RAFAEL DE LEÓN

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RAFAEL DE LEÓN
De
CUATRO SONETOS DE AMOR
soneto nº 1
Decir «te quiero» con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener sed, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.
Un beso así no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.
Que cariño es más potro que cordero,
más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva...
Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.
__________________
Rafael de León
BIOGRAFÍA
Rafael de León y Arias de Saavedra, nació un jueves 6 de febrero del bisiesto 1908 en Sevilla, la actual capital de
la región de Andalucía (España), en la misma calle en donde casi 34 años antes nació el conocido poeta Manuel
Machado. Era el primogénito de la pareja formada por José de León y Manjón y de María Justa Arias de Saavedra
y Pérez de Vargas, condes de Gómara. A los pocos días de su nacimiento fue bautizado en la iglesia de la
Magdalena, y le fueron impuestos los nombres de Rafael María, José, Jerónimo, Doroteo, Alberto, Melchor. Entre
los vástagos de familias de la nobleza y la alta burguesía, era muy corriente atiborrarles de una larga retahíla de
nombres que llegaba hasta lo ridículo.
El año 1916 ingresa Rafael de León en el internado del colegio jesuita "San Luis Gonzaga " del Puerto de Santa
María (Cádiz), pueblo natal del conocido poeta Rafael Alberti, con el que, por ser casi coetáneos coinciden en
dicho colegio: Años antes, había pasado por allí el alumno Juan Ramón Jiménez, otro insigne poeta andaluz.
Años más tarde, estudiaría en otros colegios privados de órdenes religiosas en las localidades andaluzas del Palo
de Málaga y de Utrera (Sevilla). En el año 1926 inicia en la universidad de Granada, los estudios de la carrera de
Derecho. Allí llegó a conocer a otro insigne poeta: Federico García Lorca, con quien entabla una buena amistad.
En el año 1931 con la caída de la monarquía, se instala en España la II República, y el joven Rafael no parece que
la recibe con hostilidad, a pesar de su procedencia de linajes propicios a la monarquía. Lo que sí quedó claro y se
trasluce a través de su obra poética, la distancia crítica con la que observa al mundillo de la nobleza. Se cuenta de
él —aunque no está bien confirmado— que llegó a escribir un himno a la República.
No se conoció que Rafael ejerciera trabajo alguno relacionado con sus estudios universitarios, pues se dedicó a
vivir de las holgadas rentas paternas, gastando sus dineros en asistir a los cafés cantantes y teatros de variedades
de Sevilla. En estos ambientes se sentía Rafael "como pez en el agua" y allí fue haciendo amistades, participando
del ambiente liberal y permisivo que concedía el nuevo régimen republicano. En esos ambientes fue donde
conoció y colaboró con el letrista Antonio García Padilla, alias "Kola", —padre de la conocidísima actriz y
cantante Carmen Sevilla—, y de aquella relación surgieron algunas canciones conocidas. Como letrista, "Kola"
no llegaba ni con mucho a la depurada calidad de Rafael; pero éste, aceptó de buen grado el ser colaboradores en
la firma de canciones, ya que de esa manera se le facilitaba la entrada, por la puerta grande, en ese mundillo hostil
para un aristócrata, de la creación artística en los cabarets y salas de moda. Situación muy paralela a la que años
más tarde repetiría con el autor teatral Antonio Quintero; y con los letristas Xandro Valerio y José Antonio
Ochaíta; los cuales co-firmaron muchas letras de canciones y algunas poesías con Rafael de León. No es el
mismo caso de otro que firmó canciones con él; ya que se trata de Salvador Valverde, un poeta de calidad nacido
en Buenos Aires en el 1895 y muerto en esa misma capital en el 1975.
Por aquella época, estando cumpliendo el servicio militar en un regimiento de Sevilla, conoció a Concha Piquer
cuando actuaba en el Teatro Lope de Vega. Esta conocida canzonetista de la canción andaluza/española, puso voz
a muchas de sus mejores creaciones de letras para la canción.
Al año siguiente, 1932, Rafael se traslada a Madrid bajo la influencia del gran músico sevillano Manuel Quiroga,
que junto con el autor teatral Antonio Quintero, llegaría a formar el prolífico trío "Quintero, León y Quiroga" con
el que tienen registradas más de cinco mil canciones.
Al producirse la guerra civil española, Rafael de León se encontraba en Barcelona; allí es encarcelado, como
tantos otros del mundo de la farándula, toreros, cantantes, etc. acusado de monárquico o derechista. Y allí en la
cárcel, quizás para hacer valer su condición de neutral o tal vez de simpatizante de la causa republicana; quizás
por estricto sentido de la verdad, declara tener una buena amistad con destacados poetas republicanos como León
Felipe; Federico García Lorca y Antonio Machado.
Llegan luego los años de posguerra en los que Rafael continúa contactando con el universo de las varietés, que
alimentados por los típicos aires de aquella dictadura, de nacionalismo a ultranza y bloqueo internacional, se
prestan a la creación de un género muy influenciado del tipismo andaluz y que dio en llamarse "folklore español".
El régimen dictatorial acogió de mil amores este género que ensalzaba con arte y exageración todo lo español. Es
de aquella época triste y gris para la mayoría de los españoles, cuando nuestro poeta-letrista empieza a colaborar
con los guiones de una cinematografía ramplona e impregnada también de un excesivo realce del patriotismo que
tanto gustaba a la España oficial. Es de aquella época también, que bajo la influencia del concepto "hispanidad "
se abrieron las fronteras españolas a las músicas que venían de los países hermanos de América. Y así llegaron los
boleros y los tangos, muy bien acompañados de los valses peruanos, los sones cubanos y las rancheras y corridos
mexicanos, que engancharon con facilidad en los gustos musicales españoles por tratarse de una cultura común.
Así también llegaron las músicas de la cultura anglo-americana.
A partir de la década de los sesenta, cae la barrera del aislamiento cultural y muchos jóvenes anti-franquistas junto
a la progresía izquierdista, en actitud militante comienzan a despreciar ostensiblemente casi toda la música
española e hispanoamericana y con ella la copla y la canción andaluza que tan bien había representado el sello
«Quintero, León & Quiroga».
A partir de esa época, vienen unos años bajos para la obra de canciones y poesías de nuestro gran poeta Rafael de
León, el cual un jueves madrileño frío y gris (9-12-82), muere nuestro insigne poeta en el más cruel olvido sin ni
siquiera haberse llevado en vida la satisfacción de un merecido homenaje de cariño y agradecimiento a toda su
importante y prolífica obra poética.
* * *
Rafael de León pertenece por derecho propio a la denominada "Generación del 27" de los poetas españoles, aunque
un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina. De ningún poeta español de este siglo que
acaba, han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones, pero incomprensiblemente sigue
siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de posguerra.
La obra poética de Rafael de León, queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y
letras para canciones. En muchos casos unas y otras tienen un inconfundible parentesco por derivar, alimentarse o
inspirarse las unas de las otras, o viceversa. En casi toda su obra, inspirada en ambientes muy típicos de Andalucía,
queda reflejado el gracejo popular andaluz, indicado por las palabras en cursiva, para mejor entender que no
pertenecen al correcto lenguaje español. Su primer libro de poesías «Pena y alegría del amor» aparece publicado en
1941. Un segundo libro titulado «Jardín de papel» aparece el año 1943. Del mismo año se relata que aparece
editado en Chile un tercer libro titulado «Amor de cuando en cuando», pero al no tener certeza en España de su
autenticidad, hay quien sospecha que se trata de una de tantas ediciones piratas que ha sufrido la obra de Rafael de
León.
De las colaboraciones del poeta a la hora de firmar su obras hemos de reseñar lo siguiente:
•
En colaboración con Antonio Quintero, las poesías «Profecía»; "Romance de la serrana loca" y miles de
letras de canciones que haría inacabable esta biografía.
•
En colaboración con Antonio García Padilla "Kola", las letras de las canciones: "Coplas"; "Arturo";
"Cinelandia"; "Cine sonoro"; "La Rajadesa"; "La deseada"; "Manolo Reyes"; "Siempre Sevilla"; ...
•
En colaboración con el argentino Salvador Valverde, el conocidísimo cuplé "Bajo los puentes del Sena"
escrito para ser estrenado por la cupletista Raquel Meyer; y las también conocidísimas "¡Ay,
Maricruz!"; "María de la O"; "Triniá"; y la inolvidable "Ojos Verdes"; entre otras.
•
En colaboración con José Antonio Ochaíta, la letra de la conocida canción: "Eugenia de Montijo"; y
algunas pocas más.
•
En colaboración con el poeta Xandro Valerio, las letras de las más conocidas canciones: "Tatuaje" y "La
Parrala".
Hacia el final de su dilatada carrera de letrista, escribió para los cantantes Nino Bravo, Raphael y Rocío Dúrcal; y
una de sus letras ganó el primer premio del Festival de la Canción de Benidorm, el año 1961 bajo el título de
"Enamorada"; en el año 1960 había escrito la letra de la canción "Luna de Benidorm" que quedó en tercer lugar.
Casi todas sus letras fueron musicadas por el prolífico compositor Manuel Quiroga, pero otras letras fueron
musicadas por Juan Solano; Augusto Algueró y Manuel Alejandro.
Para el conocido cantautor francés Charles Aznavour realiza la traducción al español de la letra de la famosísima
canción "La bohème" ("La bohemia"). De Rafael bien pudiera decirse, sin temor a exagerar, que gran parte de su
vida fue un bohemio de lujo, si acaso ese contradictorio concepto, tuviera cabida.
El estilo de estrofa poética más abundantemente empleado es el del romance octosílabo; pero en algunas otras se
pueden encontrar estrofas de seguidilla, soleá, copla, romancillo, redondilla, y más raramente el soneto y la lira.
Aunque tiene algunas poesías con versos alejandrinos y rima blanca (sin rima), su obra es en general una rima de
alta sonoridad ya que incluso en muchos de sus romances introduce la rima consonante. Siempre, y en toda su obra,
este poeta cuida con gran pulcritud de la perfección de la medida y la rima en todos sus versos, aunque lo consigue
muchas veces a base de colocar palabras del popular gracejo andaluz.
