JORGE SOLÉ-TURA "Siempre han vencido los profetas mientras que los inermes fueron A cinco siglos de su nacimiento, año por año, Nicolás MAQUIA~ELO todavía es un clásico con mala prensa. O con leyenda negra, que es La confección de El príncipe en 1513 señaló el comienzo de una olémica antimaquiavélica en la que los motivos apologéticos Forma de protestas de alta moralidad. Y en esto estamos de la moral tradicional, se sigue hablando de su "dialéctica de los medios y los fines" y se busca su vinculación con Mao TSE-TUNG, LENIN, STAL y TROTSKI,casi con el mismo espíritu con ue en otras épocas se buscab su relación con el racionalismo, el enciclope ismo, el materialismo, el ateí mo v otros "ismosJ' más o menos satanizad0s.l ues, no caer en esta trampa si de verdad queremos pen trar su obra. No se trata de un problema ético sino del int nto de obviar este problema mediante la afirmación clara y explícita de la uptura con la ética tradicional y de la autonomía de la nada sirve, pues, atacarle en nombre de algo que no le atañe. O terreno que él señala, y entonces hay que utilizar sus propios y hacer ciencia política, o nos mantenemos en el terreno en cuyo caso no hay comunicación y sí únicamente a ología, algo que se quiere preservar ante la fuerza arrolla ora de ~ r -e-c t i v a . ~ Por eso la larga tradición antimaquiavélica -cuya primera gran compilación es seguramente el Antin~a~uiavelo del protestante francés Inn GENTILLET,en 1576- deja perplejo al anali~ta.~ <De qué se le haber desvelado el funcionamiento real del mecanismo político dad de clases? Entonces hay que demostrar que este t 4 1 !' l. Cfr. Jorge Uscamscu, "Actualidad de Maquiavelo", en Revista de Estudios Madrid, núms. 165-166, mayo-agosto, 1969, pp. 21-35. 2. "(No ocumó, quizá, que Maquiavelo fue poco maquiavélico, uno de los que cipe, Ed. Mateu, Barcelona, 1963, passim. 76 Jorge S o l é - T r n o que funciona de otra manera. Y esto es lo que no se ha hecho. Que nosotros sepamos, ningún portavoz del antimaquiavelismo ha demostrado que el cuadro trazado por MAQUIAVELO era falso. O se ha querido ahogar su análisis en el mar de la apologCtica o se le ha querido acallar llevándole a un terreno que no es el suyo: el de la moral tradicional. MAQUIAVELO no parte de la Ctica tradicional para encontrar el fundamento de la acción política, sino que describe el marco y la entidad real de esta acción. En este sentido tiene razón MOUNINcuando le incluye entre los fundadores del empiri~mo.~ Traza, pues, una imagen empírico-descriptiva de Ia sobrestructura estatal y sólo cuando ha terminado su tarea nos descubre la pasión, la ética nueva que le ha movido a escribir: el ideal político de la unidad italiana, un ideal que se basta a sí mismo y no pide nada prestado a la ética de los que le combaten. Sería falso, pues, creer que MAQUIAVELO propone una acción política químicamente pura. También en él hay una ética, un yathos. Que no es la simple ética del gobierno, del servicio al Estado, como parece pensar RENAUDET,~ sino algo más considerable: la ética del Estado moderno, del mercado unificado, de la unidad y la grandeza nacionales de Italia, del predominio de la burguesía mercantil sobre las potencias del orden feudal. Su pathos es el de los portadores de un nuevo orden social que aspira a abrirse paso entre los obstáculos de una formación social condenada. Y si no siempre percibe con claridad los condicionamientos económicos del gran conflicto, ve con intuición segura la enorme importancia del momento sobrestructural y, más concretamente, de la instancia política propiamente dicha: el Estado. En él, la noción del Estado se seculariza, se libera de la envoltura teológica y encuentra en sí misma su propia justificación. De aquí a la "razón de Estado" no hay más que un paso, que pronto se da.' El pinciye trata, pues, del Estado como sobrestructura. Su tema es la creación y consolidación de un Estado de nuevo tipo frente al Estado feudal. Su polémica va directamente dirigida contra los representantes del viejo orden: la nobleza, la Iglesia. En nombre de las nuevas exigencias esgrime el