EDUCOMUNICACIÓN Y EXPERIENCIAS PEDAGÓGICAS DECISIVAS

Anuncio
EDUCOMUNICACIÓN Y EXPERIENCIAS
PEDAGÓGICAS DECISIVAS
Daniel Prieto Castillo
Mendoza, julio de 2011
Las búsquedas que he encontrado en las propuestas para el diálogo reunidas con
motivo de la preparación del Congreso se cruzaron con la lectura que acabo de hacer
de un texto de Günter Grass, sostenido por aquella preciosa obra de Camus El mito de
Sísifo.
Dice así el autor alemán:
“Me impresionó su visión del hombre rebelde, es decir, su defensa de la oposición
permanente. Cuando más o menos a mediados de los cincuenta apareció El mito de
Sísifo en traducción alemana, fueron sus frases las que me mostraron el camino. Por
ejemplo, la definición de felicidad: "Hace del destino un asunto del hombre, que debe
ser resuelto por los hombres". A la que se añade la hermosa certeza: "Las verdades
aplastantes perecen al ser reconocidas".
Supongo que esas ideas resultarán también adecuadas para determinar su trabajo de
periodistas. Solo tenemos este mundo. Y como la existencia de la especie humana en
el planeta azul es de fecha reciente y su duración depende de lo que hagamos o
dejemos de hacer, somos responsables de su estado. Lo hemos desfigurado en gran
medida, lo hemos sobreexplotado y dejaremos a nuestros descendientes una carga
hereditaria inevitable. De forma que hay que reconocer y nombrar esas y otras
verdades. Hay que hacer rodar las piedras. A ese trabajo forzado para toda la vida nos
anima Albert Camus. Dice: "La lucha misma hacia las cimas basta para llenar el
corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz". 1
La tarea de Sísifo es para siempre: echar a rodar las piedras como una forma de
resistencia, de rebeldía que no se agotará jamás. La resistencia no cómo una pesada
carga capaz de quitar de la mirada, la piel, el gesto, todo rastro de alegría, como si
rebelarse fuera sinónimo de una mueca amarga, de un puño cerrado, de un ceño
fruncido. Reconocer y nombrar verdades, hacer rodar las piedras, involucrarse en un
trabajo forzado para toda la vida, no tiene porqué tornarse sinónimo de una amarga
visión de la existencia. Grass dedica buena parte de su conferencia a recordar los
horrores que vivimos en nuestro tiempo, y sin embargo hace un llamado a una tarea
(del periodista en este caso, abierta a las diversas prácticas profesionales y sociales
que se darán cita en el Congreso) capaz de sostenerse de manera de llenar el
corazón de un hombre.
No encontramos muchos llamados en nuestro campo (el de comunicadores y
educadores comprometido en el amplio abanico de alternativas englobado en la
expresión “educomunicación”) a la felicidad. Este término tiene resonancias en no
pocas variantes del concierto mediático y no se está siempre en disposición de
1 “La piedra de Sísifo”,conferencia ofrecida el 2 de julio de este año 2011 en Hamburgo por Günter Grass,
en un acto con la asociación de periodistas alemana Netzwerk Recherche.
utilizarlo para no caer en semejanzas riesgosas. Me refiero a lo que proponen no
pocas telenovelas, no pocos materiales de autoayuda, no pocos predicadores, sea del
signo que sean. Lo nuestro es muy serio, nos corresponde una actitud más adusta,
más cercana a aquello de muecas, puños y ceños.
Sin embargo, no pocos colegas nos recuerdan el valor del juego, lo que significan las
emociones, las búsquedas de contacto con los demás por el mero placer de estar
comunicado, el humor, la alegría de sentir a alguien, aunque esté situado a miles de
kilómetros.
Hemos insistido en eso a través de la expresión “la fiesta del lenguaje”.
“¿Y si el lenguaje fuera también una fiesta? ¿Y si los medios basaran sus éxitos en
una capacidad de recrear continuamente la fiesta del lenguaje? ¿Y si en lugar de
buscar y encontrar solo manipuleos y alienaciones nos detuviéramos al menos un
instante en lo cotidiano, en el flujo diario de la palabra, en el retruécano, el doble
sentido, la burla, los motes, la presencia constante del relato, la tensión narrativa que
aparece en la más trivial de las conversaciones?”
Podríamos ampliar esas palabras expresadas hace ya un buen tiempo, añadiendo: la
fiesta de los blogs, de facebook, de twitter... La cuestión puede plantearse así: ¿qué
hicimos en aquella fiesta, qué hacemos hoy en la de las redes sociales como seres
dispuestos, desde entonces y ahora, a la resistencia, a la necesaria crítica, a la
educación con base en lo comunicacional? ¿Cuándo y cómo se nos llena el pecho en
esa felicidad de vivir experiencias ricas en alegría de compartir, de aprender, de
relacionarnos?
Siento que muchas iniciativas van en esa dirección, no puedo dejar de mencionar lo
narrado por Ismar de Oliveira en relación con los procesos vividos en Brasil en el
ámbito de la educomunicación. Políticas, grande líneas políticas, sí, pero insertas en la
vida diaria de la educación de niños y jóvenes, a lo largo del tiempo necesario para
apropiarse de recursos vividos en la interacción grupal.
Lejos estamos de las prédicas y de los excesos de una misión centrada en la tarea de
entrar a la conciencia ajena para despertarla, para abrirla a la luz, guiarla hacia la
verdad. Nadie transforma su ser y sus haceres por algún mazazo a la conciencia, tales
procedimientos son violentos, aunque se amparen en propósitos pretendidamente
maravillosos.
