Proyecto de Investigación Cotidianidades y diversiones en la ciudad

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Proyecto de Investigación
Cotidianidades y diversiones en la ciudad de Mérida, siglo XIX
Responsable: Dr. Pedro Miranda Ojeda
Resumen
Las diversiones públicas por supuesto son parte fundamental de la identidad de un pueblo
porque en ellas se expresa su representación del mundo moral y social. La importancia de lo
lúdico en la vida cotidiana ha sido desde tiempos inmemoriales una esfera fundamental de las
sociedades. El examen de las fiestas y las diversiones contribuye a la comprensión de las
formas de sociabilidad aprehendidas de modos distintos en el tiempo. Esto quiere decir que
según sea la representación de los rasgos históricos, florecen ciertas particularidades
comunes que producen las formas de diversión y las maneras distintivas de usar el tiempo
libre. Al mismo tiempo, abre un inmenso campo de análisis que permite un mayor
acercamiento a las concepciones culturales, a las costumbres, a los usos del espacio y del
tiempo. Asimismo, las diversiones constituyen una respuesta a las necesidades sociales de una
sociedad debido a que ésta es parte inherente a la cultura de los pueblos. De igual manera, la
comprensión de lo lúdico representa un escaparate capital de la mentalidad de una época. Si
bien en la fiesta suelen advertirse rupturas de la cotidianidad y el ocio cristaliza la antítesis
del trabajo, el juego ejerce una seducción irresistible sobre la mayoría de los individuos, la
tríada concierne al universo de la sociabilidad. De ahí la importancia de los estudios sobre
la sociabilidad.
Introducción
Desde su aparición, la historia sociocultural ha vivido una época de profundas
transformaciones a propósito de sus contenidos y de sus temas de investigación. En efecto,
cuando en la década de 1960 comenzaron a proliferar los estudios relativos a la cotidianidad,
a las costumbres, a los hábitos alimenticios, a las maneras de vestir, a las fiestas, a la
sociabilidad, a las diversiones, etc. los historiadores descubrieron un inmenso escaparate de
oportunidades para aprovechar la riqueza de los documentos archivísticos y hemerográficos.
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Las nuevas tendencias de la historia orillaron a una revisión más exhaustiva de las fuentes. Las
novedades historiográficas sin embargo no pertenecían sólo a este campo pues la historia
social británica y la historia de las mentalidades ya habían catapultado el florecimiento de esta
clase de investigaciones aunque, a menudo, eran rehusadas en la investigación.
El desarrollo de los nuevos temas de estudio impulsó de manera espectacular el
conocimiento de las realidades cotidianas que antes solían escapar de la atención de los
estudiosos. Desde la historia social hubo un esfuerzo muy importante por tratar de
comprender los comportamientos cotidianos o las relaciones sociales vinculadas al poder.
Estos trabajos procuraron la comprensión más protagónica de la sociedad. En la historia de
las mentalidades, en cambio, las energías se concentraron en el análisis de los
comportamientos cotidianos asociados con el universo mental de la sociedad. La cercanía de
esta práctica historiográfica con la psicología social estimuló agudas críticas que, por lo
común, tienden a enfatizar la subjetividad de los resultados. En efecto, la interpretación
realizada según tales planteamientos coincide con los procesos o prácticas potenciales, sin
ninguna oportunidad de demostración científica. De ahí que el entendimiento de las
mentalidades de una sociedad, ante la fragmentación documental, sea uno de los principales
obstáculos para analizar las realidades ejercidas y no las reconocidas en un espacio y en un
tiempo determinado.
