jorge solé-tura

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JORGE SOLÉ-TURA
"Siempre han vencido los profetas
mientras que los inermes fueron
A cinco siglos de su nacimiento, año por año, Nicolás MAQUIA~ELO
todavía es un clásico con mala prensa. O con leyenda negra, que es
La confección de El príncipe en 1513 señaló el comienzo de una
olémica antimaquiavélica en la que los motivos apologéticos
Forma de protestas de alta moralidad. Y en esto estamos
de la moral tradicional, se sigue hablando de su "dialéctica de los medios
y los fines" y se busca su vinculación con Mao TSE-TUNG,
LENIN, STAL y
TROTSKI,casi con el mismo espíritu con ue en otras épocas se buscab su
relación con el racionalismo, el enciclope ismo, el materialismo, el ateí mo
v otros "ismosJ' más o menos satanizad0s.l
ues, no caer en esta trampa si de verdad queremos pen trar
su obra. No se trata de un problema ético sino del int nto
de obviar este problema mediante la afirmación clara y explícita de la uptura con la ética tradicional y de la autonomía de la
nada sirve, pues, atacarle en nombre de algo que no le atañe. O
terreno que él señala, y entonces hay que utilizar sus propios
y hacer ciencia política, o nos mantenemos en el terreno
en cuyo caso no hay comunicación y sí únicamente a ología,
algo que se quiere preservar ante la fuerza arrolla ora de
~
r -e-c t i v a . ~
Por eso la larga tradición antimaquiavélica -cuya primera gran compilación es seguramente el Antin~a~uiavelo
del protestante francés Inn
GENTILLET,en 1576- deja perplejo al anali~ta.~
<De qué se le
haber desvelado el funcionamiento real del mecanismo político
dad de clases? Entonces hay que demostrar que este
t
4
1
!'
l. Cfr. Jorge Uscamscu, "Actualidad de Maquiavelo", en Revista de Estudios
Madrid, núms. 165-166, mayo-agosto, 1969, pp. 21-35.
2. "(No ocumó, quizá, que Maquiavelo fue poco maquiavélico, uno de los que
cipe, Ed. Mateu, Barcelona, 1963, passim.
76
Jorge S o l é - T r n
o que funciona de otra manera. Y esto es lo que no se ha hecho. Que nosotros sepamos, ningún portavoz del antimaquiavelismo ha demostrado que
el cuadro trazado por MAQUIAVELO
era falso. O se ha querido ahogar su
análisis en el mar de la apologCtica o se le ha querido acallar llevándole a
un terreno que no es el suyo: el de la moral tradicional.
MAQUIAVELO
no parte de la Ctica tradicional para encontrar el fundamento de la acción política, sino que describe el marco y la entidad real de
esta acción. En este sentido tiene razón MOUNINcuando le incluye entre los
fundadores del empiri~mo.~
Traza, pues, una imagen empírico-descriptiva
de Ia sobrestructura estatal y sólo cuando ha terminado su tarea nos descubre la pasión, la ética nueva que le ha movido a escribir: el ideal político
de la unidad italiana, un ideal que se basta a sí mismo y no pide nada
prestado a la ética de los que le combaten.
Sería falso, pues, creer que MAQUIAVELO
propone una acción política químicamente pura. También en él hay una ética, un yathos. Que no es la
simple ética del gobierno, del servicio al Estado, como parece pensar RENAUDET,~
sino algo más considerable: la ética del Estado moderno, del mercado unificado, de la unidad y la grandeza nacionales de Italia, del predominio de la burguesía mercantil sobre las potencias del orden feudal. Su
pathos es el de los portadores de un nuevo orden social que aspira a abrirse
paso entre los obstáculos de una formación social condenada. Y si no siempre percibe con claridad los condicionamientos económicos del gran conflicto,
ve con intuición segura la enorme importancia del momento sobrestructural
y, más concretamente, de la instancia política propiamente dicha: el Estado.
