Pepe Cardona Stalin. Hasta la revolución de Octubre CAPITULO PRIMERO: LOS PRIMEROS AÑOS DEL SEMINARIO A LA CLANDESTINIDAD Poco realmente relevante puedo decir de la actividad política de Stalin hasta la Revolución de Febrero de 1917, en la que no participó, dado que se encontraba confinado en Siberia, al igual que el resto de los dirigentes bolcheviques que en su gran mayoría se habían exiliado de la Rusia zarista. Los relatos glorificándolo, propios de la historiografía staliniana, no pueden convencer a nadie con un mínimo sentido crítico; Stalin fue un hombre del aparato, y todos los esfuerzos que se hagan para presentarlo como un gran revolucionario, no son sino vanos intentos condenados al más absoluto fracaso. Stalin entró en la escuela teológica preparatoria en Gori, a la edad de 11 años en 1890, cuatro años después pasó al Seminario de Tiflis, del que salió en 1899, lo que supone que estuvo 9 años en escuelas eclesiásticas, dejándole una huella indeleble : Gimen las naciones y las religiones oprimidas en Rusia... Gimen muchos millones de miembros de las sectas religiosas rusas, que quieren profesar su fe y practicar sus ritos como les dicta su conciencia y no como quieren los popes de la iglesia ortodoxa. (El Partido Social-demócrata de Rusia y sus tareas inmediatas. Stalin, Obras, vol. 1, p.9, 20 y 21). Como vemos, su lenguaje, como en el resto de sus escritos, tal y como podremos apreciar más adelante, no solamente es tedioso y reiterativo, está totalmente vacío de contenido, delatando una asombrosa esterilidad de imaginación, salvo la piadosa y conmiserativa. Pero no es esta la única huella que el Seminario dejó en el antiguo clérigo, quién en 1905, con motivo de los acontecimientos del 22 de enero, en que se produjo la masacre de los trabajadores de San Petersburgo, cuando marchaban con una petición al Zar, decía: Tendámonos la mano y agrupémonos estrechamente en torno a los Comités del Partido... sólo ellos nos alumbrarán el camino hacia esa Tierra Prometida que se llama el mundo socialista, terminología ésta a la que no renunciaría; y así, más adelante, en 1912, con motivo de la manifestación del 1º de Mayo, proclamaba: Seguros de su victoria, tranquilos y fuertes, los obreros marchan con orgullo por el camino que conduce a la Tierra Prometida. (R. Tremain: Stalin ) Más adelante, con motivo de la muerte de Lenin, en el Congreso de los Soviets, lo que mantuvo, como dice Isaac Deutscher, es la revelación más plena y orgánica de su propia mentalidad: Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó que mantuviéramos en alto y conservásemos inmaculado el gran título de miembro del Partido. Te juramos camarada Lenin, que cumpliremos con honor éste tu mandamiento... Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó que cuidásemos de la unidad de nuestro Partido como de las niñas de los ojos. Te juramos camarada Lenin, que también cumpliremos con honor éste tu mandamiento... Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó que fortaleciéramos y extendiésemos la Unión de Repúblicas. Te juramos camarada Lenin, que también cumpliremos con honor éste tu mandamiento... Esta extraña antífona era más larga, pero reproducirla íntegramente sería sumamente tedioso; los ejemplos expuestos son suficientes para poder calibrar la ortodoxia marxista del seminarista, sin perjuicio del cinismo y de la hipocresía que se desvelaba de la misma, y la burla que comportaba de la doctrina y del testamento del propio Lenin. Stalin más adelante, cuando no era el Koba de los primeros años, y tenía todo el poder en sus manos, no pudo menos que recoger su leyenda y sus hazañas, en una Biblia, que bautizó como Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, El Compendio, reescribiendo y falsificando la historia del Partido de consuno con lo que había acontecido en los Procesos de Moscú, para lo cual, ordenó declarar apócrifos todos los manuales anteriores, incluso los de sus más fieles apologistas, los que fueron retirados de la circulación, al no adaptarse a lo que se había escenificado en la macabra comparsa que significaron los Procesos; y que tenía más de clérigo que de marxista, si es que algo del materialismo histórico había asimilado, lo constata ineluctablemente la carta que remitió a Zinóviev y Bujarin, en 1923, cuando estaba próxima la última revolución alemana : Si el Gobierno de Alemania se viniese ahora abajo... y los comunistas tuvieran que hacerse cargo de él, terminarían en quiebra. Como lo constata otra nota que remitió a V. Mezhlauk, durante la campaña contra la Oposición de Derechas, refiriéndose a Briujanov : Por todos los pecados nuevos, presentes y futuros, que lo cuelguen de las pelotas; y si las tiene lo bastante fuertes y no se le rompen, que lo tiren al río. No sabemos si lo colgaron o si lo tiraron al río, lo que sí sabemos es que fue eliminado, aunque no podamos especificar si lo fue por los pecados que hasta entonces había cometido, o lo fue por los que podría haber cometido en el futuro, con lo cuál, es indudable la justeza de la política preventiva de Stalin. No obstante, la terminología empleada, es más bien propia de un gángster o un vulgar matón de barrio, siendo consustancial, una vez que tuvo todo el poder en sus manos, la utilización de términos similares, en los que destacaba la más absoluta prepotencia, como cuando el 9 de junio de 1937, una vez que hubieron sido detenidos los más importantes oficiales del Ejército Rojo, contestó la apelación del General Yakir, en la siguiente forma: Es un canalla y un puto. Su lacayo Vorochilov, no pudo menos que confirmarlo en la siguiente forma: Una descripción perfecta y exacta. Y para mejor demostrarle al amo, que le era fiel y servil al máximo, previamente a la reunión del Politburó celebrado el citado día, en el Comisariado de Defensa, acerca de los militares detenidos, dijo: Eran unos canallas..... Eran unos degenerados, unos puercos en su vida privada. Stalin, en pleno apogeo del gran terror, en una nota descubierta, cuando algunos archivos fueron desclasificados, a unos de sus matones que flaqueaba en los manejos de su oficio, le decía el 7 de mayo de 1937: Ahora todo irá bien. Cuanto más afilados tengas los dientes, mejor cumplirás tu cometido, lo que comportaba, como mantiene el historiador Simon Sebag, su implicación directa y personal animando a los funcionarios de menor rango a que participaran en la matanza de sus camaradas. De lo que deducimos que los dientes nunca estaban suficientemente afilados para Stalin. En otra ocasión, en diciembre del 37, en una de sus instrucciones que escribía, al lado del nombre de una persona detenida y que estaba siendo sometida a tortura, añadió la orden de: Pegar, pegar y pegar. ¿No es hora ya de apretarle las clavijas a este caballero? Y en otra instrucción, añadía: ¿Dónde está en una cárcel o en un Hotel? (Más adelante diremos a quién se refería). De este modo, no es de extrañar que el Politburó declarase oficialmente en 1937, que debía de emplearse la tortura, pues como afirmaría Stalin: El uso de la presión física practicado por el NKVD y permitido por el Comité Central era una método totalmente convincente y correcto. Stalin, cuando recibió al periodista Mijail Koltsov, que había cumplido su cometido a la perfección, denunciando a más de uno en la Guerra Civil de España, le llamó Don Miguel, y luego le preguntó : ¿No tienes intención de pegarte un tiro? Hasta luego, Don Miguel? Como es lógico, a pesar de los servicios prestados a la causa, Don Miguel fue detenido y fusilado. En otra ocasión, como el matoncito georgiano era gracioso, mirando a la mujer de Kavtaradze, con sus cabellos totalmente encanecidos, le dijo: Te sometimos a demasiadas torturas. Luego le preguntó a Beria la suerte que había corrido el hermano de Kavaradze que había sido detenido. Había muerto como otros muchos camino de Magadán. Otra vez, en un pleno del Comité Central de 1937, acreditativo de la profundidad de los temas que en el mismo se debatían, otro stalinista insigne, Kaganovich, después de mofarse del hecho de que Tomski y Zinoviev hubiesen ido a escoger un perro para el último de ellos, provocó la intervención de Stalin: ¿Qué me dices del perro? ¿Era un perro de caza o un perro guardián? A la contestación, no cesó de intervenir con su especial gracia georgiana: Bueno, ¿pero al final cogieron al perro? ¿Era un perro bueno o malo? ¿Alguien lo sabe? Y como al Jefe había que reírle la gracia, con independencia de que fuera gracioso o no, todos sus epígonos, después de lo dicho, se echaron a reír; el Comité Central, funcionaba guiado por un Genio Infalible, que además, era gracioso. Después de la II Guerra Mundial, y en su conflicto con Yugoslavia, Stalin y su lacayo Molotov, dieron publicidad a un texto amenazando a Tito, empleando términos como: Creemos que la carrera política de Trotsky es lo bastante instructiva. Habiendo sido asesinado el organizador del Ejército Rojo, era evidente lo que el destino le deparaba a Tito por obra y gracia del matón de la zona, quién no habiendo sido obedecido, fue todavía más expreso, recalcando aquello de quién avisa no es traidor, le comentó a Krushchov: !No tengo más que chascar mi dedo meñique y Tito habrá dejado de existir! A pesar de sus reiterados intentos, a Tito no pudo destrozarle el cráneo como a Trotsky. Y sobre Mao, le comentó a Beria que el presidente chino no era sino: Un marxista de mantequilla, lo cual, después de aquélla larga marcha de miles de kilómetros, suena a algo más que a una fanfarronada, pero Stalin, no podía razonar de otra manera, la envidia y su precaria inteligencia presidían sus intervenciones y no daba para más. Otro ejemplo de que el seminarista no era más que un oportunista, y un descarado bribón imperialista, lo constituye su discurso en la Universidad de Svérdlov en 1925, cuando estaba comenzando el proceso revolucionario chino: ¿Apoyar el movimiento de liberación de China? ¿Para qué?.... ¿No será mejor establecer nuestras esferas de influencia en China conjuntamente con las otras potencias avanzadas y sacar algo de China en provecho propio?.... ¿Apoyar el movimiento de liberación en Alemania? ¿No será mejor llegar a un acuerdo con la entente acerca del Tratado de Versalles y sacar algo a título de compensación? Lo cual no fue una mera casualidad, pues más adelante, en 1939, una vez firmado el Pacto Germano-Soviético, con motivo de su sexagésimo cumpleaños, aprovechó la oportunidad para mostrarle sus respetos a Hitler, otro bribón imperialista, sanguinario de su misma calaña, de una forma tan ridícula como indigna: La amistad de los pueblos de Alemania y la Unión Soviética amasada con sangre, tiene todas las razones para ser firme y duradera (Pravda 25-12-1939). Hermanamiento de sátrapas, con sangre. Pocos años después, Stalin el 4 de septiembre de 1943, procedió a la práctica legalización de la Iglesia Ortodoxa Griega, recibiendo al Metropolitano Sergio, jefe de la misma, procediendo a la restauración del Santo Sínodo, siendo algo más que sintomático que hubiese procedido a llevar a cabo tal legalización, al poco tiempo de haber procedido a disolver la Internacional Comunista creada por Lenin; y, no se quedó ahí, suprimió la Internacional, el himno de los trabajadores de todo el mundo, como himno de la URSS, sustituyéndolo por otro que comenzaba con estas palabras: Una unión indestructible de libres repúblicas la Gran Rusia hermanó para siempre..., y que una vez muerto Stalin, el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS procedió a abolir, por lo que no es de extrañar, que un personaje tan reaccionario como Churchill, dijera de nuestro clérigo: Fue muy afortunado para Rusia en su vía crucis tener a su cabeza a este grande y curtido jefe de guerra, lo que posiblemente fuera un expreso reconocimiento a la gran actuación revolucionaria de Stalin abandonando a los comunistas griegos y dejándolos desamparados a merced del Imperio Británico; desde luego, que duda cabe de que Mister Churchill era agradecido. Y así, al año siguiente, intentó aproximarse al Papa, recibiendo en abril del 44, al reverendo S.Orlemanski, sacerdote católico norteamericano de origen polaco, que obtuvo del antiguo novicio una declaración, por la que Stalin le ofrecía su colaboración al Papa; este sacerdote que había viajado a Moscú sin autorización de sus superiores, se presentó a su Obispo con tal declaración, siendo acusado de indisciplina y amenazado con la excomunión, lo que comportó, que el desdichado sufriera un colapso nervioso y que se recluyera en un claustro, en el que redimir su aventura, con la pertinente penitencia, lo que significó, como mantiene Deutscher, que Stalin se convirtiera durante unos cuantos días en el hazmerreír del mundo entero, al tener que recurrir a un truco tan grotesco en su intento de reconciliación con el Vaticano. Más tarde, y una vez concluida la II Guerra Mundial, los Diputados Comunistas en la Asamblea Constituyente Italiana, por mediación de Stalin, votaron por la prolongación de los Pactos que Mussolini había firmado con el Vaticano, lo que hicieron con la oposición de los liberales y socialistas, comportando la cesión al clero católico de una posición dominante en la vida espiritual del país. Dejemos aquí la vida espiritual de Stalin y pasemos a su actuación política de sus primeros años, advirtiendo que no hemos querido sustentar que el mismo fuese creyente, sino como hemos indicado anteriormente, señalar la profunda impronta que el seminario dejó en el estudiante de teología, sin que podamos olvidarnos de aquellos ruegos y alabanzas que inculcó en la burocracia que lo sostuvo en el poder, para que el proletariado ruso asimilara el materialismo histórico a ciencia y conciencia, que por doquier se transmitió hasta el más recóndito y alejado rincón de la URSS, sin que podamos asegurar si tales enseñanzas, aquellas fervorosas jaculatorias a la muerte de Lenin, tuvieron alguna repercusión en el conocimiento y en la profundización del marxismo, pero lo que parece ser incuestionable, es que sí supuso una experiencia litúrgica inolvidable, como no podía ser de otra forma, pues no eran otras las letanías que se le inculcaron a los soviéticos por su padre espiritual: Stalin nuestra esperanza. Stalin nuestra espera. Stalin diácono de la humanidad progresista. Dolores Ibárruri, La Pasionaria, cuando murió el novicio, nos recordó, igualmente, que la mística staliniana impregnó a más de uno, diciéndonos a su muerte que: Había que llorarle como a un padre. A Stalin se le lleva en el sagrario del alma como lo más querido. Amén. En 1900, Lenin, que acababa de regresar de su destierro de Siberia, marchó al extranjero con el expreso designio de fundar un periódico revolucionario, para convocar con su ayuda al Partido disperso y encarrilarlo definitivamente hacia el esfuerzo revolucionario; simultáneamente, un viejo agitador, Víctor Kurnatovsky, se trasladó de Siberia a Tiflis, siendo él y no Stalin, como aseguran los historiadores bizantinos, quién sacó a la socialdemocracia de Tiflis de sus limitaciones economicistas e impulsó sus actividades por una senda más revolucionaria. La actuación de Stalin en Batum, puerto del mar Negro, constituye el comienzo de las leyendas de sus apologistas, una vez que se hizo con el poder; así, Néstor Lakoba, presidente de la República autónoma de Abjazia, escribía en 1935: Stalin es uno de los hombres que la historia da a la humanidad una vez cada cien o doscientos años. Stalin, como diría el historiador J.J.Marie, no le daría tiempo para saborear esta excepcional oportunidad, dos años después lo liquidará. Y Simon Sebag, dirá que Lakoba será el primer miembro del círculo de Stalin en ser asesinado. <Veneno, veneno>, como decía el Vozhd en una nota. Había dado carta blanca a Beria para saldar cuentas en el Cáucaso. El 10 por 100 de los miembros del Partido en Georgia, particularmente bien conocido por Stalin, fueron asesinados. Beria se distinguió por llevar a cabo personalmente la tortura de la familia Lakoba, matando de una paliza a sus hijos adolescentes. No obstante, y a pesar de los esfuerzos de la historiografía staliniana, el Comité de Batum al que pertenece Stalin, es tan poco activo, que en Abril de 1903, durante la preparación del Congreso del Partido Obrero Social-demócrata Ruso, Lenin se opone a su presencia en el Congreso, manteniendo : Nunca se ha oído hablar de ese Comité. Con anterioridad, una manifestación que hubo en dicha ciudad, el 9 de marzo de 1902, en protesta del despido de 900 trabajadores de una refinería y de las detenciones que se practicaron, en la que hubo 14 muertos y 54 heridos, constituyó motivo para que el escritor francés Barbusse, demostrara su gran sagacidad manifestando en su biografía de Stalin, que éste se encontraba situado como una diana a la cabeza de la manifestación, a pesar de lo cual, no recibió ni un arañazo. Esta frase aduladora, contradice no sólo el testimonio de los archivos policíacos, sino el carácter mismo de Stalin, quien nunca y en ninguna parte ocupó su puesto como blanco de tiro. Con motivo de tal manifestación que realizaron los trabajadores, en 1937, la Editorial del Comité Central del Partido Comunista de la URRS, dedicó un volumen íntegro a la intervención de Stalin en la misma, difiriendo completamente de los relatos publicados con anterioridad. Al respecto, no podemos dejar de mencionar, que Barbusse, en su citada biografía, no se limitó a adular a Stalin, sino que para mejor honrar a su admirado patrón, se dedicó a denigrar a Trotsky, que por cierto había sido quién organizó la insurrección de Octubre, el organizador del Ejército Rojo, y quién dirigió la Guerra Civil; pues bien, el escritor francés, con gran alegría y ateniéndose a la realidad de los hechos históricos acontecidos, pues había que reescribir la historia, y lo utilizaron para ello, mantuvo que Trotsky había querido evitar la Revolución de Octubre, que carecía de convicciones profundas realmente marxistas y que tenía miedo, mucho miedo. Y después de ello, tan tranquilo se nos quedó este gran escritor, autor de una obra llamada Jesús y los Judas de Jesús; como vemos, el gran místico, además de infame stalinista, era un gran polemista marxista, como lo acredita estos pasajes de su magna obra: En su país, si los adoquines de la calle pudiesen hablar, dirían, Stalin... Aquí vemos al espíritu paternal que a todos los observa. Aunque usted no lo conozca, él lo conoce y piensa en usted. Quienquiera que usted sea, necesita de este benefactor. Quienquiera que usted sea, lo mejor de su destino está en manos de ese hombre, que también lo observa y trabaja para usted. En definitiva, para Barbusse, Stalin pensaba en todos, observaba a todos y conocía a todos, era Dios, con lo que la praxis marxista, con la carga de profundidad stalinista, se enriquecía a límites insospechados, por lo que a nadie puede extrañar que en toda reunión, tertulia, asamblea..., de cualquier Organismo, Sindicato, Soviet..., se tuviera que constatar, como principio axiomático e indiscutible, que Stalin era el hombre más grande que había vivido jamás, el Genio más grande de la Humanidad. Y no acaban aquí las desventuras de este necio; para Barbusse, Stalin ganó el solito la Guerra Civil, con sus excelentes y prodigiosos recursos personales, como la prontitud y la certidumbre de su juicio, como la noción de los puntos vitales de cualquier situación concreta y de las causas verdaderas y las consecuencias inevitables de cualquier hecho... todo ello trasplantado al campo de batalla por su auténtico marxismo. Como vemos, la estulticia y necedad del escritor francés, es difícil de superar, en cretinismo es de lo más selecto. Además, como señaló Trotsky en la biografía de Stalin, que no pudo concluir al ser asesinado el 20 de Agosto de 1940, el que Stalin fuera como cabeza directa de la manifestación, queda refutado de un modo más concluyente por la circunstancia de que la manifestación, según se puso bien claro durante el juicio, tuvo lugar sin dirección de ningún género. El Tribunal zarista reconoció que aunque los obreros Gogoberidze y Jimiryants, iban efectivamente al frente de la multitud, sólo eran simples manifestantes, como los demás. El nombre de Stalin ni siquiera fue mencionado una sola vez durante la vista de dicho proceso. Pero la leyenda no se limita, como en otros cuentos de la historiografía staliniana, a Barbusse y la Editorial del Comité Central, que escribieron al dictado de Stalin; colaboró en la misma Beria, como otros muchos, rematando la faena; éste nos dice que después de la manifestación, Stalin transformó el cortejo mortuorio en una grandiosa demostración política. Pero, no fueron éstos los únicos méritos de Beria en la construcción de la leyenda de Stalin; en una conferencia, con sesiones los días 21 y 22 de julio de 1935, con título "Sobre la historia de las organizaciones bolcheviques en Georgia", se explayó sobre la carrera revolucionaria de Stalin, presentándola románticamente; también, en otra ocasión, presentó a Stalin como organizador de la manifestación del 1º de Mayo de 1900 en Tiflis, cuando relatos anteriores contradecían su afirmación, y es que, como mantiene Trotsky, la arriesgada acción directa no fue nunca condición del carácter de Stalin, muy probablemente tampoco en aquellos remotos años. Prefería y hacía saber que otros lucharan en serio, mientras él se ocultaba en la sombra o detrás de la cortina. Pero la historiografía staliniana, en su intento de merecer y sobrevivir, no dejó de mencionar otros acontecimientos, en concreto el que se refiere a la huelga de vendedores de Tiflis el 4 de julio de 1902, como consecuencia de los benévolos horarios zaristas, trabajaban desde las 6 de la mañana hasta la 11 de la noche; pues bien, después de 35 años de tal huelga, el 27 de Abril de 1937, el periódico Izvestia, nos decía que Stalin había sido el organizador de la huelga y que la había dirigido desde la prisión de Kutais, a doscientos kilómetros de Tiflis, en la que se hallaba recluido. El disparate era tan mayúsculo, que al día siguiente publicaba una nota rectificando: Desde Febrero de 1902 hasta finales de 1903, el camarada Stalin se encontraba en las cárceles de Batum y, luego, de Kutais. Así que Stalin no pudo ser el organizador de la huelga de Tiflis de 1902. Y acontecimientos como la organización de la pugna contra los mencheviques, diciéndosenos que fue Stalin quién sostuvo lo más duro de la lucha en sus propias espaldas, durante 1903 y 1904, por historiadores tan renombrados y objetivos como Yenukidze y especialmente Beria, resulta sumamente sospechoso, pues no es que no haya pruebas que lo constaten, es que además, en época próxima a la Revolución de 1905, la organización de los bolcheviques georgianos era prácticamente inexistente, sin que podamos olvidar que Georgia durante una veintena de años fue la fortaleza del menchevismo, tanto en la Revolución de 1905, como en las cuatro Dumas, e igualmente en la Revolución de Febrero de 1917; incluso, después del triunfo de la revolución bolchevique, continuó la influencia de los mencheviques, que se manifestó en la insurrección de 1924, es decir, veinte años después de la gran lucha que llevó Stalin sobre sus espaldas, lo que pone de manifiesto que tal pugna y tal actuación no existió, y que, en todo caso, de haberse producido, poca o ninguna efectividad tuvo, pues para nada menguó la influencia de los mencheviques en Georgia, no pudiéndose olvidar que su propio suegro, S. Alliluiev, padre de su segunda esposa, cuando publicó el primer tomo de sus memorias, la actividad de Stalin en el movimiento obrero georgiano, prácticamente no tenía significación, figurando su nombre, el de Koba, solamente en ciertos episodios, cuando, la leyenda staliniana le ha otorgado el más total protagonismo inimaginable. Por otro lado, los posteriores intentos de Stalin, una vez se hubo hecho con el poder absoluto en la URSS, de presentarse como el fundador de la Social-democracia en Bakú, no forman parte sino de la leyenda stalinista y de la falsificación de la historia promovida por el antiguo estudiante de teología, pues cuando Stalin apareció en junio de 1904 en Bakú, la organización social-demócrata local llevaba ya ocho años de actuación revolucionaria, por lo que es más que dudoso que fuera Koba el fundador del Partido; quienes si intervinieron en la organización de la misma fueron Lado Ketsjoveli y el citado Abel Yenukidze, que fue obligado a revisar sus Memorias sobre Stalin de 1923, pues por lo visto en éstas la actuación de Stalin no había sido resaltado en su justa medida, especialmente, en lo referente al papel desempeñado por el mismo en el Cáucaso y en Bakú en concreto, revisión ésta a la que se prestó el viejo bolchevique, y que no impidió que corriera la suerte de cientos de miles de bolcheviques, que fueron ejecutados, a pesar de los servicios prestados, para mayor gloria de aquél seminarista. Y a mayor abundamiento de lo expresado, no se puede dejar de mencionar que en la Conferencia Bolchevique de Tiflis de noviembre de 1904, se aprobó una resolución instando la convocatoria de un nuevo Congreso del Partido, lo que no comportaba sino una expresa declaración de guerra contra los mencheviques; si Stalin hubiese sido el revolucionario que llevó sobre sus espaldas la lucha contra éstos, hubiese intervenido en la primera Conferencia de los bolcheviques del Cáucaso y hubiese sido designado miembro del Buró Político que se eligió, lo que no aconteció; inconcebible e inaudito si Stalin hubiera desempeñado la actividad revolucionaria que sus apologetas (entiéndase apologistas) pretendieron hacer creer. Muy por el contrario, según Víctor Taratuta, que asistió a la citada Conferencia como delegado por Batum, y después fue miembro del Comité Central del Partido, fue a Kamenev a quién se eligió, como propagandista móvil, para recorrer el Cáucaso, a fin de propugnar la convocatoria de un nuevo Congreso del Partido y para que estableciera contactos con los centros que existían en el extranjero. Al respecto, acerca de estos primeros años de la actividad política de Stalin, no podemos dejar de reseñar una anécdota un tanto cómica, aparecida en Rusia en 1997, (Literaturnaia Gazeta, 1911-1997), la que refiere que en 1948, y con motivo de la celebración del 70 cumpleaños de Stalin, se acordó la publicación en ruso de los poemas de juventud que había escrito en georgiano, encargándosele al poeta A.Tarkovsky la traducción a dicho idioma, sin que éste los hubiese terminado en la fecha prevista, en la que le comunicaron que el camarada Stalin había vetado que se publicaran los mismos. Eran unos versos muy correctos. Nada de lucha de clases, nada de desigualdades sociales... Hablaba de flores y pajaritos. Era evidente, que Stalin, del que se había dicho que era el Genio más grande de la Humanidad, no podía aparecer ante su sufrido pueblo, aunque fueran tiempos juveniles, versificando sobre flores y pajaritos; su fama de duro, de hombre de acero, se hubiera visto sensiblemente dañada o cuestionada, y a algún que otro malévolo, al igual que sobre sus bigotes, se le hubiera ocurrido hacer uno o varios chistes sobre tales ‘pajaritos’, o ampliar la gracia a ‘pajarracos’, y compararlo con éstos, y ello, el humor, por contrarrevolucionario, era inadmisible; luego la supresión de aquellos versillos y estrofas juveniles, era del todo procedente. Para algunos historiadores, acerca de este periodo, sin aportar pruebas mínimamente convincentes, Stalín fue agente de la Ojrana, la policía zarista; así para el inglés Donald Rayfield, las evidencias de tal colaboración son copiosas, y las encuentra en la aparente habilidad para viajar de Siberia a Bakú sin encontrar controles ni obstáculos y la facilidad para cruzar las fronteras rusas, polacas y finlandesas, lo cual, evidentemente raya en lo absurdo, dada la falta de rigor de semejante aserto. El historiador Simon Sebag Montefiori, autor del libro ‘La Corte del Zar Rojo‘, mantiene que cuando Yezhov fue detenido el 10 de Abril del 39, en el registro de su domicilio, además de encontrarse las balas con las que habían sido ejecutados Zinoviev y Kamenev, aplanadas y envueltas en papel con sus nombres, se encontró documentación relativa al expediente policial de Stalin anterior al año 1917, que desaparecieron en la caja fuerte de Beria, preguntándose si tal material no eran pruebas de que Stalin había sido espía de la Ojrana; más adelante, en otro pasaje del citado libro, mantiene sin prueba alguna en la que amparar su aserto, que el propio Stalin había sido agente doble. Para Edward Ellis Smith, agente de la CIA reconvertido en historiador, Stalin fue agente de la policía zarista desde que tenía veinte años, en base a meras suposiciones y conjeturas, ineluctablemente inaceptables por la ausencia de pruebas que corroboren su tesis. (‘El joven Stalin’. Londres 1968). Por otro lado, el hecho de que la Ojrana infiltrase a cientos de agentes entre los bolcheviques, como a Malinovski, que llegó a ser miembro del Comité Central en 1912 y uno de los seis diputados bolcheviques en la Duma, el Parlamento zarista, no prueba que Stalin fuera uno de ellos, criterio éste que mantiene el historiador Jean-Jacques Marie, en la monumental biografía del seminarista de Tiflis, al igual que Walter Laqueur: Corrieron rumores en el sentido de que había sido reclutado como agente de la Ojrana, pero eso nunca se probó. Y otros como C. Andrew y Oleg Gordievsky, igualmente descartan tal posibilidad, como Roy Medveded, para el cual, todos los ejemplos que señala no son convincentes. El citado autor, además nos dice en su libro ‘Que Juzgue la Historia’: Y sobre el caso circulan algunas historias más que han llegado hasta el autor de este libro. A comienzos de los treinta, el historiador profesor Sepp, autor de ‘La Revolución de Octubre, según los documentos’, halló por casualidad el expediente de un agente de la policía llamado Josif Dzhugashvili. En el expediente figuraba la petición de Dzhugashvili solicitando ser puesto en libertad. Una nota venía como respuesta a dicha petición: <Póngasele en libertad si proporciona información al Departamento de la Gendarmería sobre las actividades del Partido Social-demócrata>. Sepp entonces trabajaba en la Agitropp del Comité Central de Georgia. Se presentó a Beria y le enseñó aquel expediente; Beria se marchó con él a Moscú para ver a Stalin. Éste examinó dicho expediente, destruyó los documentos y dijo que todo eran cuentos; pero que Sepp tenía que ir con mucho cuidado. Al regreso de Beria a Tiflis, Sepp fue detenido y fusilado. En definitiva, y aunque tales pruebas hubieran aparecido y aunque efectivamente Stalin hubiera sido agente de la Ojrana zarista, ello no hubiera sido más que una anécdota, pues ¿qué importancia hubieran tenido en el historial de una persona bajo cuyo mandato y mediante sus instrucciones se exterminaron en la Unión Soviética a más de veinte millones de personas, que contribuyó con su Pacto con Hitler a que éste iniciara la II Guerra Mundial, en la que murieron, según cifras oficiales soviéticas 27 millones de ciudadanos de la URSS, -actualmente se barajan cifras que alcanzan hasta los 50 millones, estimando algunos historiadores como Richard Overy, que la cifra real oscilaría entre los 43 y los 47 millones, aunque la realidad es que nunca se podrá saber la verdadera cifra-, y que terminó destruyendo al Partido Bolchevique, asesinando a la mayoría de sus dirigentes y de forma indiscriminada a las bases del propio Partido, dejándolo en tan precaria situación, que cuando un borracho se subió a un tanque, se desplomó y desapareció el Estado policiaco más poderoso del mundo. Como no puede ser considerado, es decir, sino como otra anécdota, el hecho de que Stalin hubiese sido menchevique hasta 1902, circunstancia ésta que publicó un periódico de Tiflis el 23 de diciembre de 1925, el ‘Zarya Vostoka’, órgano del Partido en la citada ciudad, en base a un informe policiaco zarista, y que Stalin ya en el poder, ni sus epígonos, se encargaron de refutar, lo cual, como dice E.H.Carr, aunque sea cierto, no tiene mucha importancia. (‘El socialismo en un sólo país. 1925-1926’ Tomo 1) LA REVOLUCION DE 1905 La autocracia zarista, que no sólo había prohibido todas las obras de Marx, sino libros como ‘El Leviatán’ de Hobbes o la ‘Ética’ de Espinoza, pues eran realmente perniciosos para el pueblo ruso, no lo hizo respecto de ‘El Capital’, dado que fue considerado demasiado difícil y abstruso para poder ser peligroso; además, pensaban que muy pocos rusos lo leerían, y menos aún, lo entenderían. Pero esta permisibilidad y magnanimidad del sistema, no podía extenderse, menos aún, a las manifestaciones públicas, aunque éstas fuesen pacíficas, como la que transcurrió el 4 de marzo de 1902 en S. Petersburgo, donde se concentraron tres mil sediciosos estudiantes frente a la catedral de Kazán, pues evidentemente, una cosa era permitir que los ilustrados siguieran ilustrándose todavía más con