CUARESMA: 13 de Marzo de 2016
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Aportes para presbíteros y equipos de Liturgia:
En este quinto domingo es bueno motivar a los fieles y sus familias para que puedan realizar
algún signo de fraternidad (recolectar alimentos, ropa, ayuda a algunas personas necesitadas,
visitar enfermos, etc.) fruto de la liturgia penitencial y del que las personas y las familias
puedan realizar algún signo de fraternidad, en especial, fruto de la liturgia penitencial y
del tiempo de Cuaresma, llevando la misericordia de Dios que se ha experimentado, a los
lugares y personas que más lo necesitan. Motivar para recoger las Cajitas de Cuaresma.
APUNTES PARA LA HOMILÍA
1. Algo nuevo está brotando
Continuando nuestro camino junto al pueblo de las promesas, hoy nos encontramos en el
exilio, en tierra extranjera, como lo sufren tantos y tantas en nuestros días. También nosotros
por momentos nos sentimos viviendo en un exilio de nuestras convicciones, en una sociedad
que no quiere a Dios en el centro de su vida.
En ese clima doloroso, irrumpe la palabra de Dios anunciando tiempos nuevos. En medio
de la desesperanza, renace la esperanza. Y es tan importante lo que tiene que decirnos que,
antes del anuncio, el profeta da los títulos de Dios, recordando las proezas que ha hecho
en favor de su Pueblo:
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“Esto dice el Señor, que abrió un camino en el mar
y un sendero en las aguas impetuosas,
el que hizo salir a la batalla
a un formidable ejército de carros y caballos,
que cayeron y no se levantaron”
Con esta introducción nadie puede distraerse. Hay que poner oído atento. El anuncio
impresionante del profeta Isaías nos lleva ahora a poner los ojos en el futuro, en lo nuevo
que Dios está preparando para nosotros, que ya está brotando, y que se verificará con
potencia en la Pascua del Señor.
“No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo;
yo voy a realizar algo nuevo.
Ya está brotando. ¿No lo notan?”
No es una fantasía. No es una quimera. Es un futuro que comienza a brotar en este tiempo
de Cuaresma: lo nuevo, lo novedoso será ver a la muerte, muerta, y a la vida triunfante para
siempre después de la última batalla contra el demonio. El es el Mentiroso y Homicida que
durante toda la historia se ha opuesto a la obra de Dios.
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2. El perdón, la gran novedad
En verdad, “Grandes cosas ha hecho el Señor a favor nuestro” y las seguirá realizando. Es
sólo cosa de poner nuestros ojos en la obra de Dios y no en nuestras propias obras. Poner
nuestros oídos en la lógica de Dios y no en nuestra manera añeja de pensar. De eso no cabe
duda. Desde el amanecer hasta el ocaso nuestro Padre actúa en favor nuestro.
Ya está brotando, ¿no lo ven? ¿Cómo brota hoy día el triunfo de la vida en el aparente
triunfo de la corrupción y de la muerte? ¿Cómo se manifiesta Dios en nuestra vida? No se
manifiesta en el ruido ni en la espectacularidad. Se manifiesta en el silencio, en el corazón,
donde los poderes de este mundo no pueden llegar ni mandar. También se manifiesta en el
corazón de la Iglesia, más allá de los escándalos y los renuncios. Se manifiesta en incontables
obras de misericordia a favor de los más pobres, de los hermanos con capacidades diferentes,
de los ancianos abandonados, y de las obras de bien que cada uno y cada una realiza en
silencio, sin propaganda, como son las obras de Dios.
Pero hay algo aún más nuevo: lo más nuevo y novedoso, es lo que hace Jesús en medio de
los fariseos y los acusadores. El no viola la ley sino que pone las cosas en su lugar. Si hay
que apedrear, es decir, matar a peñascazos, procedamos. Aún se hace así en algunos países
de oriente. Y aquí mismo, en Chile, en cada femicidio y en la abusiva violencia intrafamiliar.
¿Quién es libre de pecado para tirar la primera piedra? En silencio se retiran los bulliciosos
de la ley y del precepto que tampoco faltan en la Iglesia. En la escena sólo queda la mujer
y Jesús, el único que no tiene pecado. Él podría tirar piedras. Sin embargo, no hace. Él ha
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venido a superar la ley, a dar vuelta la manera como nosotros hacemos la historia. En vez
de tirar piedras Él regala perdones verdaderos, como el Padre Misericordioso del domingo
pasado. “¿Dónde están los que te condenaban? Yo tampoco te condeno. Ándate en paz y
no peques más”. Y no lo hagas por tu bien, por tu propia dignidad.
