no LA PALMA. El trueno empieza á resonar liát ia l)unkeld, y la tempestad viene del lado de los sipau; mas ¡ay! ¡qué escena d i desastrei se presenta! Uiglandcrs donde está diluviando: los tor- Las aguas del Earn, acrecidas por lor rentes salen de madre, y corren con estré- torrentes (¡ue bajan de los Iliglands, salen pito sus olas impetuosas; por momentos el con furor de su lecho; y la inundación c r e - horizonte parece abrasarse, y algo de con- ce y se extiende, sin que ningún dique pue- vulsivo y de desordenado se apodera de la da detener sus destrozos; así destruye, der- naturaleza. Una catástrofe se anuncia por riba y arrastra todo cuanto halla á su paso. las sordas conmociones de la montaña, y Se puede poner obstáculos á los progresos pronto el cielo entregado á las tinieblas y del fuego; pero no son posibles á las de- al huracán, no tiene mas antorchas que los vastaciones del agua. Contra las olas s u - relámpagos que parecen llevados en alas blevadas, no hay resistencia ni lucha, de los genios de la destrucción, porque sus menester huir ó caer en sus abismos. luces son rayos, y su paso la muerte. es Donald está enfrente del puente de Aber- Ruthven, montado en un vigoroso ca- nethy; pero no puede ya aproximarse; un ballo, parte de Kinfauns para Abernethy; lago se forma á su alrededor y cubre el su alma tiene la firme voluntad de sobre- camino que conduce á él. ¿Ya á volverse pujar todos los peligros; pero sus sentidos, atrás? Sus ideas supersticiosas se lo aconse- á pesar suyo no alcanzan la acostumbrada jan; pero su amor extremo se lo impide: es- energía: ha dejado de ser el que otras ve- te último es el que vence. Aguija los ija- ces, se busca y no se reconoce; lleno de res á su caballo, y aunque tenga que p a - fuerza se siente decaer, y lleno de vida se sar á nado, llegará hasta el puente. ve morir. ¿Qué es lo que Donald oye?.. las cara- Á la luz de los relámpagos que ilumi- panas redoblan.... los habitantes de Aber- naban su pálido rostro, Donald hendía los nethy, asaUados y envueltos por el agua, aires como un espectro. Al verle pasar con llaman á socorro á las poblaciones vecinas. su caballo blanco en medio de las nubes Yana esperanza, nadie les ayuda, y ellos que corrían con él, se hubiera dicho que ven sus casas que se hunden y su ciudad era la temerosa figura que anunciará el fin tragada por las aguas... de los tiempos, el fúnebre mensajero del Apocalipsis. Ruthven atraviesa el Tay con gran di- Ruthven toca al fin el fatal puente; p e ro en el mismo sitio en el que combatió á Murray cree ver una figura armada de pun- ficultad; este río empezal>a á salir de ma- . ta en blanco con un penacho fúnebre y una dre del modo mas espantoso; pero recha- banda sangrienta. Este guerrero alza la v i - zando todo pensamiento, se dirige hacia el sera, y se ve una calavera que exclama con Earn con la inmóvil tirantez de la cons- voz lúgubre: ¡La tmieríe y yo estamos aquil ternación y las miradas extraviadas de la ¿Era la imaginación turbada de Donald demencia. El huracán redobla su violencia, la que le presentaba aíjuella imagen? ¿V* los grupos de nubes tempestuosas del fir- él á retroceder fuera de sí?... No, Berta s a - mamento se rompen y entreabren. Un cielo le á su encuentro, Berta misma se acerca estrellado se ve en medio de la tormenta, y se halla con él en el puente. Su vestido una luna con rayos mágicos, la luna de blanco agitado por el viento parecía una ban- la noche del homicidio ostenta su disco pla- dera de amor y le llamaba al sitio del amor teado; por todas partes las nubes se di- y de la fidelidad. ¡Ah! Donald no ve mas