Junto a algunas de sus poesías más recitadas y conocidas por todos, hemos rescatado de algún cajón olvidado y tal
vez algo cubiertas de polvo, otras poesías de parecida belleza que incomprensiblemente no han tenido tanto eco.
También se exponen algunas letras de canciones en la que Rafael de León participó como prolífico y genial letrista.
Vean, a continuación, una selecta escogida de sus mejores y más populares poesías y de las letras de canciones que
escribió bajo la firma del trío «Quintero, León & Quiroga»:
TÍTULOS DE LETRAS DE CANCIONES
TÍTULOS DE POESÍAS
Ahora me toca a mí
Así te quiero
Auto de fe
Balada de la plaza del museo
Baladilla de los tres puñales
Centinela de amor
Cuatro sonetos de amor
Duda
Encuentro
Glosa a la soleá
Lluvia
Luto
Mazazo
¿Me da usté candela?
Miedo
Muerto de amor
Necesito de ti
Novio
Para toda la vida...
Pena y alegría del amor
Profecía
Pulso de amor
Romance de "La Lirio"
Romance de aquel hijo
Romance de la viuda enamorada
Romance de la voz en la sangre
Romance de los 20 años
Romance de los ojos verdes
Romancillo de la plaza mayor
Soltera
Soneto
Trigo limpio
A la lima y al limón
A tu vera
Como una hermana
Consejos
Coplas de Luis Candelas
Dime que me quieres
Garlochí
La niña de la estación
Madrina
GLOSA A LA SOLEÁ
¿Te acuerdas de aquella copla
No me quieras tanto
Rocío
Romance de la "otra"
Silencio cariño mío
Te lo juro yo
Te quiero
Trece de mayo
Un clavel
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?
Pero qué estilo, qué duende,
qué sentimiento y qué voz;
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.
"Toíto te lo consiento
menos fartarle a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle".
No vayas a figurarte
que esto va con intensión.
Tú sabes que por ti tengo
clavao en mi corasón
el queré más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios uno y trino
le entregó por compañera.
Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos fartarle a mi mare..."
Y me enterao casuarmente
de que le fartaste ayé
y nadie me lo ha contao,
nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores
mi corasón repartío
si le encuentro a uno llorando
es que el otro le ha ofendío;
y mira, nunca me quejo
de tus caprichos constantes.
¿Quiere un vestío? ¡catorse!
¿quiere un reló? ¡de brillantes!
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa ti un muñeco,
que si me has quitao er mando
que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros
por donde se va a los baños
el río de mis dineros...
¡Y a mí qué...?
Con tal de que de mi lao
tú nunca te desepares
toíto te lo consiento
menos faltarle a mi mare.
Porque esa mimbre de luto
que no levanta la voz
que no ha tenío siquiera
contigo ni un sí ni un no;
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira;
que me crió con su sangre;
que me llevaba la mano
para que me santiguara
como todo fiel cristiano
y en las candelas del hijo
consumió su juventú
cuando era cuarenta veses
mucho más guapa que tú.
Tienes que haserte a la cuenta
que la has visto en los artare
y jincarte de rodillas
antes de hablarle a mi mare;
porque el amó que te tengo
se lo debes a su amó,
que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.
Conque a ver si tu consiensia
se aprende esta copla mía
mu semejante a aquer cante
que escuchamos aquer día
sin sabé quién lo cantaba
ni de qué rincón salía.
"A la mare de mi arma
la quiero desde la cuna;
por Dios, no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle".
TRIGO LIMPIO
María Manuela, ¿me escuchas?
Yo de vestíos no entiendo,
pero... ¿te gusta de veras
ese que te estás poniendo?
Tan fino, tan transparente,
tan escaso y tan ceñío,
que a lo mejor por la calle
te vas a morir de frío.
Te sienta que eres un cromo,
pero cámbiate de ropa,
si es un instante, lo justo
mientras me tomo esta copa.
Ponte el de cuello cerrao
que te está de maravilla
y que te llega dos cuartas
por bajo de la rodilla.
Cada vez que te lo pones
te encuentro tan elegante
que dentro de mí murmuran
los duendecillos de un cante.
"La rosa que me entregaron
al pie del altar mayor
lleva las sayas cumplías
y nadie le ve el color".
Pero antes de que te vistas
coge un poco de agua clara
y afuera los melinotes
que te embadurnan la cara;
ni más carmín, ni más cremas,
ni más tintes en el pelo;
no te aguanto más colores
que los que te puso el cielo.
Se acabó enseñar las piernas,
y los brazos, y el escote,
y el rostro no te lo pintes
ni aunque te salga bigote;
que te hizo Dios tan hermosa
como una rosa temprana
y se va a enfadar contigo
por enmendarle la plana.
Y a tu prima le devuelves
la pulsera de brillante,
son mucho lujo esas piedras
pa la mujer de un tratante.
Te quiero guapa y sencilla
como yo te conocí,
no tienes que engalanarte
pa nadie más que pa mí.
Ni más zapatos de Gilda,
Ni más turbantes de raso;
para presumir te sobra
con cogerte de mi braso;
y como un día te vea
que enciendes un cigarrillo
vas a echar, sentrañas mías,
el humo por los tobillos.
No quiero que me pregunten
"Esa gachona, ¿quién es?,
¿una secretaria de esas
que beben champán francés?"
Ni tú eres mujer moderna
ni quiero que lo aparentes
que yo te prefiero antigua
y oliendo a mujer decente.
Que con el triguito limpio
toito er mundo te compare,
que por defuera y por dentro
te parezcas a mi mare.
¿Te cambiaste ya el vestío?
Pues andando p'al teatro,
ya verás tú con qué envidia
nos contemplan más de cuatro:
"¡Vaya un marío con suerte
y una mujer bien plantá,
es una vara de nardos
con la carita lavá!".
Y al salir yo te prometo
cantarte por alegrías,
lo mismo que te cantaba
cuando tú eras novia mía:
"Mi novia es la más hermosa
y no se pinta la cara
la tiene como una rosa
tan sólo con agua clara"
El barco de mis amores
no tiene más que una vela
remendaita y graciosa
igual que María Manuela
Se conforma mi niña con un vestío
y le basta y le sobra con un marío.
De percal que se ponga,
¡viva el salero!,
es mi María Manuela
la reina del mundo entero.
¿ME DA USTÉ CANDELA?
Perdone usté, caballero.
¿Quiere usté darme candela?
Mil grasias... er farolero
que ensiende esta callejuela
parese que s'ha dormío...
no es sitio muy de mi gusto...
tan solo... tan escondío...
como pa llevarse un susto.
Claro que, pa dos valientes
que sargan desafiaos,
éste es un sitio imponente...
y pa los enamoraos,
cuando la luz se retira
y viene ya anocheciendo
y él va disiendo mentiras
y ella se las va creyendo.
¡Qué casualidá, señores!
a usté lo conozco yo.
¿Usté no se llama Flores
y vive en Amor de Dió?
¿Dónde le he visto yo a usté?
Tal vez en la barbería
o en la Puerta de Jeré,
o en una fotografía,
sobre un marco mu bonito
de peluche carmesí...
y escrito: “a mi Rosarito,
de su nene Pedro Luí”.
Es una condisión rara
que tienen los de mi quinta,
que en contemplando una cara
ya nunca se nos despinta.
Si Sevilla es un pañuelo...
ya ve usté qué grasia tiene...
Yo, ar pronto, dije —¡un mochuelo!
Y resurta que es... er nene.
Con su buen sigarro puro,
su tirilla armidoná
y metiéndose en lo oscuro
como un hombre de verdá.
Y es que, por esta calleja,
se corta pa Puerta Osario,
pero allí no está la reja
de esa muchacha, Rosario.
Allí hay unos ojos verdes
de bicho de mal agüero,
que el que los mira, se pierde...
¡No vaya usté, compañero!
Esa Marijuana Sánchez
que le espera en el zaguán,
tiene ya cuatro reenganches
y sabe más que Briján.
Con esto, yo no le quito
que vaya usté donde quiera...
tó pué sé que... Rosarito,
cuando se entere, se muera.
Pero, claro, usté es un nene
grasioso y enamorao,
con buen tipo y muchos bienes
y novias por toos los laos.
Rosario... una menudencia;
bonitilla... y sin parné;
pero tiene más desensia
que toa su casta de usté.
Y da la casolidá
que, desde que ella ha nasío,
cuando tiene que firmá
firma con mis apellíos.
Der coló de la senisa
se le pone a usté er semblante
y es que er corazón le avisa
de lo que tiene delante.
sí señó... un banderillero
que estaba ayé en Venesuela
y hoy es er duende primero
de esta oscura callejuela.
Y se tropieza a un tal Flores,
tan siego y tan temerario,
que le está mintiendo amores
a esa muchacha... Rosario.
Y er duende, con voz muy baja,
se acerca y le dice ar tá:
—“encárgate la mortaja
si vuervo a verla llorá.”
¿Por qué te callas? ¿qué piensas?
creí que eras más valiente.
¿O es que ya te da vergüenza
burlarte de una inocente?
A Dios der sielo le pío
que te pongas en rasón,
porque tengo desidío
buscarme la perdisión.
Porque ese nardo, ese lirio
que a ti tanto te divierte,
la quiero yo con delirio,
con fatiguitas de muerte.
Porque es la viva pintura
de una santa que murió
dejándome esa criatura
pa que la criara yo.
Y he sembrao er mundo entero
de pares de banderillas
para ponerle en enero
los Reyes a mi chiquilla.
¡pa que ahora venga un tunante,
le jure y ella lo crea!
¡y asín que s'acabe er cante:
“buenas noches y ahí te queas”!
Al que quiera intentar eso
con la fló de mis entrañas,
le pongo er pie en er pescuezo
lo mismo que a una alimaña.
Si se casa usté argún día
y er sielo le da un chavá
dirá: “¡qué rasón tenía
er que me quiso matá!”
que a eso na más he venío,
¿a qué andarse con pamplinas?
en justicia yo he debío
clavarlo a usté en una esquina.
