ASAMBLEA MUNDIAL DE POBLADORES

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ASAMBLEA MUNDIAL DE POBLADORES
Hagamos escuchar nuestra voz
Repensando la ciudad desde la gente
Ciudad de México, 2 al 6 de octubre de 2000
Mesa: Ciudad Segura (Desastres)
Se presentaron experiencias de Turquía, México, El Salvador y Venezuela, que se enriquecieron
con los aportes y comentarios de compañeros de Brasil, Senegal y República Dominicana, entre
otros. Se estableció que los desastres no sólo están asociados a fenómenos naturales sino también
a procesos sociales y que tienen una estrecha relación con la vulnerabilidad diferencial que
predomina principalmente en los países en vías de desarrollo, y que genera condiciones de riesgo.
Por ello los desastres, su intensidad y sus efectos masivos no se pueden explicar solamente por la
localización geográfica de los asentamientos humanos.
Los procesos económicos y las decisiones políticas propician la exclusión, que a su vez genera
que importantes sectores de la población vivan o sobrevivan en zonas peligrosas vulnerables a la
ocurrencia de sismos, inundaciones, deslizamientos de tierra, huracanes y accidentes
tecnológicos. Asimismo, posibilita la existencia de otras problemáticas que también podemos
incluir en la categoría de desastres y que hasta ahora han sido tratadas como temas apartes. Nos
referimos a cuestiones como la hambruna, la violencia generalizada o las epidemias.
Así vistos, los desastres derivan de una compleja situación estructural que tiene su origen en la
miseria, la modernización de la explotación y la globalización de la pobreza. Esto se traduce en
políticas económicas y sociales que no responden a las verdaderas necesidades de la población.
Si a lo anterior añadimos la existencia de regímenes autoritarios o parcialmente democráticos
entendermos mejor la parálisis de los gobiernos en ocasión de las macroemergencias, así como
sus prácticas corruptas y aplicación de políticas y acciones que responden a la coyuntura pero que
no atienden los problemas de fondo. Esto se refleja en programas de prevención y atención de
desastres que carecen de bases estratégicas y operativas para tener una aplicabilidad real y que no
tienen relación con las políticas urbanas, ambientales y de salud. Estos programas, desde luego,
en general no consideran la participación activa de las comunidades afectadas ni del resto de la
sociedad, ni mucho menos las hacen parte de la toma de decisiones en los procesos.
Por ello, las propuestas del grupo se dirigen a lo siguiente:
- Se deben impulsar procesos organizativos que se basen en los asentamientos humanos en un
contexto amplio de hábitat y vivienda, que incluya la prevención de riesgos y la mitigación de
desastres.
- Los planes de manejo de las emergencias, en consecuencia, no deben ser tecnocráticos ni
burocráticos y deben incluir la participación social amplia a partir de las propias comunidades
afectadas.
- Los programas de este tipo no deben manejarse como secretos ni ser excluyentes; por el
contrario, deben ser de dominio público e instrumentarse de abajo hacia arriba, incluyendo a los
propios interesados, cuya capacidad organizativa, de iniciativa y acción debe ser tenida en cuenta.
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- La ayuda durante la etapa de emergencia y posterior a ella debe atender las necesidades reales de
la población, contribuyendo a procesos de recuperación y reconstrucción a largo plazo.
- La gestión del territorio por parte de las y los pobladores debe incluir el autodiagnóstico de
vulnerabilidad y riesgo, como una forma de reconocimiento del territorio y como instrumento
para el diseño de proyectos de capacitación y socialización de experiencias.
Una estrategia importante es el desarrollo de proyectos productivos que promuevan acciones
comunales respaldadas en recursos propios. Esto no debe significar, sin embargo, que el Estado
abdique de sus responsabilidades para garantizar la seguridad de la población.
Para reducir las condiciones de vulnerabilidad y riesgo es importante desarrollar programas de
mejoramiento urbano y rural en base a proyectos participativos de salud y protección del
ambiente.
Cabe resaltar también el invaluable papel de la solidaridad internacional tanto durante la
emergencia como posteriormente. Este es un factor de gran importancia.
La ciudad segura es una aspiración que requiere del compromiso y participación de la sociedad en
su conjunto, de las organizaciones sociales, de los académicos e investigadores así como de
organismos civiles y no gubernamentales.
En consecuencia, proponemos la creación de una Red Internacional de organizaciones sociales,
civiles y no gubernamentales para la prevención, atención y mitigación de desastres.
Juntos podremos hacer ciudades no sólo más seguras sino también más solidarias y humanas.
Equipo de Redacción: Cuauhtémoc Abarca y Daniel Rodríguez
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