En él, la noción del Estado se seculariza, se libera de la envoltura teológica
y encuentra en sí misma su propia justificación. De aquí a la "razón de Estado" no hay más que un paso, que pronto se da.'
El pinciye trata, pues, del Estado como sobrestructura. Su tema es la
creación y consolidación de un Estado de nuevo tipo frente al Estado feudal.
Su polémica va directamente dirigida contra los representantes del viejo
orden: la nobleza, la Iglesia. En nombre de las nuevas exigencias esgrime
el arma del realismo y no se deja encerrar en la camisa de fuerza de la
Ctica tradicional. Describe el estado de cosas existentes y parte de este estado -y no de otro ideal, no de un modelo puramente especulativo, utópico-para llegar a una etapa superior de desarrollo histórico-político.
Por esto, precisamente, porque el nuevo orden no debe ni quiere deber nada a los fundamentos del viejo, no basta con afirmar y constatar
la ruptura. Es preciso elaborar una nueva teoría del Estado que parta de la
realidad estatal existente, de lo que es y no de lo que debe ser, una teoría
terrenal, empírica e inductiva, no una teoría sobrenatural, especulativa y
deductiva. Y cuando ha desbrozado el camino y roto la costra teológica, MACfr. Georges MOUNIN, Macltiavel, Ed. du Seuil, París, 1958, p. 185.
Cfr. A. ~ N A U D E TMaqz~imelo,
,
Ed. Tecnos, Madrid, 1965, p. 339.
y COIS., Historia de las ideas políticas, Ed. Tecnos, Madrid, 2.n ed.
6 . Cfr. J. TOUCHARD
1964, p. 205.
7. Cfr. F. MEINECKE,La idea de la razón de Estado e a la Edad Modenia, Instituto de
Estudros Políticos, Madrid, 1959, passirit.
4.
5.
Reinterpretación de Maquiavelo
descubre -y nos lo dice sin rodeos - ue la única base del Est do,
del poder político institucionalizado en la socie ad de clases es la fue a y
el consentimiento organizado. Nace, con ello, la teoría del Estado y termi a el
reinado indiscutido de la teología política. Por eso, como ha escrito GRi C I ,
"... La primera cuestión a plantear y resolver en u n estudio sobre R/IAQUIVELO es la cuestión de la política como ciencia a ~ t ó n o m a " . ~
(En qué consiste esta autonomía de la política? Ante todo, en la rup ura
con una concepción del mundo-la tradición agustiniana y luego la scolástica -que subsumía la política en la teología. Con un realismo desca nado, MAQUIAVELO
quiebra todas las justificaciones sobrenaturales del p der
político institucionalizado y nos lo presenta en su más estricta realidad. " onsidero preferible -escribe -ceñirme a la verdad escueta y no dejarme 11 var
por los desvaríos de la imaginación."
medio de integración social, una de
miento. Lo constata, lo expone y lo acepta:
QUIAVELO
1
?*
4
"Donde existe religión -escribe -las armas se introducen en seguida;
y donde hay armas y falta la religión, con grandes fatigas se i troducirá ésta.. . Jamás hubo legislador extraordinario que no recurr ese
a Dios, porque de otro modo sus le es no se aceptarían ... Donde no
existe temor de Dios, el reino se per erá o habrá de sostenerlo el mi
al príncipe, que es su substituto ... Los príncipes o repúblicas que
sean mantenerse ínteoros deben, sobre todo, conservar incorruptas
O.,
ceremonias de su religion y venerarlas siempre." lo
d'
1
Con este mismo espíritu, prescinde de las apologías tradicionales
los ideales especulativos y describe el funcionamiento efectivo de las
tituciones políticas. El príncipe es, en este sentido, una larga
los mecanismos reales del poder.
