El bosquejo de una personalidad Entre los escritores extranjeros

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1
Martín Quirarte
RALPH ROEDER y SU OBRA POSTUMA
El bosquejo de una personalidad
Entre los escritores extranjeros que han hablado sobre Méxi­
co, Ralph Roeder ocupa un lugar de distinción. Hombre de
poderoso brío dialéctico, en él se entrecruzaban las reflexiones
del crítico y los libres vuelos del artista. Dejó una importante
obra sobre historia de México, que todavía está reclamando
una valoración crítica justiciera.
Si para explicarse mejor un libro de historia, precisa conocer
la vida de quien lo hizo, las circunstancias que lo rodea~on
y la atmósfera cultural que respiró, es indudable que el autOT
de Hacia el Méx ico moderno no nos ha dejado una documen·
tación abundante.
Cordial y serio, elegante y austero, Roeder daba a sus mismos
amigos íntimos la impresión de un aristócrata de la vida y el
pensamiento . Mucho antes de que muriese se comenzó a tTv.ar
la silueta de una figura legendaria. En cierta manera el mismo
escritor contribuyó no poco a envolver su figura en un halo
mítico. Se ha dicho que por modestia ocultó sus datos biográ­
ficos . "Por hablar de los otros no habló de sí mismo." Más
bien me inclino a creer que era Ralph Roeder uno de esos
seres que buscan envolverse en una atmósfera de misterio. Si
nos ocultó muchos aspectos de su personalidad, tenemos de
todas maneras los suficientes datos que noS permiten recons­
truir, si no su vida, por lo menos fragmentos de la misma, y
los rasgos esenciales de su sicología.
Debemos a don Andrés Henestrosa el interesante estudio
sobre Ralph Roedcr, que sirvió como prólogo a la cuarta edi­
ción de Juárez y su M éxico, publicada en 1972, por el Fondo
de Cultura Económica. El ensayo es un derroche ' de elegancia
y claridad literaria.
Conocedor como pocos de la vida y la obra de Roedcr, He­
nestrosa recuerda el impacto que el escritor norteamericano
134
HISTOR IA MODER NA y
CONTE MPORÁ NEA DE MÉXlC O
produ jo en Salom Ón de la Selva cuand o por prime
ra vez lo
conoc ió en Nueva York.
"Bastá bame su presen cia -escri bió Salom ón de la Selva
- para
que todo alrede dor se me volvie ra Floren cia, Roma e
Italia. "
Este autor, que lo trató en Nueva York cuand o muy
jóvenes
los dos, le da cuna en Charle ston: "Oriu ndo de la embru
jada
Charle ston", dice, "acaso record ando que allí viviero n sus
padres
al llegar a Améri ca". En N ueva York conoció y fue amigo
de
dos hispan oamer icanos selectos: Pedro Henrí quez Ureña
y Sa­
lomón de la Selva, a quiene s deslum bró. "Un día prima veral
en
Nueva York -escri be Salom ón de la Selva -, antes de la Prime
ra
Guerr a Mund ial, me llevó el doctor Frank Grane -come
ntaris ta
del Globe - a comer al hotel Brevo rt, de admir able
cocina
francesa y vinos de leyend a, para presen tarme (yo era
su ha­
llazgo más recien te) al period ista Mowr er, brillan te corres
pon­
sal en París de un diario de Chicago. Mowr er llegó
tambié n
acomp añado . Tamb ién él había descub ierto un poeta.
Mowr er
era un petime tre de goatce afinad a e indum entari a llamat
iva,
pero más que la flor que llevab a en la solapa de la americ
ana,
luda a su lado, muy joven, muy rubio, muy esbelto ,
Ralph
Roede r, el ahora celebr ado autor de The Man of the
Renais ­
sanee, que lleva años en Méxic o escrib iendo una biogra
fía de
don Benito Juárez . Aquel día Ralph , muy cuidad oso
en su
dicción, con una voz l/mpid a, de infinit os colores transp
arente s.
con todo y que no dijo mucho , superó para mi gusto
a las
vianda s y a los vinos. Decir que cautiv ó, como despué s
cautiv a­
ría a Pedro, es remem orar pálida mente una intens a impre
sión
de juvent ud ..." Aquel la prime ra impre sión no se borró
en el
poeta nicara güense . Lo r~ cuerda mucho s años después,
en tre
los maestr os y amigos de su niñ~z y moced ad, con gratitu
d y con
admira ción: "Y Ralph Roede r -cuyo monu menta l estudi
o sobre
]uárez y su M éxieo, es una lástim a que todaví a no se
traduz ca
y publiq ue en españ ol-, quien me enseñó a amar el
Renac i­
miento , en el libro de Gobin eau, cuand o éramo s jóvene
s los
dos, en 1913, y amáb ,nX1 OS no '; l-' !O L5 letras, y las bellas
artes,
sino apasio nadam ente tambié n a St. Vince nt Millay y
a Lydia
Lopok ova _.." 1
No vaya trazar en estas página s la image n que hace
Henes ­
u-osa de Ralph Roede r, p ero sí a señala r lo que a
mi juicio
son las líneas esenci ales de su esbozo biográ fico.
1 Ralph Roeder , ].uárez y su México_ México , F~nt1o
de (;ultura Económ ica,
1972, p. VIII' del prólogo de Andrés Hellestr osa a la
obra del autor.
RALPH ROEDER y
SU OBRA PÓSTUM A
135
Ralph Roede r Lecke rk nació el 7 de abril de 1890,
siendo
desce ndien te de una madre france sa y un padre alemá
n. Era
un "aman te de la bellez a y la bonda d y el amor" . Despe
rtaba
admir ación por su conve rsació n y su sensib ilidad de poeta.
Era
uno de esos seres que aspira n a gozar de la vida en
toda su
plenit ud. Artist a y viajer o recorr ió Europ a. El Medit
erráne o
lo atrae y su domin io de las princi pales lengua s europ
eas le
abre un muna o de bellez a y huma nismo .
Ralph Roede r pudo haber desco llado en Estado s
Unido~ ,
habla ndo de la histor ia de su propio país, pero no
sintió esa
fascin ación. Si Europ a y sus temas lo atraen , no
encue ntra
allí la emoti vidad supre ma de su vida.
/
Es indud able que Ralph Roede r tenía un gran conoc
imien to
de cierta s etapas de la histor ia huma na y una muscu
latura .
crítica de prime r orden , pero sus dotes no eran
suficie nte­
mente poder osas como para permi tirle iguala rse a los
grand es
histor iadore s europ eos. Por otra parte, ¿habr ía encon
trado la
posibi lidad de ocupa r un sitio destac ado, él tan indivi
dualis ta,
en esa Europ a en donde cada vez era más difícil vivir
como
histor iador indep endie nte, y en cambi o hasta a los
más altos
valore s no les desag rada forma r parte de vastos conju
ntos o
de grand es equip os ele invest igació n?
¿Qué hubie ra podid o decir sobre figura s y aconte cimie
ntos
europ eos, allí donde la histor ia ha sido estudi ada
la lupr.
como dicen los france ses o con lupa, como podría mos
decir
nosotr os?
¿Hub iera podid o destac ar con sus obras al lado de estudi
o')
sobre el Renac imien to como los de Jacob Burck hardt?
¿Habrí<l
podid o codea rse con histor iadore s como Ferna nd
Braud el,
Lucie n Febvr e, Marc Bloch , Jacqu es Piren ne o Bened
etto
Croce ?
El escrito r busca otro escena rio y lo encue ntra. Méxic
o Jo
atrae con pasión irresi stible y a él dedica lo más noble
de sus
sentim ientos . Cuan do en la décad a de los cuare nta llegó
Ralph
Roede r a nuestr o país, no era un impro visado en el
terren o
de la invest igació n histór ica, había llegad o ya a la vertie
nte de
la madu rez.
Entre nosotr os halló Ralph -Roed er no un terten o
virgen
para la invest igació n histór ica, per9 sí un terren o insufi
cien­
temen te explo rado en mucho s trecho s. Tuvo la fortun
a tam­
bién de conta r con mecen as que proteg ieron sus invest
igacio nes.
a
134
HISTORIA MODERNA y
CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
produjo en SalomÓn d e la Selva cuando por primera vez lo
conoció en Nueva York.
"Bastábame su presencia -escribió Salomón de la Selva- para
que todo alrededor se me volviera Florencia, Roma e Italia."
Este autor, que lo trató en Nueva York cuando muy jóvenes
los dos, le da cuna en Charleston: "Oriundo de la embrujada
Charleston", dice, "acaso recordando que allí vivieron sus padres
al llegar a América". En N ueva York conoció y fue amigo de
dos hispanoamericanos selectos: Pedro Henríquez Ureña y Sa­
lomón de la Selva, a quienes deslumbró. "Un día primaveral en
Nueva York -escribe Salomón de la Selva-, antes de la Primera
Guerra Mundial, me llevó el doctor Frank Grane -comentarista
del Globe- a comer al hotel Brevort, de admirable cocina
francesa y vinos de leyenda, para presentarme (yo era su ha­
llazgo más reciente) al periodista Mowrer, brillante correspon­
sal en París de un diario ele Chicago. Mowrer llegó también
acompañado. También él había descubierto un poeta. Mowrer
era un petimetre de goatce afinada e indumentaria llamativa,
pero más que la flor que llevaba en la solapa de la americana,
luda a su lado, muy joven, muy rubio, muy esbelto, Ralph
Roeder, el ahora celebrado a utor de The Man of the Renais­
sanee, que lleva años en México escribiendo una biografía de
don Benito Juárez. Aquel día Ralph, muy cuidadoso en su
dicción, con una voz Hmpida, ele infinitos colores transparentes.
con todo y quena dijo mucho, superó para mi gusto a las
viandas y a los vinos. Decir que cautivó, como después cautiva­
ría a Pedro, es rememorar pálidamente una intensa impresión
de juventud, .." Aquella primera impresión no se borró en el
poeta nicaragüense. Lo recuerda muchos años después, entre
los maestros y amigos de su niñ ez y mocedad, con gratitud y con
admiración: "Y Ralph Roeder -cuyo monumental estudio sobre
Juárez y su México, es una lástima que todavía no se traduzca
y publique en español-, quien me enseñó a amar el Renaci·
miento, en el libro de Gobineau, cuando éramos jóvenes los
dos, en 191 3, y amáb;'lJlos no <;\', Iu Ls Ictr; ls, y las bellas artes,
sino apasionadamente también a St. Vincent Millay y a Lydia
Lopokova .. ," 1
No vaya trazar en estas páginas la imagen que hace Henes­
u"osa de Ralph Roeder, pero sí a señalar lo que a mi juicio
son las líneas esenciales de su esbozo biográfico.
1 Ralph Roeder, juárez y su. M éxico. México, F';ndo de (:ultura Económica,
1972, p. vm' del prólogo de Andrés Henestrosa a la obra del autor.
RALPH ROEDER y
SU OBRA PÓSTIJMA
135
Ralph Roeder Leckerk nació el 7 de abril de 1890, siendo
descendiente de una madre francesa y un padre alemán. Era
un "amante de la belleza y la bondad y el amor". Despertaba
admiración por su conversación y su sensibilidad de poeta. Era
uno de esos seres que aspiran a gozar de la vida en toda su
plenitud. Artista y viajero recorrió Europa. El Mediterráneo
lo atrae y su dominio de las principales lenguas europeas le
abre un mundo de b elleza y humanismo.
Ral ph Roeder pudo haber descollado en Estados Unido~,
hablando de la historia de su propio país, pero no sintió esa
fascinación. Si Europa y sus temas lo atraen, no encuentra
allí la emotividad suprema de su vida.
/
Es indudable que Ralph Roeder tenía un gran conocimiento
de ciertas etapas de la historia humana y una musculatura ,
crítica de primer orden, pero sus dotes no eran suficiente·
mente poderosas como para permitirle igualarse a los grandes
historiadores europeos. Por otra parte, ¿habría encontrado la
posibilidad de ocupar un sitio destacado, él tan individualista,
en esa Europa en donde cada vez era más difícil vivir como
historiador independiente, y en cambio hasta a los más altos
valores no les desagrada formar parte de vastos conjuntos o
de grandes equipos ele investigación?
¿Qué hubi er a podido decir sobre figuras y acontecimientos
europeos, allí donde la historia ha sido estudiada a la lupl?
como dicen los franceses o con lupa, como podríamos decir
nosotros?
¿Hubiera podido destacar con sus obras al lado de estudio<;
sobre el Renacimiento como los de Jacob Burckhardt? ¿Habrí::l
podido codearse con historiadores como Fernand Braudel ,
Lucien Febvre , Marc Bloch, Jacques Pirenne o Benedetto
Croce?
El escritor busca otro escenario y lo encuentra. México Jo
atrae con pasión irresistible y a él dedica lo más noble de sus
sentimientos. Cuando en la década de los cuarenta llegó Ralph
Roeder a nuestro país, no era un improvisado en el terreno
de la investigación histórica, había llegado ya a la vertiente de
la madurez,
Entre nosotros halló RalphRoeder no un terreno virgen
para la investigación histórica, per9 sí un terreno insuficien­
temente explorado en muchos trechos. Tuvo la fortuna tamo
bién de contar con m ecenas que protegieron sus investigaciones.
136
RALPH ROEDER y
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
En la tarea de hablar de temas de historia mexicana, se iba
a comprometer Ralph Roeder durante una treintena de años.
Miró a México de&de su torre de marfil, sin comprenderlo
totalmente, pero amándolo siempre a su manera. No trató
nunca de halagar a las masas y se mantuvo cuidadosamente
separado de ellas, pero mostrándose siempre cordial en su trato.
Cultivó un círcUlo cerrado d e amigos entre los cuales destacan
personalidades eminentes de la política y las letras.
Ralph Roeder fue un investigador solitario, no aspIrO a
intervenir en nuestra vida cultural en calidad de maestro. No
poseyendo por ejemplo las cualidades pedagógicas de un José
Gaos o de Ramón Iglesia, de un Juan Antonio Ortega y Medina
o de Pedro Bosch G impera, extranjeros ·que encontraron en
México una nueva patria intelectual, no buscó el contacto
con la juventud estudiosa d e la Universidad, del Colegio de
México o de otros centros similares. Firme en su deseo de in­
vestigar cosas mexicanas, penetró en multitud de rin cones de
nuestro acontecer histórico . Teniendo preferencia por las visio­
nes de conjunto pudo lograrlas sin que lo torturasen las pre­
ocupaciones del erudito. Poderosamente atraído por los temas
modernos y contemporáneos, tuvo la fortuna de entregarse al
estudio de lo que le gustaba.
Como producto de sus investigaciones hechas en nuestro
país, Ralph Roeder nos d e jó juáTez y su México y la obra
póstuma titulada Hacia el M dxico moderno.
En los tiempos en que Ralph Roeder publicó por primera
vez juárez y su M éxico (1 947 la edición en inglés, y 1951 la
traducción al español), podía dar la impresión de ser un es­
critor que permanecía solitario en la alta cúspide por él esca­
lada. Pero bien pronto volvió a sentirse entre los mexicanos
el interés por los estudios de la Reforma y la Intervención
Francesa y el Segundo Imperio. En esta actividad investigadora
corresponde a José Fuentes Mares y a Jorge L. Tamayo, el
lugar más destacado.
Jorge L. Tamayo en su labor de búsqueda, para seguir paso
. a paso la vida entera de J uárez, pu blicó 17 volúmenes de
documentos, 15 de ellos de mil páginas aproximadamente cada
uno. Lo guió un espíritu diferente del~ que inspiró a Roeder.
