El humanitarismo al servicio del capital

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El humanitarismo al servicio del capital
Mohamed Belaali / Le Grand Soir
Traducido por: Caty R.
Tomado de: Rebelión
26-08-09
«Tenemos las mejores relaciones con las ONG, que multiplican nuestras fuerzas y constituyen
una parte muy importante de nuestro equipo de combate. (…) Porque todos estamos
comprometidos en el mismo objetivo específico, ayudar a la humanidad, ayudar a todos los
hombres y mujeres del mundo que tienen necesidades, que padecen hambre (…), dar a todos
la posibilidad de soñar con un futuro mejor», decía Collin Powell (1). «Los Estados
democráticos deben movilizarse y exigir lo que en el fondo sólo es el principio de la
democracia, que el personal humanitario de otros países pueda llevar auxilio a las poblaciones
inocentes», encarecía Nicolas Sarkozy con ocasión del nonagésimo aniversario de la Cruz
Roja (2). «Juntos por la humanidad: 90 años y más allá», le respondió Juan Manuel Suárez del
Toro, su presidente. Bernard Kouchner habó de la «ideología occidental de los derechos
humanos» y del «derecho de injerencia humanitaria». Pero, en realidad, ese derecho sólo es el
derecho del más fuerte, es decir, la ley de la selva.
El humanitarismo, cualesquiera que sean su forma y sus protagonistas, sirve de pretexto y
cobertura a los objetivos hegemónicos e imperialistas. Estrictamente, está al servicio del capital
y de las clases dominantes.
Antes enviábamos a los misioneros para civilizar a los «salvajes» llevándoles luz y civilización,
en la actualidad hacemos «injerencia humanitaria» para ofrecerles democracia y libertad. El
humanitarismo ha sustituido a las misiones.
Un hombre como Bernard Kouchner, principal promotor del «derecho de injerencia
humanitaria», simboliza claramente la hipocresía, el cinismo y la violencia de esa visión
«humanitaria» del mundo utilizada por los países ricos. Es la encarnación viviente de lo que
representa ese derecho. Pagado por Total, Kouchner redactó un informe en el que negaba
totalmente, valga la redundancia, el trabajo forzado y los tratos inhumanos infligidos por el
grupo petrolero a los trabajadores birmanos. Kouchner el humanitario también es un feroz
partidario de la guerra contra Iraq (3) cuyo número de víctimas sobrepasa el millón de muertos.
Kouchner, junto a Bush y Sarkozy, preparó al mundo para «lo peor», es decir, «la guerra», esta
vez contra Irán (4). ¡Su amor por el humanitarismo sólo es comparable a su admiración por la
guerra!
El humanitarismo y la guerra son dos medios contradictorios pero complementarios con un
único objetivo: servir a los intereses de las clases dominantes. Es difícil distinguir con claridad
lo humanitario de lo militar tal y como ambos instrumentos están imbricados uno en otro. Se
hace la guerra en nombre del humanitarismo y se invoca el humanitarismo para justificar la
guerra. Pero la acción humanitaria a menudo está subordinado a lo militar, como recuerda
Stéphane Sisco, miembro del consejo de administración de Médicos del Mundo: «A todos los
niveles, la cooperación se efectúa bajo la dirección del Pentágono, único capaz de asegurar el
papel de líder. Como vemos en Iraq, el ejército fija el orden de las prioridades y dirige el
desarrollo de la misión, desde el “predespliegue” hasta la salida de la crisis (exit strategy). El
control está en manos de los militares, que subordinan a los actores civiles y humanitarios» (5).
