François Tassart. El fiel servidor

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François Tassart. El fiel servidor
por José Manuel Ramos González
Extraído del libro “La Ecuación Maupassant”
Con orgullo e ingenuidad, nos repite las
conversaciones insignes que tiene con su señor, y es
muy gentil de su parte, pero en ocasiones uno no
puede reprimir una sonrisa leyendo los diálogos de
ese Goethe y ese Eckermann en miniatura.
(Paul Morand. Vida de Guy de Maupassant.)
Pocos casos se dan en la historia de la literatura en que los miembros del
servicio doméstico de los escritores hayan tenido una gran presencia y protagonismo en
la vida de éstos. El caso de François Tassart es un caso
paradigmático.
François Tassart entra al servicio de Guy de
Maupassant el 1 de noviembre de 1883 y permanecerá con
él hasta su muerte en 1893. Diez años de continua presencia
en el día a día del escritor, en una época de intensa labor
artística, de viajes y de relaciones mundanas, por lo que este
personaje
será testigo
de numerosos
avatares
protagonizados o padecidos por Maupassant.
Tassart era de origen belga y ya tenía experiencia
previa en el oficio de mayordomo, presentando a
Maupassant unas recomendaciones de sus anteriores jefes
François Tassart
que éste último se negó a leer, bastando una sencilla
entrevista para que el trabajo le fuese concedido. Así al
menos es como el sirviente nos lo cuenta en sus Souvenirs:
Mi futuro señor me preguntó entonces mis condiciones y mi
opinión. En dos minutos lo hice. El caballero flaco, volviéndose hacia
mí, hizo un gran gesto de aprobación con la cabeza.
— ¿Cuándo puede usted comenzar?— preguntó el señor de
Maupassant.
—Cuando el señor desee.
—Bien, venga mañana a las ocho.
Como yo intenté tomar una carta de recomendación de mi
bolsillo, él me detuvo con un gesto de rechazo:
—No es necesario. Si usted realiza mis deseos, yo lo veré
bien.
Esbozó una sonrisa y un pequeño signo de cabeza en la
dirección de su compañero que resultó ser su primo, el señor Le
Poittevin. Recogí mi chaqueta, excusándome ante él de no haber
querido aceptar una librea. Me deseó buena suerte y me tendió la
mano.
Al día siguiente, al mediodía, servía el almuerzo.1
1
François Tassart. Souvernirs sur Maupassant. Éditions Plon. París. 1911.
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Su cometido era el de “valet de chambre” que, traducido literalmente, viene a ser
“ayuda de cámara”, una especie de mayordomo cuyas jornadas las empleaba en realizar
todas las tareas domésticas de la casa. Debido a los múltiples cambios de domicilio que
Maupassant realizó durante esos años, el trabajo de Tassart debió ser arduo y
encomiable.
Ejercía su profesión las 24 horas, y su diligencia y celo profesional, así como su
condición de soltero, sin tener que atender otro tipo de obligaciones que no fuesen las
estrictamente domésticas, hacían de él un sirviente ejemplar a decir de todos los que lo
conocieron.
De todos modos nos resulta inquietante la presencia de Tassart en el sentido de
que, pese a las elogiosas palabras que le prodigan los primeros biógrafos de Maupassant
que lo llegaron a conocer en vida, el tiempo ha ido envolviéndolo en un misterioso halo
de sospecha. ¿Qué segundas intenciones se atisban en esa actitud tan devota y abnegada
hacia su señor?
Es cierto que ese protagonismo adquiere una gran relevancia debida a los libros
que Tassart escribió a guisa de memorias. Sin esos preciosos documentos, la figura de
Tassart sería un mero dato en la biografía del escritor.
Esas recopilaciones de recuerdos nos revelan una curiosa actitud protectora y
comedida en todo lo que contó y sobre todo en lo que omitió.
Si existieron “manos piadosas” como la denomina Lanoux, a la hora de contar
toda la verdad acerca de Maupassant, las más obvias fueron las de su madre y la de
François Tassart. La actitud de Laure, tratando de salvaguardar la memoria de su hijo,
una vez muerto, está plenamente justificada por el vínculo familiar indisoluble y
sagrado madre-hijo, pero ¿dónde encaja el afán de Tassart por escribir unas memorias
“a fin de que se sepa que mi señor, que ha sido reconocido Hombre de gran talento, era
todavía mejor, pues era en sumo grado, bueno, recto y leal”2 ¿Cuántas sinceridad hay
en estas palabras?
Obviamente, Tassart sabia mucho más de lo que refiere en sus famosos
Souvenirs.
Esas memorias están repletas de curiosas anécdotas, relatos domésticos,
vivencias cotidianas, que constituyen una fuente inagotable de pequeños detalles para el
biógrafo, a veces superficiales, pero que en algunas ocasiones, también acaban
generando muchas más preguntas que proporcionando respuestas.
Su exagerado celo por la discreción, algo que parece común en su época, hacía
que se refiriese a ciertos personajes utilizando iniciales seguidas de puntos suspensivos,
lo que resulta un problema para su identificación, y en su afán de mantener a su señor
impoluto, hace que el relato en conjunto presente un evidente sesgo hacia la hagiografía.
