Las adhesiones como obstáculos para el crecimiento Por el Dr. Herbert George Baker, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Cómo entender el apego a personas, objetos e ideas La actividad creativa consiste, esencialmente, en utilizar nuestras energías. Podemos decir que el proceso creativo consta de dos fases: llamaremos a la primera visualización, y es en esta fase en donde formamos nuestros conceptos y creamos en nuestra mente lo que deseamos. Luego utilizamos las energías que harán que aquello que deseamos se vuelva realidad. En la segunda fase se continúa la visualización, acompañándola de las acciones mentales y físicas necesarias. Estas dos fases son separables sólo analíticamente, pues casi siempre funcionan al mismo tiempo aun cuando no estemos por completo conscientes de ello. Es conveniente recordar que no todas las actividades creativas se realizan en forma consciente; de hecho, la mente humana está creando a cada momento: pero primero limitaremos nuestra disertación al trabajo creativo que realizamos deliberadamente. Una cosa es segura: puesto que cada fase implica dirigir hábilmente las energías, la creatividad requiere de visión, decisión y vigor. Por lo tanto, si algo obstruye nuestra visión, si nos hace vacilar o agota nuestras energías, se convierte en un obstáculo para la creatividad. Al restarnos vigor, impide nuestro progreso personal. Los estudiantes de misticismo están comprometidos en una labor de gran importancia. Además, les es imprescindible crear nuevas situaciones tanto para su propia preparación como para servir a otros. Debido precisamente a la importancia de su trabajo y a la imperiosa necesidad que sienten de ser creativos es que, tarde o temprano, es esencial advertirles que deben liberarse de cualquier afecto desmedido. Ahora bien, habiéndose vuelto más sensibles para reaccionar ante las emociones gracias al estudio profundo, a las tribulaciones, las pruebas y los logros, puede parecerles que con esa advertencia se pretende privárseles precisamente de las cosas que deberían disfrutar aún más: les parece que se les está pidiendo que se aparten de la compañía de otros seres humanos y que se priven de disfrutar de un aspecto importante de la vida. Sin embargo, decir que se deben eliminar u disminuir los afectos desmedidos no significa que uno debe apartarse de otros seres humanos, ni ser emocionalmente indiferente o inhumano en su trato con otras personas. Se refiere más bien a Liberar la conciencia. Para decirlo de una manera simple, el hecho de eliminar obsesiones permite avanzar hacia niveles de conciencia más altos, y desde esa posición ventajosa es posible ver los acontecimientos de la vida con más percepción; gracias a esta perspectiva más amplia, las energías pueden ser dirigidas con más pericia. Qué significa una adhesión Para comprender esto, investiguemos más a fondo este concepto. ¿Qué significa una "adhesión"? Podría definirse como un sentimiento que une firmemente a alguien a una persona, a una cosa, una causa o un ideal. Significa el intento de una persona de aferrarse a algo hasta el grado de que parece estar atada a ese algo. Por lo tanto, empezaremos analizando lo que causa ese deseo de aferrarse. La gente se aferra tenazmente a las cosas porque cree que si se desprendiera de ellas se degradaría o le mermaría importancia. Este concepto tiene como origen nuestra costumbre de relacionar a los objetos con nosotros mismos, de tal manera que las posesiones materiales parecen ser parte de nuestro ser. Desde el punto de vista de la psicología social, los objetos se convierten en una prolongación de nuestro ser, formando parte del ambiente sobre el cual podemos ejercer control. Cognoscitiva y emocionalmente, ese ser inmediato está incorporado a la imagen que la persona tiene de sí misma, lo cual la conduce a asumir actitudes tendientes a defender los objetos y la ayudan a conservarlos. Además, estamos culturalmente condicionados a medir tanto nuestro propio valor como el de otros seres humanos en base a cantidades, es decir, por la acumulación de esto o de aquello. A causa de este acondicionamiento, es una tendencia natural aferrarse a las posesiones. Las posesiones, en el sentido como se usa aquí la palabra, pueden incluir cosas intangibles, como por ejemplo, títulos, rangos, profesiones, y hasta conceptos y teorías. También las