Como ya hemos dicho, estos mecanismos se reducen, en el
la violencia v el consentimiento organizado. "Debe
que destruye: no al cruel que reúne", dirá a modo de principio
Es decir, hay que distinguir entre la violencia destructiva y la constructiiira:
esta última no sólo no debe rechazarse, sino que constituye, al contrario el
fundamento mismo de la actividad estatal.12 El corolario es clarísimo: la
violencia no tiene nada que ver con el problema abstracto de la justicia. La
guerra es justa cuando es necesaria para instituir o consolidar el poder,l el
arte de la guerra es y debe ser la primera preocupación del gobernant
y, en el plano interior, la violencia es el elemento cohesionador fundam nO
8.
9.
10.
A. GRAMSCI,op. cit., p. 11 ( e d . catalana, p. 41).
/
El príncipe, cap. XV.
Discursos sobre la primera ddcada de T i t o Livio, 1, 11 y 1, 12, e n N. MAQUIA
Obras, Ed. Vergara, Barcelona, 1968, 3.n ed., pp. 300-303. T r a d . Juan A. G . LARRAYA.
11. Discursos, 1, 9 ( o p . cit., p. 290).
12. C f r . George H. S A B I N E ,Ilistoria de lu teoría política, Fondo d e Cultura
Mkxico, 1965, 3.' ed., p. 259.
13. El principe, cap. =VI.
14. Ibid., cap. XIV.
'"
78
Jorge Solé-Tzwa
tal, la primera palanca del Estado: si se puede conciliar con el consentimiento, tanto mejor; si no se puede, vale más la fuerza, vale más ser temido
que amado.16
Su análisis del mecanismo de la violencia como principio primero de la
política es tan lúcido que le conduce a superar los condicionamientos históricos del momento y a enunciar el postulado básico de toda acción política, de todas las tácticas y estrategias conservadoras y revolucionarias:
"... siempre han vencido los profetas armados, mientras que los inermes
fueron aniquilados".'6
Pero esto no le hace perder de vista que la tarea fundamental del Estado
moderno es la organización del consentimiento. Cierto que si hay incompatibilidad entre éste y la violencia es preferible dice -la violencia. Pero
el gobernante debe procurar que no exista tal incompatibilidad, debe ganar
por encima de todo el afecto del pueblo l7 recurriendo a toda clase de recursos, a toda clase de incitaciones.
En este sentido, MAQUIAVELO
no se hace ilusiones, no cree en ninguna
inmanencia ética del consentimiento. Sabe que lo fundamental es la apariencia, el si no exterior, el carisma y no preconiza la superación de la
alienación po ítica porque su horizonte no va más allá de la sociedad clasista. Una cosa es la moral de la clase dominante y otra la moral de las clases
dominadas. El gobernante tiene su propia ética- o falta de ética-pero
para asegurarse el consentimiento de los obernados debe hacer las concesiones necesarias a la moral popular tra icional, sobre todo cuando esta
moral legitima un cierto tipo de poder. Como ha dicho George H. SABINE,
-
H
"... es distinta la moral para el gobernante y para el ciudadano privado. Se juz a al primero por el éxito conseguido en el mantenimiento
y aumento f e su poder; al segundo, por el vigor que su conducta da
al grupo social".ls
No hay, pues, recursos buenos ni malos desde el punto de vista ético.
El gobernante cuida su personalidad carismática con hazañas y hechos extraordinarios -reales o ficticios -que exciten la ima inación del gobernado,
concede recompensas a los que contribuyen a conso idar la cohesión de la
sociedad, organiza festejos públicos para aliviar las tensiones sociales y dar
una imagen agradable y ligera de su poder.19
Como ha dicho Isidro MOLAS,«La legitimación del poder no es importante en sí, sino en cuanto es creída por los súbditos. La legitimación im-
B
15. El pdncipc, cap. XVII.
16. ibid., cap. VI.
17. "La mejor fortaleza con que puede contar un príncipe es el afecto de su pueblo.