Pero, en fin, de usté depende.
Lo conozco... y usté a mí.
Y aquel que a mi niña ofende
que se ponga a bien morí.
¿Se va usté pa Puerta Osario?
¡No se meta usté en belenes!
¡Yo me voy con mi Rosario!
¡Mi Rosario...! ¡Condiós, nene!
ASÍ TE QUIERO
A Conchita Piquer
El día trece de julio
yo me tropecé contigo.
Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.
¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!
¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido!
¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí un jacinto,
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío!
¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
¡Pídemelo y al momento
seré un clavel amarillo!
¿Quieres que vaya descalzo
llamando por los postigos?
¡Dímelo y no habrá aldabón
que no responda a mi brío!
¿Quieres que cuente la arena
de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón cometa
y está en tu mano el ovillo;
que es mi sinrazón campana
y tu voluntad sonido.
Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
desnudo de conveniencias
y abroquelado de ritmos
como un Quijote de luna
con armadura de lirios.
Te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos;
cuando se callan los niños
y las mocitas esperan
en los balcones dormidos;
te quiero siempre: mañana,
tarde, noche... ¡por los siglos,
de los siglos! ¡Amén! Te
querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya muerto
antes que llegue tu olvido,
por la savia de un ciprés
subiré delgado y lírico,
hecho solamente voz
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!
PULSO DE AMOR
Iba convaleciente
de una herida de amor en el costado;
iba casi inconsciente
cuando te vi a mi lado
y hasta el pulso por ti se me ha parado...
Buscaba mi cintura
un brazo que de noche la ciñera,
ansiaba con locura,
un labio que se uniera
a mi boca cansada por la espera...
Buscaba un hombro amigo
en donde reposar la madrugada
y un tibio olor a trigo,
una mano apretada
y el divino calor de una mirada.
Estaba tan vacía,
tan harta de soñar y tan sin sueño,
tan lejana y tan fría,
tan libre y tan sin dueño,
que tan sólo morir era mi empeño...
Por lo cual, asombrada,
me quedé contemplando al mediodía
tu figura delgada,
tu süave armonía
y tu casi perfecta geometría.
Alegres nos miramos
en la tarde morada de violetas
y después caminamos
por plazas recoletas
salpicadas de rejas y macetas.
Y de noche temblando,
perdida entre la niebla de tu viento,
me bebí suspirando
la menta de tu aliento,
en un beso apretado, dulce y lento...
¡Qué espesa la saliva!...
¡Qué lejano el rüido de la calle!...
Y el labio como iba
—mariposa en el valle
de la espalda— ... buscando el fino talle...
Se desbocó en mi frente
el pulso como un perro malherido
y paralelamente,
te sentí, en un gemido,
doblarte en mi garganta sin rüido.
Y después... la almohada,
pesarosa del rizo y la postura
y la sábana helada,
—mortaja de blancura—
plisándose sin voz a mi cintura.
MAZAZO
Sonó la palabra "dinero"
y todo lo echaste a rodar
y en vez de decirte: "Te quiero",
te dije: —¿Qué quieres cobrar?—
Y me valoraste las rosas,
poniéndole precio al jardín
y fueron tomando las cosas
un tono metálico y ruin.
Y aunque esta verdad me traspasa,
prefiero saber la verdad:
que al mes, pago luz, pago casa
y pago la felicidad.
ROMANCE DE LA VIUDA ENAMORADA
Siempre pegada a tu muro
y al filo de tus almenas;
siempre rondando el castillo
de tu amor; siempre sedienta
de una sed mala y amarga
de desengaño y arena.
¿Por qué te querré yo tanto?
¿Por qué viniste a mi senda?
¿Quién hizo brillar tus ojos
en la noche de mi pena?
¿Qué lluvia de mal cariño
quiso convertirme en yedra,
que va creciendo y creciendo
pegada a tu primavera?
¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre mi cabeza!
¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!
Yo estaba en mis campos hondos,
allí en Castilla la Vieja,
durmiéndome entre molinos
y coplas rubias de siega
y era mi vida una noria
monótona y polvorienta.
Mis hijos venían del campo
con sus camisas abiertas
y en el pulso de sus hombros
reclinaba mi cabeza.
Así, un día y otro día,
allí en Castilla la Vieja...
Una tarde (por los nardos
subía la primavera...)
una tarde vi tu sombra
que venía por la senda
dentro de un traje de pana,
tres vueltas de faja negra
y una voz dura y redonda
lo mismo que una pulsera.
—Buenas tardes, ¿Hay trabajo?
—Sí— te dije toda llena
de un escalofrío lento
que me sacudió las venas
y que me quitó de encima
diez años de vida muerta,
bordando en mi enagua oscura
una rosa dulce y tierna.
—Está bien— fueron tus gracias,
y, doblando la chaqueta,
te sentastes a mi lado
en el borde de la senda.
Vive este amor de silencio
y entre silencio se quema,
en una angustia de horas
y en un sigilo de puertas.
El pueblo ya lo murmura
en una copla que rueda
todo el día por el campo
y, de noche, en la taberna.
Dicen que si soy vïuda,
y sacan el muerto a cuestas;
dicen que si por mis hijos
me debía dar vergüenza...
Dicen, tantas cosas, tantas
que las paredes se llenan
de vidrios y maldiciones
y hasta a veces de blasfemias.
Mi hijo el mayor (veinte años,
dulce y moreno) con pena
me habló esta mañana: —Madre,
ese traje no te sienta,
ni esas flores, ni ese pelo,
ni ese pañuelo de hierbas...
Yo no me atreví a mirarlo
y me sentí muy pequeña,
como si fuese mi madre
la que hablándome estuviera.
—Por nosotros, tú no debes
vestirte de esa manera...
¡Ay, por vosotros! Os di
todo el trigo de mi era;
todavía de vosotros
mi cintura tiene huellas
¡Sangre mía que anda y vive
y a mí me va haciendo vieja!
¿Pero es que yo ya no tengo
derecho a querer? ¿Qué ciega
ley me prohíbe que al sol
deje mis rosas abiertas?
¿Y que me mire al espejo
y que me vista de fiesta
y que en mi jardín antiguo
florezca la primavera...?
¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre la cabeza!
¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!
¡Canten, hablen, cuenten, digan,
pueblo, niños, hombres, viejas,
que yo de tanto quererle
no sé si estoy viva o muerta!
¡Quiero y quiero y quiero y quiero!
Están en flor mis macetas;
cien ruiseñores heridos
cantan amor en mis venas
y me duele la garganta
y está mi voz hecha piedra
de tanto decir: "¡Te quiero
como a ninguno quisiera!"
ROMANCE DE AQUEL HIJO
Hubiera podido ser
hermoso como un jacinto,
con tus ojos y tu boca
y tu piel color de trigo;
pero con un corazón
grande y loco como el mío.
Hubiera podido ir,
las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya,
con su traje de marino,
luciendo una ancla en el brazo
y en la gorra un nombre antiguo.
Hubiera salido a ti
en lo dulce y en lo vivo,
en lo abierto de la risa
y en lo claro del instinto;
y a mí, tal vez, que saliese
en lo triste y en lo lírico
y en esta torpe manera
de verlo todo distinto.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!..,
tres caballos, dos espadas,
un carro verde de pino,
un tren con siete estaciones,
un barco, un pájaro, un nido...
y cien soldados de plomo,
de plata y oro vestidos.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!...
¿Te acuerdas, aquella tarde,
bajo el verde de los pinos,
que me dijiste: -Qué gloria
cuando tengamos un hijo!...
y temblaba tu cintura
como un palomo cautivo,
y nueve lunas de sombra
brillaban en tu delirio.
Yo te escuchaba lejano,
entre mis versos, perdido;
pero sentí por mi espalda
subir un escalofrío,
y repetí como un eco:
¡Cuando tengamos un hijo!...
Tú, entre sueños, ya cantabas
nanas de sierra y tomillo,
e ibas lavando pañales
por las orillas de un río.
Yo, arquitecto de ilusiones,
sostenía el equilibrio
de una torre de esperanza
con un balcón de suspiros.
¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria
cuando tengamos un hijo!...
En tu cómoda de cedro,
nuestro ajuar se quedó frío,
entre alhucema y manzana,
entre romero y membrillo.
¡Qué pálidos los encajes!
¡Qué sin gracia los vestidos!
¡Qué sin olor los pañuelos
y qué sin sangre el cariño!
Tu velo blanco de novia
—por tu olvido y por mi olvido—
fue un camino de Santiago
doloroso y amarillo.
Tú te has casado con otro;
yo con otra he hecho lo mismo...
Juramentos y palabras
están secos y marchitos
en un antiguo almanaque
sin sábados ni domingos:
Ahora, bajas al paseo
rodeada de tus hijos,
dando el brazo a... la levita
que se pone tu marido.
Te llaman... ¡doña Manuela!;
usas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan
en la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos
como dos desconocidos;
tu marido baja y sube
la chistera; yo me inclino,
y tú sonríes sin gana
de un modo triste y ridículo.
Pero yo no me hago cargo
de que hemos envejecido,
porque te sigo queriendo
igual o más que al principio,
y te veo como entonces,
con tu cintura de lirio,
con un jazmín en los dientes
y la color como el trigo,
y aquella voz que decía:
—¡Cuando tengamos un hijo!
Y en esas tardes de lluvia,
cuando mueves los bolillos
y yo paso por la calle
con mi pena y con mi libro,
dices, con miedo, entre sombras,
amparada en el visillo:
—¡Ay, si yo con ese hombre
hubiese tenido un hijo!...
ROMANCE DE LOS 20 AÑOS
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un süave
melocotón sonrosado.
Cuando dijistes: "Te quiero"
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.
Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios.
De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!
El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
"Un hombre que peina canas
y que les dobla los años".
Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.
Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sienes
en la palma de tu mano.
Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.
¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: "¡Te quiero!"
y colorín colorado.
ROMANCE DE LOS OJOS VERDES
—¿De dónde vienes tan tarde?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
—Vengo de ver unos ojos
verdes como el trigo verde.
