Paraguay: nuevo gobierno pero viejos

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PARAGUAY
Paraguay: nuevo
gobierno pero viejos
problemas sin resolver
Foto: http://static4.avn.info.ve
Hace un poco más de un año, América Latina tuvo un nuevo golpe de Estado: en Paraguay, junio
de 2012, contra el ex presidente Fernando Lugo. Esto abrió un período de relativa inestabilidad
gubernamental que, en estos últimos meses, intentó cerrarse con la asunción de Horacio Cartes.
Sin embargo, detrás de estos acontecimientos, permanecen problemas que se ramifican con las
características estructurales e históricas que posee el país.
Alejandro M. Schneider
Historiador. Docente e investigador de la UBA y la UNLP.
Sin duda, para comprender el panorama de lo
que sucede en la actual nación mediterránea,
hay que retrotraerse a la sangrienta guerra de la
Triple Alianza o Triple Infamia, como la describió magistralmente Juan B. Alberdi. Este conflicto bélico, que opuso a la Argentina, Brasil
y Uruguay contra Paraguay entre 1865 y 1870,
tuvo entre sus principales objetivos suprimir el
singular modelo de crecimiento capitalista que
venía desarrollando el país agredido, así como
también resolver los problemas de construcción
de los Estados nacionales de Brasil y Argentina.
A partir de entonces, sobre el devastado territorio paraguayo, donde murieron más de un
millón de personas, se erigió la actual nación
guaraní con su estructura agraria concentrada
en pocas manos, derivando en una situación de
permanente miseria para la mayoría de la población. Este proceso debe ser enmarcado dentro
de las formas que adquirió el capitalismo paraguayo basado centralmente en un modelo exportador de bienes primarios. Además de sus
recurrentes crisis económicas, provenientes de
su vulnerabilidad comercial externa, durante el
siglo XX los trabajadores rurales y urbanos padecieron un nuevo conflicto bélico, en este caso con Bolivia (la Guerra del Chaco, 1932-1935)
junto con la instalación de reiteradas dictaduras
militares; entre otras, la más perdurable del continente, la de Alfredo Stroessner (1954-1989).
Bajo esa sangrienta tiranía, la estructura agraria comenzó a cambiar. En la década del setenta
se inició un proceso modernizador autoritario caracterizado por la instalación de nuevas
empresas agropecuarias capitalistas en consonancia con la descomposición de la tradicional
economía campesina en torno a la producción
de algodón para la exportación. La transición
democrática que se inició en 1989, controlada
por las FF.AA., el Partido Colorado y los grandes grupos empresariales, consolidó la transformación capitalista abierta con Stroessner.
Durante esos años Paraguay reorientó su economía alrededor de la producción exportadora
de soja transgénica y el aumento del comercio
de triangulación por Ciudad del Este. En ese
marco, los gobiernos colorados de Andrés Rodríguez, Juan C. Wasmosy y Raúl Cubas profundizaron las políticas económicas neoliberales
con una amplia apertura de los mercados y la
privatización de empresas públicas que había
comenzado a desarrollar el extinto dictador.
Todas estas medidas redundaron en provocar
un mayor índice de pobreza (especialmente, en
la población indígena), una suba en los niveles
de desempleo, un incremento en las ocupaciones de tierras por parte de los campesinos y un
constante flujo migratorio de población hacia
los países limítrofes.
A este deterioro en el panorama económico-social, se le sumó la inestabilidad política
reinante con los gobiernos de Luis González
(1999-2003) y Nicanor Duarte (2003-2008) que
derivaron en un hecho histórico: la derrota del
Partido Colorado, en el 2008, tras más de sesenta años en el poder. Fernando Lugo asumió la
presidencia integrando una coalición de partidos liberales y reformistas denominada Alianza
Patriótica para el Cambio.
