INTRODUCCION

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INTRODUCCION
La filosofia nace el siglo VI a.C. en Grecia y su nombre se lo da Pitágoras, donde dice ser amante de la
sabidurÃ−a.
Uno de los problemas que se planteaba en esa epoca era encontrar era encotrar el origen de la existencia de
todo lo que existe en el universo o que son cada una de las cosa que nos rodea como por ejemplo: ¿de donde
viene el ser humano?, si dieramos una respuesta diriamos que viene del vientre de su madre, pero si
preguntamos ¿de donde viene su madre y la madre de esta? Tendriamos que las preguntas se multiplican y
las respuestas se reducen a una sola plalabra la que atribuyo al origen de toda la existencia. El “arje” que
podemos entender como el primer elemento que existio y a su vez que le da existencia a todo lo que vemos,
antes que se llegara al arje nos invadian los mitos y leyendas que explicaban en esa epoca el origen de las
cosas.
La filosofia surge como otra explicación para esas preguntas que el hombre se planteaba, por eso la filosofia
da origen al arge como el primer elemento, según la filosofia el arje no debe sufrir cambios pero a la vez esta
puede producir cambios en el universo. Algunos filosofos plantearon que este arge eran los cuatros elementos
basicos (aire, tierra, fuego, agua), otros filosofos afirmaban que el origen de todo eran los atomos. En este
trabajo trataremos de dar a entender y dar a comprender las distintas visiones que tenian los distintos filosofos
y cada una de sus respuestas al origen del universo.
DEMÃ CRITO
Nació en Abdera en el año 460 a. de C. Fue discÃ−pulo de Leucipo y realizó varios viajes por Egipto y
Oriente, aunque pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal, dedicado a investigar y escribir. Estuvo
también en Atenas, aunque parece que no tuvo relaciones con los filósofos de esa ciudad.
Demócrito fue un escritor enciclopédico. Diógenes Laercio reproduce una lista de sus escritos en que se
recogen más de sesenta obras dedicadas a temas éticos, fÃ−sicos, matemáticos, músicos y técnicos,
que reflejan el amplio abanico de sus intereses. De esta inmensa obra quedan solamente algunos breves
fragmentos. Sus teorÃ−as nos son conocidas fundamentalmente a través de los testimonios de otros autores
y, muy especialmente, de Aristóteles.
Con su maestro Leucipo, Demócrito aparece ligado la creación del atomismo mecanicista, que anticipa, en
cierto modo, los hallazgos de la fÃ−sica moderna.
El pensamiento de Demócrito es una sÃ−ntesis de las ideas de Parménides y de las de Heráclito. En vez
de postular un ser único e inmutable, como el primero, o una multiplicidad de seres en constante
movimiento, como el segundo, Demócrito establece como principios lo lleno y lo vacÃ−o, es decir, el ser y
el no-ser.
Teniendo en cuenta la concepción del ser de Parménides, inmutable y eterno, Demócrito dice, sin
embargo, que ese ser consiste en infinitos átomos, con los que trata de explicar el mundo de la experiencia y
el nacimiento, multiplicidad y perecer de las cosas.
Los átomos no están organizados en función de cualidades diferentes —la tierra, el aire, el fuego—, sino
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que, siendo cualitativamente neutros, se distinguen sólo en la figura, el orden y la situación.
Los átomos se mueven en el vacÃ−o, impulsados, no por una fuerza exterior a ellos, que los junte o los
separe, sino por su misma naturaleza, que los mantiene en movimiento desde la eternidad de su existencia. Se
trata pues de un movimiento puramente mecánico, que lleva al encadenamiento casual de unos átomos con
otros para dar origen al nacimiento de todas las cosas que existen.
Por la posición y forma en que ocupan ese vacÃ−o, los átomos diversifican y organizan sus movimientos.