. No intentó hacer una biografía, pero sí reunió el material
necesario para que los in vestigadores' puedan acercarse más
fácilmente a la comprensión de un hombre y su época.
\
137
SU OBRA PÓSTIlMA
Mas es de justicia reconocer que Tamayo no solamente
realizó una mera compilación documental. Ord enó el material,
procedió la elaboración de índices, hizo introducciones en
donde campea la erudición y el buen sentido. No rehuyó la
formulación de juicios. Procedió a efectuar investigaciones
minuciosas. En multitud de sus estudios, los argumentos de­
notan el esfuerzo crítico más lúcido.
Con espíritu independiente y una impetuosidad muy perso­
nal , José Fuentes Mares elaboró cuatro importantes libro'!
so bre ]uárcz. 2 En algunos tópicos los juicios del historiador
mexicano superan a los de Ralph Roeder, por su profundidad
analítica y la sólida documentación que la respalda. Mas
Fuentes Mares enfocó su lente crítico a un sector limitado
de nuestra llamada Gran decada nacional, mientras que el
autor de juárez y su kl éxico examinó todo el vasto conjunto.
Cabe decir que d espués de las actividades de revisionismo
histórico emprendidas por Francisco Bulnes, Justo Sierra y
Carlos Pereyra en la primera década del siglo xx, para reva­
lorar los acontecimientos que van de 1854 a 18G7, no se habían
hecho esfuerzos de crítica sólida . Ralph Roeder encontró así
una senda libre que le permitió la marcha haci a un feliz éxito.
Al publicarse juárez y su M éxico, por primera vez en espa­
ñol, se le tributó a su autor un justo homenaje de reconoci­
miento. Bien podía Roeder sentirse satisfecho de la reacción
del público mexi cano. Se le rendían aplausos y honores que
n o había recibid o ningún extranjero de nuestro tiempo dedi­
cado al estudio del siglo XIX.
Desde luego que nadie fuera de México había hecho un
libro sobre Ju árez más importante que el de Ralph Roeder­
Comparada su obra con la de los mexican os que lo precedieron
en el estudio sobre la Reforma, la Inten'ención Francesa y el
Imperio de Maximiliano, en capacidad de criterio y poder
de síntesis, sólo Justo Sierra y Carlos Pereyra podían consi­
derarse no solamente sus iguales sino que lo superaban.
. Pero fuera de los trabajos de Sierra y de Pereyra, la obra
de conjunto de Roeder es de tal solidez que no ha aparecido
ninguna que pueda equiparársele y tardará muchos años en
que se publique la que pueela sobrepujarla. El ,autor norte­
americano sigue aún gozando en México de u 'n a poderosa
2 ]Ulírez y la I n1en Je nción, ]luí rpz y el Imperio , Y Méx ico se refugi6
d¡ ·sierto, ]udrez y la R p,p úb lica.
ffl
el
136
En la tarea de hablar de temas de historia mexicana, se iba
a compl'ometer Ralph Roeder durante una treintena de años.
Miró a México desde su torre de marfil, sin comprenderlo
totalmente, pero amándolo siempre a su manera. No trató
nunca de halagar a las masas y se mantuvo cuidadosamente
separado de ellas, pero mostrándose siempre cordial en su trato.
Cultivó un círcUlo cerrado de amigos entre los cuales destacan
personalidades eminentes de la política y las letras.
Ralph Roeder fue un investigador solitario, no aspiró a
intervenir en nuestra vida cultural en calidad de maestro. No
poseyendo por ejemplo las cualidades pedagógicas de un José
Gaos o de Ramón Iglesia , de un Juan Antonio Ortega y Medina
o de Pedro Bosch Gimpera, extranjeros que encontraron en
México una nueva patria intelectual, no buscó el contacto
con la juventud estudiosa de la Universidad, del Colegio de
México o de otros centros similares. Firme en su deseo de in­
ves'tigar cosas mexicanas, penetró en multitud de rincones de
nuestro acontecer histórico. Teniendo preferencia por las visio­
nes de conjunto pudo lograrlas sin que lo torturasen las pre­
ocupaciones del erudito. Poderosamente atraído por los temas
modernos y contemporáneos, tuvo la fortuna de entregarse al
estudio de lo que le gustaba.
Como producto de sus investigaciones hechas en nuestro
país, Ralph Roeder nos dejó Juárez y su México y la obra
póstuma titulada Hacia el México moderno.
En los tiempos en que Ralph Roeder publicó por primera
vez Juárez y su México (1947 la edición en inglés, y 1951 la
traducción al español), podía dar la impresión de ser un es­
critor que permanecía solitario en la alta cúspide por él esca-'
lada. Pero bien pronto volvió a sentirse entre los mexicanos
el interés por los estudios de la Reforma y la Intervención
Francesa y el Segundo Imperio. En esta actividad investigadora
corresponde a José Fuentes Mares y a Jorge L. Tamayo, el
lugar más destacado.
Jorge L. Tamayo en su labor de búsqueda, para seguir paso
a paso la vida entera de J uárez, publicó 17 volúmenes de
documentos, 15 de ellos de mil páginas a proximadamente cada
uno. Lo guió un espíritu diferente det que inspiró a Roeder.
. No intentó hacer una biografía, pero sí reunió e! material
necesario para que los investigadores' puedan acercarse más
fácilmente a la comprensión de un hombre y su época.
137
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSruMA
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
·'.i'i
Mas es de justicia reconocer que Tamayo 110 solamente
realizó una mera compilación documental. Ordenó el material,
procedió la elaboración de índices, hizo introducciones en
donde campea la erudición y el buen sentido . No rehuyó la
formulación de juicios. Procedió a efectuar investigaciones
minuciosas. En multitud de sus estudios, los argumentos de­
notan el esfuerzo crítico más lúcido.
Con espíritu independiente y una impetuosidad muy perso­
nal, José Fuentes Mares elaboró cuatro importantes libros
sobre Juárez. 2 En algunos tópicos los juicios del historiador
mexicano superan a los de Ralph Roeder, por su profundidad
analítica y la sólida documentación que la respalda. Ma"
Fuentes Mares enfocó su lente crítico a un sector limitad0
de nuestra llamada Gran decada nacional, mientras que el
autor de juárez y su M éxico examinó todo el vasto conjunto.
Cabe decir que después de las actividades de revisionismo
histórico emprendidas por Francisco Bulnes, Justo Sierra y
Carlos Pereyra en la primera década del siglo x...,<, para reva­
lorar los acontecimientos que van de 1854 a 18G7, no se habían
hecho esfuerzos de crítica sólida. Ralph Roeder encontró así
una senda libre que le permitió la marcha hacia un feliz éxito.
Al publicarse Juárez y su M éxico, por primera vez en espa­
fiol, se le tributó a su autor un justo homenaje de recorwci­
miento. Bien podía Roeder sentirse satisfecho de la reacción
del público mexicano . Se le rendían aplausos y honOTes que
no había recibido ningún extranjero de nuestro tiempo dedi­
cado al estudio de! siglo XIX .
.
Desde luego que nadie fuera de México había hecho un
libro sobre Juárez más importante que el de Ralph Roeder.
Comparada su obra con la de los mexicanos que lo precedicron
en e! estudio sobre la Reforma, la Intervención Francesa. y el
Imperio de Maximiliano, en capacidad de criterio
poder
de síntesis, só!o Justo Sierra y Carlos Pereyra podían consi­
derarse no solamente sus iguales sino que lo sUpeTaban.
Pero fuera de los trabajos de Sierra y de Pereyra, la ohra
de conjunto de Roeder es de tal solidez que no ha aparecido
ninguna que pueda equiparársele y tardará muchos años en
que se publique la que pueda sobrepujarla. El ,a utor nOTte­
americano sigue aún gozando en México de una poderosa
y
2 ]wi.rez y la I nlenJención, ]wírez y el Imperio. Y México se refugió
d" sierto, ]uárez y la R epública.
<m ~l
138
HISTORiA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
corriente de simpatizadores, sin que falten los que desesti-·
mando poco o mucho a los autores mexicanos, lo consideran
corrio "el biógrafo insuperado de juárez". Sin recurrir a hipér­
boles intentemos dar en dos plumadas un juicio equitativo.
Las reflexiones de Carlos Pereyra contenidas en ]uárez dis­
cutido como dictador y estadista, así como las apreciaciones
del mismo autor unidas a la de Justo Sierra en ]uárez} su obra
y su tiempo analizan con mayor profundidad que Roeder el
ambiente social y político dentro del que se movía ]uárez.
Hay también un alto reconocimiento a los colaboradores de
juárez, sin que falte tampoco una alusión justiciera a esa mul­
titud anónima sin cuyo conocimiento la historia de un pueblo
es incompleta.
Ralph Roeder dirigió la mirada hacia horizontes que le
permitieron una interpretación original. Su trabajo no fue
el resultado de una improvisación, dedicó a él varios años de
paciente labor. Investigó en bibliotecas y hemerotecas. Re·
corrió una gran parte del escenario de los acontecimientos.
Estudió en autores mexicanos y extranjeros. Un análisis cui­
dadoso de su obra permite apreciar el buen manejo que hizo
de la documentación. Su bibliografía es muy nutrida. No
exagera cuando hace ostentación de una rica fuente de con·
sulta. Pero habría hecho un servicio mayor a la historia si a
pie de página hubiera señalado con precisión el periódico,
el folleto o libro que le sÍl vió para fundamentar sus juicios.
Ni en los casos en que hace transcripciones, recurre a este
procedimiento elemental.
.
Ralph Roeder estudia las vicisitudes de la vida mexicana.
Conoce con profUndidad los lineamientos de la Guerra de
Secesión. Al examinar el asunto de las relaciones entre México
y Estados Unidos no convence completamente. Se tiene la
impresión de que muchas cosas quedaron en el tintero. Su
deber de historiador no pudo sobreponerse completamente a
su calidad de estadunidense, que naturalmente oculta algunos
aspectos no muy honestos de la diplomacia norteamericana.
Es indudable que en muchos temas la crítica de Roeder .
caló muy hondo. Sus reflexiones sobre los acontecimientos
de 1861; su análisis de la idea imperiaL de Napoleón JII o el
estudio de las grandes dificultades que. surgieron entre Dano,
Castelnau y Bazaine en los últimos días de la Intervención
. RALPH ROEDER y
su
OBRA PÓSTIJMA
139
Francesa, son una gran prueba de su gran penetración para
juzgar los hechos.
Ralph Roeder es, desde Juego, el investigador que con ma­
yor profundidad ha estudiado la historiografía europea sobre
la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano. El
autor penetró con gran interés en el conocimiento de la vida
de ]uárez, pero desestimó el estudio de muchos de los grandes
caudillos ideológicos y militares de la Reforma. Además no
sólo no les concedió el rango que se merecían a los próceres
del conservadurismo, sino que en términos generales ni siquie­
ra les permitió dar explicaciones.
Sería injusto, sin embargo, reprocharle a Ralph Roeder su
falta de interés por lo que tiene un olor conservador, si no
se toma en cuenta que a los mexicanos se nos podía hacer una
censura semejante. No hemos profundizado en el conocimiento
del conservadurismo con la misma preocupación científica con
la que analizamos el liberalismo. Es indudable que no se puede
dar una visión cabal de la historia de una nación, si no se
estudian con el mismo interés I;ls fuerzas retardatarias y las
progresistas, cuyo mecan ¡smo expl ica el proceso histórico.
En los juicios de Roeder sobre J uárez predomina la actitud
admirativa a lo largo de casi todo el libro. Por eso desconcierta
la disparidad con la que el mismo historiador analiza la con­
ducta de ] uárcz en el periodo de la República triunfante.
Al juzgar Ralph Roeder los últimos seis años de la vida política de ]uárez no procede con equidad. y cabe aclarar que el autor no actúa arrastrado por un impulso pasional, desde la primera hasta la última línea hay una actitud calculada, no se nota la menor sombra de vacilación en sus juici~s. Falta en eI cuadro general de los acontecimientos una buena di50­
tribución de luces y de sombras.
Roeder transcribe las censuras que se hacen a la adminis­
tración de ]uárez sin dar casi nunca explicaciones, y si las da,
a veces, es casi siempre para condenar también al propio pre­
sidente de la República. Reproduce párrafos periodísticos del
Diario de los ·Debates en que la oposición da golpes contra
]uárez y además el propio Ralph Roeder los propina también.
Acumula sombras con maestría de artista, pero ge muestra a
menudo un artista de lo trágico.
Después de haber dado remate final a la investigación en
138
RÁNE A DE MÉXI CO
HISTO RIA MODE RNA Y CONT EMPO
n los que desesti­
corri ente de simp atiza dore s, sin que falte
s, lo cons idera n
cano
mexi
man do poco o muc ho a los auto res
recu rrir a hipé r­
Sin
z".
como "el bióg rafo insu pera do de juáre
o equi tativ o.
juici
un
boles inten temo s dar en dos plum adas
as en ]uár ez dis·
Las refle xion es de Carlo s Pere yra cont enid
las aprec iacio nes
como
así
cutid o como dicta dor y estadista,
]uárez) su obra
en
a
Sierr
del mism o auto r unid as a la d e Justo
que Roed er el
dad
undi
y su tiem po anali zan con mayo r prof
mov ía juáre z.
se
amb iente social y polít ico dent ro del que
colab orad ores de
Hay · tamb ién un alto reco noci mien to a los
justi ciera a esa mul­
juáre z, sin que falte tamp oco una alusi ón
ria de un pueb lo
titud anón ima sin cuyo cono cimi ento la histo
es inco mple ta.
onte s que le
Ralp h Roed er dirig ió la mira da hacia horiz
jo no fue
traba
Su
nal.
perm itier on una inter preta ción origi
s años de
vario
él
a
có
el resul tado de una impr ovisa ción , dedi
as. Re·
rotec
heme
y
s
pacie nte labo r. Inve stigó en bibli oteca
iento s.
tecim
acon
los
de
corri ó una gran parte del escen ario
cui­
sis
análi
Un
s.
Estu dió en auto res mexi cano s y extra njero
hizo
que
ejo
man
dado so de su obra perm ite apre ciar el buen
muy nutr ida. No
de la docu men tació n. Su bibli ogra fía es
rica fuen te de con·
exag era cuan do hace osten tació n de una
r a la histo ria si a
sulta . Pero habr ía hech o un servi cio mayo
si6n el perió dico ,
pie de pági na hubi era seña lado con preci
ame ntar sus juici os.
el folle to o libro que le sÍlvi ó para fund
, recu rre a este
Ni en los casos en que hace trans cripc iones
.
proc edim iento elem ental .
la vida mexi cana .
Ralp h Roed er estud ia las vicis itude s de
de la Gue rra de
Cono ce con profU ndid ad los linea mien tos
entre Méx ico
iones
relac
las
Secesión. Al exam inar el asun to de
Se tiene la
te.
men
pleta
y Estad os Unid os no conv ence com
tinte ro. Su
el
en
impr esión de que muc h as cosas qued aron
men te a
pleta
com
debe r de histo riado r no pudo sobr epon erse
ta
ente ocul algu nos
su calid ad de estad unid ense , que natu ralm
a norte amer icana .
aspec tos no muy hone stos de la diplo maci
a de Roed er .