IdZ
Diciembre
A pesar de cierta esperanza que generó dentro
de determinados sectores de la sociedad paraguaya y latinoamericana, el ex obispo no desarticuló a los grupos políticos y empresariales que
se enriquecieron y fortalecieron durante la dictadura stroessnista. Lejos de favorecer a aquellos sectores que lo habían apoyado, como el
movimiento campesino, prosiguió alentando al
monocultivo extensivo de la soja, desplazando
las comunidades campesinas, destruyendo sus
formas de producción e incrementando la cifra
de labriegos sin tierra. En este contexto, se produjo tanto un aumento en las ocupaciones de
tierra como un abierto rechazo a los forzados
desalojos. El golpe institucional que destituyó a
Lugo estuvo precedido por una brutal masacre
que se efectuó como consecuencia de un violento operativo policial de expulsión de campesinos
en una hacienda perteneciente al terrateniente
y ex senador colorado Blas Riquelme, en Colonia Ybyrá Pytâ, en junio de 2012.
A pesar de que el mandatario permitió la represión, con heridos torturados y menores detenidos durante los procedimientos policiales,
las fuerzas tradicionales que gobernaron históricamente el país decidieron destituirlo por vía
de un juicio político cuasi sumario, en el Parlamento. En su reemplazo asumió el vicepresidente Federico Franco del Partido Liberal
Radical Auténtico (PLRA), agrupación política
que había permitido la llegada del ex obispo al
Poder Ejecutivo.
Los grupos de campesinos e indígenas que habían marchado a Asunción a protestar por la
masacre ocurrida la semana anterior, decidieron cambiar el eje de sus reclamos ante el juicio
político contra Lugo proclamando la defensa
del gobierno. Esto explica, en parte, los enfrentamientos que se produjeron frente al Congreso
con las fuerzas de seguridad tras darse a conocer la decisión parlamentaria de expulsar al religioso. Ante ello, Lugo pidió que la población
se desmovilice y que regrese a sus hogares. La
nula defensa de Lugo frente al ataque del Poder
Legislativo y su decisión de no convocar a una
movilización popular en resguardo de su mandato, fueron los dos últimos hechos que, en gran
parte, sintetizaron ese estilo de gobierno.
El regreso al neoliberalismo
de la mano de Cartes
En el pasado mes de agosto asumió el presidente Cartes, magnate terrateniente que dirige
cerca de treinta compañías tabacaleras, textiles,
sojeras y financieras. Su candidatura fue parte
de un acuerdo entre diferentes sectores empresariales extranjeros y paraguayos con el aval político del stroessnista Partido Colorado.
Desde el inicio de su gestión, el principal objetivo de gobierno fue fortalecer un sólido bloque
empresarial en torno a la agricultura para la exportación (en particular, soja) a la vez que intentar aumentar el comercio de bienes de consumo
importados del sudeste asiático para su posterior
venta a los países miembros del Mercosur. En
esa senda, comenzó una frenética búsqueda de
apoyo de diferentes empresarios regionales para
que realizasen inversiones (principalmente, en
áreas rurales) en donde el gobierno continuó garantizando un régimen fiscal caracterizado por
su escasa carga tributaria. En una reciente reunión con empresarios en la República Oriental
del Uruguay, el presidente exclamó una frase polémica y repudiable que sintetiza su pensamiento al respecto: “Ustedes saben lo que es vivir de
los vecinos. Hay que ponerse fácil. Paraguay tiene que ser esa mujer linda, tiene que ser un país
fácil”. Toda una síntesis filosófica sobre su concepción de los bienes estatales y lo que piensa
de las mujeres.
En ese contexto, Cartes ha tratado de recomponer los lazos políticos y comerciales con los tres
principales socios del Mercosur: Brasil, Uruguay
y Argentina, deteriorados tras el derrocamiento
de Lugo. En forma paralela, Cartes se acercó al
denominado bloque del Pacífico impulsado por
México, Colombia y Chile con el fin de atraer
nuevos mercados e inversiones. En todos los casos, el objetivo último del gobierno es el de tratar
de conseguir consorcios empresariales interesados en participar en el actual ciclo privatizador
que impulsa su gestión a través de la sanción de
la Ley de Participación Público-Privada. La norma busca dar en concesión ‒por treinta o cuarenta años‒ diversas empresas de transporte, energía
eléctrica, redes eléctricas, agua, rutas, ferrocarriles, puertos, navegación fluvial, aeropuertos,
escuelas, hospitales, centros de salud, penitenciarías, telecomunicaciones, infraestructura urbana (agua potable), producción, refinamiento
y comercialización de cemento e hidrocarburos.