AsÃ− se origina y configura el mundo, que es uno de los infinitos mundos posibles. Sin embargo, esa
posibilidad no es fortuita. El movimiento no es posible por el azar, sino que todo está regido por la
necesidad, de una manera mecánica, sin que haya dioses o causas exteriores a esos átomos que los dirijan.
Los átomos no sólo constituyen el ser de las cosas fÃ−sicas, sino también de las que parecen
inmateriales, como el alma, que está compuesta de átomos de fuego impulsados por un movimiento muy
rápido.
Pero el pensamiento de Demócrito no se queda en una simple teorÃ−a sobre la realidad; es, más bien, una
concepción total del mundo, que incluye como algo esencial la ética. En sus máximas, Demócrito dice
que la virtud se basa en el equilibrio interno entre el tumulto de las pasiones, equilibrio que se consigue
mediante el conocimiento y la prudencia. AsÃ− aprendemos cómo vivir o, en otras palabras, cómo alcanzar
la felicidad, que no radica en la posesión o goce de bienes externos, sino en la propia alma, “la parte más
noble del hombre”.
Empédocles de Agrigento
Vivio entre los años 483 y 423 a.C. Fue considerado durante todo la antigüedad como un taumaturgo y un
profeta. Dice que hay variedad de opiniones acerca de su muerte, siendo una de las mas difundidas versiones
de la que se suicido arrojándose al crater del Etna. Después lo siguieron los jonicos, empedocles
desarrollo una explicación del universo, en la cual todo fenómeno natural es considerado como la mezcla
de cuatro elementos o “principios” -agua, fuego, aire y tierra, calificados con nombres divinos -Nestis, Zeus,
Hera, Edoneo-. Estos principios o elementos según Empedocles son eternos e indestructibles; son como dice
Aristóteles, “Eternamente subsistentes y no engendrados”. Todas las cosas nacen y parecen por unión y
separación de los mismos, de tal suerte que la cualidad de cada objeto reside en la proporcion en que cada
uno de los elementos entra en la mezcla. “Hay sólo -afirma Empedocles- mezcla y separación de lo
mezclado, pero no nacimiento, que es una simple manera de decir de los hombres”. Ahora bien, lo que hace
que los elementos se mezclen y separen, son dos fuerzas externas - el amor y el odio-, que representan un
poder natural y divino, que son respectivamente el Bien y el Mal, el Orden y el Desorden. Lo que habÃ−a en
el comienzo era el bien y el orden, el absoluto predominio del Amor, por el cual existÃ−a una mezcla
completa de los cuatro elementos en la unidad organica de una “esfera”. La intervención del Odio fue el
origen de las cosas, de los seres individuales, que se van diversificando hasta la separación absoluta y el
dominio absoluto del mal. Pero en este estado no hay tampoco cosas particulares; es, a la vez que la
culminación del imperio del Odio, el principio del Amor que vuelve a confundirlo y mezclarlo todo hasta
que haya una sola cosa, esa perfecta esfera que se llama tambien dios. Tal perfeccion se encuentra asÃ− en el
origen del mundo actual y en su termino; el mundo actual, donde hay seres individuales y, por lo tanto, odio e
injusticia, es, en el fondo, una expiación, un proceso de purificación que solo terminará cuando el amor
triunfe nuevamente; pero este triunfo es tambien precario y la evolucion de los mundos no es sino un proceso
en el cual se manifiesta inexorablemente un dominio alternativo del Odio y del Amor, del Bien y del Mal.
ANAXÔGORAS
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Anaxágoras nació en torno al año 500 antes de Cristo en Clazómenas, colonia griega en el golfo de
Esmirna, en Asia Menor. Hacia el año 453 se dirigió a Atenas, donde se hizo amigo de Pericles y de
EurÃ−pides.
Aunque no intervino directamente en polÃ−tica, fue acusado de impiedad por los enemigos de Pericles, a
causa de sus ideas sobre astronomÃ−a, y fue desterrado de la ciudad el año 434. Se trasladó a Lámpsaco,
donde murió el año 428.
