La enfermedad como monólogo, la salud como diálogo. Melancolía

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La enfermedad como monólogo,
la salud como diálogo.
Melancolía, arrogancia y experiencia del otro
en El amante liberal de Cervantes
Julia D’Onofrio
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
S
i de algo podemos estar seguros los lectores de Cervantes es del papel
esencial que tiene el diálogo en su obra.1 Y al hablar de diálogo me
refiero a todos los niveles posibles en que éste puede entenderse, sea entre
los personajes de la ficción, entre la voz autorial y sus imaginados lectores
o entre la obra misma y su público.
En numerosos estudios, Isaías Lerner destacó también otras formas de
diálogo: el que entabla la obra de Cervantes con otras tradiciones, géneros
y discursos. Tal es el caso de su recordado trabajo sobre El amante liberal
(publicado en Filología en 1987) en el cual analiza el diálogo que el texto
establece con la tradición pictórica de representación de la melancolía y sus
modos simbólicos. En ese trabajo, Isaías Lerner puso de relieve la buscada
conexión visual con las figuras de la melancolía de la pose pensativa y triste
de Leonisa al comienzo de la escena del encuentro con Ricardo en casa de
sus amos. Y esta indicación del maestro de mis maestros fue la que, a su
vez, me hizo notar a mí la constante presencia de la melancolía en la novela,
especialmente en toda su primera parte donde se multiplican tópicos, patrones
e imágenes que estaban íntimamente ligados a la enfermedad de la época o
la “era melancólica” como la llama Rodríguez de la Flor (1999).
En un modo que es un sello personalísimo de la representación cervantina,
la novela rodea de forma más o menos explícita el tema de la melancolía
–que aparece, por supuesto, en el estado depresivo del protagonista, pero
también en indicios menores como la exacerbada imaginación, la figura de
las ruinas, la alusión a laberintos de imposible resolución o las tormentosas
travesías por mar, para culminar y finalmente hacerse patente en la poderosa
imagen visual de Leonisa con la mano en la mejilla, mirando hacia el suelo
y reconociendo que ya no sabe de quién es, ni quién es, en el típico estado
fronterizo y anhelante de la melancolía. Es decir, si Ricardo se mostró al
1 Esta comunicación fue leída en un panel dedicado a homenajear a Isaías Lerner, tan querido en el
cervantismo en general y en nuestro Instituto de Filología en especial. Isaías Lerner fue maestro
de mis maestros y, como tantos otros, me he beneficiado de una manera u otra de sus magistrales
lecciones cervantinas.
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
principio como un melancólico extrovertido, Leonisa representa en este
punto el concepto de la melancolía hecho imagen (en consonancia con las
formas de construcción emblemática de la época).
Una vez señalada esta constante melancólica de la novela, resulta lícito
plantear que Ricardo es un protagonista con rasgos enfermizos que oscila
entre la tristeza desesperada –en su discurso de apertura– y la arrogancia
colérica –de su historia previa. Así, entonces, una de las líneas de lectura para
la novela podría estructurarse como el recorrido de un proceso de curación
que se encamina hacia un equilibrio saludable. En este sentido, al volver la
mirada hacia cómo se opera esa sanación terapéutica, no podemos pasar por
alto que en primer plano (o en primer lugar) aparece Mahamut, el renegado
arrepentido que los trabajos de Clamurro ayudan a valorar en su dimensión
socio-histórica además de narrativa (Clamurro, 1997, 50-54). Es especialmente interesante que los métodos terapéuticos de Mahamut para destrabar
el conflicto de Ricardo sean la conversación y en cierta medida el engaño.
Un rasgo característico de los enfermos de melancolía, al que aluden
todos los autores que hablan de la enfermedad, es la búsqueda de la soledad y el encierro en soliloquios obsesivos.2 Se daban variadas formas de
contrarrestar la enfermedad, como sabemos, y la mayoría de ellas ligadas a
equilibrar los desarreglos humorales, es decir, se prestaba principal atención
al aspecto físico. Sin embargo entre los autores contemporáneos de Cervantes
que trataron estos asuntos, se destacan las propuestas de Oliva Sabuco de
Nantes,3 porque ofrecen, en contrapartida, una marcada preferencia por la
curación a través del alma y una gran atención a los poderes de la palabra
como domadora de las pasiones que enfermaban el cuerpo.4
Acorde con una larga tradición médica y filosófica, de marcada raigambre
estoica, la salud para doña Oliva es el resultado del autoconocimiento y la
aceptación de las falencias. Llama la atención la insistencia en el valor de
la palabra, la buena conversación y la manipulación persuasiva para tratar
estados que otros autores atribuirían a la bilis negra o melancolía.5 De manera
que recomienda la buena conversación e incluso el acompañamiento del
enfermo en sus planes delirantes para lograr, desde la confianza ganada y
2 Múltiples referencias pueden hallarse en Klibansky, Panofsky y Saxl, 1991; Agamben, 2001; Bartra,
2001; Soto Posada, 2006).