Además, como parte de su política de estabilidad económica, y con la excusa de un
supuesto accionar del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), el Poder Ejecutivo modificó la ley
1337/99 de Defensa Nacional y Seguridad Interna, por la cual se autorizó el empleo de las
Fuerzas Armadas dentro del territorio. Como
consecuencia, a un mes de la asunción del mandato de Cartes, se militarizaron los departamentos de San Pedro, Concepción y Amambay en el
norte del país. En ese escenario, se prohibió la
creación de nuevas entidades sindicales, se reprimieron varias movilizaciones campesinas en
demanda de una reforma agraria, y se asesinaron a tres trabajadores rurales.
De manera clara, el nuevo gobierno busca criminalizar las medidas de fuerza. Expresión de
esto es que de cada diez sindicatos que buscan
organizarse, siete de ellos no logran hacerlo por
la negativa de los empresarios, que cuentan con
la colaboración de las autoridades de la cartera
laboral. Una situación similar de protestas sociales, durante este primer mes de gobierno, se
vivió en algunas ciudades. Desde hace varias semanas choferes de autobuses, trabajadores de
la salud y docentes protagonizaron numerosos
conflictos gremiales originados por despidos,
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demoras en el pago de salarios y bonificaciones,
falta de medicamentos e insumos en los centros
sanitarios, prohibición de constituir nuevas entidades sindicales, rechazo a las privatizaciones
de las empresas estatales, entre otros reclamos.
A esto hay que sumar la presencia de distintas
personas –beneficiarios de programas sociales establecidos en la presidencia de Lugo y de
campesinos sin tierras e indígenas– durmiendo
en las calles de Asunción reclamando alimentos y semillas. Dentro de estas manifestaciones,
sin duda una de las más impactantes fue la huelga general que mantuvieron los conductores de
micros en demanda de la reincorporación de
sus compañeros despedidos. En este caso, entre
las medidas realizadas para convocar la atención de la población se observó la crucifixión a
un madero de un grupo de huelguistas durante
cerca de tres semanas.
Más allá de estos reclamos puntuales, los mencionados enfrentamientos sociales remiten a
una situación histórica estructural que atraviesa Paraguay desde hace más de un siglo. Luego de creciendo a ritmo sostenido desde hace
una década, la pobreza se conserva en los mismos niveles que hace varios años. De acuerdo
con datos de la CEPAL, la pobreza alcanza a un
49 % de una población de 6,2 millones de habitantes, siendo el país con mayor pobreza extrema de la región con una tasa de 28 %. Una
de las principales causas de la pobreza en Paraguay es la dificultad para el acceso a la tierra.
Un 2 % de la población es dueña de alrededor
el 80 % de la tierra. La concentración de la tierra es uno de los factores que explican la amplia
brecha entre ricos y pobres, así como la falta de
oportunidades en el sector rural, donde se registra la mayor cantidad de indigentes en el país.
En este escenario, es importante observar que el
62 % de los 6,2 millones de personas que tiene
el territorio es menor de 30 años, y que tres de
cada cinco jóvenes de 15 a 29 años se encuentra
desocupado o subempleado, según datos difundidos por el Centro de Información y Recursos
para el Desarrollo (CIRD).
El gobierno de Cartes no va a traer beneficios
a las castigadas familias campesinas e indígenas
paraguayas que viven en la pobreza e indigencia. Aquellos que propiciaron la caída de Lugo y
que se favorecieron con el gobierno de Franco,
son los mismos grupos económicos y políticos
que se beneficiaron durante las últimas décadas
con el proceso de concentración de la tierra. En
otras palabras, son los mismos sectores que, respaldados por los principales partidos (el Partido
Colorado y el Partido Liberal Radical Auténtico), continúan sosteniendo el poder real del vecino país sudamericano.
En ese sentido, no está de más reafirmar que
ningún gobierno de este tipo puede terminar con
los altos índices de pobreza y la desigual distribución de la propiedad existente en Paraguay; sólo
un gobierno obrero-campesino que luche por el
socialismo puede dar vuelta esta historia.
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