Es indu dabl e que en much os tema s la crític
los acon tecim iento s
caló muy hond o. Sus refle xion es sobr e
Napo león III o el
de 1861; su análi sis de la idea impe rial de
ieron entre Dano ,
estud io de las gran des dific ultad es que, surg
de la Inter venc ión
Cast elnau y Baza ine en los últim os días
. RALP H ROED ER y
su
OBRA PÓSTU MA
139
pene traci ón para
Fran cesa, son una gran prue ba de su gran
juzg ar los hech os.
or que con ma­
Ralp h Roed er es, desd e luego , el inves tigad
euro pea sobr e
afía
riogr
histo
yor prof undi dad ha estud iado la
imili ano. El
Max
de
rio
la Inter venc ión Fran cesa y el Impe
de la vida
ento
cimi
auto r pene tró con gran inter és en el cono
gran des
los
de
os
de juáre z, pero dese stimó el estud io de much
ás no
Adem
rma.
caud illos ideol ógico s y milit ares de la Refo
eres
próc
cían a los
sólo no les conc edió el rang o que se mere
e­
siqui
ni
gene rales
del cons erva duris mo, sino que en térm inos
ra les perm itió dar expli cacio nes.
Ralp h Roed er su
Sería injus to, sin emba rgo, repro char le a
ervad or, si no
cons
olor
un
tiene
falta de inter és por lo que
nos podí a hace r una
se toma en cuen ta que a los mexi cano s se
en el cono cimi ento
zado
undi
prof
cens ura seme jante . No hemo s
ción cient ífica con
cupa
preo
a
del cons erva duris mo con la mism
e que no se pued e
dabl
indu
Es
la que anali zamo s el liber alism o.
nació n, si no se
una
de
ria
dar una visió n caba l de la histo
datar ias y las
retar
as
fuerz
bs
estud ian con el mism o inter és
histó rico.
eso
proc
el
ica
prog resis tas, cuyo meca nism o expl
a la actit ud
omin
pred
En los juici os de Roed er sobre .J uáre z
oncie rta
desc
eso
Por
adm irati va a lo largo de casi todo el libro .
la con­
za
r anali
la dispa ridad con la que el mism o histo riado
triun fante .
duct a de juárc z en el perio do de la Repú blica
años de la vida
Al juzg ar Ralp h Roed er los últim os seis
aclar ar que
cabe
Y
polít ica de ]uár ez no proc ede con equi dad.
desd e la
nal,
pasio
el auto r no actúa arras trado por un impu lso
no
lada,
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ud
prim era hasta la últim a línea hay una actit
Falta
~s.
juici
sus
se nota la men or somb ra d e vacil ación en
una buen a dis­
s
iento
tecim
acon
los
de
ral
gene
en el cuad ro
tribu ción de luces y de somb ras.
n a la admi nis- .
Roed er trans cribe las cens uras que se hace
nes, y si las da,
traci ón de ]uár ez sin dar casi nunc a expli cacio
ién al prop io pre­
a veces, es casi siem pre para cond enar tamb
fos perio dísti cos del
siden te de la Repú blica . Repr oduc e párra
da golp es cont ra
Diario de los 'Deb ates en qu e la opos ición
prop ina tamb ién.
]uár ez y adem ás el prop io Ralp h Roed er los
ge mue stra a
pero
ta,
artis
de
Acum ula somb ras con maes tría
co.
men udo un artis ta de lo trági
inves tigac ión en
Desp ués de habe r dado rema te final a la
1-
1
1
]4]
HISTORIA l'vlODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUMA
la que Ralph Roeder abordó el estudio de nuestra 1Iamada
Oran década nacional, se consideró con alientos para escribir
la historia de México, del porfirismo y de la Revolución. El
. gobierno del presid ente Adolfo López Mateas se mostró dis­
puesto a otorgarle una protección económica. Para este fin, se
procedió a la redacción de un contrato entre el autor y. la
Nacional Financiera en virtud del cual se le otorgaría a Ralph
Roeder la suma de cinco mí! pesos mensuales hasta su muerte,
como derechos de autor por una párte de sus obras en cspafioJ.
Dentro de estas· publicaciones quedaban comprendidas jwírez
y su México, además de ciertos estudios que proyectaba Rocder
sobre el Porfirismo y la Revolución.
La cifra de dinero que percibía Roeder no era muy alta,
pero tampoco podía consid erarse miserable. Equivalía entonces
a lo que percibían algunos investigadores de primera categoría
en nuestros centros de investigación. Con estos recursos bien
podría vivir con modestia decorosa, pero no podía darse el lujo
de comprar demasiados libros, ni siquiera los indispensables
para estar enterado con elementos propios, del progreso de la
historiografía mexicana.
Antes de leer los documentos íntimos que se conservan sobre
la vida de Ralph Roeder, recibí el impacto que me produjo
su biblioteca. Conocerla hahía sido para mí uno de mis anhelos
más vehementes. No pude prever la desilusión que me iba a
producir. Pensé encontrarme con una de las colecciones más
ricas en folletos, libros y diarios sobre la época de la Reforma,
la Intervención Francesa y el Imperio. La colección de libros
que el autor de juárez y su México dejó al morir, no llegaba
a cinco centenares, entre los cuales no había propiamente
joyas bibliográficas. No eran siquiera obras selectas. El lote
estaba constituido, en su mayor parte, por los libros de publi­
cación reciente y de bajo precio_ Abundaban las obras obse­
quiadas. Esto explica en gran parte las condiciones en que
trabajó el investigador norteamericano. Para laborar con efi­
cacia, siempre es muy conveniente el poseer una biblioteca
personal con los libros esenciales o estar adscrito en un centro
de investigación que permite el fácil acceso a las fuentes docu­
mentales. Roeder no tenía ni una ni otra ventaja. ¿Pero no
sentiría alguna vez el deseo vehementi! de vivir en esa atmós­
fera de cálida compañía que representa una librería de ,autores
selectos y de los que no se privan la mayor parte de los histo­
riadores, por modesta que sea su condición económica?
Cuando Ralph Roeder firmó con la Nacional Financiera el
contrato en virtud del cual se comprometía a preparar libros
que versarían sobre el Porfirismo y la Revolución Mexicana,
tenía 74 años de edad. El viejo luchador conservaba un vigor
físico excepcional y una mente muy lúcida_ Durante cinco
años más continuó sus investigaciones con la misma tenacidad
y el amor con los que había escrito las primeras obras de su
juventud.
Vinieron los años tristes y fue el de 1969 probablemente
el más doloroso de su existencia. El 18 de julio, FarÍa ~..lindeI1
Roeder, la fiel compañera de su vida, bajó al sepulcro. El
funeral se hizo sin pompas. Para nuestra mentalidad de mexi­
canos, nos asombrará que un hombre del prestigio y la posición
económica de Roeder, gaste unos seiscientos pesos en cosas
funerarias y ordene la cremación del cadáver. Pero es nece­
sario que al juzgar éste y otros aspectos de su vida, no se olvide
nunca la contextura moral de aquel hombre .
Durante los tres meses que siguieron a la muerte de Faria,
el escritor vivió momentos de intenso dramatismo. Hubiera
querido seguir de inmediato a su esposa, pero antes de partir
necesitaba terminar su obra Hacia el México moderno. "Irse
sin terminarla ' -dice André.~ Henestrosa- hubiera sido una
contradicción de toda su vida . Un supremo homenaje a su
patria adoptiva fue prolongar sus días para no dejarla incon­
clusa y para corresponder a los honores con que México lo
distinguió." !l
No se puede luchar contra el tiempo y menos se puede
luchar contra la muerte. Había lIegado para Ralph RoedeT
'
el instante de la decisión fatal.
Con una sangre fría pasmosa redactó cartas, hizo testamento
y dio las últimas disposiciones que le permitieron sentir que
dejaba de él una memoria grata y respetable. Fue siempre un
hombre solemne, aun en los detalles de su vida doméstica.
Pundonoroso - en grado extremo cuidó de cumplir con sus
menores compromisos_ El 3 de septiembre de 1969 redacta
una carta dirigida a la señora Carmen Sordo de Gónzález Cosío,
en la que declara que, temiendo .una muerte súbita -"habfa
140
3
Ralph Roeder, o b. ci t., prólogo de Andr6! HenestToea . p. xm.
1
141
HISTORIA MODERNA y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTIJMA
la que Ralph Roeder abordó el estudio de nuestra llamada
Gran década nacional, se consideró con alientos para escribir
la historia de México, del porfirismo y de la Revolución. El
. gobierno del presidente Adolfo López Mateas se mostró dis­
puesto a otorgarle una protección económica. Para este fin, se
procedió a la redacción de un contrato entre el autor y la
Nacional Financiera en virtud del cual se le otorgaría a Ralph
Roeder la suma de cinco mil pesos mensuales hasta su muerte,
como derechos de autor por una parte de sus obras en español.
Dentro de estas publicaciones quedaban comprendidas jwírez
y su México, además de ciertos estudios que proyectaba Roeder
sobre el Porfirismo y la Revolución.
La cifra de dinero que percibía Roeder no era muy alta,
pero tampoco podía considerarse miserable. Equivalía entonces
a lo que percibían algunos investigadores de primera categoría
en nuestros centros de investigación. Con estos recursos bien
podría vivir con modestia decorosa, pero no podía darse el lujo
de comprar demasiados libros, ni siquiera los indispensables
para estar enterado con elementos propios, del progreso de la
historiografía mexicana.
Antes de leer los documentos íntimos que se conservan sobre
la vida de Ralph Roeder, recibí el impacto que me produjo
su biblioteca. Conocerla había sido para mí uno de mis anhelos
más vehementes. No pude prever la desilusión que me iba a
producir. Pensé encontrarme con una de las colecciones más
ricas en folletos, libros y diarios sobre la época de la Reforma,
la Intervención Francesa y el Imperio. La colección de libros
que el autor de juárez y su México dejó al morir, no llegaba
a cinco centenares, entre los cuales no había propiamente
joyas bibliográficas. No eran siquiera obras selectas. El lote
estaba constituido, en su mayor parte, por los libros de publi­
cación reciente y de bajo precio. Abundaban las obras obse­
quiadas. Esto explica en gran parte las condiciones en que
trabajó el investigador norteamericano. Para laborar con efi­
cacia, siempre es muy conveniente el poseer una biblioteca
personal con los libros esenciales o estar adscrito en un centro
de ,investigación que permite el fácil acceso a las fuentes docu­
mentales. Roeder no tenía ni una ni otra ventaja. ¿Pero no
sentiría alguna vez el deseo vehement<! de vivir en esa atmós­
fera de cálida compañía que representa una librería de .autores
selectos y d e los que no se privan la mayor parte de los hista­
riadores, por modesta que sea su condición económica?
Cuando Ralph Roeder firmó con la Nacional Financiera el
contrato en virtud del cual se comprometía a preparar libros
que versarían sobre el Porfirismo y la Revolución Mexicana,
tenía 74 años de edad. El viejo luchador conservaba un víg-or
físico excepcional y una mente muy lúcida. Durante cinco
años más continuó sus investigaciones con la misma tenacidad
y el amor con los que había escrito las primera5 obra5 de su
juventud.
Vinieron los años tristes y fue el de 1969 probablemente
el más doloroso de su existencia. El 18 de julio, FarÍa ~líndel1
Roeder, la fiel compañera de su vida, bajó al sepulcro. El
funeral se hizo sin pompas. Para nuestra mentalidad de mexi­
canos, nos asombrará que un hombre del prestigio y la posición
económica de Roeder, gaste unos seiscientos pesos en cosas
funerarias y ordene la cremación del cadáver. Pero es n ece­
sario que al juzgar éste y otros aspectos de su vida, no se olvide
nunca la contextura moral de aquel hombre.
Durante los tres meses que siguieron a la muerte de faria,
el escritor vivió momentos de intenso dramatismo. Huhiera
querido seguir de inmediato a su esposa, pero antes de partir
necesitaba terminar su obra Hacia el México moderno. "Irse
sin terminarla · --dice Andrés H enestrosa- hubiera llido una
contradicción de toda su vida. Un supremo homenaje a su
patria adoptiva fue prolongar sus días para no dejarla incon­
clusa y para corresponder a los honores con que México lo
distingu ió." !l
No se puede luchar contra el tiempo y menos se puede
luchar contra la muerte. Había llegado para Ralph Roeder
el instante de la decisión fatal.
.
Con una sangre fría pasmosa redactó cartas, hizo testamento
y dio las últimas disposiciones que le permitieron sentir que
dejaba de él una memoria grata y respetable. Fue siempre un
hombre solemne, aun en los detalles de su vida doméstica_
Pundonoroso - en grado extremo cuidó de cumplir con sus
menores compromisos. El 3 de septiembre de 1969 redacta
una carta dirigida a la señora Carmen Sordo de Gónzález Cosía,
en la que declara que, temiendo _una muerte súbita -"habfa
140
3
Ralph Roedcr . ab. cit., prólogo de André! Henestr0!!3. p. xm.
'"'"9' 142
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPOR ÁNEA DE M É XICO
tenido un infarto y podía tener otro"- d eja mobiliario y
algunas pequeñas cosas para ella. Siendo inquilino de su casa,
se disculpa por dejar lleno todavía el d epartamen to con sus
objetos personales . El estilo en la comunicac ión es el de un
hombre que sabe que su muer te está próxima. A partir de este
momento se tuvo el presentim iento de que él mismo pudiera
poner fin violentam ente a su existencia.
Ralph Roeder procedió a redactar su testamento . Es un
document o sencillo, como sencillos fueron los actos de su vida
entera. En él tiene palabras de generosida d y agradecim iento
para los amigos que lo estimaron en su vida. En reconocim iento
a los beneficios que México le otorgó, ordena que todos los
bienes que posee a su faJIecimei nto queden a la disposició n
del presidente de la República Mexicana, "suplicánd ole tenga
la bondad de aplicar la totalidad a la institución o institu­
ciones de beneficenc ia pública que el mismo presidente estime
designar" .
Queda aún por redactar un a última disposició n . Sin fecharla,
Ralph Roeder escribe una carta, tal vez la última, dirigida
también a la señora Carmen Sordo de GonzáIez Cosío. Nuevas
disculpas por las molestias que pueda causar una casa que
no está desocupad a totalmente aunque, ya había procedido a
desprende rse de muchas cos;::;. Hay recomenda ciones para los
amigos y orden de regalar pequ eños objetos . Puede disponerse
de sus libros o donarlos a una biblioteca . Escrupulo so hasta
en el mínimo detalle deja una pequeña cantidad para los
gastos funerarios y el pago de la luz y el tel éfono. El 27 de
octu bre lleva a efecto la determina ción trágica de disponer
de su propia vida.
El 14 de noviembr e del ;¡ño de 1969, las autoridade s pro­
ceden a · efectuar eí inventario de los bienes mu ( blcs de la
casa de Ralph Roeder. L as habitacion es dis ta ban mucho de
ser lujosas. Aquélla era la mansión de un asceta de la cultura,
que murió con modestia decorosa.
Por disposició n del mismo Ralph Roeder se procedió a la
incineraci ón de su cadáver. Cumplido su deseo no quedaba
del hombre sino un puñado de cenizas. No dejó descenden cia.
Nos quedan, sin embargo, sus . libros ~que según el decir de
Marcelino Menéndez y Pelayo, son lo~ hijos que no mueren .
RALPH ROEDER y
su
OBRA PósruMA
143
Ubicación historiogrd fica
En los últimos cincuenta años, tres son los libros de 'mayor
importanc ia que se han publicado para valorar al gobierno
del general Díaz y su tiempo: El porfirismo : historia de un
régimen, de José Valadés; la Historia moderna de México,
escrita bajo la dirección de Daniel Cosía Víllegas, y Hacia el
México moderno, de Ralph Roeder.