Si le aborrecen, de nada le servirán las fortalezas como medio de defensa y salvaci6n, porque
se alzarán en armas contra él y numerosos extranjeros acudirán en su auxilio". Ibid., cap. XX.
, cit., p. 256.
18. G . H. S ~ l l i l v ~Op.
19. El prá+zciye, cap. XXI.
I
~
79
Reinterpretación de A4aquiavelo
portante es, por tanto, la apariencia de legitimación; lo que los
creen respecto al poder. Y esta creencia es organizable,
MAQUIAVELO
sabe que la causa que defiende es una
tiene que definirse precisamente contra los obstáculos del
timación del poder no puede basarse, pues, en las viejas
buscar su sanci6n en lo sobrenatural, porque esto sería
no olizadores de la interpretación de este sobrenatural.
y jebe ser exclusivamente laica y los instrumentos con
igualmente. Por eso MAQUIAVELO
nos ofrece la primera
la organización laica del consentimiento, teoría que sólo puede basbrse
en la constatación y descripción empírica, en la sistematización de lo que
están haciendo los gobernantes de su Cpoca. No pretende ni más ni meoos.
Su horizonte es el de la sociedad de clases v no va más allá. Por eso, eihtre
los valores que el poder olítico debe fomeitar y respetar, está la propie ad
privada, porque "... los Eombres olvidan antes la muerte de su padre ue
la pérdida de su patrimoni0".~1
Este Estado laico, basado en la coacción y en el consentimiento o ganizado no es, evidentemente, un instrumento neutro ni, menos todavía,
pura construcción teórica. En la concepción de MAQUIAVELO
es, precisame te,
el instrumento reauerido vara uromover la unificación nacional de' It lia
frente a la fragmentación feudal: Esta unificación, legitimada por el recqrso
a las antiguas glorias de Roma, es el requisito indispensable para superar la
crisis del comercio mediterráneo-des~lazado o en trance de serlo DOE el
atlántico-, hacer frente a las pretensi&ec territoriales de Francia y EkPpña
y abrir el camino del poder a la burguesía mercantil de las ciudades it lian a ~ Recordemos
. ~ ~
que en aquella época la península italiana estaba ividida en cinco Estados: el reino de Nápoles en el sur, los Estados Pontifi ios
en el centro, la república de Florencia en el centro-norte, el ducado de ilán en el noroeste y la república aristocrática de Veriecia en el norde te.
Existían, además, numerosos ducados y señoríos que hacían del mapa polí ico
italiano un verdadero mosaico. En términos políticos esta fragmentac'ón
quería decir debilidad militar y enfrentamientos entre los propios italiados.
En términos económicos.' auería
decir obstaculización de los intercambios
I
mercantiles, mercados pequeños y cerrados, aduanas interiores, debilidad
frente a la a resividad comercial de los grandes Estados unificados (Esp ña
v Francia, so re todo).
ina
I
I
1
20. 1. MOLAS, "A cinco siglos de Maquiavelo", Dcstino, Barcelona, núm. 1.662, 91 de
agosto de 1969, p. 22.
21. El pránczpe, cap. X W .
2 2 . Cfr. V. S. P o ~ ~ o r s nyr col., Historia de las ideas políticas, Ed. Grijalbo, M b P ,
1966, pp.
145-146.