3 Nueva filosofía de la naturaleza del hombre… publicada por primera vez en 1587. No me meto en
las disquisiciones sobre la falsedad de su autoría y doy por cabal la atribución de las ediciones de
su época (cfr. Otero-Torres 2000; Balltondre 2006).
4 Agradezco a mi compañero de mesa Or Hasson el haberme indicado el trabajo de Mónica
Balltondre dedicado a analizar esta temática en la obra de Oliva Sabuco (véase Balltondre 2006).
5 “…que la mejor medicina de todas está olvidada, e inusitada en el mundo, que es palabras…” Título
V (p. 130).
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la manipulación persuasiva, reencauzarlo a un estado de sanidad.6 Mucho
discurre también la autora acerca de la importancia de no dejarse vencer
por las adversidades ni desesperarse por una mala vuelta de la fortuna, pues
muchas veces el mal presente puede redundar en fines provechosos (y la
comunidad de intereses o sensibilidad con Cervantes se nos hace manifiesta).
En definitiva, el efecto terapéutico de la conversación y de otras actividades placenteras que involucran la comunicación también está muy documentado en los autores y textos de la época.7 Y creo válido relacionar las
menciones explícitas a la medicina como modo de solucionar los males de
Ricardo con los procesos de comunicación que pone en juego la novela, para
así pensar algunos de sus conflictos como un cruce entre diálogo y monólogo.
Por supuesto que no pretendo encontrar una clave que permita interpretar
la novela por completo y de manera acabada, eso me parece una traición
a Cervantes. Tampoco quisiera dar la idea de que planteo una oposición
tajante al hablar de este cruce de diálogo y monólogo. Sólo busco señalar
patrones repetidos, recurrencias en los diversos planos del texto que resultan
significativas para desentrañar sentidos y temáticas latentes o quizás, mejor
dicho, mostrar cuáles son las marcas que permiten al lector elegir ciertas
interpretaciones y así entablar su propio diálogo con el texto.
La novela se inicia con un monólogo (grandilocuente y melancólico)
pero que, curiosamente, presenta el deseo de un diálogo imposible: que las
lamentables ruinas de Nicosia puedan acompañar el sufrimiento de quien
habla para, como dice esta voz sufriente e intempestiva, lamentar juntos sus
desgracias y aliviar el tormento que, según él cree, comparten. La mirada
irónica sobre el despliegue discursivo de Ricardo viene inmediatamente
después de su parrafada cuando la voz narrativa caracteriza a quien habla
como un cautivo cristiano y comenta de manera risueña: “hacía comparación
de sus miserias con las suyas, como si ellas fueran capaces de entenderle;
propia condición de afligidos que, llevados de sus imaginaciones, hacen y
dicen cosas ajenas de toda razón y buen discurso” (Cervantes, 2001, 110,
las itálicas son mías).
6 La técnica de la “insinuación retórica” que recomienda en diferentes casos es notable y más aún
puesta en relación con el accionar de Mahamut como médico en esta novela.
7 Dunn (2005, 90) “There were, in addition, authoritative medical arguments for pleasurable activity.
Medical treatises explained that physical exercise and all activities that conduce to cheerfulness
help to preserve health, and they can do this because the emotions, the accidentia animae, affect
the body. (…) Story-telling was understood to fall into this category of beneficial activities. (...) The
medical theory on which the therapeutic effect of story-telling was based was common property
among Christian, Islamic, and Hebrew physicians, so it is no surprise to find stories from Arabian
Nights and on into the seventeenth century in which depression, distress, or love-sickness in a
leading character is cured by a an aptly chosen and skillfully told story.”
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
El renegado Mahamut intercede ante tal derroche de dramatismo, con
la expresa voluntad de hallar algún remedio para los males de Ricardo.
Que cuente la historia de sus males es el primer paso del tratamiento. Y
este relato de Ricardo, aunque tiene espacios de intercambio y diálogo, es
más que nada un ampuloso discurso donde el lector descubre fácilmente la
condición arrogante del protagonista.