incomprensibles teorías económicas, y otra que estudiantes revolucionarios protestaran contra la política zarista, por lo que fueron reprimidos por cosacos a caballo, muriendo trece personas y resultando heridas cientos de ellas; unos mil quinientos estudiantes fueron encarcelados. Tal autocracia, en 1904, provoca una absurda guerra con Japón (armas de dicha guerra, las vendería Stalin a finales de 1936 a la República Española, pagándose las mismas a precios desorbitados, con el oro del Banco de España; no obstante, tales armas no fueron sino una generosa ayuda, en nombre del internacionalismo proletario de Stalin a los republicanos españoles que luchaban contra el fascismo); ya en aquella época el Ejército Ruso, estaba dotado de un pobre y anticuado material armamentístico. Para elevar la moral de los soldados, el Zar les envió iconos, lo que no impidió una carnicería de vidas humanas, para mayor gloria del autócrata; no hubo milagros, a la hora de la verdad, nunca los hay. En estas circunstancias, un Zar con pretensiones imperialistas, inepto e incompetente cuando menos, que mata a su pueblo de hambre, con los progroms de los cosacos y con la artillería nipona, no hace sino acelerar la revolución. El 3 de enero de 1905 del antiguo calendario ruso, el Juliano, como consecuencia de haber sido despedidos algunos trabajadores de la fábrica Putilov de San Petersburgo pertenecientes a la ‘Asociación de Obreros Rusos de las Fábricas de Petersburgo’ de la que el pope Gapon era su máximo y más conocido dirigente-, éstos, en su mayoría, se ponen en huelga. En los días siguientes, la huelga es prácticamente general en San Petersburgo. El 9 de enero, el Domingo Sangriento, Gapón al frente de la manifestación con los obreros de la fábrica Putilov, organizada los días precedentes por los huelguistas en la capital, pacífica, encabezada así mismo por mujeres y niños con retratos del misericordioso Zar, con cruces e iconos, son masacrados por los disparos de los soldados desde la puerta de Narva y por los sables de los cosacos. Una nueva carnicería se produjo; la orden de fuego fue dada por el Gran Duque Wladimir, tío del Zar; la misma decidiría el destino de la dinastía de los Romanov : Los trabajadores rusos habían comprendido que ha llegado el momento de comenzar la lucha por la libertad del pueblo sin el pope Gapon. La demanda que el pope intentaba presentar al autócrata, no podía ser más liviana: Señor : Nosotros, obreros y pueblo petersburgués de diversas clases, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestros padres ancianos y desvalidos venimos a tí, Señor, buscando la verdad y la protección. Somos como mendigos doblegados bajo la opresión y cargados con fatigas superiores a nuestras fuerzas; escarnecidos, hasta no ser considerados ya como seres humanos; tratados como esclavos que han de sufrir su triste suerte en silencio ... La revolución se extendió igualmente a las nacionalidades oprimidas por el Imperio Zarista; el 13 de enero, quince mil trabajadores se manifestaron en Riga, en protesta por la opresión rusa, siendo igualmente masacrados por los soldados del Zar. Hubo manifestaciones y enfrentamientos con la policía en distintas ciudades polacas, principalmente en Varsovia y en Lodz, sin que, una vez más, el muy devoto Zar, hombre temeroso de Dios, se privara de la satisfacción de que sus tropas dispararan contra los sediciosos y revoltosos polacos. En Jarkov hubo levantamientos campesinos contra los nobles, que fueron igualmente de forma cruel reprimidos por la policía zarista. En el mes de octubre, en Rusia la huelga es ya general y en la capital los obreros social-demócratas crean el ‘Consejo de los delegados obreros’. Ha nacido un nuevo poder : El Soviet. Gerard Walter dirá : El abogado Chrustalev-Nosar, que había sido elegido presidente, no ejercía más que una autoridad puramente nominal. Trotsky, que había regresado a Rusia en los primeros días del <nuevo régimen>, se había convertido inmediatamente en el verdadero jefe del Consejo y dirigía sus deliberaciones, fogoso y autoritario, según su costumbre. El 3 de Diciembre, sigue diciendo Gerard Walter, todo el Comité Ejecutivo del Soviet de la capital es detenido ‘in corpore’, incluido Trotsky. Mientras en Tammerfors se discutía en una atmósfera de conciliación y de buen humor, en Moscú corría la sangre. No sólo se combatía en Moscú en esa primera quincena de diciembre de 1905. El 8 se declaraba en rebelión Novorossisk, en las orillas del Mar Negro y se proclama la república en Krasnoiarsk, en Siberia. El 12 estalla la insurrección en Jarkov, en Nikolaiev, en Nijni-Novgorod. El incendio se extendía en todas partes. Si las dos capitales hubieran resistido, se habría transformado en un inmenso brasero que habría devorado a la monarquía con todas sus instituciones, incluida la próxima Duma. Y entonces no hubiera sido necesario discutir qué actitud debía adoptar el Partido social-demócrata frente a ésta. Con posterioridad al Domingo Sangriento, congregados un cierto número de obreros, suficientemente preparados, para acoger una homilía del Zar, éste les prometió perdonarles sus pecados; el sátrapa, primero los mataba y después los perdonaba; a diferencia de Stalin, que indudablemente los mató en una proporción inmensamente mayor, éste último nunca los perdonó, pues los pecados contra su infabilidad y sabiduría universal no merecían ni siquiera tal perdón, sino la muerte como perros rabiosos, según instó al Tribunal de los Procesos de Moscú el fiscal Vichinski, antiguo menchevique que debía hacer toda clase de méritos para no desaparecer en el terror staliniano. Entre la estulticia de un sátrapa y otro, entre el Zar Nicolás y el seminarista Stalin, existe un punto de conexión que no podemos desdeñar ni obviar : la necedad; sin que por supuesto ello pueda comportar una circunstancia atenuante en ninguno de ellos. Cuando Rasputín fue asesinado y arrojado al Neva en cuyo río apareció, durante algunos días, en el lugar en el que se encontró acudieron numerosas mujeres, para sacar agua bendita, pues el río había sido santificado, como el Ganges, y además purificado con el cuerpo de aquél santo varón; la estulticia, es indudable que estaba muy presente en ambos, aunque nunca alcanzaría el Zar la maestría en la intriga, en la conspiración, ni en el exterminio del pueblo ruso -afortunadamente-, del otro sátrapa sanguinario. Como no podía ser de otra forma, la historiografía stalinista, no pudo dejar de crear una nueva leyenda acerca de la gloriosa actuación revolucionaria de Stalin, muy difícil de aceptar con un mínimo rigor; los viejos bolcheviques Stopani y Lehman, no mencionan a Stalin entre los que se encontraban dirigiendo la Unión Caucásica a finales de 1904 principios de 1905, ni lo mencionan entre los dirigentes de la huelga de Bakú de 1904, siendo el primero de ellos miembro del Comité de la citada huelga, debiéndose de destacar que tanto uno como otro eran stalinistas , no enemigos del pueblo, y que escribieron sus Memorias en 1925, cuando ya Stalin se había hecho con el poder, pero, como mantiene León Trotsky, antes de que la falsificación planeada por indicación superior se constituyera en sistema, lo cuál no es óbice, para que ésta ya en 1925, comenzara su andadura. Otros, como el ya citado Taratuta, en la ‘Víspera de la Revolución de 1905 en el Cáucaso’, no hace mención alguna a que Stalin hubiera participado en la misma, y ello, a pesar de que tales memorias tienen por fecha la de 1926, cuando ya Stalin se había afianzado en el poder; igualmente, en los comentarios a la correspondencia de Lenin y Krupskaia con la organización del Cáucaso, Stalin no aparece ni una sola vez en el curso de las cincuenta páginas que conforman la misma. Consecuencia de todo ello, es que no participó en el Tercer Congreso de los socialdemócratas rusos que se celebró en Abril de 1905 en Londres bajo la dirección de Lenin, lo cual, no impidió que sus apologistas, como el inefable Beria, dijera que : tomó la parte más activa en la organización del Tercer Congreso de los bolcheviques, resultando sospechoso, que en un Congreso de tanta importancia histórica no hubiere participado en el mismo quién lo organizó en el Cáucaso y quién era el máximo dirigente de los bolcheviques en la región, según la historiografía bizantina-staliniana, lo que no resulta, como hemos indicado nada convincente, máxime cuando Stalin se unió a los bolcheviques poco antes de dicho Congreso, no tomó parte en la Conferencia de Noviembre de 1904 en el Cáucaso, nunca fue miembro del Buró Político que se eligió en la misma, y en definitiva, siendo un recién llegado, aunque era un Genio, no le fue posible conseguir que le dieran la credencial de delegado para poder asistir al Tercer Congreso. De los cuatro delegados que participaron, Kamenev y Dzhaparidze, fueron fusilados por orden de Stalin, y Nevsky, fue acusado de ser enemigo del pueblo, desapareciendo sin dejar rastro; era el pago que se merecían por haber usurpado el puesto de Koba. Y como no podía ser de otra forma, en el Congreso de Londres, a nadie se le ocurrió proponer como miembro para el Comité Central Bolchevique a Stalin, lo que no fue obstáculo alguno para que, mucho después, el Congreso del Partido Comunista de Georgia celebrado en 1934, dejara constancia de que : Nada de cuanto ahora se ha escrito refleja el verdadero y auténtico papel del camarada Stalin, quién realmente dirigió la lucha de los bolcheviques en el Cáucaso durante buen número de años. En aquéllas fechas, los historiadores y los que habían conocido directamente los acontecimientos históricos , o habían sido fusilados, o se encontraban desterrados en los campos de concentración stalinianos, o se encontraban totalmente silenciados y sin posibilidad alguna de poder refutar, las patrañas, invenciones y falsedades que Stalin iba labrando, para enaltecer su egregia persona, con lo que, tranquilamente podía falsificar la historia para que el pueblo soviético fortaleciera su conciencia revolucionaria y no se apartara de las enseñanzas del marxismo-leninismo, versión Stalin. No obstante, y a pesar de los esfuerzos que los historiadores stalinistas hicieron para resaltar la inolvidable actividad revolucionaria de Koba, presentándolo como un gran orador (lo cuál es difícil de entender, cuando su voz eran débil como su imaginación, y cuando el don de improvisar le era totalmente ajeno a este pensador de torpe mente, estilo monocorde y oscuro intelecto), y a la cabeza de una manifestación a otra, tan sólo las leyendas amañadas al respecto han podido mantener semejante fábula, no pudiéndose sino concluir, que en la Revolución de 1905, dirigida por el Soviet de San Petersburgo, del que era presidente León Trotsky, Stalin estuvo a espaldas de los Soviets y de la Revolución misma, cobijado a su sombra, no participando y retirándose de ella, como volvió a hacer y repetir en la Revolución de Octubre de 1917, resultando paradójico, que entre la estulticia, la necedad y la cobardía de muchos, en unión de la permanente falsificación de la Historia, haya pasado a la misma, como un gran revolucionario, cuando en los momentos álgidos de la revolución, tanto en 1905 como en 1917, desapareció de su escenario, se vio condenado a pasar el tiempo en un estado semicomatoso hasta que se aplacaron los furiosos acontecimientos que se produjeron en aquéllos tiempos de revolución permanente, por lo que, consecuentemente, el Koba de entonces, no fue herido, ni deportado, ni detenido, a pesar de dirigir la lucha y estar a la cabeza de todas las manifestaciones. El movimiento revolucionario de 1905, el ensayo general para la gran conmoción de 1917, según Lenin, aquél movimiento de masas, no pudo dirigirse a escondidas; ningún revolucionario o agitador prominente, de las características gigantescas que los epígonos otorgaron a Stalin, pudo haber escapado a la acción policial, máxime en una pequeña ciudad como entonces era Tiflis; si ello fue así, no fue sino por la prosaica realidad de que Stalin se mantuvo apartado de aquellos acontecimientos revolucionarios. A pesar de ello, a pesar de su mediocridad, o no significar, en los momentos revolucionarios, sino esa mancha gris de la que nos habló N.Sujánov, cuando la mayoría de los viejos bolcheviques se encontraban presos, desterrados o habían sido ejecutados, como ya se ha dicho, Stalin no tuvo escrúpulos para reescribir, falsificándola de principio a fin, la Historia Soviética, para presentarse no ya como un destacado revolucionario en los sucesos de 1905, sino como el gran artífice, junto con Lenin, de la Revolución de Octubre de 1917, tergiversando escandalosamente la intervención de quienes verdaderamente la dirigieron, hasta tal punto, que la magnitud de su actuación eclipsaba la de Lenin, sin hablar de la de Trotsky , que no solamente había dejado de ser un revolucionario, sino que ya, desde aquél entonces era un enemigo del pueblo. En octubre de 1905 en San Petersburgo, se comenzó a publicar su primer periódico legal, ‘Vida Nueva’, bajo la orientación de Lenin, colaborando en el mismo destacados escritores bolcheviques, sin que lo hiciera Stalin, y sí Kamenev, como representante del Cáucaso, lo que viene a reforzar, en unión a todo lo anterior, la imposibilidad de creerse, una vez más, la historia y la leyenda pergeñada sobre la actividad revolucionaria de Stalin, viniendo a corroborar tal aserto, el hecho de que en 1926, fecha en la que Stalin ya se había hecho con el poder y la campaña contra León Trotsky se aproximaba por entonces al paroxismo de su furor, y la mistificación de Stalin, ya había comenzado, como acabamos de decir, la Comisión Oficial de Historia del Partido, publicara una edición revisada, adaptada a las nuevas tendencias, de materiales sobre la Revolución de 1905, sin que entre los mismos, se encontrara documento alguno redactado por Stalin. Indudablemente, en aquéllas fechas, la falsificación de la Historia, todavía no había alcanzado su apogeo; ya vendrían mejores tiempos, como acontecería el 3 de julio de 1938, cuando ‘Pravda’ de Moscú, publicó que : el auge sin precedentes del movimiento revolucionario en el Cáucaso en 1905, estaba relacionado con la dirección de las organizaciones más militantes de nuestro Partido, creadas allí por vez primera directamente por el camarada Stalin . Pero, a pesar de la leyenda staliniana, en 1905 los hechos no ocurrieron como los epígonos de Stalin pretendieron con posterioridad; como mantiene Isaac Deutscher, en la ya citada biografía de Stalin : Fue el joven Trotsky el que se convirtió en el dirigente principal de la Primera Revolución. Con la excepción de Trotsky, los dirigentes de 1905 fueron militantes anónimos arrastrados por el entusiasmo o la indignación popular, pero faltos del adiestramiento y la técnica revolucionaria. La ejecutoria de Trotsky fue la que más se acercó al papel que posteriormente habría de desempeñar en 1917, otra vez como Presidente del Soviet de Petrogrado. En la Primera Revolución, Trotsky dejó su huella en los acontecimientos como un individuo casi solitario. En 1917 sus inmensas dotes personales fueron respaldas por el sólido poder del Partido Bolchevique, al que se había unido en el ínterin. Su inspirado discurso ante la corte marcial zarista, glorificando la revolución y proclamando su derecho a la insurrección armada, se grabó en la mente de muchos obreros y fue una de las simientes de la nueva revolución. Tanto los bolcheviques como los mencheviques aún sustentaban la misma idea acerca del objetivo general de la revolución : ésta habría de ser ‘democrático-burguesa’ y nada más. El socialista que en 1905 creía que la revolución, si lograba triunfar, no podría dejar de lanzarse al camino de la dictadura proletaria y el socialismo, era Trotsky, cuyas predicciones tanto mencheviques como bolcheviques consideraban como los desvaríos de un lunático. En el <ensayo general> los principales protagonistas, con la excepción de Trotsky, no sólo brillaron por su ausencia en los actos más importantes, sino que incluso sus papeles fueron diferentes de los que desempeñaron en la función real. Este fue también, desde luego, el caso de Stalin. Como vemos, es Trotsky el que se encuentra en la Revolución de 1905 en el núcleo de la acción revolucionaria de las masas de trabajadores rusos; el papel que jugó Stalin en la misma, no pudo ser más mediocre; su más brillante aportación fue un folleto titulado ‘Una rápida interpretación de los desacuerdos en el Partido’, plagado de formulaciones e imágenes bíblicas, Tierra Prometida... la negra reacción que reúne a las fuerzas de las tinieblas, a la que ya hemos hecho referencia, y en el que, como señala el historiador J. J. Marie, la reiteración sustituye a los argumentos : La revolución rusa es inevitable. !Es tan inevitable como inevitable es la salida del sol! ¿Podéis detener al sol naciente? No, porque es Josué quien lo quiere. Por último, aconseja cortar la cabeza del diablo con su propia espada. En definitiva, nos encontramos una vez más, con cháchara pseudo-religiosa, sin contenido marxista alguno, lo que no le impidió pocos años más tarde, al estudiante de teología, que nada había aprendido ni asimilado de la escuela marxista, y que seguía invocando a la "Tierra Prometida", a "Josué" y al "Diablo" en sus diatribas, criticar la obra de Lenin, ‘Materialismo y empirocriticismo’, trabajo filosófico, sobre la teoría del conocimiento, que calificó con gran alegría, como una tempestad en un vaso de agua, y que no pudo sino provocar la siguiente respuesta de Lenin : Las bromas del tipo tempestad en un vaso de agua, traslucen la inmadurez de Koba como marxista. Por ello, resulta cuando menos significativo, el trato despectivo a Lenin, cuando acerca de su obra sobre la Cuestión Nacional, de marzo de 1913, toma de Lenin todas las ideas sustanciales que en la misma se sustentan, no pudiéndose, por otro lado pensar otra cosa cuando en toda su carrera Stalin no produjo ningún otro texto de tal consistencia, debiéndose además señalar que Lenin debió de controlar y revisar el texto -aunque tal constatación no se pueda sustentar con mucho rigor por lo que diremos con posterioridad-, dada las ostensibles y notorias diferencias con otros opúsculos suyos, de estilo y redacción, en los que es común la monótona repetición de afirmaciones tajantes no demostradas, la mecánica continuada de preguntas y respuestas, sandeces por todas partes, pesantez y nula imaginación, falta de ideas, las imágenes bíblicas... en definitiva, escritos de patibulario. Pero, no se basó sólo y exclusivamente en Lenin, plagió a otros que habían escrito sobre el tema, como Karl Renner, Otto Bauer, K. Kautsky, Strasser, Medem, y como mantiene Georges Haupt, en su ensayo ‘Los marxistas frente a la cuestión nacional’, Stalin, autodidacta y espíritu sistemático, no está versado en las sutilezas al uso, ni es un creador, ni es escrupuloso con las fuentes. Toma para sí ideas, elaboraciones, frases y pasajes enteros sin preocuparse por las comillas, sin importarle el plagio, y las conjunta con un notable sentido de la generalización, dentro de un sistema coherente, pero rígido y escolástico. No quedó Lenin nada entusiasmado ni mínimamente satisfecho con dicha obra, pues en ninguno de sus múltiples escritos sobre la cuestión nacional, la menciona, con excepción hecha, de una sumaria referencia, de paso y entre paréntesis, en un artículo de 28 de diciembre de 1913, y ello, por una simple razón, como mantiene Michael Löwy : En ciertos puntos no despreciables, el espíritu y la letra de la obra de Stalin, son distintos, por no decir contradictorios, de los de Lenin: 1).- El concepto de <carácter nacional> o <particularidad psicológica> de las naciones, no son leninistas en absoluto. Se trata de una problemática tomada de Bauer. En realidad la idea de una <psicología nacional>, corresponde más a ciertas representaciones folklóricas superficiales y percientíficas que no a un análisis marxista de la cuestión nacional. 2).- Al proclamar perentoriamente que tan sólo la presencia de todos los indicios (comunidad de lengua, territorio, vida económica y formación psíquica) en su conjunto nos da una nación, Stalin infunde a su teoría un carácter dogmático, restrictivo y rígido que en vano buscaríamos en Lenin.... Según Stalin, Georgia antes de la segunda mitad del siglo XIX, no era una nación, por cuanto no tenía ninguna vida económica común, al estar divididas en principados económicamente aislados. No hace falta añadir que, según este último criterio, la Alemania de antes de la Unión Aduanera tampoco sería una nación. En ningún momento encontraríamos en Lenin semejante definición ultimista, rígida y arbitraria de la nación. 3).- Stalin rechaza explícitamente la posibilidad de una unión o de asociaciones de grupos nacionales dispersos en el interior de un Estado multinacional. Nos preguntamos : ¿es posible reunir a tales grupos disociados entre ellos en una sola unión nacional?. Y la respuesta que da es evidente, todo eso es inconcebible, imposible y utópico. Lenin en cambio, se alza contra la unión obligatoria de todas las regiones nacionales, pero defiende vigorosamente la libertad de toda asociación, incluyendo la asociación de todas las comunidades que se quiera de cualquier nacionalidad en un Estado dado. Añade que la libertad de asociación es indiscutible y no puede ponerse en cuestión más que desde un punto de vista rutinario y burocrático. 4).- Stalin no hace ninguna distinción entre el nacionalismo opresor zarista gran-ruso y el nacionalismo de las naciones oprimidas. En un revelador párrafo de su articulo, rechaza por igual el nacionalismo <belicoso y represivo> del poder zarista, <desde arriba>, y la <oleada de nacionalismo que asciende desde abajo, que se transforma a veces en un burdo chovinismo>, de los polacos, los judíos, los tártaros, los georgianos, los ucranianos, etc, etc,. Lenin por su parte, no sólo consideraba absolutamente decisiva la distinción entre el nacionalismo de las naciones opresoras y el de las naciones oprimidas, sino que constantemente dirigía sus más acerados ataques contra aquellos que capitulaban, de forma consciente o inconsciente, directa o indirecta, ante el nacionalismo chovinista gran-ruso. Pensamos, termina M. Löwy, que esta diferencia es altamente significativa, y que encierra ya, en germen, el futuro conflicto violento entre Lenin y Stalin en torno a la cuestión nacional en Georgia, (diciembre de 1922), el célebre <último combate de Lenin>. Y nosotros, en volver al periodo en el que nos encontrábamos: 1905 **** En 1905, una mente fría, lenta y retraída como la de Stalin, se sintió perdida; carecía de las cualidades necesarias para dirigir a los huelguistas, pues adolecía de rapidez de ideas, intuición, amplitud de miras, sentido del análisis de la actualidad y visión de futuro, el contacto y la relación con la masa obrera, facilidad oratoria y entusiasmo; la revolución del 1905, no hizo surgir talento alguno en él, salió de ella lo mismo que entró, no se quedó sino al margen de la revolución, y de la que poco o nada retuvo, pues en 1906, en ‘¿Anarquismo o Socialismo?’ seguía diciendo las mismas estupideces de siempre : Es patente que el régimen socialista sucederá al capitalismo tan inevitablemente como el día sucede a la noche, o : Tan cierta como la llegada del Mesías es la llegada del socialismo, únicamente es incierta la fecha. En otra ocasión ‘La crisis del Partido y nuestras obligaciones’ diría : Cometer algún error o tropezar un par de veces no es una desgracia; después, uno se acostumbrará a caminar sólo, como caminó Jesús sobre las aguas. Como vemos, el antiguo estudiante de teología, de un plumazo, sólido y magistral, resumía en dos palabras todo el materialismo histórico. Marx en persona, se hubiera asombrado con un discípulo tan clarividente y genial, y no se hubiese extrañado de lo que después, los epígonos de Stalin dijeron del mismo : Soy fuerte. Me he cultivado en los mejores sentimientos humanos, todo ello gracias a ti, gran maestro Stalin. Escribo libros, soy feliz, viviré cien años, todo ello gracias a ti, gran maestro Stalin. (Adveenko, ante el VII Congreso de los Soviets en enero de 1935). No quedaron atrás adulándole los escritores stalinianos franceses, como Cogniot, que en 1949, con motivo de que el Genio cumplía setenta años lo llamó, intrépido piloto que toda la humanidad civilizada toma como guía; el mayor benefactor de la humanidad en marcha, diría Marcel Wilard; Henri Wallon iba más lejos, preguntando si alguna vez algún hombre había reunido en sí mismo todas las formas de genio que poseía Stalin. Por su parte Romain Rolland, insigne personaje, que calificó (‘L´Humanité’ 18 de enero de 1937), el ‘Regreso de la URSS’ de André Gide, como mediocre, pobre, superficial, pueril y contradictorio, en ‘Quince Años de Combate’, nos decía que : Los derechos del espíritu estaban sólidamente defendidos por la mano firme y astuta de Stalin. Y J.R. Bloch, en ‘De la Francia Traicionada a la Francia en Armas’, mantenía que : Stalin era casi único en la historia, un genio, el dirigente amado por su pueblo. Y en ‘El Hombre del Comunismo’, nos diría de Stalin, además de que era genial, sabio y amable, que: desde que asumió la responsabilidad del poder, no perdió el espíritu, ni mintió o cometió ningún error fundamental. Francis Cohen, en ‘Mendel, Lysenko y el Papel de la Ciencia’, diría: Poner en duda una afirmación hecha en tales circunstancias, es poner en duda, contra la evidencia, la eficacia, la justicia y la unidad del stalinismo. Para un comunista Stalin es la más alta autoridad científica del mundo. Después de leer tales palabras, cualquier persona cuerda pensaría que si en aquélla época hubiera habido en Francia centros de internamiento para cretinos, este F. Cohen, de haber sido ingresado, lo hubiera hecho con toda justicia y merecimiento, a perpetuidad, como el resto de todos los imbéciles que defendieron el stalinismo, como Georges Teissier, quién diría que: "Stalin era el guía de los científicos", o Jean T.Desanti, que nos diría que : Stalin era un científico de una nueva clase. Es indudable que Marx se hubiera quedado asombrado de lo que avanzó en la comprensión de sus análisis su distinguido discípulo, y mucho más si hubiera podido escuchar las sandeces y aberraciones que acabamos de expresar y las de Louis Aragon, el que justificaría los Procesos de Moscú, un desvergonzado y calumniador profesional, el que dijo que Trotsky y los trotskystas negaban la intervención fascista en España y que de hecho eran los defensores de Hitler y la Gestapo, además y para no quedarse corto, merecer y trepar, en la revista Las Letras Francesas diría que: Francia debía su existencia como nación a Stalin; repetimos, este calumniador profesional, el más infame de los escritores franceses stalinistas, en 1972, terminaría diciendo en ‘La Valse des adieux’: Que no me fastidien más con aquélla vida, que no expliquen lo magnífica que era, que no me incordien con mi leyenda. Aquella vida como un juego terrible en el que perdí. Que eché a perder por completo. Es decir, para aquél sinvergüenza, la Revolución era un juego, en el que se podía calumniar, difamar o defender no ya a simples asesinos sino a genocidas como Stalin, como era un juego, se podía decir tranquilamente que Trotsky, y todos los condenados en los Procesos de Moscú, estaban vendidos a la Gestapo. Le podríamos preguntar a Aragon, ¿y los millones de víctimas del stalinismo, también eran traidores y también se habían vendido a la Gestapo? !Qué Presupuesto no debería tener la Gestapo para haber podido sobornar a tanta gente! ¿Para las víctimas, también fue un juego para ellas? ¿Qué pensarían de haber conocido los versos de Paul Éluard, diciendo que gracias a Stalin, vivimos sin conocer el otoño, o los versos de Henri Bassis, invocando al camarada Stalin, cuyo nombre era para ellos el pan de su vida, lo que les ayudaba a vivir y a morir? ¿Cómo pudieron ser tan cretinos y estultos quienes escribieron tales necedades, que no son sino un bochornoso y aberrante insulto a la inteligencia? Si eran unos necios o unos pesebreros, o las dos cosas a la vez, es algo que es muy difícil de entender y digerir, y que en todo caso, será objeto de discusión más adelante, pues no estamos sino dejando 1905, el año del ensayo general, sin que acerca de la Revolución, podamos dejar de constatar, dada la perversidad de la vergonzosa falsificación staliniana de toda la historia rusa del periodo que nos ocupa, como de la restante, lo que sobre la misma escribieron, cuando todavía no se había impuesto de forma absoluta los nuevos criterios y las nuevas tendencias historicistas. Así, Svertchkov, uno de los dirigentes del Soviet de Petrogrado, escribió en sus Recuerdos: El que dirigía ideológicamente el Soviet era L.D. Trotsky. El presidente Krustaliev, era una figura decorativa, pues no hubiera sabido contestar ni a una sola cuestión de principio. Tenía que acudir constantemente a Trotsky, quisiera o no, pidiendo consejos e instrucciones. Y Lunatcharsky, en su libro ‘Siluetas’, decía : Me acuerdo de que alguien dijo en presencia de Lenin que la hora de Krustaliev había pasado, y que al presente la gran fuerza del Soviet era Trotsky. El rostro de Lenin se oscureció por un momento, al cabo del cual dijo que, Trotsky se lo ha ganado, trabajando infatigablemente y de un modo magnífico. Y en otro pasaje de dicho libro, dice: La popularidad de Trotsky entre el proletariado de San Petersburgo era por entonces muy grande, y aumentó al conocerse la extraordinaria actitud heroica y de gran efecto que había adoptado en la vista del proceso. Los años de 1905 a 1906 encontraron a Trotsky, a pesar de ser tan joven, como uno de los dirigentes socialdemócratas mejor preparados. Trotsky comprendía más claramente que ningún otro lo que significa librar una lucha extensa contra el Estado. Fue el que salió de la primera Revolución más enriquecido de popularidad. Desde entonces Trotsky ocupa un lugar ente los primeros. Este texto escrito en 1923, constatando quién había sido el principal dirigente de la Revolución de 1905, no adaptándose en absoluto a los nuevos conceptos que debían imperar en la historiografía stalinista con posterioridad, ingresó por derecho propio, como no podía ser de otra forma, en la lista del Indice Soviético. Pero no se contentó sólo con ello la Escuela de Falsificación de Stalin; desde que éste obtiene el poder, comienza la vergonzosa revisión de la Historia Soviética, y en concreto la actuación de Trotsky en la misma, manteniéndose en la Historia del Partido (del P.C.U.S.), que éste se había opuesto a los preparativos para un levantamiento en la Revolución de 1905, siendo significativo que Stalin no efectuara tal imputación sino hasta el momento de tener el poder, habiéndose mantenido en silencio durante veinte años, cuando la podía haber expuesto, no sólo en cualquier publicación del Partido, sino en los Congresos y Conferencias a las que asistió, pero, por lo visto, prefirió guardar silencio para tiempos mejores, como era habitual en tan digno revolucionario; y cuando durante todo ese tiempo ningún bolchevique había efectuado tal reproche a Trotsky, y además, los mismos bolcheviques habían presentado la actuación del Soviet de San Petersburgo en 1905, como uno de los capítulos gloriosos de la Revolución. Las aludidas manifestaciones expuestas por Lunatcharsky, no son las únicas referencias de Lenin acerca del Presidente del Soviet de San Petersburgo; más adelante, el 16 de abril de 1917, próximo ya Octubre, como consecuencia de que Trotsky fue acusado por el embajador británico en Rusia, sir Buchanan de ser agente alemán, cuando se encontraba detenido en Canadá en un campo de prisioneros, por el Gobierno de su Graciosa Majestad, en ‘Pravda’, Lenín escribió: ¿Puede concederse crédito, ni siquiera por un momento, a la noticia de que Trotsky, Presidente del Soviet de los diputados obreros de San Petersburgo en 1905, un revolucionario que ha consagrado tantos años de su vida al servicio de la revolución; que un hombre como éste se halle complicado para nada en un plan subvencionado por el Gobierno germano? !Esto es una calumnia descarada, inaudita, villana, que se lanza contra un revolucionario! ¿De dónde ha sacado usted esa noticia Sr. Buchanan? ¿Por qué no lo dice? Seis hombres se llevaron secuestrado al camarada Trotsky, arrastrándole por las manos y por los pies, y todo en nombre de la amistad que dice profesarse al Gobierno Provisional ruso. Como vemos, el mismo Lenin refuta de forma implacable las vergonzosas acusaciones de Stalin a Trotsky, no demostrándose con éstas, sino que el Padre de todos los Pueblos, no era sino un más que vulgar oportunista y un profesional de la falsedad y de la calumnia. Y se las podríamos refutar igualmente, con la objetividad del -ya citado-, reconocido historiador inglés E. H. Carr, el que en su libro ‘1917, Antes y Después’, mantiene: El papel de Trotsky en la