El sueño juega y se esconde
en la plaza de mi frente;
cabalgo por las ojeras
de unos ojos en relieve.
El cuarto se va llenando
de mar, de barcos y peces,
acuarium improvisado
sobre el barniz de los muebles,
mientras que la media luna
de junio roja y solemne
se suicida sobre el filo
de la mañana que viene.
—¿De dónde vienes cantando?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
—Vengo de ver unos ojos
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta
pasa un pregón hecho nieve
persianas atravesando:
"¡Chumbos frescos, ¿quién los quiere?!"
La sábana de la cama
en silencio se defiende
amortajando suspiros
bajo la cal de sus pliegues
contra dos cuerpos desnudos
que su blancura oscurece;
muslos de trigo en mis muslos
brazos delgados y ardientes
que como ríos morenos
iluminados de fiebre
se precipitan sin pulso
por la llanura del vientre
en una lucha romana
de mirtos y de laureles.
—¿Dónde naciste? —En Tarifa,
¿Y tú? —En Sevilla.
Mis sienes
están preñadas de olivos
como tus ojos de verdes.
El silencio apuñalado
vuelve a sembrar las paredes
y un sueño de torres altas
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
echa su capa de nieve.
—¿De dónde vienes borracho?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
—Vengo... vengo de la viña
y el olivarito verde.
—¿Qué mala hierba pisaste,
quién te atravesó las sienes
con ese mal fario...? ¡Dime!
—Son las cosas de la suerte,
unos la encuentran de espaldas,
otros la encuentran de frente,
y yo me encontré a sus ojos
verdes como el trigo verde.
—¿Quieres que te haga una taza
de hierbabuena caliente?
—Quiero su voz, luna y plata
diciéndome que me quiere.
—¿Quieres que te ate un pañuelo
y te lo anude a la frente?
—Quiero sus brazos de trigo
y su cintura de aceite.
—¿Quieres que cante una nana
para ver si así te duermes?
—Quiero sentirme en el cuello
su aliento de flauta breve.
—Entonces... mi corazón,
dime, ¡por Dios! lo que quieres.
—Quiero sus ojos. Sus ojos
verdes como el trigo verde,
como el limón y la albahaca,
como el mar y los cipreses,
como las almendras nuevas,
el romero y los laureles...
Si no me traes sus ojos,
¡dile que venga la muerte!
ROMANCE DE "LA LIRIO"
Por la arena de la playa
va con un hombre "la Lirio".
La tarde pone en sus ojos
un barco de plata y vidrio,
mientras que Cádiz se enciende
a lo lejos como un cirio,
en un altar encalado
de torres en equilibrio.
—No sé qué sería de mí
si me dejaras, mocito—,
suspira dulce y lejana
y en un sollozo, "la Lirio".
El hombre moreno y alto
con voz de viento salino
le dice mientras su talle
aprieta como un jacinto:
—Llevo tu nombre en el brazo
tatuado desde niño
y en el corazón un ancla
de juramento perdido.
Por la arena de la playa
viene cantando un chiquillo:
La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Liro
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio.
Cádiz, de cal, a lo lejos,
huele a guitarra y a vino.
"La Bizcocha" es una vaca
con sortijas en los dedos,
voz de aguardiente de Rute
y cintura de brasero.
"La Bizcocha" lleva siempre
en su labio amarillento
una colilla colgada
y una blasfemia en acecho.
—¿No vino "la Lirio"?
—No—,
responde una voz en eco
—¡Mardita sea...!
La colilla
cae de los labios al suelo,
como un sucio equilibrista
que cayera de un trapecio.
Y por la taberna va
un taco de carretero
que se clava en la flamenca
de un cartel de toros viejo.
En una mesa, con sorna,
canta un viejo marinero:
Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por do;
pero la verdá del cuento
¡Ay, Señó de los tormentos!
la saben la Lirio y Dió.
Sobre el mostrador, borracha,
"La Bizcocha" está durmiendo
un sueño de peluconas
con "la Lirio" de por medio.
—¿Estará el barco en la playa?
—Estará al amanecer...
—Pos descanse usía tranquilo,
que allí se la llevaré.
—¿Y si ella no quiere, vieja?
—Poco sabe su mersé
de las razones que tiene
mi "menda" pa convensé...
¡Sincuenta moneas de oro!
¡Vaya rasones, y olé!
Y una voz entre la sombra
termina el romance aquel:
Que fue con un bebediso
de menta y ajonjolí;
que fue una noche de luna,
que fue una tarde de abrí.
—¿Dónde está mi blanca novia,
dónde está que no la veo?
(Un barco en la madrugada
se va perdiendo a lo lejos...)
—¿Dónde está "la Lirio", dónde,
que yo sin verla me muero?
(Mocito, busca otra novia
porque esa tiene ya dueño
y va en un trono de espuma
navegando mar adentro...)
—Mira su nombre en mi brazo,
sobre mis venas latiendo,
y en mi pulso y en mi lengua
y en la punta de mis dedos.
(Para tapar ese nombre
ponte un brazalete negro...)
—¡Mira que la llevo aquí
crucificada en mis centros!
(Arráncate las entrañas
y da tu dolor al viento...)
¡Mira que de no mirarla
me estoy muriendo y muriendo!
(Pues encomienda tu alma
porque ese amor está muerto...)
Amarga, de Puerta Tierra,
viene la voz de un flamenco:
A la mar maera,
y a la Virgen, cirio,
y pa duquitas, mare de mi arma,
pa duquitas negras,
las que tié la Lirio.
Caminito de las Indias
un barco se va perdiendo.
"La Lirio" corta sus trenzas
con tijeritas de acero,
llenando el mar de suspiros
y el aire de juramentos,
mientras que, roto, en la playa
—veleta de amores muertos—,
clavando su desengaño
en la Rosa de los Vientos,
moreno de sal y luna,
llora y llora un marinero.
PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR
A José González Marín
Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo...
Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
¡y sin embargo, te quiero!
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo bien sé que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño, el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y pongan nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
AHORA ME TOCA A MÍ
Decorado de sala elegante.
(Entra MANOLO. Es un hombre maduro, de aire tosco, pero bien vestido. Lleva sombrero cordobés. Le acompaña
un CRIADO.)
MANOLO:
¿Se puede pasá? ¿Qué hay, tropa?
(Al criado)
¿Qué espera usté? ¿Mi sombrero?
Mejor está en mi cabesa
que corgao en er perchero.
Y además son hijos míos
los tres que tengo delante.
¿Qué hay tropilla? ¡Güena casa!
Y un criao muy elegante
que en vez de vuestro papuchi
se cree que soy un permaso.
(Dando el sombrero al criado)
Vaya er sombrero. Y procura
que no me den er cambiaso.
(El Criado hace una ligera reverencia en dirección al primer término y se va por la puerta cerrando el cortinaje.)
Su reverencia... me chifla
que sos traten con respeto.
¡Tres señoritos! ¡Qué orgullo
para un padre tan cateto!
¡Tené tres hijos varones
que están viviendo en sus glorias
porque yo m'alimentaba...
de papas y sanahorias!
Me alimentaba... hace tiempo;
que hoy ya la cosa varía.
No ví a dejá ni la cresta
de un pollo de Andalusía.
Que nos vorvemos tragones
los viejos mal educaos,
y eso nos quita finura
pa tratá con abogaos
como er que de parte vuestra
vino a hablarme de intereses
y le di ... que con er susto
tiene cama pa dos meses.
El hombre vino a desirme
por encargo de mis hijos
que ustedes no estáis conformes
con que venda los cortijos.
Que debo seguí en er campo
lo que me resta de vía
cuidando de las cosechas
y de la ganadería;
que no se seque el arjibe,
que no s'avinagre er mosto;
bébete er frío de enero
y anda y súdalo en agosto.
No duermas... cuenta las horas
de la noche una por una...
Tienes que viví pendiente
de los cambios de la luna.
Ayer te fartó una oveja,
¡vaya bendita de Dió!...
¿Voy a llamá a los civiles
si de chico fui pastó?
¡Pastó de ganao montuno
con las alpargatas rotas!
¡De Córdoba a Extremadura
por tres puñaos de bellotas!
Y en cambio, los tres cachorros
de aquel pastó miserable
van por tabaco a la esquina
con sus tres descapotables.
Que yo lo tendría a gala
si al derrochá mis dineros
se le añadiera er que ustedes
ganaran como ingenieros,
o bien como sirujanos,
o de doctores en leyes...
¡O echándose a las costillas
tóos los vagones der muelle!
¡Trabajando! ley der sielo
que con ustedes no reza
porque como hay todavía
muchos toros en la dehesa
y hay trigo pa veinte años
y desbordan los lagares
y a caballo hay por lo menos
hora y media de olivares,
que trabaje papaíto
que hay que vé lo bien que está;
y eso que l'ha dao ahora
por bebé, por trasnochá,
por í con cuatro amigotes
de francachela a Sevilla
y hasta parese que disen
que ronda a una chavalilla,
y antes de que se nos casen
er día menos pensao
aquí lo mejó que hasemos
es mandarle un abogao
que le diga las verdades
aunque le sepan amargas;
ar pródigo no es difísi
por ley, echarle la garga.
¡¡Intentarlo!! Ya hemos visto
que el abogao... renunció;
yo no admito en este pleito
más tribuná que er de Dió.
Él sabe que yo he sufrío
todas las humillaciones
pa que ustedes no tuvieran
que sé destripaterrones.
Pa mí, ni café ni amigos,
ni un sigarro, ni una copa...
Pero mis niños... ¡tres duques
en lo tocante a la ropa!...
Y vengan manjares finos,
vengan colegios de pago,
vengan potros y escopetas,
y vivan los Reyes Magos.
Sursíos en mis carsones
y en er buche telarañas...
¡Pero hay que vé cómo viven
los hijos de mis entrañas!
Y, claro, los pobresitos
están tan acostumbraos
que en vez de darme las gracias
me mandan un abogao
pa que no gaste er dinero
que lo debo de guardá
y er día que yo me muera
se lo reparten y en pá.
Lo siento, pichones míos,
rosas de mayo y abrí...