Es notable destacar que, a pesar de que los discursos de Ricardo están
poblados de apelaciones a sus interlocutores, su mecanismo de comunicación
es marcadamente autoritario. Sus preguntas no dan espacio a respuestas, su
percepción del otro es falaz e ilusoria porque pretende dialogar con un otro
que carece de sentido, como vimos con las ruinas de Nicosia, o se arroga el
poder de descubrir los pensamientos y sentimientos de los demás personajes,
como se ve en la escena del jardín de Ascanio:
–Contenta estarás, ¡oh enemiga mortal de mi descanso!, en tener con tanto
sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los míos vivan en perpetuo
y doloroso llanto. (Cervantes, 2001, 116)
Y luego:
¿Piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola
se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el
mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que este mozo, altivo por su riqueza,
arrogante por su gallardía, inexperto por su edad poca, confiado por su linaje,
ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar
lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y experimentados
años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo,
sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe
nadie sino por su propia ignorancia. (Ibídem)
Por lo demás, como se ve, su discurso está plagado de lugares comunes e
imágenes estereotipadas; clara señal en el universo cervantino de caracteres
convencionales que encapsulan el mundo en moldes prefabricados, incapaces
de aceptar el cambio ni aprovechar las experiencias individuales.
Más allá de estos rasgos que tanto contribuyen a construir al personaje, no
olvidemos que al terminar el cuento sin cuento de sus desventuras, Mahamut
valora el modo de contar de Ricardo y le reconoce que “lo que se sabe sentir,
se sabe decir” (126). Pero tal vez lo esencial es que en Ricardo se comienza a
vislumbrar un resquicio de cambio. La conversación con Mahamut permitió
que se sacudiera la modorra de la desesperanza y el abandono en el dolor
por su mala fortuna, para al menos abrirse a la posibilidad de algo nuevo (es
justamente aquí cuando empieza a preguntar por las costumbres turcas). Así
como luego de su descalabro colérico en el jardín de Ascanio sobreviene el
ataque corsario (conexión señalada por Casalduero en su momento [1943]),
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resulta muy significativo que el cambio de actitud de Ricardo, al entablar
el diálogo con Mahamut, reciba el premio inmediato e inesperado de la
aparición de Leonisa viva y más asombrosa aún que antes.
Unas páginas adelante Mahamut reconoce en Ricardo un estado más
saludable, a partir justamente de otra instancia de diálogo; en efecto, el
cuento de los dos poetas, que le llega a Ricardo a través de su padre, aparece
también como un síntoma de su transformación. En un nivel básico se hace
explícito que el contar cuentos indica buena salud y predisposición (ése es
el diagnóstico que da Mahamut cuando Ricardo termina su curioso recuerdo
heredado).8 Pero en segundo plano, no podemos pasar por alto que el cuento
escenifica una situación dialógica. No voy a entrar aquí en más detalles sobre
este cuento que tanto ha interesado a los cervantistas (entre otros Parodi,
2002, 80 y ss, Córdoba 1982 y 1999), sólo diré que, tal como lo entiendo,
es relevante hacer hincapié en que los dos poetas no compiten sino que
colaboran, porque el segundo ayuda a terminar lo que empezó el primero;
actúan en consonancia, ambos igualmente afectados por la aparición de la
admirable esclava mora. En el turning point de la novela, el cuento de los
dos poetas nos habla entonces de la admiración, el efecto y sustancialmente
de una construcción colectiva (que permite salir del atolladero). Resulta
también muy significativo que estas mismas coplas hubieran aparecido antes
en Los baños de Argel, pero dichas por un mismo personaje y de corrido, es
decir, sin mención alguna a la dificultad de su construcción con una doble
autoría que aquí precisamente se escenifica y destaca.
El diálogo, a diferencia del monólogo, supone un abrirse a las inestabilidades, a las respuestas no esperadas, a las desavenencias e incluso a los
rechazos, sin embargo, cuando hay consonancia entre las partes, puede tener
el innegable beneficio de los mensajes construidos en colaboración. Mensajes
que por eso mismo tal vez sean más valiosos porque son discursos probados
(que han hecho la experiencia comunicativa).