personas, los grupos, las causas, los lugares o los periodos pueden ser objeto de nuestra adhesión. El proceso de la adhesión Es esencial comprender que el objeto no constituye en sí mismo la causa de la adhesión, sino que ésta es un proceso a través del cual el objeto es tan sólo el punto focal. La adhesión es el resultado de una secuencia de actos que incluye adquirir, poseer y aferrarse. ¿En qué consiste ese proceso? Cuando se cobra conciencia de un objeto, se invierte energía en el proceso. Si éste se prolonga, llega un momento cuando las energías de la conciencia se concentran inconsciente pero permanentemente en ese objeto, hasta convertirlo en el punto focal de una adhesión. A menudo las energías se dirigen conscientemente y, por ende, el apego se forma con toda intención. En otras palabras, decidimos depositar en algo nuestras energías personales, pero como también somos criaturas de hábitos y las cosas que realizamos constantemente se vuelven habituales, este mecanismo nos obliga a invertir nuestras energías de manera relativamente permanente hasta formar la adhesión. Las cosas que relacionamos, con razón o sin ella, con el objeto al que nos sentimos adheridos pueden convertirse, a su vez, en nuevas adhesiones. Esto puede ocurrir fácilmente si el vínculo entre ellas y el objeto no es controvertible, o si se acepta su propio mérito sin analizarlo. Sin embargo, muchas adhesiones se forman sin darnos cuenta del proceso ni de sus resultados. Muchas son producto del acondicionamiento cultural; caen en esta categoría los preceptos y proscripciones, las definiciones sobre la realidad, las presiones sociales, las creencias y supersticiones, gran número de lo cual es aceptado ciegamente sin cuestionarlo. Las energías invertidas en el objeto de nuestra adhesión le confieren vida propia, por así decirlo: pareciera que la adhesión se materializa, es decir, se convierte en una cosa en sí misma. Puesto que adquiere existencia propia, tiende a convertirse en una imagen fija, en una realidad inmutable, y así actúa opacando todo lo que se le relaciona. Volvamos a las posesiones: podemos acumular objetos materiales como una barrera en contra de la carencia de los artículos de primera necesidad. Otra de las razones para adquirir y acumular bienes materiales es el afán de tener poder sobre otros. Y otra razón más puede ser la autoestima, es decir, como prueba de que hemos triunfado en la vida. Creando una imagen falsa de sí mismo En este caso se presenta un problema: la persona se ata a realidades que sólo sirven para darle una falsa ilusión de fortaleza y de seguridad en este efímero mundo material. Algunas personas permiten que su imagen dependa demasiado de las posesiones materiales. Aunque el avaro es usado con frecuencia como ejemplo de alguien que se aferra a las cosas materiales, la mayoría de las personas están igualmente aferradas a sus pocas o muchas posesiones, ya sea por su valor intrínseco o por su valor sentimental. Concentradas en esos objetos, se atan a las realidades materiales y no son libres para avanzar sin trabas por el mundo. Más aún, otras personas pueden manipularlas controlando esas posesiones, proporcionándoselas o poniéndolas en peligro. Sin embargo (alguien podría objetar) existen adhesiones nobles. Por ejemplo, ¿tiene algo de malo "sentirse adherido" a una persona, a un grupo o a un ideal? Tal vez no, siempre y cuando uno se ate consciente y voluntariamente. No obstante, algunas veces el hábito se interpone y la dirección consciente se convierte en algo usual, y esta automatización es peligrosa. Aunque es verdad que el heroísmo proviene con frecuencia de un profundo lazo emocional con un ideal o hasta con una persona, todos hemos sido testigos de las tragedias que pueden resultar cuando la gente es leal, de manera incondicional, a un individuo, a un grupo o a una idea. Aferrarse desmedidamente a nuestra propia imagen, da origen a una dependencia en el concepto que otros tienen de nosotros mismos. Esas otras personas pueden manipular y controlar al individuo que se conoce muy poco, a no ser por lo que ellas le hacen creer. Cuanto más importantes son esas personas, más pueden controlarlo e influenciarlo. A fin de adaptarse a ellas, él tiene que traicionar sus propias convicciones o negarse por completo a escuchar su propia voz. En la búsqueda de la aceptación ajena, es común