Revolución de 1905 fue sobresaliente, presentando un doble aspecto, práctico el uno y teórico el otro. Su determinación y su elocuencia en las reuniones del Soviet y en su subsiguiente proceso ante un tribunal zarista, fueron factores de primera importancia para levantar la autoridad y el prestigio del Soviet, y para crear un mito revolucionario cuyo poder iba a quedar demostrado en el momento culminante de Octubre de 1917. Antes de terminar de referir los acontecimientos de aquella Revolución de 1905, queremos relatar lo que aconteció en 1927, cuando los stalinistas habían ya expulsado a Trotsky del Comité Central y estaban exterminando a la Oposición de Izquierda con métodos propios de gángsters, dado que, la misiva a la que haremos referencia no hace sino constatar lo que acabamos de mantener; Joffé, que había sido unos de los revolucionarios que se destacaron por su valor en Octubre, y embajador de los Soviets en Japón y Alemania, afectado por una grave enfermedad que los stalinistas le prohibieron que se la curara en el extranjero, negándole la correspondiente autorización para salir de la URRS, antes de suicidarse dejó escrita una carta para Trotsky, que la GPU staliniana intentó ocultar, en la que decía: Con usted, querido León Davidovich, me unen varias décadas de colaboración, al servicio de una obra común, y me atrevo a decir también que de amistad personal. Esto me da derecho a decirle, al despedirme que... usted ha tenido siempre razón políticamente, desde el año 1905, y repetidas veces le dije a usted que le había oído a Lenin, por mis propios oídos, reconocer que en el año 1905 no era él, sino usted quien tenía razón. A la hora de la muerte no se miente, por eso quiero repetírselo una vez más en esta ocasión... Volveremos a hablar de Joffé y de lo que ocurrió en su entierro. CONGRESOS Y DEPORTACIONES Con la detención de Trotsky, Presidente del Soviet de San Petersburgo, al día siguiente de la publicación del Manifiesto Financiero, proclamando que el pueblo ruso no reconocería, cuando venciera, las deudas de los Romanov, concluía prácticamente la Revolución de 1905, entronizándose un durísimo periodo de reacción zarista; es el periodo del desquite del zar; el 3 de Junio de 1907 la autocracia queda totalmente restablecida, iniciándose el terror de Stolypin, siendo disuelta la Segunda Duma y los diputados social-demócratas deportados a Siberia y quedando abolido el sufragio al pueblo ruso; la represión de los partidos revolucionarios fue brutal, siendo asesinados miles de sus miembros y clausurados sus periódicos y organizaciones; Trotsky y otros 14 revolucionarios, fueron condenados a la deportación de por vida a Siberia, siendo incluso perseguidos hasta los liberales moderados. El 15 de diciembre de 1905, en Moscú, el barrio de Presnia, era bombardeado por un Regimiento llegado expresamente con tal finalidad desde la capital, y ello, durante varios días, muriendo más del mil personas, siendo ejecutadas y detenidas gran número de ellas, incluidos los hijos de los obreros, que llegaron a ser torturados, para que tal enseñanza no se les olvidara en la vida, lo que evidentemente, el régimen zarista no pudo conseguir. Como hemos dicho, la represión de los partidos revolucionarios fue brutal; entre 1906 y 1909, más de cinco mil presos políticos fueron ejecutados, y cerca de cuarenta mil fueron encarcelados. En los Estados Bálticos, miles de campesinos y obreros fueron flagelados, destruyéndoseles sus casas, ejecutándose a más de mil, lo que comportó, que el Zar quedara tan sumamente maravillado con tal actuación, que no pudo reprimir su deseo de felicitar al oficial que llevó a cabo tan valiente como digna operación. En Rusia los cosacos cometieron terribles atrocidades contra la población campesina, violando a mujeres y niñas delante de sus parientes, en otra acción ejemplar, que no sabemos si obtuvo las felicitaciones del Zar. Sin juicio alguno, centenares de campesinos fueron ahorcados. En total, como mantiene el historiador Orlando Figes, en su obra ‘La Revolución Rusa 1891-1924’, se ha estimado que el régimen zarista ejecutó a quince mil personas, disparó o hirió al menos a veinte mil y deportó o desterró a cuarenta y cinco mil entre mediados de octubre (de 1905), y la apertura de la Primera Duma estatal en abril de 1906. Como se ha dicho, el Manifiesto Financiero constataba que el pueblo ruso no reconocería las deudas de los zares, proclama ésta de los diputados obreros del Soviet del 2 de Diciembre de 1905, que quedó cumplida el 10 de Febrero de 1919; la Revolución había advertido a los acreedores de los zares, y aquél dia cumplió con la obligación que habían contraído anteriormente, con lo que en esto, como en otras muchas cosas, el año 1905 no hizo más que preparar la llegada la Revolución de Octubre de 1917. Después de la Revolución, no fue posible sino hasta Abril de 1906 reunir en Estocolmo el IV Congreso de la Social-democracia rusa, el de unificación de bolcheviques y mencheviques, al que asistió Stalin; los otros dirigentes bolcheviques del Cáucaso, habían muerto o se encontraban exiliados. La leyenda staliniana, aquí una vez más administrada por su lacayo Beria, no había podido sino mantener que : Bajo la dirección de Stalin, los bolcheviques del Cáucaso habían aislado a los mencheviques de las masas, anécdota ésta, que queda cuestionada, cuando de los once delegados que le correspondieron a Georgia, diez de ellos eran mencheviques y uno sólo bolchevique. Stalin participó en el mismo con el nombre de Ivanovich, siendo incorporado a uno de los Comités técnicos designados para revisar los nombramientos de los delegados al Congreso, tarea ésta en la que se encontraba en su elemento, pues que duda cabe, tenía dotes especiales para todo aquello que se relacionara con el ‘aparato’, con la ‘máquina’; era lo suyo; en ello, era un maestro redomado. Todo lo que supusiese intriga, actuar entre bastidores, manipulación, maniobra, nombramiento de sus secuaces para ocupar puestos trascendentes, descartar y expulsar al que no le fuera adicto, le era grato a Stalin, y supo comprender mejor que nadie, que la actuación en tal sentido, a pesar de las escasas dotes intelectuales que pudiera tener y la mediocridad de la persona, es la que, a la larga le podía dar el poder, era su única posibilidad de destacar, dada la maldad con que la naturaleza lo había tratado, negándole unas mínimas dotes intelectuales y capacidad oratoria con la que poder destacar y dirigirse a las masas populares. En el Congreso intervino Lenin manteniendo que Rusia era incapaz de establecer el socialismo independientemente, y además, que creía imposible retener siquiera las futuras conquistas democráticas en Rusia sin una revolución en Occidente, lo que no comportaba sino la aplicación de la resolución del Congreso de la Segunda Internacional, celebrado en 1896, aprobada por Lenin y Rosa Luxenburg, llamando: "a los obreros de todos los países que actualmente padecen bajo el yugo del absolutismo militar, nacional o de cualquier otra especie, a unirse a las filas de los obreros conscientes de todo el mundo, con objeto de combatir junto con ellos para vencer al capitalismo internacional y alcanzar los objetivos de la democracia social internacional", con lo que se hacía reo de trotskismo, defendiendo la revolución mundial; (a partir de 1924, cuando Stalin se afianzó en el poder, tal concepción se consideró una herejía de tal calibre, que fue considerada contrarrevolucionaria, y más tarde quienes la sustentaban o sustentaron en cualquier momento anterior, fueron considerados enemigos del pueblo, traidores, agentes de la Gestapo..., ya lo hemos visto en el insigne escritor Louis Aragon); al respecto Lenín mantuvo : La revolución democrática burguesa rusa puede vencer con sus propias fuerzas, pero de ningún modo podrá retener y reforzar sus conquistas con su propia mano. No puede lograrlo a menos que se produzca un levantamiento socialista en Occidente. Nuestra revolución democrática no tiene otra fuerza de reserva que el proletariado socialista en Occidente. Es evidente que nuestro Genio, no se atrevió a acusar a Lenin de enemigo del pueblo, ni de traidor, ni siquiera, a abrir la boca para oponerle su brillante tesis del ‘socialismo en un solo país’. En un debate abierto, sin secuaces con los que reventar la asamblea, como hizo durante el periodo de conquista del poder, estaba más que incapacitado para sustentar una opinión política totalmente antagónica, o de una diferenciación sustancial patente. Igualmente, en el Congreso, Lenin propuso la nacionalización del campo; la confiscación de las tierras de los terratenientes, era algo que había que llevar a cabo de forma inmediata, inminente; propugnaba la incautación de las tierras de éstos por los comités de campesinos revolucionarios y la sanción de tal incautación desde la Asamblea Constitucional por medio de una ley sobre nacionalización. Stalin, en contra de su costumbre de esperar el resultado del debate, se opuso a Lenin y mantuvo : Considerando las posibilidades de restauración, la nacionalización es peligrosa... Desde este punto de vista, la nacionalización y la municipalización, son igualmente inaceptables. Lenin se opuso enérgicamente a esta posición, considerando que : los activistas prácticos del Partido, ansiosos de congraciarse con el mujik atrasado, y que, ignorando los principios socialistas, jugaban de forma poco escrupulosa con el apetito de propiedad de éste. En 1946, en el prólogo de sus Obras, Stalin intentó explicar las diferencias de criterio que había tenido con Lenin en el Congreso de Estocolmo, justificándola en la estrechez de criterio y en la falta de perspicacia teórica de los activistas prácticos, entre los que el mismo se encontraba, los que, no podían comprender que Lenin contemplaba ya la Revolución rusa tal como ésta habría de ser cuando pasara de su fase <democrático-burguesa> a su fase socialista. Él, Stalin, pensaba que las dos fases estarían separadas por un largo periodo de desarrollo capitalista, porque no podía concebir que una revolución socialista ocurriera antes de que la clase obrera llegara a ser la mayoría. La justificación no tiene desperdicio, pues no pone sino de manifiesto la más total incomprensión del marxismo revolucionario, y que Stalin no era más que un simple menchevique; pone de manifiesto de forma irrefutable, como volvió a acontecer pocos meses antes de la Revolución de Octubre en 1917, al mantener la defensa y el apoyo al Gobierno Provisional, obligando a Lenin a refutar tal política colaboracionista, que Stalin, con semejante confesión, no había captado ni por asomo la esencia del materialismo dialéctico, y en definitiva, que la revolución era algo que le era totalmente ajeno. De cualquier modo, como dice Deutscher, la confesión es curiosa, de acuerdo con este principio, Rusia habría seguido siendo hasta hoy un país capitalista. (La biografía de Stalin la escribió Deutscher a finales de los años cuarenta, cuando todavía existía la URSS, y Stalin vivía ). En el Programa de los mencheviques, se proponía la expropiación de las tierras de los terratenientes y el traspaso de éstas a la comunidad municipal. Años después, diría Stalin que se había sentido fuertemente impresionado por Lenin, por su insuperable discurso acerca de la Cuestión Agraria, sin revelar que él, se había opuesto radicalmente a su programa agrario. El Congreso adoptó el programa de municipalización de los mencheviques, lo que no tuvo transcendencia ni importancia alguna, dado que en ningún supuesto a tal programa hicieron caso, ni el Gobierno zarista ni los campesinos, imponiéndose, tras la Revolución de Octubre la nacionalización. El Comité Central del Partido Social-demócrata ruso salido del Congreso estaba conformado por siete mencheviques y tres bolcheviques, entre los que no estaba Stalin, lo que comporta que mal pueda entenderse la importancia dada a su intervención por la historiografía soviética, máxime si se tiene en cuenta que, Lenin, en su Informe acerca del Congreso de Estocolmo, en el que hacía referencia a los debates más importantes celebrados en el mismo, no menciona la intervención de Stalin, y ello por una razón obvia, no la había considerado con la trascendencia necesaria como para hacer mención de ella en tal Informe. De este periodo, y en concreto de 1907, cuando todavía mencheviques y bolcheviques pertenecían al mismo Partido, en un periódico clandestino de Bakú, se refleja la intervención de Stalin : Alguien entre los bolcheviques señaló en tono jocoso que ya que los mencheviques se convirtieron en la fracción de los judíos y los bolcheviques en la de los rusos nativos, no sería mala idea realizar un ‘progrom’ en el Partido. Indudablemente, Stalin no era un racista como la otra bestia, la parda; la bestia del Kremlin, según algunos estúpidos e ingenuos ratones de biblioteca, era un especialista en nacionalidades, lo cual por lo visto, no es óbice para que ya desde jovencito, tuviera gusto por la realización de progroms. De adulto, y con el poder en sus manos, no dio tregua a sus instintos, liquidando a millones de ciudadanos soviéticos; afortunadamente, la muerte impidió que deportara o exterminara a todos los judíos de la URSS; las bestias, tanto la del Kremlin como la parda alemana, lo tenían todo en común : intelectualmente eran unas solemnes nulidades, y a ambas, les gustaba la sangre, y les gustaba demasiado. Pero sigamos, de ello, hablaremos más adelante. Estas discrepancias, en la actuación política de Stalin en estos primeros años, con Lenin, no fueron las únicas; así sobre su actuación en el periódico ‘Pravda’, hasta la fecha de 22 de abril de 1912 en que fue detenido, Lenin en carta fechada el 12 de enero de 1913, hace referencia a la imperdonable estupidez cometida por ‘Pravda’ en relación al periódico de los trabajadores de la industria textil, y añade : Recibimos una carta estúpida y descarada del Consejo de Redacción. No la contestaremos. Tienen que marcharse... Reorganización, pero mejor aún expulsión completa de todos los que van con retraso, eso es lo que hace muchísima falta. Con anterioridad y en relación a las ausencias y falta de actuación de Stalin, el 28 de marzo de 1912, escribe Lenin desde Berlín a los miembros rusos del Comité Central, la misiva siguiente: Queridos amigos. Estoy desolado y terriblemente inquieto por el estado de completa desorganización en que se hallan nuestras relaciones. Verdaderamente es para desesperarse. En lugar de escribir cartas os comunicáis conmigo por medio de un lenguaje telegráfico en el que no se comprende nada. No sé nada de Stalin. ¿Qué hace? ¿Dónde está? ¿Qué ha sido de él? Ninguno de los delegados ha hecho un enlace. !Ninguno! !Ninguno! !Es la desbandada completa! Ni una sola palabra de Tiflis, de Bakú, centros terriblemente importantes. ¿Dónde están las resoluciones? !Un escándalo! !Una vergüenza! Consecuentemente con su criterio acerca del significado que la actuación de Stalin había tenido en ‘Pravda’, máxime cuando éste firmó un editorial en dicho periódico, convocando a una mal definida <unidad> a todos los grupos socialistas, Lenin retiró a Stalin del equipo editorial de Pravda y con la finalidad de reorganizar su Consejo de redacción, mandó a San Petersburgo a Yakov Sverdlov, a quién escribió : Hoy nos enteramos del comienzo de las reformas en Pravda. Mil gracias, felicitaciones y auspicios de éxito... No puedes imaginarte lo cansados que estamos de trabajar con un cuadro de redacción enteramente hostil. Igualmente en 1913 escribió Lenin a Pravda: Os felicito cordialmente por vuestro éxito, la mejora es enorme y considerable. Esperemos que sea permanente, definitiva y última; y posteriormente, cuando Kamenev se encontraba al frente del Consejo de redacción : Aquí todos están satisfechos del periódico y del director y yo especialmente, lo cual, evidentemente, no es lo que escribió acerca de Stalin y sus epígonos, entre los que se encontraba el inefable Molotov, a los que propuso expulsar de Pravda, fundamentalmente como consecuencia de su desafortunada política conciliatoria con los ‘liquidacionistas’, a los que atacó duramente en la Conferencia de Cracovia que se celebró desde el 28 de diciembre de 1912 hasta el 1 de enero de 1913; tal línea conciliadora, señala la escritora Hélène Carrére D´Encause, en su biografía de Lenin, les valió a Stalin y a Molotov, ser tratados de "patanes", y ser sustituidos por Sverdlov, como acabamos de decir, sin decir quién los trató de "patanes", aunque puede inferirse lógicamente, que fuese Lenin. A pesar de tal condena, como decía Trotsky, parece ser que Stalin se mantuvo pacífico en la Conferencia. Guardar silencio en momentos de apuro es, además, el método favorito de Stalin. Y añadía, los registros y otros documentos de la Conferencia no se han encontrado aún. Es muy probable que se adoptaran medidas especiales para asegurarse de que no se encontraran. Como consecuencia de todo ello, el cuadro de redacción de las obras de Lenin, entre las once personas que señala entre sus más importantes colaboradores en ‘Pravda’, no mencionan a Stalin; incluso, aún cuando éste ya tenía el poder en la URSS, y la falsificación de la Historia soviética ya había comenzado su andadura, en una edición especial de ‘Pravda’ de 1927, con motivo de su XV aniversario, ni un sólo artículo de los que se publicaron entonces, ni siquiera la editorial, hacía referencia a Stalin, pues no podía ser de otra forma, dado que sus escritos y artículos adolecían de una insultante mediocridad, de una indolencia mental, de un esquematismo y de una tosquedad insoportable, que no hacían sino patentizar su total y absoluta falta de recursos literarios, su cursilería, como se infiere de lo que escribió el 15 de abril de 1912: No hay duda de que las fuerzas subterráneas del movimiento liberador han comenzado a actuar. !Os saludamos primeras golondrinas! Y sin olvidar aquello de la "Tierra Prometida", a lo que ya hemos hecho referencia, y otras sandeces por el estilo, no podemos sino constatar una vez más, con independencia de sus repeticiones recargadas, la simpleza de la mente del Genio, su retórica artificial, su constante acopio de ideas ajenas (como su citado artículo, ‘Anarquismo y Socialismo’), ante el ayuno y ausencia de ideas propias y su trivialidad : "Golondrinas ...", pues como dice Trotsky, el caso es que el intelecto de Koba, carente de imaginación, no era muy productivo. La disciplina de trabajo intelectual le era extraña. Se necesitaban móviles personales preponderantes para estimularle a una atención sostenida y sistemática. No halló móviles así en la revolución, que le arrojó al margen. Por eso sus aportaciones a aquél movimiento resultan tan lamentablemente minúsculas en comparación con lo que la revolución contribuyó a su medro personal. Después de esta digresión, que nos ha remontado a la actuación de Stalin en ‘Pravda’ y a la Conferencia de Cracovia, de la que no podemos sino deducir que es evidente que Stalin no comprendió en absoluto la lucha de Lenin en la Conferencia de Praga contra los liquidacionistas, lo que significó que siguiera actuando como un conciliador, incluso días antes de la Revolución de Octubre, en los que se comportó como un auténtico menchevique, defendiendo al Gobierno Provisional, porque ayudaba al progreso de la revolución. Stalin participó en el V Congreso de la Social-democracia rusa, celebrado en la nave de una Iglesia en Londres, durante los meses de abril y de mayo de 1907, no figurando entre los 302 delegados con derecho a voto, sino entre los 42 cuya participación era sólo a título consultivo, no haciendo uso de la palabra ni una sola vez durante las dos semanas que duró el Congreso, silencio prolongado, inaudito e inconcebible en un Genio como era Stalin. En el Congreso Trotsky expuso su programa sobre el Campesinado y la Burguesía, que fue impreso reiteradamente después de la Revolución de Octubre, como modelo de la política bolchevique; al respecto, y acerca de su intervención dijo Lenin : Trotsky sostiene la comunidad de intereses del proletariado y la clase campesina en la revolución actual, entendiendo que media entre ellos una solidaridad en cuanto a los puntos fundamentales de su posición frente a los partidos burgueses, con lo que la leyenda staliniana acerca de que el trotskysmo desdeñaba el problema campesino quedaba desvirtuada con la refutación de Lenin. En dicho Congreso expuso por primera vez Trotsky su teoría de la Revolución Permanente, criticando en el mismo a los mencheviques por sus intentos de coaligarse con los demócratas constitucionales. Rosa Luxemburg, que asistió a dicho Congreso en representación de los camaradas polacos, se adhirió a la teoría de la Revolución Permanente, lo que comportó, que Stalin en el año 1932, cuando ya hacía años que la revolucionaria había sido ejecutada, por los demócratas alemanes, fuese denunciada como <trotskysta>. Y como es natural, en el Congreso Stalin prefirió guardar silencio, pues ya vendrían mejores tiempos para ajustar cuentas; Stalin, una vez más acreditó y puso de manifiesto que no estaba capacitado para intervenir contra ninguna teoría marxista, y dada la precariedad de su formación, no hizo sino lo que el hombre pudo, esperar y esperar, que ya se alcanzaría la Tierra Prometida. Precisamente de esta época, es la leyenda oral staliniana de los atracos y asaltos a los Bancos del Estado, centrada principalmente en la famosa ‘expropiación’ de Tiflis; no conozco stalinista con el que haya hablado, que no me la haya recordado como síntoma de eficacia, valentía y audacia de Stalin: el sostén material del Partido. Se olvidan todos ellos, aunque posiblemente lo ignoren, y si no, hacen como ignorarlo, con independencia de que las condiciones físicas y psíquicas, le impedían participar en tal clase de acción, que Stalin participó en el referido V Congreso de la Socialdemocracia rusa, que finalizó el 19 de mayo de 1907, y que dicho atraco de Tiflis se llevó a cabo el 13 de junio, a los pocos días de haber finalizado el Congreso londinense, y que a su terminación Stalin se detuvo en París y en Berlín, donde se reunió con Lenin; es decir, que teniendo en cuenta que una operación como la de Tiflis no se improvisa de la noche a la mañana, y de que no hubo tiempo material para que Stalin llegara en aquella fecha al Cáucaso, no se puede llegar a la conclusión de que en la misma interviniera ni que llegara a organizarla; quién lo hizo, Simon TerPetrosian, conocido como Kamo, nunca refirió la participación de Stalin en tal ‘expropiación’. Por lo demás, para desgracia de los asaltantes, los billetes al ser de quinientos rublos, fue fácil difundir su numeración, con lo que su colocación en el mercado fue muy difícil. Después de la Revolución de 1905, durante los años 1906 a 1911, el régimen zarista agotó todos los recursos de la reacción, demostrando su total incapacidad para gobernar Rusia, y especialmente, para solventar el problema campesino; en 1910, comenzó la renovación industrial, año éste en el que se produjo la tercera deportación de Stalin, en Solvychegodsk, que transcurrió desde el 23 de septiembre de 1910 al 6 de Julio de 1911. Otros historiadores dan como fecha el la del 27 de junio, lo cual nos impide saber si el no haber participado Stalin en el Congreso de la Segunda Internacional celebrado a finales de agosto de 1910 en la capital de Dinamarca, en el que participaron entre otros, Lenin, Trotsky, Lunatcharsky, Dan, Martov, Kamenev y Zinoviev, se debió a que no fue elegido entre los veinte miembros que conformaron la delegación del Partido social-demócrata ruso o a que se encontraba deportado. En este periodo de nueve meses en el que no intentó evadirse, escribió la ya citada Carta a los Bolcheviques de Moscú, sobre la tempestad en un vaso de agua, en la que trataba a Lenin desdeñosamente, ridiculizando la lucha del mismo contra los liquidadores y conciliadores; veamos otro ejemplo de la dialéctica de Stalin: dejadles subir por la pared lo que se les antoje; en cuanto a nosotros... trabajar; lo demás vendrá por sí mismo. El conocimiento de la Carta, se debe al hecho de que la policía zarista la interceptó y fue publicada en un periódico de Tiflis el 23 de diciembre de 1925. Posteriormente, no se volvió a publicar, sin que sepamos la suerte que pudieron correr los incautos e insensatos periodistas que la publicaron. Sin perjuicio de ello, la historiografía staliniana, acerca de este periodo, constató con la veracidad y con la brillantez que le caracterizó siempre y en todo momento : Las cartas y los artículos de Stalin atestiguan la inconmovible unidad de esfuerzo combativo y la línea política que ligaba a Lenin y al genio que fue su compañero de armas. Esto, indudablemente, no se escribió en vida de Lenin, sin que podamos saber, si así hubiese acontecido, al leer que Stalin era un ‘genio’, si le hubiera producido hilaridad o un nuevo ataque hemipléjico o de cualquier otra índole; se escribió cuando tal genio había asesinado, encarcelado y deportado a cuantos testigos eran conocedores de que tal doctrina y tal leyenda, no era sino la más burda falsificación de la Historia soviética, no apta sino para siervos, cretinos, ignorantes y pesebreros de toda ralea. El 23-F de 1913, el Comité de los Bolcheviques de San Petersburgo organiza una función con la finalidad de recaudar fondos para su órgano central ‘Pravda’ en lo salones de la Bolsa, siendo invitado a la misma Stalin por Malinovsky, agente de la policía zarista, como ya se ha dicho y vicepresidente de la Cuarta Duma desde 1912 del grupo social-demócrata, conformado por siete mencheviques y seis bolcheviques, y a quién Stalin le pregunta si corría algún riesgo asistiendo a la función concertística; Stalin es detenido y desterrado cuatro años a Turujansk, en Siberia, desde donde le escribe a su delator: Por un momento pensé en marcharme, pero he abandonado esta idea definitivamente. Posteriormente, y como quiera que el cerco sobre Malinovsky se cerraba, renunció a su escaño en la Duma, debiéndose de destacar que el liberal Rodzianko, Presidente de dicha institución, conocía que Malinovsky era agente de la policía zarista, lo que ocultó a la Duma; después de la Revolución de Octubre, cuando los archivos policiales de la Ojrana fueron abiertos, se descubrió plenamente el papel que había jugado el citado Malinovsky; éste era identificado por la Ojrana con el nombre de ‘sastre’. Fue precisamente, la ciudad de Turujansk, a la que fueron desterrados Martov y Vanejev, cuando fueron detenidos en diciembre de 1895, junto con Lenin, pasando todos ellos ese tiempo encarcelados hasta que en Febrero de 1897 la autocracia zarista los deportó tres años a Siberia, siendo confinado Lenin en Shushenskoie, al sur de Minusinks. Dos semanas antes de la detención de Stalin, es detenido Sverdlov, la causa es la misma: la delación de Malinovski. Stalin no se escapa de su deportación; cuando en el suelo europeo estalla la Primera Gran Guerra, ni participa en las reuniones de los exiliados. A pesar de ello, otro genio, ya conocido, éste de la Literatura francesa, H. Barbusse, escribiría: Pescaba y cazaba todo el día, cortaba leña... y sin embargo en la mesa rústica de la cocina se amontonaban páginas y páginas escritas sobre todos los grandes problemas. En las Obras Completas de Stalin figuran solamente cinco cartas, que no parece ser una abundante ni significativa producción literaria en cuatro años, aunque parece ser lo contrario para Henri Barbusse. Ya veremos las necedades que escribirá este pobre cretino: En este país, si los adoquines de la calle pudiesen hablar, dirían : Stalin. La mejor parte del destino de cada uno está en manos de ese... hombre que nos cuida y trabaja para todos; el hombre que posee la mente de un erudito, la cara de un trabajador y el vestido de un soldado raso. La historiografía staliniana, igualmente acerca de este periodo, no ha dejado de incrementar la leyenda del Genio, con torpes fábulas que no se sostienen; en 1939 la viuda de Suren Spandarian, alegaría que estuvo traduciendo una obra de Rosa Luxenburg, lo que no es sino una más que lamentable falsedad, dado que Stalin odiaba a aquélla revolucionaria polaca, dirigente de los social-demócratas alemanes, y además y por ende, no sabía alemán, con lo que mal pudo haber traducido a Rosa Luxemburg; en definitiva, en aquéllos momentos y circunstancias, su pasividad no constata sino la precariedad del revolucionario que era Stalin, precariedad ésta que la volvió a patentizar en las Revoluciones de 1905 y 1917 desapareciendo de la escena revolucionaria. De hecho, como mantiene el escritor J.J.Marie, durante aquéllos años, hibernó como una marmota. Excepto cuando se trata de intrigas en el aparato, prefiere esperar a que sean los demás los que tomen la iniciativa. Hibernación ésta, que teniendo en cuenta lo que se ha escrito de nuestro gran revolucionario, resulta cuando menos inaudita y muy difícil de digerir, dado que es el periodo de la reanudación y resurgimiento del movimiento revolucionario en Rusia, del colapso y de la claudicación de la Social-democracia internacional, como consecuencia de su nefasta actuación en la Primera Gran Guerra, que se desencadena durante el periodo de hibernación de Stalin, en el que, además se desarrolló una lucha vehemente de ideas sobre el socialismo; es por ende, el periodo de la cimentación de la nueva Internacional , cuyo primer boceto se plasma en la Conferencia de Zimmerwald, pequeña ciudad suiza, cerca de Berna, celebrada en Septiembre de 1915, a la que asiste Lenin, cuyo Proyecto mantiene : La guerra imperialista abre la era de la revolución social... El deber de los socialistas es, por tanto... iluminar la conciencia revolucionaria de los obreros, arrastrarlos a la lucha revolucionaria internacional y tratar de transformar la guerra imperialista entre los pueblos en guerra civil de los oprimidos contra sus opresores. Su Proyecto modificado, proclama : El aniquilamiento del imperialismo sólo es posible mediante la organización socialista de los países capitalistas avanzados... En ésta intervienen también Trotsky, Zinoviev, Christian Rakovsky, Axelrod y Martov entre otros. En la misma Trotsky redacta el Manifiesto que se adopta por unanimidad. Como consecuencia de la expulsión de Francia de su amigo Safarov, por actividades proselitistas que propalaban las ideas de la izquierda zimmerwaldiana, Lenin redacta un Manifiesto para su divulgación al proletariado mundial : Proclamamos la gran alianza internacional de aquellos socialistas del mundo entero que durante esta guerra han rechazado las frases engañosas sobre la ‘defensa de la patria’, y trabajan para preparar la revolución proletaria mundial. Manuilsky, el dirigente de la III Internacional que sustituyó a Bujarin, antes de que lo fuera Dimitrov, escribía en 1922 : El Social-demócrata, publicado en Suiza por Lenin y Zinoviev, La Voz, publicado en París y Nuestro Pueblo, publicado por Trotsky, serán para el futuro historiador de la III Internacional, los fragmentos básicos de los cuales se forjó la nueva ideología revolucionaria del proletariado internacional. De Stalin, a pesar de tantas páginas y páginas, ni una sola palabra. Una de esas cinco cartas que Stalin produjo en su último destierro de cuatro años en Siberia, es del 27 de Febrero de 1915, cuando ya habían transcurrido siete meses de Guerra, de aquélla guerra reaccionaria, en la que, según Lenin, los propietarios de esclavos estaban provocando un degüello sangriento para repartirse el mundo; en ella, Stalin, no hace mención alguna de los problemas que en aquella época de devastación acuciaban a los marxistas revolucionarios, como eran la actitud frente al <pacifismo>, frente al <derrotismo> y frente a la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, sobre la necesidad de construir una nueva Internacional... Como decimos, ni una sola palabra sobre estos problemas, a pesar de las páginas y páginas sobre los grandes problemas, a que aducía un desvergonzado como Barbusse; no obstante, como no podía ser menos, la leyenda staliniana, le llega a atribuir a Stalin la autoría de la teoría <derrotista>, o de la fórmula para transformar en guerra civil la guerra imperialista, lo cual, no es sino un grotesco invento y una nueva falsificación de la historia, pues como dice Trotsky, con nada se avenía menos el carácter intelectual y político de Stalin que con el espíritu de innovación política y de audacia teórica. La II Internacional era una máquina política poderosa. Jamás se hubiese resuelto Stalin a romper con ella por propia iniciativa. La elaboración de la doctrina bolchevique relativa a la guerra, es en su integridad parte intrínseca del historial de Lenin. Stalin no contribuyó a ello con una sola palabra, como tampoco lo hizo a la doctrina de la revolución. En 1915, Lenin intentó publicar en Moscú, de forma legal una antología marxista, para expresar la posición del Partido Bolchevique sobre la Guerra, lo