Fue en 1941 cuando Valadés comenzó a publicar la obra que
tituló El porfirismo : historia de un régimen. Tres aspecto'1
fundamen tales serían el objeto de su ambicioso proyecto:
hablaría del nacimient o, del crecimien to y de la declinació n
del régimen. El n acimiento fue abordado en el tomo publi .
cado en 1941. En 1948 apareciero n dos volúmenes que inte·
graron la parte relativa al crecimien to. Queda aún por publicar
el tercer tomo sobre la decl inación. ¿Qué razones han detenido
a Valadés para que después de 25 años no haya todavía publi­
cado la última parte de su trabajo? Aparte de ciertas vicisitudes
de carácter político y económico por las que ha pasado Valadés,
es el estudio de los años que van de 1908 a 1910 el que más
serios trabajos le ha costado. Inn umerables cuartillas tiene escri­
tas actualmen te, para dar algún día fonna definitiva a una
de las obras más sólidas de su talento creador. Pero en tanto
que esto no suceda, el lector puede consult.ar las página~ que
Valadés dedica a los últimos años del régimen del general Dfaz
en su libro Made1'O, imaginaci ón y realidad, los dos primeros
tomos de la Historia general de la Revolució n Mexicana, la
Breve historia del porfirismo y la parte que al mismo régimen
dedica en el tercer tomo de la Historia del pueblo de México.
Fue sin duda alguna, José Valadés, el primer gran histo­
riador que empleó para el estudio del régimen porlirista
métodos de investigac ión no usados hasta entonces por quienes
del tema se habían ocupado. En ·la tarea de juzgar al general
Díaz y a su obra varios escritores lo habían ya precedido. Con
finalidade s de panegirist a y en vida de don Porfirio habían
tomado la pluma H umberto Howe Bancroft, Bernardo Reyes
y Juan Humbertü Cornyn. Después al tener lugar la caída del
gobierno del general Díaz, escritores políticos corpo Ricardo
Garda Granados, José López Portillo y Rojas, Emilio Rabasa,
Ramón Prida y Francisco Bulnes con mayor o menor acierto,
unos con resentimie nto y otros sin él, habían intentado un
-.,. I
142
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
tenido un infarto y podía tener otro"- deja mobiliario y
algunas pequeñas cosas para ella. Siendo inquil ino de su casa,
se disculpa por dejar lleno todavía el departamento con sus
objetos personales. El estilo en la comunicación es el de un
hombre que sabe que su muerte está próxima. A partir de este
momento se tuvo el presentimiento de que él mismo pudiera
poner fin violentamente a su existencia.
Ralph Roeder procedió a redactar su testamento. Es un
documento sencillo, como sencillos fueron los actos de su vida
entera. En él tiene palabras ele generosidad y agradecimiento
para los amigos que lo estim<tron en su vida. En reconocimiento
a los beneficios que México le otorgó, ordena que todos los
bienes que posee a su fallecimeinto queden a la disposición
del presidente dé la República Mexicana, "suplicándole tenga
la bondad de aplicar la totalidad a la institución o institu­
ciones de beneficencia pública que el mismo presidente estime
designar" .
Queda aún por redactar una última disposición. Sin fecharla,
Ralph Roede,r escribe una carta, tal vez la última, dirigida
también a la señora Carmen Sordo de González Cosío. Nuevas
disculpas por · ias molestias que pueda causar una casa que
no está desocupada totalm en te aunque, ya había procedido a
desprenderse de muchas cosz:.s. Hay recomendaciones para los
amigos y orden de regalar pequeños objetos. Puede disponerse
de sus libros o donarlos a una biblioteca. Escrupuloso hasta
en el mínimo detalle deja una pequeña cantidad para los
gastos funerarios y el pago de la luz y el teléfono. El 27 de
octubre lleva a efecto la determinación trágica de disponer
de su propia vida.
El 14 de noviembre del año de 1969, las autoridades pro­
ceden a · efectuar eí inventario de los bienes mu ebles de la
casa de Ralph Roeder. L<ts habitaciones distaban mncho de
ser lujosas. Aquélla era la mansión de un asceta de la cultura,
que murió con modestia decorosa.
Por disposición del mismo Ralph Roeder se procedió a la
incineración de su cadáver. Cumplido su deseo no quedaba
del hombre sino un puñado de cenizas. No dejó descendencia.
Nos quedan, sin embargo, sus libros "que según el decir de
Marcelino Menéndez y Pelayo, son los hijos que no mueren.
RALPH ROEDER y
SU OBRA PÓSTUMA
143
Ubicación historiográfica
En los últimos cincuenta años, tres son los libros de 'mayor
importancia que se han publicado para valorar al gobierno
del general Díaz y su tiempo: El porfirismo: historia de un
régimen, de José Valadés; la Historia moderna de México,
escrita bajo la dirección de Daniel Cosío Villegas, y Hacia el
México moderno, de Ralph Roeder.
Fue en 1941 cuando Valadés comenzó a publicar la obra que
tituló El porfirismo: historia de un régimen. Tres aspect<Yl
fundamentales serían el objeto de su ambicioso proyecto:
hablaría del nacimiento, del crecimiento y de la declinación
del régimen. El Dacimiento fue abordado en el tomo publi­
cado en 1941. En 1948 apareci eron dos volúmenes que inte­
graron la parte relativa al crecimiento. Queda aún por publicar
el tercer tomo sobre la declinación. ¿Qué razones han detenido
a Valadés para que después de 25 años no haya todavía publi­
cado la última parte de su trabajo? Aparte de ciertas vicisitudes
de carácter político y económico por las que ha pasado Valadés,
es el estudio de los años que van de 1908 a 1910 el que más
serios trabajos le ha costado. Innumerables cuartillas tiene escri­
tas actualmente, para dar algún día forma definitiva a una
de las obras más sólidas de su talento creador. Pero en tanto
que esto no suceda, el lector puede consultar las página~ que
Valadés dedica a los últim0s años del régimen del general Dfaz
en su libro Madero, imaginación y realidad, los dO$ primero5
tomos de la Historia general de la Revolución Mexicana, la
Breve historia del porfirismo y la parte que al mismo régimen
dedica en el tercer tomo de la Historia del pueblo de México.
Fue sin duda alguna, José Valadés, el primer gran histo­
riador que empleó para el estudio del régimen porfirista
métodos de investigación no usados hasta entonces por quienes
del tema se habían ocupado. En ·la tarea de juzgar al general
Díaz y a su obra varios escritores lo habían ya precedido. Con
finalidades de panegirista y en vida de don Porfirio habían
tomado la pluma Humberto Howe Bancroft, Bernardo Reyes
y Juan Humberto Cornyn. Después al tener lugar la caída del
gobierno del general Díaz, escritores políticos carpo Ricardo
Garda Granados, José López Portillo y Rojas, Emilio Rabasa,
Ramón Prida y Francisco Bulnes con mayof o menor acierto,
unos con resentimiento y otros sin él, habían intentado un
144
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MtXICO
esbozo crítico sobre el dictador y su tiempo. Por diferentes que
hayan sido estos autores entre sí, tenían un rasgo común que los
identificaba: todos creían qu e la dictadura del general Díaz
había sido una consecuencia obligada por la natural eza misma
del pueblo mexicano. La habí an considerado necesaria durante
los primeros años de su go bierno, pero casi todos se lamenta­
ban de que el dictador no hubiera muerto a tiempo, o no
hubiese tenido la grandeza de alma suficiente para organizar
políticamente al país, para que pudiera éste depender en lo
futuro de sus leyes y no de sus hombres, como Bulnes dijera.
¿Tiene entonces algo de extraño que al juzgar la dictadura,
ellos mismos pretendieran destacar el aspecto político del
régimen? Nada más fácil que ha cer la historia del porfirismo sin
profundizar en las · realidades económicas y sociales del país.
¿Y qué decir de la historia diplomática, de la historia de la
cultura de la que no hay el m enor vestigio valioso en las obras
que venimos examinando?
Cuando Valadés comenzó a escribir so bre el porfirismo no
marchó por los senderos trill ados. Tenía la suficiente campe·
tencia para man ejar con admirable maestría múltiples ramos
de la historia. Fue así, el primero que abordó desde un plano de
alta seriedad crítica la histori a diplomática, económica y polí­
tica del porfirismo. Para lograr un buen éxito tenía la ventaja
de conocer con gran profundidad la evolución cultural, así
como las vicisitudes admipistrativas del régimen. Había estu­
diado además la historia institucional del México del siglo XIX.
Pudo así ser en cierta fo r ma el primer navegante de una ruta
inexplorada. Más tarde los estudios sobre el porfirismo avan­
zaron por cauces enteramente nuevos gracias a don Daniel
Cosía Villegas y su grupo de investigadores. ¿Pero no fue un
gran mérito de Valadés el haber sido el primero en trazar
el camino, y haber avanzado solo, sin colaboradores, sin el
auxilio de institutos que protegieran sus estudios. sin contar
con auxilios económicos d el gobierno?
Alguna vez dijo Valadés al autor de estas líneas, que ('los
que juzgan a los escritores nunca debían olvidar el estudio de
las condiciones en las cuales un libro se escribe". Ciertamente
que en circunstancias menos dramáticas de aquellas en que
Valadés redactó su A lamán ) estadista € historiador fueron es"
critos sus volúmen es sobre El porfiris,¡no . Y cosa singular, al .
hablar de este régimen el autor no se dejó arrastrar por el mag-
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSruMA
145
netismo que sobre él pudiera ejercer el personaje central de
su libro. No lo dominÓ ni el odio ni el amor. Si en alguna
de sus obras lo subjetivo y lo objetivo se disputaron la pre­
eminencia del historiador, fue precisamente al escribÍr El por­
lirismo., Valadés, que al hablar de Antonio López de Santa
Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Mel­
chor Ocampo, con actitud casi de paternal tolerancia, no pudo
sustraerse a la fascinación que sobre él ejercieron dichos per­
sonajes hasta el grado de desconocer o no analizar algunos de
sus graves errores; al juzgar al general Díaz no sucumbe a esta
postura. Si de algo podía pecar es de exceso de severidad y no
de benevolencia con respecto al forjador de la dictadura.
Quienes han examinado el porfirismo con criterio de juece~
implacables, quienes miran en el régimen fundamentalmente
los aspectos negativos son indudablemente menos severos que
el propio Valadés. El régimen de la paz causó a México mucho
mayor número de males que los que suelen comúnmente creer
sus adversarios. Léanse detenidamente el conjunto de censuras
que hace Valadés a la administración porfiriana y se compren­
derá con cuanta dureza ha juzgado al régimen. Mas Valadés
no busca los defectos de un hombre y de su administración con
odio de político o con afán de sectario, sino que escudriña
34 años de historia para encontrar explicaciones. Y en ceTca
de siete 1ustros descubre lo mismo grandezas que miserias_
Es incuestionable que por grandes que hayan sido loserro­
res de don Porfirio, por graves que resulten sus defectos como
hombre de Estado, no es lógico pemar que todos sus errores
y todos sus defectos fueran practicados de una manera cons­
ciente y con un espíritu de maldad. En múltiples momentns
de la vida del caudillo vibró el más puro desinterés y el má~
recto patriotismo. Creyó ciertamente, casi por espíritu fetichis­
ta, en las excelencias de lo extranjero, pero no fue un ser ai<;­
lado en su tiempo. El complejo de inferioridad étnica hizo
estragos hasta en los más altos valores políticos y culturales no
solamente de México sino del mundo hispano del siglo XIX.
Esto ha sido irrefragablementedemostrado.
C omenzó Valadés su estudio so.b re el porfirismo conside·
randa que era una época tan llena de abrojos canto sembrada
de laureles. Entró Porfirio Díaz en.la gran historia política de
México cuando "quien más, quien .menos exigia un puño para .
corregir desmanes y sembrar bienes".
..
------------~~4W r-----
144
HiSTORiA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXiCO
esbozo crítico sobre el dictador y su tiempo. Por diferentes que
hayan sido estos autores entre sí, tenían un rasgo común que los
identificaba: todos creían q uc la dictadura del general Díaz
había sido una consecuencia obligada por la naturaleza misma
del pueblo mexicano. La habían considerado necesaria durante
los primeros años de su gobierno, pero casi toelos se lamenta­
ban de que el dictador no hubiera muerto a tiempo, o no
hubiese tenido la grandeza de alma suficiente para organizar
políticamente al país, para que pudiera éste depender en lo
futuro de sus leyes y no de sus hombres, como Bulnes dijera.
¿Tiene entonces algo de extraño que al juzgar la dictadura,
ellos mismos pretendieran d es tacar el aspecto político del
régimen? Nada más fácil qu e ha cer la historia del porfirismo sin
profundizar en las ' realidades económicas y sociales del país.
¿Y qué decir de la historia diplomática, de la historia de la
cultura de la que no hay el menor vestigio valioso en las obras
que venimos examinando?
Cuando Valadés comenzó a escribir sobre el porfirismo no
marchó por los senderos tril1ados . Tenía la su'fi ciente campe·
tencia para manejar con admirable maestría múltiples ramos
de la historia. Fue así, el primero que abordó desde un plano de
alta seriedad crítica la historia diplomática, económica y polí­
tica del porfirismo. Para lograr un buen éxito tenía la ventaja
d e conocer con gran profundidad la evolución cultural , así
como las vicisitudes adm ipistrativas d el régimen. Había estu­
diado además la historia institucional del México del siglo XiX.
Pudo así ser en cierta forma el primer navegante de una ruta
inexplorada. Más tarde los estudios sobre el porfirismo avan­
zaron por cauces enterament e nuevos gracias a don Daniel
Cosía Villegas y su grupo de investigadores. ¿Pero no fue un
gran mérito de Valadés el haber sido el primero en trazar
el camino, y haber avanzado solo, sin colaboradores, sin el
auxilio de institutos que protegieran sus estudios, sin contar
con auxilios económicos del gobierno?
Alguna vez dijo Valadés al autor de estas líneas, que "los
que juzgan a los escritores nunca debían olvidar el estudio de
las condiciones en las cual es un libro se escribe" . Ciertamente
que en circunstancias menos dramáticas de aquellas en que
Valadés redactó su A [amán ) estadista e historiador fueron es"
critos sus volúmenes sobre El porfiris,¡no. Y cosa singular, al
hablar de este régimen el autor no se dejó arrastrar por el mag-
41
RALPH ROEDER y
SU OBRA PÓSruMA
145
netismo que sobre él pudiera ejercer el personaje central de
su libro. No lo dominó ni el odio ni el amor. Si en alguna
de sus obras lo subjetivo y 10 objetivo se .disputaron la pre­
eminencia del historiador, fue precisamente al escribír El por­
firismo-, Valadés, que al hablar de Antonio López de Santa
Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de Estrada y Mel­
chor Ocampo, con actitud casi de paternal tolerancia, no pudo
sustraerse a la fascinación que sobre él ejercieron dichos per­
sonajes hasta el grado de desconocer o no analizar algunos de
sus graves errores; al juzgar al general Díaz no sucumbe a esta
postura. Si de algo podía pecar es de exceso de severidad y no
de benevolencia con respecto al forjador de la dictadura.