Ya habéis disfrutao lo suyo
y ahora me toca a mí.
¡Vengan corrías de toros
y buen vino y mejor cante
pa regusto de un campero
que ya ha trabajao bastante!
Mira qué terno más fino,
mira qué cigarros puros...
En la puerta un artomóvi
y aquí unos miles de duros
pa gastarlos en claveles
si me encuentro una serrana
que suerte dos lagrimitas
de compasión por mis canas.
La compasión que me niegan
los tres hijos de mi amó;
si no estoy en mi derecho
sentensia me mande Dió.
¡Casa! Mi sombrero. ¡Pronto,
que me voy a divertí!
Con er permiso de ustedes...
¡Ahora me toca a mí!
(Mutis)
PROFECÍA
de Antonio Quintero y Rafael de León
"Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!"
¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mé
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, crusándome de brazo
dije que me daba igual.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.
¿Que te has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los artare
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque, sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy... quien más t'ha querío...
¡Con eso tengo bastante!
***
—¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como trastornao,
tié la carilla de pena
y el colorsillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destrosa la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No te parese a ti extraño,
no ves una cosa rara
que un chaval de dose años
lleve tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
—¿Quiere que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigila!
Y fueron dos sentinela
los ojitos de mi mare.
—Cuando sale de la escuela
se va pa los olivare.
—Y ¿qué busca allí? —Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Migué, no le riñas,
que está empesando a queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos sarsillos
y a mí un pantalón de hombre.
Yo no te dije "te adoro"
pero amarré en tu barcón
mi laso de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofresiste en recompensa
dos sintas color de rosa
que engalanaban tus trensas.
—Voy a misa con mis primos.
—Bueno, te veré en la ermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
—Dise mi tita Rosario
que la sigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rosío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronse de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella línea lejana
que la llaman... ¡horisonte!
¡Tó es sagrao: tierra y sielo
porque así lo hiso Dió!
¿Qué te gusta más? —Tu pelo.
¡Qué bonito me salió!
—Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,
y tus manos reonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas suritas?
Con la puresa de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabesa a los pié.
A la vuerta te hise un ramo
de pitiminí, precioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un poso.
Y hablando de estas pamplinas
que se inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la sintura.
Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
Tú dijiste: —En darte en beso.
Y yo sentí una vergüensa
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
—¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy cantando la nana.
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco".
Y mientras que tú cantabas
yo, inosente me pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujé.
¡Pamplinas! ¡Figurasiones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no he dicho que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueño
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás "¡cobarde!"
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la sigüeña
mi corasón en su pico.
Pensarás: "no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando";
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío.
Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco".
Pensarás: "no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando".
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío.
Con eso... ¡tengo bastante!
ROMANCE DE LA VOZ EN LA SANGRE
Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros.
Estaba sobre la hierba,
tumbada de cara al cielo
—viendo la tarde morirse
sobre sus ojos abiertos—
cuando notó en la cintura
como un pájaro pequeño,
que aleteó por lo oscuro
de su vientre unos momentos,
y luego vino a pararse
sobre su talle, en silencio...
Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros...
Un ¡ay! de gozo y asombro
y otro de duda y recelo
salieron de su garganta.
Las palomas de su pecho
se erizaron de blancura,
y un temblor de alumbramiento
sacudió de sur a norte
todo el mapa de su cuerpo
e hizo crujir entre sombras
las ramas de su esqueleto...
En un brinco de gacela
se ha levantado del suelo
y ha echado a andar lentamente
por la vereda de cedros.
Parece tallada en tierra
la cara de Sacramento.
—Iré a ver a la Jacinta
lo mismo que otras lo hicieron...
Ella conoce las plantas
y sabrá darme el remedio...
—¿No te da pena matarme
antes de nacer...?
¡Qué miedo
le dio al escuchar la voz
que le salía al encuentro,
envuelta en hilos de sangre
cortando su propio aliento!
—¿Quién eres que así me hablas...?
—Ahora, nadie... casi un sueño;
mañana, si tú me dejas,
un hombre de cuerpo entero...
—¿Y qué voy a hacer, mi niño?
—Parirme como un almendro
en la mitad de la cama
con las entrañas ardiendo.
—¿Pero y mi honra?
—Tu honra
la limpiaré con mis besos:
las madres después del parto
quedan igual que un espejo...
—Pero me faltan seis meses,
seis plenilunios completos
frente a los ojos que miran
y las bocas de veneno.
—¿Y a ti qué te importa nadie?
Ponte delante del pueblo
y escúpele la belleza
de llevar un hijo dentro.
—¡Temo a las lenguas cobardes!
—Y en cambio no te da miedo
ir a buscar una planta
de sombra —flor de silencio—,
para derramar mi vida
por el primer sumidero
y que no quede del hijo
ni una fecha ni un recuerdo...
—¡Calla!
—No puedo callarme.
Una perra no haría eso:
me lamería los ojos
hasta que los fuera abriendo...
Pondría mi piel süave
lo mismo que el terciopelo
y luego ya, sin saliva,
con los dientes en acecho,
se tumbaría a mi lado
hecha un río dulce y tierno,
para que yo la dejara
hasta sin cal en los huesos.
—¡Por Dios!
—Por Él, yo te pido
que no me dejes sin cielo.
Corta sábanas de holanda;
borda pañales de céfiro;
aprende nanas azules
y planta naranjos nuevos...,
y cuando me hayas parido
como a un torito pequeño,
abre puertas y ventanas,
que me contemplen durmiendo
lo mismo que un patriarca
en el valle de tus pechos...
La voz se apagó en la sangre;
la cara de Sacramento
parece como de barro
de oscura que se le ha puesto,
y con sus manos sin pulso
se toca el vientre moreno...
¡Ay qué monte de alegría!
¡Qué rosal al descubierto!
¡Qué luna bajo la falda!
¡Qué lirio de tallo inquieto!
—¡Yo te juro, amor —mi niño—,
por mis vivos y mis muertos,
que te he de parir un día
sonámbula de contento,
aunque me escupan a una
todas las lenguas del pueblo!
SONETO
Bebiéndome la dulce primavera
me sorprendió la tarde junto al río
y pude contemplar a mi albedrío
el idilio del agua y la palmera.
Me zambullí desnudo en la pecera
buscando un corazón igual que el mío,
y no encontré ni un faro ni un navío
que me hiciera señales de bandera.
La noche iba saltando por la orilla
y puso en mi cabeza despeinada
el filo verde-azul de su cuchilla.
Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna,
quiso el viento mandarle a mi jugada
el blanco salvavidas de la luna.
DUDA
¿Por qué tienes ojeras esta tarde?
¿Dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?
Tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.
¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿Qué azul de vena o mapa te condena
al látigo de miel de mi castigo?
¿Y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?
CUATRO SONETOS DE AMOR
I
Decir "te quiero" con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener ser, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.
Un beso así no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.
Que cariño es más potro que cordero,
más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva...
Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.
II
Me avisaron a tiempo: ten cuidado,
mira que miente más que parpadea,
que no le va a tu modo su ralea,
que es de lo peorcito del mercado.
Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea
y después no te arriendo la tarea
de borrar el presente y el pasado.
Pero yo me perdí por tus jardines
dejando que ladraran los mastines,
y ya bajo la zarpa de tus besos
me colgué de tu boca con locura
sin miedo de morir en la aventura,
y me caló tu amor hasta los huesos.
III
Otro domingo más sin tu mirada,
dejándome morir junto a la gente
que pasa y que traspasa indiferente
a mi canción de amor desesperada.
Una yegua de celos colorada
corre llena de furia por mi frente
y galopa de oriente hasta occidente
en busca de tu falsa coartada...
Porque yo sé de más que en esta hora
hay alguien que los labios te devora
y comparte la cepas de tu vino.
Mas, como de perderte tengo miedo,
no ahondo en la maraña de tu enredo
y comulgo con ruedas de molino.
IV
Peso poco en tu vida, casi nada,
como un leve rumor, como una brisa,
como un sorbo de fresca limonada
bebido sin calor y a toda prisa.
No adelanto el compás de tu pisada,
ni distraigo la salve de tu misa,
y en tu frente de nardo desvelado
no llego ni a recuerdo ni a sonrisa.
Y en cambio tú eres todo, mi locura,
mi monte, mi canción, mi mar templado,
el pulso de mi sangre, la llanura
donde duermo sin sueño ni pecado,
y el andamio en que apoyo con ternura
este amor que nació ya fracasado.
BALADILLA DE LOS TRES PUÑALES
He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
El primero, indiferencia,
sonrisa que va y que viene
y que se adentra en la carne
como una rosa de nieve.
El segundo, de traición;
mi espalda ya lo presiente,
dejando sin primavera
un árbol de venas verdes.
Y el último acero frío,
por si valentía tienes
y me dejas, cara a cara,
amor, de cuerpo presente.
He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
AUTO DE FE
Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...
¡Ocho años de vida apasionada!
Mi corazón ardía
en medio de las llamas,
rodeado de fechas,
¡cenizas de mi alma!
Los abrazos crujían,
los besos se quejaban,
y los dulces "¡te quiero!"
de tinta y de esperanza,
en una pirüeta
de fuego, se rizaban.
Como una serpentina,
tu nombre se alargaba,
y era un puente la firma
sobre un río de brasas
que, silenciosamente,
sin voz, se desplomaba.
Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...
¡Ocho años de vida apasionada!
ENCUENTRO
Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera
y yo te di las sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
CENTINELA DE AMOR
Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.
Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!
Un día me dijiste: —No te quiero...
y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.
La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.
NECESITO DE TI
Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.
Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.
Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.
Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.
MUERTO DE AMOR
No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.
Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.
Y hoy que es Corpus, Señor, he paseado
mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.
La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padrenuestro.
LLUVIA
a Conchita Herrera
¡Te quiero!, me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.
(En la ventana oscura
la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).
—¿Me querrás tú lo mismo?
Y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.
(La lluvia proseguía
llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).
—¡Para toda la vida!,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.
(La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).
Después, casi llorando,
yo te dije: ¡Te quiero!
Y me quedé mirando
tus pupilas de acero.