arma del realismo y no se deja encerrar en la camisa de fuerza de la Ctica tradicional. Describe el estado de cosas existentes y parte de este estado -y no de otro ideal, no de un modelo puramente especulativo, utópico-para llegar a una etapa superior de desarrollo histórico-político. Por esto, precisamente, porque el nuevo orden no debe ni quiere deber nada a los fundamentos del viejo, no basta con afirmar y constatar la ruptura. Es preciso elaborar una nueva teoría del Estado que parta de la realidad estatal existente, de lo que es y no de lo que debe ser, una teoría terrenal, empírica e inductiva, no una teoría sobrenatural, especulativa y deductiva. Y cuando ha desbrozado el camino y roto la costra teológica, MACfr. Georges MOUNIN, Macltiavel, Ed. du Seuil, París, 1958, p. 185. Cfr. A. ~ N A U D E TMaqz~imelo, , Ed. Tecnos, Madrid, 1965, p. 339. y COIS., Historia de las ideas políticas, Ed. Tecnos, Madrid, 2.n ed. 6 . Cfr. J. TOUCHARD 1964, p. 205. 7. Cfr. F. MEINECKE,La idea de la razón de Estado e a la Edad Modenia, Instituto de Estudros Políticos, Madrid, 1959, passirit. 4. 5. Reinterpretación de Maquiavelo descubre -y nos lo dice sin rodeos - ue la única base del Est do, del poder político institucionalizado en la socie ad de clases es la fue a y el consentimiento organizado. Nace, con ello, la teoría del Estado y termi a el reinado indiscutido de la teología política. Por eso, como ha escrito GRi C I , "... La primera cuestión a plantear y resolver en u n estudio sobre R/IAQUIVELO es la cuestión de la política como ciencia a ~ t ó n o m a " . ~ (En qué consiste esta autonomía de la política? Ante todo, en la rup ura con una concepción del mundo-la tradición agustiniana y luego la scolástica -que subsumía la política en la teología. Con un realismo desca nado, MAQUIAVELO quiebra todas las justificaciones sobrenaturales del p der político institucionalizado y nos lo presenta en su más estricta realidad. " onsidero preferible -escribe -ceñirme a la verdad escueta y no dejarme 11 var por los desvaríos de la imaginación." medio de integración social, una de miento. Lo constata, lo expone y lo acepta: QUIAVELO 1 ?* 4 "Donde existe religión -escribe -las armas se introducen en seguida; y donde hay armas y falta la religión, con grandes fatigas se i troducirá ésta.. . Jamás hubo legislador extraordinario que no recurr ese a Dios, porque de otro modo sus le es no se aceptarían ... Donde no existe temor de Dios, el reino se per erá o habrá de sostenerlo el mi al príncipe, que es su substituto ... Los príncipes o repúblicas que sean mantenerse ínteoros deben, sobre todo, conservar incorruptas O., ceremonias de su religion y venerarlas siempre." lo d' 1 Con este mismo espíritu, prescinde de las apologías tradicionales los ideales especulativos y describe el funcionamiento efectivo de las tituciones políticas. El príncipe es, en este sentido, una larga los mecanismos reales del poder. Como ya hemos dicho, estos mecanismos se reducen, en el la violencia v el consentimiento organizado. "Debe que destruye: no al cruel que reúne", dirá a modo de principio Es decir, hay que distinguir entre la violencia destructiva y la constructiiira: esta última no sólo no debe rechazarse, sino que constituye, al contrario el fundamento mismo de la actividad estatal.12 El corolario es clarísimo: la violencia no tiene nada que ver con el problema abstracto de la justicia. La guerra es justa cuando es necesaria para instituir o consolidar el poder,l el arte de la guerra es y debe ser la primera preocupación del gobernant y, en el plano interior, la violencia es el elemento cohesionador fundam nO 8. 9. 10. A. GRAMSCI,op. cit., p. 11 ( e d . catalana, p. 41). / El príncipe, cap. XV. Discursos sobre la primera ddcada de T i t o Livio, 1, 11 y 1, 12, e n N. MAQUIA Obras, Ed. Vergara, Barcelona, 1968, 3.n ed., pp. 300-303. T r a d . Juan A. G . LARRAYA. 11. Discursos, 1, 9 ( o p . cit., p. 290). 12. C f r . George H. S A B I N E ,Ilistoria de lu teoría política, Fondo d e Cultura Mkxico, 1965, 3.' ed., p. 259. 