Quienes han examinado el porfirismo con criterio de juece~
implacables, quienes miran en el régimen fundamentalmente
los aspectos negativos son indudablemente menos severos que
el propio Valadés. El régimen de la paz causó a México mucho
mayor número de males que los que suelen comúnmente creer
sus adversarios. Léanse detenidamen te el con junto de censura~
que hace Valadés a la administración porfiriana y se compren­
derá con cuanta dureza ha juzgado al régimen. Mas Valadés
no busca los defectos de un hombre y de su administración con
odio de político o con afán de sectario, sino que escudriña
34 años de historia para encontrar explicaciones. Y en cerca
de siete lustros descubre lo mismo grandezas que miserias.
Es incuestionable que por grandes que hayan sido loserro­
res de don Porfirio, por graves que resulten sus defectos como
hombre de Estado, no es lógico pensar que todos sus errores
y todos sus defectos fueran practicados de una manera cons­
ciente y con un espíritu de maldad. En múltiples momentos
de la vida del caudillo vibró el más puro desinterés y el más
recto patriotismo. Creyó ciertamente, casi por e~pfritu fetich is·
ta, en las excelencias de lo extranjero, pero no fue un ser ai~·
lado en su tiempo. El complejo de inferioridad étnica hizo
estragos hasta en los más altos valores políticos y culturales no
solamente de México sino del mundo hispano del siglo xrx.
Esto ha sido irrefraga blemen te demostrado.
Comenzó Valadés su estudio sobre el porfirismo conside·
randa que era una época tan llena de abrojos corrio sembrada
de laureles. Entró Porfirio Díaz en.la gran historia política de
México cuando "quien más, quien menos exigía un puño para .
corregir desmanes y sembrar bienes".
146
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTIlMA
147
,
Quien derribó el gobierno de Lerdo de Tejada y puso
después los cimientos de una dictadura, ¿tenía las cualidades
que se necesitan para ser hombre de mando? Indiscutiblemen­
te. Su carrera había sido para don Porfirio ftiente de ilustra­
ción política:
Por su templanza como civil y su gallardía como soldado; y
por lo recio de su figura y el fuste de su tesón¡ por su fervor
patriótico y el sosiego en su retiro, don Porfirio parecía perte­
necer a la reducida lista de los hombres a quienes nunca encuen­
tra la noche.
Formado en el vivaque, gozaba Díaz de esa salud moral que
es resultado de la indagación de lo propio y del examen de lo
ajeno; porque si el trato con rudos soldados le concedió opor­
tunidad de penetrar en la naturaleza humana, y el triunfo
guerrero le hizo cauteloso de las vanidades, las marchas, las
desazones, los peligros, las dudas, los sufrimientos, en suma
todo lo que compone el cuadro de la vida de un ejército, que
en México no es cuartel sino romance; esto todo, se repite, pro­
porcionó a don Porfirio un par de dones: el sentido del excelso
mexicanismo y el prudente a la vez que eficaz mando. 4
Los enemigos de Díaz hubieran querido que Valadés, pági­
na tras página, se dedicara a fulminar anatemas contra don
Porfirio, pero eso hubiera equivalido a no escribir historia
sino a subordinar su talento al servicio de una pasión política.
Valadés no escatimará sus elogios al general Díaz cuando los
cree merecidos, pero tampoco se abstendrá de censurar su con­
ducta cuando el jefe de Estado es digno de censura.
Muchos reproches se le han hecho al régimen porfirista, pero
no pocos de los grandes males que éste produjo al país tuvie­
ron sus raíces en la época que le precedió. ¿No fue aun sin
quererlo don Cabina Barreda el difusor de una doctrina que
creó en la mente de tantos hombres del periodo porfirista un
amor desmedido al progreso, una ambición de riqueza sin pro­
curar someter a una mOTal su línea de conducta?
La mayor parte de los liberales había buscado la solución
del problema mexicano inspirados en ideas extranjeras s'in
ahondar en el estudio de las raíces de lo m~xicano. El porfiris­
mo exageró todavía más la devoción d€ lo exterior.
4 José C. Valadés, El porfirismo. Historia de ¡m rr'gimen. Mé:xico, Editorial
Patria, 1948, t. JI, p. 276.
Fue Barreda -dice Valadés- el sacerdote de esa religión que
parecía alumbrar el universo: la religión de la libertad. Creró
en la ciencia; amó la ciencia; pero vivió en un mundo extraño
al del cielo que cubría a su país. Hizo una escuela que fue la
base ~obre la que se erigió el régimen porfirista; escuda de
[a que hubo de salir ese grupo dominante, descreído e impío.
antiespañol y afrancesado, que sólo quiso saber la dirección de
las cosas, olvidando el valor del alma humana. 5
y sin emb:ugo aquel afán materialista fue favorable y desfa­
vorable a México.
Con el régimen porfirista -añade Valadés- renace la lerenda
de la riqueza mexicana, y al igual que en los comienzos de la
República el Estado confía en el orden, el individuo en la ima­
ginación. El partido militar, en el poder, quiere hacer lo que
no hizo el partido burocrático. Hay ensueños de grandeza. Mé­
xico es conducido hacia el ritmo del mundo civilizado; para
ello se pretende dar pasos de gigante_ Con el concepto spence­
,-iano, se niega la Providencia, para creerse en el Progreso.
Nada se mide. P;Hece que al hombre le han salido alas.
La imaginación del criollo, de suyo inmensa, riega al país de
ferrocarriles, abre canales navegables, forja una marina mer­
cante; proyecta ciudades, draga puertos; tiende líneas telegrá­
ficas y telefónicas; sueña en la colonización; estimula exposicio­
nes; fomenta el inversionismo extranjero. 6
Lo que VaJadés lamenta es que al rebelarse el país contra
su educación española, lejos de construir lo mexicano, cayó en
la burda imitación de lo exótico. Incapaces los hombres de la
época de poner las bases de un pensamiento propio, prefirje­
ron importar ideas principalmente francesas.
Ya no tuvo el país ni siquiera generales -generales del siglo
XIX- que era lo único mexicano que existía, donde no había
ni teólogos, ni historiadores, ni universidades, ni escuelas, ni
costumbres, ni leyes propias. 7
Si los intelectuales mexicanos se emancipaban de una doc­
trina exótica, era para caer en Jos brazos de atTa dpctrjna ex­
ro José C. Valadés, El porfirismo. Mé:xico, antigua Librería de Robredo, d~
José: Porrúa e hijos, 1940, p. 196-197.
'
60b. cit., p. 3:>9.
7lbidem, p. 390.
RALPH ROEDER y
MÉXICO
HISTOR IA MODER NA Y CONTE MPORÁ NEA DE
]46
,
puso
Quien derrib ó el gobie rno de Lerdo de Tejad a y
ades
cualid
las
despu és los cimien tos de una dictad ura, ¿tenía
men­
que se necesi tan para ser homb re de mando ? Indisc utible
ilustra ­
te. Su carrer a había sido para don Porfir io fuente de
ción polític a:
o; y
Por su templa nza como civil y su gallard ía como soldad
fervor
su
por
tesón;
su
de
fuste
el
y
figura
su
de
por lo recio
perte­
patrió tico y el sosiego en su retiro, don Porfiri o pared a
­
encuen
nunca
s
necer a la reduci da lista de los hombr es a quiene
tra la noche.
que
Forrr1ado en el vivaque, gozaba Díaz de esa salud moral
lo
de
n
exame
del
y
propio
lo
de
ción
es resulta do de la indaga
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ió
conced
le
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soldad
rudos
con
trato
el
si
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ajeno; porqu
tunida d de penetr ar en la natllra leza human a, y el triunfo
las
guerre ro le hizo cauteloso de las vanida des, las marchas,
suma
en
ientos,
sufrim
los
desazones, los peligros, las dudas,
que
todo lo que compo ne el cuadro de la vida de un ejércit o,
pro­
repite,
se
todo,
esto
ce;
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sino
l
en México no es cuarte
porcio nó a don Porfir io un par de dones: el sentid o del4 excelso
mexica nismo y el pruden te a la vez que eficaz mando .
pági­
Los enemi gos de Díaz hubie ran querid o que Valadé s,
don
na tras página , se dedica ra a fulmi nar anatem as contra
histor ia
Porfir io, pero eso hubie ra equiv alido a no escrib ir
a.
polític
pasión
una
de
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al
o
sino a subor dinar su talent
los
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Díaz
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elogio
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su con­
cree merec idos, pero tampo co se absten drá de censu rar
ra.
censu
de
digno
es
Estado
ducta cuand o el jefe de
pero
Much os reproc hes se le han hecho al régim ell porfir ista,
tuvie­
no pocos de los grand es majes que éste produ jo al país
aun sin
ron sus raíces en la época que le preced ió. ¿No fue
na que
doctri
una
de
r
difuso
el
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un
ista
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o
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del
res
homb
creó en la mente de tantos
pro­
sin
a
riquez
de
ión
ambic
una
amor desme dido al progre so,
curar somet er a una moral su línea de condu cta?
ón
La mayor parte de los libera les había busca do la soluci
s'in
jeras
del proble ma mexic ano inspir ados en ideas extran
porfiri s­
ahond ar en el estudi o de las raíces de lo m~xicano. El
mo exage ró todaví a más la devoc ión dª lo exteri or.
. México, Editoria l
José C. Valadés , El porfiris/ llo. Historia de ~17 '-¿gimen
276.
Patria, 1948, t. JI, p.
4
su
OBRA PÓSTIlM A
147
que
Fue Barred a -dice Valad és- el sacerd ote de esa religió n
Creyó
d.
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la
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parecí a alumb rar el universo: la religió
o
en la ciencia; amó la ciencia; pero vivió en un mundo extrañ
la
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que
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una
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impío.
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grupo
ese
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de
la que hubo
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antiesp añol y afranc esado, que sólo quiso saber la dirección
5
a.
las cosas, olvida ndo el valor del alma human
y desfa­
y sin embar go aquel afán mater ialista fue favora ble
vorab le a Méxic o.
a
Con el régime n porfiri sta -añad e Valad és- renace la leyend
la
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zos
de la riquez a mexic ana, y al igual que en los comien
ima­
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que
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ginaci ón. El partid o milita r, en
Mé­
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ritmo
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­
ello se preten de dar pasos de gigante. Con el concep to spence
~o.
Progre
riano, se niega la Provid encia, para creerse en el
alas.
N ada se mide. P;¡rece que al hombr e le han salido
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una
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ferrocarriles, abre canales navega
­
cante; proyec ta ciudad es, draga puerto s; tiende líneas telegrá
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la
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;
zación
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la
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sueña
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nes; fomen ta el invers ionism o extran jero. 6
Lo que VaJad és lamen ta es que al rebela rse el país contra
en
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la
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es
la burda imitac ión de lo exótic o. Incapa ces los hombr
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época de poner las bases de un pensa mient o propio , prefiri
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s, ni
ni teólogos, ni histori adores , ni universidades, ni escuela
7
s.
costumbres, ni leyes propia
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Si los intelec tuales mexic anos se emanc ipaban de una
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brazos
trina exótic a, era para caer en Jos
de Robredo , d~
José C. Valadés , El porfiris mo. México, antigua Librcría
.
196-197.
p.
1940,
hijos,
José Porrúa c
60b. cit., p. 3:;9.
71bidem , p. 390.
r,
148
tranjera. Si un jurista como Vallarta se destacaba por su ciencia,
ésta vivía nutrida de doctrinas angloamericanas "olvidando la
formación étnica, econ ómica y social de México". D e allí el
desequilibrio que tendría que operar entre lo jurídico y lo
social.
Hubo sin embargo un bello instante en la historia dd naci­
miento del régimen, el socialismo comenzó a lograr prosélitos.
Se reunieron congresos, se hicieron publicaciones importantes
de carácter socialista. Mas este generoso impulso perdió su
fuerza sin que interviniera siquiera la autoridad del Estado
para lograrlo :
Después de 1880, entra el movimiento obrero y social de México
en su declinación. La fal ta de ideas pr~ci s as; la inconsistencia
de los propagandistas, la debilidad de un Estado industrial y
la impotencia de una naciente organización frente al desarrollo
político del nuevo régimen, fueron las causas de ese rápido
ocaso; y es también la falta de ideas, unida al exceso de pala­
bras y al preciosismo en la composición literari a, característica
de los intelectuales de .los primeros años del régimen porfirista .
La forma en el decir lo lleva todo ; el pensamiento se hunde
en un lago sin medid a y sin espacio. La imprecisión de ideas
hace que una vez se hable en nombre de una moral que luego
se condena; obliga a un a creencia que en seguida se niega; se
erige un altar que más adelante se destruye. 8
En aquella crisis de valores " lo único que pudo dar vida
cultural a México era el espíritu ciclópeo de la transformación
de lo español en americano. Pero el porfirismo no comprendía
los problemas culturales ; la visión d e una nacionalidad, no
alcanzaba 3. tal superioridad. El nu evo r égimen sólo queda
entender los problemas 'científicos': burocracia organizada,
rentas públicas, sistemas t r ibutarios; obediencia de los gober­
nadores, ensayos de ciencia universitaria, lineralidad para las
religiones, exportación de materias primas, complacencias a
los Estados Unidos" .
Poco es sin duda lo que el país ha logrado al finalizar la
etapa del crecimiento. Es por eso que Valadés al concluir su
primer tomo sobre el .,régimen porfirista se expresa con una
elegancia que no puede ocultar su melancolía .
8
RALPH ROEDER y SU OBRA PósnJMA
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
Ibidem, p. 399.
149
La única concepción de grandeza de ese régimen que nació
de la desesperación y del desengaño, de la fuerza yde la dis­
ciplina, del orden y de la armonía autoritarios, fue el Estado,
fue la nación.
Todavía en esos primeros años de su nacimiento, el régimen
porfirista, no llegaba al punto soberano de su historia; pero lo
alcanzaría, con creces, en ese desenvolvimiento magnífico que
cerró su carrera ascendente junto con un siglo oropelesco. 1I
Cuando José Valadés publicó en 1948 los dos volúmenes del
segundo tomo de El p0rfirismo, habían pasado ya siete años
de aquel en que iniciara con El nacimiento, el estudio de
uno de los regímenes más enmarañados de la historia de Méxi­
co. Había sido objeto de no pocas censura~ que lejos de cau­
sarle desaliento intensificaron su fe en México y su amor a la
historia .
No son muchos siete años en la vida de un historiador y
sin embargo, en ese corto periodo, una poderosa evolución
mental se había operado en Valadés. Su crítica era más sutil y
el estilo literario habíase robustecido en precisión y elegancia_
Censurado por haberse dedicado al estudio de personajes "ex­
cluidos o mancillados por la historia liberal como Antonio
López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de
Estrada y Porfirio Díaz", contestaba que aunque él era de cuna
liberal concebía que "la historia no es ciencia llamada a extir­
par épocas o individuos; esa tarea corresponde en todo caso
a la política" .
Ahora bien, si se buscara en Valadés el motivo fundamental
que ha movido sus preocupaciones de historiador, habría que
declarar que ha buscado durante décadas con laboriosidad in­
fatigable el sentido de lo mexicano. Por eso al estudiar un
aspecto de la historiografía del porfirismo no puede ocultar
la indagación que le produce.
Leyendo esa historia oficial, crecimos odiando todo lo acaecido
en nuestra patria en los dos primeros tercios del siglo pasado,
puesto que lós historiadores del Estado sólo nos hicieron cono­
cer . los horrores de la traición y del crimen, para realzar la
magia pacifista. 10
I
!J
10
Ibidem, p . 43 5. El porfirismo. Ob . cit., t. n, p. xxv-un ,~--
148
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
tranjera. Siun jurista como Vallarta se destacaba por su ciencia,
ésta vivía nutrida de doctrinas angloamericanas "olvidando la
formación étnica, económica y social de México". De alU el
desequilibrio que tendría que operar entre lo jurídico y lo
social.