La crisis de la historia de las mentalidades, los llamados Terceros Annales, favoreció la
aparición de la historia sociocultural. En esta ruptura con el modelo annalista también se
inscribe el surgimiento de la microhistoria italiana. El acercamiento del estudio de las
mentalidades con la antropología, la historia cultural y la historia social cristalizó en la historia
sociocultural. La investigación histórica reformuló así una historia con indicios de
antropología histórica, historia de las mentalidades, historia social, sociología histórica, etc. Al
mismo tiempo, hubo una insistencia por la fragmentación en dos niveles. En el primer nivel se
restringieron las investigaciones a particularidades y a ciertos problemas, sin tratar de abarcar
múltiples tópicos. El objetivo de esta práctica respondió a la idea de materializar
investigaciones más profundas que proporcionaran un conocimiento más positivo y
comprensivo de aspectos bien precisos. El segundo nivel obedeció a limitar el espacio de
análisis. Los trabajos orientados a ocupar límites geográficos muy extensos tienden a mostrar
muchas generalizaciones que a veces no corresponden con ciertas realidades particulares y,
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por este motivo, la concentración de los estudios en fronteras más abreviadas también
favoreció un mayor grado de conocimiento. Esto no significa que los estudios se localicen en
pequeñas localidades, pueblos o ciudades sino que la tendencia radica en definir los espacios
según sean los propósitos de la investigación.
Este escenario historiográfico, sin embargo, casi ha estado ausente en México. Salvo la
amplia producción del Seminario de Historia de las Mentalidades, perteneciente al Instituto
Nacional de Antropología e Historia, de la ciudad de México, las investigaciones de esta
naturaleza han sido poco importantes en el país. Aun así, los trabajos de este seminario
permanente no son estrictamente de mentalidades porque en muchos casos se observa una
inclinación por analizar estudios de caso, una propuesta en absoluto contradictoria con la
idea de las mentalidades. Además, cuando a menudo limitan las investigaciones a tiempos más
o menos cortos ultrajan el principio braudeliano de que las mentalidades son prisiones de
larga duración. A pesar de tales inconvenientes, desde hace varias décadas, las investigaciones
relativas al mundo sociocultural, en sus distintas modalidades, han tenido un campo fértil.
Se puede considerar que el estudio de las formas de divertimento es una de las
parcelas de esta nueva historia social. En México, los trabajos de esta calidad han sido
favorecidos desde el decenio de 1990 y en su novel historiografía ha tenido algunos éxitos.
Las investigaciones socioculturales o de las mentalidades en Yucatán, en cambio, hasta el
momento no han disfrutado del interés de los historiadores. La tradición historiográfica
yucateca ha descuidado la parte tocante a la vida cotidiana, a las diversiones, etc. El
fortalecimiento de la historia sociocultural de los años recientes tampoco motivó la aparición
de una producción dedicada a esta tendencia. Por esta razón, este trabajo pretende llenar un
vacío en la historia de Yucatán y explicar un proceso que transformó las costumbres lúdicas
heredadas de la época colonial.
Planteamiento del problema
La investigación se acerca a una historia sociocultural que estudia un problema muy preciso:
el progreso de las diversiones en la ciudad de Mérida durante el siglo XIX. En efecto, la ciudad
de Mérida se convierte en la unidad de análisis porque durante este período ahí pueden
comprenderse con exactitud las múltiples transformaciones ocurridas en las ideas acerca de
las diversiones. Al margen de los problemas económicos y convulsiones político-militares,
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como la guerra de castas, las autoridades decimonónicas tuvieron la preocupación por
incorporar un discurso progresista y moralista. Las diversiones y las fiestas fueron, sin duda
alguna, los ejes donde este discurso se manifestó de manera más notoria. La débil práctica
discursiva y legislativa, no obstante, no tuvo el éxito esperado por la resistencia del mundo
social. La sociedad meridana, antes bien, era celosa de sus añejos usos carnavalescos, de los
juegos de azar, de sus fiestas populares y callejeras. Por este motivo, los cambios que el
Estado procuró establecer fracasaron en sus primeros intentos. El gradual afianzamiento del
poder de la autoridad –desde mediados del siglo
XIX
hasta su culminación en el porfiriato–
fue sinónimo de cambio, y comienzo del lento progreso del modo de entender las
diversiones. Es un estudio limitado a esta ciudad, sin atención en los pueblos del territorio
departamental o estatal puesto que ahí los cambios y las aplicaciones de los modelos
culturales no tuvieron efecto. Por otra parte, hay indicios de una historia de las mentalidades
porque a lo largo del siglo XIX se pueden matizar los cambios en las ideas, en la mentalidad de
los hombres que fueron labrando el concierto cultural y lúdico de la ciudad. En el mismo
sentido puede decirse que es un estudio de larga duración porque únicamente con el examen
de un siglo, el XIX pueden comprenderse las transformaciones y las permanencias lúdicas.