Lejos también de algunos conceptos sujetos con alfileres, como si pudiera uno
transferir la capacidad crítica a través de unas pocas categorías llamadas a
demitificarlo todo, como si se pudiera dotar a los demás de un mecanismo infalible
para hacer saltar las verdades y las maldades ocultas bajo la superficie de los
mensajes.
Lejos, en fin, de una pedagogía de la denuncia que no deja nada con cabeza, ni
títeres, ni humanos, ni relatos, ni instituciones.
Y sin embargo, uno de trabajar siempre en un diálogo con conciencias ajenas, en una
búsqueda de instrumentos de lectura, en un esfuerzo de echar a rodar verdades como
las que señala Grass en su escrito.
El problema sigue siendo la pretendida seriedad de todo eso y, de manera
fundamental, el tiempo y la forma de impulsar ese trabajo. No es lo mismo arremeter
contra las certidumbres ajenas para despanzurrarlas y dar lugar a una nueva mirada y
un nuevo modo de ser, que abrir un espacio en el cual, desde la alegría del encuentro
y del interaprendizaje, se construyan modos de percibir y de comprender.
Como en el terreno de la comunicación y la educación nos movemos, corresponde
introducir aquí un concepto que sigue estando a la base de nuestros intentos, tal como
se lo puede apreciar en prácticamente todos los materiales que van reuniendo los
preparativos del Congreso: lo pedagógico.
Hemos colocado mucha energía, desde hace ya más de dos décadas, en un conjunto
de vivencias dirigidas a tal construcción de modos de percibir y de comprender, que
denominamos “experiencias pedagógicas decisivas”.
“Un encuentro entre maestros, aprendices y otros miembros de la comunidad
educativa y social, basado en la vivencia de prácticas (sostenidas en
metodologías y conceptos) que marcan en lo profundo a cada participante, en
lo intelectual, en lo emocional y en su vida toda. Nadie es el mismo luego de
ese tipo de experiencias.”
Para un puente entre lo anticipado ya desde la primera mitad del Siglo XX y los
caminos de la educomunicación, remito al texto de nuestro querido Mario Kaplún “Una
pedagogía de la comunicación” 2 en el cual se recrea el universo educativo
desarrollado por Celestine Freinet. Desde nuestra mirada y experiencia, todo lo
logrado por el educador francés se construyó a base de experiencias pedagógicas
decisivas. Nada más serio que una educación con semejantes fundamentos teóricas y
metodológicas, y a la vez nada más lleno de vida, de alegría de aprender, de felicidad
en lo logrado en el seno de los grupos. Podemos reconocer no pocos procesos
educativos enemigos de la alegría y la felicidad así entendidas. Cuando se logran
experiencias pedagógicas decisivas, todo se vive de manera distinta.
Lo que está en juego aquí es el contexto de lo que buscamos desarrollar, es la
situación de comunicación en la cual se insertan los intentos de impulsar todos los
ideales de la educomunicación. Esto nos lleva a preguntarnos por el alcance del
concepto de competencias mediáticas. No nos oponemos a tal terminología, sin duda
en cada búsqueda de este tipo aspiramos al desarrollo de determinadas
competencias. La cuestión pasa por la circunstancia en la cual se intenta trabajarlas,
los tiempos dedicados a ellas, el contexto en que se las practica, el horizonte de
comprensión que las sostiene, la cantidad que pretendemos lograr. En definitiva, la
cuestión es en qué experiencia pedagógica decisiva se insertan, qué puede resultar de
un proceso como el que planteamos con esta expresión. Y, por supuesto, con qué
grado de goce, alegría, felicidad de aprender se trabaja.
En nuestra experiencia, vivida sobre todo en la Carrera de Posgrado de
Especialización en Docencia Universitaria, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional de Cuyo, Mendoza-Argentina, apuntamos al desarrollo de todo lo que implica
la temática de tal carrera, mediante un sistema de aprendizaje organizado, en primer
lugar, en clave comunicacional. No planificamos en base a competencias, sino en
torno a experiencias pedagógicas decisivas. Y en ellas, a través de ellas, buscamos el
ejercicio de algunas competencias, siempre pocas, como por ejemplo la práctica de la
escritura, de la interacción grupal, de la expresión sostenida no sólo por la palabra.
Hace unos años planteamos lo siguiente:
2 En Educación: más allá del 2.0, libro coordinado por Roberto Aparici, Gedisa, Barcelona, 2010, pp. 41 a
64.
“Dime qué hiciste con las anteriores tecnologías y te diré qué harás con las nuevas”.
Podemos añadir, en el horizonte del Congreso, “dime cómo educomunicaste en el
ámbito de las anteriores tecnologías y te diré cómo lo harás en el de las nuevas”.
No estoy juzgando a nadie, en más de cuatro décadas hemos avanzado con mucha
honestidad, pero a menudo aprendiendo sobre la marcha, jugando aquello de la
prueba y del error. Lo que sí siento es que no se sostienen en estos años del siglo la
pretensión de la concientización por intromisión en la conciencia ajena, la apelación a
unas pocas herramientas para leerlo todo, la rabia con que se enfrentaba todo lo que
sonaba a dominación, la reducción de algo tan complejo como lo comunicacional a
unas pocas claves dirigidas a demoler cualquier construcción ideológica…, en fin,
cierta tendencia a educar para la crítica sin dar lugar a la presencia de experiencias
pedagógicas decisivas, y con ellas a la alegría del encuentro y la felicidad del
aprendizaje.
En todo lo cual nos queda mucho por comprender de lo que viene sucediendo en el
juego de las redes sociales.
Descargar