—¡Para toda la vida!
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.
(En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).
(año 1930)
NOVIO
Novio, novio mío,
siempre novio.
Hace que somos los dos
seis años unos del otro.
Tu boca miel de la mía,
tus ojos luz de mis ojos.
Novio, novio mío,
siempre novio.
Por el jardín los dos juntos,
bajo el laurel los dos solos,
y en nuestro amor embebidos,
pendientes uno del otro.
Saben lo que me preguntas
y saben qué te respondo.
Saben que por más que sepan,
saben de los dos bien poco.
Nadie comprende lo nuestro,
es algo maravilloso.
Nadie nos pregunta nada
porque ya lo saben todo.
Novio, novio mío,
siempre novio.
Por la tarde los dos juntos
por la noche los dos solos,
por la mañana cogidos
del brazo el uno del otro.
No nos casaremos nunca,
y siempre seremos novios.
SOLTERA
Mi prima Matilde
es guapa y soltera.
Patio de mosaicos,
zaguán y cancela
y en medio del patio
una fuente muerta.
Mi prima Matilde,
cuando va a la feria
se pone claveles
y mantilla negra,
y sobre los ojos...
una pena... pena.
Sevilla se ríe
entre las macetas
y dice burlona:
¡Soltera, soltera!
Abanico negro
que el rubor la vela;
rosario que llora
en sus manos quietas
y un ("¡Señor, no quiero
quedarme soltera!").
En misa de una
de la Magdalena,
las torres, el río,
las calles, las rejas,
dicen a su paso:
"tan guapa y... ¡qué pena!".
Un hombre, el primero,
llamó a su cancela
y al mes de noviazgo
la calle desierta;
un leve pañuelo
dejado en la reja,
pedazos de cartas
de picuda letra
llevaba y traía
el viento en la acera
diciendo con burla:
¡Soltera! ¡Soltera!
Después... aquel primo
que bailó con ella
una vez, y luego
murió allá en la guerra
dejándola un luto
de magnolias muertas.
En el gran biombo
de mi tía Regla
pájaros y flores
con burla comentan:
"Señora, esta niña
se queda soltera".
Luego... el extranjero
que vino a las fiestas
con lentes de oro
y rubias guedejas
y un idioma dulce
como de ciruela,
que habló de casarse...
y se fue a su tierra.
Después vino un suave
profesor de orquesta;
más tarde, un delgado
maestro de escuela;
mas ninguno de ellos
duró en su cancela.
Cada año que pasa
mi prima se queda
compuesta y sin novio,
¡Cirio de Cuaresma!
Sevilla murmura:
"Soltera..., soltera".
BALADA DE LA PLAZA DEL MUSEO
I
En la plaza del Museo,
con tus ojos me encontré.
(¡Ay, Sevilla de torres altas!
¡Ay, Sevilla, verde laurel!)
Amor, tú no me miraste,
que fui yo quien te miré,
y vi dentro de tus ojos
una rosa y un clavel.
(¡Ay, Sevilla de copla y beso!
¡Ay, Sevilla de anochecer!)
Ni una palabra me hablaste,
ni una palabra te hablé,
y fuimos juntos, muy juntos,
por calles de sombra y miel.
¡Ay, Sevilla, magnolia y cielo
¡Ay, Sevilla, suspiro en pie.
II
He pasado doce años
sin acordarme de ti.
(¡Ay, Sevilla balcón y luna!
¡Ay, Sevilla y Guadalquivir!)
Hoy, de nuevo, en el Museo,
amor, con tus ojos di;
pero ya no son los mismos
que yo quise para mí.
¡Ay, Sevilla, veleta y tapia
¡Ay, Sevilla, canción de abril!
Son más grandes y más negros
más dulces por el sufrir,
más tristes y más brillantes;
pero no los que yo vi.
(¡Ay, Sevilla de nardo y torre
Ay, Sevilla y Guadalquivir!)
PARA TODA LA VIDA...
¿Me quieres, amor, me quieres?
¡Sí, para toda la vida!...
y era yo quien preguntaba,
siempre soñando una espina,
siempre rondando una duda,
siempre imaginando heridas.
"¿Me quieres, amor, me quieres?"
¡Sí, para toda la vida!...
Tardes, madrugadas, noches,
mañanas y mediodías;
en el balcón, en la calle,
en el sueño, en la vigilia,
siempre, siempre preguntando,
corazón, si me querías,
y de pronto, no sé cómo,
sin una razón precisa,
mi voz amarga y cansada
se fue quedando dormida,
y cayó sobre mi alma
una lluvia dulce y fina
que se fue cristalizando
en nieve delgada y fría.
y ya no pregunté más,
corazón, si me querías.
Ahora, eres tú quien se queja,
quien pregunta y quien suspira
¿Me quieres, amor, me quieres?,
me dices con voz dolida...
y yo, de la misma forma
con que tú me respondías,
escondiendo la verdad
debajo de la mentira,
te digo ausente y lejano:
—¡Sí, para toda la vida!...
ROMANCILLO DE LA PLAZA MAYOR
La mendiga pedía
en la plaza mayor,
muy vestida de negro,
con un llanto en la voz.
Era una viejecita
de cuento y de dolor;
los niños la miraban
sentadita en el sol
y decían a coro:
—Perdone usted, por Dios.
Pasaban las muchachas
entre risas y flor,
entre lazos y sueños,
entre novio y canción
y decían al verla:
—Perdone usted, por Dios.
Pasaban los soldados
con un son de tambor,
muy vestidos de gala
con espuelas y ros,
y decían alegres:
—Perdone usted, por Dios.
Señoras de abanico,
señores con reloj,
pasaban y pasaban
por la plaza mayor,
diciendo entre remilgos:
—Perdone usted, por Dios.
Con un libro en la mano
también pasaba yo,
una tarde tras otra
deshojando un amor,
pero no le decía:
—Perdone usted, por Dios.
Le daba unas monedas
pensando con temor:
"Ay, si fuese mi madre
—¡no lo quiera el Señor!quien pidiera en la plaza,
sentadita en el sol,
y todos le dijesen:
—¡Perdone usted, por Dios!"
LUTO
Yo llevo luto por ti
y no me visto de negro.
Tengo el corazón colgado
de paños de terciopelo,
y una camelia de sombra
se me deshoja en el cuello.
Al reloj de nuestras citas
se le cayó el minutero
a las doce menos cuarto
de una noche de Año Nuevo.
¿Qué brazo enlaza tu talle?
¿Qué labio busca tu beso?
¿En qué parque sin jazmines
se deshoja tu secreto?...
Yo llevo luto por ti
y no me visto de negro.
MIEDO
Dentro de un miedo amarillo
espero tu puñalada;
¡mátame con una espada
si no puedes con cuchillo!
Ya me he quitado el anillo
y he firmado el testamento;
ya me he vestido de viento
con dos lunas al costado,
y te espero amortajado,
firme, seguro y contento,
a que cortes este aliento
que sólo de ti ha alentado.
A LA LIMA Y AL LIMÓN
León y Quiroga
I
La vecinita de enfrente no, no,
no tiene los ojos grandes,
ni tiene el talle de espiga, no, no,
ni son su labios de sangre.
Nadie se acerca a su reja...
nadie llama en sus cristales...
que sólo el viento de noche
es quien le ronda la calle.
Y los niños cantan
a la rueda, rueda,
esta triste copla
que el viento le lleva.
(ESTRIBILLO)
A la lima y al limón,
tú no tienes quien te quiera.
A la lima y al limón
te vas a quedar soltera.
¡Qué penita y que dolor!
¡Qué penita y que dolor!
La vecinita de enfrente
soltera se quedó,
solterita se quedó.
¡A la lima y al limón!
II
La vecinita de enfrente, no, no,
nunca pierde la esperanza.
Y espera de noche y día, sí, sí,
aquel amor que no pasa.
Se han casado sus amigas,
se han casado sus hermanas
y ella compuesta y sin novio
se ha quedado en la ventana.
Y otros niños cantan
a la rueda, rueda,
el mismo estribillo
que el viento se lleva.
(AL ESTRIBILLO)
III
La vecinita de enfrente sí, sí,
a los treinta se ha casado,
con un señor de cincuenta, sí, sí,
que dicen que es magistrado.
Lo luce por los paseos,
lo luce por los teatros
y va siempre por la calle
cogidita de su brazo.
Y con ironía
siempre tararea
el viejo estribillo
de la rueda, rueda.
NUEVO ESTRIBILLO
A la lima y al limón,
que ya tengo quien me quiera.
A la lima y al limón,
que no me quedé soltera.
Ya mi pena se acabó.
Ya mi pena se acabó,
que un hombre llamó a mi puerta
y le di mi corazón,
y conmigo se casó.
¡A la lima y al limón!
A TU VERA
(bolero flamenco)
Rafael de León y Juan Solano
A tu vera, a tu vera,
siempre a la verita tuya
hasta que por ti me muera.
Que no mirase tus ojos,
que no llamase a tu puerta,
que no pisase de noche
las piedras de tu calleja.
A tu vera,
siempre a la verita tuya,
siempre a la verita tuya
hasta que por ti me muera.
Mira que dicen y dicen,
mira que la tarde aquella,
mira que si fue y si .vino
de su casa a la Alameda.
y así mirando y mirando
así empezó mi ceguera,
así empezó mi ceguera.
A tu vera,
siempre a la verita tuya,
siempre a la verita tuya
hasta que de amor muera.
Que no bebiese en tu pozo,
que no jurase en la reja,
que no mirase contigo
las lunas de primavera.
A tu vera,
siempre a la verita tuya,
siempre a la verita tuya
hasta que por ti me muera.
Ya pueden clavar puñales,
ya pueden cruzar tijeras,
ya pueden cubrir con sal
los ladrillos de tu puerta.
Ayer, hoy, mañana y siempre
eternamente a tu vera,
eternamente a tu vera.
A tu vera,
siempre a la verita tuya,
siempre a la verita tuya.
COMO UNA HERMANA
Quintero, León y Quiroga
Si no te dije te quiero
y no he rondao tus balcones,
a qué me vienes ahora
llorando por los rincones.