El siglo
XIX
mexicano, no obstante, posee ciertas particularidades. Los límites
cronológicos definidores del siglo no revelan en ningún momento la precisión de un
problema histórico. Los historiadores están de acuerdo en señalar que dicho siglo, por
circunstancias de un proceso histórico común, comienza en 1822 y termina en 1910 con la
derrota del régimen de Porfirio Díaz. En efecto, en la inteligencia de que las costumbres y las
prácticas culturales adquiridas durante años no pueden ser aniquiladas de inmediato por un
conjunto de leyes o decretos, muchas de éstas permanecieron casi inamovibles hasta la
segunda mitad del siglo
XIX.
La culminación de este largo proceso se sitúa hasta el final del
periodo conocido como porfiriato, a principios del siglo XX. Esta es la causa que determina la
definición temporal de la investigación.
Marco referencial
En todas las culturas, en todos los tiempos, las sociedades han practicado rituales de
carácter festivo. Las diversiones, por lo tanto, lejos de constituir un fenómeno marginal
desempeña un papel fundamental en la vida de los hombres. Las diferentes maneras de
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apropiación de las estrategias lúdicas de los pueblos son procesos pertenecientes al orden
de las mentalidades, de la visión del mundo social, de la cultura y del desarrollo histórico.
Los símbolos o representaciones de la diversión no son sucesos azarosos o celebraciones
manufacturadas con la intención de conservar una tradición que perdura por inercia sino
que, al contrario, éstas responden a las realidades particulares reconocibles que revelan
preocupaciones, conflictos sociales, relaciones de poder, jerarquías, etc. El genérico de la
fiesta, la diversión, el juego y el ocio, en sus distintas expresiones, son una manifestación
de hechos culturales de primer orden cuyo conocimiento es fundamental para aprehender
el pasado de los pueblos. La tarea del historiador es precisamente penetrar en el complejo
mundo del desciframiento de los secretos ocultos en los documentos escritos por las
sociedades pasadas.
En el concepto de sociabilidad se inscriben los trabajos relativos a las diversiones.
A partir de su análisis es posible comprender usos, tendencias y modelos de diversión en
el periodo estudiado. La antigua aplicación que la autoridad hacía de la máxima “pan y
circo” para organizar el complejo lúdico del mundo colonial –la satisfacción de los pueblos
radica exclusivamente en subsanar sus necesidades alimenticias y en la procuración de
fiestas–, se disipa en el siglo
XIX.
La fiesta colonial puede en un sentido amplio observarse
como una concesión del poder que pretende animar el espíritu de los hombres y, así,
poder controlar el descontento social. Las diversiones, por supuesto, son una necesidad
cultural de los pueblos donde se intima con las diversas maneras de alteración del ritmo
habitual de la vida ordinaria. Las expresiones de las realidades humanas a menudo son de
formas muy particulares, dependiendo de las condiciones ideológicas, morales,
socioculturales o económicas.
Desde el inicio de la vida independiente comenzó a constituirse un nuevo orden
moral y público que pretendía cultivar los valores de la civilidad y las buenas costumbres.
Con el propósito de enmendar y encauzar a la sociedad rumbo hacia la modernidad, esta
regla poco a poco fue haciéndose general en el trato y en el comportamiento de las élites,
como representante del ideal social. Las diversiones fueron, en consecuencia, uno de los
renglones sociales que mayor interés despertó para aplicar este modelo. Los resultados
fueron distintos según se tratara de una u otra clase de diversión. Esta variación en la
práctica se debió a varios factores sociales. La resistencia popular fue un instrumento
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eficaz que sin duda repercutió en la conservación de las tradiciones populares porque
desafió el poder de las normas. La no-ruptura con la práctica convencional pese a las
sanciones, la incapacidad de combatirla en lo privado, la corrupción y la misma tutelapráctica de las autoridades, contribuyeron a la permanencia de algunas diversiones
populares. En este proceso lo popular e incivilizado no desapareció totalmente del espacio
público en virtud de que su control a menudo escapaba de la rigurosa persecución. Este
efecto fue debido a que el hombre común diseñó estrategias para mantener su ejercicio en el
ámbito privado y público o en las áreas de menor vigilancia, incluso por la corrupción que
siempre empañó a las administraciones meridanas.
