Ironía y suicidio en el cuento “La atracción de la profundidad” de Patrick Süskind Hariet Quint Profesora Investigadora Titular Universidad de Guadalajara (México) Departamento de Estudios Literarios [email protected] Patrick Süskind [1] impone a sus personajes cierta uniformidad, un patrón que nos permite percibirlos sin equivocación. A todos ellos, por ejemplo, les resulta desconocido el significado de la palabra “amor” en sus diferentes matices: amor al prójimo, amor de padres e hijos, amor entre un hombre y una mujer. Viven en un mundo hostil que les agrede de alguna u otra forma, y en consecuencia se vuelven solitarios. Llenos de odio buscan su refugio lejos del ruido y la influencia humana. Se aíslan en sí mismos, se enredan más y más en su rencor, permanecen estancados en este estado depresivo o lo solucionan con el suicidio [2]. Envueltos en situaciones absurdas, los personajes de Süskind son dominados por el abismo de sus pasiones. La obstinación llevada hasta los extremos, los coloca al borde de algún precipicio; la caída entonces es inevitable. En el cuento “La atracción de la profundidad” [3], Süskind nos presenta un personaje egocéntrico que esconde una absoluta falta de autoestima. Se trata de una joven pintora que tiene la mala suerte de asistir a una reunión donde a un crítico, con el afán de estimularla, se le ocurre decir: “Es talentoso y agradable lo que hace, pero usted tiene muy poca profundidad” [4]. Palabra clave, la “profundidad” se convierte en un propulsor de los hechos y del deterioro anímico de la joven. Un comentario aparentemente inofensivo provoca estragos irreparables en su conciencia. La joven obsesionada por el comentario trata de averiguar el significado de la “profundidad artística”: A la tercera semana, se dedicó a mirar libros de arte, a estudiar la obra de otros dibujantes y a visitar galerías y museos. Leía tratados de arte y hasta entró en una librería y pidió al librero el libro más profundo que tuviera. El hombre le dio un tomo de un tal Wittgenstein, del que ella no sacó nada en limpio. [5] No encuentra la respuesta a esta interrogante y se hunde cada vez más en su laberinto interior, deja de llevar una vida social, se aísla en su departamento, sobrevive durante tres años gracias una cuantiosa herencia, y al final de cuentas no puede resistir a esa “profundidad” que ejerce una “atracción” inexorable en ella, y en su abismal estado depresivo, busca la cima de una torre para arrojarse a la única profundidad asequible para ella. Si partimos de la idea de que el hombre sólo puede encontrar el sentido de su existencia apoyándose en sí mismo, el personaje de este cuento nos muestra lo contrario, depende de la opinión y la actitud de los demás. Como miembro de una colectividad, el individuo tiene dificultades de supervivencia al aislarse totalmente; pone en peligro el equilibrio de un sistema social heredado desde los inicios de la humanidad. Contradictoriamente, el deseo de afirmarse y de tener una posición en la pirámide social depende del reconocimiento de esa misma sociedad. Esta dependencia física, moral y espiritual tiene como consecuencia una falsa afirmación de sí mismo, y como tal aniquila su autoestima. La joven de este cuento rompe las leyes sociales al buscar un aislamiento total que le provoca un desequilibro en su interior pues vive de la opinión de los demás. La imposibilidad de forjarse un destino propio es provocada por un carácter oscilante e indeciso. Unas palabras pronunciadas por casualidad se vuelven la causa de un efecto incontrolable. En el centro de su pequeño universo se encuentra un Yo agigantado pero al mismo tiempo débil: la joven se quiere encontrar, pero de pronto no sabe quien es, pensó tener profundidad, y ahora le dicen que no la tiene; en conclusión: ella es incompetente, su Yo está aplastado, su Yo no existe. Süskind logra técnicamente un efecto de distanciamiento entre el lector y su personaje. Primero, al llevar sentimientos humanos a extremos máximos pone a la protagonista en situaciones contradictorias y exageradas (es suficiente una palabra para que la joven de este cuento, ya no encuentre sentido a la vida y le ponga un fin dramático); segundo, al presentar de