i
Livio, el acento es esencialmente republicano y que, en cambio, en El príncipe, se propicia el poder absoluto de un monarca centralizador. La antinomia
existe, pero es más aparente que real. Porque, efectivamente, ~IAQUIAVELO
pro ugna n la vez la república urbana y la monarquía italiana y no ve contra cf icción entre ambas-como no la veían otros autores anteriores en
otros contextos nacionales, como nuestro EIXIMENIS,sin ir más lejos. Como
ha dicho exactamente Isidro MOLAS,MAQUIAVELO
" ... necesitaba una monarquía absoluta, perfectamente compatible con una estructura re ublicana
de autogobierno en las ciudades, que pudiese servir de equilibrio y e lazo de
unión entre poder feudal y poder burgués y, a través del fortalecimiento
del Estado, permitiese a la burguesía acceder a la nobleza, adquirir propiedades territoriales e invertir sus ganancias derivadas del comercio en el
'negocio' de la expansión del Estad0".~3N o olvidemos que los Discursos
sobre la primera décuda de Tito Livio y El príncipe se escribieron por los
mismos años. De hecho, MAQUIAVELO
interrumpió la redacción de los Discursos uara elaborar un tratado más urgente.
Una vez terminado este tratado
a
-El príncipe continuó la redacción de la obra interrumpida. Son, pues,
dos textos que se complementan y que dan una visión global de la em resa
que perseguía y del tipo de poder que propugnaba para sacar a Italia e su
marasmo y abrir el camino de la expansión mercantil moderna. El famoso
capítulo XXVI de El príncipe, con su exhortación a "liberar a Italia de los
bárbaros" es la suma y el compendio de las dos incitaciones, el punto de
unión de sus reflexiones sobre el tipo de oder que el país requería.
La coyuntura es favorable, ha llega o el momento, viene a decir, y esto
explica la urgencia de El pincipe:
i
-
1
l
"Contemplemos esta desdichada Italia y roguemos a Dios que le
envíe un caudillo capaz de redimirla de las crueldades y de los ultrajes que le infirieron los bárbaros. Por abatida que estk, la vemos
resuelta a seguir una bandera siempre que haya un abanderado que
la enarbole y la mantenga desplegada.. ." 24
Si ha habido decadencia no ha sido por defectos ingénitos de los italianos, sino por la deficiencia de sus estructuras políticas. La reforma es
posible y necesaria:
"Nada honra tanto a un príncipe recién elevado al trono como establecer leyes e instituciones por él ideadas que, si se basan en buenos
fundamentos y responden a necesidades verdaderas, le hacen digno
del mayor respeto y de la más cálida admiración. N o carece Italia
actualmente de cuanto se requiere para introducir reformas militares,
legales y políticas de toda especie. Le sobra valor, que aunque falte
a los jefes, permanece inalterable en los soldados (...). Al cabo de
23. A cinco siglos de Maquiavelo, loc. cit. En el mismo sentido, véase el análisis de
K. LOBWENSTEIN,Teoría de la Constitución, Ed. Ariel, Barcelona, 1965, p. 44.
24.
El príncipe,
cap. XXVI.
Reinterpretación de Maquiavelo
f
tantos años de inquietante espera, Italia ansía que aparezca al fi su
redentor en la actual c ~ y u n t u r a . " ~ ~
l
l
Si ésta es la tarea, los obstáculos son fáciles de identificar: debilldad
militar, predominio de la Iglesia, predominio de la nobleza. Hay
perar la primera y quebrar el poder y los privilegios del Pontífice,
y los nobles.
En la tarea de la restauración nacional, lo primero que debe
príncipe es:
"... organizar.. . un ejército nacional que sirva de base para empresa de tanta categoría, pues no hay soldados más fieles que, los
propios, y si cada uno en particular es bueno, todos juntos
mejores si se ven asistidos, mandados y recompensados por su
Es indispensable proporcionarse ejércitos de esta índole
defenderse de los extranjeros con una bizarría
"Ningún príncipe puede estar seguro si no posee armas pro$as"
-insiste.27
l
i
De hecho, para él el servicio militar constituye la forma más alt de
civismo, la forma superior de participación del pueblo en las tareas col ctila manera de fundir en un mismo impulso las energías urban s y
campesinas y de incorporar en masa a los hombres del campo a la tarea)naci~nal.~~
Por eso reserva sus más duras diatribas a las trovas mercenarias. ai los
condottieri que recorrían el suelo italiano
al mejor postor, para traicionarlo en seguida
caramarse ellos al poder directamente por
"La ruina de ltalia en esta época -dice
que durante muchos años confió su defensa
tropas desunidas, ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas frente al
amigo, cobardes frente al enemigo, faltas de ideal, sin más principio ue
la percepción de una soldada, el ocio y el robo en tiempo de paz.31
Si el recurso a las tropas mercenarias y la falta de un ejército naci nal
permanente es la causa de la debilidad militar de las ciudades italianas la
Iglesia es el gran obstáculo para la unificación y la modernización del aís,
no sólo por el mal ejemplo que da con su corrupción y su lujo, sino por ue
mantiene unas estructuras políticas -los Estados Pontificios ancladas en
el pasado feudal:
-
El príncipe, cap. MVI.