Lo mismo en Afganistán: «La militarización de la ayuda, los ERP [Equipos de reconstrucción
provinciales dirigidos por la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN], el enorme
número de servicios de seguridad y la creciente confusión de los papeles han contribuido a
reducir el espacio humanitario y a transmitir imágenes falsas sobre la labor de las ONG»,
declaraba a IRIN (un departamento de informaciones humanitarias de las Naciones Unidas)
Ashley Jackson, investigador de Oxfam en Kabul (6). Las mismas razones engendran los
mismos comportamientos, al margen de las convicciones de los militantes. En nombre del
derecho de injerencia humanitaria los países occidentales (Estados Unidos y la Unión Europea
en especial), a menudo con la ayuda de la OTAN , su brazo armado, invadieron el Kurdistán
iraquí en 1991, llevaron a cabo la operación «Restore hope» en Somalia en 1992, enviaron una
fuerza de intervención de la OTAN a Kosovo en 1999, etcétera. En cuanto a la operación
«Turquesa» dirigida por los franceses en Ruanda en 1994, siempre en nombre del
humanitarismo, después del genocidio de los Tutsi al cual Francia contribuyó ampliamente,
esto es lo que opinan los sacerdotes católicos que lograron salvarse de aquella tragedia
humana: «Los responsables del genocidio fueron los soldados y los partidos políticos de
Ruanda y la República Democrática del Congo a todos los niveles, pero más especialmente en
los niveles superiores apoyados por Francia, que había entrenado a sus milicias. Por eso
consideramos que la intervención denominada humanitaria de Francia es una empresa cínica»
(7).
Así, el derecho de injerencia, bajo pretextos humanitarios, permite y facilita la injerencia
imperialista. El derecho de injerencia es la ley del más fuerte. Sólo los Estados más poderosos
pueden intervenir e invadir militarmente a los países pobres bajo la bandera humanitaria para
saquear mejor sus recursos. Por eso los países del Sur rechazaron ese «derecho de
intervención humanitaria» en La Habana, en el año 2000, durante la cumbre del G77 (que
representa, más o menos, al 80 por ciento de la humanidad).
Lo países capitalistas sólo apelan al derecho de injerencia humanitaria para servir mejor a sus
propios intereses. En caso contrario invocan el derecho de no injerencia en los asuntos
internos de los Estados soberanos. Esta percepción selectiva del humanitarismo conduce a
esos Estados a intervenir masivamente por ejemplo en Kosovo y a no mover un dedo frente a
las masacres perpetradas por el ejército israelí en Gaza. ¡Humanitarismo de «geografía
variable»!
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y otras asociaciones vinculadas al
humanitarismo, cualquiera que sea por otra parte la sinceridad de sus militantes, sólo pueden
actuar dentro de los límites del marco general trazado por los intereses económicos de las
clases dominantes. La mayoría de las ONG humanitarias depende financieramente de sus
propios Estados, de instancias europeas como el Servicio de Ayuda Humanitaria de la
Comisión Europea (DG-ECHO) o de las instituciones internacionales. Así, por ejemplo Save the
Children USA, International Rescue Committee y World Vision han recibido una financiación de
2 millones de dólares de USAID, la agencia estadounidenses para la cooperación y la ayuda
humanitaria, para «aliviar» a la población iraquí (8). Es el mismo caso de las ONG humanitarias
escandinavas, belgas y holandesas, en las que predomina la financiación pública (9). E incluso
cuando esas ONG y asociaciones se financian esencialmente con fondos privados, como es el
caso de Médicos Sin Fronteras (MSF), Médicos del Mundo (MDM), la Federación Internacional
de la Cruz Roja , Acción contra el hambre, etcétera (10), la influencia del Estado sigue siendo
determinante, aunque sólo sea a través de las generosas exoneraciones de impuestos
vinculadas a las donaciones.
Precisamente, la recaudación de donaciones (fundraising, como las denominan) se convierte,
cada vez más, en una de las prioridades, por no decir la prioridad, de las grandes asociaciones
humanitarias. Para conseguir ese objetivo vital para ellas, las ONG humanitarias recurren a las
mismas técnicas de gestión que las empresas privadas. Para seducir a los generosos
donantes, utilizan toda una panoplia de métodos: marketing (¿humanitario?), publicidad
comercial, recurso a las agencias especializadas en las técnicas de comunicación, alianzas con
las fundaciones, como la del multimillonario Bill Gates, por ejemplo, y sobre todo con las
multinacionales (alianzas que se consideran muy modernas) las cuales, a su vez,
instrumentalizan a las organizaciones humanitarias para mejorar la imagen de sus marcas,
etcétera (11). Pero más allá de esas técnicas, resulta sorprendente la creciente
mercantilización sin escrúpulos de los propios principios del humanitarismo. Una vez más
aparece una interesante herramienta al servicio de la empresa, y por lo tanto del capital.