13. El principe, cap. =VI. 14. Ibid., cap. XIV. '" 78 Jorge Solé-Tzwa tal, la primera palanca del Estado: si se puede conciliar con el consentimiento, tanto mejor; si no se puede, vale más la fuerza, vale más ser temido que amado.16 Su análisis del mecanismo de la violencia como principio primero de la política es tan lúcido que le conduce a superar los condicionamientos históricos del momento y a enunciar el postulado básico de toda acción política, de todas las tácticas y estrategias conservadoras y revolucionarias: "... siempre han vencido los profetas armados, mientras que los inermes fueron aniquilados".'6 Pero esto no le hace perder de vista que la tarea fundamental del Estado moderno es la organización del consentimiento. Cierto que si hay incompatibilidad entre éste y la violencia es preferible dice -la violencia. Pero el gobernante debe procurar que no exista tal incompatibilidad, debe ganar por encima de todo el afecto del pueblo l7 recurriendo a toda clase de recursos, a toda clase de incitaciones. En este sentido, MAQUIAVELO no se hace ilusiones, no cree en ninguna inmanencia ética del consentimiento. Sabe que lo fundamental es la apariencia, el si no exterior, el carisma y no preconiza la superación de la alienación po ítica porque su horizonte no va más allá de la sociedad clasista. Una cosa es la moral de la clase dominante y otra la moral de las clases dominadas. El gobernante tiene su propia ética- o falta de ética-pero para asegurarse el consentimiento de los obernados debe hacer las concesiones necesarias a la moral popular tra icional, sobre todo cuando esta moral legitima un cierto tipo de poder. Como ha dicho George H. SABINE, - H "... es distinta la moral para el gobernante y para el ciudadano privado. Se juz a al primero por el éxito conseguido en el mantenimiento y aumento f e su poder; al segundo, por el vigor que su conducta da al grupo social".ls No hay, pues, recursos buenos ni malos desde el punto de vista ético. El gobernante cuida su personalidad carismática con hazañas y hechos extraordinarios -reales o ficticios -que exciten la ima inación del gobernado, concede recompensas a los que contribuyen a conso idar la cohesión de la sociedad, organiza festejos públicos para aliviar las tensiones sociales y dar una imagen agradable y ligera de su poder.19 Como ha dicho Isidro MOLAS,«La legitimación del poder no es importante en sí, sino en cuanto es creída por los súbditos. La legitimación im- B 15. El pdncipc, cap. XVII. 16. ibid., cap. VI. 17. "La mejor fortaleza con que puede contar un príncipe es el afecto de su pueblo. Si le aborrecen, de nada le servirán las fortalezas como medio de defensa y salvaci6n, porque se alzarán en armas contra él y numerosos extranjeros acudirán en su auxilio". Ibid., cap. XX. , cit., p. 256. 18. G . H. S ~ l l i l v ~Op. 19. El prá+zciye, cap. XXI. I ~ 79 Reinterpretación de A4aquiavelo portante es, por tanto, la apariencia de legitimación; lo que los creen respecto al poder. Y esta creencia es organizable, MAQUIAVELO sabe que la causa que defiende es una tiene que definirse precisamente contra los obstáculos del timación del poder no puede basarse, pues, en las viejas buscar su sanci6n en lo sobrenatural, porque esto sería no olizadores de la interpretación de este sobrenatural. y jebe ser exclusivamente laica y los instrumentos con igualmente. Por eso MAQUIAVELO nos ofrece la primera la organización laica del consentimiento, teoría que sólo puede basbrse en la constatación y descripción empírica, en la sistematización de lo que están haciendo los gobernantes de su Cpoca. No pretende ni más ni meoos. Su horizonte es el de la sociedad de clases v no va más allá. Por eso, eihtre los valores que el poder olítico debe fomeitar y respetar, está la propie ad privada, porque "... los Eombres olvidan antes la muerte de su padre ue la pérdida de su patrimoni0".