Ibid.
Ibid., cap. XIII.
J. T O U ~ H A
y R
col.,
~ op. cit., p. 206.
29. Cfr. A. GRAMSCI,
op. cit., p. 7 (ed. catalaiia, p. 3 6 ) .
30. El p'ncipe, cap. XII.
31. ibid.
25.
26.
27.
28.
i
Jorge Solé-Tura
"La Iglesia -dice -ha tenido y tiene a Italia dividida. Nin una
provincia estuvo unida o feliz mientras no obedeció a una repú lica
o a un príncipe, como sucedió en Francia y en España. La causa de
que Italia no se halle en igual situación ni tenga una república o un
príncipe que la gobierne no es más que la Iglesia. Despues de habitar
en ella y de gozar de poder temporal, no tuvo fuerza ni valor para
ocupar el resto de Italia, a modo de princi ado; pero tampoco, en un
aspecto contrario, ha sido tan débil que, me rosa de perder su autoridad
en las cosas tem orales, pidiera auxilio a un poderoso que la protegiese
de una exagera a potencia italiana (. ..). La Iglesia no tuvo, por tanto,
fuerza para dominar a Italia, ni consintió que otro la ocupase, razón
de ue la provincia, en lugar de tener un solo jefe, se dividiera entre
muc os príncipes y señores, y de su división, pareja a su debilidad,
llegó a ser presa no s610 de bárbaros poderosos, sino de cualquiera que
la ataca. Los italianos debemos el reconocimiento de eso a la Iglesia
y a nadie más." 32
%
B
‘!
1
Y su ataque no se limita a la Iglesia como institución sino a la ideología que difunde. Impulsado por el afán de secularización, lleva la impugnación a sus últimas consecuencias y ve en Ia índole misma de la concepción cristiana del mundo una de las causas de la corrupción de las instituciones y de la debilidad política italiana:
"Meditando por quC los pueblos antiguos amaban más la libertad
que los actuales, supongo que se debe a las mismas razones que ahora
hacen que los hombres sean menos fuertes: la educación y la religión (. ..). Si nuestra religión requiere que tengas fortaleza, quiere ue
estés dispuesto a sufrir antes que cometer un acto de violencia.
pues, parece que esta conducta haya debilitado al mundo, poniéndolo
al alcance de los hombres sin principios, los cuales lo manejan a su
capricho, viendo que la universalidad de los humanos, aspirando al
Paraíso, piensa más en aguantar sus bastonazos que en vengarse de
ellos." 33
kí,
Por eso la religión -como ya hemos visto -sólo le interesa como medio
de control y de integración social, como fenómeno humano, no como fenómeno sobrenatural, siguiendo la línea insinuada dos siglos antes por su prede Padua.
decesor MARSILIO
32. Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 1, 12 (op. cit., p. 305).
33. Disct~rsos, 11, 2
cit., pp. 494-495). Es curioso que MAQUIAVELO
trate de la Iglesia y la religión en sentido peyorativo Únicamente en los Discz~rsos. En El prá*zcipe pasa en
silencio la cuestión o sólo se refiere a la religión coino elemento de integración social, poniendo
de relieve sus virtudes cohesivas. Analizando esta cuestión, Bertrand RUSSBLLopina que se
debe a una consideración puramente oportunista de MAQUIAVELO.