Más de cuatro veces
te he dicho, serrana,
que yo solamente podría quererte
igual que a una hermana.
Te debe de dar alegría
saber que te estoy queriendo
como una hermanita mía.
Carita de magdalena,
medallita de marfil
a mí me da mucha pena
de que tú llores por mí,
alégrate, dolorosa,
y alégrate, con razón,
que a mí me gustan tus rosas
pero no las de pasión.
¿Por qué si nunca te hablé
de amores ni casamiento
le vas diciendo a la gente
que falto a mi juramento?
Nunca se han juntado
tu boca y la mía,
lo mismo que nunca
te he dicho, serrana,
que yo te quería.
Yo no te he jurao en vano,
tú y yo nos quisimos siempre
lo mismo que dos hermanos.
Carita de magdalena, ... (etc.)
CONSEJOS (canción)
Rafael de León y Muñoz Molleda
I
Consejos en amores
nunca los sigas,
nunca los sigas.
Sobre todo si vienen
de tus amigas,
de tus amigas.
¡Ah, ah, ah, ah!
Si estás casada y celas
a tu marido,
no tomes el consejo
de otra mujer,
porque seguramente
esa que te ha advertido
con lo que a ti te pasa
tiene que ver.
II
Ten un novio seguro
y un pretendiente,
y un pretendiente,
y pasarás la vida
tan ricamente,
tan ricamente.
¡Ah, ah, ah, ah!
Que la mujer discreta
que es entendida
a dos hombres en suerte
siempre tendrá.
Si una vela se apaga
otra queda encendida
y así nunca soltera se quedará.
III
Cuando un hombre te diga:
"yo soy soltero",
"yo soy soltero",
piensa que está casado
y es forastero,
y es forastero.
¡Ah, ah, ah, ah!
Si dice que es viudo
y habla de hijos
de ninguna manera lo creerás;
has de hacer con los hombres
como en los acertijos:
pensar mal casi siempre y acertarás.
COPLAS DE LUIS CANDELAS
Letra: Rafael de León
Música: Manuel Quiroga (pasodoble)
I
Decidle al señor Alcaide,
decidle al Corregidor,
que yo por Luis Candelas
me estoy muriendo de amor...
Decidle que es un canalla,
decidle que es un ladrón,
y que he dejado que robe
con gusto mi corazón.
Que corra de boca en boca
esta copla que yo canto
como si estuviera loca:
(estribillo)
Debajo de la capa de Luis Candelas
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para perderte
y yo te busco sólo para quererte.
Que la calle en que vivo está desierta
y de noche y de día mi puerta abierta.
Que estoy en vela,
que estoy en vela
para ver si me roba,
¡ay!, Luis Candelas...
II
Anoche una diligencia,
ayer el palacio real,
mañana quizá las joyas
de alguna casa ducal...
Y siempre roba que roba,
y yo por él siempre igual,
queriéndolo un día mucho
y al día siguiente más.
Y no importa que la gente
mi canción, que va en el viento,
traiga y lleve maldiciente.
(al estribillo)
y FIN
DIME QUE ME QUIERES
Si tú me pidieras que fuera descalza,
pidiendo limosna descalza yo iría.
Si tú me pidieras que abriera mis venas
un río de sangre me salpicaría.
Si tú me pidieras que al fuego me echase,
igual que madera me consumiría.
Que yo soy tu esclava y tú el absoluto
señor de mi cuerpo, mi sangre y mi vida.
Y a cambio de eso, que bien poco es
oye lo que quiero decirte a ti:
Dime que me quieres, dímelo por Dios.
Aunque no lo sientas, aunque sea mentira,
pero dímelo.
Dímelo bajito,
te será más fácil decírmelo así.
Y el te quiero tuyo será pa' mis penas,
lo mismo que lluvia de mayo y abril.
Ten misericordia de mi corazón.
Dime que me quieres.
Dime que me quieres, dímelo por Dios.
Si no me mirasen tus ojos de almendra,
el pulso en las sienes se me pararía.
Si no me besasen tus labios de trigo,
la flor de mi boca se deshojaría.
Si no me abrazaran tus brazos morenos,
pa siempre los míos, en cruz quedarían.
Y si me dijeras que ya no me quieres
no sé la locura que cometería.
Y es que únicamente yo vivo por ti.
Que me das la muerte o me haces vivir.
Dime que me quieres, dímelo por Dios.
Aunque no lo sientas, aunque sea mentira,
pero dímelo.
Dímelo bajito,
te será más fácil decírmelo así.
Y el te quiero tuyo será pa' mis penas,
lo mismo que lluvia de mayo y abril.
Ten misericordia de mi corazón.
Dime que me quieres.
Dime que me quieres, dímelo por Dios.
GARLOCHÍ*
Letra: Rafael de León
Música: Juan Solano
Vas contándole a la gente
que te mueres tú por mí
no te mueras de repente
que me pones a morir.
Vas largando a lo vecinos
que si vine o si fui...,
hay que ver lo torbellino
que tú formas con la muí.
Garlochí,
la vía que me pidieras,
garlochí,
la vía que yo te diera,
garlochí
me robas mi garlochí, mi garlochi.
Garlochí,
por ti pierdo yo el sentío,
garlochí,
te quiero cariño mío,
garlochi,
¡ay! garlo.. mi garlochí.
Ven y espérame,
ven junto a mí
y te daré, mi garlochí:
¡pan tostaito migaito con café!
¡pan tostaito migaito con café!
Tu cariño me encandila
y ya dicen por ahí
que queriendo se me alila
pues te quiero sólo a ti.
No me importa que lo cuentes
porque dicen la verdad,
si algún día te arrepientes
ya remedio no tendrá.
Garlochí......
* = corazón, en lenguaje gitano.
ROCÍO
Con sombrero negro y chaqueta corta
en las brujas horas del anochecer
por mi calle abajo pasaba un mocito
de quien sin saberlo yo me enamoré.
Un domingo claro que abril sonreía
se paró en mi reja gallardo y juncal
y me dijo alegre: “Con usted, mi vía,
unas palabritas tengo yo que hablar”.
Hablamos de muchas cosas
que el viento se las llevó
tan solamente una copla
en mi alma se quedó:
— estribillo —
Rocío, ay mi Rocío,
manojito de claveles,
capullito florecío,
de pensar en tus quereles
voy a perder el sentío
porque te quiero mi vía
como nadie te ha querío.
Rocío, ay mi Rocío.
Se alejó el mocito de la vera mía;
fue mentira todo lo que me juró
y mis ojos lloran tras la celosía
por aquel cariño que se marchitó.
Ayer por la tarde hablando al oído
con otra del brazo le he visto pasar
me ha vuelto la cara, no se ha conmovido,
pero estoy segura que me vio llorar.
A pesar de su desprecio
yo no le puedo olvidar;
me acuerdo de aquella copla
que un día le oí cantar:
— estribillo —
Rocío, ay mi Rocío,
manojito de claveles,
capullito florecío,
de pensar en tus quereles
voy a perder el sentío
porque te quiero mi vía
como nadie te ha querío.
Rocío, ay mi Rocío.
LA NIÑA DE LA ESTACIÓN
Letra: Rafael de León
Música: Quiroga (canción cómica)
I
Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando un amor se pira,
¿sabes tú dónde va?
Bajaba todos los días
de su casa a la estación
con un libro entre las manos
de Bécquer o Campoamor.
Era delgada y morena,
era de cintura fina,
era más cursi que un guante
la señorita Adelina.
Y como ver pasar trenes
era toda su pasión,
en el pueblo la llamaban,
la Niña de la Estación.
ESTRIBILLO
¡Adiós, señor, buen viaje!
¡Adiós, que lo pase bien!
¡Recuerdos a la familia!
¡Al llegar escríbame!
¡Mándeme usté la sombrilla!
¡No olvide "La Ilustración"!
¡Y no olvide que me llaman
la Niña de la Estación!
II
Volverán las oscuras golondrinas
en mi balcón sus nidos a colgar,
pero aquel ambulante de correos,
aquel no volverá...
Descarriló el tren expreso
una mañana de abril
y aquel descarrilamiento
hizo a Adelina feliz.
Ella vendóle la frente
y lo cuidó como a un niño,
y él, que era guapo y valiente,
juróle eterno cariño.
Y luego cuando a la noche
volvió a partir en el tren,
con voz de carne membrillo
así le dijo al doncel...
ESTRIBILLO
Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a tu familia.
Al llegar escríbeme.
No te olvides del retrato,
mándame "La Ilustración"
y no olvides que te espera
la Niña de la Estación.
III
Mi carta que es feliz, pues va a buscaros,
cuenta os dará de la memoria mía.
Aquella mujer soy, que de esperaros,
se quedó en la estación helada y fría.
Pasaron meses y meses
y aquel galán no volvió
y Adelina se ha casado
con el jefe de estación.
Pero con tan mala suerte
que a los dos días del hecho
murió su pobre marido
de dos anginas de pecho.
Y la pobre medio loca
creyéndose en la estación
cuando ya se lo llevaban
así al fiambre cantó:
ESTRIBILLO
Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a la familia.
Al llegar escríbeme.
No te olvides del retrato,
mándame "La Ilustración"
y no tardes amor mío
que hace frío en la estación.
MADRINA
Q-L & Q (pasodoble)
Rondabas por mi dehesa
y un día dijiste llegando a mi altura:
—Su buen corazón, condesa,
hará que muy pronto yo sea figura.
Y ordené a mis mayorales
conmovida por tu voz:
—Apartarle dos erales
que a este lo apadrino yo.
Subistes a los carteles
en un momento;
el brillo de tus caireles
son mi tormento.
— estribillo —
Madrina,
por fuera jardín de rosas
por dentro zarzal de espinas.
Madrina,
mi pena es de Dolorosa
mas nadie me lo adivina.
No saben de mi amargura
pues tu locura sólo es el toro
y a solas me bebo el llanto
de tanto y tanto como te adoro.
Madrina,
madrina sin un lucero,
madrina sin un "te quiero",
la gente no se imagina
que el hombre de mi corazón
me llame sólo "madrina".