Abrirse a la experiencia del otro es lo que se necesita para construir de
a dos. Es también lo que resulta imprescindible para la manipulación. En
esta tarea otra vez Mahamut es modelo: médico de almas y maestro en el
engaño. Como señala Clamurro, parece ser esencial la condición de renegado
de Mahamut y las circunstancias particulares en las cuales se producían las
conversiones en el imperio otomano.9 El renegado que quiere volver a su
tierra y religión de origen es quien mejor maneja las estrategias de adaptación
8 En dos excelentes trabajos Pedro Córdoba (1982 y 1999) destaca esta condición heredada del
cuento sucedido en la corte de Carlos V.
9 Asuntos en los que no entro y remito a su capítulo acerca de la novela y la problemática de la
identidad, tal como acertadamente plantea Clamurro (1997, 41-69).
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
según las circunstancias: camuflarse y dominarse es absolutamente necesario
para manipular en los otros la visión que se quiere transmitir de uno mismo.
La tan mentada transformación que sufre Ricardo en la novela puede
leerse también como un aprendizaje de autodominio, de humildad y de
aceptación de las imperfecciones humanas, tanto propias como ajenas.10 Si
empieza con tono melodramático y con aquellos discursos estereotipados
para agredir a la mujer que no reconoce en él lo que vale, más adelante
Ricardo aprende a adaptarse, a fingir sus palabras, mentir su nombre y sus
intenciones. Junto con todo esto, aprende a abandonar la arrogancia y, diríamos, a dejar de pensar sólo en absolutos, sino en circunstancias particulares.
Por su parte, Leonisa se reconoce como un ser en tránsito: su melancolía,
más autoconsciente que la de Ricardo, da paso luego a saberse en estado
de prueba, como cuando dice: “como el oro tengo de ser, con el favor del
cielo, que mientras más se acrisola, queda con más pureza y más limpio”
(145). Incluso al hacer la experiencia directa del trato con Ricardo en las
presentes circunstancias, Leonisa puede poner en cuestión el juicio negativo
que tenía de él: aquello que le parecía antes incontrovertible –su arrogancia
y soberbia– tal vez se transforme
…siempre te tuve por desabrido y arrogante, y que presumías de ti algo más
de lo que debías. Confieso también que me engañaba y que podría ser que al
hacer ahora la experiencia me pusiese la verdad delante de los ojos el desengaño; y, estando desengañada, fuese, con ser honesta, más humana. (p. 145)
Leonisa se muestra en un proceso de transformación esencial que es
también un cambio en su relación con el prójimo. El término “humana”
según la anotación de Jorge García López significaría ‘más compasiva’,
importante en la línea de la relación con el otro que es aquí Ricardo; pero
también resuena en su sentido de la condición esencial del hombre, de manera
que se nos está diciendo que la protagonista alcanzaría mayores alturas de
su propia esencia gracias al trato y la experiencia del otro.
Luego del reencuentro y la conversación, Ricardo también comienza un
camino de mejoramiento. El proceso purificador del crisol en la comparación puesta en boca de Leonisa involucra a los dos protagonistas y tiene un
matiz paradójico que representa bien lo que quiero resaltar de la novela: da
la idea de una suerte de manoseo que sin embargo purifica. Así es como se
nos dice que los protagonistas más valor adquieren cuanto más se abren a
las adversidades e incluso a las acciones condenables como el engaño y el
fingimiento (que los mismos personajes condenan por indignos, al tiempo
que los practican con solvencia). La imagen del crisol, con la idea de que
cuanto más se diluye o destruye una unidad, más se mejora, resulta admi10 Comparto en este sentido la interpretación de Vitali 2007.
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rable para nuestra línea de lectura guiada por el diálogo y la comunicación
porque incita a abandonar las posiciones de intangibilidad y aislamiento. En
toda interacción social, en todo diálogo es imprescindible un cierto grado
de manipulación o, como dijimos antes, de cuidada experiencia del otro y
un buen manejo de los resortes que producen efectos y lo hacen funcionar.11
La manipulación en El amante liberal es, pues, una recurrencia significativa, que se tematiza y se representa (en el doble sentido de retratarse
y ponerse en acción). En tal sentido, no puedo dejar de ver la escena de
la deslumbrante aparición de Leonisa en la tienda de los bajás como una
imagen especular de la labor artística de Cervantes como creador de efectos
para sus lectores.12
En la novela se nos muestra paso a paso cómo se construye un golpe
de efecto, cómo se crea la admiración o se manipulan las pasiones. Y en la
escena de la aparición de Leonisa, somos nosotros, junto con los personajes,
también víctimas de esas manipulaciones. No hay espacio para citar por
extenso el pasaje de la llegada de Leonisa, pero recordemos cómo el lector
queda atrapado por la inesperada aparición, asombrado por las imágenes
suntuosas y enredado en las precisas descripciones de costumbres y atavíos;
pero especialmente queda admirado, como los personajes que presencian
la escena, por los juegos de encubrimiento y descubrimiento que despliega
el narrador. La belleza se anuncia antes de mostrarse (“un judío que traía a
vender una hermosísima cristiana”). La riqueza del traje se alaba antes de
describirse (“vestida en hábito berberisco, tan bien aderezada y compuesta
que no lo pudiera estar tan bien la más rica mora de Fez ni de Marruecos”).