.
Hubo sin embargo un bello instante en la historia del naci­
miento del régimen, el socialismo comenzó a lograr prosélitos.
Se reunieron congresos, se hicieron publicaciones importantes
de carácter socialista. Mas este generoso impulso perdió su
fuerza sin que interviniera siquiera la autoridad del Estado
para lograrlo:
Después de 1880, entra el movimiento obrero y social de México
en su declinación. La falta de ideas precisas; la inconsistencia
de los propagandistas, la debilidad de un Estado industrial y
la impotencia de una naciente organización frente al desarrollo
político del nuevo régimen, fueron las causas de ese rápido
ocaso; y es también la falta de ideas, unida al exceso de pala·
bras y al preciosismo en la composición literaria, característica
de los intelectuales de los primeros años del régimen porfirista.
La forma en el decir lo lleva todo; el pensamiento se hunde
en un lago sin medida y sin espacio. La imprecisión de ideas
hace que una vez se hable en nombre de una moral que luego
se condena; obliga a una creencia que en seguida se niega; se
erige un altar que más adelante se destruye. 8
En aquella crisis de valores "lo único que pudo dar vida
cultural a México era el espíritu ciclópeo de la transformación
de lo español en americano. Pero el porfirismo no comprendía
los problemas culturales; la visión de una nacionalidad, no
alcanzaba a tal superioridad. El nuevo régimen sólo quería
entender los problemas 'científicos': burocracia organizada,
rentas públicas, sistemas tributarios; obediencia de los gober­
nadores, ensayos de ciencia universitaria, lineralidad para las
religiones, exportación de materias primas, complacencias a
los Estados U nidos" .
Poco es sin duda lo que el país ha logrado al finalizar la
etapa del crecimiento. Es por eso que Valadés al concluir su
primer tomo sobre el.régimen porfirista se expresa con una
elegancia que no puede ocultar su mdancolía.
8lbidem, p. 399.
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓS"nJMA
149
La única concepción de grandeza de ~ régimen que nació
de la desesperación y del desengaño, de la fuerza y de la dis.­
ciplina, del orden y de la armonía autoritarios, fue el Estado,
fue la nación.
Todavía en esos primeros años de su nacimiento, el régimen
porfirista, no llegaba al punto soberano de su historia; pero lo
alcanzaría, con creces, en ese desenvolvimiento magnífico que
cerró su carrera ascendente junto con un siglo oropelesco. 1I
Cuando José Valadés publicó en 1948 los dos volúmenes del
segundo tomo de El p0rfirismo, habían pasado ya siete años
de aquel en que iniciara con El nacimiento, el estudio de
uno de los regímenes más enmarañados de la historia de Méxi­
co. Había sido objeto de no pocas censura~ que lejos de cau­
sarle desaliento intensificaron su fe en México y su amor a la
historia.
No son muchos siete años en la vida de un historiador y
sin embargo, en ese corto periodo, una poderosa evolución
mental se había operado en Valadés. Su crítica era más sutil y
el estilo literario habíase robustecido en precisión y elegancia_
Censurado por haberse dedicado al estudio de personajes "ex­
cluidos o mancillados por la historia liberal como Antonio
López de Santa Anna, Lucas Alamán, José María Gutiérrez de
Estrada y Porfirio Díaz", contestaba que aunque él era de cuna
liberal concebía que "la historia no es ciencia llamada a extir­
par épocas o individuos; esa tarea corresponde en todo caso
a la política".
Ahora bien, si se buscara en Valadés el motivo fundamental
que ha movido sus preocupaciones de historiador, habría que
declarar que ha buscado durante décadas con laboriosidad in­
fatigable el sentido de lo mexicano. Par eso al estudiar un
aspecto de la historiografía del porfirismo no puede ocultar
la indagación que le produce.
Leyendo esa historia oficial, crecimos odiando todo 10 acaecido
en nuestra patria en los dos primeros tercios del siglo pasado.
puesto que lós historiadores del Estado sólo nos hicieron cono­
cer ' los horrores de la traición y del crimen, para realzar la
magia pacifista. 10
I
9lbidem, p. 435. 10 El porfirismo. Ob. cit., t. n, p. XXV-xXVI. -
150
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
¿Para completar el juicio no podría agregarse parafraseando
a Valadés, que la historiografía oficial de nuestro tiempo ha
despreciado todo lo acontecido bajo el porfirismo para realzar
la magia de la Revolución?
La crítica no puede desdeñar el estudio sobre el periodo
dictatorial sin incurrir en el pecado de arrancar un enorme
fragmento de la historia. Es imposible explicar con claridad
las directrices que en lo económico, lo político y lo social siguió
la Revolución Mexicana, si no se estudian previamente sus
antecedentes en el periodo porfirista.
Es un error muy generalizado suponer que el México de
Porfirio Díaz vivió bajo la influencia de un perpetuo terror.
El mal que hizo el dictador fue más grave todavía: contribuyó
a extirpar los pocos vestigios del espíritu cívico que aún había,
no por medio de la violencia, como medio principal, sino re­
curriendo fundamentalmente a la corrupción. No le falta razón
a Valadés cuando afirma que el liberalismo claudicó misera­
blemente ante Porfirio Díaz. Por otra parte los grandes prela­
dos de la Iglesia católica no fueron menos sumisos a .la auto­
ridad del presidente de la República. Mas la obra de sumisión
no se logró de inmediato. Ni los cuatro primeros años del
gobierno de DIaz, ni el periodo de González fueron suficientes
para consolidar la dictadura. Por desmesuradas que fueran las
ambiciones políticas de Díaz, cuando en 1884 ocupó por segun­
da vez el poder presidencial, es incuestionable que no pudo
prever que iba a ser el jefe de su país durante 27 años más.
Un lustro después de que Valadés publicó su segundo tomo
de El porfirismo, don Daniel Cosía Villegas inició a su vez la
publicación de la HistoTÍa moderna de México. La magna em­
presa tendría como objeto no sólo el estudio de la época que
sus autores llaman Porfiriato, sino también el periodo deno·
minado República restaurada.
Para la redacción de la Historia moderna de México empleó
Cosío Villegas el auxilio de más de una docena de colabora­
dores, entre los cuales se contaban personalidades destacadas
en el campo de la investigación como Moisés González Navarro,
Luis González y González, Francisco R. Calderón, quienes te­
nían ya un prestigio adquirido como trabajadores de la his­
toria. Impulsados por el espíritu de superación que inspiraba a
Cosía Villegas, y por convención propia también, muchos de
-
---y RALPH ROEIJER y
su
OBRA PÓSTUMA
151
los colaboradores acabarían por lograr una brillante culmina·
ción.
Después de haber escrito el octavo volumen de la Historia
moderna de México, Daniel Cosío Villegas declaró que antes
de él y de José Valadés no se había escrito sino prehistoria del
"porfiriato". Con ello daba a entender que gracias a los dos
había sido posible que se redactara sobre el régimen del gene­
ral Díaz una historia crítica con fundamentos sólidamente cien­
tíficos.
Algunos discípulos de Cosía Villegas han dicho que su mae~­
tro se ha expresado elogiosamente hablando de Valadés, tanto
en institutos culturales y universidades mexicanas y norteame·
ricanas. Es posible, pero convendría recordar tatnbién que en
un estudio titulado Historiografía del México moderno al ha·
blar del autor de El porfirismo. Historia de un régimen comen­
zó don Daniel por hacer una apreciación generosa.
A pesar de que El porfirismo de Valadés no abarca toda la
Historia Moderna, pues, parte de 1877, representa un progreso
enonne sobre las demás historias particulares y aun sobre toda
la literatura histórica de la época. Por la primera vez se hace
una investigación seria; para ello, se agotan las fuentes secun­
darias, se va a las primarias y con una energia impresionante:
es difícil imaginar que otro investigador pueda repetir la haza·
ña de consultar tal cantidad de documentos, privados -y oficia­
les, -manuscritos o impresos, y tal masa de publicaciones perió­
dicas, de la capital y de las provincias, políticas, literarias - y
técnicas. Valadés se propuso presentar un cuadro completo del
porfiriato: su vida politica, su vida económica y su vida social.
La iniciación y el crecimiento del régimen han consumido los
tres volúmenes y la decadencia se llevará otros dos, por 10 me­
nos; de este modo, la obra completa bien podría alcanzar las
dos mil páginas. 11
Cosía Vi llegas señalaba también lo que a su juicio consti­
tuía sus limitaciones. No le agradaba su estilo literario y Jos
resultados de su obra le parecían inferiores al esfuerzo desple­
gado por el historiador. Para que el autor valore los argumen·
tos de don Daniel con mayor precisión, conviene transcribir
sus ideas al respecto.
11 Daniel Cosío Villegas, La historiografTa polftica' del México moderno.
Sobretiro de la Memoria del Colegio Nadonal, México, 1953, p. 3.
~ -----_ ..
---------,.--­
\
150
. HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
¿Para completar el juicio no podría agregarse parafraseando
a Valadés, que la historiografía oficial de nuestro tiempo ha
despreciado todo lo acontecido bajo el porfirismo para realzar
la magia de la Revolución?
La crítica no puede desdeñar el estudio sobre el periodo
dictatorial sin incurrir en el pecado de arrancar un enorme
fragmento de la historia. Es imposible explicar con claridad
las directrices que en lo económico, lo político y 10 social siguió
la Revolución Mexicana, si no se estudian previamente sus
antecedentes en el periodo porfirista.
Es un error muy generalizado suponer que el México de
Porfirio Diaz vivió bajo la influencia de un perpetuo terror.
El mal que hizo el dictador fue más grave todavía: contribuyó
a extirpar los pocos vestigios del espíritu cívico que aún había,
no por medio de la violencia, como medio principal, sino re­
curtiendo fundamentalmente a la corrupción. No le falta razón
a Valadés cuando afirma que el liberalismo claudicó misera­
blemente ante Porfirio Díaz. Por otra parte los grandes prela­
dos de la Iglesia católica no fueron menos sumisos a .la auto­
ridad del presidente de la República. Mas la obra de sumisión
no se logró de inmediato. Ni los cuatro primeros años del
gobierno de Diaz, ni el periodo de González fueron suficientes
para consolidar la dictadura. Por desmesuradas que fueran las
ambiciones políticas de Díaz, cuando en 1884 ocupó por segun·
da vez el poder presidencial, es incuestionable que no pudo
prever que iba a ser el jefe de su país durante 27 años más.
Un lustro después de que Valadés publicó su segundo tomo
de El porfirismo, don Daniel Cosía Villegas inició a su vez la
publicación de la Hist01·ia moderna de México. La magna em·
presa tendría como objeto no sólo el estudio de la época que
sus autores llaman Porfiriato, sino también el periodo deno·
minado República restaurada.
Para la redacción de la Historia moderna de México empleó
Cosío Villegas el auxilio de más de una docena de colabora­
dores, entre los cuales se contaban personalidades destacadas
en el campo de la investigación como Moisés González Navarro,
Luis González y González, Francisco R . Calderón) quienes te­
nían ya un prestigio adquirido como trabajadores de la his­
toria. Impulsados por el espíritu de superación que inspiraba a
Cosía Villegas, y por convención propia también, muchos de
RALPH ROEUER y
SU aRRA PÓSTUMA
151
los colaboradores acabarían por lograr una brillante culmina­
ción.
Después de haber escrito el octavo volumen de la Historia
moderna de México, Daniel Cosía Villegas declaró que antes
de él y de José Valadés no se había escrito sino prehistoria del
"porfiriato". Con ello daba a entender que gracias a los dos
había sido posible que se redactara sobre el régimen del gene­
ral Díaz una historia crítica con fundamentos sólidamente cien­
tíficos .
Algunos discípulos de Cosía Villegas han dicho que su maes­
tro se ha expresado elogiosamente hablando de Valadés, tanto
en institutos culturales y universidades mexicanas y norteame·
ricanas. Es posible, pero convendría recordar también que en
nn estudio titulado Historiografía del México moderno al ha­
blar del autor de Elporfirismo. Historia de un régimen comen­
zó don Daniel por hacer una apreciación generosa.
A pesar de que El porfírismo de Valadés no abarca toda la
Historia Moderna, pues, parte de 1877, representa un progreso
enorme sobre las demás historias particulares y aun sobre toda .
la literatura histórica de la época. Por la primera vez se hace
una investigación seria; para ello, se agotan las fuentes secun­
darias, se va a las primarias y con una energia impresionante:
es difícil imaginar que otro investigador pueda repetir la haza­
ña de consultar tal cantidad de documentos, privados·y oficia­
les, ·manuscritos o impresos, y tal masa de publicaciones perió­
dicas, de la capital y de las provincias, políticas, literarias · ~
técnicas. Valadés se propuso presentar un cuadro completo del
porfiriato: su vida política, su vida económica y su vida social.
La iniciación y el crecimiento del régimen han consumido los
tres volúmenes y la decadencia se llevará otros dos, por lo me­
nos; de este modo, la obra completa bien podria alcarwrr las
dos mil páginas. 11
Cosío Villegas señalaba también lo que a su juicio consti­
tuía sus limitaciones. No le agradaba su estilo literario y los
resultados de su obra le parecían inferiores al esfuerzo desple­
gado por el historiador. Para que el autor valore los argumen­
tos de don Daniel con mayor precisión, conviene transcribir
sus ideas al respecto.
11 Daniel Cos!o VilIegas, l..a historiografia polftíca ' del México moderno.
Sobretiro de la Memoria del Colegio Nacional, México, 1953, p. 3.
152
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y
. No es agradable la lectura del Porfiri.smo; a veces, escuece, irrita.
La pluma que lo escribe es ligera, ~ro no atrevida y menos
diabólica; .habría bastado para lograr un relato simple y di­
recto, no para sustentar la novedad arbitraria, engalanar la para­
doja y hacer virtuosa la volubilidad. Puedo estar equivocado,
desde luego; pero me parece que el autor se ha propuesto ser
. una, especie de escritor tozudo, cuyo extremo, el tough writer,
ha estado tan de moda en la reciente literatura norteamericana.
Nosotros tuvimos mucho antes esa clase de escritor. Francisco
Bulnes y José Vasconcelos han podido servir de modelos. Uno
puede ignorar toda la obra histórica de estos dos autores sin
perjudicar la propia; pero, puesto a imitarlos, sólo podrán eva­
dir su influencia perniciosa, el talento genuino, la cultura
añeja y la modestia que prefiera el acierto menor al disparate
mayor.
Un capítulo de la obra de Valadés lleva por título "Escote y
fisco"; otro, "Rueda y humo"; un tercero, "El barroco del exte­
rior". El lector candoroso (y los buenos lectores lo son siempre)
acabará por preguntarse si el libro cuyo índice repasa es una
colección de charadas ( ) o el sumario de una historia. No
cuesta trabajo admitir que José Bergamín tenía aciertos acro­
báticos cuando llamaba a la historia "Presencia del pasado"; a
la ciencia, "Aventura del pensamiento", y a la creación poética,
"Dimensión imaginaria"; pero aun esos hallazgos verbales pasan
de moda y pronto se hacen hueros.