Una de las mayores preguntas que esas memorias suscitan es la relación que su
señor mantenía con las mujeres de su entorno. No se prodigó Tassart en referirnos un
aspecto tan íntimo de su amo. Dará una idea de la naturaleza de estas memorias el hecho
de que se describe con más detalle la relación de Maupassant con su pequeña gata que
con cualquiera de las muchas mujeres con las que mantuvo relaciones.
Maupassant apreciaba a Tassart, y Laure también. Parece ser que el mayordomo
respetaba y admiraba profundamente a Laure, siendo su confidente en lo relativo a la
vida y posterior involución física y mental de Maupassant. Lo que Laure ordenaba era
para Tassart más urgente incluso que la voluntad de su señor. La ascendencia que Laure
tenía sobre Tassart fue vital en el devenir del escritor, ya que se fraguó un pacto de
2
Ibid.
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silencio que evitó la divulgación de las relaciones del escritor con mujeres muy
significativas en su vida, mujeres que serán ignoradas o vilipendiadas por este celoso
sirviente en sus Souvenirs, así como la omisión de todo lo moralmente reprobable que
Maupassant protagonizó esos diez años y que no fue precisamente poco, según puede
inferirse de su correspondencia y de otros testimonios.
Que Tassart era muy apreciado por la familia lo demuestra el hecho de que
Maupassant lega a Tassart en su testamento la considerable suma, en aquella época, de
10.000 francos. También deja en herencia 2000 francos a Cramoysan su jardinero en
Étretat, 500 francos a Joséphine Poret, la criada que lo vio nacer y a la qué siempre
enviaba un saludo amistoso al despedirse de su madre en su correspondencia, 1000
francos a Bernard, el patrón de su yate Bel-Ami y 200 francos al marinero Raymond. No
obstante algo le hace cambiar de opinión de un modo inmediato, ya que ese mismo día
añade un codicilo a su testamento revocando todas las donaciones anteriores
exceptuando la de Tassart.
¿Qué o quién le hizo cambiar de opinión? ¿Tal vez Laure?. Este hecho nos
demuestra sin lugar a dudas la privilegiada posición de Tassart a nivel afectivo en la
familia de Maupassant.
¿O no solo era afectivo? ¿Se le estaría pagando su silencio? ¡Quién sabe!
Tassart escribió dos libros de memorias. El primero, titulado Souvenirs sur Guy
de Maupassant, fue editado 20 años después de la muerte de Maupassant, en 1911 y el
segundo, Nouveaux Souvenirs sur Guy de Maupassant se publicó póstumamente en
1962.
Estas fechas tan tardías nos inducen a pensar que el objetivo de esas memorias
no consistía en la obtención de ningún tipo de beneficio económico, ni mucho menos
hurgar en ninguna herida, después de haber pasado tanto tiempo, lo que redunda en la
sinceridad de su declaración de intenciones cuando manifiesta haberlas escrito para
honrar la memoria su señor.
Pese a todo quedan preguntas en el aire.
¿Quién era François Tassart? ¿El «humilde servidor»? ¿O el
escritor dominguero del que hablan Aimé Dupuy y el mismo
Maupassant? ¿O el qué presta el nombre a un «mediocre novelista»
como refiere Pierre Borel?... Los tres. 3
Estas cuestiones nos plantean la problemática de la identidad de Tassart, aunque
también se cuestiona su valía como escritor. En efecto, parece ser que no escribía con
corrección y cometía muchas faltas de ortografía como lo prueban algunas cartas. Tan
es así que su primer libro de recuerdos, si bien no se duda de su autenticidad, están
escritos por un colaborador, probablemente Jules Case.
Y a pesar de esta supuesta relación e intensa lealtad por parte del empleado, y
correspondida con un profundo aprecio, casi como si de un miembro más de la familia
se tratase, por parte de sus patrones, podemos entrever un lunar que puede sin duda
achacarse a la hecatombe producida en la mente de Maupassant, cuando al final de sus
días y en plena crisis arroja violentamente a Tassart de su habitación, diciendo que no
quiere volver a verle, acusándole de haber robado dinero o reprochándole el haberlo
acusado, en un juicio ante Dios, de haber sodomizado a una gallina. Todos están de
acuerdo en que semejante actitud es producto de sus desvaríos mentales, pero también
3
Armand Lanoux. Maupassant, le Bel Ami. Librairie Fayard. Paris. 1967.
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podrían ser dardos arrojados desde un inconsciente desinhibido como consecuencia de
la enfermedad.
Independientemente de todos estos juicios de valor, que el tiempo transcurrido
nos permite conjeturar, Tassart sigue siendo un personaje vinculado a la vida de su
señor de un modo innegable, siendo considerado por algunos como una bendición para
los biógrafos, tal es el caso de Lanoux, y para otros un ladino personaje intrigante en la
sombra. La verdad siempre es relativa y de todos modos ya es tarde para saberla, y si
bien muchos interpretan su discreción en sus memorias como muestra de abnegación y
lealtad hacia su señor, otros en cambio consideran que a veces contribuye con ellas a
crear una imagen de un Maupassant ingenuo, que habla con su gatita en la bañera como
un niño, amante de bromas escatológicas que hoy nos parecerían absurdas y de mal
gusto, que es acosado por las mujeres y está dominado por su madre; casi la imagen de
un pelele sin voluntad propia.
Capítulo 7 de “La Ecuación Maupassant”
José M. Ramos González
[email protected]
Pontevedra 2009
Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo citando fuente y autor
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