Y el rostro de la esclava, que es el golpe final de efecto para rendir las defensas de los espectadores, permanece cubierto hasta último momento cuando
deslumbra a todos y con más efecto a Ricardo “como aquel que mejor que
otro la conocía porque era su cruel y amada Leonisa” (p. 129).
Cervantes ha llevado a los lectores por los mismos caminos de revelación
y ocultamiento, descubrimiento y encubrimiento, suspensión y admiración
que organizan aquella presentación de la esclava/Leonisa. Tal pasaje se nos
figura, entonces, como una escena nuclear que manifiesta los mecanismos de
manipulación cervantina. Es claro que esta escena enseña cómo se mueven
los ánimos, cómo maneja el autor la manipulación de las pasiones a los fines
de la admiración y suspensión del alma que nos predispone a mantenernos
en vilo como a los personajes de la novela. Por eso, cuando Güntert (1993)
dice “En vez de denunciar las pasiones y de considerarlas como la parte
11 Cervantes era en esto un eximio maestro, sin traicionar ningún honorable acuerdo con los lectores
(desarrollé estas ideas en D’Onofrio 2008 y 2013).
12 Pasaje ejemplar en la obra cervantina que muestra en el nivel del relato algo equivalente a lo que
el autor hace como artífice, como Mary Gaylord (1990) nos enseñó a buscar.
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
inferior del hombre, Cervantes aboga por ellas desafiando la tónica de los
discursos dominantes (aristocrático-católico, cristiano-burgués, ascético etc.)
de su época”, me parece que olvida o pasa por alto el complejo mundo del
manejo y uso de las pasiones “para mayor gloria de Dios” que desplegaba
el discurso dominante de la época (me refiero, claro está, al jesuitismo y su
enorme influencia en la formación de las conciencias del Siglo de Oro). Es
decir, la cuestión es mucho más compleja que el simple rechazo o aceptación
de las pasiones, pues era regla propia de los modos de comunicación de la
época el hacer un uso de ellas muy meticuloso.13
De manera que, si la aparición de Leonisa en la tienda de los bajás puede
ser un núcleo ejemplar que muestra cómo se crean efectos, tal vez la escena
final, que ha suscitado las mayores divergencias en la crítica contemporánea, se pueda proyectar, por su parte, como un ejemplo de libertad lectora. 14
Me refiero al momento en que Ricardo primero entrega a Leonisa y luego
se retracta de su acción reconociendo que no puede entregar lo que no es
suyo. La cuestión discutida aquí es si finge Ricardo y manipula a Leonisa
o realmente experimenta en ese momento una sincera anagnórisis que le
permite descubrir sus errores.15
Pedro Córdoba (1999) muestra cómo las versiones teatrales francesas de
mediados del siglo XVII presentan la escena final como una manipulación
absolutamente explícita por parte de Ricardo. Al no estar así de explícito
en Cervantes, a diferencia de los engaños previos que se nos muestran y
señalan, una pregunta que cabe formularse es ¿será porque este “engaño” es
distinto (quiero decir, no hay aquí verdadero engaño) o porque Cervantes lo
deja adrede en las sombras de la ambigüedad (y que el lector lo discierna)?
Güntert (1993), que se decanta por la versión del engaño maquiavélico, sostiene además que Cervantes ha dejado pruebas textuales para que nosotros lo
descubramos, si somos sagaces. Apunta entonces a la repetición de la imagen
de la lengua pegada al paladar, que da la idea de repentina mudez de Ricardo.
Al principio aparece cuando termina Ricardo su confesión a Mahamut y el
narrador dice que “la lengua se le pegó al paladar”, la segunda se da en la
escena final cuando el narrador apunta “Y en diciendo esto calló, como si al
paladar se le hubiera pegado la lengua…”.
13 Numerosos trabajos de Rodríguez de la Flor abordan estos temas, en especial Teatros de la
memoria de 1996 (véanse también los recogidos en 1999, 2002). En mi tesis de doctorado inédita
he tratado de recuperar el orden de estos asuntos.