En este nuevo orden moral y civilizatorio de diversión, el modelo se arrogó sobre
todo en el teatro y en el carnaval, logrando alcances quizá insospechados hasta para la misma
autoridad. La férrea voluntad autoritaria para desplegar en estos espacios una política gradual
y casi inflexible de imposición del nuevo espejo lúdico se observa en la aplicación legislativa
hasta sus últimas consecuencias. El control estuvo directamente relacionado con el interés de
fomentar en Mérida la imagen de modernidad y en el presunto compromiso social con las
masas para incorporarlas en el proyecto colectivo de cultivar en ellas el gusto por las artes, la
estética y las tendencias culturales de moda.
Los esfuerzos por cambiar las maneras de ver un mundo saturado de tradiciones
lúdicas hacia un orden sancionado por las reglas de la diversión progresista y moderna
implicaron una ruptura de los diseños lúdicos conocidos y, en consecuencia, la búsqueda de
los instrumentos que aislasen la contradicción comportamental se convirtió en una tarea
trascendente para las autoridades decimonónicas. Los negativos efectos de los años iniciales
sin embargo poco a poco lograron cristalizar en ciertas prácticas que solían considerarse
contrarias a los cánones de las sociedades cultas. La oposición de los principios: progreso
versus costumbres bárbaras e incivilizadas (fiestas de toros, carnaval, diversiones callejeras; los
vicios y la inclinación por los juegos ilícitos y de azar), son la principal preocupación que
pretende desprenderse de la cotidianidad. La campaña consiste pues en la proyección de una
empresa por elitizar las fiestas populares (el carnaval) y a cultivar el gusto por las artes
consideradas civilizadas y progresistas (teatro, música, danza). Las diversiones populares
inmorales, por obvias razones, son intoleradas y el objetivo consiste en transformarlas en
diversiones nobles y meritorias de una sociedad culta. Los estándares de esta elitización son
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aquellos vigentes en las ciudades europeas y norteamericanas que representan la
modernización y el desarrollo.
La fijación de un modelo contra las costumbres bárbaras, incivilizadas y ajenas a la
sociedad moderna son el objetivo central de proceso lúdico. De ahí que tratara de
fortalecerse un proyecto de control y de disciplinamiento social que lubricara las
mentalidades y las maneras de comprender la realidad social. El reemplazo de las antiguas
costumbres se volvió una tarea imprescindible que trató de zanjarse a través de la
construcción de un aparato discursivo que comprendía: aspectos ideológicos (educación,
manuales de buenas costumbres, prensa), conductuales (trabajo, sociabilidad, formas de
diversión) y materiales (ciudad); aspectos educativos (remedio de la sociedad ociosa,
proclive a los juegos y a las diversiones). Al mismo tiempo se procuró impulsar la imagen
de la ciudadanía en la utilidad social (sujeto laborioso y comprometido con alguna
actividad) versus inutilidad social (vagos, jugadores, ociosos). De ahí la relevancia del forjar
en el hombre decimonónico una conciencia por reglas éticas y virtudes individuales
(trabajo, progreso).
Por tales razones, el análisis de las diversas políticas es de capital importancia porque
contribuye a explicar las tendencias y los grados de transformación hacia la elitización y/o
moralización. De igual modo es trascendente examinar el grado de resistencia de la sociedad
y cómo ésta repercutió en la permanencia y continuidad. La reconstrucción del aparato
político, económico, social y cultural de principios del México Independiente identificó la
imagen del progreso con el reacomodo del sistema de valores sociales, económicos y
culturales. Por lo tanto, pueden conocerse los efectos del nuevo modelo de sociedad, su
lenta transformación de la cotidianidad y, particularmente, cómo las diversiones a pesar de
las resistencias, poco a poco perdieron la hegemonía del espacio popular.
Objetivo general
Analizar la importancia de las diversiones públicas en el ámbito de la vida colonial para
comprender el proyecto del progreso y la modernización de la sociedad decimonónica de
la ciudad de Mérida.
