¿para qué sirve la militancia?

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POLÍTICA / TRIBUNA
Pese a considerarse piezas esenciales del sistema democrático, los partidos españoles tienen exiguas cifras de militantes en comparación con nuestro entorno europeo.
U
Por Manuel Espín
na cuestión interesante suscitada con la dramática crisis del PSOE ha sido el de la
pertenencia de los partidos.
¿De quién son?: ¿De los órganos de gobierno? ¿De los grupos parlamentarios?
¿Se deben a los militantes? ¿O también a
los votantes?... A lo que habría que añadir una nueva categoría: los medios. Su
influencia en las decisiones de las cúpulas supera a la de las bases. Los partidos
son esenciales e indispensables para un
sistema democrático, pues entre otras cosas, deben canalizar corrientes de opinión
y el pluralismo, y seleccionar los aspirantes a la actuación en los asuntos públicos.
El sistema surgido en la Transición los beneficia, con las nutridas ayudas por votos
obtenidos y subvenciones. Del mismo modo como se ayuda a los sindicatos, por entender que constituyen pieza esencial del
sistema. Pese a ello las cifras de militantes, en el espacio político como en el sindical, son exiguas por comparación con
el contexto europeo, del mismo modo que
del asociacionismo, en general; lo que da
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17–23 de octubre de 2016. nº 1172
¿PARA QUÉ
SIRVE LA
MILITANCIA?
idea de una desestructuración social. Se
debe recordar el bajísimo nivel de asociacionismo juvenil en España comparado con el de otros países. Desde el político ese rechazo está vinculado al papel
decreciente y secundario que le otorgan
las estructuras de los partidos. Mientras la
brocha democratizadora se extendió desde hace cuatro décadas por muchas instituciones, todavía hay mucho que hacer en
el interior de los partidos que no aplican
la regla que tratan de imponer al resto de
la sociedad. Nos encontramos ante situaciones que
tienen más vínculos de referencia con los
partidos burocráticos y jerararquizados
que con organizaciones democráticas
F. MORENO
donde las bases cuentan y sus opiniones
se transmiten de abajo a arriba y no al revés. Ese modelo “vertical” está presente
en el PP, donde un líder como Aznar se
atribuyó la decisión sobre su sustituto,
entre Rajoy o Rato, de la misma manera
que los poderes del presidente son infinitamente superiores a los de cualquier
otro gran partido en Occidente. En el
PSOE el modelo no es idéntico, pero deja mucho que desear desde la perspectiva de la democracia participativa: los órganos de dirección están mediatizados
por otro poder que no aparece en los estatutos, pero ejerce un peso decisivo: el
de los barones, cuya importancia se ha
puesto en evidencia en el proceso de acoso y derribo a Pedro Sánchez. Las disputas se resuelven entre grupos de poder o
influencia, camarillas o apellidos, con la
más completa ignorancia hacia los militantes, que tanto en un partido como en
otro, aparecen cada vez más difuminados, ninguneados, a los que se vincula a
través del pago de una cuota y se remite
tardíamente información una vez que ya
se han tomado las decisiones, adelantadas por la prensa. El papel de los mili-
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tantes se ve anulado por el de los electores. A los que ahora también se considera “copropietarios” de los partidos, porque sin ellos, las organizaciones serían
papel: sus votos son los que sostienen a
las formaciones desde el punto de vista
económico, por encima de las cuotas.
Aparece además un espacio de titularidad virtual cuyo peso acaba por ser decisivo: los medios de comunicación. Las
cúpulas y camarillas de poder le dan más
importancia a sus puntos de vista que a
las de una postergada militancia. El papel del militante de base es similar al del
hombre o la mujer invisible: se cuenta
con ellos cuando interesa pero sin pedirle
la opinión (un sorprendente titular de
El País destacó la presencia de “votantes
de Podemos e IU entre los que esperan
en la puerta de Ferraz”. ¿Algún votante
de Bildu participó en el embotellado del
agua que se sirvió en la sala?).
Sorprende como en la era de las TIC y
de la rapidez en la información, los partidos no sean capaces de plantear a sus
militantes preguntas decisivas para el futuro de las formaciones, como ahora ocurre en el PSOE con el apoyo o el recha-
zo a la investidura de Rajoy. Lo que piensa la militancia se intuye a través de sondeos para los medios –tan predispuestos
al fracaso como los del Brexit, Colombia
o las legislativas de junio–pero ninguno
de los sectores en pugna por el control
del PSOE ha logrado trasladar la pregunta
a sus militantes, cuando hoy en día las
posibilidades de consulta rápida sin desplazamiento físico, con inmediatez, baratura y rapidez, son máximas. El papel
de los sufridos militantes, y no sólo del
PSOE, aparece postergado, sin que se les
pida opinión para expresar su voz, lo que
explica la escasa capacidad de seducción
para una afiliación cuyo vínculo con los
partidos es puramente sentimental, o se
trata de un peaje obligado para aspirar a
entrar en la carrera política. Para las cú-
Las disputas se
resuelven entre
camarillas, ignorando
al militante, cada vez
más ninguneado
pulas de las formaciones y sus camarillas
o grupos de poder el referente no son los
militantes, sino los medios de comunicación. A la postre, el papel que están
cumpliendo muchas de esas bases es similar al de los extras o el público de pago en los programas de televisión: servir
de decorado humano para llenar el skyline con banderitas sirviendo de fondo a
la actuación ante las cámaras de los candidatos, con un casting previo donde se
da prioridad a jóvenes con imagen. Parece insólito que tras la acumulación de
causas vinculadas a escándalos de corrupción no se haya podido escuchar la
voz de las bases del PP, a las que se debe presuponer tan indignadas como el
resto de los ciudadanos. De la misma manera que en el terrible proceso vivido por
el PSOE no se permitiera oír la voz de los
militantes en un asunto como la investidura, capital para el futuro del partido.
Lo que a las cúpulas les preocupa es la
opinión mediática no la de los militantes, camino de un modelo de partidos de
élites políticas carente de bases y de afiliados que se mira en el oráculo y el espejo de los medios. l
F. MORENO
A la postre el papel de esas bases es similar al de los extras: servir de decorado humano, con banderitas sirviendo de fondo a la actuación ante las cámaras de los candidatos.
nº 1172. 17–23 de octubre de 2016
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