De sus escritos sólo han llegado a nosotros unos veinte fragmentos, de estilo claro y sencillo, que unidos a
los testimonios que sobre él encontramos en otros filósofos, permiten hacernos una idea de su
pensamiento.
Anaxágoras parte, como los eleatas, de la idea de que no es posible que algo tenga un origen o un fin; nada
nace ni perece, sino que a partir de lo que existe se originan combinaciones y separaciones que hacen que unas
cosas apareacan y otras desaparezcan. Por consiguiente, en el mundo de las cosas debe existir una unidad
originaria en la que está todo.
A la pregunta fundamental de la filosofÃ−a presocrática sobre el ser permanente y originario que explique el
cambio y la variación de los seres, Anáxagoras responde con la hipótesis de un número infinito de
elementos, que Aristóteles llamó homeomerÃ−as, intentando precisar con este término lo que
Anaxágoras querÃ−a decir: que lo semejante se une a lo semejante y lo que no lo es se separa y distancia
No hay, pues, un único principio, como habÃ−an propugnado Tales y AnaxÃ−menes, ni cuatro elementos
básicos, como creÃ−a Empédocles, sino un número infinito de elementos, de gérmenes o semillas, de
los que brotan todas las cosas como resultado de sus mezclas y combinaciones.
Junto a estos principios materiales, y aquÃ− está la originalidad de este pensador, Anaxágoras añade un
principio inteligente, el nous, mente o espÃ−ritu, que ordena las homeomerÃ−as, las anima y las organiza en
entes individuales, creando el orden armónico del universo
.
El nous es, pues, el principio de orden, de animación y de individualización de las cosas que constituyen
el mundo variado y plural que vemos a nuestro alrededor. Pero el nous está libre de esas infinitas
partÃ−culas, semillas de todo. Existe por sÃ− mismo, es independiente, eterno y luminoso, porque —como
dice Anaxágoras— “si estuviera mezclada con alguna cosa, participarÃ−a de todas las demás… y las cosas
mezcladas con ella le impedirÃ−an que pudiera gobernar ninguna de ellas del modo que lo hace al ser ella
sola por sÃ− misma”.
PITÔGORAS
Pitágoras nació en Samos hacia el año 580 y murió en torno al 500 a. de C. Fue matemático,
astrónomo y filósofo, Tras varios años dedicados a viajar por distintas partes del mundo antiguo (parece
que visitó Egipto y otros paÃ−ses de Oriente), emigró a la Magna Grecia (sur de Italia), se establecio en
Crotona, donde trabajo como maestro y fundador de una escuela o, más bien, una especie de comunidad
filosófico-religiosa. Esta comunidad tenÃ−a sus propias ideas e intereses polÃ−ticos, que finalmente
terminaron ocasionando una rebelión en su contra, por lo que Pitágoras se vio obligado a huir de Crotona.
Según algunos escritores antiguos, como Jámblico y Heráclides de Ponto, Pitágoras fue el primero en
usar el nombre de “filosofÃ−a”, y se llamó a sÃ− mismo filósofo o amante de la sabidurÃ−a, pues ningún
hombre era sabio, sino Dios.
A Pitágoras, como matemático, se le atribuye la invención de la tabla de multiplicar y el teorema que
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lleva su nombre. También se le atribuye el descubrimiento de que la suma de los ángulos de un triángulo
equivale a dos ángulos rectos. Pero, para Pitágoras, las matemáticas no eran una disciplina cientÃ−fica
bien delimitada, sino el centro de sus especulaciones filosóficas, en las que la teorÃ−a de los números
ocupaba la parte central.
Pitágoras no dejó nada escrito, por lo cual es muy difÃ−cil separar sus ideas personales de las de su escuela
o comunidad.
La escuela pitagórica fue una comunidad singular de carácter cientÃ−fico, religioso y polÃ−tico. En lo
cientÃ−fico, cultivaron especialmente la matemática, la música y la astronomÃ−a. En lo religioso,
afirmaban la inmortalidad y transmigración de las almas, concediendo importancia fundamental a su
purificación a través del conocimiento y de un sistema de vida rÃ−gidamente regulado por prohibiciones.