que no pudo materializarse sino hasta después del triunfo de la Revolución de Octubre al haberlo impedido la censura zarista; entre los autores, además de Lenin, nos encontramos con Stepanov, Olminsky, Miliutin y Nogin: Hallamos incluso en esta antología un trabajo de Sverdlov titulado ‘Sobre la escisión de la socialdemocracia alemana’. No existe, pese a tanta abundancia de literatura que el citado Barbusse nos refería, mención alguna sobre Stalin, cuando éste, se hallaba en las mismas condiciones de reclusión de Sverdlov, y pese a aquélla inconmovible unidad de esfuerzo combativo y de línea política que ligaba a Lenin y al genio que fue su compañero de armas, lo que no fue obstáculo para que la Escuela de Falsificación staliniana, dijera de Trotsky : Durante la guerra imperialista adoptó una actitud chovinista de <defensa de la patria>, propagando la consigna <ni victoria ni derrota>. Esto lo mantienen los stalinistas de quién, con Lenin, era el más convencido de los internacionalistas, e inducidos por Stalin, que fue considerado por Lenin como un chovinista gran ruso. Los falsificadores es evidente, que se olvidaron de las acusaciones de Lenin a Stalin, reproduciéndolas sobre Trotsky. Con la Revolución de Febrero, Stalin concluye su deportación siberiana, caracterizada por una vida indolente y por la ausencia de relaciones de camaradería, llegando a Petrogrado el 12 de marzo de 1917. A diferencia de Lenin y Trotsky, nadie le espera en la Estación, lo que quizá le llevó a decir posteriormente que : Desde el punto de vista de la Historia del Partido, el periodo anterior a 1917 pertenece a la prehistoria, y por tanto, carece de interés; sin perjuicio de lo cual, poco antes de haberlas pronunciado, el 26 de junio de 1933, se hizo nombrar Presidente de Honor de la sociedad de antiguos bolcheviques, lo cuál, tampoco fue obstáculo para que dos años después la disolviera, siendo revelador, aunque ello no es más que una anécdota en el haber de Stalin, que por una parte disolviera asociaciones como la citada, y como la de antiguos emigrados políticos, y por otro lado, devolviera al Cuerpo de Cosacos sus antiguos privilegios y sus uniformes militares zaristas, olvidando que aquellos atamanes habían masacrado con ríos de sangre los levantamientos populares, reprimido las huelgas obreras, llevado a cabo progroms en los que se aniquilaba a miles de judíos...; al igual que el Zar, Stalin necesitaba, a pesar de contar con su fiel y sanguinaria GPU, a los cosacos, expertos en la represión del pueblo ruso, y Stalin que, necesitaba la represión, con independencia de que fuese un reaccionario, necesitaba a los cosacos. En la biografía de Stalin, Dimitri Volkogonov, refleja la opinión de Lenin sobre la deportación en Siberia : Uno no tenía que trabajar, uno podía leer... y uno podía incluso escapar, lo cual requería sólo la voluntad de hacerlo. Luego, si ello es así, ¿por qué no se escapó Stalin, y pasó tantos años deportado en Siberia sin dar un palo al agua? CAPITULO SEGUNDO: 1917, EL AÑO DE LAS REVOLUCIONES LA REVOLUCION DE FEBRERO Como diría Oskar Anweiler, en su libro 'Los Soviets en Rusia', “el punto final en la historia del Consejo de diputados obreros, de Petrogrado, de 1905 fue trazada en Octubre de 1906 en la vista de la causa contra 52 miembros del Soviet, entre ellos Chrustalev-Nosar y Trotsky; pero su legado revolucionario quedó vivo”, y es indudable que tal legado, lo constituye en primer lugar la Revolución de Febrero de 1917. También de dicho autor, y acerca de los soviets son las siguientes consideraciones: La significación de los soviets de 1905 puede ser comparada con la Comuna de París de 1871. Ambos fueron efectivos históricamente, en primer lugar, por los acontecimientos que le sucedieron: la Comuna de París por su introducción en la teoría del Estado de Max y más tarde Lenin; los soviets de 1905 como antecesores de los Consejos de 1917. Por la unión de ambos, la interpretación de la Comuna marxista-leninista y los Consejos, nació el sistema soviético bolchevique en teoría y en la práctica... Trotsky fue el único famoso marxista y revolucionario que jugó un papel notable en los soviets de 1905. Su actividad en el Comité Ejecutivo y, tras la detención de Crustalev, en la Presidencia del Consejo de Diputados Obreros de Petrogrado, le colocó en la primera fila de los dirigentes socialistas y fundamentó su popularidad entre las masas, lo cual le favorecería en Octubre de 1917. Sus pensamientos desarrollados en los años 190506 sobre la marcha y metas de la revolución rusa, los cuales recopiló en su teoría de la 'revolución permanente', empalmaban con sus experiencias prácticas en el Soviet en la concepción de los Consejos en la primera revolución rusa, la más importante y de mayor alcance futuro. Y sobre la Revolución de Febrero de 1917, escribiría : En la cuestión de la guerra en contra de la postura hasta entonces defendida por la mayoría de los bolcheviques de Petrogrado, Kamenev se definía favorable a la política de 'defensa revolucionaria de la patria’ simultáneamente a la presión sobre el Gobierno para entablar inmediatas conversaciones de paz con todas las potencias implicadas. Stalin se encontraba cerca de Kamenev en estos asuntos. La aparición de ambos acrecentó la confusión en las filas del Partido bolchevique. Surgieron protestas de las organizaciones inferiores del Partido contra el cambio de rumbo, sobre todo respecto a la postura frente a la guerra... Trotsky escribió el 6 de Marzo de 1917, poco después de recibir las primeras noticias sobre la Revolución (de Febrero), en un periódico de Nueva York: El proletariado revolucionario debe inmediatamente oponer sus órganos revolucionarios, los soviets de obreros, soldados y campesinos a los órganos ejecutivos del Gobierno Provisional. En esta lucha, el proletariado, agrupadas las masas populares insurrectas, debe tener como meta directa, la conquista del poder. Es decir, todo lo contrario de aquella política conciliatoria con la burguesía, de aquella 'efensa revolucionaria de la patria que defendieron tanto Kamenev como Stalin, al volver a Rusia una vez que estalló la Revolución de Febrero, ajustadas a los planteamientos e intereses del Gobierno Provisional, y que fustigaría vehemente Lenin, como iremos viendo. El 23 de febrero estalla la revolución en Petrogrado; los obreros hasta las narices de la guerra, del hambre, de la miseria y de la represión, salen a la calle reclamando paz y pan; las huelgas se suceden por doquier, los cosacos las reprimen indiscriminadamente haciendo fuego contra la multitud; ésta fue la señal de la revolución; desde este momento la lucha se intensifica, ahora se exige la disolución del Gobierno y la abdicación del Zar; tres días después, la intensidad llega al límite, las tropas del regimiento Pavlosky se amotinaron, matan a su coronel y se pasan al pueblo; el ejemplo cunde entre los demás regimientos de la capital, que terminan pasándose al pueblo, a los puestos de la Policía se les prende fuego. Las demandas de las masas populares se cumplen, el Gobierno Provisional se instaura y siete días después del inicio de la revolución el Zar abdica. Vladímir Nabókov, padre del autor de 'Lolita' y de 'Ada o el ardor', y uno de los fundadores del Partido Kadete (Partido Demócrata Constitucionalista), escribiría en sus memorias sobre el Gobierno Provisional: Tuve un sentimiento de alegría espiritual como no lo he vuelto a ver jamás. Me parecía que algo grande y sagrado había ocurrido, que la gente se había librado de sus cadenas, que el despotismo se había derrumbado. Hasta cierta derecha se alegraba de la caída de la peste zarista. Como acabamos de mencionar, la Revolución de Febrero de 1917, acontece cuando Stalin se encuentra deportado en Siberia; cuando llega a Petrogrado a mediados de marzo del 17, junto con Kamenev y Muránov, en ausencia de Lenin, toma la dirección de 'Pravda', lo que significa un giro radical en la línea política del órgano bolchevique, al adoptar Stalin la tesis de los mencheviques, lo que no comportaba sino que los revolucionarios debían continuar y proseguir la guerra, que ha desmembrado el régimen monárquico-zarista, para la defensa de las conquistas democráticas frente a la agresión de los imperialistas alemanes. Y así, (y esto lo olvidan los autores de la leyenda staliniana), escribía en Pravda : Todo derrotismo, ha muerto tan pronto como el primer regimiento revolucionario apareció en las calles de Petrogrado, con lo que de un plumazo, echaba por tierra la encarnizada lucha que durante años Lenin había sostenido contra los 'patriotas' y 'conciliadores', para transformar la guerra imperialista en guerra civil. Personalmente, declara Lenin, no vacilaría un segundo en dar a conocer públicamente en la prensa que prefería incluso una escisión inmediata con quienquiera que sea en nuestro Partido a tener que hacer concesiones al social-patriotismo de Kerenski y compañía o al social-pacifismo y al kautskismo de Cheidze y compañía. ¿A quién estaban dirigidas esas palabras, sino a Kamenev y Stalin?, dirá Gerard Walter. Los obreros, campesinos y soldados, escribía Stalin, debían ejercer presión sobre el Gobierno Provisional para que éste declarara su disposición a iniciar negociaciones de paz inmediatamente, a que intentara abierta y públicamente inclinar a todas las potencias beligerantes a iniciar en el acto negociaciones de paz, lo que implicaba, como argumenta Deutscher, que los defendistas, mencheviques e incluso liberales, procedían de buena fe, implicación que pronto habría de ser objeto de la mofa de Lenin. También, escribía Stalin en 'Pravda' el 14 de Marzo : Tierra para los campesinos, la protección del trabajo para los obreros y la república democrática para todos los ciudadanos de Rusia. En otras palabras, la revolución todavía debía ser antifeudal, pero no anti-capitalista; democrático-burguesa, pero no socialista. Y al día siguiente, lo que escribiría, no tenía desperdicio: Pero la guerra continuará porque las tropas alemanas no han seguido el ejemplo de las rusas y siguen obedeciendo al emperador, que busca codiciosamente su presa en el campo de batalla de la muerte. Cuando un ejército se enfrenta a otro, la táctica más absurda es la de proponer que uno de ellos deponga las armas y se retire. Esa política no sería de paz sino de esclavitud, una política que cualquier pueblo libre rechazaría indignado. No, el pueblo libre permanecerá firme en su puesto y responderá a una bala con otra, a un obús con otro. Eso resulta inevitable. Los soldados y oficiales revolucionarios que se han sacudido el yugo zarista no abandonarán las trincheras para que las ocupen los soldados y oficiales austriacos o alemanes que hasta ahora no han tenido el valor de sacudirse el yugo de sus propios gobiernos. No permitiremos la desarticulación de las fuerzas militares de la Revolución. Como vemos, el menchevique Stalin, había perfectamente asimilado la doctrina de los marxistas revolucionarios, de los internacionalistas y en definitiva, de la política defendida durante tantos años por Lenin. Al respecto, poco después escribiría Shlyapnikov: 'Pravda' después de pasar a manos del nuevo Consejo de redacción, declaraba ya el 15 de Marzo que los bolcheviques apoyarían resueltamente al Gobierno Provisional, siempre que éste se opusiera a la reacción o a la contrarrevolución. El día en que apareció transformado 'Pravda', fue un día de triunfo para los defendistas. Cuando aquél número de 'Pravda' llegó a las fábricas, sembró allí la confusión y la indignación entre los miembros de nuestro Partido y sus simpatizantes y una satisfacción maligna entre nuestros adversarios... y cuando los trabajadores se enteraron de que 'Pravda' era llevada a remolque por tres de sus antiguos directores recién venidos de Siberia, pidieron que se les expulsara del Partido. Lo paradójico de todo ello, no era sino la total incomprensión del materialismo histórico por parte de Stalin, pues el más importante de los agentes contrarrevolucionarios no era sino el Gobierno Provisional, al que, según el Genio, había que apoyar resueltamente. La 'Pravda' de Petrogrado, dirigida en este periodo por Stalin, hasta la llegada de Lenin a Rusia, constituye un inestimable documento probatorio, irrefutable, de la limitación mental, de la miopía, del oportunismo y del menchevismo de Stalin, del que, en ausencia de Lenin, no supo desprenderse como consecuencia de su mediocridad intelectual y su pobre bagaje teórico, y ello, ni en los momentos álgidos de la revolución, ni cuando los revolucionarios bolcheviques y las masas obreras se iban radicalizando en su lucha por la conquista del poder: en definitiva, su indigencia intelectual y como consecuencia de que su patrimonio marxista era nulo, en el momento en el que no se encuentra bajo el amparo del criterio de Lenin, zozobra; un zoquete como Stalin, por muy zorro y listo que sea maniobrando en cuestiones del aparato del Partido, naufraga en la Revolución y no puede sino adoptar posiciones políticas mencheviques, contrarrevolucionarias, que contemporizan y colaboran con el Gobierno Provisional. No obstante, 'Pravda', como consecuencia de la indignación que en los suburbios obreros de la capital había despertado la defensa de la política conciliadora, no tuvo más remedio que publicar una enérgica protesta de los trabajadores de Viborg: Si el periódico no quiere perder la confianza de los barrios obreros, debe sostener la antorcha de la conciencia revolucionaria, por mucho que moleste a la vista de las lechuzas burguesas. Su posicionamiento frente a la Guerra, no podía adolecer sino de la misma carencia doctrinal, como lo demuestra el hecho de que apoyara el manifiesto patriotero del Comité Ejecutivo del Soviet, 'A los Pueblos del Mundo', atribuyéndole virtudes de las que carecía, y especialmente, rechazando de forma categórica la movilización revolucionaria de las masas contra la guerra, escribiendo al respecto: Ante todo es innegable que la mera consigna <abajo la Guerra> es completamente inaplicable como solución práctica, y como dice León Trotsky, la solución que proponía era, la ya citada de, presionar al Gobierno Provisional. Con ayuda de esta presión amistosa sobre la burguesía, para quién la conquista es la finalidad de la guerra, Stalin pretendía conseguir la paz, posición esta, contra la que Lenin había estado combatiendo desde el inicio de la Guerra, pues no hay presión bastante para que la burguesía deje de ser burguesa : hay que derrocarla sencillamente, algo, que el más grande revolucionario de la historia, meses antes de la Revolución de Octubre, todavía no había asimilado, lo que no hace sino poner de manifiesto la talla de Stalin, del que, el autor del meritado manifiesto, Sujanov, en sus impagables, en muchos aspectos, "Notas sobre la Revolución", dice: Además de Kamenev, los bolcheviques tenían entonces a Stalin en el Comité Ejecutivo... Durante su rara actuación, daba y no solamente a mí, la impresión de una mancha gris que, de vez en cuando, se hacía levemente visible, sin dejar rastro . Realmente, de él es todo lo que se puede decir. Es evidente, que Sujanov subestima a Stalin, pero no puede negarse que caracterizó bastante acertadamente su falta de personalidad política, su mediocridad y su pasividad en los momentos álgidos de la revolución; tal descripción, cuestionando las innegables virtudes de Stalin, le costó la vida a Sujanov tiempo después. Y si la citada consigna de 'Abajo la guerra' para Stalin, es prácticamente inutilizable en lo absoluto, acerca de ésta sigue diciendo: Ya que en nada puede contribuir a obligar a los beligerantes a cesar en la guerra, la solución consiste en presionar al Gobierno Provisional, exigir que se declare dispuesto a entablar inmediatamente conversaciones de paz sobre la base del reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos. Sólo en este caso puede la consigna <Abajo la guerra> engendrar una poderosa campaña política que arranque la máscara a los imperialistas y descubra a plena luz el verdadero rostro de la guerra. Esa era, dirá Gerard Walter, por tanto, la misma fórmula de 'presión sobre el Gobierno', lo que presuponía su reconocimiento implícito como tal. Y, mientras tanto, Lenin se desgañitaba repitiendo que la única actitud que cabía adoptar frente a ese Gobierno era su derrocamiento. Stalin, que no considera a la revolución en curso sino como 'democrático-burguesa', para la liquidación del régimen feudal y con ello entronizar la vía al capitalismo, dando su apoyo al Gobierno Provisional, en la medida en que luche contra la reacción, consecuentemente, propugna la unión orgánica con los mencheviques, pues ambos Partidos defienden la misma política. Para Stalin, la Revolución de Febrero, no es sino el comienzo de la revolución burguesa, que debe consolidar las conquistas 'democráticas', alcanzadas por los trabajadores y campesinos, y que solamente un gobierno burgués, puede consolidar, ayudado y controlado por el proletariado; es decir, su mente no acepta sino la revolución por etapas, y si es que procede, pues del marxismo revolucionario no ha captado nada, y menos su esencia, lo mismo que de la Revolución Permanente; tendrá que llegar Lenin, para que las cosas se pongan en su sitio, en el camino de la revolución, y entre ellas, arrinconar a Stalin a una nueva hibernación, pues como dirigente político revolucionario, era un inútil conciliador. El <derrotismo> no era ni mucho menos, como diría Trotsky, una invención de la prensa enemiga amparada por la censura, sino una fórmula de Lenin . "La derrota de Rusia es el mal menor". Ni la aparición del primer regimiento revolucionario, ni aún el derrumbamiento de la monarquía, modificaba el carácter imperialista de la guerra. Y buena prueba de que Stalin, no consideraba la revolución en curso sino como 'democrático-burguesa', se constata de lo escrito el 25 de marzo, comentando el Decreto por el que el Gobierno Provisional abolía las restricciones a los derechos nacionales : La base social de la opresión nacional, la fuerza que la inspira, es la aristocracia terrateniente en su declinación . En Inglaterra donde la aristocracia terrateniente comparte el poder con la burguesía, donde ha dejado de existir desde hace mucho la dominación ilimitada de dicha aristocracia, la opresión nacional es más dulce, menos inhumana, siempre y cuando no tomemos en consideración la circunstancia de que, durante la guerra, cuando el poder pasó a la mano de los terratenientes, la opresión nacional se ha visto extraordinariamente reforzada (persecución contra los irlandeses, hindúes). En Suiza y América del Norte, donde no hay terratenientes ni jamás los hubo, donde el poder pertenece de modo indivisible a la burguesía, las nacionalidades se desarrollan libremente, no hay, en general, lugar para la opresión nacional. Suprimir de la escena política a la aristocracia feudal, arrebatarle el poder, significa precisamente liquidar la opresión nacional, crear las condiciones de hecho necesarias para la libertad nacional. En la medida en que la revolución rusa ha vencido, ya ha creado las condiciones de hecho. Para Stalin, el incremento exacerbado de la opresión nacional de la época, no existe; en todo caso, es más 'dulce', o menos 'inhumana', y son los terratenientes ingleses, no la burguesía inglesa, los que por lo visto, se adueñaron del poder, oprimen a Irlanda y a la India; y por supuesto, en aquella época, en los Estados Unidos, no existía opresión nacional alguna, los negros tenían los mismos derechos que los blancos; en definitiva, que según Stalin el desarrollo era completamente libre, aquello era prácticamente un paraíso. !Qué necio! Su teoría de la cuestión nacional, aplicada a Rusia, en la que la Revolución de Febrero ha vencido, comporta que la opresión nacional ya no existe, pues habiendo triunfado la revolución, ha sido suprimida de la escena política la aristocracia feudal, con lo que consecuentemente, se han creado de hecho las condiciones necesarias para la libertad nacional, de ahí su apoyo al Gobierno Provisional nacido de la revolución que ha vencido. Y esta tesis, la volvería a defender en la Conferencia de Abril : Cuanto más democrático es el país, tanto más débil es la opresión nacional, y al revés. Todos estos errores no son más que consecuencia de su total incomprensión sobre el carácter permanente de la revolución, que condujo a Stalin a la idealización de la democracia-burguesa, a apoyarla en Febrero de 1917, lo que comportó, una vez que llegó a tener el poder en sus manos, al adjudicar a la burguesía colonial los mismos rasgos que asignaba a la burguesía rusa en Marzo-Abril de 1917, serios quebrantos revolucionarios, en concreto en la revolución china de 1925-27, cuando ordenó al Partido Comunista chino a colaborar e integrarse en el Kuomintang, y entregarles las armas; en abril del 27, esta democrática y revolucionaria burguesía china, masacraba al proletariado comunista en Shanghai; la política conciliadora de Stalin, sobre las relaciones de clase en el seno de las naciones coloniales, a pesar de ser la de un Genio, no podía dar otros frutos; si más de veinte años después, terminó triunfando la revolución en China, no fue sino desdeñando tan absurda como reaccionaria teoría. Volveré sobre el asunto chino más adelante. A finales de marzo, se celebró una Conferencia del Partido, la primera que se llevaba a cabo después de la abdicación del zar, con la finalidad de poder decidir la política que había que adoptar en la Conferencia de los Soviets de Rusia, en la que intervino Stalin, volviendo a defender esta línea política, propugnando: apoyar al Gobierno Provisional en su actividad sólo en tanto siga por el camino de dar satisfacción a la clase obrera y al campesinado revolucionario..., el Gobierno Provisional ejerce el papel de consolidador de las conquistas del pueblo revolucionario, el Gobierno Provisional quiere reafirmar las conquistas del pueblo cuando ya se han conseguido, lo cual, sustancialmente, no significaba sino la adopción de la misma política de los mencheviques. En estas condiciones, la Conferencia de los Soviets de 1 de abril, acepta la propuesta de Stalin y Kamenev, previamente expuesta y sugerida por el menchevique Tseretelli, de considerar la reunificación de todos los social-demócratas, de los mencheviques con los bolcheviques, con lo que, aquellas luchas implacables de Stalin contra los mencheviques, inventadas por la leyenda soviética, pasaban a mejores tiempos. Stalin sostenía en la Conferencia Bolchevique, acerca de tal fusión que: Debíamos hacerlo. Es necesario definir nuestras proposiciones en cuanto a los términos de una unificación. Y más adelante, objetaba a quienes se oponían a tal fusión o la consideraban errónea: No debemos anticiparnos a señalar discrepancias. Hemos de dirimir estas menudas discordias dentro del Partido. Para Stalin, lo que separaba la línea política entre los mencheviques y los bolcheviques, no eran sino menudas discordias que por supuesto, podían dirimirse dentro del Partido. A penas dos meses y medio después, Tseretelli, desarmaba y detenía a los bolcheviques, y Lenin, posiblemente, para salvar la vida, se refugiaba en Finlandia. Las negociaciones para la unificación de ambos Partidos, a instancia de Stalin, comenzaron inmediatamente, siendo interrumpidas con la llegada de Lenin. Pero no sólo dijo esto Stalin, en la Conferencia del Partido bolchevique : No sería ventajoso para nosotros, en el momento actual, forzar los acontecimientos y hostilizar así desde ahora a aquellos sectores de la burguesía que inevitablemente nos abandonarán en el futuro. Estas tesis desde un punto de vista marxista, no tienen desperdicio; para Stalin, las relaciones entre las dos clases que conforman la sociedad, las concibe como mantiene Trotsky, como una división del trabajo entre dos 'órganos'. Los Soviets, esto es, los trabajadores y los soldados, hacen la Revolución ; el gobierno, es decir, los capitalistas y los terratenientes rurales, la fortifican o consolidan. Ningún otro sino Miliukov, que habiendo declarado la víspera ser preferible una monarquía rasputiniana que una erupción volcánica, dirigía ahora el Gobierno Provisional que, en concepto de Stalin, había de fortificar las conquistas de la Revolución, pero que, en realidad, hacía todo lo posible por estrangularla. Stalin presentaba la lucha irreconciliable de clases que, a despecho de todos los esfuerzos de los transaccionistas, se iba haciendo cada vez más violenta para convertirse en guerra civil, como una mera división del trabajo entre dos máquinas políticas. Hecho insólito en Stalin, en 1925 reconoció su error, en el Prólogo a los 'Caminos de Octubre': Sin embargo, la posición era profundamente errónea, ya que alimentó ilusiones pacifistas, añadió combustible a las llamas del defensismo y obstaculizó el despertar revolucionario de las masas. Yo compartí esta errónea posición con otros camaradas del Partido, y sólo la abandoné completamente a mediados de Abril, cuando me adherí a las Tesis de Lenin. Pero no confiemos demasiado en la bondad del Genio; en posteriores ediciones de la obra, suprimió este pasaje. Su actuación en la Conferencia Bolchevique de Marzo de 1917, en la que se reveló a sí mismo como un político conciliador y menchevique, desapareció de la historia del Partido, (la escuela de falsificación staliniana trabajaba, ahora suprimiendo), y como mantiene Trotsky, en 1923 se prepararon secretamente tres copias de las Actas de dicha Conferencia, que se entregaron exclusivamente a los miembros del <triunvirato>, Stalin, Zinoviev y Kamenev; los dos últimos, cuando se unieron a la Oposición en 1926, se la facilitaron. Además, ya en 1926, Stalin negaba categóricamente el carácter oportunista de su política en marzo de 1917 : No es cierto camaradas, eso no es más que comadreo, y admitía sólo y exclusivamente que había tenido algunas vacilaciones... pero, ¿quién entre nosotros no las tuvo pasajeramente? Cuatro años después Yarolavsky, que en su calidad de historiador mencionó el hecho de que Stalin había asumido al iniciarse la revolución una posición errónea, se vio sometido a una feroz persecución de todos lados. Ya no era tolerable mencionar siquiera las vacilaciones momentáneas. Finalmente, en la Historia del Partido, dirigida por el mismo Stalin, éste se atribuye la posición de Lenin, cargando las propias opiniones a sus enemigos. Stalin, sigue contándonos la historia de que, acababa de regresar del destierro, y que Molotov y otros, así como la mayoría del Partido, defendían la política de no confiar en el Gobierno Provisional y se manifestaban contra el defensismo. Las siguientes páginas, nos pondrán de manifiesto de forma más evidente, el papel de Stalin en este periodo, y que en definitiva la Historia Soviética en tiempos del Genio no es más que una burda escuela de falsificación, mediante la que se trata de ocultar la calaña del mismo, para presentárnoslo como un Héroe, cuando no era más que un vulgar oportunista, un colaboracionista, un gángster, que se valió de la intriga y del asesinato masivo de millones de personas para hacerse con el poder y mantenerse en el mismo. LAS TESIS DE ABRIL La actuación de Stalin y Kamenev al frente del órgano de los bolcheviques, defendiendo una política conciliadora, menchevique, apoyando al Gobierno Provisional y la continuación de la Guerra, hace intervenir a Lenin exiliado en Zurich; Stalin, en la Conferencia Bolchevique de finales de Marzo, había presentado una moción a favor de la unificación con los mencheviques, que había sido aprobada por 14 votos contra 13, y acerca de la toma del poder, su negativa la había adoptado concluyentemente, de forma tajante, y para que no se albergara duda alguna, mantuvo : Sería inoportuno... No hay que forzar los acontecimientos. Con anterioridad, Lenin, el 6 de marzo telegrafía a Petrogrado, vía Estocolmo : Nuestra táctica : desconfianza absoluta, negar todo apoyo al nuevo Gobierno; recelamos especialmente de Kerensky; no hay más garantía que armar al proletariado; elecciones inmediatas a la Duma de Petrogrado; mantenerse bien separados de los demás partidos. Estas primeras impresiones que da Lenin desde Suiza, señalan ya la orientación de la política leninista; de ellas, pronto se suprimiría lo referente a las elecciones a la Duma. Inmediatamente después, Lenin comienza a enviar a Pravda, sus ‘Cartas desde Lejos’; la del 17 de marzo, dice : Nuestro Partido se cubriría para siempre de oprobio, se suicidaría políticamente, si se dejara llevar por esta añagaza... Preferiría incluso romper de inmediato con quienes fuese, dentro de nuestro Partido, a hacer concesiones de ningún género al socialpatriotismo. Las Cartas, que las envía Lenin desde Zurich, y que ya anuncian las Tesis de Abril, constituyen un serio ataque a la posición conciliadora de Stalin, fueron cuatro, y tan solo fue publicada la primera, después de suprimir los ataques que en la misma se vertían contra el Gobierno Provisional; eran demasiado radicales para quienes dirigían ‘Pravda’, y además, cuestionaban la política colaboracionista de quienes desde el órgano del Partido estaban dirigiendo a los bolcheviques. Y así en la cuarta decía: El Gobierno zarista inició y llevó a cabo la presente guerra como una guerra de rapiña, imperialista, para expoliar, robar y machacar a las naciones débiles. El Gobierno de los Guchkov y los Miliukov, es un gobierno de los terratenientes y capitalistas que se ve forzado a continuar y que quiere continuar una guerra del mismísimo carácter. Ir a un gobierno así con la sugerencia de que debe negociar una paz democrática, es exactamente lo mismo que arremeter contra el dueño de una casa de mala fama con un discurso sobre la virtud. La carta continuaba, con el establecimiento por Lenin de las condiciones de paz que debían establecerse; sancionaba que todo el poder debía ser tomado por los Soviets, la inmediata proposición a todas las naciones en guerra de la concertación de un armisticio, la liberación de todas las colonias, la publicación de las cláusulas secretas de los Tratados, la anulación de las deudas de guerra, y que los trabajadores de todos los países debían derribar de forma inmediata a sus respectivos gobiernos burgueses, ya que "nada bueno puede esperarse de ellos". En pocas líneas, Lenin sancionaba la estrategia de la Revolución Mundial. Antes de abandonar Suiza, pronunció una conferencia en la Casa del Pueblo de Zurich, ‘La Revolución Rusa, su significado y sus fines’, habiéndose conservado el boceto que le sirvió de base para la misma, compuesto de 32 puntos. El último dice : Viva la Revolución Rusa. Viva el comienzo de la revolución proletaria mundial. El día 27 de marzo, en la carta de despedida de los obreros suizos, en el día de su partida hacia Rusia, Lenin, mantenía que la revolución rusa era simplemente el comienzo de una ola de revoluciones que llegarían más allá de las fronteras rusas, y decía que el proletariado alemán, era el más digno de confianza y el aliado más de fiar de los rusos en la revolución proletaria mundial. Y del proletariado ruso decía que no tenía facultades especiales, sino que más bien había sido la particular coincidencia de circunstancias históricas las que han hecho del proletariado ruso, por un definido y acaso muy breve periodo sea la vanguardia de la revolución proletaria de todo el mundo. Nuestra revolución es el prólogo de la revolución socialista mundial, acercándola un paso más. El día 3 de abril, por la noche, llega Lenin a la Estación de Finlandia en Petrogrado, y nada más bajar del tren, se dirige a la multitud de militantes del Partido que habían ido a recibirle : Queridos camaradas, soldados, marineros y obreros... la guerra imperialista de saqueo es el comienzo de la guerra civil a lo ancho de toda Europa, y concluye : La Revolución rusa hecha por vosotros, es el comienzo de esa quiebra y el inicio de una nueva época. !La Revolución Rusa victoriosa, es la vanguardia de la Revolución Proletaria Mundial! !Viva la Revolución Socialista Mundial! (La historiografía staliniana, suprimiría del discurso de Lenin la palabra ‘mundial’). Antes, en Belo-Ostrov, frontera de Finlandia con Rusia, fue recibido por una multitud de obreros, que lo aclamaron y por Kamenev, Shlyapnikov, Alexandra Kollontay y su hermana Maria Ilynichna. Nada más ver a Kamenev le reprochó: ¿Qué es lo que ha escrito en Pravda? Hemos leído unos cuantos números y le hemos maldecido a usted rotundamente. Al respecto, y acerca de aquellos acontecimientos, Stalin que no podía verse fuera de los mismos, encargó una serie de pinturas, (no sería la única ocasión se le representó en cientos de ellas al frente de toda clase de batallas de la II Guerra Mundial), donde se veía a Lenin en la estación de Belo-Ostrov bajando del tren, y a él, un poco más alto, en pie, recibiéndolo. Tal constatación, no se limitó a la pintura, la escuela de falsificación staliniana, se encargó en todas las referencias oficiales