Pablo, apóstol de Jesús, el Cristo, por designio y llamamiento de Dios

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Pablo, apóstol de Jesús, el Cristo, por designio y llamamiento de
Dios
P. Alberto Eronti
La noticia dice simplemente que, "el próximo día 28 de junio a las 17,30 hs, el Papa
Benedicto XVI presidirá las Primeras Vísperas de la Solemnidad de San Pedro y San
Pablo, en la Basílica de San Pablo Extramuros", en Roma". ¿Qué tiene de
particular este anuncio? En sí mismo nada, ya que es común para esta Solemnidad,
que los Papas tengan gestos hacia el "apóstol de los gentiles". Sin embargo el Papa
proclamará en esa tarde el inicio del "Año Paulino" con motivo de los 2.000 años
del nacimiento de quien llevara el Evangelio "hasta los confines".
Recordando expresiones del Padre Kentenich sobre San Pablo, de quien habló en
numerosas oportunidades, hay una particularmente iluminadora: "…San Pablo fue
elegido en el seno de su madre para anunciar al mundo el misterio de Cristo". Si
tomamos las cartas atribuidas a San Pablo en el Nuevo testamento y leemos los
primeros renglones de cada una de ellas, constataremos que la expresión que acabo de
citar toca el núcleo de lo que vivió y sintió el Apóstol en su seguimiento de Cristo.
Todas la cartas comienzan con una alusión al Mesías (Cristo), siendo el inicio de la
Carta a los Romanos la síntesis más lograda: "Pablo, servidor de Cristo Jesús, apóstol
por llamamiento divino, escogido para anunciar la buena noticia de Dios".
Su conciencia de elección y de pertenencia a Cristo
Lo impactante de San Pablo es su conciencia de elección y de pertenencia a Cristo. En
él se refleja lo propio y esencial del llamado a ser discípulo del Hijo de Dios hecho
hombre. No hay dudas de que Pablo poseía un temperamento apasionado, siguió y
sirvió a Cristo, y vivió para él con absoluto radicalismo. Tal es así que escribirá a la
Iglesia de Galacia: "… ya no vivo yo, vive en mí Cristo; y mi vivir humano de ahora es
un vivir en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí" (Gal.2,20) En un
mundo pagano fue capaz de vivir a Cristo y de anunciarlo con su vida y su palabra. Para
marcar la grandeza de la fe que proponía, supo que tenía que buscar una coherencia total
entre su decir y hacer. Tampoco aquí muestra timidez al manifestar su decisión más
íntima y personal frente al mundo y lo que éste le ofrece. No muestra desprecio por el
mundo sino un aprecio total por Aquel que le cambió la vida y se la colmó de plenitud,
por lo que dirá a la Iglesia de Filipos: "Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia,
lo tuve por pérdida comparado con Cristo; más aún cualquier cosa la tengo por
pérdida al lado de lo grande que es haber conocido a Cristo Jesús" (Fl.3,7-8)
¿Exagerado?, puede ser, pero hay momentos que sólo los "exagerados" en el amor, la
entrega y la lealtad, se constituyen en una luz para el mundo y en una opción de vida
para muchos.
Solo los que viven radicalmente sus convicciones, se destacan de la mediocridad
En un tiempo de indiferencia hacia el acontecimiento cristiano, en una época en la que
se produce un cambio secular de la civilización que ha generado un agresivo
neopaganismo, en un tiempo así solo los "que viven radicalmente sus convicciones, se
destacan de la mediocridad y el aburrimiento en que se ha sumido la masa humana".
Jesús había dicho a los suyos "vosotros sois la luz del mundo" (Mt.5,14), Pablo se
constituyó en luz, en luz de Cristo para muchos. Habló con pasión de Aquel que amaba
y al que le había dado su vida. Tanto amor puso en lo que hacía por y para Cristo, que el
hombre recio y batallador, arriesgado hasta la audacia, se constituyó en madre de
muchos al alumbrarlos para el Evangelio, tal como lo manifiesta de manera entrañable a
la vez que manifiesta la esencia misma del discipulado: "Hijos míos, otra vez me
causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros".
Con maravillosa libertad interior, propia de quién se sabe discípulo de Jesucristo, le dirá
a los que llevó al Evangelio que han de ser como él. No tiene problema alguno en
ponerse como modelo de discípulo de su Señor: "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de
Cristo"(1ª Cor.11,1) Conocedor de su mundo, sabía que abundaban las "ofertas"
engañosas para los que habían abrazado la fe, por eso entendía también que no basta con
hablar, hay que encarnar lo que se anuncia. Se trata de vivir de tal manera lo que se
anuncia que no queden dudas de cuál es el camino a seguir. "Hermanos, seguid todos mi
ejemplo y tended siempre delante a los que proceden según el modelo que tenéis en
nosotros" (Fl.3,17)
Pocos supieron anunciar con la practicidad del Pablo el mandato de Jesús, "Os doy un
mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amando" (Jn.13,34). En
su afán de que todos entendieran que el seguimiento de Jesús supone la novedad de ser
conocidos por el amor ("en esto conocerán los hombres que sois mis discípulos, en el
amor que os tengáis unos a otros" Jn.13,35 ) dará enseñanzas bellísimas y concretas a
las iglesias que fundara. A la comunidad de Corinto le dejará como testamento el
llamado "Himno al amor" (1ª Cor. 13,1-8), donde les enseña "un camino excepcional",
porque solo "el amor no falla nunca". A las Iglesia de Colosas les dirá que para amar
como Jesús nos manda hay que "despojarse" o quitarse el vestido del no amor: cólera,
arrebatos de ira, insultos, groserías…, y "vestirse" el vestido nuevo del amor más
grande: "…vestíos de ternura entrañable, de agrado, de humildad, sencillez, tolerancia;
conllevaos mutuamente y perdonaos…" (Col.3,8 y 12)
Elegidos, llamados y enviados
En nuestros Santuarios, flanqueando el Tabernáculo y a María, tenemos las estatuas de
los dos apóstoles. Uno tiene "la llave", el otro "la espada". Los símbolos distinguen a
cada uno, a la vez que resaltan su identidad y misión. Pedro como Pablo fueron
"elegidos, llamados y enviados" por Jesucristo. Se trata de unir cada uno de estos verbos
a las gracias del Santuario: cobijamiento, transformación y envío. El Padre Fundador
define su misión sobre el vivir del Apóstol de los gentiles: "Así como Pablo fue elegido
en el vientre de su madre para anunciar al mundo el misterio de Cristo; yo fui elegido
en el vientre de mi madre para anunciar al mundo el misterio de María". No son dos
"misterios" paralelos, sino uno sólo: María vivió para Jesús, el misterio de ella es el de
él ya que para él vivió, luchó y se entregó.
Que este Año Paulino nos encuentre unidos y reunidos en nuestros Santuarios dejando
que el amor nos cobije, transforme y envíe, para que el horizonte de la misión de
Schoenstatt se abra más y más a los bastos desafíos del tiempo y con el Padre de la
Familia podamos rezar:
Madre, que Schoenstatt "continúe siendo tu lugar predilecto, valuarte del espíritu
apostólico, jefe que conduce a la lucha santa, manantial de santidad en la vida diaria,
fuego del fuego de cristo, que llameante esparce centellas luminosas, hasta que el
mundo, como untar de llamas, se encienda para gloria de la Santísima trinidad. Amén"
(H. el Padre, nº 499-500)
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