Aleluya de Gerineldo II

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ALELUYA DE GERINELDO
Durante el pasado mes de mayo los grupos de 1° y 2° ESO han participado en el concurso
“¿Te atreves a hacer una aleluya?” Se trataba de transformar un romance, el romance de
Gerineldo, en unas aleluyas sobre ese mismo texto. Para ello, tenían que adaptar el texto, en versos
pareados, y hacer una viñeta que ilustrara cada par de versos. A continuación te presentamos el
romance original y en la página siguiente la aleluya que hemos elegido como ganadora.
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- Gerineldo, Gerineldo,
mi camarero pulido,
bien te quisiera tener
esta noche a mi servicio.
- Como soy vuestro criado,
señora, burláis conmigo.
- No me burlo, Gerineldo,
que de veras te lo digo.
- ¿Y cuándo, señora mía,
cumpliréis lo prometido?
- Entre las doce y la una,
que el Rey estará dormido.
A eso de la medianoche,
Gerineldo se ha vestido.
zapatos calza de seda,
para andar sin ser sentido.
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Con el frío del acero
la dama se ha estremecido.
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- ¿Quién sois vos, el caballero,
que llamáis a mi postigo?
- No os turbéis, señora mía,
que soy vuestro dulce amigo.
Le ha tomado de la mano
y a su lecho le ha subido,
y entre juegos y deleites
la noche se les ha ido.
Despertado había el Rey
de un sueño, despavorido.
- Despiértate Gerineldo,
despiértate, dueño mío,
que la espada de mi padre
entre los dos ha dormido.
- Y adónde iré yo, señora,
que del Rey no sea visto.
- Donde quiera que tú vayas,
te he de seguir, amor mío.
Gerineldo va a su estancia,
le sale el Rey de improviso.
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- O me roban a la Infanta,
o traicionan el castillo.
¡Gerineldo, Gerineldo,
el mi paje más querido!
Por tres veces le ha llamado,
ninguna le ha respondido.
Coge la espada en la mano,
de gran cólera encendido,
y en el cuarto de la Infanta
los ha encontrado dormidos.
- No te mato, Gerineldo,
que te crie desde niño;
y si matase a la Infanta,
dejo mi reino perdido.
Meto la espada por medio,
que les sirva de testigo.
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- ¿Dónde vienes, Gerineldo,
tan mustio y descolorido?
- Del jardín vengo, señor,
de ver cómo ha florecido.
La fragancia de una rosa
la color me ha desvaído.
- De esa rosa que has cortado
mi espada será testigo.
- ¡Matadme, señor, matadme!
bien lo tengo merecido.
Ellos en estas razones,
la Infanta a su padre vino.
- Rey, mi señor, no le mates
y dámelo por marido.
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