Objetivos específicos
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Analizar el binomio barbarie-civilización, según el concepto lúdico
Explicar el papel político en la incorporación del progreso en el modelo lúdico
Destacar la evolución de las diversiones en el proyecto de modernización decimonónica
Describir la importancia de las diversiones en la vida cotidiana
La pregunta ¿cómo se divierte la sociedad meridana en el siglo
XIX?
podría
explicarse a partir del análisis de las políticas morales, culturales y elitizantes
instrumentadas por las autoridades políticas. Sin embargo, también puede reconocerse
mediante las resistencias del pueblo por consolidar sus antiguas maneras de entender la
diversión. La diversión meridana sin embargo es muy compleja. No puede ceñirse a un
mero discurso político, cultural o moral. Lo discursivo no es una representación de la
realidad, son los entendidos de la sanción en el orden. La sociedad y, en general, el
individuo, sin distinción según su posición en la escala social, aprehende el discurso de
modo muy diverso, lo interpreta y lo reproduce. Las transgresiones son un común
denominador del siglo
XIX
en todos los estratos sociales y, por ende, no es posible hacer
coincidir en la definición de la élite como el estrato que reproduce en absoluto el modelo
de sociedad. La diversión cotidiana es muy amplia y varía según las circunstancias, anhelos
o intereses, y puede responder al modelo o rehusar incorporarse a las medidas
demandadas.
Metodología
El proceso lúdico no puede explicarse únicamente a partir de las fuentes de archivo. Las
explicaciones de la investigación histórica, a partir del análisis de ciertos conceptos, permiten
una comprensión más precisa de la documentación y del proceso en estudio. Esto no significa
que se olvide el factor clave de los conceptos históricos. Es decir, de ninguna manera
determinados conceptos o ideas propias del siglo XIX pueden adaptarse a las concepciones o
definiciones actuales; de otro modo, la unidad de análisis se diluiría en los anacronismos
provocando interpretaciones equivocadas.
La vida cotidiana de las ciudades coloniales es una historia de las diversiones. Las
imágenes de la vida cotidiana a menudo son el retrato de las diversiones coloniales. La
reconstrucción de la historia lúdica de los siglos XVI, XVII y XVIII es una tarea compleja porque
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las imágenes conocidas a través de los documentos pocas veces descubren asuntos de la
cotidianidad. El trazado público de los quehaceres se materializa gracias a la riqueza de los
materiales y registros históricos, sin embargo, su omisión constituye un obstáculo muy difícil
de sortear. Los problemas metodológicos son de primer orden debido a los escasos
expedientes conocidos y a la ausencia de archivos especializados concernientes a Yucatán.
Así, la fragmentación documental es el mayor reto en la historia de las diversiones. Los
problemas que el historiador enfrenta en la reconstrucción del universo lúdico son, por
este motivo, la mayor complicación. Por tanto, la historia cotidiana constituye uno de los
mayores desafíos del pasado. En el Archivo General de la Nación, México (AGNM) y en las
colecciones locales existen algunos expedientes y manuscritos que contienen algunas
cuestiones importantes del período colonial, aunque con frecuencia hay enormes lagunas.
El historiador debe tener la capacidad de reconstruir el complejo universo lúdico a partir
de diversos fragmentos documentales. Uno de los objetivos de la historia es la
interpretación de los procesos a partir de la suficiencia de fuentes; empero, como la pobreza
de los legajos no contribuye a la recuperación del conocimiento pasado, la comprensión
lúdica únicamente puede ser observada de lejos. Esto quiere decir que el retrato de las
diversiones meridanas de la época colonial dista mucho de ser el más detallado posible.
Las prácticas cognoscibles del divertimento público meridano sólo pertenecen a las
últimas décadas del siglo
XVIII.
A pesar de que la reconstrucción de la vida festiva puede
reproducirse el análisis de las reales cédulas, bandos, decretos, actas de cabildo, circular,
etc., éstas existen en un número restringido. Las fuentes de información para la
reconstrucción de la vida cotidiana y lúdica del siglo
XIX,
en cambio, son de una riqueza
excepcional. Los diccionarios, los periódicos, los diversos tipos de bandos, las copiosa
folletería, la numerosa colección de libros de actas de cabildo, las diferentes clases de
expedientes, los pleitos criminales y civiles, los diarios personales, los múltiples
reglamentos, las instrucciones y ordenanzas políticas, etc., son algunas de las fuentes que
ofrecen un inmenso caudal de datos que permiten la recreación satisfactoria del ambiente
predominante de esta época. Aun cuando la oferta documental brinda un panorama
general de las diversiones, gracias a éstas pueden inferirse cuáles eran las fórmulas lúdicas
más socorridas en la Mérida colonial. Las mentalidades colectivas y los comportamientos,
como lo sugiere la propia historia de las mentalidades, son las representaciones sociales
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que mayor resistencia ofrecen al cambio. En efecto, el conocimiento de las maneras de
divertirse a finales del dieciochesco es una descripción y una experiencia transmitida del
lúdico cotidiano de los siglos precedentes.