que sienta la necesidad de obtenerla a cualquier costo. Las ilusiones del pensamiento Sucede lo mismo con la adhesión a ideas o conceptos: ningún concepto hace plena justicia a lo que es y, de todos modos, algunas ideas no son sino ilusiones peligrosas. La adhesión desmedida obstruye la visión impidiendo que las personas vean cosas nuevas o diferentes, o que vean las cosas viejas bajo nuevas perspectivas. Más aún, no sólo no ven sino que no buscan, así que su realidad está rígidamente fija. Sólo una catástrofe puede debilitar sus rígidas creencias. En el ámbito personal, esta rigidez equivale a falta de adaptabilidad; en el ámbito social, es la causa de las revoluciones. La adhesión más poderosa en el campo de las ideas es quizás la que se siente hacia las propias ideas. El progreso ha sido obstaculizado por esta causa más que por ninguna otra. La corrupción que han sufrido la ciencia y la investigación a causa de esto es inmensurable. La fuerza de este tipo de adhesión impulsó a un renombrado científico a tratar de alterar la realidad para adaptarla a sus ideas. Se le descubrió limando una piedra de la Gran Pirámide de Keops que sobresalía, porque las medidas de ésta diferían levemente de una teoría que él había expuesto. Con mucha frecuencia la persona se adhiere a su imagen presente. Por cualesquiera razones, ella ha creado cuidadosamente esa imagen, reforzándola externamente con atavíos simbólicos. Como resultado, se obsesiona por su modo de actuar; a fin de evitar un cambio, siente una urgente necesidad de ejercer control empeñándose siempre en que todos hagan las cosas a su manera personal y egoísta. Otro tipo de obsesión hacia la imagen de si mismo, es la fuerte adhesión al cuerpo físico o a sus atavíos. Existe otra adhesión generalizada hacia el pasado o hacia el futuro, que sirve como una poderosa defensa contra las realidades del presente, pero que también impide vivirlo a plenitud. Una se manifiesta en la preocupación por recordar continuamente hechos pasados. Por otra parte, quienes se aferran al futuro se ocupan en planear incesantemente, sin llevar jamás a efecto sus proyectos. Las energías pueden ser dirigidas de continuo hacia varios objetos externos, de manera sensata o insensata. Puesto que pueden dirigirse conscientemente, también pueden retenerse conscientemente. Lo peligroso es cuando la adhesión se vuelve automática, porque las energías que fluyen en forma espontánea no sirven para otros usos. El resultado es que las energías se dispersan y se desperdician, lo cual resulta peor aún. El Ser y la Realidad El místico no debe deificar objetos externos, como posesiones, personas y ni siquiera metas. No debe hacerlo conscientemente ni como un engañoso proceso inconsciente. Debemos apoyar firmemente nuestra realidad sólo en el Ser, y recurrir a este Ser para vivir una vida significativa y plena. La razón de que se recomiende al estudiante de misticismo que se libere de las adhesiones, reside en que constituyen serios obstáculos para el proceso creativo de visualizar y volver realidad cosas nuevas. Por lo tanto, la recomendación constituye una invitación a que él aumente su poder personal y, desembarazado de sus adhesiones, pueda crear lo que le es necesario y hacerlo en el momento más propicio. El estudiante de misticismo puede disfrutar con todo derecho de objetos materiales e inmateriales, así como de relaciones con otros seres humanos. La gente le proporciona el ambiente dentro del cual puede realizar un servicio útil. Las posesiones materiales no impiden de ninguna manera el logro de una conciencia más elevada, a menos que en la conciencia exista un apego desmedido hacia ellas. Los bienes materiales (el dinero, las propiedades, etc.) no son sino formas de energía, que fluyen hacia el místico en la cantidad adecuada, para que él las emplee también adecuadamente. ¿Es necesario renunciar? La historia nos proporciona ejemplos de personas que aparentemente pudieron renunciar a los bienes materiales, a la relación con otros seres humanos, o a ambas cosas. Indudablemente, esto sigue ocurriendo hoy en día, aun cuando para quienes viven de acuerdo con su época en una sociedad libre, tal renunciación resulta extremadamente difícil, si no imposible. Lo cierto es que esa renunciación es por completo innecesaria. Ni los objetos, ni la gente, ni las ideas obstaculizan el logro