De la misma manera, las empresas se sirven con agrado de la ley de 4 de febrero de 1995
sobre el permiso de solidaridad internacional, que les permite enviar a sus empleados en
misión humanitaria al extranjero. El Crédit Agricole, el Club Méditerranée, Price Waterhouse
Coopers, IBM, L’Oréal, SFR, Areva, etcétera (12), han comprendido a la perfección el interés
de esta operación de relaciones públicas que les permite, por poco dinero, rehabilitar sus
imágenes maltrechas por los escándalos sociales, ecológicos y éticos vinculados a su
búsqueda desenfrenada de beneficios.
El humanitarismo y los grandes medios de comunicación, especialmente la televisión,
mantienen relaciones íntimas, incluso incestuosas. La miseria del mundo se proyecta
regularmente en la escena mediática, no para explicar a los ciudadanos sus verdaderas causas
y denunciar a sus responsables, sin embargo bien conocidos, sino para aumentar la audiencia
explotando los sentimientos altruistas del telespectador. El sufrimiento humano se transforma
en espectáculo. Así, artistas, deportistas de alto nivel, hombres y mujeres políticos, etcétera, se
utilizan en el show mediático. La desgracia de los otros, la conmoción, la angustia humana
atraen al público y, por consiguiente, aumentan los ingresos publicitarios de las cadenas de
televisión.
Los operadores del humanitarismo, con su racionalidad capitalista de la gestión, intentan
«vender» los sufrimientos de las víctimas, a través de los medios de comunicación, a los
valiosos donantes que, de alguna forma, son sus «clientes».
Lo único que hace el humanitarismo, en el mejor de los casos, es aliviar momentáneamente la
angustia humana. Jamás se dirige a la raíz de las desgracias humanas, es decir, el capitalismo
y su funcionamiento. En este sentido, la acción humanitaria no sólo está al servicio del orden
establecido, sino que además lo perpetúa. En conclusión, el humanitarismo en un sistema
inhumano es una ilusión, por no decir un absurdo.
(1) Conferencia en Washington, 26 de octubre de 2005, citada por Rony Brauman «Mission
civilisatrice, ingérence humanitaire» en Le Monde diplomatique,septiembre de 2005:
http://www.monde-diplomatique.fr/2005/09/BRAUMAN/12578
(2)
http://www.francesoir.fr/politique/2009/05/04/nicolas-sarkozy-defend-l-ingerencehumanitaire.html
(3) http://www.rue89.com/2007/08/22/kouchner-en-2003-facile-detre-contre-la-guerre
(4) Ver la AFP del 16 de septiembre de 2007.
(5) http://www.infosentinel.com/info/article_09_sisco.php
(6) http://www.irinnews.org/fr/ReportFrench.aspx?ReportId=85779
(7) African Rights, Death Despair, 1142. http://www.voltairenet.org/article8056.html
(8) http://www.grip.org/bdg/g2050.html
(9) «Les organisations non gouvernementales (ONG): un acteur incontournable de l’aide
humanitaire», Philippe Ryfman: http://www.icrc.org/web/fre/sitefre0.nsf/html/review-865-p21
(10) Ver los sitios oficiales de las ONG/Asociaciones, especialmente sus informes financieros.
(11) Para más información sobre este aspecto, ver el trabajo de Zsuzsa Ferenczy «Les ONG
humanitaires, leur financement et les médias». Institut Européen des Hautes études
Internationales. Como ejemplo del marketing «humanitario» ver el cartel de Action contre la
Faim : http://www.culture-buzz.fr/blog/Street-Marketing-Humanitaire-261.html
(12) Para más detalles, ver el sitio de Planète Urgence: http://www.planete-urgence.org/
Texto original en francés: http://www.legrandsoir.info/L-humanitaire-au-service-du-capital.html
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