Por culpa de una sonrisa
que echaste a unos ojos
que había en barrera
un toro de mi divisa
sembró de amapolas tu estampa torera.
—Si se salva padre mío
en silencio seguiré,
yo en tus manos lo confío
eres tú el del Gran Poder.
De nuevo por las arenas viste de luces
y yo mi caudal de pena lloro entre cruces.
— estribillo —
Madrina,
por fuera jardín de rosas
por dentro zarzal de espinas.
Madrina,
mi pena es de Dolorosa
mas nadie me lo adivina.
No saben de mi amargura
pues tu locura sólo es el toro
y a solas me bebo el llanto
de tanto y tanto como te adoro.
Madrina,
madrina sin un lucero,
madrina sin un te quiero,
la gente no se imagina
que el hombre de mi corazón
me llame sólo "madrina".
NO ME QUIERAS TANTO
Letra: Rafael de León,
Música: Manuel Quiroga (zambra—canción)
I
Yo tenía veinte años
y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noches
y en las suyas madrugás.
Antes que yo lo pensara
mi gusto estaba cumplió;
ná me fartaba con él.
Me quería con locura,
con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía
como un pordiosero,
y yo le clavaba,
sin ver que sufría,
cuchillos de acero.
— estribillo —
¡No me quieras tanto
ni llores por mí!
No vale la pena
que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte
lo mismo que tú,
ni pasar la vida
pendiente y esclava
de esa esclavitú.
¡No te pongas triste,
sécate ese llanto!
Hay que estar alegre,
mírame y aprende:
¡No me quieras tanto...!
II
Con los años y la vía
ha cambiao mi queré
y ahora busco de sus labios
lo que entonces desprecié.
Cegaíta de cariño
yo le ruego que me ampare,
que me tenga cariá.
Se lo pido de rodillas
por la gloria de su mare
y no me sirve de ná.
Como una mendiga
estoy a su puerta
y con mis palabras
mi pena castiga
dejándome muerta.
— al estribillo —
¡No me quieras tanto
ni llores por mí!
No vale la pena
que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte
lo mismo que tú,
ni pasar la vida
pendiente y esclava
de esa esclavitú.
¡No te pongas triste,
sécate ese llanto!
Hay que estar alegre,
mírame y aprende:
¡No me quieras tanto...!
— estribillo final —
De tó lo der mundo sería capaz,
con tal que el cariño que tú me tuviste
volviera a empezar.
Por lo que más quieras
sécame este llanto
maldigo la hora
en que yo te dije:
"¡No me quieras tanto!"
ROMANCE DE LA "OTRA"
Letra: León, Quintero
Música: Quiroga (Farruca)
I
¿Por qué se viste de negro, —¡ay, de negro!—,
si no se le ha muerto nadie?
¿Porqué está siempre encerrada, —¡ay, por qué!—.
como la que está en la cárcel?
¿Por qué no tiene familia,
ni perrito que le ladre,
ni flores que la diviertan,
ni risas que la acompañen?
Del porqué de este porqué
la gente quiere enterarse.
Cuatro suspiros responden
y no los entiende nadie. (bis)
ESTRIBILLO
Yo soy la otra, la otra,
y a nada tengo derecho,
porque no tengo un anillo
con una fecha por dentro.
No tengo ley que me ampare
ni puerta donde llamar,
y me alimento a escondías
con tus besos y tu pan.
Con tal que vivas tranquilo,
¡qué importa que yo me muera!
Te quiero, siendo... ¡la otra!,
como la que más te quiera.
II
¿Por qué no fueron tus labios, —¡ay, tus labios! —,
que fueron las malas lenguas,
las que una noche vinieron, —¡ay, por qué!—,
a leerme la sentensia?
El nombre que te ofrecía
ya no es tuyo, compañera;
de azahares y velo blanco
se viste la que lo lleva.
Como fue tu voluntad
mi boca no te dio queja,
cumple con lo que has firmao,
que yo no valgo la pena. (bis)
ESTRIBILLO y fin
SILENCIO CARIÑO MÍO
Un torito de locura va corriendo por mis venas
el torito de Miura de un querer que me envenena,
yo no sé si darle muerte, Virgen morena del Maletillo
o quedarme con mi suerte y que me claven siete cuchillos.
Y sin juez ni tribunales a morir yo me sentencio
con mis duquitas mortales en una cruz de silencio.
Silencio cariño mío no te escapes de mi boca,
escóndete en mi sentido aunque yo me vuelva loca.
Silencio para el "te quiero" de mi boca cuando cante,
silencio para el "me muero" por los ojos de mi amante.
Entierra tu ventolera en el monte del olvido
y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras
¡silencio cariño mío!
Yo sé bien que tú me tienes en los ojos noche y día
yo te llevo entre las sienes pa' los restos de la vida
voy bordando en seda fina un pañuelito de mil colores
con tu nombre en cada esquina como si fueran ramos de flores.
Y por no causar un daño a morir yo me sentencio
y a verte como un extraño desde mi cruz de silencio.
Silencio cariño mío no te escapes de mi boca,
escóndete en mi sentido aunque yo me vuelva loca.
Silencio para el "te quiero" de mi boca cuando cante,
silencio para el "me muero" por los ojos de mi amante.
Entierra tu ventolera en el monte del olvido
y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras
¡silencio cariño mío!
Entierra tu ventolera en el monte del olvido
y por lo que tú más quieras, por too' lo que tú más quieras
¡silencio cariño mío!
TE LO JURO YO (canción)
(estribillo)
Mira que te llevo dentro de mi corazón
por la salusita de la mare mía te lo juro yo.
Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú
y que mis sacais si digo mentira se queden sin luz.
Por ti yo sería
capaz de matar;
por ti contaría
la arena del mar,
y que si te miento
me castigue Dios,
eso con la mano
sobre el evangelio
te lo juro yo.
Yo no me di cuenta
de que te tenía
hasta el mismo día
en que te perdí
y vi claramente
lo que te quería
cuando ya no había
remedio pa mí.
Llévame por calles
de hiel y amargura,
quiebra mi cintura
y hasta pégame,
y échame en los ojos
un puñao de arena,
mátame de pena,
pero quiéreme.
(estribillo — bis)
Mira que te llevo dentro de mi corazón
por la salusita de la mare mía te lo juro yo.
Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú
y que mis sacais si digo mentira se queden sin luz.
Por ti yo sería
capaz de matar;
por ti contaría
la arena del mar,
y que si te miento
me castigue Dios,
eso con la mano
sobre el evangelio
te lo juro yo.
(estribillo final)
Mira que p'a mí en el mundo no hay na más que tú
y que mis sacáis si digo mentira se queden sin luz.
TE QUIERO (canción)
Es Carmelilla la cigarrera
una mosita como no hay dos,
es morenita y es trianera
y tié en su cuerpo la gracia e Dios.
Los señoritos van a Triana
a ve cual de ellos la pué lograr,
pero con oro nadie la gana
porque es gitana de caliá;
tan sólo un mosito
que bien la camela
cantando bajito
le dice a Carmela:
(estribillo)
Te quiero,
porque tienes los ojitos
lo mismito que luceros,
te quiero,
que me sabes a canela
y me hueles a romero.
Carmela mía, qué guapa eres,
la más bonita de las mujeres;
tú te ríes de los hombres
y desprecias el dinero
y por eso yo te quiero.
Igual que Carmen la cigarrera
ya Carmelilla famosa es
porque en las plazas de España entera
se aplaude el arte de su Manuel.
El chavalillo que la quería
sus ambiciones ya consiguió
y es el torero de más valía
que en la Maestranza se consagró.
Y anoche en Santa Ana
los dos se han casao
y así a su gitana
Manuel le ha cantao:
(estribillo)
Te quiero,
porque tienes los sacais
lo mismito que luceros,
te quiero,
que me sabes a canela
y me hueles a romero.
Carmela mía, qué guapa eres,
la más bonita de las mujeres;
tú te ríes de los hombres
y desprecias el dinero
y por eso yo te quiero.
TRECE DE MAYO
(canción)
Letra: Rafael de León
Música: Juan Solano
¡Ay, trece, trece de mayo,
cuando me encontré contigo!
¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo!
Y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido.
¡Bendita sea la mare,
la mare que te ha parío!
Que solita se quedó
para darme a mí un jacinto
que alegraba sus jardines
y era gloria para el mío.
(estribillo)
¿Quieres que vaya descalza?
Yo me iré por los caminos.
¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón, cometa,
y en tu mano está el ovillo;
que es mi sinrazón, campana,
y tu voluntad, sonido.
¡Ay, trece, trece de mayo,
cuando me encontré contigo!
Por tu queré, vida mía,
voy borracha de cariño.
Yo te quiero con el alba
y de noche junto al trigo.
Al atardecer te quiero
cuando se callan los niños,
madrugada, tarde y noche,
por los siglos de los siglos.
¡Ay, trece, trece de mayo,
lleno de amor y de olvido!
Por la sangre me corrió
un toro de escalofrío
que dejó mi alma clavada
en la plaza del suspiro.
UN CLAVEL
Letra: Rafael de León
Música: Juan Solano
Nadie sabe, nadie sabe,
aunque todos lo quieren saber
ni la clave, ni la llave
de mi cuándo, mi cómo y porqué.
Me gusta ser libre lo mismo que el viento
que mueve el olivo y riza la mar
meterme en la sombra de mi pensamiento
y luego de noche ponerme a cantar.
Un clavel, un rojo, rojo clavel, un clavel
a la orilla de mi boca
cuidé yo como una loca
poniendo mi vida en él,
y el clavel, al verte cariño mío
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel,
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel;
que está quemando,
que está quemando mi piel.
Negro pelo, negro pelo
que trasmina a menta y limón;
negro ojos, negro celos
primo-hermano de mi corazón.
Me importa tres pitos que diga la gente
que voy y que vengo por el arenal,
que tengo gastadas las losas del puente
de tanto cruzarlo por la madrugá.
Y el clavel, al verte cariño mío,
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel
se ha puesto tan encendido
que está quemando mi piel
que está quemando
que está quemando mi piel.
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