manera irónica el suicidio, el autor nos pone ante una situación ridícula, como lo demuestran los siguientes ejemplos: La muchacha que tan bellos dibujos había hecho se hundía. No salía a la calle ni recibía a sus amistades. De no moverse engordó y, del alcohol y las píldoras, envejeció prematuramente. En su casa anidaba la mugre y su persona olía a rancio. [6] La joven ante una lámina de Leonardo da Vinci pregunta a su maestro lo siguiente: “Disculpe, ¿podría decirme si este dibujo tiene profundidad?” Él, con una amplia sonrisa, respondió: “Señorita, si quiere tomarme el pelo, tiene usted que ser más lista.” [7] El día que la joven decide poner fin a su vida [...] subió a la torre de la televisión y saltó desde una altura de 139 metros. Aquel día soplaba un viento muy fuerte, por lo que su cuerpo no se estrelló en el asfalto al pie de la torre sino que fue transportado por encima de un campo de avena hasta el bosque y cayó entre los abetos. De todos modos, murió en el acto. [8] Los hechos son narrados de una manera concisa, fría y calculadora. Observamos una exageración en doble sentido: se expanden y se disminuyen los valores sociales y morales. A un suceso sin importancia (como el comentario del crítico al principio) le es atribuido un interés desmedido; mientras que el acto del suicidio es minimizado en su transcendencia. Con este tono grotesco alcanzado en la narración se crea el efecto de ironía. El lector ante estos sucesos está persuadido a tomar una posición neutral, a tomar cierta distancia del texto, se le sugiere razonar antes de mostrar compasión. El efecto que se obtiene resulta muy eficaz sobre todo cuando se trata de un tema como el suicidio. Siendo un hecho dramático, despierta en nosotros instintivamente una reacción emotiva que a través de la ironía es bloqueada y nos impone una postura reflexiva, en la que se cuestiona tanto el mundo negativo en el que vive el personaje como el acto del suicidio en sí. La ironía y cierto distanciamiento entre el lector y el desarrollo de los sucesos en el texto no pueden ser percibidos por ejemplo en el caso de Werther, otro personaje suicida. Goethe maneja elementos muy distintos a los de Süskind, un amor no correspondido narrado en forma epistolar, de manera amplia, detallada, desgarradora y teatral despierta en el lector antes que nada una infinita tristeza, y provoca una identificación completa y dolorosa con el personaje: la sensiblería desplaza al razonamiento. La ironía, en el caso de Süskind, no se puede considerar nada más como una actitud subjetiva del autor, o como una estrategia retórica, sino básicamente como una visión del mundo. Colocado en esta perspectiva, el pensamiento irónico percibe lo real desde lo negativo. La ironía proyecta una sombra deformada del acontecimiento, matiza su gravedad, simula el juego, nos obliga a no tomar en serio un asunto de trascendencia fatal y aniquila cualquier sentimentalismo. Al confrontarnos con la proyección de una imagen distorsionada, lo irónico de una situación seria, agrede y derrumba nuestra acostumbrada manera de pensar, cuestiona el orden lógico y emocional del mundo. La brújula de nuestro sentido común es averiada: se pone en duda la realidad asumida (un acto fatal como el suicidio recibe a través de la ironía un giro hacia lo grotesco y ridículo). La cotidianeidad con sus rituales, hábitos y costumbres es descubierta como un vivir en la ceguera, y la ironía es un arma que lucha contra esta visión limitante. El horizonte reducido del personaje nos muestra un mundo con todos sus defectos exagerados: falta absoluta de amor, soledad exasperante, dependencia de la opinión de los demás, un ego crecido pero frágil. Todos estos elementos son parte de este ciego vivir que nos conduce a la inevitable conclusión de rechazar un mundo negativo por excelencia. Se trata de una doble negación: por un lado, se produce una fisura, un desequilibrio entre el entorno hostil y la visión idealista del personaje, y por ende la joven es una inadaptada; por otro lado, la ironía como elemento estético empleado en la narración de un suicidio provoca un distanciamiento entre el lector y los sucesos del texto. La siguiente pregunta surge de manera casi