místico. El elemento peligroso es el apego desmedido a esas cosas. En realidad, todos tenemos adhesiones, bien sea ocultas o a la vista, así que consideremos ahora una pregunta crucial: ¿Qué podemos hacer con nuestras adhesiones? En realidad, podemos hacer mucho, siempre y cuando tengamos valor para actuar. El apego desmedido a cosas y personas está bajo nuestro control más de lo que queremos admitir. Por lo tanto, es prudente que de vez en cuando examinemos nuestras adhesiones, pues su naturaleza nos revelará mucho acerca de nosotros. Específicamente, nos mostrará en qué aspectos nos sentimos débiles hasta el grado de tener que reforzar nuestra imagen aferrándonos a cosas externas. Evidenciamos un apego desmedido hacia nuestras posesiones, ideas, creaciones y conceptos en la manera como los defendemos, sin tomar en cuenta su valor o su utilidad. Mucha gente alimenta sus obsesiones permitiéndoles crecer, algunas veces a sabiendas de que implican un riesgo emocional y muchas otras en contra de la voz de la conciencia. ¡Cuánta energía desperdician en esta actividad! Aunque el estudiante Rosacruz disfruta de muchas cosas que desaprovechan quienes no están en este sendero, no puede darse el lujo ni de ser descuidado ni de desperdiciar energías. La práctica del misticismo es, en verdad, placentera y provechosa, pero implica preparación, disciplina y servicio. Es por eso que la conducta de la persona común es intolerable en la vida del místico. El papel del místico en la vida Desperdiciar energías es una tragedia para la persona consciente. El verdadero estudiante de misticismo se mantiene siempre ocupado dirigiendo adecuadamente las energías, con el objeto de obtener desarrollo personal y para servir a otros; por lo tanto, no le quedan energías que derrochar ni tiempo que perder. Además, no depende de las cosas ni de las condiciones aparentemente fijas, sino que se adapta a un mundo siempre cambiante: al mundo presente. Esto significa que no está atado al pasado ni al presente, a objetos ni a lugares, y tampoco se aferra a una falsa seguridad. El místico es libre de progresar y cambiar, y también de ser todo lo que puede ser; él determina sensatamente qué tiene valor, sin aceptar opiniones ajenas ni valorar una cosa sólo porque la posee o no la posee, o porque la perdió. Las adhesiones de las cuales estamos conscientes son una cosa porque, después de todo, las conocemos y evidentemente hemos tomado la decisión de dedicarles nuestras energías: aun cuando esta decisión sea consciente, no siempre es la más sensata. Pero, ¿qué ocurre con aquellas de las cuales no estamos conscientes? Lamentablemente, éstas originan mucha pérdida de energía, energía que se consume sin darnos cuenta. Durante meses, años o la vida entera, van agotando nuestras energías, obstruyendo nuestra creatividad, y siendo un obstáculo para lograr éxitos personales y servir mejor a otros. Las personas fuertes y con confianza en sí mismas renuncian más fácilmente a las adhesiones. Las personas débiles, las que resultan más afectadas al aferrarse a algo, son menos capaces de renunciar a ellas y muchas veces tienen que ser privadas de los objetos a los cuales se aferran a fin de que puedan ver su verdadera posición. Cuando los traumas de la vida nos obligan periódicamente a evaluarnos de nuevo, quedan al descubierto adhesiones en las cuales no es necesario gastar energías. Sin embargo, podemos descubrir adhesiones de una manera menos dolorosa. ¿Cómo? El método más seguro es meditar con ese propósito. Además, podemos descubrir ciertas actitudes sutiles y habituales que son, en si mismas, una adhesión o el resultado de alguna. En realidad, muchas de ellas existen sólo porque no las hemos descubierto, mas podemos descubrirlas por medio del análisis. Entonces podremos esforzarnos por eliminar algunas de ellas y otras nos parecerán tan ridículas, que desaparecerán ante la primera mirada escrutadora. No es necesario ser víctimas de la pérdida inútil de energía. No debemos renunciar a nuestro verdadero poder directriz permitiendo que las energías se escapen a través de adhesiones insensatas. Cuando éstas se eliminan, las energías pueden ser utilizadas en algo más noble. Libre de obsesiones, el místico Rosacruz es un creador más poderoso y cuenta con más energías que puede emplear fácilmente para servir en el momento más oportuno: ahora.