Hay algo de mayor importancia en la obra de Valadés. Reco­
nocido el enorme trabajo de investigación en que descansa, no
deja de afligir el fruto menor que obtiene de esa erudición
indudable: le sirve para establecer hechos, casi nunca para
normar juicios; estamos ante el caso de un fabricante de teorías
grandiosas que intenta explicar cómo y por qué las fuerzas
históricas tenían que desembocar en donde desembocaron. Toda
esa información caudalosa es usada, por ejemplo, para establ~­
cer que el general Díaz ascendió al poder el 5 ele mayo de 1877,
pero no se consigue demostrar que, al hacerlo, gozaba de la
"confianZa de los partidos vencidos". Esta afirmación, la verdade­
ramente interesante, carece en el libro de sustento documental,
y es, además, inexacta.
Estas limitaciones son las que bien podrían llamarse "normales" en una obra extensa y ambiciosa. Hay además un matiz de sig­
nificación particular. Éste es, sin duda, el caso patético de , 01igofrenia que el empeiio representa; Tengo para mí que el señor Valadés, después de escribir una biografía apologética de Lucas Alamán, se propuso estudiar a Porfirio Diaz como el otro su
OBRA PÓsTu~fA
l5~
héroe conservador del siglo XIX. Y se lanza con la certídum bre
de que Porfirio Díaz es, en efecto, un héroe, el de "la paz y la
concordia nacionales", por lo menos. Con una idea bulnesiana,
fabrica entonces el partido "burocrático ... , tenebroso, despia­
dado, indolente, que provocó una y muchas veces tan seria!
rivalidades en el seno de la autoridad mexicana". Porfirio Díaz,
por supuesto, acaudillaba a "la parte más resuelta" de lo!! par­
tidos políticos mexicanos; sus componentes eran lO!! guerrenx,
y los pobrecitos guerreros estaban agobiados por el imperio del
escribiente. Los "escribientes" eran Juárez, Lerdo, Iglesia,s y
otros civiles ilustres. Es de suponerse que también debieran ser
incluidos los porfiristas más distinguidos: Ignacio Ramírez e
Ignacio Altamirano, Vallarta, Zamacona, Ezequiel Montes, Pro­
tasio Tagle, etcétera. Esto ocurre en las primeras páginas del
primer volumen de la obra; pero ya para mediados del segundo,
el autor descubre el disimulo de Porfirio ante el asesinato de
Carda de la Cadena. Tiene que aceptar que la carta del dic­
tador lo cubre de ignominia y revela en cuan poco aprecio
tenía la vida humana y qué extraño era el régimen porfirista a
los mandatos de la ley; por eso, Valadés concluye que la!! virtudes
de un jefe de Estado caen ante este documento, que es bastante
para dictar el más severo de los falIos contra don Porfirio ...
y al acercarse al final del tercer tomo, se le escapa lo que debe
tenerse como una confesión: "el prestigio de Porfirio Diaz,
por mds grande elevación que se le quiera proporcionar, no deja
de ser amargo y siniestro". El origen de esta actitud está en haber partido de la noción de un héroe; el historiador lidia con hombres de carne y hueso, o de barro, si se prefiere; nunca con héroes o con dioses. Quie­
nes lo olvidan, saltan de la historia a la mitblogia. 12
El tono agresivo de don Daniel no fue motivo para que le
impidiera a Valadés expresarse con acento de gran dignidad
al ponderar la importancia de sus investigaciones sobre el por­
{irismo.
Don Daniel Cosía Villegas realizó una obra de grandes ala5
(la Historia moderna de M éxico); y aunque fue auxiliado por
. un competel)te grupo de colaboradores, de todas maneras, le
correspondió la dirección de la obra, y dirigir es un saber y una
labor que no es dable a todos los talentos. La obra de Cosío
VilIegas, sin embargo, no ha sido pesada ni mediela en sus in­
ternas disposiciones ni en sus salientes proporciones.1S
120b. cit., p. 3 Y 4. 13 José C. Va ladés, Historia del pueblo de México, 1967, p. xxm. ......
-.
~~-------~- - ­
152
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER
. No es agradable la lectura del Porfiri.smo; a veces, escuece, irrita.
La pluma que lo escribe es ligera, pero no atrevida y menos
diabólica; habría bastado para lograr un relato simple y di­
recto, no para sustentar la novedad arbitraria, engalanar la para­
doja y hacer virtuosa la volubilidad. Puedo estar equivocado,
desde luego; pero me parece que el autor se ha propuesto ser
una . especie de escritor tozuelo, cuyo extremo, el tough writer,
ha estado tan de moela en la reciente literatura norteamericana.
Nosotros tuvimos mucho antes esa clase de escritor. Francisco
Bulnes y José Vasconcelos han podido servir de modelos. Uno
puede ignorar toda la obra histórica de estos dos autores sin
perjudicar la propia; pero, puesto a imitarlos, sólo podrán eva­
dir su influencia perniciosa, el talento genuino, la cultura
añeja y la modestia que prefiera el acierto menor al disparate
mayor.
Un capítulo de la obra de Valadés lleva por título "Escote y
fisco"; otro, "Rueda y humo"; un tercero, "El barroco del exte­
rior". El lector candoroso (y los buenos lectores lo son siempre)
acabará por preguntarse si el libro cuyo índice repasa es una
colección de charadas ( ) o el sumario de una historia. No
cuesta trabajo admitir que José Bergamín tenía aciertos acro­
báticos cuando llamaba a la historia "Presencia del pasado"; a
la ciencia, "Aventura del pensamiento", y a la creación poética,
"Dimensión imaginaria"; pero aun esos hallazgos verbales pasan
de moda y pronto se hacen hueros.
Hay algo de mayor importancia en la obra de Valadés. Reco­
nocido el enorme trabajo de investigación en que descansa, no
deja de afligir el fruto menor que obtiene de esa erudición
indudable: le sirve para establecer hechos, casi nunca para
normar juicios; estamos ante el caso de un fabricante de teorías
grandiosas que intenta explicar cómo y por qué las fuerzas
históricas tenían que desembocar en donde desembocaron. Toda
esa información caudalosa es usada, por ejemplo, para establ~­
cer que el general Díaz ascendió al poder el 5 de mayo de 1877,
pero no se consigue demostrar que, al hacerlo, gozaba de la
"confianla de los partidos vencidos". Esta afirmación, la verdade­
ramente interesante, carece en el libro de sustento documental,.
y es, además, inexacta.
. Estas limitaciones son las que bien podrían llamarse "normales" en una obra extensa y amb.iciosa. Hay además un matiz de sig­
nificación particular. Éste es, sin duda, el caso patético de . 01igofrenia que el empei'ío representa; Tengo para mí que el señor Valadés, después de escribir una biografía apologética de Lucas Alamán, se propuso estudiar a Porfirio Díaz como el otro y su
153
OBRA PÓsTUMA
héroe conservador del siglo xrx. Y se lanza con la cenidumbre
de que Porfirio DIaz es, en efecto, un héroe, el de "la paz y la
concordia nacionales", por lo menos. Con una idea hulnesiana,
fabrica entonces el partido "burocrático. ... , tenebroso, despia­
dado, indolente, que provocó una y muchas veces tan serias
rivalidades en el seno de la autoridad mexicana". Porfirio Díal.,
por supuesto, acaudillaba a "la parte más resuelta" de lO! par­
tidos políticos mexicanos; sus componentes eran lo! guerrero!,
y los pobrecitos guerreros estaban agobiados por el imperio del
escribiente. Los "escribientes" eran Juárez, Lerdo, Iglesias y
otros civiles ilustres. Es de suponerse que también debieran ser
incluidos los porfiristas más distinguidos: Ignacio Ramírez e
Ignacio Altamirano, Vallarta, Zamacona, Ezequiel Montes, Pro­
tasio Tagle, etcétera. Esto ocurre en las primeras páginas del
primer volumen de la obra; pero ya para mediados del segundo,
el autor descubre el disimulo de Porfirio ante el asesinato de
Carda de la Cadena. Tiene que aceptar que la carta del dic­
tador lo cubre de ignominia y revela en cuan poco apreóo
tenía la vida humana y qué extraño era el régimen porfirista a
los mandatos de la ley; por eso, Valadés concluye que las vinuoo
de un jefe de Estado caen ante este documento, que es bastante
para dictar el más severo de los fallos contra don Porfirio ...
y al acercarse al final del tercer tomo, se le escapa lo que debe
tenerse como una confesión: "el prestigio de Porfirio Díaz,
por mds grande elevación que se le quiera proporcionar. no deja
de ser amargo y siniestro".
El origen de esta actitud está en haber panido de la noción
de un héroe; el historiador lidia con hombres de carne y hueso,
o de barro, si se prefiere; nunca con héroes o con dioses. Quie­
nes lo olvidan, saltan de la historia a la mitología. 12
El tono agresivo de don Daniel no fue motivo para que le
impidiera a Valadés expresarse con acento de gran dignidad
al ponderar la importancia de sus investigaciones sobre el por­
firismo.
Don Daniel Casio VilIegas realizó una obra de grande; alas
(la Historia moderna de México); y aunque fue auxiliado por
. un competevte grupo de colaboradores, de toda! maneras, le
correspondió la dirección de la obra, y dirigir es un saber y una
labor que no es dable a todos los talentos. La obra de Cosía
Villegas, sin emb;¡rgo, no ha sido pesada ni medida en sus in­
ternas disposiciones ni en sus salientes proporciones. lB
120b. cit., p. 3 r 4. José C. Valadés, Historia del pueblo de México, 1967, p.
13
xxm:. 1
154
..
155
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y SU OBRA Pós-ruMA
Convendría hacer alguna vez un estudio sereno y equilibra­
do sobre la importancia que tienen las reflexiones de estos dos
autores al juzgar el porfirismo.
conocimiento del reglmen porfirista, fue cediendo ante la
fuerza incontrastable de los hechos y supo en múltiples ocasio­
nes sustraerse a todo odio político. Yo lo aplaudo calurosa­
mente cuando lo veo romper una barrera de prejuicios. A1gu­
nas afirmaciones como la de su "Séptima llamada particular"
constituyen sentencias históricas que resisten el embate de las
críticas más agresivas. Al analizar la historia económica y la po­
lítica exterior del porfirismo, Daniel Cosío Villegas no puede
menos que enfrentarse a ciertos prejuicios y los destruyó con
supremo acierto crítico.
Es indudable que el más notable esfuerzo que se ha reali­
zado en los últimos años para estudiar la historia de México
de 1876 a 1911, le corresponde a don Daniel y a su equipo.
El 28 de marzo de 1971 el director de la empresa que se
había propuesto elaborar la Historia moderna de México, de­
claraba que ponía punto final a la redacción del tomo x, y con
él daba término a un trabajo de investigación y estructuración
que había durado 23 años.
Una obra de tan vastas proporciones como la de Cosía Ville­
gas es merecedora de ser comentada no en un folleto o en una
serie de artículos, sino que bien podría dedidrsele un libro
entero para separarle los aspectos positivos y negativos.
Cabe decir que aun cuando Cosía Villegas puede manejar
cualquier rama de la historia, fue la parte política el objeto
de sus predilecciones. Desde que publicó Porfirio Díaz en la
revuelta de la Noria, anunció el comienzo de una gran batalla.
Creo que en don Daniel hay dos personalidades que constan­
temente bregan entre sí: la del historiador y la del político.
La primera le hace mirar las cosas tal como fueron , la segunda
lo impulsa a reflexionar sobre lo que debió haberse hecho.
Y ése ha 's ido el gran debate, que desde hace más de tres lustros
se desenvuelve en la conciencia de Casio Villegas.
Al escribir el primer tomo de la Historia moderna de Méxi­
co, dedicado a la parte política de la República Restaurada,
dominó a don Daniel el prejuicio de antipatía que sentía hacia
Porfirio Diaz. Y esta pasión, lógicamente, redundó en perjui­
cio de la obra. Aprovechó cuantas ocasiones tuvo para ridicu­
lizar al general Díaz~ Lo llamaba constantemente Porfirio a
secas, para subrayar su desprecio. Dedicó unas cuantas páginas
para hablar de las últimas administraciones de juárez en un
libro de más de novecientas. Los postreros años de gobierno
del gran república, eran merecedores de ser narrados con una
amplitud mayor. Pero le interesaba más en.tonces censurar a
Díaz que tratar de explicar a Juárez.~ El término mismo de
"porfiriato" para designar a un régimen, denotaba un odio
preconcebido.
.
Pero a medida que Cosía Villegas entraba más y más en el
¿Hasta qué punto, sin embargo, una situación de este género
mermó realmente la libertad y la independencia del gobierno
de Porfirio Diaz? ¿En qué medida desvió de verdad el curso de
la vida nacional? Gran parte de la respuesta a estas dos pregun­
tas que tanto preocuparon a los jóvenes mexicanos que vivieron
en la época de Díaz, que contestaron con pasión y escaso juicio
los líderes de la Revolución, y que hoy también dan por resuel­
tas los jóvenes radicales, ha sido dada ya en los volúmenes
v y VI de esta Historia, donde se estudió con detalle el manejo
que hizo el porfiriato de las relaciones exteriores en México.
Quien los haya leído con atención, con inteligencia y sin partido
tomado, habrá llegado a la conseja de que Porfirio Díaz fue
un simple lacayo de los intereses extranjeros, sobre todo de los
norteamericanos. Salvo, quizás, en el caso de la Balúa Magda­
lena, en que confió menos en su perseverancia y más en la
sensibilidad del gobierno de Estados Unidos (sensibilidad que
resultó ciega y sorda), Porfirio Diaz entendió los intereses na­
cionales y los defendió con eficacia. Jamás su postura psicológica
y moral fue de desconfianza y menos todavía de miedo a Estados
Unidos; pero algunos de sus colaboradores más cercanos, Ignacio
Mariscal y José Ives Limantour, por ejemplo, fueron callada,
firme, aun irracionalmente antinorteamericanos.
La tercera gran obra escrita en Jos últimos tiempos para
valorar el porfirismo es Hacia el México moderno, de Ralpb
Roeder. Fue escrita por el historiador norteamericatio entre
1964 y 1969. El autor ponderó sin duda alguna las dificultades
de la empresa y el alcance de sus posibilidades. Tenía ante sí
la obra sólida de un investigador individual de señalado mé­
rito y la de un intrépido capitán- de empresa y sus colabora­
dores, que ya habían redactado. y publicado seis volúmenes.
No había en el terreno científico posibilidad de parangonárse­
1
154
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
Convendría hacer alguna vez un estudio sereno y equilibra­
do sobre la importancia que tienen las reflexiones de estos dos
autores al juzgar el porfirismo.
Es indudable que el más notable esfuerzo que se ha reali­
zado en los últimos años para estudiar la historia de México
de 1876 a 1911, le corresponde a don Daniel y a su equipo.
El 28 de marzo de 1971 el director de la empresa que se
había propuesto elaborar la Historia moderna de México, de­
claraba que ponía punto final a la redacción del tomo x, y con
él daba término a un trabajo de investigación y estructuración
que había durado 23 años.
Una obra de tan vastas proporciones como la de Cosía Ville­
gas es merecedora de ser comentada no en un folleto o en una
serie de artículos, sino que bien podría dedicársele un libro
entero para separarle los aspectos positivos y negativCis.
Cabe decir que aun cuando Cosía Villegas puede manejar
cualquier rama de la historia, fue la parte política el objeto
de sus predilecciones. Desde que publicó Porfirio Díaz en la
revuelta de la Noria, anunció el comienzo de una gran batalla.
Creo que en don Daniel hay dos personalidades que constan­
temente bregan entre sí: la del historiador y la del político.