~1 Este Estado laico, basado en la coacción y en el consentimiento o ganizado no es, evidentemente, un instrumento neutro ni, menos todavía, pura construcción teórica. En la concepción de MAQUIAVELO es, precisame te, el instrumento reauerido vara uromover la unificación nacional de' It lia frente a la fragmentación feudal: Esta unificación, legitimada por el recqrso a las antiguas glorias de Roma, es el requisito indispensable para superar la crisis del comercio mediterráneo-des~lazado o en trance de serlo DOE el atlántico-, hacer frente a las pretensi&ec territoriales de Francia y EkPpña y abrir el camino del poder a la burguesía mercantil de las ciudades it lian a ~ Recordemos . ~ ~ que en aquella época la península italiana estaba ividida en cinco Estados: el reino de Nápoles en el sur, los Estados Pontifi ios en el centro, la república de Florencia en el centro-norte, el ducado de ilán en el noroeste y la república aristocrática de Veriecia en el norde te. Existían, además, numerosos ducados y señoríos que hacían del mapa polí ico italiano un verdadero mosaico. En términos políticos esta fragmentac'ón quería decir debilidad militar y enfrentamientos entre los propios italiados. En términos económicos.' auería decir obstaculización de los intercambios I mercantiles, mercados pequeños y cerrados, aduanas interiores, debilidad frente a la a resividad comercial de los grandes Estados unificados (Esp ña v Francia, so re todo). ina I I 1 20. 1. MOLAS, "A cinco siglos de Maquiavelo", Dcstino, Barcelona, núm. 1.662, 91 de agosto de 1969, p. 22. 21. El pránczpe, cap. X W . 2 2 . Cfr. V. S. P o ~ ~ o r s nyr col., Historia de las ideas políticas, Ed. Grijalbo, M b P , 1966, pp. 145-146. i Livio, el acento es esencialmente republicano y que, en cambio, en El príncipe, se propicia el poder absoluto de un monarca centralizador. La antinomia existe, pero es más aparente que real. Porque, efectivamente, ~IAQUIAVELO pro ugna n la vez la república urbana y la monarquía italiana y no ve contra cf icción entre ambas-como no la veían otros autores anteriores en otros contextos nacionales, como nuestro EIXIMENIS,sin ir más lejos. Como ha dicho exactamente Isidro MOLAS,MAQUIAVELO " ... necesitaba una monarquía absoluta, perfectamente compatible con una estructura re ublicana de autogobierno en las ciudades, que pudiese servir de equilibrio y e lazo de unión entre poder feudal y poder burgués y, a través del fortalecimiento del Estado, permitiese a la burguesía acceder a la nobleza, adquirir propiedades territoriales e invertir sus ganancias derivadas del comercio en el 'negocio' de la expansión del Estad0".~3N o olvidemos que los Discursos sobre la primera décuda de Tito Livio y El príncipe se escribieron por los mismos años. De hecho, MAQUIAVELO interrumpió la redacción de los Discursos uara elaborar un tratado más urgente. Una vez terminado este tratado a -El príncipe continuó la redacción de la obra interrumpida. Son, pues, dos textos que se complementan y que dan una visión global de la em resa que perseguía y del tipo de poder que propugnaba para sacar a Italia e su marasmo y abrir el camino de la expansión mercantil moderna. El famoso capítulo XXVI de El príncipe, con su exhortación a "liberar a Italia de los bárbaros" es la suma y el compendio de las dos incitaciones, el punto de unión de sus reflexiones sobre el tipo de oder que el país requería. La coyuntura es favorable, ha llega o el momento, viene a decir, y esto explica la urgencia de El pincipe: i - 1 l "Contemplemos esta desdichada Italia y roguemos a Dios que le envíe un caudillo capaz de redimirla de las crueldades y de los ultrajes que le infirieron los bárbaros. Por abatida que estk, la vemos resuelta a seguir una bandera siempre que haya un abanderado que la enarbole y la mantenga desplegada.. ." 24 Si ha habido decadencia no ha sido por defectos ingénitos de los italianos, sino por la deficiencia de sus estructuras políticas. La reforma es posible y necesaria: "Nada honra tanto a un príncipe recién elevado al trono como establecer leyes e instituciones por él ideadas que, si se basan en buenos fundamentos y responden a necesidades verdaderas, le hacen digno del mayor respeto y de la más cálida admiración. N o carece Italia actualmente de cuanto se requiere para introducir reformas militares, legales y políticas de toda especie. Le sobra valor, que aunque falte a los jefes, permanece inalterable en los soldados (...). Al cabo de 23. A cinco siglos de Maquiavelo, loc. cit. En el mismo sentido, véase el análisis de K. LOBWENSTEIN,Teoría de la Constitución, Ed. Ariel, Barcelona, 1965, p. 44. 