inevitable: ¿Qué tanto es factible el suicidio ante esta situación? Observando las manipulaciones del autor sobre el personaje, tenemos la impresión de que el suicidio no se fundamenta más que en imágenes efímeras sin ningún sustento, sólo en el capricho de una fantasía. La interpretación se abre a diversas posibilidades: ¿será entelequia del personaje, o del autor? Süskind no emplea la ironía nada más como técnica narrativa en la construcción del personaje y su entorno, sino también como un filoso instrumento en contra de la crítica del arte contemporáneo. El crítico del cuento que hace al principio el comentario sobre la profundidad, al final, después de la muerte de la joven, escribe lo siguiente en un artículo: Una y otra vez -escribía-, es para nosotros, los que quedamos, causa de honda aflicción ver cómo una persona joven y con talento no encuentra la fuerza necesaria para afianzarse en la escena cultural. [...] Pero se diría que en esta personalidad ya desde el principio apuntaba el germen de este trágico final. Porque, ¿acaso no se observa ya en sus primeros trabajos, pese a su aparente ingenuidad, ese desgarro estremecedor [...] una rebelión de la criatura contra su propio yo, visceral y manifiestamente destructiva? ¿No se percibe esa fatídica y hasta diría inexorable atracción de la profundidad? [9] A través de las dos intervenciones del crítico, se ridiculiza por completo el concepto de profundidad en la crítica del arte contemporáneo. Süskind cuestiona la falta de nociones en la crítica, los parámetros subjetivos con que se miden las formas de expresión abstracta, el vacío de ciertos términos que son considerados interesantes y cultos sin tener bases en qué apoyarse, así como el uso superficial de palabras. La “profundidad” anunciada desde el título con un significado ambiguo y contradictorio por los diferentes contextos en que puede ser empleada: espiritual, artística, emotiva o física, nos hace concluir que se trata de un manejo lúdico e intencional de esta palabra. Expresa al mismo tiempo un estado anímico depresivo del personaje que lo lleva al suicidio, el precipicio de una torre de televisión y un término carente de valor empleado en la crítica del arte. Süskind deja al lector siempre con una tarea pendiente, la de descifrar el comportamiento de sus personajes enigmáticos, introvertidos, solitarios, llenos de odio por un mundo que jamás les enseñó el amor. Cimbra nuestras más profundas creencias sobre la humanidad y nuestros valores éticos inculcados por una tradición religiosa y social. Juega con palabras, juega con sus personajes, juega con situaciones absurdas que resuelve con la paradoja, juega con el lector, pero no juega con sus convicciones metafísicas. Para Süskind lo más importante es el individuo que tiene que buscarse a sí mismo aunque fracase en esta búsqueda. Notas: [1] Nació en Ambach, Baviera, en 1949. Publicó una novela El Perfume (1985), tres novelas cortas: El contrabajo (1986), La paloma (1987), La historia del señor Sommer (1991), y un libro de cuentos: Un combate y otros relatos (1996). [2] Se suicidan el Sr. Sommer en La historia del Sr. Sommer, Jean-Baptiste Grenouille en El Perfume, la joven artista sin nombre en “La atracción de la profundidad”. [3] Süskind, Patrick, “Der Zwang der Tiefe”, en Drei Geschichten und eine Betrachtung, Zürich, Diogenes Verlag, 1995, pp. 9-19; en español: “La atracción de la profundidad”, en Un combate y otros relatos, Barcelona, Seix Barral, 1996, pp. 7-15. (Traducción del alemán de Ana Ma. de la Fuente) [4] "Es ist begabt und ansprechend, was sie machen, aber sie haben zu wenig Tiefe”, Op. cit., en alemán, p. 9. He optado por utilizar mi propia traducción del texto alemán en lugar de la versión española de Ana Ma. de la Fuente cuya ambigüedad en esta frase desplaza al real sujeto que se involucra con la idea de la profundidad. Cito: “Su trabajo denota talento y expresividad, pero adolece de falta de profundidad”, Op. cit., en español, p. 9. [5] “La atracción de la profundidad”, p. 11. [6] Ibidem,. p. 13. [7] Idem [8] Ibidem., pp. 13-14. [9] Ibidem., pp. 14-15. © Hariet Quint 2006 Espéculo. Revista de estudios literarios. 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