II Domingo de Adviento (ciclo C) Domingo 6 de diciembre de 2009

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II Domingo de Adviento (ciclo C) Domingo 6 de diciembre de 2009
Baruc 5, 1-9; Filipenses 1, 4-6.8-11; Lucas 3, 1-6
Evangelio
3; 1 El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba
la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y
Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2 bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió
su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. 3 Este comenzó entonces a
recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados, 4 como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. 5 Los valles serán rellenados, las
montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y
nivelados los caminos desparejos. 6 Entonces, todos los hombres verán la Salvación de
Dios.
Comentario
La autoridad de un desautorizado
El relato presenta las distintas autoridades históricas del tiempo del Señor, romanas y
religiosas, con precisión de nombres y lugares. Entre tantos personajes, aparece en escena,
alguien a quien Dios dirigió su palabra. Esta es una frase muy importante porque define
quien es Juan el Bautista, un profeta. Alguien a quien Dios hablo, para una misión concreta y
para un momento concreto. Es alguien a quien Dios dirigió su palabra y el la escuchó.
Juan, el precursor del Señor, el hijo de Zacarías, que había quedado mudo por su
incredulidad, comenzó ahora a hablar y a recorrer, a caminar. El hombre que estaba en el
desierto de la exigencia, del silencio, de la oración, de la prueba y la tentación, comienza a
anunciar un bautismo de conversión, un camino de purificación.
El profeta, como todos los profetas, y especialmente Juan, el último de los profetas,
tienen tres características importantes: es el que anuncia, el que denuncia y el que renuncia.
El que anuncia, la salvación, la conversión. Es la voz de Dios, que prepara la venida de
la Palabra de Dios, el mismo Señor. Es el grito de Dios, entre tanta complicidad y mudez. Grita
a las conciencias para que despierten, grita al corazón para que se arrepiente, grita a los ojos
para que vean, grita a los oídos para que escuchen, grita en definitiva a la toda la vida para que
se prepare y acerque a aquel que traerá la nueva vida y la verdadera esperanza
El que denuncia el pecado, el mal, la corrupción social, religiosa, moral, y cultural. El
que se purificó del pecado, puede hablar contra el pecado. Es el que advierte con firmeza que
hay que lavarse, no el cuerpo, sino el corazón, con la conversión a Dios y la contrición sincera.
Es el que va a señalar quien es el que quita el pecado del mundo. Juan va a marcar el pecado,
no lo va a quitar. Solo Dios puede perdonar los pecados. Solo Dios puede quitarlo: Este es el
que quita el pecado del mundo, dirá el mismo sobre Jesús, el Señor.
El que renuncia, a una vida holgada y placentera, optando por el camino de la
austeridad y el dominio de si, de la pobreza y la entrega, del servicio y la generosidad
Este hombre, si tiene autoridad, aunque a los ojos de su tiempo estaba como
desautorizado para hablar. Juan el Bautista, hoy San Juan Bautista, es una de las figuras del
adviento y nos invita a caminar con el, siguiendo sus pasos, para ayudarnos a preparar la
venida del Señor a nuestra vida.
Preparen el camino
El profeta Isaías, anuncio cerca de siete siglos antes, que vendría alguien que iba a
preparar el camino. Tarea nada fácil. Pero Dios preparo antes el camino en el corazón de un
joven. Este es Juan Bautista. Porque estaba preparado para esta misión, pudo preparar el
camino, conociendo el lugar y haciendo camino con el. Bajo distintas figuras nos habla de
allanar, rellenar, aplanar, enderezar y nivelar, no el camino material, sino el corazón sinuoso y
desparejo de la vida. Juan va a preparar el camino y va señalar a aquel que es el camino, la
verdad y la vida. Este es el grito del profeta de hoy, a esta sociedad, que tiene mucha
suciedad, a veces más de zoociedad, como mostrando lo animal e instintivo del hombre, que
tiene bastante de saciedad, o consumo incontrolable; a esta sociedad, que estamos llamados
a amar, y evangelizar, es la que tiene llegar el mensaje, sin desesperanza, aunque se grite en
el desierto, porque siempre aparecen oasis de vida y de fecundidad por la fuerza del mensaje.
El grito del profeta no es el grito del loco, o desaforado, sino el grito de Dios que se encarna en
nosotros, como una campanada para llamarlos a la conversión, a la vuelta a Dios, a los valores
cristianos, a la Iglesia, a la oración, a la gracia y a la reconciliación.
La Salvación de Dios
Si esta es la cara de los salvados, no creo en esa salvación, decía despectivamente
el filósofo Alemán Nietzsche, quedándose y juzgando a algunos cristianos de su tiempo, pero
perdiéndose la verdadera alegría del cristianismo. Pero también puede ser un fuerte llamado de
atención para todos nosotros. La salvación viene de Dios. No solo el nombre de Jesús, que
significa Yahvé salva, es el Salvador, sino que es la Salvación, la plenitud de los bienes
mesiánicos que anunciaron los profetas. La Salvación que comenzó con su venida a este
mundo, y se prolonga en la Iglesia, signo e instrumento de la salvación de Dios, será plena y
definitiva al final de los tiempos, cuando el Señor Reine, lleno de gloria y poder, en su segunda
venida. En este tiempo de Adviento, nosotros clamamos; Ven Señor Jesús, como una oración
de petición, pero también como un grito de esperanza, donde otros se presentan como
salvadores mesiánicos de prosperidad y progreso, con falsas propuestas y recetas.
La salvación viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra, canta el salmista. En este
tiempo de adviento, de espera, de paciencia activa, de trabajo por construir la paz, somos
invitados a ser humildes servidores de la gracia de la salvación. Este es un tiempo de gracia y
salvación para tantos que están alejados y enfriados en la fe. Por eso el adviento es un tiempo
teologal, donde se activan la fe, la esperanza y la caridad. Es un tiempo fuerte, para hacernos
fuertes y para transmitir la fuerza de Dios. Fuerte no es ser duro. No confundir firmeza con
dureza decía una vez un Obispo. Por nosotros y por nuestra salvación se hizo hombre,
reza el Credo Niceno. Y esto si que es verdad.
Los obispos argentinos tienen una breve reflexión que dejo, como corolario de este
comentario que puede servirnos para madurar nuestra espiritualidad del Adviento. Dicen en el
último documento: Somos hermanos, queremos ser Nación:
En este tiempo, sin embargo, percibimos un clima social alejado de esas sanas aspiraciones de
nuestro pueblo. La violencia verbal y física en el trato político y entre los diversos actores
sociales, la falta de respeto a las personas e instituciones, el crecimiento de la conflictividad
social, la descalificación de quienes piensan distinto, limitando así la libertad de expresión, son
actitudes que debilitan fuertemente la paz y el tejido social… no hemos tenido suficientemente
en cuenta a Dios como Creador y Padre, fundamento de verdadera fraternidad y de toda razón
y justicia. Sin Dios estamos como huérfanos y la sombra del desamparo se expande sobre los
que están a la intemperie social.
Hasta el próximo comentario, si Dios quiere.
Padre Luis Alberto Boccia
Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario
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