FRANCISCO DE QUEVEDO. CARICATURA DEL LICENCIADO

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Lengua Castellana 6º Ed. Primaria
CEIP Benito Pérez Galdós
Majadahonda
FRANCISCO DE QUEVEDO.
CARICATURA DEL LICENCIADO CABRA, DE SU OBRA “EL BUSCÓN”.
El licenciado Cabra es uno de los personajes de la novela de Quevedo
Historia de la vida del Buscón llamado Pablos, ejemplo de vagabundos
y espejo de tacaños, conocida como El Buscón.
Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de los escritores más
representativos de la literatura barroca española, autor de un amplio
repertorio de poesía y ensayos.
El buscón es su única novela. Fue publicada por primera vez en 1626,
pero el autor se basó en los manuscritos que había escrito en su
juventud, a principios de siglo. Responde a las características del
género de la novela picaresca, ya que narra, a modo de falsa
autobiografía, las desventuras y fechorías de un pícaro, según la
estructura que popularizó el Lazarillo de Tormes.
Extraordinario el retrato que hace Quevedo del Licenciado Cabra.
¡Toda una caricatura!
Lengua Castellana 6º Ed. Primaria
CEIP Benito Pérez Galdós
Majadahonda
¿Se puede describir mejor a un mísero?
Capítulo III
De cómo fui a un Pupilaje por criado de don Diego Coronel
Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en un pupilaje: lo uno por
apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en
Segovia un licenciado Cabra, que tenía por oficio criar hijos de caballeros, y
envió allá el suyo, y a mí para que le acompañase y sirviese. Entramos en el primer
domingo después de Cuaresma en poder de la hambre viva, porque tal lacería no
admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle; una
cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir); los ojos avecindados en
el cogote, que parece miraba por cuévanos; tan hundidos y oscuros, que era buen
sitio el suyo para tienda de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque
se le había comido de unas bubas de resfriado, que aun no fueron de vicio,
porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que,
de pura hambre, parece que amenaza a comérselas; los dientes, le faltaban no
sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagabundos se los habían desterrado;
el gaznate, largo como de avestruz; una nuez tan salida, que parece que, forzada
de la necesidad, se le iba a buscar de comer; los brazos secos; las manos, como
un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o
compás; las piernas, largas y flacas; el andar, muy espacioso; si se descomponía
algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro; la habla, ética; la barba,
grande, por nunca se la cortar (por no gastar); y él decía que era tanto el asco
que le daba ver las manos del barbero por su cara, que antes se dejaría matar
que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un
bonete los días de sol, ratonado con mil gateras, y guarniciones de grasa. La
sotana era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin
pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca
parecía negra, y desde lejos entre azul; traíala sin dolor. No traía cuellos ni
puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera, lacayuelo de la muerte.
Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. ¿Pues su aposento? Aun ararías no
había en él; conjuraba los ratones, de miedo de que no le royesen algunos
mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo; dormía siempre de un lado,
por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.
Francisco de Quevedo
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Majadahonda
QUEVEDO VS. GÓNGORA
Se cuenta que Don Luis de Góngora y Don Francisco de Quevedo, dos
de los grandes poetas del Siglo de Oro, eran acérrimos enemigos.
Sus enfrentamientos literarios son una divertida muestra de su arte y
de su gran talento. También a la hora de insultar. He aquí la caricatura
que Quevedo hace de Góngora:
ÉRASE UN HOMBRE A UNA
NARIZ PEGADO
SONETO
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;
era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
Francisco de Quevedo.
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