Efectivamente, El príncipe
esta dedicado a los Médici y cuando se publicó, un Medici acababa de ser nombrado papa
History of Westenz Philosoplzy, Allen and Unwin, Londres, 1961.
(León X). Cfr. B. RUSSELL,
Trad. catalana de J. SOLÉ-TURA,
Historia social de lo filosofia, Edicions 62, Barcelona, 1967,
vol. 11, p. 23.
(v.
Reinterpretación de Maquiavelo
l
El tercer gran adversario es la nobleza parásita, cargada de
anclada igualmente en el pasado y sin ninguna actividad
haber:
.
.. considero hidalgos- dice -a los que viven ociosos y e la
abundancia gracias a sus rentas, despreocupándose de la agricu tura
y d i cualquier otro olcio penoso para ganarse el pan. Estos hsocupados son perniciosos en las repúblicas y provincias; más peores son
aún los que, amén de fortuna, poseen castillos y súbditos que los
decen. El reino de Nápoles, la Tierra de Roma, Romaña y Lomb
están llenos de estas clases de hombres, de lo cual procede que en
no haya florecido república alguna o ningún vivir político; ese
de hombres es acérrimo enemigo de lo cívico".a4
Vemos, así, claramente delimitados, su propósito y los obstáculos q u e
quiere derrocar. Pero el problema es: (con qué fuerza cuenta? (A qriién
se dirige, en realidad? (Piensa efectivamente en una traslación a Italia de
los modelos francés y español de monarquía absoluta? (O su
la
al príncipe quiere ser, según la interpretación de GRAMSCI,
plástica y antropomórfica del símbolo de la voluntad
Es difícil resolver de manera taxativa y univoca esta
obra de MAQUIAVELO-ySU intención profunda -no
da por la larga polémica antimaquiavélica, sino que
vicio de causas más que dudosas. Basta recordar los
Napoleón BONAPARIT;a El príncipe-comentarios que, dicho sea de @aso,
han servido para acreditar la leyenda dictatorial e inmoral de MAQUIAVEW
y
por esto mismo han sido abundantemente reproducidos en nuestros
los intentos de los fascistas italianos de presentar
Ya encarnación y la plenitud históricas de la figura
Es indudable que el ejemplo de las monarquías
y España influyó grandemente en MAQUIAVELO
y
concepción del poder y de la unidad italiana. Los
hombre tan equívoco como César BORGIAy las a elaciones a
que inicia y cierra El príncipe no deben consi erarse como meras absgracciones, como simple simbología. Su drama, en todo caso-y él debió ser
muy consciente del mismo-fue que Italia
figura de talla suficiente para encabezar y
ción nacional.
Pero esto no es más que un aspecto de la cuestión. Tanto en
como en los Discursos (sobre todo en
explícita su inquietud republicana, su
con un mismo impulso al logro de la
estas dos incitaciones -la monárquica y la
B
Discursos, 1, 55 (op. cit., pp. 457-458). Cfr. tambien G. H. SABINH, op. Cit., p. 261.
Cfr. A. G~nnfscr,op. cit., p. 3 (trad. catalana p. 29).
Cfr. mi prólogo "Actualitat de Gramsci" a la edición catalana de El práncep mo ern,
ed. cit., esp. pp. 7-9.
34.
35.
36.
t
84
Jorge Solé-Tura
en su obra, sino que se complementan, y que su ideal es el de una Italia
unificada bajo un mismo poder militar-el
del príncipe
su ejército
nacional permanente- pero organizada sobre la base de ciu ades mercantiles prósperas y autosuficientes.