acerca de la revolución, a presentarlo como el primero que saludó a Lenin a su regreso a Rusia. Pero no estuvo allí, nadie lo vio en aquellos días, hasta que su mano se filtró en los libros de Historia cuando la misma comenzó a ser de nuevo reescrita, para gloria del más grande de los revolucionarios que haya existido. Además, Stalin era el Director de ‘Pravda’ con Kamenev, había dicho como éste las mismas sandeces, y de haber asistido, habría recibido de Lenin el mismo reproche; si así hubiese sido, éste hubiera dicho : ¿Qué es lo que habéis escrito en Pravda? Stalin, más astuto que Kamenev, por mucho que soñara haber recibido a Lenin en la frontera con Finlandia, no lo hizo, había pensado por sí mismo, defendiendo la política de conciliación con el Gobierno Provisional, y no hubiera recibido de Lenin sino su desprecio. De la estación de Finlandia de Petrogrado, la multitud de obreros, soldados y marineros, llevó a Lenin en hombros hasta la Plaza de la Estación, que hay frente a la misma, desapareciendo de la vista y apareciendo sobre la torreta de un tanque, desde la que volvió a hablar a aquella muchedumbre, a la que le recordó que la revolución que habían hecho, no sólo había liberado a Rusia del despotismo zarista, sino que estaban preparando el camino para la revolución socialista que, empezando en Rusia, debía propagarse por todo el mundo, y terminó con el : Viva la revolución socialista mundial. Las masas allí concentradas, todavía no contaminadas con la doctrina staliniana ni con el garrote de la GPU, que haría propagar y respetar la insigne teoría del "Socialismo en un sólo País", respondieron a Lenin con el mismo grito. Lenin, había estado esperando aquél momento toda su vida. Aquellas masas hambrientas, amparaban sus ansias de revolución, de la revolución mundial. Al día siguiente de su llegada, en los salones del Palacio de la Ksheshinskaya, Lenin según Sujanov empezó haciendo esta comprobación : La Revolución Socialista Mundial está a punto de estallar. Esto es una consecuencia de la guerra mundial. La guerra imperialista no podía dejar de transformarse en guerra civil y no podía terminarse más que por una guerra civil, por una revolución socialista mundial. Lenin ridiculizó la política de Paz del Soviet. No, no son ‘comisiones de contacto’ las que tienen que liquidar la guerra mundial... Lenin se separaba resueltamente del Soviet y lo rechazaba rotundamente, por completo, al campo hostil. El Soviet para que sea el arma de la Revolución Socialista Mundial es necesario primero conquistarlo, transformarlo de pequeñoburgués en proletario. Este discurso era una condenación radical de la política adoptada por los hombres que habían tomado la dirección del Partido bolchevique y que se mostraban dispuestos a colaborar con los social-patriotas del Soviet, es decir, a pactar con el Gobierno Provisional y (¿quién sabe?) quizá también a formar parte del mismo en una eventual reorganización ministerial. Estos hombres tenían la suficiente inteligencia para darse cuenta de que las palabras de Lenin acababan con sus esperanzas. Pero el bolchevique medio sintió pasar, por el contrario, un auténtico soplo revolucionario que hasta ese momento le estaba faltando a la ‘gloriosa revolución’ de Febrero. ¿Quiénes eran estos hombres que habían tomado la dirección del Partido bolchevique, dispuestos a colaborar y a pactar con el Gobierno Provisional, y que el posicionamiento político de Lenin había frustrado sus esperanzas de formar parte del mismo? Cuando Lenin presenta en la Conferencia Bolchevique sus "Diez Tesis", las conocidas como Tesis de Abril, condena los intentos de reunificación con los mencheviques, y además mantiene: Incluso nuestros bolcheviques muestran confianza en el Gobierno. Eso es la muerte del socialismo. Ustedes, camaradas, tienen confianza en el Gobierno. Si ésa es la actitud de ustedes, aquí nos separamos. Yo prefiero permanecer en la minoría. Si ustedes simpatizan con Liebknecht y le tienden aunque sea un dedo a los <defensistas>, eso será una traición al socialismo internacional... ‘Pravda’ ha exigido al Gobierno que renuncie a las anexiones. Exigirle al Gobierno de los capitalistas que renuncie a las anexiones es una necedad, un escarnio flagrante, una impostura". Para otros historiadores, como E.H.Carr, fue en el palacio de Táuride, sede del Soviet de Petrogrado, donde por primera vez Lenin leyó sus ‘Tesis de Abril‘, que fueron publicadas en ‘Pravda’ el día 7 de abril, con el título; "De las tareas del proletariado en la presente revolución". No obstante, se publicaron con una nota, señalando que sólo comprometían a Lenin, y añadiéndose : Nos parece inaceptable, por que presupone que la revolución burguesa está acabada y profetiza la transformación inmediata de esta revolución en revolución socialista. El citado historiador tiene razón; aquellas masas de obreros y soldados, aquella misma noche, trasladaron a Lenin desde la Plaza de la Estación de Finlandia, cruzando el puente Sampsonievsky, al palacio Kshesinskaya, situado frente a la fortaleza de Pedro y Pablo y frente el puente de la Trinidad, por el que se accedía directamente al Palacio de Invierno; y allí, primero desde un balcón y posteriormente en la sala de recepción de la bailarina que había sido su dueña o su usufructuaria, se dirigió a aquellas masas, volviendo a incidir en los conceptos que les había expuesto y a insistir que la revolución rusa era la primera etapa de la revolución, que la siguiente, tenía que empezar inmediatamente; que no era sino el prólogo de la Revolución Mundial. Cómo lo dijo, nos lo recuerda Sujanov, que estaba en todas partes: Estaba improvisando pero resultaba evidente que cada parte aislada de su discurso, cada elemento, cada idea, estaba excelentemente elaborado y todos aquellos pensamientos habían ocupado por completo su atención durante mucho tiempo y habían sido defendidos más de una vez. Lo que es indudable es que la primera vez que expuso Lenin sus ‘Tesis de Abril’ fue al día siguiente de su llegada a Petrogrado, en el Palacio de Táuride. Primero ante los bolcheviques, al mediodía en el piso de arriba, y por la tarde en el piso de abajo que ocupaban los mencheviques, a los que se dirigió, manifestándoles que hablaba en nombre propio y exponiéndoles sus Tesis, rechazó la unidad con los mismos, produciendo el imaginable escándalo, siendo atacado por Tseretelli y especialmente por Joseph Goldenberg, antiguo miembro del Comité Central bolchevique, que lo acusó de ocupar el puesto dejado por el gran anarquista Bakunin, del que era su sucesor. El único bolchevique que defendió a Lenin, fue Alexandra Kollontay; Stalin, una vez más, brilló por su ausencia, lo suyo no eran los debates ideológicos; además, por aquellos días defendía la unión con los mencheviques, por lo que la llegada de Lenin, no hizo sino truncar toda su actividad doctrinal; posiblemente, maldeciría en su fuero interno, su llegada tanto como los mencheviques, pues en su ausencia, y en la de Trotsky, que todavía no había regresado a Rusia y no se había unido a los bolcheviques, en comandita con Kamenev, si no formalmente sí en la práctica, dirigía al Partido desde ‘Pravda’, y el regreso de Lenin, oponiéndose tajantemente a la unidad con los mencheviques y al Gobierno Provisional, con tanta Tesis de Abril y tanta Revolución Mundial, no hacía sino desbaratar todos sus proyectos, que no debían ser pocos, pues no debemos olvidar que era un Genio, ya desde entonces; pero en fin, esperaría una vez más, siempre le quedarían mejores tiempos por llegar. Ya se haría con el poder y con la máquina asesina de la GPU, para imponer sus criterios; entonces, se acabarían los debates ideológicos, que para Stalin no eran sino una pérdida de tiempo. Al respecto me acuerdo de una anécdota que cuenta Elisa Ricol, hija de comunistas españoles emigrados en Francia, mujer de Artur London, y conocida como Lise London, que cuenta en sus ‘Memorias de Resistencia’, acerca del pacto de Hitler con Stalin en 1939, sobre la experiencia de un militante del Partido Comunista francés: Discutíamos acerca de la guerra, sí, pero discutíamos sobre todo del Pacto (Germano-Soviético). A base de argumentos políticos les expliqué que era justo. Pero en un momento dado me dí cuenta de que no funcionaba. No estaban en absoluto convencidos. Y entonces mi suegro, un viejo minero, dándose cuenta de mis dificultades, intervino diciendo : <Pero quién ha firmado. !Stalin! Entonces está bien>. Lo que yo no había conseguido en dos horas, el lo logró en dos minutos. Como vemos, en este Partido, el más stalinista de todos los occidentales, como en el de la URSS, y como en muchos otros, bastaba que lo hubiera dicho o hecho Stalin, para que todos asintieran, pues este sumo pontífice era, como todos los sumos pontífices, infalible, y todos los discernimientos y razonamientos de los demás mortales, no tenían lugar y eran superfluos en aquél sancta sanctórum que era el stalinismo. Desde luego, así fueron las cosas; como en la Dictadura franquista, como en los tiempos de Fernando VII, el Rey Felón, inepto, funesto y reaccionario, por definirlo benévolamente, en los que impuso aquella declaración de los catedráticos de Cervera : Lejos de nosotros la funesta manía de pensar. Pero dejemos los recuerdos, y volvamos a Abril de 1917. Las Tesis encontraron entre los dirigentes bolcheviques una seria resistencia, siendo éstas discutidas en el Comité del Partido en Petrogrado y rechazadas por 13 votos contra 2 y 1 abstención, lo cual era lo lógico dada la política colaboracionista de tales dirigentes, cuando la Tesis leninistas se oponían tajantemente a tal política, que era considerada por Lenin como una concepción menchevique de colaboración entre el Gobierno y los Soviets, que para Lenin era inviable, pues antes o después, los Soviets tendrían que derribar al Gobierno Provisional o éste los aniquilaría. Oposición ésta, que igualmente se reflejó en la ‘Pravda’ del 8 de abril, al día siguiente de que hubieran sido publicadas las ‘Tesis de Abril‘, incidiéndose en lo que se había constatado en la referida nota del día anterior, mediante la que su Consejo de redacción, exponía : Por lo que se refiere al esquema general del camarada Lenin, lo juzgamos inaceptable, en cuanto él presenta como acabada, la revolución democrático-burguesa y se orienta en el sentido de transformarla inmediatamente en revolución socialista. Como se ve, diría León Trotsky, el órgano central del Partido declaraba abiertamente ante la clase obrera y ante sus enemigos su desacuerdo con el jefe universalmente reconocido del Partido sobre el problema fundamental de la revolución, para la cual habían estado preparándose durante tantos años los cuadros bolcheviques. Basta esto para apreciar en toda su profundidad la crisis del Partido en el mes de abril, crisis que se produjo como resultado del choque de dos líneas irreconciliables. De no haberse vencido esta crisis, la Revolución no hubiera podido seguir adelante; para esto precisamente Lenin era indispensable. Antes de su llegada a Petrogrado, ninguno de los dirigentes bolcheviques había sido capaz de hacer el diagnóstico de la revolución. La dirección Kamenev-Stalin era empujada por la marcha de las cosas hacia la derecha, hacia los social-patriotas: la revolución no dejaba sitio para una posición intermedia entre Lenin y los mencheviques. La lucha intestina en el seno del Partido bolchevique era de todo punto inevitable. La llegada de Lenin sólo acelera el proceso. Para Stalin la ‘Tesis’ de Lenin no son más que : Un esquema que carece de hechos, análisis éste que no solamente es simplista, sino que responde a un posicionamiento político que nada tiene que ver con el materialismo histórico, como lo evidencia su política conciliadora con los mencheviques, sosteniendo al Gobierno Provisional, lo que comportó que, mientras el triunfo de la línea política de Lenin pareciera incierto, Stalin permaneciera mudo -acerca de tal cuestión-, en la Conferencia de los bolcheviques de Petrogrado celebrado del 14 al 22 de abril y en la Conferencia del Partido del 24 al 29, en la que se hizo balance del mes de marzo, mes de tergiversaciones oportunistas, y del de abril, de profunda crisis, que le pasó factura a Stalin, como consecuencia de la nefasta política conciliatoria que había llevado, a no resultar elegido para el Buró Político del Partido. Ningún apoyo al Gobierno Provisional... Desenmascarlo en lugar de ‘exigir’... que ese Gobierno de capitalistas deje de ser imperialista. Era la tercera de las Tesis de Abril de Lenin, que comportaba una total fractura con las aspiraciones reformistas del seminarista Stalin en aquél momento. Pero, acerca de las ‘Tesis de Abril’, no se limitó Stalin a efectuar tan absurdas descalificaciones, sino que además firmó un telegrama del Comité Ejecutivo, pidiendo a los miles de obreros, campesinos y soldados (que se habían manifestado en Petrogrado los días 20 y 21 de abril contra los intentos de Miliukov, Ministro de Asuntos Exteriores, de continuar la guerra al afirmar que el Gobierno Provisional estaba decidido a respetar todos los compromisos contraídos con los aliados) que se abstuvieran de continuar su movimiento a causa del perjuicio que provocan todas esas manifestaciones dispersas y desorganizadas, con lo que la implicación de Stalin en la política de colaboración resulta incuestionable. Como mantiene J.J.Marie : Stalin, uno de los representantes de los bolcheviques en el Comité Ejecutivo de los Soviets, en el que los debates son largos, encarnizados, a veces tempestuosos en el ambiente enrarecido del palacio de Táuride, se difumina; Stalin, jamás interviene, curiosamente pasivo, se limita a escuchar, nunca discute. Allí se imponen el talento oratorio, la claridad del análisis o la firmeza de las opiniones, cualidades todas de las que Stalin carece. Y como diría Trotsky : Stalin guardó silencio y se hizo a un lado. No hay un sólo artículo de aquella época en que Stalin intente siquiera analizar su política pasada y abrirse un camino hacia la posición adoptada por Lenin. Se limitó a callar. Había asomado demasiado la cabeza con sus desdichadas orientaciones en el primer mes de la revolución, y era mejor recatarse en la sombra. No alzó la voz ni puso la pluma sobre el papel en parte alguna para salir en defensa de Lenin. Se hizo a un lado y esperó. En los meses de mayor responsabilidad, en que se preparó teórica y políticamente el asalto al poder, Stalin no existió políticamente. Los siete meses que separan Febrero de Octubre, están marcados por una protesta permanente y enfebrecida a las puertas o en el interior de los cuarteles y de las fábricas, en las esquinas de las calles, en las salas improvisadas pero siempre repletas, continúa diciendo J.J.Marie. En vista de sus mediocres talentos oratorios, Stalin no pertenece a la falange de agitadores bolcheviques que, a diario, en las fábricas, en las plazas, en los cuarteles o en los mítines, se enfrentan a los agitadores social-revolucionarios y a los mencheviques ante unas masas ávidas de entender. La confrontación suele ser tensa, en ocasiones, brutal; en su fábrica de cañones, la voz de la obrera Arbuzova queda cubierta por las vociferaciones : < !Trabajáis para los alemanes! !Lenin es un espía alemán!>. Stalin ignora esos enfrentamientos verbales. Durante esos meses de ebullición revolucionaria ha batido el récord de abstención pública entre los dirigentes del Partido bolchevique, a pesar de que éste tiene una apremiante necesidad de tribunos populares y de agitadores. Pero Stalin no gusta de esos vastos auditorios atentos, tensos, vacilantes, fluctuantes, cambiantes, entusiastas u hostiles, hombres y mujeres que despiertan a la política, aplauden, silban, discuten, interpelan... Ya es la sombra que proyecta un aparato, por una parte, todavía virtual. Es tan llamativa su discreción, que en 1930, cuando tomaba auge el culto a Stalin, su antiguo camarada Pestkovsky escribía : < Las grandes masas de Petrogrado apenas conocían entonces a Stalin. No buscaba la popularidad; desprovisto de talento oratorio, huía de los mítines públicos...> Es un hombre del aparato; sus relaciones con las masas están filtradas por los burós. Volkógonov termina bruscamente : <Stalin entró en la revolución... como un funcionario insignificante del aparato del Partido >. Tseretelli, que fue miembro de aquél Comité Ejecutivo de los Soviets, insiste : Stalin nunca tomaba parte en las deliberaciones ni en las conversaciones privadas. Stankevich, cuando elaboró la lista de los bolcheviques que habían sido miembros de aquél Comité Ejecutivo, no incluyó en la misma a Stalin, mudo e invisible. Sujanov, en sus Memorias de 1922-1923, que había caracterizado a Stalin como esa mancha gris que no deja huella y que como dijimos le supuso ser detenido en 1931 y fusilado en la época del auge del terror, constató : Ignoro cómo Stalin ha podido acceder a puestos elevados en su Partido. Aunque la verdad, es que Sujanov hizo méritos para que el gángster de Stalin lo pusiera a buen recaudo, pues no solamente ridiculizó al Genio en sus Memorias, además, en éstas, ponía en boca de Lenin cuando llegó a Petrogrado : Únicamente la izquierda de Zimmerwald preside la defensa de los intereses proletarios y de la Revolución Mundial. Los otros son siempre los mismos oportunistas que pronuncian hermosas palabras, pero en realidad traicionan la causa del socialismo y de las masas obreras. Para el autor del "Socialismo en un sólo país", la gran aportación de Stalin al materialismo dialéctico, el que alguien alegara que Lenin era defensor de la Revolución Mundial, era una deleznable provocación, peor aún, para el insigne seminarista, una nefanda herejía, que había de ser expiada con el castigo más apropiado que se podía imaginar, pues ponía en duda o cuestionaba la infalibilidad política del Genio, infalibilidad ésta, que en unión de la GPU o de la NKVD, según los tiempos, en la que descasaba su incuestionable autoridad. Pero, no era Sujanov el inventor de tal fórmula; en dichas Tesis, Lenin rechazaba y combatía radical y denodadamente la necesidad y defensa de la etapa burguesa de la revolución, política ésta que no solo estaban manteniendo los mencheviques, sino también los dirigentes bolcheviques como Stalin, y además expresamente mantenía, que la tarea de los bolcheviques era derribar al Gobierno imperialista, mediante una nueva revolución en virtud de la cual se transfiriera todo el poder al proletariado y a los campesinos pobres, y de que había que enseñar a las masas a desconfiar de los conciliadores y defensistas, y a romper completamente con el capital, publicando sus tratados secretos y a terminar con la guerra, que había que iniciar la Revolución Internacional; sólo el triunfo de esta Revolución consolidará la nuestra y asegurará el pasaje al régimen socialista. Este posicionamiento de Lenin, refutaba en su integridad al que había mantenido Stalin, apoyando al Gobierno Provisional, en la medida de que, éste consolidara los avances de la Revolución; y refutaba la defensa que hacía Stalin del ya citado Manifiesto del Soviet, ‘A los Pueblos de todo el Mundo’, con estas palabras: En el Manifiesto del Soviet, no hay ni una palabra impregnada de conciencia de clase. !Pura fraseología! No siendo, menos rotunda, la consideración que emitió acerca de la pretensión de Stalin intentando la unión con los mencheviques aceptando la propuesta de Tseretelli, como traición al socialismo. La acusación de traición al socialismo, como mantiene Trotsky, por ahora sin mencionar nombres, es algo más que una palabra fuerte, expresa íntegramente la actitud de Lenin frente a los bolcheviques que tendían una mano a los social-patriotas. Al contrario de Stalin, que juzgaba posible la unión con los mencheviques, Lenin consideraba inadmisible seguir compartiendo con ellos el nombre de social-demócratas. Hablando a título personal propongo -dice- que modifiquemos el nombre del Partido, llamándolo Partido Comunista. A ‘título personal’ quería decir que ninguno de los miembros de la Conferencia estaba de acuerdo con aquél gesto simbólico de ruptura definitiva con la Segunda Internacional. La vieja bolchevique Ludmila Sthal, en la ya referida Conferencia que comenzó el 14 de abril, apreciaba correctamente la situación del Partido bolchevique en el mes de abril a la que había sido abocado como consecuencia de la política colaboracionista la dirección de Stalin y Kamenev: Antes de llegar Lenin los camaradas erraban todos en las tinieblas. No había más fórmulas que las de 1905. Creíamos que el pueblo obraba espontáneamente, pero no podíamos enseñarle nada. Nuestros camaradas se limitaban a preparar la Asamblea Constituyente por el procedimiento parlamentario y no creían posible ir más allá. **** En sus ‘Tesis de Abril’ Lenín admitía, que Rusia, considerada de forma aislada del resto de Europa, no estaba madura para un régimen socialista; pero, Europa en su conjunto, sí lo estaba, y a Rusia le tocaba dar comienzo a una Revolución Socialista europea, y esto, para muchos dirigentes bolcheviques, no era leninismo, era trotskysmo; el marco de la Revolución puramente democrática, como diría Deutscher, había sido desbaratado ahora por el propio autor de la doctrina. El chubasco de la discusión y la invectiva de Lenin, indujeron a Stalin a guarecerse en un silencio protector. Se tragó la píldora amarga de las críticas de Lenin a ‘Pravda’, aunque debe de haber sido humillante para él recibir tal reprimenda inmediatamente después de haber actuado como jefe del Partido. Sin embargo las críticas de Lenin no podían afectarle demasiado una vez que decidió no defenderse de ellas. La dictadura democrática del proletariado y del campesinado, diría Lenin, es una antigua fórmula que los <viejos bolcheviques> han aprendido ineptamente en lugar de analizar la originalidad de la nueva y apasionante realidad; y se burla de la política staliniana del control del Gobierno por el Soviet, manteniendo que, para controlar, hay que tener el poder; nada supone el control cuando los controlados son los que poseen los cañones; sin el poder el control no es más que un concepto pequeño-burgués que dificulta la marcha y el desarrollo de la Revolución rusa. Y en sus Tesis mantiene : el rasgo más característico de la situación actual en Rusia consiste en la transición de la primera etapa de la Revolución, que entregó el poder a la burguesía, dada la insuficiencia tanto de la organización como de la conciencia proletarias, a su segunda etapa, que ha de poner el poder en manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado. Y esto, en lo esencial, no era sino aceptar la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky; Lenin, frente a lo política conciliadora de Stalin y Kamenev, cuando era absolutamente evidente que se iniciaba la conversión ideológica de los obreros y soldados al bolchevismo, derrumbando todo el edificio del <doble poder>, lo que no podía sino comportar más que la instauración de una dictadura del proletariado, apoyada en la alianza con el campesinado, con sus ‘Tesis de Abril’, como venimos insistiendo, ataca frontalmente dicha política, asumiendo la mencionada teoría de Trotsky, que éste vino defendiendo desde 1905- 1906, lo que le hizo decir a éste : aquí es oportuno recordar que, hasta el momento mismo de la explosión revolucionaria de Febrero y en el periodo que inmediatamente siguió, se calificaba de <trotskysmo>, no la idea de que fuera imposible edificar una sociedad socialista dentro de las fronteras de Rusia, sino la de que el proletariado de Rusia pudiera llegar al poder antes que el proletariado de los países occidentales, y que en este caso, no podría mantenerse dentro de los límites de la dictadura democrática, sino que tendría que afrontar inmediatamente la implantación de las primeras medidas socialistas. No es extraño que las ‘Tesis de Abril’ de Lenin fueran tachadas de <trotskystas>, y que en las mismas, Lenin aceptara tácitamente la teoría trotskysta de la Revolución Permanente, desarrollada como hemos indicado, entre 1905 y 1906; tesis ésta, que comparten diversos autores, como veremos más adelante, (Deutscher, H. Schurer, V.R. Daniels, Pierre Broué, L.Shapiro, M.Liebman...), y el historiador inglés E.H. Carr, en su libro ‘1917, Antes y Después’ : Convencido del fracaso de la clase media rusa y de sus políticos liberales, el resultado de la súper-rápida y artificial expansión de la industria rusa bajo el doble impulso de los pedidos estatales y los préstamos exteriores, Trotsky vio, antes que ningún otro dirigente revolucionario, las dificultades que llevaba consigo la aplicación en Rusia del esquema marxista, esquema derivado del examen de las condiciones occidentales y de una revolución burguesa conducente por inevitable y espontáneo desarrollo del proceso a la futura revolución proletaria. En Rusia, la burguesía no era, ni podría ser, lo suficientemente poderosa para hacer la revolución. La experiencia de 1905, convenció a Trotsky de que los trabajadores no esperarían más una revolución que no acababa de llegar. En Rusia, vaticinó, el obrero se encontrará encaramado en el poder <antes que su amo> y se verá obligado a completar las revoluciones burguesa y proletaria del proyecto marxista en una sola e ininterrumpida operación. Se trataba de la doctrina que, si no formalmente, al menos en esencia, se hallaba subyacente en las célebres <tesis de Abril> leninistas de 1917 y que señalaron el camino para la toma del poder en el mes de Octubre. En sentido similar, Pierre Souyri, en su obra ‘El marxismo después de Marx’ : A partir de Abril de 1917, Lenin abandona su teoría de la <dictadura democrática> y ha alineado el Partido bolchevique en posiciones profundamente análogas a las de Trotsky : la Revolución rusa se transforma en revolución socialista y se desarrollará en conjunción con las revoluciones obreras de Europa que la sangrienta crisis de la guerra y el ejemplo de los rusos no tardarán en hacer surgir. Joseph Hansen y George Novack, en ‘Introducción al Programa de Transición’, mantendrían que sobre la base de su teoría de la revolución permanente, Trotsky pronosticó que los obreros, llegarían al poder en un país atrasado como Rusia antes de que triunfasen en los países avanzados. Como hemos dicho, ya en 1905, Trotsky mantiene que la revolución en virtud de su propio impulso, en definitiva, como consecuencia de la propia supremacía política de la clase obrera en la revolución, pasaría del estadio burgués al socialista y establecería una dictadura proletaria en Rusia, aún antes del advenimiento de la revolución en Occidente. Este sería, como diría Deutscher, un aspecto de la <permanencia> de la revolución : sería imposible encerrar el proceso revolucionario dentro de los límites burgueses. Estas ideas las expone Trotsky en "Balance y Perspectivas", capítulo final de su libro "Nuestra Revolución", y con posterioridad las iría progresivamente desarrollando o aludiendo a ellas, como en el periódico ‘Nuestra Palabra’ en abril de 1916, en el que sostenía que la revolución rusa sería la primera en vencer, con lo que, estimularía las revoluciones en otros países. Era cierto, decía, que el capitalismo se había desarrollado en forma <desigual>, y por ello, era probable que la revolución triunfara primero en un solo país, y que no era necesario, contemplar la perspectiva de una revolución aislada permanentemente por mucho tiempo en un solo país. Luchar por la conservación de la base nacional para la revolución social con métodos que amenazan cortar los vínculos internacionales del proletariado, significa minar la revolución. La revolución debe comenzar sobre una base nacional, pero en vista de la interdependencia económica y político-militar de los Estados europeos, no puede llevarse a su término sobre tal base. Stalin no participó en absoluto en toda esta batalla ideológica, como hemos dicho; unos pocos meses antes de la Revolución de Octubre, cuando todavía no había llegado Lenin a Rusia, defendía la unidad con los mencheviques, y consecuentemente, la <defensa de la patria>, en contra de los postulados leninistas de <defensa de la revolución>, lo que comportó, por parte de Lenin, la necesidad de librar una radical e intransigente lucha, en todos los frentes, contra todos aquellos <socialpatriotas>, y especialmente, contra Stalin y Kamenev, que en su ausencia eran quienes dirigían ‘Pravda’, órgano de los bolcheviques. Acerca de este periodo, Molotov, el inefable lacayo de Stalin, escribió : Hay que decirlo claramente, el Partido no tenía ni la claridad de miras ni la decisión requeridas por el momento revolucionario... La agitación, y con ellas, el trabajo revolucionario en su conjunto, carecían de bases sólidas, pues el pensamiento aún no había llegado a las audaces deducciones sobre la necesidad de una lucha directa por el socialismo y la revolución socialista. Sólo durante el segundo mes de la revolución comenzó a producirse el viraje. Desde la llegada de Lenin a Rusia, en abril de 1917, el Partido sintió que el terreno se afirmaba bajo sus pies... Hasta ese momento, tanteaba débilmente todavía, sin seguridad para encontrar su camino. Stalin, que defendió al Gobierno Provisional e incluso la unión con los mencheviques, apuesta ésta que no desechó completamente, sino hasta que a mediados de Abril se unió a las Tesis de Lenin, en 1925 reconoció su error, no obstante, tal reconocimiento, tuvo los días contados, pues en 1926, tales errores, no eran sino simples ‘desavenencias’; y como hemos dicho, Yaroslavsky, que cuatro años más tarde, no se le ocurrió nada más y nada menos, que recordar la postura errónea de Stalin en cuestiones esenciales, fue atacado ferozmente por todos lados, aunque no hacía sino reproducir, en esencia, los mismos criterios que anteriormente Stalin había admitido, olvidando que ya los tiempos habían cambiado, y que, ello era inadmisible cuando el Capo ya detentaba el poder de forma absoluta, pues como dice Trotsky : !Entre los monstruos, el ídolo del prestigio es el más devorador! Ya en aquella época, finales de los años veinte, la historiografía oficial consideraba sacrílego, mencionar siquiera el rearme del Partido, llevado a cabo por Lenin a su llegada a Rusia en abril de 1917, pues ello cuestionaba la política de Stalin al frente del Partido durante los meses de febrero y marzo; si en 1925 el propio Stalin se vio forzado a reconocer que : Fueron necesarias las famosas Tesis de Abril de Lenin para que el Partido en su conjunto se empeñase por una nueva senda, al poco tiempo, cuando ya detentaba el poder de forma absoluta, ni el rearme del Partido llevado a cabo por Lenin era permisible, el Genio no podía soportar ni admitir que unos meses antes de la Revolución de Octubre, su posicionamiento fuera el de un menchevique, ello repugnaba a su infinita’ sabiduría y a su infalibilidad; el Sabio estaba exento de errores, por lo que sus propias palabras había que hacerlas desaparecer, pues como ya dijimos, se habían vuelto heréticas en los tiempos que corrían. Samoilov es uno de los que pusieron las primeras piedras en la Escuela de Falsificación stalinista, escribiendo que recordaba en una reunión del Comité Central del 6 o del 7 de abril de 1917: Lenin defendía con mucho calor la tesis de que la Revolución habida debía transformase finalmente en Revolución proletaria y conducir a la victoria del proletariado y de los campesinos más pobres. Si mis recuerdos me son fieles, el punto de vista de Lenin era compartido en esa reunión por Stalin. No recuerdo a los otros. Ello es falso. Están escritos estos recuerdos en 1925 cuando Lenin ha muerto y Stalin ya se ha hecho con el poder y ha comenzado la depuración de todos aquellos que no le muestran sus respetos. El historiador Gerard Walter nos dice que Samoilov no tenía entonces ninguna razón particular para ser agradable a Stalin; se equivoca del hilo al pabilo. Veamos lo que nos dice el ubicuo y objetivo Sujanov: En los primeros días de su llegada, el aislamiento completo de Lenin en medio de todos los camaradas conscientes del Partido no dejó la menor duda. Además, si ello hubiera sido así, ¿cómo es qué Stalin no intervino en la Conferencia de la Unidad, defendiendo a Lenin., cuando éste, nada más que leer su primera tesis, por la que calificaba a la guerra, como una guerra imperialista de rapiña, fue interrumpido por los mencheviques que lo acusaron, entre otras cosas, de ‘loco’? Veamos lo que al respecto nos dice el mismo Gerard Walter : Vino luego un desfile ininterrumpido de oradores que abrumaron a Lenin, unos con invectivas y otros con sarcasmos o hipócritas condolencias. Ni uno de sus partidarios se atrevió a levantarse en su defensa. Ni un sólo dirigente de la organización bolchevique, ni un sólo miembro de la redacción de ‘Pravda’ alzó la voz. Únicamente la señora Kollontai se mostró dispuesta al sacrificio y quiso hacer frente a la tormenta. Además, no olvidemos unos hechos objetivos; los días 7 y 