convencido de la necesidad de ceder su lugar en la historia y que

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El socialismo del siglo xxi
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convencido de la necesidad de ceder su lugar en la historia y que según sus
lecturas de antaño se derrumbaría como un castillo de naipes. Algunos de
ellos, incapaces de asimilar los desafíos que plantea la nueva coyuntura, se
arrepienten de sus antiguas certidumbres y se alucinan con imperios benévolos
y multitudes nómadas que, mágicamente, se convierten en revolucionarias al
abandonar sus terruños originarios.4
Un lugar común de toda esta teorización sobre el “giro a la izquierda” es la
distinción entre una “izquierda seria y racional” y la otra, aludida frecuentemente como “radical”, “populista” o “demagógica” según los diversos autores.
La primera incluye como ejemplos paradigmáticos los casos de la Concertación chilena y los gobiernos de Luiz Inacio “Lula” da Silva y Dilma Rousseff
en Brasil e incluso los de Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay. Ejemplos
rotundos de la segunda serían los de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador, para
mencionarlos por orden de aparición. La confusión es la nota predominante
de esta interpretación sobre la reorientación de la política latinoamericana. El
kirchnerismo en sus dos versiones (la de Néstor Kirchner y Cristina Fernández
de Kirchner) provoca reacciones encontradas entre los teóricos del “giro a la
izquierda”. Una pléyade de publicistas de la derecha no vacila en caracterizarlo como ambivalente, pero con una indisimulada –y creciente– inclinación
hacia el polo “radical-populista”: su retórica, su estilo de gobernar y algunas
de sus ideas evocan inequívocamente las estridencias de los años 60 y 70 y,
tarde o temprano, aseguran estos publicistas, el kirchnerismo encontrará
su lugar junto a Fidel, Chávez, Evo y Correa. Esta es la tesis de la visión más
conservadora, representada por Castañeda y Oppenheimer.5
A diferencia de los autores antes mencionados, la izquierda tiene para
nosotros una connotación mucho más precisa y exigente. Mal podría aplicarse
ese rótulo a gobiernos como los de la Concertación en Chile, que continuaron
y profundizaron la reaccionaria reestructuración de la economía, la sociedad
y la política iniciada por la dictadura de Pinochet a lo largo de los lineamientos
planteados por el Consenso de Washington y que terminara haciendo de Chile
uno de los países más inequitativos e injustos de América Latina, la región
más desigual del planeta. En cierto sentido, algo similar se podría decir del
gobierno del pt (Partido de los Trabajadores) y sus aliados en Brasil: si bien
el programa Bolsa Familia sacó de debajo de la línea de la pobreza a unos 30
millones de brasileños, no queda claro cuán por encima de esa línea quedaron
situados los sectores emergentes. Un logro, sin duda importante, pero que se
empaña cuando se constata que la reforma agraria está prácticamente estancada, o avanza a un ritmo exasperadamente lento; o al comprobar que los
4 Tesis que Hardt y Negri desarrollan en su libro, Imperio. Para una crítica de esta
perspectiva véase Boron, 2002.
5 Oppenheimer, 2005, pp. 183-186; Castañeda, dirección url: www.foreignaffairs.
org/20060501.
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