En las ciudades, el gobierno debe estar en manos de la nueva burguesía,
pero no con carácter autocrático, sino con la suficiente apertura y elasticidad
como para permitir el juego de las diversas fracciones burguesas y una participación del pueblo que, sin poner en peligro el orden establecido, asegure
su libre consentimiento. No excluve los conflictos, w r o a s ~ i r aa reducirlos
con medidas reformi~tas.~~
Su aspkación republicáia es resumida por RENAUDET con las siguientes palabras: "Un pacto constitucional conservado en
un coniunto de leves Dor
un cuerDo de magistrados
investidos de la misión
I
o
política de un Senado conservad;;
pacto cuyo apoyo más sólido es la religión y que, en consecuencia, exige la presencia y la acción de un cuerpo
sacerdotal colocado bajo la tutela y la vigilancia del Estado".38 Esta república
urbana tiene como misión asegurar a los ciudadanos la libertad, es decir. la
seguridad jurídica, la libertad política y, sobre todo, el derecho de propiedad.
Es, por tanto, una libertad burguesa en un marco urbano, esencialmente
bur~ués."~
o
La ciudad se impone al campo, lo utiliza (sobre todo con el servicio
militar obligatorio que incorpora a los campesinos a las milicias y al ejército permanente). Y el edificio es coronado con una monarquía italiana, que
unifica el país, coordina los esfuerzos de sus partes y sirve de cimiento a un
bloque homogéneo capaz de recuperar la perdida hegemonía de la antigüedad
y, sobre todo, de superar la crisis del presente histórico.
El impulso hacia la unidad debe provenir, pues, de arriba y de abajo,
ha de ser obra del príncipe y su fuerza militar, pero también de las ciudades
burguesas, de las masas populares de la ciudad y del campo. En este sentido
tiene razón GRAM~CI
cuando habla del mito del príncipe como un símbolo
antropomórfico de la voluntad colectiva y cuando presenta El príncipe como
un manifiesto político, de intención jacobina que representa el proceso
de formación de una determinada voluntad colectiva, para un determinado
fin político, "...no a través de disquisiciones y clasificaciones pedantes de
principios y de criterios de un método de acción, sino como cualidades,
rasgos característicos, deberes, necesidad de una persona concreta, lo cual
pone en acción la fantasía artística de aquel a quien se quiere convencer y da
una forma más concreta a las pasiones política^".^^
Así adquiere su pleno significado el capítulo final de El príncipe, en el
que se da la clave para comprender la larga revelación precedente de los
mecanismos reales del poder. MAQUIAVELO opera entonces en un doble
plano: por un lado, apela al príncipe, al posible individuo capaz de en-
B
J
Cfr. al respecto A. REXAUDST,op. cit., pp. 216-227.
Ibid., p. 210.
Umberto CERRONIseñala, atinadamente, que la reflexión política de R.~AQUIAVELO,
si
bien se aparta de la problemática moral tradicional, " no se vincula todavfa a los nuevos
temas de la soberanía popular". Cfr. U . CZRRONI,Il pensiero yolitico, Editori Riuiiiti, Roma,
1966, p. 322.
op. cit., p. 3 (trad. catalana p. 29).
40. A. GRAMSCI,
37.
38.
39.
...
85
Reinteryretnción de Maqzbiavelo
l
presa no estuvieron a la
que pasar cuatro siglos
hecho, vale decirlo,
escritor florentino y
teaba.
En el plano metodoló ico queda su enorme contribución a un
miento científico de los pro lemas políticos y a la comprensión de la en
real del Estado. Su ruptura con la concepción metafísica del poderpreparada por una larga tradición que cuenta con nombres tan consider
como JUAN de París, MARSILIO
de Padua y Guillermo de OCKHAM
el camino para ulteriores construcciones, más ricas y matizadas que la siiya,
más afinadas en la instrumentación, pero no siempre tan autdnticas como ella
en el afán renovador.
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41.
A. GRAMSCI,op. cit., p. 4 (trad. catalana p. 30).
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