8 de abril Kamenev y Stalin dirigían Pravda; y en concreto el día 7, cuando se publican las ‘Tesis de Abril‘, como he dicho, en el órgano del Partido se hace constar, que éstas sólo comprometían a Lenin, y que tales Tesis eran inaceptables, dado que presuponían acabada la Revolución burguesa; y al día siguiente, ‘Pravda’, volvía a constatar que el órgano bolchevique consideraba que el esquema general de Lenin lo juzgaban inaceptable. ¿Luego, si hemos de creer a Samoilov, no podemos sino pensar que Stalin los mismos días y al mismo tiempo, en las reuniones del Partido se mostraba de acuerdo con Lenin y en el periódico del Partido, se le oponía frontalmente? Lo que es indudable es que Samoilov tenía mala memoria, y cuando en 1925 escribió sus memorias, por mucho que quisiera parecer objetivo, había olvidado lo que Stalin había escrito en 1917 de lo que ‘Pravda’ había dejado constancia como una prueba irrefutable de la falsedad de sus recuerdos. Era una pifia más de la tal Escuela de Falsificación -para encumbrar a un gángster como Stalin-, de la que iremos dando cuenta. LAS JORNADAS DE JULIO Después de abril, es difícil seguir el rastro de Stalin durante los dos meses siguientes; desaparece de la efervescencia y agitación revolucionaria de aquellos días. El 4 de mayo escribe en ‘Pravda’ : Las provincias marchan a la cabeza del movimiento. Así como Petrogrado iba adelante en los primeros días de la revolución, ahora comienza a quedarse rezagado. Paradójicamente a lo escrito por Stalin, las ‘Jornadas de Julio’ en la capital, pondrían de manifiesto y demostrarían contra su criterio, que las provincias iban muy a la zaga de Petrogrado. A principios de junio, el día tres, comenzó el I Congreso de los Soviets de toda Rusia, en el edificio de la Academia Militar, que se prolongaría durante tres semanas. El día 4 de junio, durante su intervención, Tseretelli, dijo en su discurso : Actualmente no existe en Rusia un Partido político que pueda decir poned el poder en nuestras manos. Una voz le interrumpió gritando : !Sí, hay uno! Fue Lenin el que intervino interrumpiendo a Tseretelli, a pesar de que no le gustaba interrumpir ni que le interrumpieran, pero existían razones serias que lo indujeron en esta ocasión a renunciar a su discreción habitual. Cuando intervino Lenin, en el discursó que pronunció, explicó la interrupción : El ciudadano Tseretelli, ha dicho que en Rusia no hay un sólo Partido político dispuesto a tomar íntegramente el poder. A esto contesto que hay uno; ningún Partido puede renunciar a esto y nuestro Partido no renuncia. Lejos de eso, está dispuesto a hacerse cargo íntegramente del poder en cualquier momento. (Aplausos y risas). Podéis reíros todo lo que queráis, pero si el ciudadano ministro nos coloca ante ese trance..., no se quedará sin la respuesta merecida. No fue el Genio el que intervino de tal forma en el Congreso; su ideología conservadora y su incapacidad intelectual, no podían provocar una intervención como la de Lenin; no obstante, para una amplísima caterva de cretinos, considerada como intelectuales de izquierda o progresistas, de la que ya he dicho algo y sobre la que volveré, consideraron al necio de Stalin como el mayor revolucionario de todos los tiempos, lo que es algo mucho más que una desvergonzada afirmación, es un mayúsculo insulto a la inteligencia, una abyecta y aberrante constatación, llevada a cabo por quienes, precisamente, eran los que estaban más capacitados para no aceptar la falsificación que de la historia soviética se estaba materializando por Stalin y sus lacayos. Y entre esta caterva no podemos olvidarnos de Romain Rolland, el stalinista casado con una princesa rusa, Maria Kudacheva, que se negó a firmar un texto apoyando el regreso por Alemania de Lenin a Rusia, que mantenía algo tan grave como lo siguiente : Los abajo firmantes, conociendo los impedimentos puestos por los gobiernos de la Entente a la partida de los internacionalistas rusos y las condiciones aceptadas por el Gobierno alemán para su paso por Alemania, y dándose perfecta cuenta de que el Gobierno alemán sólo deja pasar a los internacionalistas rusos con la esperanza de reforzar con ello, en Rusia, las tendencias contra la guerra, declaran : que los internacionalistas rusos, que durante toda la guerra no han cesado de luchar con todas sus energías contra el imperialismo alemán, no quieren volver a Rusia sino para trabajar por la Revolución, que con esa acción ayudarán al proletariado de todos los países, particularmente a los de Alemania y Austria, a empezar su lucha revolucionaria contra sus gobiernos. Romain Rolland, no se limitó a dejar de apoyar aquel manifiesto, le recomendó a Guilbeaux que le exhortara vivamente a Lenin que no pasara por Alemania, dado que de lo contrario ocasionaría un gran perjuicio al pacifismo y a ellos mismos. !Recuérdeles lo que se dijo y se escribió antaño de los comunalistas! “Estimé que era inútil cumplir la misión que me había llevado a verle, diría Guilbeaux. Hablamos de cosas diversas y me fui”. Este siervo fue recibido en Moscú por Stalin en junio de 1935, cuando se acababa de firmar el Pacto Laval-Stalin, con toda clase de honores y atenciones, hasta tal punto que al encontrarse el genial escritor con el más Genial revolucionario, éste le dijo: Me siento feliz de poder charlar con el escritor más grande del mundo. Hablaron, como detenidamente se expondrá más adelante, de la pena de muerte que se había establecido para los niños mayores de doce años, del proceso a Kamenev y a Zinoviev, culpables del asesinato de Kirov, en palabras de Stalin; y tales palabras, ninguna duda le produce; nada de lo que está ocurriendo en Rusia le inquieta, el terror que ya ha hecho su macabra aparición, para el insigne escritor, es como si no existiera, al igual que los campos de concentración, al igual que el trabajo esclavo. Todo lo que allí ocurre, no puede sino entrar dentro de la normalidad de un vasto país que está gobernado por la sabiduría de su jefe; cuando se le intenta amparar o justificar la condena a muerte de niños de doce años, cuando se le dice que Kamenev y Zinoviev son los responsables del asesinato de Kirov, el célebre escritor se queda tan tranquilo y tan satisfecho, vayamos a que cualquier duda o sugerencia, pueda poner en peligro su pesebre, con el que no se puede jugar. !Con el pesebre, bromas ninguna! Y también se calló el excelso’escritor, cuando Stalin ordenó ejecutar a quién había sido amigo de R.Rolland, Bujarin, pues el insigne, pensaba que, en aquél vasto país que era la URSS, en el que, bajo la dirección de un Guía ilustrado, un régimen había retomado la antorcha de la Revolución Francesa : regenerar al hombre. (Se le olvidó decir y expresamente manifestar que tal regeneración, la entendía su admirado Stalin, con el trabajo esclavo, con los campos de concentración, en los que el ‘trabajo hace libre’ a los deportados como mantenían los nazis, con el paredón, con el tiro en la nuca...) Y tampoco le generaron duda alguna, ni la más mínima inquietud el hecho de que en la Rusia staliniana, todos los adversarios políticos, eran ‘enemigos del pueblo’, fascistas, traidores, espías..., incluso el mismo Trotsky, el héroe de la Revolución de Octubre, el organizador del Ejército Rojo, el que había ganado con su ejército una dura y cruel guerra civil, que era tratado como el principal traidor, el criminal más detestable y odioso, un espía, alguien que se había vendido a Hitler..., nada de ello, le hizo inmutarse al insigne escritor, ni por supuesto hacerle alguna pregunta al respecto de tan descabellada propaganda y actuación administrativa, policiaca y judicial consecuente. Pero ya lo hemos dicho; con el pesebre, bromas ninguna. Sobre esta entrevista, volveremos más adelante, pues no tiene desperdicio. Otro de los que pertenece a esta excelsa caterva de intelectuales stalinianos, es el andaluz Rafael Alberti, autor del "Redoble lento por la muerte de Stalin" : (5 de marzo de 1953) Por encima del mar, sobre la cordilleras, a través de los valles, los bosques y los ríos, por sobre los oasis y arenales desérticos, por sobre los callados horizontes sin límites las deshabitadas regiones de las nieves va pasando la voz, nos ha llegado tristemente la voz que nos lo anuncia. José Stalin ha muerto. Estos versillos redoblones, continúan diciéndonos que a través de las calles y las plazas de los grandes poblados, ¿y por qué no de los pequeños?, digo yo, por los anchos caminos, por los estrechos no, por los anchos, por planicies, por islas, en definitiva, por todos sitios, la triste voz nos lo anuncia, Pepe Stalin ha muerto. !Qué pena, podría haber dicho más de uno, que no se hubiera muerto treinta o cuarenta años antes! La segunda parte del redoble, es a dos voces, y empieza de la siguiente forma : 1. Padre y maestro y camarada : quiero llorar, quiero cantar. que el agua clara me ilumine, que tu alma clara me ilumine en esta noche en que te vas 2. Se ha detenido un corazón. Se ha detenido un pensamiento... !Sublime!, diría un castizo andaluz; y en las ‘Coplas de Juan Panadero’, nos diría el poeta, tan genial como su padre y maestro : 24. Maestro de pueblos, Guía, los ojos siempre prendidos del alba abierta del día. 25. Constructor de la más sana Era, alfarero de hombres, arquitecto del mañana. 42. Y grita Juan Panadero, puño en alto : !Viva Stalin! ... Y se oye en todo el mundo entero. Como vemos, el poeta o su alter ego, tenia una recia y poderosa voz; nos dejó para nuestro deleite un artículo, ‘Mi Moscú de 1937’, en el que narra su entrevista con Stalin : Y al final como corona de toda esta devoción y cariño, el camarada Stalin, durante dos horas de charla familiar con nosotros, resumiendo el claro sentimiento de su pueblo hacia el nuestro; demostrándonos el conocimiento profundo de los más difíciles problemas planteados actualmente en nuestro país; sencillo, paternal, entusiasta de nuestra juventud, interesado por los campesinos, intelectuales y jefes de nuestro ejército popular; el camarada Stalin, digo, corona nuestra estancia en Moscú, dejándonos en la Unión Soviética, como recuerdo, las dos horas más agudas de emoción por España. El emocionado poeta, que no se emocionó con los millones de personas, que en ese fatídico año de 1937 mandó ejecutar su padre y maestro, terminó su artículo, olvidando también, que a uno de los dos escritores que nombra, terminó formando parte de esos millones que el padrecito ejecutó, y al que llamó Don Miguel, por eso de su estancia en España : Estáis alegres, Vivís cada vez mejor. Llega la primavera... Pero cuando regrese a Madrid, permitidme que diga a sus defensores, a todos mis compañeros, que el Moscú de 1937, el mío, el que yo he visto y sentido, es el que, emocionado y con un sólo pensamiento, abre todas las mañanas los periódicos para leer las crónicas de Kolzov o Ehrenburg y los telegramas venidos de allá lejos : de los frentes heroicos de la Libertad ". (Dicho artículo lo escribió Alberti el 22 de marzo de 1937, siendo publicado en una revista soviética, e inédito en castellano hasta que la revista ‘El Cultural’ del diario ‘El Mundo’, lo publicó el 7 de julio de 2005, al igual que el ‘Redoble lento’ y las ‘Coplas de Juan Panadero’, como consecuencia de la apertura reciente de los archivos de la URSS. No obstante, en su momento, el ‘Redoble’ fue publicado por la revista mejicana ‘Nuestro Tiempo’, y las ‘coplillas’ en la también revista mejicana ‘Cultura y Democracia’, en marzo de 1950). También Pablo Neruda, compuso unas coplillas a la muerte del seminarista, que no tienen desperdicio, por su alto valor literario : Camarada Stalin, yo estaba junto al mar en la Isla Negra descansando de luchas y de viajes cuando la noticia de tu muerte llegó como un golpe de océano... Su sencillez y sabiduría, su estructura de bondadoso pan y de acero acero inflexible, nos ayuda a ser hombres cada día, cada día nos ayuda a ser hombres. Ser hombres. !Es ésta la ley staliniana!.... Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos. En la guerra lo vieron las ciudades quemadas, extraer del escombro, la esperanza, refundirla de nuevo, hacerla acero, y atacar con sus rayos destruyendo, la fortificación de las tinieblas.... Y que yo sepa, no se limitó Neruda a ensalzar a un asesino y a un gángster como Stalin, calificándolo de mediodía de los pueblos y de bondadoso pan, lo que denota una extrema estulticia, como la de todos aquellos ‘progresistas’ vinculados con el stalinismo, que hicieron lo mismo; además, escribió unas infames memorias, ‘Confieso que he vivido’, calumniando a los anarquistas españoles : Con mucha frecuencia los antiguos anarquistas -y pasará lo mismo mañana con los anarcoides de hoy- derivan hacia una posición muy cómoda, el anarcocapitalismo, guarida a la que se acogen también los francotiradores políticos, los izquierdizantes y los falsos independientes... Todo esto lo ví claramente en España durante la guerra. Ciertos grupos antisfascitas estaban jugando un carnaval enmascarado frente a las fuerzas de Hitler y Franco que avanzaban hacia Madrid. Descarto, naturalmente, a los anarquistas indomables, como Durruti y sus catalanes, que en Barcelona combatieron como leones. Para Neruda, el resto de los anarquistas y ‘ciertos grupos antifascistas’, que no se molesta en mencionar, se dedican a jugar un carnaval durante la guerra civil española, en lugar de combatir al fascismo (tampoco se molesta en decirnos en qué consistió tal juego carnavalesco); y si tenemos en cuenta, que la mitad del proletariado español era anarquista, que eran los más consecuentes y combativos, considerar a todos ellos, excepto a los catalanes, como parte integrante de ‘esos’ que se dedicaban a ‘participar en ese carnaval’ en lugar de combatir a las fuerzas de Franco, es una ignominia, que no resiste el más mínimo análisis: si así hubiere sido, la guerra no hubiera durado dos días. Por cierto, de la traición de Stalin a la República española, de la liquidación de miles de combatientes anarquistas y trotskystas, del crucial retraso en la entrega y de la estafa en la venta de armas, de la retirada de las Brigadas Internacionales, de la inepta política militar del Partido Comunista de España..., de todo eso, no nos dice Neruda ni una sola palabra. Y, estos ‘anarcoides’, como despectivamente llama a los anarquistas, derivarán, porque lo dice él, Neruda, -nada más y nada menos- en el anarcocapitalismo. El buen stalinista, no sólo recurre a la calumnia, lo cuál, es normal y no es de extrañar, sino que inventa la teoría del ‘anarcocapitalismo’, que indudablemente, adjudica a estos ‘anarcoides’. La lectura de este pasaje es vergonzosa y repugnante : insuperable en cuanto a abyección. Le podríamos recordar a Neruda -si viviera-, que la colectivización que llevaron a cabo en Cataluña, en Aragón y en otras zonas de España durante la guerra civil los anarquistas y otros militantes de izquierda como los partidarios del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), fue desmantelada por el Gobierno republicano sometido a las órdenes de Stalin, contrario a toda clase de movimiento revolucionario, lo cual, no solamente confuta su brillante teoría del ‘anarcocapitalismo’, sino que evidencia quién estaba por la Revolución en España. Nos dice también Neruda en su recomendable libro que conoció a Alfaro Siqueiros, al que alguien lo había embarcado en una incursión armada a la casa de Trotsky; no nos dice que ese alguien no fueron sino los stalinistas soviéticos y mejicanos. Parece como si tuviera, a estas alturas, algún temor reverencial a reconocer la naturaleza criminal del stalinismo; su infantilismo resulta inaudito. Sumamente ilustrativo de la personalidad de Neruda es la calificación del Vichinski, como grande, como gran combatiente. Este esbirro sanguinario y criminal, el lacayo de Stalin en los procesos de Moscú, el que dio la orden de detener a Lenin a raíz de las Jornadas de Julio en 1917, es para nuestro insigne escritor un gran combatiente. !Pues sí! !Así se escribe la historia! Sigamos, que el libro no tiene desperdicio: El informe del XX Congreso fue una marejada que nos empujó, a todos los revolucionarios, hacia situaciones y conclusiones nuevas. Algunos sentimos nacer, de la angustia engendrada por aquellas duras revelaciones, el sentimiento de que nacíamos de nuevo. Renacíamos limpios de tinieblas y del terror, dispuestos a continuar el camino con la verdad en la mano...Yo había aportado mi dosis de culto a la personalidad, en el caso de Stalin... La degeneración de su personalidad fue un proceso misterioso, hasta ahora enigmático para muchos de nosotros... Si bien es cierto que esa responsabilidad nos alcanza a todos, el hecho de denunciar aquellos crímenes (en el XX Congreso) nos devolvía a la autocrítica y al análisis -elementos esenciales de nuestra doctrina- y nos daba las armas para impedir que cosas tan horribles pudieran repetirse. Ésta ha sido mi posición : por sobre las tinieblas, desconocidas para mí, de la época staliniana, surgía ante mis ojos el primer Stalin, un hombre principista y bonachón, sobrio como un anacoreta, defensor titánico de la revolución... La muerte del cíclope del Kremlin tuvo una resonancia cósmica. Se estremeció la selva humana. Mi poema captó la sensación del aquél pánico terrestre. El escritor, es otro que no se enteró de nada : de la liquidación de los miembros de la Oposición de Izquierda y de las demás, de la liquidación de todos los compañeros de Lenin, de los procesos de Moscú, del exterminio de millones de campesinos y de cientos de miles de militantes del Partido, del trabajo esclavo, de los campos de concentración... De todo esto no se enteró Neruda; por lo visto no sabía leer; escribir sí, pero leer no, y consecuentemente no se enteraba de nada y como en aquella época no había Televisión, es comprensible que estuviera en la inopia y todo fuera para él un proceso misterioso, e incluso, enigmático en el tiempo en el que escribió su portentoso libro, sumamente recomendable, he de repetir. Y consecuentemente, si la indigencia y la ceguera es lo que caracterizó a Neruda no es de extrañar que viera a Stalin como a un ‘cíclope’, que no viera más que sus grandes bigotes, que no viera más que a un hombre bonachón y anacoreta. Acerca de esos ‘principios’ y esa ‘defensa titánica de la revolución’, quizá para no provocar hilaridad, hubiera sido aconsejable que Neruda hubiera explicado su posicionamiento, pues el stalinismo, como el menchevismo, no ha terminado sino yendo a parar al basurero de la Historia. Pero olvidémonos de estos emocionados intelectuales ante la presencia del Padre y Maestro, incapacitados para darse cuenta de la carnicería que el Progenitor de todos ellos estaba llevando a cabo, y volvamos a aquél julio de 1917. Cuando se estaba discutiendo el asunto de la ‘Manifestación de Julio’, Stalin mantuvo que: los trabajadores no tenían deseos de refriega, argumentación que pasó a mejor vida, cuando en los primeros días de Julio, miles de obreros se echaron a la calle desafiando las proscripciones de los colaboracionistas e incluso, la de los dirigentes bolcheviques. Sin degenerar en insurrección, los días de Julio traspasaron el marco de una simple manifestación; el día 4 en el muelle Nicolás concurren marineros de Kronstadt y obreros armados, en un total aproximadamente de unos 20.000, al mando de Raskolnikov y Rochal. Se suceden las manifestaciones armadas, disparos por doquier desde ventanas y tejados; se producen algunos choques armados, con resultado de 29 muertos y 114 heridos. El palacio de Táuride estuvo sitiado por el primer regimiento de ametralladoras y por unos 25.000 obreros de la fábrica Putilov y otros miles de distintas fábricas, proclamando : !Abajo el Gobierno Provisional! !Todo el poder a los Soviets! Los marineros de Kronstadt se apoderan de la fortaleza de Pedro y Pablo; a estos les habla Lenin desde el balcón del Palacio de la Kshsinskaya, como lo hizo aquella noche en que llegó a Petrogrado desde Finlandia, a aquellos soldados, marinos y obreros que fueron a recibirlo. A Chernov, Ministro de Agricultura, lo atrapó la multitud, y podría haber sido linchado, de no haber aparecido de improviso Trotsky, que se impuso a aquella masa insurgente, preguntando si había allí alguien que fuera capaz de asumir la responsabilidad de matar a un hombre como aquél; nadie respondió. Ciudadano Chernov, eres libre. Los bolcheviques consiguieron una retirada ordenada; posiblemente, en aquellas circunstancias, una insurrección estaba abocada al fracaso. El análisis erróneo de Stalin, los trabajadores no tenían ganas de refriega, no podía ser de otra forma, le era consustancial; la posibilidad de un levantamiento como el de Julio, le era incomprensible; a su mediocridad intelectual, había que unirle el hecho de que no estaba en contacto con las masas de obreros y soldados, ni confiaba en ellas, no respiraba el ambiente de los mítines, la fuerza de la dinámica revolucionaria le resultaba incomprensible. Se movió en círculo sin llegar a ninguna parte, hibernando una vez más, en huelga de brazos caídos y boca cerrada, esperando a que se desarrollasen los acontecimientos, para dar luego, rienda suelta a su sabiduría. A principios de julio, la capital estaba por completo en manos bolcheviques; cuando el periodista francés Claude Anet informaba al nuevo embajador de Francia, sobre la situación en la capital, señalando por encima del Neva al barrio de Viborg, en el que se hallaban ubicadas las fábricas más importantes de Petrogrado, le dijo : Allí Lenin y Trotsky son los amos. Los regimientos de la guarnición son bolcheviques. Si Lenin y Trotsky quisieran apoderarse de Petrogrado, ¿quién podría impedírselo? Un testigo de aquellas jornadas, prohibidas por el Comité Ejecutivo de los Soviets, en las que en su segundo día participaron más de quinientas mil personas, Sujanov, nos dejó en sus Memorias un relato de éstas, en las que se manifestaba : Si se prescinde de los resultados políticos, hay que reconocer que era imposible contemplar sin admiración aquél asombroso movimiento de las masas populares. Era imposible, aún considerándolo ruinoso, dejar de entusiasmarse ante sus gigantescas proporciones. Como consecuencia de las ‘Jornadas de Julio’, el Gobierno Provisional ordenó la detención de la mayoría de los dirigentes bolcheviques; Stalin, que era miembro del Comité Central del Partido, no fue molestado, ni consecuentemente, detenido. En la represión del bolchevismo, se volvieron a utilizar las acusaciones calumniosas del mes de abril manteniéndose por los dirigentes del Gobierno Provisional que Lenin era un espía a sueldo de los alemanes, e intensificándose hasta tal punto la represión, que Lenin y Zinoviev optaron por esconderse, siendo significativa la propuesta de Stalin, en el sentido de que Lenin podía presentarse ante un tribunal para ser juzgado, si se le daba garantías de seguridad y con tal de que las autoridades tuviesen algún honor. Como vemos, una vez más, el hombre más sabio de la Humanidad, hizo honor al calificativo con que lo denominaron y consideraron, no solo sus epígonos y lacayos, necesitados de sobrevivir, sino también una importante mayoría de la intelectualidad progresista de todos los confines de este mundo, que si no se encontraba acuciada por el terror staliniano, sí en algunos casos, por algo de pesebre, al que hay que hacer frente diariamente, no lo olvidemos. Afortunadamente, la propuesta de Stalin fue rechazada. A usted, camarada Selimova, sólo la detendrán. A mí me colgarán alto y corto. Son palabras de Lenin, durante estos días. Como consecuencia del registro llevado a cabo por la policía zarista en la casa de la mujer de Lenin a raíz de las ‘Jornadas de Julio’, se encontraron unas notas redactas por Lenin dirigidas a Kamenev en la que le pedía a éste que cuidara de un cierto cuaderno azul, en el que había elaborado sus criterios acerca de la concepción marxista del Estado, recomendación ésta que le hacía en caso de que me escabechen. En un principio, Lenin y Zinoviev se escondieron en Petrogrado y posteriormente en Finlandia, en cuyo país, Lenin permaneció en la clandestinidad hasta unos días antes de la Revolución de Octubre, y desde donde, como mantiene Deutscher, inspiró la estrategia, si bien no la táctica, de su Partido por medio de folletos, artículos y cartas que enviaba constantemente al Comité Central. Trotsky defendió a Lenin en el Soviet de Petrogrado : Lenin ha luchado por la revolución durante treinta años. Nosotros no podemos sino odiar al militarismo alemán. Solo quién ignore lo que es un revolucionario puede decir otra cosa. No dejéis que nadie en esta sala diga que somos mercenarios alemanes, pues esa es la voz de la villanía. Posteriormente, Kamenev fue detenido, Trotsky y Lunatcharsky lo fueron en la noche del día 23 de Julio, siendo encarcelados en la prisión de Kresti, cuyas consecuencias las relató Sujanov, que al día siguiente intervino en una asamblea en el Circo Moderno : Mi anuncio del arresto de Trotsky y Lunatcharsky fue recibido con tal huracán de indignación que durante casi un cuarto de hora fue imposible continuar la reunión. Se escucharon gritos que pedían que toda la multitud, formada por muchos miles de personas, saliera inmediatamente a la calle y expresara su protesta ante las autoridades. En la Segunda Conferencia Municipal de los bolcheviques en Petrogrado, que se había iniciado antes de las ‘Jornadas de Julio’ y que se había reanudado semiclandestinamente en estas circunstancias, se aprobó un Manifiesto redactado por Stalin, en el que se decía : !Miserables! No saben que los nombres de nuestros jefes es decir, los nombres de Lenin, Trotsky, Zinoviev y Kamenev, nunca han sido tan queridos y entrañables para la clase obrera como ahora, cuando la insolentada canalla burguesa los cubre de lodo. Pocos años después a tales jefes entrañables, Stalin los ejecutaría, y a otro ordenaría asesinarlo en Méjico; habían dejado de ser entrañables; Lenin se salvó de similar fin, la parca privó a Stalin de darse semejante placer. Cuando Stalin pudo hacerlo, Lenin nos había dejado. En dicha Conferencia, un grupo de asistentes exigió que las tesis de Lenin sobre las ‘Jornadas de Julio’ se hicieran públicas, contestando Stalin que no las tenía en su poder, hecho sumamente sospechoso, máxime si se tiene en cuenta que tales <Tesis de Julio> desaparecieron, y ello, por un motivo obvio, Stalin se sirvió de las mismas en su informe a la Conferencia, lo que no impidió que la resolución que se aprobó en la Conferencia fuese la de Volodarsky, (el que por cierto, consideró inaceptable la propuesta de Stalin pretendiendo que Lenin se entregara a los tribunales del Gobierno Provisional para ser juzgado), ni que Stalin solicitara una resolución en minoría, ni que los delegados del barrio obrero de Viborg se abstuvieran por el hecho de que las Tesis de Lenin no se habían hecho públicas y la resolución no había sido defendida por el informante, a lo que Stalin no respondió, a pesar de la evidencia de la alusión a la ocultación de las tesis leninistas, con lo que obtuvo, al haberse sumergido en el mundo de la ideología, que incuestionablemente no era el suyo, un doble fracaso, al haber provocado las críticas por el ocultamiento de las meritadas tesis y no haber podido conseguir para ellas la mayoría. Según consta en las actas de la Conferencia, Stalin en respuesta a quienes habían pedido que se leyeran las tesis de Lenin, además de decirles, como se ha dicho, que no las tenía en su poder, mantuvo que éstas podían resumirse en los siguientes términos : La contrarrevolución triunfaba; todo el poder para el Soviet es, en las circunstancias actuales, un eslogan quijotesco; el poder debe ser transferido a las clases, no a las instituciones. Así resumía Stalin las tesis de Lenin sobre las ‘Jornadas de Julio’ que había preparado para el VI Congreso del Partido. Mientras tanto, Stalin que dirigía el Partido en ausencia de Lenin y de los demás dirigentes bolcheviques, no producía grandes ideas. El VI Congreso del Partido que se celebró a finales de julio, en el discurso de Stalin no hubo alarde alguno de pensamiento original. Sus palabras fueron secas y repetitivas. El Congreso eligió para la Presidencia de honor a Lenin, Trotsky y demás dirigentes detenidos. En la Historia del Partido escrita en 1938, tan sólo se registra la elección de Lenin; la falsificación seguía su curso, no dejando rincón alguno sin amañar, que para eso están los falsificadores y sus secuaces. En el Congreso, Stalin, simplificando el pensamiento de Lenin, mantenía: La situación está clara. Nadie habla ahora de poder dual. Si los Soviets representaban antes una fuerza efectiva, ahora no son más que unos órganos destinados a agrupar a las masas, pero no tienen ningún poder. Algunos de los delegados asistentes al Congreso, hicieron objeciones a estas palabras, en el sentido de que en julio había triunfado la reacción, pero no la contrarrevolución, contestando Stalin, sorprendentemente, con el siguiente aforismo: Durante la revolución no hay reacción, con lo que Stalin olvidaba que la revolución triunfa tan sólo a través de una serie de reacciones alternas, dando un paso atrás, después de haber dado dos hacia adelante, pues como diría Trotsky, la reacción es a la contrarrevolución, lo que la revolución es a la reforma. Pueden calificarse de victorias de la reacción las modificaciones del régimen que aproximan a éste a las necesidades de la clase contrarrevolucionaria, sin que, con todo, se cambien quienes detentan el poder. La victoria de la contrarrevolución es inconcebible sin que el poder pase a manos de otra clase. Ahora bien, este hecho decisivo no se dio en julio. Además de hablar de la ‘dualidad del poder’, del aislamiento de los bolcheviques en las ‘Jornadas de Julio’, de lo que significaba ‘todo el poder para los Soviets’, sosteniendo una concepción que pugnaba con la de Lenin por su menchevismo, Stalin, llegó a mantener que era utópico hablar de una revolución socialista en Rusia. Antes de que transcurrieran tres meses, el informe del Genio había ido a parar al basurero de la Historia. Con posterioridad, los historiadores stalinistas, sin intentar siquiera examinar de nuevo a la luz de los acontecimientos posteriores, la tesis de Stalin, la repitieron alegremente, sin preguntarse si el poder pasó en julio, en su totalidad, a los contrarrevolucionarios, ¿cómo es que esos mismos militares, tuvieron que recurrir, con Kornilov al frente, a la sublevación en el mes de agosto? Pero esta simple pregunta, era demasiado pedir para esta gente, que ya tenía bastante con adular y glorificar a Stalin, para poder seguir viviendo, que no era poco, en aquella gloriosa época. Olvidaban, y Stalin a la cabeza, en aquél VI Congreso del Partido, que quién decide lanzarse por el peligroso y arriesgado camino de la sublevación, no es el que tiene el poder, es el que quiere adueñarse del mismo. Después del Congreso, cuando los dirigentes que habían sido encarcelados, primero Kamenev, después Trotsky, Lunatcharsky y los demás fueron puestos en libertad, Stalin se retiró una vez más a la penumbra del segundo plano. Pero, sobre este periodo, no es esta la única aparición de la Escuela de Falsificación de Stalin; acerca de la necesidad que tuvo Lenin de esconderse y luego exiliarse en Finlandia, como ya se ha dicho, los historiadores stalinianos, escribían en 1938: Los mencheviques, los social revolucionarios y Trotsky, que luego se convirtió en un bandido fascista, pedían que Lenin compareciese voluntariamente en juicio. También pensaban lo mismo los que más tarde se han revelado como enemigos del pueblo, los mercenarios fascistas Kamenev y Rykov. Stalin les hizo frente con tesón. Lo que no dicen estos calumniadores profesionales, es lo que acerca de la actuación de Trotsky en estos días dijo Lenin : Durante los difíciles días de Julio, Trotsky supo estar a la altura de la situación, lo que por cierto no dijo de Stalin, pese al tesón de su lucha, que no sabemos donde la llevó a cabo, resultando sumamente sospechoso que ésta, al menos en Rusia hubiera tenido lugar, pues la represión que se desencadenó contra los bolcheviques, no alcanzó a Stalin, que no solamente no fue detenido, sino es que además, tampoco se dictó contra el mismo orden de arresto alguno, a pesar de ser redactor de ‘Pravda’. Como vemos, la Escuela de Falsificación staliniana, no sólo tergiversa la historia, pretendiendo que en ella emerja la figura de Stalin como un héroe, en lugar del patibulario personaje que era, además ante la debilidad de los argumentos que utilizan en su conformación, pues no muchas posibilidades se les brindaba en su trabajo, tienen que recurrir a la calumnia de todos aquellos bolcheviques, que intelectualmente eran superiores a Stalin, y que habían tenido en la Revolución una actuación mucho más relevante, cuyo papel no es que fuera insignificante, es que fue nulo, desapareciendo de la escena revolucionaria; por ello, la escuela