14 Para las diversas interpretaciones del final, debe verse Díaz Migoyo, 1985; Güntert, 1993; Hart,
1994; Córdoba 1999; Ruhe 2011 y la reciente propuesta de Ignacio Díez (2014) que pone el acento
en la inteligente y necesaria manipulación de Leonisa.
15 Una buena muestra de la equiparación entre lo que la historia dice y lo que el texto hace, entre lo
que le sucede a los personajes y lo que el autor hace con nosotros los lectores.
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Para Güntert esto sería una señal que nos da Cervantes para comprender
que Ricardo está fingiendo y preparando la escena de manera tan espectacular
como la llegada a Trápana con vestidos turcos. La observación me parece
pertinente, pero no puedo acordar con Güntert cuando da esta lectura como
concluyente e incluso como la única válida (avalada por las señales que dio
el autor para comprenderla bien). Prefiero verla como uno de varios sentidos
posibles y, en todo caso, como un indicador de los modos en que el autor
ha sembrado indicios más para que el lector decida y saque sus propias
conclusiones. Tampoco puedo acordar con la división que hace Güntert
entre una lectura ejemplar y otra irónica (la que descubre que se trata de un
engaño); porque aunque él dice que no son incompatibles, le falta señalar
que también la irónica es notablemente ejemplar: puesto que es ejemplar
como forma de lectura.
La cuestión es que, incluso si aceptamos que Ricardo finge aquí una
anagnórisis por conveniencia, su gesto de ceder la palabra y la decisión a
Leonisa (aun cuando sea un gesto engañoso y ella haya sido manipulada
por su accionar y sus discursos), es fundamental el hecho de que Ricardo
necesita aquí tener una respuesta para la que ahora sí da lugar, a diferencia
de su grandilocuencia anterior. Se arriesga: necesita que la voz y la voluntad
del otro estén dispuestos favorablemente. De otra forma, no conseguiría nada
y he ahí el peligro o terreno resbaladizo en que se mueve quien se embarca
en un diálogo y reconoce la libertad de su interlocutor para dar respuestas.16
Más allá de ficciones o manipulaciones que, de todas formas, nunca serán
iguales a imposiciones autoritarias.
Sea con engaño o sinceridad, cuestión que deja el texto a criterio del lector
sin decantarse por ninguna posibilidad, lo cierto es que a través de alcanzar
la experiencia del otro, Ricardo ha logrado curarse de sus peores males.17
[Una confesión final: Siempre me pregunto qué sentido tiene seguir asediando los textos cervantinos tantas veces trabajados. O quizás la pregunta
sea más íntima: si mi modo de trabajo tiene sentido porque, si bien en muchos
casos puedo disentir con muchos estudios sobre Cervantes, también con16 Ya había notado Díaz Migoyo (1985, 69-70) que al retractarse de lo ofrecido (Leonisa, como si
pudiera él ofrecerla) Ricardo en cierta forma le está planteando a Leonisa una pregunta, en la
que le da la posibilidad a Leonisa de reconocerse como sujeto, capaz de respuesta y por tanto de
decisión, por más que sea una decisión impulsada por la seducción.
17 En definitiva, si bien descreo de las lecturas idealistas que ven en la pareja protagonista un camino
de perfeccionamiento convencional y sin dobleces, no me parece necesario tampoco decantarse
por esas interpretaciones que presentan a Cervantes burlándose y desprendiéndose de todos los
valores que sustentaban su sociedad a través de esta novela. La cuestión es siempre más compleja.
Y lo interesante de los relatos cervantinos es cómo permite variadas posibilidades (generalmente
válidas) que deja planteadas para que el lector elija.
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HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
cuerdo y hallo numerosas coincidencias de lectura e interpretación en otros
tantos ¿entonces, para qué volver a interpretar los textos de Cervantes con
ideas parecidas? ¿Puedo agregar algo valioso o sólo nimiedades? Más allá
del innegable gusto de trabajar con Cervantes, no encuentro una respuesta
del todo satisfactoria; salvo, tal vez, esta constante apelación al diálogo de
sus propios textos, porque bien sabemos que nunca nada es lo mismo si
cambian las circunstancias y los interlocutores. Será siempre otra lección
cervantina: aprender a entablar diálogos transformadores con sus textos,
que lo propician, claro está, pero también con todos los maestros cercanos
o lejanos y con los diversos yo que uno va siendo a lo largo de los años.]
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