Eso es lo nuevo. Eso es lo novedoso, sobre todo en un mundo en que no se prodiga el perdón
y que, en público o en privado, nos dedicamos a apedrear a los pecadores. ¡Y con qué cara!
Son piedras que vienen de los mismos que antes o después son o serán condenados. Lo
nuevo, lo novedoso es la misericordia y el perdón que el Padre Dios y su Hijo Jesús nos
ofrecen constantemente.
3. La justicia misericordiosa: una novedad de Dios.
¿Podremos contribuir a la victoria de la novedad de Dios? Con la verdad. Sí. Con la justicia.
Sí. Pero no se puede separar lo que Dios ha unido, es decir, la justicia de la misericordia
que son dos componentes del juicio de Dios en que siempre triunfa la misericordia. No se
cierran los ojos al pecado. No se esconde el delito. Lo justo es justo y hay que enfrentar las
consecuencias, pero como alguien ha dicho, es mejor “la justicia con clemencia” y mejor aún,
como lo hace Dios, “la justicia con misericordia”. Bastante sufre la persona que reconoce la
profundidad de su pecado. Contribuir a lo nuevo de Dios es descubrir y proponer el perdón:
pedir perdón, otorgar perdón, recibir perdón. Ese es el gran-don.
Pero eso es ir contra corriente. Así es. Es ir contra corriente con Jesús y como Jesús, el Hijo de
Dios, que vence a la muerte enfrentando a la muerte. San Pablo en la carta a los Filipenses
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nos da la clave de la novedad del Evangelio. Lo nuevo no se encuentra en los títulos de
nobleza. Tampoco está en los títulos de su estirpe religiosa: “fariseo hijo de fariseos, cumplidor
de la ley”. Lo nuevo está en el amor. En el enamoramiento de Jesús por mí, por nosotros.
“Todo lo tengo por nada después de haber conocido – experimentado – el amor de Jesús
mi Señor”… Y por él me tiro hacia delante, hacia lo nuevo. Textualmente “descoyunto mis
brazos para alcanzarlo a Él y el poder de su resurrección”. Ahí está lo nuevo.
Y el apóstol lo dice con humildad, una humildad que nos interpela a cada uno. No es que
haya alcanzado al Señor todavía, pero me tiro hacia delante, hacia el camino que Dios me
propone, para alcanzarlo a Él y el poder de su resurrección, como queremos hacer en esta
Pascua. ¡Ahí está lo nuevo, lo que está brotando, ¿no lo ven Uds.?!
Hay una mujer que vivió la novedad de Dios durante toda su vida. A ella la invocamos:
“Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve. A ti clamamos los desterrados [exiliados] hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y
llorando […]: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro
[exilio] muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce
Virgen María.”
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios…
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Cristo, nuestro Señor.
Amén
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PARA LA ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, amados hermanos, y pidamos la misericordia del Señor para que, compadecido
de su pueblo penitente, escuche nuestras plegarias:
- Protege al Papa Francisco y haz que su testimonio valiente de la misericordia de Dios
sirva de unión entre todos los pueblos.
- Ayúdanos a amar como Cristo nos amó a nosotros y poder transmitir a todos nuestros
hermanos las maravillas de tu misericordia.
- Perdona nuestras faltas así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido de
manera que la misericordia y el perdón llenen nuestras vidas y nos permitan alcanzar la
felicidad eterna.
- Haz que vivamos con alegría y paz este Año Santo y que cada día nos encuentre más
comprometidos con nuestros hermanos y compañeros de camino.
- Haz que tengamos un corazón que no juzgue y que perdone a los hermanos.
Dios de bondad, que quieres renovar en Cristo el universo entero, contempla nuestra
miseria y, puesto que enviaste a tu Hijo al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo,
escucha nuestras oraciones, perdona nuestras culpas y haz que renazca en nuestros
corazones la alegría de una vida nueva y exultante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Sugerimos para este domingo el prefacio de Cuaresma 5. Al ser el último domingo de Cuaresma,
este prefacio recoge el sentido espiritual de este tiempo cuaresmal.
PREFACIO
En verdad es justo bendecir tu nombre, Padre rico en misericordia, ahora que, en nuestro
itinerario hacia la luz pascual, seguimos los pasos de Cristo, maestro y modelo de la
humanidad reconciliada en el amor.
Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para
que, llegados a la montaña santa, con el corazón arrepentido y humillado reavivemos
nuestra vocación de pueblo de la alianza convocado para bendecir tu nombre, escuchar
tu Palabra y experimentar con gozo tus maravillas.
Por estos signos de salvación, unidos a los ángeles,
ministros de tu gloria, proclamamos el canto de tu
alabanza:
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