staliniana, recurre a la calumnia, llamando a Trotsky, a Kamenev y a Rykov, bandidos, mercenarios y fascistas con la mayor tranquilidad, sin prueba alguna en la que poder sustentar tan abyecta acusación, cuando precisamente, tales acusaciones provenían del personaje, que como ya hemos dicho, en la revolución desapareció de la escena en la que se fraguó el triunfo del proletariado. Con la calumnia y con la falsificación, se pretendió por la historiografía stalinista, solapar el más que triste papel revolucionario de Stalin. A finales de agosto, el día 24, se produjo en Petrogrado la rebelión del general Kornilov contra el Gobierno Provisional. El Comandante en Jefe, después de entregar Riga a los alemanes, ordenó a sus tropas marchar sobre la capital, jactándose de antemano de la barrida que iba a darle a la revolución. El Gobierno Provisional con Kerensky a la cabeza, empezó a repartir fusiles entre los Guardias Rojos a los que no hacía mucho, acababa de desarmar, pidiendo a los bolcheviques que participaran en la formación de un frente unido y que se opusieran a Kornilov, así como que indujeran a sus tropas a desobedecer y abandonar al general. Los marinos de Kronstadt, que habían sido llamados a la defensa del Gobierno Provisional, enviaron una delegación a la prisión en la que estaba detenido Trotsky, que los había defendido cuando fueron juzgados el 27 de mayo en el Soviet de Petrogrado, por la participación de éstos en la ‘crisis de Abril’, a preguntarle si debían defender a Kerensky contra Kornilov, o atacar a ambos, respondiéndoles que su obligación era luchar contra el general contrarrevolucionario, y posponer el ajuste de cuentas con Kerensky, que de todos modos no podía tardar mucho. Los marinos aceptaron su consejo. Es de destacar que, incluso en aquellos momentos críticos, en los que se fraguó un golpe contrarrevolucionario, Stalin no compareció en la reunión que se llevó a cabo el 27 de agosto en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets. La actuación y la agitación bolchevique derrotaron a Kornilov, sus tropas desertaron sin disparar un tiro. Kornilov fue detenido; unos días después, los bolcheviques, reforzados como consecuencia de la intervención que habían tenido en los sucesos referidos, se convirtieron en el Partido mayoritario en el Soviet de la capital, así como en Moscú y otras importantes ciudades. Trotsky, como en 1905, fue elegido Presidente del Soviet de Petrogrado, exigiendo del Comité Ejecutivo Central que se convocara el II Congreso de los Soviets de toda Rusia y que todo el poder se traspasara a dicho organismo. La proclama de: Todo el poder a los Soviets, era el preludio de la insurrección; la contrarrevolución de Kornilov, abortada por los bolcheviques, les dio a éstos la fuerza necesaria, para luchar por el poder. A mediados de septiembre, Lenin desde su reclusión de Finlandia, no dejó de insistir en la urgente necesidad de que se produjera la insurrección; ésta no tardaría poco más de un mes en producirse. Comentando aquellas ‘Jornadas de Julio’ y la actuación de Lenin, otro Genio, este literario, en una carta comentaba : Me temo que Lenin ha llegado a un estúpido final. Él, por supuesto no es malo, pero sus camaradas más íntimos, según parece, son unas sabandijas y unos canallas de verdad. Tal personaje que volvió a la Unión Soviética en 1932, cuando no podía vivir en Europa con las ventas de sus libros, dependiendo económicamente del régimen staliniano, se dedicó a alabar los campos de concentración y las absurdas e inútiles obras faraónicas ideadas por Stalin, que costaron cientos de miles de vidas humanas. Y es comprensible, el pesebre hay que llenarlo todos los días, y además, si se le facilita al gran escritor una vida de lujo, más que mejor. Gorky, no tenía la necesidad de ver ni constatar el genocidio del pueblo ruso que necesitaba Stalin, para que nadie le pudiera arrebatar el poder que con arduo trabajo había conseguido. El miedo a engrosar las listas de los campos de reclusión y de trabajo, que recaía sobre todos los ciudadanos rusos y del resto de las nacionalidades que conformaban la URSS y del que no se libró ni los mas íntimos del gran patrón, era algo más que disuasorio. Pero no es este el momento de hablar de ello, más adelante volveremos sobre el tema. En 1924, la Comisión de Historia del Partido publicó una extensa crónica de la Revolución en varios volúmenes; el Tomo IV, trata de los meses de Agosto y Septiembre de 1917, cuando Lenin se encontraba oculto y Trotsky detenido hasta principios de Septiembre; en dicha crónica se registran los sucesos y discursos más importes, mencionándose a Kamenev 46 veces, a Trotsky 31, a Lenin 16, a Zinoviev 6, a Stalin, no se le menciona ni una sola vez; su nombre no se incluye siquiera en el índice de las 500 páginas, aproximadamente, que conforman el volumen; en otras palabras, en el transcurso de los dos meses que precedieron a la Revolución de Octubre, la prensa no se ocupó de nada cuanto hiciera, ni hizo referencia ni de un solo discurso que pronunciara, ni lo mencionó como uno de los muchos que en aquellos días se destacaron en los acontecimientos que se produjeron. Terminemos con unas palabras de Kerenski, pronunciadas en uno de sus discursos : Creo en el deber de citaros los pasajes más sobresalientes de una serie de artículos publicados en el ‘Rabotchi Pout’ por el criminal de Estado Ulianov-Lenin, que actualmente está escondido y a quien procuramos descubrir. En una serie de manifiestos titulados ‘Cartas a los camaradas’, ese criminal invita al proletariado y a la guarnición de Petrogrado a repetir la experiencia de las jornadas del 17 y 18 de Julio, y demuestra la necesidad de una insurrección armada inmediata. Otros jefes bolcheviques han hablado en una serie de mítines y también han invitado a la insurrección. Conviene subrayar de modo especial la actividad del actual presidente del Soviet de Petrogrado, Bronstein-Trotsky...” LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Como quiera que las ‘Jornadas de Julio’ habían elevado considerablemente la influencia de los bolcheviques en el Soviet de Petrogrado, hasta tal punto -ya se ha dicho-, que el 23 de septiembre se eligió a Trotsky como Presidente del mismo, los mencheviques y los socialrevolucionarios de derecha, intentaron llevar a cabo su actuación al margen del Soviet, y con tal finalidad, convocaron para el 14 de septiembre la llamada Conferencia Democrática, la que finalizaría el día 22, y de la que nació lo que se conoció con el nombre del Preparlamento, con la finalidad de representar a la nación hasta que se convocara la Asamblea Constituyente. Kerensky inauguró el Preparlamento a finales de dicho mes, acerca del cual, los bolcheviques hubieron de pronunciarse sobre si participaban o no en el mismo; en el debate entablado, tanto Trotsky como Stalin se pronunciaron por el boicot en la Conferencia del Partido celebrada el 20 de septiembre, y que había sido convocada por el Comité Central, estando constituida por los delegados bolcheviques elegidos en la Conferencia Democrática para asistir al Consejo de la República o Preparlamento, en la que se eligieron unos 350 delegados, más otros 120 que se adjudicaron a las clases poseedoras; la mayoría de los delegados bolcheviques que habían llegado a la capital para asistir a la inauguración del mismo, votaron por participar en el Preparlamento, obteniendo una mayoría de 77 votos contra los 50 de los que se pronunciaron por el boicot. Lenin que era un decidido partidario del boicot envió desde su exilio de Finlandia una carta al Comité Central del Partido, en la que expresaba : Trotsky ha hablado en favor del boicot. !Bravo camarada Trotsky! Nosotros seguimos favoreciendo el boicot . En 1925, Stalin escribió que hubo cuatro informantes, dos a favor del boicot al Preparlamento, (Trotsky y Stalin) y dos partidarios de la participación (Kamenev y Noguin), lo cuál, no impidió que los stalinistas, fueran conformando la historiografía oficial, para enaltecer a Stalin y paralelamente, denigrar a Trotsky, a base de falsear y tergiversar la realidad acontecida; y así, se constató que Trotsky se había pronunciado por una posición intermedia, en lugar de por el boicot. En ediciones sucesivas, se suprimió su nombre por completo; es lo que, podríamos llamar, la falsificación por etapas, pero permanente de la historia de la Unión Soviética; una vez más, y no sería la única, se falsificaban los hechos, para mayor gloria de Stalin, y se olvidaba lo que el mismo Lenin había escrito. En la citada Conferencia Democrática, apareció por primera vez Trotsky como el principal portavoz de los bolcheviques, a cuyo Partido se había adherido en el mes de Julio, después de su regreso a Rusia; sobre su intervención en la Conferencia, un testigo presencial, Sujanov, dejó escrito en sus Memorias : El público reunido en el Teatro Alexandrinsky se sintió electrizado al escuchar el sólo nombre de Trotsky. Aquél fue sin duda alguna unos de los discursos más brillantes de este asombroso orador. Posteriormente, Bujarin diría que los marinos que habían sido apostados por Kerensky, para proteger a la Conferencia Democrática de los bolcheviques, se dirigieron a Trotsky y, agitando las bayonetas le preguntaron: ¿Tendremos que esperar todavía mucho para trabajar con esto?. Estas palabras no eran sino una repetición de la pregunta que los marineros de Kronstand le hicieron cuando estaba detenido en la cárcel de Kresti, en el mes de Agosto, con motivo de la sublevación contrarrevolucionaria de Kornilov, y a la que ya aludimos. De lo que ocurrió en la Conferencia, otro testigo, Wladimir Bonch-Bruévich, gran amigo de Lenin , dejó escrito lo siguiente: La palabra inflamada de L.D. Trotsky, que acababa de apreciar las dulzuras de la prisión bajo el régimen de la burguesía y de los mencheviques, corta de un tajo todas las tramas urdidas por los diversos oradores del centro. En términos claros y contundentes, dice que no nos es posible ya retroceder; que los obreros no están dispuestos a ello, que no ven otro camino que el de una nueva revolución. Se hace un silencio completo, por los escaños y por los palcos en que estaban sentados los jefes de la burguesía pasa un estremecimiento. En las tribunas y en la sala truenan los aplausos. Aquí se afirmó definitivamente la voluntad de insurrección. Stalin, ese gran revolucionario, el más grande de todos los tiempos, una vez más, dejó pasar su oportunidad para demostrar el gran líder que era y llevaba dentro, dejando de intervenir. Además, Trotsky mantuvo la necesidad de que los Guardas Rojos fuesen armados, como un baluarte contra la contrarrevolución, contra una nueva y más poderosa korniloviada, concluyendo con la denuncia del carácter no representativo de la Conferencia, y encabezando la delegación de los bolcheviques que abandonaron la sala en que ésta se celebró. Es indudable que la Conferencia Democrática allanó definitivamente el camino a la sublevación de los bolcheviques. Esta crisis terminó con la constitución de un nuevo Gobierno, al frente del cual volvía a estar Kerensky, estando compuesto por 6 ministros burgueses y 10 socialistas; el Presidente del Soviet de Petrogrado que era ya Trotsky, acogió la coalición gubernamental con una resolución en la que se mantenía : El nuevo Gobierno entrará en la historia de la revolución como el Gobierno de la Guerra Civil. La noticia de la formación de un nuevo Gobierno será acogida por toda la democracia revolucionaria con una sola respuesta : !Dimisión! Apoyándose en este clamor unánime de la auténtica democracia, el Congreso de los Soviets creará un poder revolucionario verdadero. Este poder fue el programa de la revolución, que no supieron ver sus enemigos; se llevaría a la práctica en el plazo de un sólo mes. El citado Gobierno, el cuarto desde la caída de la autocracia zarista, surgido después de la crisis más prolongada, ya no era capaz de nada. Apenas nacido entró en la agonía, esperando, como diría Trotsky, con los ojos abiertos, a su sepulturero. Mientras tanto, como ya hemos indicado, Lenin desde su exilio seguía abogando por la urgencia de la insurrección que le diera el poder a los bolcheviques; así el 1 de octubre, escribía al Comité Central del Partido : Los bolcheviques han de tomar el poder inmediatamente. Al hacerlo así, salvan la revolución mundial; y unos días más tarde : El éxito de la revolución rusa y de la revolución mundial depende de dos o tres días de lucha. En cuanto a la fecha de la insurrección, como mantiene Deutscher, el Comité Central se dividió : Trotsky estaba de acuerdo con Lenin en cuanto al énfasis que éste ponía en la urgencia, pero forjó su propio plan, concebido con mayor sagacidad, tanto en el aspecto político como en el militar. Se oponía a la idea de que el Partido debía responsabilizarse él sólo en el levantamiento, y deseaba asociar a los Soviets en la empresa, porque la autoridad moral del <Parlamento de los obreros>, era sin duda alguna superior, para los obreros, a la del Partido. Esta consideración política y psicológica dictó la fecha del levantamiento. El Congreso de los Soviets de toda Rusia debía reunirse en la capital a fines de Octubre; el levantamiento pues, debía coincidir con el Congreso. Estratégicamente, Trotsky estaba de acuerdo con Lenin; tácticamente, disentía. Además de sus incongruencias militares, los planes de Lenin adolecían todos ellos de una falla política capital : tendían a estrechar la base política de la insurrección, a privar al levantamiento de la sanción del Soviet, a reducir lo que Trotsky ponía en escena como una acción popular a un acto más estrecho del Partido bolchevique. Cuando en la sesión del Comité Central del 15 de septiembre se dio lectura a las cartas de Lenin sobre la insurrección, Stalin propuso que se sometieran a las organizaciones más importantes para su discusión, con lo que sugería que apoyaba a Lenin, pero en realidad, según Trotsky, Stalin esperaba que, al remitir la cuestión a las organizaciones principales, la decisión se pospondría indefinidamente, porque los bolcheviques de las provincias eran aún más renuentes que el Comité Central. Fuere éste el caso o no, de cualquier modo, la proposición de Stalin no fue aceptada. El 9 de octubre, (otros historiadores, dan como fecha el 13 de octubre), para contrarrestar los intentos del Gobierno Provisional y del Estado Mayor General de sacar las tropas de Petrogrado, el Comité Ejecutivo de los Soviets, decide crear el Comité Militar Revolucionario (C.M.R.), con ello, el Soviet, asumió la responsabilidad de defender Petrogrado, con lo que se iniciaba la insurrección y la elección de su Estado Mayor, que a la larga le permitiría la anulación del Gobierno Provisional. Fue una respuesta a los intentos de Kerensky de sacar de Petrogrado los regimientos más evidentemente revolucionarios, con la finalidad de debilitar las posiciones de los bolcheviques y del mismo Soviet de la capital, y tal plan, había que impedirlo y frustrarlo; y el Presidente del Soviet lo hizo, sustentando el argumento de que la salida de dichos regimientos comportaba un serio peligro para Petrogrado ante un ataque alemán, lo que, por otro lado, era incuestionable. Como hemos dicho, es el Comité Ejecutivo de los Soviets el que crea y aprueba el proyecto de constitución del C.M.R., en el que se integraron, la sección de soldados del Soviet, la sección de los Comités de Fábrica, de los Sindicatos Ferroviarios, de los Sindicatos de la Organizaciones Militares del Partido, de la Guardia Roja...., mandándose a aquellos que tenían conocimientos militares o a quienes estaban en contacto con la guarnición. La creación del C.M.R., teniendo en cuenta los poderes que se atribuyó y las organizaciones que lo conformaron, constituía en sí mismo un auténtico golpe de Estado, pues la concentración en sus manos de toda la autoridad militar, aunque bajo la apariencia de defender con ello la capital de la contrarrevolución, no podía sino tener como finalidad la de conquistar todo el poder para los Soviets, para su total apropiación, tal y como nos relató Sujanov, comentando una asamblea del Soviet, en el que un menchevique acusó a los bolcheviques en los siguientes términos : El C.M.R., no es más que un Estado Mayor revolucionario para la toma del poder, lo que comportó la inmediata respuesta de Trotsky, preguntándole si se estaba manifestando en nombre de Kerensky o de la Ojrana zarista, lo que desencadenó un aluvión de entusiastas aplausos, y en definitiva, que el proyecto de creación del C.M.R., siguiera adelante, con la aprobación por una significativa y amplia mayoría de votos. Mantiene Deutscher que Trotsky, como Presidente del Soviet dominaba toda su actividad, logró presentar esta acción preliminar de la revolución como una medida dictada por las necesidades nacionales de la república. El Soviet entonces afirmó, primero en principio y después en los hechos, su derecho a controlar los movimientos de tropas en la capital y en las provincias limítrofes de ésta; es decir, el derecho a controlar los mandos militares. El organismo que se hizo cargo de estos asuntos en nombre del Soviet fue el Comité Militar Revolucionario, nombrado por el Ejecutivo del Soviet. El Presidente del Soviet era al mismo tiempo el Presidente de dicho Comité, que fue por su misma naturaleza, el Estado Mayor de la insurrección. En el Comité Central del 10 de octubre, comparece Lenin que había vuelto de su exilio de Finlandia, disfrazado con una peluca, y hace votar la decisión de la organización de la insurrección armada como tarea práctica urgente, que fue aceptada por 10 votos contra 2, los de Kamenev y Zinoviev; pero, lo que no se analizó en dicho Comité, fue la cuestión de sí la decisión del comienzo de la insurrección armada en Petrogrado, antes del día 20 de octubre, seguía siendo válida. Igualmente, en la referida sesión, Trotsky informó de la decisión del Ejecutivo del Soviet, de crear el Comité Militar Revolucionario. El acuerdo adoptado tendente a preparar la insurrección armada, fue ratificado el día 16 de octubre en una reunión ampliada del Comité Central. Dicha reunión se celebró en el piso del tantas veces citado Sujanov, quién nos recordó: La Historia me jugó una buena trastada. Aquella reunión donde se tomaron las decisiones finales, se celebró en mi piso (Karpovka 32), sin que yo lo supiera. En la reunión del 10 de octubre, también se aprueba la proposición de crear para la dirección política en los días venideros un Buró político conformado por 7 miembros del Comité Central. Como mantiene J.J.Marie, que a su vez se basa en la obra de N.Muchitz, ‘Una Falsificación estalinista’ : Stalin lleva a cabo una doble falsificación de la resolución del Comité Central del 10 de Octubre de 1917 sobre la insurrección: introduce en ella la decisión, que no figura en el texto original redactado por Lenin, de crear un Politburó y a continuación modifica los objetivos del compromiso posterior consistente en <formar un Buró para la dirección política en los días venideros>, que cambia por <formar un Buró para la dirección política de la insurrección>, lo que de un modo absurdo hace de Zinoviev y Kamenev dirigentes de una insurrección a la que se habían opuesto ferozmente. (Tovstuja, secretario particular de Stalin, declarará en 1934 haber visto a Stalin alterar el texto). De este modo, mata cinco pájaros de un tiro : exalta a Lenin, enfrenta a la <dirección colectiva> de un Politburó con las pretensiones de Trotsky, rehabilita el Comité Central -casi agonizante en octubre de 1917-, defiende a sus dos aliados (de entonces), y se atribuye una participación directa en la <dirección política de la insurrección>. La maniobra tiene éxito. Este mítico Politburó toma forma adecuadamente, urbi et orbi, bajo la pluma de los historiadores. Esta modificación del acta del Comité Central del 10 de octubre, la lleva Stalin por su cuenta en 1924, sustituyendo como hemos dicho el acta original, con lo que nos encontramos con una insurrección curiosamente asumida por Zinoviev y Kamenev, de un modo imaginario, por dos adversarios tan abiertamente hostiles que, a partir del día siguiente, la denuncian en una extensa carta a las principales organizaciones bolcheviques. Este Buró político fantasma no se reunió jamás; y es una falsedad atribuir a Stalin un puesto en la dirección política de una insurrección tan mítica como ese primer Politburó. Finalmente el Comité Central crea, junto al Comité Militar Revolucionario del Soviet, un Centro Militar Revolucionario, del que Stalin es miembro y, que tampoco llegará a reunirse, pero al que sus hagiógrafos atribuyen un papel decisivo en la insurrección. El historiador Volkógonov resumen escuetamente el auténtico papel que desempeñó entonces : Stalin se encontraba en el Estado Mayor de la revolución y en su escena central en calidad del figurante que sabe esperar y adaptarse. Esperar en tiempos de revolución, sigue diciendo J.J. Marie, significa perderse. Pero, cuando refluya la marea, esta debilidad se convertirá en fuerza. El comportamiento de Stalin en los días sucesivos se inscribe siempre en esta línea de espera. El futuro hombre de acero se sitúa, a su vez, en una actitud vaga y conciliadora. Durante los dos días que dura la revuelta, Stalin se quita de en medio. Por último decir que aquella reunión del 10 de Octubre del Comité Central, Lenin a su finalización, escribió la resolución a que había llegado la mayoría, doce de los veinte y un miembros del C.C., que asistieron a la misma: La situación internacional de la revolución rusa, el motín de la escuadra en Alemania es una extremada manifestación del crecimiento en toda Europa de la Revolución Socialista Mundial... ello hace inmediatamente necesario el levantamiento armado popular. El día siguiente a que hacía referencia el párrafo anterior, era el 11 de octubre, en el que Kamenev y Zinoviev publicaron en el periódico de Máximo Gorky una extensa carta contra la insurrección, lo que comportó que Lenin desde su escondite pidiera la expulsión de ambos del Partido, siendo Stalin el único que se opuso a la expulsión de los mismos, cuando Sverdlov en la reunión del Comité Central leyó la carta de Lenin proponiendo la expulsión de Zinoviev y Kamenev; el 20 de octubre, Stalin publicaba en ‘Pravda’, sin la autorización del Comité Central y sin el conocimiento ni aprobación de los demás miembros del equipo dirigente del órgano central del Partido, una declaración del Consejo de redacción, en defensa de éstos, expresando su solidaridad con ellos en puntos fundamentales, como si en aquél momento, cuatro días antes de la insurrección armada, hubiera algo más trascendental que el levantamiento. Además, Stalin, se opuso a la dimisión de Kamenev, siendo rechazada su propuesta, e igualmente, contra su voto, se aprobó una resolución por la que se prohibía a Kamenev y Zinoviev actuar contra el Comité Central, lo que motivó que Stalin renunciara al Consejo de redacción de ‘Pravda’, que no fue aceptada por el Comité Central del Partido. La defensa y los intentos de reconciliación llevados por Stalin entre aquellos adversarios, era más que absurda en tal asunto; la reconciliación era imposible, dado que, una insurrección se lleva a cabo o no, se materializa y ejecuta o se deja para mejores tiempos, que nadie sabe cuando volverán. Paradójicamente, quién ha pasado a la historia, (debido a una inmensa caterva de historiadores y escritores, artificialmente considerados progresistas, cuando no eran sino unos redomados desvergonzados y pesebreros), como el más grande de los revolucionarios de todos los tiempos, también en estas circunstancias se caracterizó por una ambigüedad, que no define precisamente a un revolucionario, y que como colofón, le llevó en los días de la insurrección a desaparecer de la escena revolucionaria, no asistiendo siquiera, como con posterioridad mencionaremos, a la reunión del Comité Central del Partido, el último que se celebró antes de la insurrección, en las primeras horas de la mañana del día 24 de octubre, a la que asistieron todos los miembros que se hallaban presentes en Petrogrado, excepto Lenin y Zinoviev que estaban ocultos. De esta reunión, Robert Payne, nos dice: Sverdlov actuaba de presidente, pero era Trotsky quién lo decidía todo y señalaba a los miembros del Comité lo que debían de hacer. Dzerchinski quedó encargado de Correos y Telégrafos, Sverdlov llevaría los servicios de inteligencia sobre el Gobierno Provisional, Kamenev y Berzin establecerían los contactos con los socialistas de izquierda, que se acercaban ya a los bolcheviques... Los cometidos asignados a estos hombres, no eran propiamente militares, pues Trotsky estaba decidido a conservar en sus manos el control del golpe de Estado. A propuesta suya se acordó que si los bolcheviques eran expulsados del Smolny instalarían su cuartel general en la fortaleza de Pedro y Pablo, cuya guarnición se acababa de pasar al lado de ellos. Como vemos, a Stalin, miembro del Comité Central no se le encargó misión alguna, dado que no asistió a dicha reunión como acabamos de decir; el día de la insurrección armada, prevista para hacerse con el poder, seguía hibernando. En la citada sesión del C.C., celebrada el 11 de octubre, se aprobó por unanimidad, designar a Lenin para que preparase las tesis destinadas al próximo Congreso de los Soviets y a Trotsky para que efectuara en el mismo el informe político, lo que no impidió, con posterioridad a los epígonos de Stalin, acusar a Trotsky de serias desavenencias en aquellos momentos con el Comité Central, lo que resulta sumamente sospechoso, pues si así hubiese sido, ¿cómo se le encargó a éste el informe más importante en el momento más crítico, en un Congreso de importancia trascendental? Los historiadores stalinianos, cuya tarea siempre fue la falsificación a costa de lo que fuere, no se molestan en explicar algo tan simple como fundamental, ellos, eran los que escribían y reescribían la historia, y en aquella época, todo lo que se contaba de Stalin, o le pudiera al mismo convenir, era incuestionable y no existía posibilidad alguna de disentir, salvo que estuviera uno preparado para el campo de concentración, la cárcel, en el mejor de los casos, o la ejecución. Además, estos esbirros, olvidan que Stalin fue criticado por Lenin como consecuencia de su nefasta actuación en ‘Pravda’ defendiendo a los que se oponían a la insurrección, y como además salió derrotado en la sesión celebrada del Comité Central, para que se le perdonara o se olvidara, una acción tan revolucionaria como la suya, se mostró ahora sumamente partidario de la sublevación, siendo, precisamente él, quién propuso a Lenin y a Trotsky, para intervenir en nombre del Partido bolchevique, en el próximo Congreso de los Soviets de toda Rusia, por ser éstos los jefes indiscutibles de los que abogaban por la insurrección. Luego, mal se pueden entender, como acabamos de decir, las posteriores acusaciones de Stalin a Trotsky de desavenencias en aquellos momentos con el Comité Central, cuando fue él mismo, quién propuso a Trotsky para intervenir en el Congreso de la Revolución, para realizar el informe fundamental, por ser junto con Lenin, el principal partidario de la insurrección. En fin, no olvidemos aquello de, calumnia que algo queda. En el Comité Central del 16 de octubre, en el que, como ya hemos aludido, se ratificó la preparación de la insurrección armada, comentó Stalin: Aquí hay dos líneas, una línea tiende a ponernos rumbo a la victoria de la revolución y mira a Europa, la segunda no cree en la revolución y cuenta con ser sólo oposición. El Soviet de Petrogrado ha emprendido ya el camino de la insurrección. ¿Qué significa esto? ¿Daba a entender Stalin que mientras el Soviet de Petrogrado, dirigido por Trotsky, había pasado a la acción, el Comité Central bolchevique se dedicaba a perder el tiempo? Luego si esto era así, si el único camino a la victoria era la revolución y la mira a Europa, ¿cómo es que, el día 20 de octubre, desde ‘Pravda’, defendía contra Lenin a Zinoviev y a Kamenev? ¿Es que como éstos, desconfiaba del triunfo de la revolución, y compartía con ellos los mismos temores? ¿O, como mantiene Trotsky, se resguardaba cínicamente del fracaso sin desertar abiertamente de las filas insurreccionales? Además, en la ‘Pravda’ del citado día 20 de octubre, escribía Stalin: Por nuestra parte, abrigamos la esperanza de que, gracias a la declaración formulada por Zinoviev (como la de Kamenev en el Soviet), el asunto pueda darse por liquidado. El tono violento del artículo de Lenin no cambia el hecho de que, en lo esencial, tenemos una misma opinión". Y acerca del rechazo de Zinoviev y Kamenev, declaraba: toda nuestra situación es contradictoria, con lo que Stalin, como ya hemos dicho, cuatro días antes de la insurrección, se dedicaba a defender el desconcierto y los problemas que los adversarios del levantamiento armado estaban ocasionando. La conducta de Stalin, diría el Presidente del Soviet de Petrogrado, León Trotsky, sólo es explicable si se acepta la leyenda creada a su alrededor. En realidad, corresponde por completo a su formación espiritual y a sus métodos políticos. Stalin siempre retrocede ante los grandes problemas no porque le falte carácter como a Kamenev, sino porque su campo visual es muy estrecho y carece de imaginación creadora. En el instante de las graves decisiones y de las más arduas controversias, su cautela suspicaz lo empuja a refugiarse en la penumbra y, si es posible, preparar en tanto dos salidas. Stalin votó con Lenin por la insurrección. Zinoviev y Kamenev lucharon abiertamente contra la insurrección. Pero, si se rechaza ‘el tono violento’ de la crítica leninista, ‘en lo esencial, tenemos la misma opinión’. No es por aturdimiento que Stalin puso allí la nota. Muy al contrario, pesaba cuidadosamente las circunstancias y las palabras. Pero el 20 de octubre no creía posible cortar todos los puentes con los adversarios de la insurrección. Trotsky, como argumentó Deutscher, en cuyas manos, estaban ahora todos los recursos de la insurrección, logró darle al levantamiento la apariencia de una operación defensiva concebida para impedir, o más bien para rechazar, una contrarrevolución, estratagema táctica que arrastró a los sectores vacilantes de la clase obrera y de la guarnición al lado de los insurgentes. Esto no quiere decir que el carácter defensivo del levantamiento fuera totalmente una simulación. Los preparativos de la insurrección los llevó a cabo Trotsky, completamente de acuerdo con su propio criterio. Lo hacía con tanta sutiliza psicológica y perspicacia táctica que, aún cuando actuaba en todo momento a plena luz, ni los amigos ni los enemigos podían saber a ciencia cierta qué se proponía. No trató de imponer desde fuera un esquema insurreccional al desarrollo de los acontecimientos. Puso en práctica la insurrección a partir de las situaciones a medida que éstas se presentaban. Así podía justificar cada paso que daba en razón de alguna necesidad urgente, y en cierto sentido real, del momento, que ostensiblemente no tenía nada que ver con la insurrección. Ni uno solo de los bien adiestrados observadores políticos y militares que seguían los acontecimientos por cuenta del Gobierno, el Estado Mayor, las Embajadas aliadas y las misiones militares, logró ver lo que había detrás de las apariencias. Lenin, diría : Pero, ¿es difícil acaso entender que Trotsky no podía ni debía haber dicho más de lo que dijo frente a los enemigos? El Gobierno, sigue diciendo Deutscher, y detrás de éste los Generales monárquicos y los políticos derechistas, estaban preparando un desquite: en vísperas de la sublevación, Kerensky ilegalizó el Comité Militar Revolucionario, firmó nuevas órdenes de arresto contra los dirigentes bolcheviques e intentó movilizar tropas leales y suprimir la prensa bolchevique. (Y medidas contra los marinos de Kronstadt). Pero en la carrera entablada entre la revolución y la contrarrevolución, aquélla tenía ya una larga ventaja inicial, que se hizo todavía mayor gracias a la sagacidad con que el jefe de la insurrección mantuvo su apariencia defensiva hasta el último momento. Mientras Trotsky ganaba así una posición tras otra en el Soviet, Lenin desde su escondite, dirigía los esfuerzos encaminados a vencer la oposición de Zinoviev y Kamenev en el Comité Central. Mientras tanto los mencheviques retrasaban hasta el 25 de octubre la celebración del Congreso de los Soviets de toda Rusia; en estos cinco días finalizó el Comité Militar Revolucionario la preparación de la sublevación armada; una Conferencia de los Comités de Petrogrado, celebrada el 21 de octubre, aprobó que ninguna orden sería obedecida, salvo que estuviera dada por Trotsky o un representante del Comité, o por comisarios debidamente autorizados. El día 23 de octubre, el Comité Militar Revolucionario nombró a sus comisarios en los destacamentos militares de Petrogrado y en sus alrededores, con lo que se aseguraba el enlace entre todas las fuerzas bajo su mando, adoptándose las medidas que el momento requería, como era el impedir que los destacamentos que debían salir de la capital lo hicieran y la destitución y arresto de todos aquellos oficiales que se habían negado a someterse a la autoridad del Comité Militar Revolucionario nombrado por el Soviet. Un día antes, el 22 de octubre, la escritora francesa Hélène Carrére D´Encause, en su biografía de Lenin, mantiene : El Soviet celebra una sesión extraordinaria en el Instituto Smolny. Los bolcheviques han tenido la precaución de invitar a los responsables o los representantes de los regimientos presentes en la capital. A ellos se dirige Trotsky para informarles de la negativa del Estado Mayor a someterse a la autoridad del Comité Militar Revolucionario, y declara : <Desde el momento en el que el Estado Mayor se niega a reconocer las órdenes del Comité... se convierte en un instrumento de las fuerzas contrarrevolucionarias. !Soldados de Petrogrado, la defensa de la revolución os incumbe bajo la autoridad del único Comité Militar Revolucionario!