24. El príncipe, cap. XXVI. Reinterpretación de Maquiavelo f tantos años de inquietante espera, Italia ansía que aparezca al fi su redentor en la actual c ~ y u n t u r a . " ~ ~ l l Si ésta es la tarea, los obstáculos son fáciles de identificar: debilldad militar, predominio de la Iglesia, predominio de la nobleza. Hay perar la primera y quebrar el poder y los privilegios del Pontífice, y los nobles. En la tarea de la restauración nacional, lo primero que debe príncipe es: "... organizar.. . un ejército nacional que sirva de base para empresa de tanta categoría, pues no hay soldados más fieles que, los propios, y si cada uno en particular es bueno, todos juntos mejores si se ven asistidos, mandados y recompensados por su Es indispensable proporcionarse ejércitos de esta índole defenderse de los extranjeros con una bizarría "Ningún príncipe puede estar seguro si no posee armas pro$as" -insiste.27 l i De hecho, para él el servicio militar constituye la forma más alt de civismo, la forma superior de participación del pueblo en las tareas col ctila manera de fundir en un mismo impulso las energías urban s y campesinas y de incorporar en masa a los hombres del campo a la tarea)naci~nal.~~ Por eso reserva sus más duras diatribas a las trovas mercenarias. ai los condottieri que recorrían el suelo italiano al mejor postor, para traicionarlo en seguida caramarse ellos al poder directamente por "La ruina de ltalia en esta época -dice que durante muchos años confió su defensa tropas desunidas, ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas frente al amigo, cobardes frente al enemigo, faltas de ideal, sin más principio ue la percepción de una soldada, el ocio y el robo en tiempo de paz.31 Si el recurso a las tropas mercenarias y la falta de un ejército naci nal permanente es la causa de la debilidad militar de las ciudades italianas la Iglesia es el gran obstáculo para la unificación y la modernización del aís, no sólo por el mal ejemplo que da con su corrupción y su lujo, sino por ue mantiene unas estructuras políticas -los Estados Pontificios ancladas en el pasado feudal: - El príncipe, cap. MVI. Ibid. Ibid., cap. XIII. J. T O U ~ H A y R col., ~ op. cit., p. 206. 29. Cfr. A. GRAMSCI, op. cit., p. 7 (ed. catalaiia, p. 3 6 ) . 30. El p'ncipe, cap. XII. 31. ibid. 25. 26. 27. 28. i Jorge Solé-Tura "La Iglesia -dice -ha tenido y tiene a Italia dividida. Nin una provincia estuvo unida o feliz mientras no obedeció a una repú lica o a un príncipe, como sucedió en Francia y en España. La causa de que Italia no se halle en igual situación ni tenga una república o un príncipe que la gobierne no es más que la Iglesia. Despues de habitar en ella y de gozar de poder temporal, no tuvo fuerza ni valor para ocupar el resto de Italia, a modo de princi ado; pero tampoco, en un aspecto contrario, ha sido tan débil que, me rosa de perder su autoridad en las cosas tem orales, pidiera auxilio a un poderoso que la protegiese de una exagera a potencia italiana (. ..). La Iglesia no tuvo, por tanto, fuerza para dominar a Italia, ni consintió que otro la ocupase, razón de ue la provincia, en lugar de tener un solo jefe, se dividiera entre muc os príncipes y señores, y de su división, pareja a su debilidad, llegó a ser presa no s610 de bárbaros poderosos, sino de cualquiera que la ataca. Los italianos debemos el reconocimiento de eso a la Iglesia y a nadie más." 32 % B ‘! 