La primera le hace mirar las cosas tal como fueron, la segunda
lo impulsa a reflexionar sobre lo que debió haberse hecho.
y ése ha sido el gran debate, que desde hace más de tres lustros
se desenvuelve en la conciencia de Cosía Villegas.
Al escribir el primer tomo de la Historia moderna de Méxi­
co, dedicado a la parte política de la República Restaurada,
dominó a don Daniel el prejuicio de antipatía que sentía hacia
Porfirio Díaz. Y esta pasión, lógicamente, redundó en perjui­
cio de la obra. Aprovechó cuantas ocasiones tuvo para ridicu­
lizar al general Díaz. Lo llamaba constantemente Porfirio a
secas, para subrayar su desprecio. Dedicó unas cuantas páginas
para hablar de las últimas administraciones de Juárez en un
libro de más de novecientas. Los postreros años de gobierno
del gTan república, eran merecedores de ser narrados con una
amplitud mayor. Pero le interesaba más entonces censurar a
Díaz que tratar de explicar a Juárez.~ El término mismo de
"porfiriato" para designar a un régimen, denotaba un odio
preconcebido.
Pero a medida que Cosía Villegas entraba más y más en el
RALPH ROEDER y
su
OBRA PÓSTI.!MA
155
conocimiento del reglmen porlirista, fue cediendo ante la
fuerza incontrastable de los hechos y supo en múltiples ocasio­
nes sustraerse a todo odio político. Yo 10 aplaudo calurosa­
mente cuando lo veo romper una barrera de prejuicios. A1gu­
nas afirmaciones como la de su "Séptima llamada particular"
constituyen sentencias históricas que resisten el embate de las
críticas más agTesivas. Al analizar la historia económica y la po­
lítica exterior del porfiTismo, Daniel Cosío Villeg<l!l no puede
menos que enfrentarse a ciertos prejuicios y los destruyó con
supremo acierto crítico.
¿Hasta qué punto, sin embargo, una situación de este género
mermó realmente la libertad y la independencia del gobierno
de Porfirio Diaz? ¿En qué medida desvió de verdad el curso de
la vida nacional? Gran parte de la respuesta a estas dos pregun­
tas que tanto preocuparon a los jóvenes mexicanos que vivieron
en la época de Díaz, que contestaron con pasión y escaso juicio
los líderes de la Revolución, y que hoy también dan por resuel­
tas los jóvenes radicales, ha sido dada ya en los volúmenes
v y VI de esta Historia, donde se estudió con detalle el manejo
que hizo el porfiriato de las relaciones exteriores en México.
Quien los haya leído con atención, con inteligencia y sin partido
. tomado, habrá llegado a la conseja de que Porfirio Diaz fue
un simple lacayo de los intereses extranjeros, sobre todo de los
norteamericanos. Salvo, quizás, en el caso de la Bahía Magda­
lena, en que confió menos en su perseverancia y más en la
sensibilidad del gobierno de Estados Unidos (sensibilidad que
resultó ciega y sorda), Porfirio Diaz entendió los intereses na­
cionales y los defendió con eficacia. Jamás su postura psicológica
y moral fue de desconfianza y menos todavía de miedo a Estados
Unidos; pero algunos de sus colaboradores más cercanos, Ignacio
Mariscal y José Ives Limantour, por ejemplo. fueron callada,
finne, aun irracionalmente antinorteamericanos.
La tercera gran obra escrita en los últimos tiempos para
valorar el porfirismo es Hacia el México moderno, de Ralpb
Roeder. Fue escrita por el historiador norteamericano entre
1964 y 1969. El autor ponderó sin duda alguna las dificultades
de la empresa y el alcance de sus posibilidades. Tenía ante sí
la obra sólida de un investigador individual de señalado mé­
rito y la de un intrépido capitán" de ernptesa y sus colabora­
dores, que ya habían redactado. y publicado seis volúmenes.
No había en el terreno científico posibilidad de parangonárse­
156
HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁ NEA DE MÉXICO
les, y mucho menos de superarlos. Ralph Roeder no los cita,
pero segurament e los leyó, aunque tuvo cuidado de no
parecerse a ellos. Buscó sobre todo en la hemerografí a y la
bibliografía de los contemporá neos de don Porfirio, la fuente
de su inspiración . Debe insistirse en que Ralph Roeder no
sintió pasión por los modernos estudiosos mexicanos del por­
firismo.
Las ftientes de Ralph Roeder utilizadas en este trabajo
fueron fundamenta lmente hemerográficas. Una documentac ión
así de pobre tenía que limitar enormemen te la perspectiva del
investigador . El esfuerzo de Ralph Roeder para comprender
un hombre, su pueblo y su tiempo, no puede parangonars e a
la energía desplegada por José Valadés y la de Cosía Villegas
y su equipo de investigador es, quienes para hablar del porfi­
rismo llevaron a cabo un rigúroso estudio durante más de dos
décadas en fuentes primarias, bibliotecas, hemerotecas y archi­
vos públicos y privados. Consecuent emente los resultados lo­
grados por el autor norteameric ano Son infinitamen te de menos
valía. Pero de todas maneras haciendo justicia, cabe decir que
después del trabajo de estos dos investigador es mexicanos,
ningún estudio de conjunto que se haya hecho sobre el porfi­
rismo, dentro o fuera de México, puede igualarse o superar
al de Ral ph Roeder.
La obra denominada Ha cia el México moderno editada por
el Fondo de Cultura Económica, tal y como la dejó Ralph
Roeder al morir, hubiera sido impublicabl e. Contenía varios
millares de errores gramaticales y estenográfic os que era neceo
sario corregir. .
Quien se enfrenta a la interpretaci ón de los trabajos origi­
nales de Ralph Roeder o de alguno de sus libros traducidos
por él mismo al español, tiene que resignarse a sufrir la tor­
tura de leer los escritos de quien nunca pudo dominar plena­
mente la lengua castellana. Mas es justo teconocer que en su
larga permanenci a en México pudo hacer progresos notables
en el manejo del español.
Ralph Roeder era un excelente escritor en lengua inglesa
y muchos de los lujos dé stl prosa se ostentan en las traduc­
ciones vertidas por él mismo al español, mezclados natural­
mente · con giros que distaban de ser c'astizos. En la primera
edición española (1952) de ]uárez y su México emplea con
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓsTUMA
157
frecuencia neologismos , y la sintaxis se vuelve a veces insufri­
ble. En la segunda edición (1958) se hicieron algunos retoques
autorizados por el propio Ralph Roeder. Pero aun así muchos
párrafos son de una pesantez de plomo. Considerand o también
que la tercera edición (1967) -hecha en vida del autOT­
seguía siendo "infumable" como lo dijo don Jaime Garda
Terrés, el Fondo de Cultura Económica al preparar la cuarta
edición -muerto ya Ralph Roeder-, pidió a don AH Chuma­
cero que procediera a efectuar algunos retoques, los que éste
hizo moderadam ente, corrigiendo faltas gramaticales y dando
mayor claridad y precisión a ciertas frases.
Uno de los correctores de estilo con los que tuvo que verse
Ralph Roeder, me aseguraba que era demasiado orgulloso para
aceptar sugerencias de perfeccionam iento, respecto de los tra­
bajos que el escritor norteameric ano presentaba redactados en
español. Naturalmen te que en el pecado estaba la penitencia.
Decía Carlos Pereyra que nunca es posible burlarse del len­
guaje impunemen te, ya que en todo caso es el lenguaje el que
se venga de quienes lo atropellan .
Afortunada mente en el original de Hacia el México moder­
no son escasísimos los párrafos carentes de claridad. Ralph
Roeder con el transcurso del tiempo, debido a su larga perma­
nencia en nuestro país y gracias a su perseveranc ia, logró cada
día mayor dominio de la lengua española. En cambio los erro­
res estenográfic os se cuentan por millares.
Cuando yo recibí del Fondo de Cultura Económica el texto
original de Hacia el México moderno, ya había sido corregido
con excesiva meticulosid ad por la profesora Cecilia Tercero.
Pero aún se hicieron múltiples retoques_ En esta labor de revi­
sión intervino también el señor Gustavo González Guerrero.
corrector de imprenta de una larga experiencia, siempre bajo
mi dirección y cuidado. El texto estaba mecanograf iado con
tanto desaliño que celebrábamo s con júbilo la cuartilla a la
que se le hicieron menos de veinte correcciones .
Cabe decir que hemos corregido ciertas frases que el autor
habría autorizado y algunas otras que seguramente no habría
permitido. ¿Pero cómo hubiéramos podido saber s}l grado de
tolerancia a las enmiendas? Recordemos que no aceptaba fá­
cilmente en vida las sugerencias de cambios de estilo y persistía
en el empleo de neologismos y giros . obscuros o caprichosa­
mente retorcidos. Si por orgullo rechazaba consejos o por no
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HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
RALPH ROEDER y SU OBRA PÓSTUMA
les, y mucho menos de superarlos. Ralph Roeder no los cita,
pero se~uramente los leyó, aunque tuvo cuidado de no
parecerse a ellos. Buscó sobre todo en la hemerografia y la
bibliografía de los contemporáneos de don Porfirio, la fuente
de su inspiración. Debe insistirse en que Ralph Roeder no
sintió pasión por los modernos estudiosos mexicanos del por­
firismo.
Las fuentes de Ralph Roeder utilizadas en este trabajo
fUeron fundamentalmente hemcrográficas. Una documentación
así de pobre tenía que limitar enormemente la perspectiva del
investigador. El esfuerzo de Ralph Roeder para comprender
un hombre, SU pueblo y su tiempo, no puede parangonarse a
la energía desplegada por José Valadés y la de Cosío Villegas
y su equipo de investigadores, quienes para hablar del porfi­
rismo llevaron a cabo un riguroso estudio durante más de dos
décadas en fuentes primarias, bibliotecas, hemerotecas y archi­
vos públicos y privados. Consecuentemente los resultados lo­
grados por el autor norteamericano son infinitamente de menos
valía. Pero de todas maneras haciendo justicia, cabe decir que
después del trabajo de estos dos investigadores mexicanos,
ningún estudio de conjunto que se haya hecho sobre el porfí­
rismo, dentro o fuera de México, puede igualarse o superar
a~ de Ralph Roeder.
frecuencia neologismos, y la sintaxis se vuelve a veces insufri­
ble. En la segunda edición (1958) se hicieron algunos retoques
autorizados por el propio Ralph Roeder. Pero aun así muchos
párrafos son de una pesantez de plomo. Considerando también
que la tercera edición (1967) -hecha en vida del autor­
seguía siendo "infumable" como lo dijo don Jaime Carda
Terrés, el Fondo de Cultura Económica al preparar la cuarta
edición -muerto ya Ralph Roeder-, pidió a don AH Chuma­
cero que procediera a efectuar algunos retoques, los que éste
hizo moderadamente, corrigiendo faltas gramaticales y dando
mayor claridad y precisión a ciertas frases.
U no de los correctores de estilo con los que tuvo que verse
Ralph Roeder, me aseguraba que era demasiado orgulloso para
aceptar sugerencias de perfeccionamiento, respecto de los tra­
bajos que el escritor norteamericano presentaba redactados en
español. Naturalmente que en el pecado estaba la penitencia.
Decía Carlos Pereyra que nunca es posible burlarse del len­
guaje impunemente, ya que en todo caso es el lenguaje el que
se venga de quienes 10 atropellan.
Afortunadamente en el original de Hacia el México moder­
no son escasísimos los párrafos carentes de claridad. Ralph
Roeder con el transcurso del tiempo, debido a su larga perma­
nencia en nuestro país y gracias a su perseverancia, logró cada
día mayor dominio de la lengua española. En cambio los erro­
res estenográficos se cuentan por millares.
Cuando yo recibí del Fondo de Cultura Económica el texto
original de Hacia el México moderno, ya había sido corregido
con excesiva meticulosidad por la profesora Cecilia Tercero.
Pero aún se hicieron múltiples retoques. En esta labor de revi­
sión intervino también el señor Gustavo González Guerrero,
corrector de imprenta de una larga experiencia, siempre bajo
mi dirección y cuidado. El texto estaba mecanografiado con
tanto desaliño que celebrábamos con júbilo la cuartilla a la
que se le hicieron menos de veinte correcciones.
Cabe decir que hemos corregido ciertas frases que el autor
habría autorizado y algunas otras que seguramente no habría
permitido. ¿Pero cómo hubiéramos podido saber su grado de
tolerancia a las enmiendas? Recordemos que no áceptaba fá­
cilmente en vida las sugerencias de cambios de estilo y persistía
en el empleo de neologismos y giros obscuros o caprichosa­
mente retorcidos. Si por orgullo rechazaba consejos o por no
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La obra denominada Hacia el México moderno editada por
el Fondo de Cultura Económica, tal y como la dejó Ralph
Roeder al morir, hubiera sido impublicable. Contenía varios
millares de errores gramaticales y estenográficos que era nece­
sario corregir. .
Quien se enfrenta a la interpretación de los trabajos origi­
nales de Ralph Roeder o de alguno de sus libros traducidos
por él mismo al español, tiene que resignarse a sufrir la toro
tura de leer los escritos de quien nunca pudo dominar plena­
mente la lengua castellana. Mas es justo teconocer que en su
larga permanencia en México pudo hacer progresos notables
en el manejo del español.
Ralph Roeder era un excelente escritor en lengua inglesa
y muchos de los lujos de sn prosa se ostentan en las traduc­
ciones vertidas por él mismo al español, mezclados natural­
mente con giros que distaban de ser castizos. En la primera
edición española (1952) de ]uárez y su México emplea con
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HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
encontrar frases castellanas que tradujeran con precisión su
pensamiento redactado en inglés, persistía en mantener la for­
ma de redacción original, en todo caso el resultado era el
mismo: la inmolación de la claridad.
En el texto de Hacia el Méúco moderno -ya lo hemos
dicho-, no abundan los párrafos obscuros. Es por eso que sólo
en contadas ocasiones y cuando fue imprescindible tuvimos
que reestructurar un párrafo de manera muy notable. Nos
guió el propósito de respetar el estilo del autor y lo hemos
respetado.
En todo proceso de revisión se intervino con el mayor cui­
dado y escrupulosidad. Se procedió a corregir errores de acen­
tuación. La puntuación sufrió algunos retoques imprescindi­
bles, sobre todo tratándose de párrafos muy largos en que fue
necesario sustituir el punto y seguido por el punto y aparte.
En · ciertos casos, muy pocos, fue necesario agregar alguna pa­
labra para completarse el sentido del concepto. Se hicieron
constantes cambios a la sintaxis cuando fue necesario evitar
faltas de concordancia de género o número entre adjetivos y
sustantivos.
Quien proceda a leer un día los originales de Hacia el Méxi­
co moderno, podrá percibir tres tipos de correcciones. Prime­
ramente, las que están en tinta o en caracteres mecanográficos
son del propio Ralph Roeder, las efectuadas con lápiz plomo
las hizo la señorita Cecilia Tercero. Finalmente de las que
están en rojo soy yo el responsable.
Al terminar de escribir Ral ph Roeder la cuartilla mil cien,
parece dar a entender que el trabajo abordado tendría aún
continuidad. Literalmente expresó: fin del primer volumen.
Pero en todo caso lo que he leído y corregido forma una uni­
dad. Es la historia del régimen porfirista, comprendiendo un
periodo histórico que va desde las primeras sublevaciones de
Porfirio Díaz contra ]uárez, hasta la caída del dictador.
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