En lo polÃ−tico, apoyaban al partido dórico y ejercieron el poder prolongadamente hasta que a finales del
siglo V a. de C. se produjo una rebelión en que perecieron la mayorÃ−a de los miembros de la escuela.
La doctrina pitagórica considera que los números constituyen la base de organización de toda la realidad.
La armonÃ−a del universo se debe al hecho de que todo está ordenado y regulado según relaciones
numéricas, lo cual se muestra, de forma paradigmática, en la música. AsÃ−, por ejemplo, los cuerpos
celestes están colocados en torno a un fuego central a unas distancias que corresponden a los intervalos de
octava musical, por lo que, en sus movimientos, producen una especie de armonÃ−a, la llamada música de
las esferas.
Para Pitágoras, pues, el sustrato o esencia del mundo, el primer principio, no es algo material, como para los
filósofos de la Escuela de Mileto, sino una especie de ley interna basada en las inalterables relaciones
numéricas entre los elementos que constituyen el cosmos.
Según Aristóteles, los pitagóricos suponÃ−an que “los elementos de los números eran la esencia de
todas las cosas y que los cielos eran armonÃ−a y número”. Al observar las sorprendentes particularidades de
los números cuando se combinan, los pitagóricos se dedicaron a buscar paralelismos entre los números y
las cosas y se preguntaron de dónde procede la multiplicidad de los números.
Su respuesta es que la totalidad de los números (y, por tanto, de los seres) puede reducirse a dos principios
fundamentales, lo par y lo impar, dualismo que se refleja en una serie de oposiciones (bueno-malo,
limitado-ilimitado, luz-oscuridad, derecho-izquierdo, masculino-femenino, etc.), que no son sino aspectos
concretos de los dos principios básicos: lo par como origen de la perfección, y lo impar como sustrato de lo
imperfecto.
La armonÃ−a derivada de las relaciones numéricas no existe sólo en el mundo fÃ−sico o cósmico, sino
también en el orden moral. Por ello los pitagóricos propugnan la autodisciplina, la abstinencia, la
sobriedad y unas prácticas ascéticas y religiosas tendentes a purificar el alma y a redimirla del ciclo de las
reencarnaciones mediante la pureza y la piedad.
“Los llamados pitagóricos se dedicaron a las matemáticas e hicieron progresar esta ciencia. Embebidos en
su estudio creyeron que los principios de las matemáticas eran los principios de todos los seres. Y como los
números son por naturaleza anteriores a las cosas, los pitagóricos creÃ−an percibir en los números, más
bien que en el fuego, la tierra y el aire, mayor semejanza con lo que existe y lo que está en continuo cambio.
AsÃ− una cierta modificación de esos números les parecÃ−a ser la justicia, otra el alma, otra la ocasión
favorable […]. Por último veÃ−an en los números las razones y proporciones de la armonÃ−a. Viendo,
pues, que todo estaba formado a semejanza de los números […] pensaron que los elementos de los números
son los elementos de todos los seres y que la totalidad del cielo era armonÃ−a y número.
Conclusión
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Pudimos darnos cuenta de que el ser humano a través de el tiempo se ha interesado por los fenómenos que
acontecen a su alrededor y del origen de las cosas.
Ya que por medio de la observación, les trata de dar una explicación lógica y razonable; sin embargo
nuestro interés se transforma o perfecciona; como la diferencia entre el pensamiento de Democrito y
Maquiavelo, dejándo atrás los fenomenos ocurridos en la naturaleza por los fenómenos que se pueden
presentar en la sociedad.
Para finalizar mencionemos que la FilosofÃ−a siempre se encuentra en la búsqueda de la verdad y causa; ya
sea en las diferentes fases o ámbitos en los que el ser humano se desarrolla.
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