1 Y su ataque no se limita a la Iglesia como institución sino a la ideología que difunde. Impulsado por el afán de secularización, lleva la impugnación a sus últimas consecuencias y ve en Ia índole misma de la concepción cristiana del mundo una de las causas de la corrupción de las instituciones y de la debilidad política italiana: "Meditando por quC los pueblos antiguos amaban más la libertad que los actuales, supongo que se debe a las mismas razones que ahora hacen que los hombres sean menos fuertes: la educación y la religión (. ..). Si nuestra religión requiere que tengas fortaleza, quiere ue estés dispuesto a sufrir antes que cometer un acto de violencia. pues, parece que esta conducta haya debilitado al mundo, poniéndolo al alcance de los hombres sin principios, los cuales lo manejan a su capricho, viendo que la universalidad de los humanos, aspirando al Paraíso, piensa más en aguantar sus bastonazos que en vengarse de ellos." 33 kí, Por eso la religión -como ya hemos visto -sólo le interesa como medio de control y de integración social, como fenómeno humano, no como fenómeno sobrenatural, siguiendo la línea insinuada dos siglos antes por su prede Padua. decesor MARSILIO 32. Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 1, 12 (op. cit., p. 305). 33. Disct~rsos, 11, 2 cit., pp. 494-495). Es curioso que MAQUIAVELO trate de la Iglesia y la religión en sentido peyorativo Únicamente en los Discz~rsos. En El prá*zcipe pasa en silencio la cuestión o sólo se refiere a la religión coino elemento de integración social, poniendo de relieve sus virtudes cohesivas. Analizando esta cuestión, Bertrand RUSSBLLopina que se debe a una consideración puramente oportunista de MAQUIAVELO. Efectivamente, El príncipe esta dedicado a los Médici y cuando se publicó, un Medici acababa de ser nombrado papa History of Westenz Philosoplzy, Allen and Unwin, Londres, 1961. (León X). Cfr. B. RUSSELL, Trad. catalana de J. SOLÉ-TURA, Historia social de lo filosofia, Edicions 62, Barcelona, 1967, vol. 11, p. 23. (v. Reinterpretación de Maquiavelo l El tercer gran adversario es la nobleza parásita, cargada de anclada igualmente en el pasado y sin ninguna actividad haber: . .. considero hidalgos- dice -a los que viven ociosos y e la abundancia gracias a sus rentas, despreocupándose de la agricu tura y d i cualquier otro olcio penoso para ganarse el pan. Estos hsocupados son perniciosos en las repúblicas y provincias; más peores son aún los que, amén de fortuna, poseen castillos y súbditos que los decen. El reino de Nápoles, la Tierra de Roma, Romaña y Lomb están llenos de estas clases de hombres, de lo cual procede que en no haya florecido república alguna o ningún vivir político; ese de hombres es acérrimo enemigo de lo cívico".a4 Vemos, así, claramente delimitados, su propósito y los obstáculos q u e quiere derrocar. Pero el problema es: (con qué fuerza cuenta? (A qriién se dirige, en realidad? (Piensa efectivamente en una traslación a Italia de los modelos francés y español de monarquía absoluta? (O su la al príncipe quiere ser, según la interpretación de GRAMSCI, plástica y antropomórfica del símbolo de la voluntad Es difícil resolver de manera taxativa y univoca esta obra de MAQUIAVELO-ySU intención profunda -no da por la larga polémica antimaquiavélica, sino que vicio de causas más que dudosas. Basta recordar los Napoleón BONAPARIT;a El príncipe-comentarios que, dicho sea de @aso, han servido para acreditar la leyenda dictatorial e inmoral de MAQUIAVEW y por esto mismo han sido abundantemente reproducidos en nuestros los intentos de los fascistas italianos de presentar Ya encarnación y la plenitud históricas de la figura Es indudable que el ejemplo de las monarquías y España influyó grandemente en MAQUIAVELO y concepción del poder y de la unidad italiana. Los hombre tan equívoco como César BORGIAy las a elaciones a que inicia y cierra El príncipe no deben consi erarse como meras absgracciones, como simple simbología. Su drama, en todo caso-y él debió ser muy consciente del mismo-fue que Italia figura de talla suficiente para encabezar y ción nacional. Pero esto no es más que un aspecto de la cuestión. Tanto en como en los Discursos (sobre todo en explícita su inquietud republicana, su con un mismo impulso al logro de la estas dos incitaciones -la monárquica y la B Discursos, 1, 55 (op. cit., pp. 457-458). Cfr. tambien G. H. SABINH, op. Cit., p. 261. Cfr. A. G~nnfscr,op. cit., p. 3 (trad. catalana p. 29). Cfr. mi prólogo "Actualitat de Gramsci" a la edición catalana de El práncep mo ern, ed. cit., esp. pp. 7-9. 