Un cuento real Érase una vez una niña muy hermosa que nació en un país muy lejano y buscaba una mamá. Dios quiso ponerla en nuestras manos. Era invierno, uno de los más fríos que recuerdo. Fue entonces cuando sus padres emprendieron un largo viaje en busca de su estrella. Se encontraron con muchas dificultades en el camino, nieves, lluvias, frío...pero no importaba puesto que el amor que llevaban dentro podía más que todas las tempestades del Universo. Por fin llegan, después de volar el cielo muchas horas. Cuando le entregaron su niña, el cielo se iluminó, se llenó de gozo y hasta los ángeles cantaban dándole las gracias por la buena labor que iban a realizar. Vinieron pronto de vuelta y en vez de perdices comimos roscos de la abuela para celebrarlo con mucha alegría. Esta es la forma de la que Filo ha querido narrarnos cómo su nieta llegó a sus vidas. Reflexiones de niños Había una vez tres amigos que procedían de un pequeño pueblo llamado Precioso. Antonio, Fernando y Oscar, tres chavales de diez, once y doce años respectivamente. Un día decidieron irse a correr aventuras por las montañas que rodeaban su aldea, esas colinas que observaban cada día y se preguntaban que esconderían. Al poco tiempo de comenzar su peregrinación por la llanura, divisaron Monte Alto, pero se encontraron con un arroyo que no podían atravesar. Tras buscar a su alrededor algún medio que les sirviese de ayuda, observaron tres grandes piedras entre el follaje. Consiguieron entonces cruzar el río y superar el primer impedimento de su aventura. Empezaron a escalar el Monte y se cruzaron con una coneja a la que comenzaron a tirarle pequeñas piedras y ramas intentado jugar desde su inocencia de niños. Después de perseguirlo unos minutos la coneja por fin llegó angustiada hasta su madriguera para refugiarse. Los muchachos se quedaron a la entrada de la madriguera esperando a ver si el animal volvía a aparecer. Cuál fue su asombro, tras un buen rato, que la coneja salió de su refugio. En esta ocasión no iba sola; la seguían sus seis conejitos a cada paso que daba. Fue entonces cuando la coneja miró a los chicos en señal de la responsabilidad que tenía e intentado hacerles ver que era necesaria para otros seis seres del mundo. Los muchachos comprendieron así el valor de su vida y la dejaron tranquila. Continuaron su marcha y en breves instantes vieron venir lo que creían que era una manada de toros. Rápidamente decidieron subirse a un árbol para evitar ser atacados. Cuando la piara estuvo cerca de ellos pudieron ver que no eran toros, ¡eran vacas! No obstante su prudencia fue acertada, al momento divisaron junto a la manada un toro bravo. Las vacas continuaron su camino y el toro marchó tras ellas. Fue entonces cuando los muchachos decidieron bajarse del árbol. Fernando tomó la iniciativa dando un gran salto para bajar. Antonio al secundarlo se hizo daño en la pierna y en el hombro y Oscar se quedó enganchado con la ropa en una rama. Sus amigos intentaban tirar de él para bajarlo. Por fin se soltó gracias a la fuerza que ejercieron sus amigos. Sin embargo, fue tanto el ímpetu que Oscar cayó de cabeza provocándose un gran chichón. Tras los acontecimientos sucedidos decidieron marchar a casa de regreso. De nuevo en el arroyo tuvieron que enfrentarse a cruzarlo. Fernando se encontraba con mayor dificultad por sus heridas y no pudo evitar caer al arroyo, viéndose obligado a continuar el camino empapado. Tras la serie de la serie de incidentes narrados ¡por fin llegaron a casa! Donde los muchachos heridos tuvieron que ser atendidos por el médico y donde sus familias los acogieron y los cuidaron para que recuperasen su salud. Moraleja Todas las personas buscamos experiencias y aventuras nuevas. Estos protagonistas reflejan como en los viajes que emprendemos a lo largo se presentan obstáculos que siempre será más fácil resolverlos en equipo. Además tiene la intención de hacernos ver que pase lo que pase la familia siempre está ahí: cuando estamos bien, cuando estamos heridos, cuando nos marchamos y sobre todo, cuando volvemos, sin juzgarnos, sin interés.