El armado de las diferentes partes del esqueleto decimonónico puede hacerse gracias
a distintos tipos de fuentes. La revisión de los archivos es fundamental para reconstruir una
parte del rompecabezas de este largo proceso. Si bien existen numerosas fuentes de
información, por lo general, éstas no están inscritas en un ramo concreto sino que se hayan
dispersas en innumerables fondos documentales que, además, pertenecen a una variedad muy
amplia de temas. El historiador de las diversiones entonces tiene que hacer una búsqueda
exhaustiva de los expedientes que potencialmente puedan brindar noticias o información.
Así, la investigación se convierte en una interminable revisión de legajos.
Aun cuando en el Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY), los fondos Poder
Ejecutivo, Justicia y Congreso del Estado se descubrieron importantes datos, los problemas
de clasificación del archivo después de la segunda mitad del siglo
XIX
complicaron mucho el
trabajo de investigación. La fecundidad de los documentos suele perderse debido a que no es
posible que el historiador haga un reconocimiento detallado de todos los expedientes, pues
lo miles de datos concentrados en los voluminosos fondos no pueden ser inspeccionados
con el empeño que se desea.
Los registros del Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán (CAIHY), en
cambio, se caracterizan por una concienzuda clasificación que facilita el reconocimiento de
los documentos; sin embargo, tampoco puede decirse que se identifiquen por un orden
lúdico sino que el historiador debe tener el juicio suficiente para determinar en qué
expedientes es posible encontrar información pertinente. Salvo la riqueza de las Actas de
cabildo de Mérida donde prolifera un vasto repertorio lúdico, en los restantes fondos la
búsqueda es muy compleja.
En el Archivo Histórico del Arzobispado de Yucatán (AHAY) ofrecen interesantísimos
documentos aunque también están desperdigados en varios fondos, tales como Oficios y
decretos, Asuntos Terminados, Cuentas de Fábrica, etc. La desconfianza de sus
administradores también es uno de los principales obstáculos que enfrenta el investigador
porque algunos fondos no pueden consultarse por razones desconocidas.
En el Archivo Notarial del Estado de Yucatán (ANEY) ocurre el mismo problema
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porque los copiosos libros de protocolos están identificados por notarios y años, sin que
exista un índice de contenidos. La revisión pormenorizada de cada registro es indispensable
para que el historiador tenga éxito en la búsqueda de algunas referencias importantes.
La fuente de mayor riqueza, sin duda alguna, es la prensa. Los numerosos periódicos
publicados constituyen la principal fuente de información lúdica principalmente a partir de la
segunda mitad del siglo
XIX.
La aparición de una prensa comercial en esta época sorteó
muchos de los inconvenientes documentales ausentes en los archivos y de esta manera se
llenaron las lagunas existentes. Los anuncios publicitarios, las noticias, la publicación de
decretos y leyes, la crítica social, los editoriales, etc. son testigos envidiables de una cultura
lúdica de primer orden. Ante la presunta crítica de la subjetividad, de los intereses políticos y
de las tendencias ideológicas de este tipo de fuente, es preciso enfatizar que las descripciones
de fiestas o la publicidad no reflejan esta clase de prejuicios. En la crítica social y en los
editoriales, en cambio, sí destaca un punto de vista particular según las inclinaciones de sus
editores; de ahí que se haya insistido en una crítica de fuentes que procurara disipar o
rehusar tomar en consideración las opiniones particulares y subjetivas que distanciaran los
hechos de las realidades construidas por los juicios de valor o por la intencionalidad valorada
de acuerdo a determinada posición ideológica o política.
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