34. 35. 36. t 84 Jorge Solé-Tura en su obra, sino que se complementan, y que su ideal es el de una Italia unificada bajo un mismo poder militar-el del príncipe su ejército nacional permanente- pero organizada sobre la base de ciu ades mercantiles prósperas y autosuficientes. En las ciudades, el gobierno debe estar en manos de la nueva burguesía, pero no con carácter autocrático, sino con la suficiente apertura y elasticidad como para permitir el juego de las diversas fracciones burguesas y una participación del pueblo que, sin poner en peligro el orden establecido, asegure su libre consentimiento. No excluve los conflictos, w r o a s ~ i r aa reducirlos con medidas reformi~tas.~~ Su aspkación republicáia es resumida por RENAUDET con las siguientes palabras: "Un pacto constitucional conservado en un coniunto de leves Dor un cuerDo de magistrados investidos de la misión I o política de un Senado conservad;; pacto cuyo apoyo más sólido es la religión y que, en consecuencia, exige la presencia y la acción de un cuerpo sacerdotal colocado bajo la tutela y la vigilancia del Estado".38 Esta república urbana tiene como misión asegurar a los ciudadanos la libertad, es decir. la seguridad jurídica, la libertad política y, sobre todo, el derecho de propiedad. Es, por tanto, una libertad burguesa en un marco urbano, esencialmente bur~ués."~ o La ciudad se impone al campo, lo utiliza (sobre todo con el servicio militar obligatorio que incorpora a los campesinos a las milicias y al ejército permanente). Y el edificio es coronado con una monarquía italiana, que unifica el país, coordina los esfuerzos de sus partes y sirve de cimiento a un bloque homogéneo capaz de recuperar la perdida hegemonía de la antigüedad y, sobre todo, de superar la crisis del presente histórico. El impulso hacia la unidad debe provenir, pues, de arriba y de abajo, ha de ser obra del príncipe y su fuerza militar, pero también de las ciudades burguesas, de las masas populares de la ciudad y del campo. En este sentido tiene razón GRAM~CI cuando habla del mito del príncipe como un símbolo antropomórfico de la voluntad colectiva y cuando presenta El príncipe como un manifiesto político, de intención jacobina que representa el proceso de formación de una determinada voluntad colectiva, para un determinado fin político, "...no a través de disquisiciones y clasificaciones pedantes de principios y de criterios de un método de acción, sino como cualidades, rasgos característicos, deberes, necesidad de una persona concreta, lo cual pone en acción la fantasía artística de aquel a quien se quiere convencer y da una forma más concreta a las pasiones política^".^^ Así adquiere su pleno significado el capítulo final de El príncipe, en el que se da la clave para comprender la larga revelación precedente de los mecanismos reales del poder. MAQUIAVELO opera entonces en un doble plano: por un lado, apela al príncipe, al posible individuo capaz de en- B J Cfr. al respecto A. REXAUDST,op. cit., pp. 216-227. Ibid., p. 210. Umberto CERRONIseñala, atinadamente, que la reflexión política de R.~AQUIAVELO, si bien se aparta de la problemática moral tradicional, " no se vincula todavfa a los nuevos temas de la soberanía popular". Cfr. U . CZRRONI,Il pensiero yolitico, Editori Riuiiiti, Roma, 1966, p. 322. op. cit., p. 3 (trad. catalana p. 29). 40. A. GRAMSCI, 37. 38. 39. ... 85 Reinteryretnción de Maqzbiavelo l presa no estuvieron a la que pasar cuatro siglos hecho, vale decirlo, escritor florentino y teaba. En el plano metodoló ico queda su enorme contribución a un miento científico de los pro lemas políticos y a la comprensión de la en real del Estado. Su ruptura con la concepción metafísica del poderpreparada por una larga tradición que cuenta con nombres tan consider como JUAN de París, MARSILIO de Padua y Guillermo de OCKHAM el camino para ulteriores construcciones, más ricas y matizadas que la siiya, más afinadas en la instrumentación, pero no siempre tan autdnticas como ella en el afán renovador. % 41. A. GRAMSCI,op. cit., p. 4 (trad. catalana p. 30). l