> Así pues, continúa dicha escritora, la guerra al Gobierno y al Estado Mayor ha quedado declarada... En el momento en que la insurrección se ha desencadenado, el C.M.R., reúne a dos miembros del C.C del Partido, a dos representes de los S-R de izquierda, a cuatro representantes de los soldados de Petrogrado, y sobre todo entre sus figuras más activas, a Trotsky, que dirige toda la operación, Dzerchinski, AntonovOvseenko, Lachevich, Nevski y Podvoiski. Los que así se han reunido alredor de Trotsky en estas horas decisivas son bolcheviques a quienes sus diferentes recorridos debían lógicamente conducir, a pesar de tales diferencias, a encontrarse en el Instituto Smolny esa noche del 24 de Octubre... Esa noche, Lenin se dirigió al Instituto Smolny, maquillado y disfrazado, para pasar la noche en compañía de los miembros del Comité, ante todo de Trotsky, gran estratega de toda la operación, que velaba por su buen desarrollo". **** El 24 de octubre, el Gobierno Provisional, muy temprano, comienza las hostilidades, ordenando a las escuelas de Junkers de Petrogrado, la toma de las posiciones que se les habían asignado y al crucero Aurora, anclado en el Neva, que saliera al mar, para unirse al resto de la flota, lo que se ejecutaba, sabiendo el Gobierno que los marinos del mismo eran bolcheviques; se ordenó igualmente, que los puentes del Neva se levantaran, al objeto de impedir que pudiesen acudir refuerzos en apoyo de los revolucionarios insurgentes; se ocupa la sede del órgano central de los bolcheviques, ‘Pravda’, así como el diario ‘El Soldado’, y se clausura su imprenta a las cinco y media de la mañana, con un destacamento de Junkers, dando con tal acción, el pretexto para que la insurrección armada se lleve a cabo por parte del Comité Militar Revolucionario, que inmediatamente, y como respuesta a la acción del Gobierno, envía tropas, en concreto una Compañía del regimiento lituano y al sexto batallón de zapadores al lugar donde se publicaba ‘Pravda’, reestableciendo la situación y garantizando la salida del periódico. Fue la señal del comienzo de la batalla de la insurrección, como diría Trotsky; el intento de prohibir los periódicos, la decisión de arrestar a los miembros del C.M.R., la orden de despedir a los comisarios, la interrupción de las comunicaciones telefónicas de Smolny, es suficiente para que se acuse al Gobierno de preparar un Golpe de Estado contrarrevolucionario. !Qué excelente señal para la batalla! Los enemigos del pueblo han tomado la ofensiva durante la noche... El C.M.R. dirige la resistencia contra los conspiradores. La orden dada al crucero Aurora para que zarpara, es inmediatamente anulada por el C.M.R, ordenándosele a los marinos por dicho Comité, en caso de ser atacada la guarnición de Petrogrado por fuerzas contrarrevolucionarias, la obligación de proporcionar remolcadores, navíos y lanchas de vapor...; a las guarniciones que defienden los accesos de Petrogrado se les ordena por la radio del Aurora, detener el movimiento de las fuerzas contrarrevolucionaras, y si fuera necesario, emplear la fuerza. Como diría Robert Payne en su biografía de Lenin, el Gobierno Provisional siguió dictando órdenes que el C.M.R. anulaba en cuanto llegaban a su conocimiento, sustituyéndolas por otras contrarias. Trotsky jugaba al gato y el ratón con una habilidad consumada y una impertinencia audaz. En ese momento, todas las proclamas defensivas del Soviet pasaron a la historia. A continuación, rápidamente se ocuparon por las tropas del citado Comité, al mando de su Presidente, los puntos más estratégicos de la capital, como Correos, Estaciones Ferroviarias, el Palacio de Táuride, las plantas de energía eléctrica... La Central Telefónica, a pesar de estar fuertemente custodiada, fue ocupada sin necesidad de abrir fuego, por tropas del regimiento Kekshomlski, hacia las siete de la mañana, con lo que la comunicaciones entre el Gobierno Provisional y su Estado Mayor se cortaron; prácticamente a la misma hora, el Banco Nacional era ocupado por un destacamento de marineros, formado por unos cuarenta hombres; muy temprano también, se ocuparon la Estación Varsovia, la Imprenta de Informaciones de la Bolsa, el puente del Palacio..., todo prácticamente, sin un sólo disparo; la Fortaleza de Pedro y Pablo, conquistada el día anterior por los revolucionarios insurgentes, dio señales de incertidumbre, proveniente del batallón de motocicletas, que había intervenido en la represión de las manifestaciones que tuvieron lugar en las ‘Jornadas de Julio’, y que estaba formado por los hijos de familias campesinas acomodadas y de la pequeña burguesía de las ciudades, lo que comportaba, que constituyeran los elementos más conservadores del Ejército. Detenido su comandante y cortadas las comunicaciones telefónicas de los oficiales, se ponen a las órdenes del C.M.R. La lucha por la posesión de los puentes, era primordial en el control de la ciudad; destacamentos de soldados y de obreros armados se enfrentaron con los Junkers y los cosacos, no siendo necesario más que las amenazas, para que tanto unos y otros, cedieran a los revolucionarios la posesión de los mismos. En el barrio de Viborg, entran los Junkers, intentando arrestar, a Lenin, siendo inmediatamente detenidos con el coronel que estaba al frente de éstos, por guardias rojos enviados por el C.M.R., y mandados a la Fortaleza de Pedro y Pablo. Procedente del Instituto Smolny, se distribuye en todas las guarniciones la orden de que los oficiales que no reconozcan el poder del C.M.R., serán arrestados. Con ello, el Gobierno Provisional quedaba sepultado en el Palacio de Invierno, sin defensa alguna, no siendo ésta más que meramente simbólica, poniéndolo de manifiesto el propio Kerensky en la sesión diurna del Parlamento celebrada el 24 de octubre, cuando recibió la noticia de las órdenes del C.M.R., dirigidas a los efectivos de la guarnición : En el lenguaje de la ley y del poder judicial, esto se llama estado de insurrección. A las 2´35 de la tarde, se abría la sesión extraordinaria del Soviet de Petrogrado, con un informe de su Presidente, declarando en nombre del C.M.R., que el Gobierno Provisional había dejado de existir; en aquella ocasión, aparecía Lenin por primera vez en público desde que había salido de su refugio, poniendo de manifiesto el programa de la revolución : aplastamiento del antiguo aparato del Estado, la creación de un nuevo sistema de gobierno por medio de los Soviets, la terminación inmediata de la guerra, apoyándose sobre el movimiento revolucionario de otros países, abolición de la propiedad de los nobles... !La tercera revolución rusa debe, en fin, llevar a la victoria del socialismo! De dicha reunión, el biógrafo de Lenin, Robert Payne, nos dijo : Trotsky fue aplaudido estruendosamente y, cuando terminó su discurso, se apartó y presentó a Lenin, ... que concluyó su discurso con las siguientes palabras : Hoy tenemos que empezar a construir en Rusia el Estado proletario socialista. !Viva la Revolución Socialista Mundial! También hablaron Zinoviev y Lunacharsky, pero ésta sería la hora de Trotsky y sus discursos fueron acogidos solo con aplausos de cumplido. Cuando al día siguiente, 25 de octubre, se inauguró en la gran sala de sesiones del Smolny a las diez cuarenta de la noche, el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, bajo la presidencia de Kamenev, la revolución había triunfado, el único reducto que quedaba por conquistar era la sede del Gobierno Provisional, el citado Palacio de Invierno, que caería en poder del Comité del Soviet a las dos de la noche del 24 al 25 de Octubre, cuando el miembro de dicho Comité, Antonov-Ovseenko, que había dirigido el asalto declaró, todos ustedes, miembros del Gobierno Provisional, quedan arrestados, lo que se llevó a cabo sin resistencia ni violencia alguna. Su actividad revolucionaria, como no podía ser de otra forma, no pudo significar sino que Stalin lo mandara ejecutar, a pesar de los servicios prestados a la causa stalinista en la Guerra Civil de España, como cónsul soviético en Barcelona. De los 25 miembros que conforman la mesa del Congreso, 14 son bolcheviques, a Stalin ni se le propone para que entre a formar parte de la misma, siendo ignorado por todos; entre los siete miembros de los social revolucionarios de izquierda, se encontraba la mítica Spiridonova, que había pasado muchos años de cárcel al haber matado a un expoliador de los campesinos en Tambov. La mayoría de ellos, terminaron convirtiéndose en enemigos del pueblo, viéndose obligado Stalin, a liquidarlos, el hombre era un ‘purista’ y no podía actuar de otra forma, sin perjuicio de que él, se reservara en aquél Congreso; seguía hibernando. Previamente a tal acontecimiento, el Smolny, el Estado Mayor de los Soviets, difundió en la capital y en el resto del país el comunicado de la victoria, aunque ésta todavía no era total, máxime en las provincias en las que todavía no existía pronunciamiento alguno : El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder del Estado ha pasado a las manos del Comité Militar Revolucionario. En su manifiesto a las organizaciones militares del frente y de la retaguardia, el C.M.R., invitaba a los soldados a vigilar y arrestar a los oficiales que no se adhiriesen a la revolución y a emplear la fuerza para el supuesto de que intentaran enviar a Petrogrado contingentes hostiles a la revolución. Al mediodía, las calles que rodeaban al Palacio Marinski, sede del Parlamento, fueron ocupadas por tropas del C.M.R.; sus miembros que acababan de comenzar las sesiones fueron detenidos y posteriormente liberados; su existencia concluyó y se extinguió doce horas antes que la del Gobierno Provisional. Cuando cayó el Palacio de Invierno, un marino del crucero Aurora se presentó en el Congreso, siendo acogido por la multitud con sonoras aclamaciones : Se acabó el Palacio de Invierno -dijo- el Aurora hace fuego casi a bocajarro. Aquél marino, contestó a las lamentaciones del menchevique Abramovich, tranquilizándolo : Tiran con pólvora sola. No se necesita más para asustar a los ministros y a las mujeres del batallón escogido. Acerca de la insurrección, el escritor americano John Reed, testigo de lo que aconteció entonces, en su obra ‘Diez días que conmovieron al mundo’, nos dejó unas memorias impagables, y sobre la reunión del Soviet de Petrogrado el día en el que se inició la insurrección, escribió : A la caída de la noche el gran salón de sesiones se llenó de soldados y de obreros , una enorme masa sombría, rodeada por un halo de humo azul, de donde se elevaba un zumbido profundo... Trotsky subió entonces a la tribuna, impulsado por una ola de frenéticos aplausos y saludado por toda la sala, que se levantó en medio de un trueno de aclamaciones. Su delgado y puntiagudo rostro, su expresión de maliciosa ironía eran verdaderamente mefistofélicos… !La insurrección es un derecho de todos los revolucionarios. Cuando las masas oprimidas se rebelan, ejercen un derecho...! Por encima de los tejados llegó a nuestros oídos, desde el Oeste, un ruido de tiroteo: eran los marinos de Kronstadt cerrando los puentes sobre el Neva, que los Junkers se empeñaban a todo trance en mantener abiertos para impedir que los obreros de las fábricas y los soldados de la barriada de Víborg se unieran a las fuerzas soviéticas del centro de la ciudad... A nuestra espalda, el vasto Smolny, todo iluminado, zumbaba como una colmena ". Y más adelante, refiriéndose al II Congreso de los Soviets de toda Rusia, John Reed diría : La sesión había sido decisiva. Trotsky en nombre del Comité Militar Revolucionario, había declarado que el Gobierno Provisional no existía... Lenin, recibido con una tremenda ovación, había profetizado la revolución social en el mundo entero... Después Trotsky había anunciado el envío de telegramas al frente para difundir la noticia de la victoria, añadiendo que no había llegado ninguna respuesta. Circulaba el rumor de que las tropas marchaban sobre Petrogrado; era preciso enviar una delegación a su encuentro para informarles de la verdad. Se habían escuchado gritos de: <Os estáis adelantando a la voluntad del Congreso de los Soviets de toda Rusia>. Pero Trotsky repuso fríamente: <La voluntad del Congreso de los Soviets de toda Rusia ha sido rebasada ya por el levantamiento de los obreros y soldados de Petrogrado, efectuado esta noche>. Acerca de tales hechos las actas constatan: La reunión se abrió a las 2.35 de la tarde con Trotsky en la presidencia. Dijo: <En nombre del Comité Militar Revolucionario, anuncio que el Gobierno Provisional ya no existe. (Aplausos.) La guarnición revolucionaria, bajo el control del Comité Militar Revolucionario, ha destituido la Asamblea del pre-Parlamento. (Calurosos aplausos. ‘Viva el Comité Militar Revolucionario’)... Las estaciones de ferrocarril, las oficinas de correos y de telégrafos, la Central Telegráfica de Petrogrado y el Banco del Estado han sido ocupados... entre nosotros se encuentra Vladimir Ilich Lenin, que, por razones de peso, no ha podido acompañarnos durante todo este tiempo... !Viva el regreso de Lenin!” (Calurosa ovación). Sigamos con el libro de John Reed. Lenin: “!Compañeros! La revolución de los obreros y los campesinos, cuya necesidad han subrayado los bolcheviques tantas veces, acaba de suceder... Unas de nuestras tareas inmediatas es poner fin de manera inmediata a la guerra. Pero para concluir la guerra, que se encuentra estrechamente relacionada con el presente sistema capitalista, es necesario derribar al mismo capitalismo. En esa labor contaremos con la ayuda del movimiento obrero mundial, que ya ha empezado a desarrollarse en Italia, Inglaterra y Alemania... !Viva la Revolución Socialista Mundial! Igualmente, y acerca del citado II Congreso de los Soviets, diría John Reed: El resto del discurso (de Abramovich) se perdió en una tempestad de silbidos, injurias y amenazas, que llegó a su apogeo, cuando cincuenta delegados se levantaron y comenzaron a abrirse camino hacia la salida. Kamenev agitó desesperadamente la campanilla. Permaneced en vuestros lugares, continuemos trabajando, gritó. Trotsky se puso en pie, con el rostro pálido, en expresión cruel, y con una frialdad despectiva declaró con su bien timbrada voz : <Todos estos oportunistas que se llaman socialistas -mencheviques, social revolucionarios, Bund (Partido socialista judío), pueden irse. ¿Son acaso algo más que un desecho que la historia arrojará al basurero? Otros historiadores, acerca de aquella colérica y despectiva intervención, en contestación a los mencheviques, como consecuencia de la gravedad de la situación, la han narrado de otra forma, no obstante, totalmente similar en lo sustancial : Ahora se nos dice, renunciad a vuestra victoria, ceded, transigid. ¿Con quién? ¿Con esos insignificantes grupitos que nos han abandonado o con los que nos hacen esas proposiciones ? Nadie los sigue ya en ningún lugar de Rusia. ¿Y es con ellos con quienes los millones de obreros y campesinos deben de llegar a un acuerdo en pie de igualdad? Vosotros sois individuos despreciables y aislados. Estáis en quiebra. Habéis agotado vuestro papel. Id donde debéis estar, !al basurero de la historia! La revolución de los días 6 y 7 -continua diciendo John Reed haciendo referencia a los días 24 y 25 de octubre, del antiguo calendario ruso-, concluyó Lenin, ha abierto la era de la revolución social. El movimiento obrero, en nombre de la paz y el socialismo, vencerá y cumplirá su destino... Un soldado con la barba revuelta y ojos llameantes le sucedió -a Pianyj, miembro del Comité Ejecutivo de los Soviets campesinos-, en la tribuna : Estáis sentados ahí y habláis de dar la tierra a los campesinos, pero vosotros mismos actuáis como tiranos y usurpadores para con los representantes electos de los campesinos. Yo os advierto -añadió levantando el puño- que si le tocáis el pelo de la ropa eso será la rebelión. La Asamblea comenzó a agitarse. Entonces se levantó Trotsky, tranquilo y mordaz, consciente de su poder, saludado por aclamaciones : <El Comité Militar Revolucionario decidió ayer poner en libertad a los ministros social revolucionarios y mencheviques Máslov, Salaskin, Gvosdiov y Maliantovich. Si todavía se encuentran en la Fortaleza de Pedro y Pablo, ello se debe al trabajo inmenso que recae sobre nosotros. Pero en cualquier caso, !permanecerán detenidos en sus domicilios hasta que hayamos examinado su complicidad en los actos de traición de Kerensky durante el asunto de Kornilov! Reed, y acerca de aquella jornada del II Congreso de los Soviets, nos sigue ilustrando sobre la actuación de quienes dirigieron el movimiento revolucionario: Continuó reinando el silencio, pero cuando se comenzó la lectura de la lista de comisarios (<ministros>), estallaron los aplausos después de leerse cada nombre, sobre todo al llegar a los de Lenin y Trotsky; Presidente del Consejo : Wladimir Ulianov (Lenin)... Trotsky subió entonces a la tribuna, pleno de confianza, con aire dominador, con esa expresión sarcástica en las comisuras de los labios que era casi un gesto de desprecio. Habló con su tono vibrante y la multitud se levantó para aclamarlo. <Las consideraciones sobre el peligro de aislamiento de nuestro Partido no son nuevas.... Yo respondo que, de todos modos, la Rusia revolucionaria estará inevitablemente perdida si Europa continúa siendo gobernada por la burguesía imperialista... No hay más que una alternativa: !o la revolución rusa desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias europeas aplastan a la revolución rusa! Este discurso fue saludado con inmensas aclamaciones y con entusiasta aprobación de aquellos hombres que se sentían los campeones de la humanidad. Y a partir de este momento, hubo en todos los actos de las masas insurrectas un algo consciente y decidido que ya no les abandonaría jamás... La elección del nuevo Tsik, el nuevo Parlamento de la República rusa, requirió exactamente quince minutos. Trotsky anunció su composición: 100 miembros, de ellos, 70 bolcheviques. En cuanto a los campesinos y grupos disidentes, les fueron reservados algunos lugares. Acogeremos en el Gobierno a todos los Partidos y todos los grupos que adopten nuestro programa, terminó diciendo Trotsky. Tras estas palabras, se levantó el II Congreso de toda Rusia, y sus miembros se lanzaron inmediatamente a los cuatro puntos cardinales del país para llevar la noticia de los grandes acontecimientos. Stalin llegó al Congreso de incógnito, el ‘maravilloso georgiano’, el que ‘en lo esencial’ estaba de acuerdo con Zinoviev y Kamenev, cuando se opusieron a la insurrección, el gran campeón del ‘socialismo en un sólo país’, la mayor aportación que nadie haya hecho al materialismo histórico, no intervino ni una sola vez, no dijo ni una sola palabra, por lo visto, se reservaba; y tuvo que oír, como Trotsky hablaba de la Revolución Mundial, herejía contrarrevolucionaria, propia de un enemigo del pueblo, y él, el Sabio, sin poder hacer nada, sin poder mandarle a la GPU, para detenerlo, desterrarlo y asesinarlo. Y peor aún, tuvo que escuchar, cómo los obreros, soldados y campesinos lo aclamaban, aprobando tan deleznable teoría, con entusiasta aprobación e inmensas aclamaciones, como diría John Reed, que además y por ende, hizo referencia en su libro al triunfo de las tropas del Comité Militar Revolucionario mandadas por Trotsky, en la batalla de Pulkovo, derrotando a las de Kerensky, que pretendía reconquistar la capital, y a la proclama que en base a tal victoria efectuó Trotsky en nombre del Consejo de Comisarios del Pueblo. A la 5.17 de la madrugada -continua la exposición de Reed-, anunció Krylenko al Congreso, que los intentos del Gobierno Provisional, para obtener apoyo armado, habían fracasado, ante la resistencia de las tropas. Una tras otra, se presentan ante el C.M.R., delegaciones de los efectivos enviados a Petrogrado para declarar que éstos se unen a la guarnición de la capital. Pasó algo increíble, la gente lloraba y se abrazaba. La sesión terminó levantándose a las seis de la mañana. Pero, todavía lo que sería más negativo para Stalin, era el hecho de que aquél libro de John Reed, no lo nombró ni una sola vez; no citó actuación suya alguna interviniendo en la revolución, salvo para mencionar que había sido nombrado Comisario del Pueblo para nacionalidades, y como firmante con Lenin de la Declaración de derechos de los pueblos de Rusia el 14 de noviembre del nuevo calendario. Y de aquél libro, a finales de 1919, Lenin había dicho: Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Reed, ‘Diez Días que Conmovieron al Mundo’, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que este libro fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente vivo de acontecimientos que tan gran importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son hoy objeto de discusión general; pero antes de aceptar o rechazar las ideas que encarnan, es indispensable comprender toda la significación del partido que con relación a ellas se tome. El libro de John Reed, sin duda alguna, ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal. Y su esposa, N. Krúpskaia, escribiría : El libro de John Reed ofrece un cuadro de conjunto de la insurrección de las masas populares tal como realmente se produjo, y por ello tendrá una importancia muy particular para la juventud, para las generaciones futuras, para aquellos a cuyos ojos la Revolución de Octubre será ya historia... John Reed está inseparablemente unido a la revolución rusa. Amaba la Rusia soviética y se sentía cerca de ella. Abatido por el tifus, reposa al pie de la muralla roja del Kremlin. Quien ha descrito los funerales de las víctimas de la revolución como lo hizo John Reed, merece tal honor. En definitiva, ignorando a Stalin, el libro de John Reed, no hace sino poner de manifiesto el hecho de que éste desapareció de la escena revolucionaria en la insurrección de Octubre, lo que obligó a sus exégetas, una vez más, a falsificar la historia soviética, para que tal capítulo, en la vida de Stalin, no apareciera en blanco, dada la trascendencia del mismo, lo que se llevó a cabo en una doble vertiente, desacreditando a Trotsky por un lado, e inventando una actuación de Stalin en la revolución, que no tuvo ni en sus mejores sueños, para su desgracia; para ello, en los comentarios al citado libro de J.Reed, cuando toda la táctica de la insurrección triunfante fue obra de Trotsky, el historiador staliniano, nos dice que la táctica propuesta por Trotsky hubiera llevado la insurrección a la derrota; lo que no nos dice tal lumbrera, es que, fue precisamente su táctica la que se llevó a cabo y la que, en definitiva triunfó, por lo que mal puede aceptarse esa subliminal acusación de estar el mismo en contra de la insurrección, que se desprende de: Sin oponerse en principio a la insurrección armada, acusación ésta más que deleznable, pues por mucho que le pese a los desvergonzados stalinistas, fue Trotsky y no Stalin el que organizó y el que dirigió la Revolución de Octubre, comportándose Stalin al desaparecer de la escena de la insurrección, como un redomado cobarde, y que !alguien pruebe lo contrario! Las sandeces de tales historiadores no acaban ahí; son tan necios los desgraciados que no merecen sus estultas descalificaciones (este punto de vista -la revolución mundial- obedecía a su falta de confianza en el apoyo que los campesinos y trabajadores prestaban al proletariado triunfante en Rusia, en la capacidad del proletariado para conducir tras él a las masas del campo; expresa así la teoría menchevique de la <revolución permanente> que había formulado ya en 1905...), ser rebatidas ni refutadas, máxime cuando los necios stalinistas llegan a mantener que Trotsky combatió la teoría leninista de la victoria del ‘socialismo en un sólo país’, lo cual, dicho sea de paso, le hace un flaco favor a Stalin, pues con independencia de lo absurdo y reaccionario de la misma, que no va a dejar de serlo por el hecho de quién sea su autor, la realidad es que no fue sino Stalin, quien la pergeño y la plagió, pero no de Lenin, y si hay alguien que debe pasar a la historia por su contribución al materialismo dialéctico, por ser el autor de semejante aberración teórica, ese sin duda es Stalin. Endosársela a un marxista revolucionario como Lenin, no puede producir sino hilaridad; perder el tiempo en refutar tal disparate, no vale la pena; Lenin como Trotsky, consecuentemente, era un internacionalista plenamente convencido; lo hemos visto y lo seguiremos viendo. Por todo ello, los falsificadores de la historia soviética, no pueden sino terminar denigrando el libro de John Reed, al haber reflejado el mismo la actuación de Lenin y Trotsky en la Revolución de Octubre : Es natural, pues, que el duelo encarnizado librado por Lenin y sus más cercanos compañeros de lucha contra los capituladores y contra la línea táctica de Trotsky no aparezca suficientemente reflejada en el libro de Reed y que el autor no haya podido discernir las contradicciones que se manifestaron en las intervenciones de Trotsky durante los primeros días de la Revolución de Octubre. Se equivoca John Reed cuando afirma que no había nadie, salvo quizá Lenin y Trotsky, los obreros de Petersburgo y los simples soldados, que no manifestara la opinión de que los bolcheviques no se mantendrían en el poder más allá de tres días... Lo que olvida el sagaz historiador stalinista, es que si ello hubiera sido verdad, si esas contradicciones, que por cierto no dicen cuales son, hubiesen existido, Lenin en lugar de recomendarlo por ser un cuadro exacto de los acontecimientos, lo hubiera mandando al ‘basurero de la historia’, como Trotsky hizo con los mencheviques. Y como no podía ser de otra forma, Stalin, una vez que se hizo con el poder, prohibió el libro de John Reed, siendo retirado de todas las bibliotecas de la Unión Soviética, y enviados a los campos de concentración y encarcelados todos aquellos a los que se les encontró en su poder el ‘dichoso’ libro, que no fue reeditado sino con posterioridad al XX Congreso, una vez muerto el Genio. Si Stalin prohibió la lectura de Dostoyevski, ¿cómo no iba a prohibir a John Reed, que lo ignoró, dejándolo de tratar con los respetos debidos y además, resaltando la actuación revolucionaria de su acérrimo enemigo? Y así, por otro lado, el trabajo y la actividad que llevó a cabo en la Revolución de Octubre el Comité Militar Revolucionario, se intentó solapar por la del Centro Militar Revolucionario, como ya dijimos, y como seguiremos insistiendo, atribuyéndole al Centro, la actuación del Comité, para que Stalin, y no Trotsky, apareciera como el organizador táctico de la insurrección armada que dio el poder a los bolcheviques, y no pudiera ser cuestionada, su más que sospechosa inactividad en aquellos días que estremecieron al mundo, pues podría parecer grotesco o patético, cuando se estaba reescribiendo la historia del más grande de los revolucionarios de la humanidad, que pudiera pensarse o llegar a intuirse que el mismo estuvo escondido esperando acontecimientos, o sin participar en forma alguna en la Revolución de Octubre, comportándose como un cobarde, tal y como acabamos de decir. Trotsky, como veremos más adelante, no consideró la falta de actuación durante la insurrección de Stalin como cobarde, sino insidiosa. El citado Centro, fue creado en la sesión del 16 de octubre del Comité Central del Partido, en la que se designó para la conformación del mismo a Sverdlov, Stalin, Bubnov, Uritsky y Dzerzhinsky, ideado como grupo de contacto con el Comité Militar Revolucionario, que como el Politburó, que se había creado una semana antes, tal y como constata el historiador E.H.Carr y como ya hemos dicho, no llegó a cobrar existencia real, de lo que ineluctablemente se desprende, ante tal constatación, que tal Centro, al no tener existencia real, ninguna importancia o actividad tuvo en la insurrección, por lo que es difícil que Stalin, a través del mismo, hubiera tenido significación alguna en la revolución. Es más, en el Comité Central del Partido del mismo día en que se inició la insurrección, a propuesta de Trotsky se designó a los miembros del Comité Central que deberían ser adscritos al Comité Militar Revolucionario, sin que Stalin fuera designado para pertenecer al mismo. En definitiva, a pesar de todos los esfuerzos de la historiografía staliniana, lo que no podemos olvidar, y ya lo hemos apuntado anteriormente, es lo que dijo el citado historiador inglés E.H.Carr, en absoluto un antiestalinista, y para quién, no fue sino el Comité Militar Revolucionario, bajo la presidencia de Trotsky, el que realizara y llevara a cabo los preparativos militares de la insurrección, y para quién, como se ha dicho, el <politburó> nombrado por el Comité Central del Partido, no se llegó a reunir nunca : Todos los testimonios de la época rinden tributo a la energía y capacidad mostradas por Trotsky en ese momento, así como a sus servicios a la causa revolucionaria. Ahora bien, la estrategia suprema de la revolución había sido dirigida por Lenin por medio del instrumento por él mismo escogido: el ala bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. La victoria, pese haber sido conquistada bajo la consigna <todo el poder a los Soviets> era no sólo de los Soviets sino también de Lenin y de los bolcheviques. Lenin y el Partido, el hombre y el instrumento, eran ahora de forma indisoluble una y la misma cosa... Las declaraciones más belicosas de las primeras semanas de la revolución proceden de Trotsky, cuyo papel en el Comité Militar Revolucionario y en la organización militar del golpe de Octubre le conferían un especial derecho a hablar; y fue Trotsky quién después de haber sido sofocada la revuelta de los kadetes militares, al día siguiente de la Revolución, publicó una advertencia feroz. Por ello, no podemos sino considerar justificada la aseveración de Trotsky respecto de Stalin : "mientras mayor era la importancia de los acontecimientos, menor era el lugar de Stalin en ellos... la contribución de Stalin al trabajo de ese organismo, (C.M.R.), fue nula"; y como dice Deutscher, para quién Stalin en los días de la sublevación, aún más que de costumbre, permaneció en la sombra, hecho éste innegable que subsiste, y que habría de resultar embarazoso para sus biógrafos oficiales, el citado testimonio podría desecharse debido a su carácter partidario, si fuera posible hallar entre el cúmulo de documentos sobre la insurrección cuando menos algunos que dejaran constancia de la relación directa de Stalin con ésta. Pero no se ha encontrado ninguno. Desde el ascenso de Stalin al poder absoluto, el nombre de Trotsky ha sido asidua y sistemáticamente borrado de todas las historias oficiales de la Revolución, sólo se le menciona con el nombre de <traidor> y el <saboteador> del levantamiento efectivo. Pero a pesar de sus mejores intenciones y de su indudable celo, los historiadores soviéticos oficiales no han podido inscribir el nombre de Stalin en los espacios que ha dejado en blanco la eliminación del de Trotsky. Resulta incluso sorprendente que Stalin ni siquiera haya estado presente en la reunión del Comité Central que tuvo lugar en la mañana del día de la insurrección. No es que fuese cobarde. No hay base para acusar a Stalin de cobardía, comenta Trotsky, simplemente, era cuco en materia de política, el cauteloso intrigante prefería estar en la valla en el momento crítico. Esperaba ver el giro que tomaba la insurrección antes de adoptar una postura definitiva. En el caso de que fallara podría decir a Lenin, a mí y a nuestros adeptos: Todo es culpa vuestra. Hay que evocar claramente el temple rojo vivo de aquellos días para evaluar conforme a sus méritos la sangre fría del hombre, o si se prefiere, su insidiosidad. **** Con motivo de la celebración del primer aniversario de la Revolución de Octubre, cuando todavía Stalin no se había hecho con el poder absoluto, y vivía Lenin, escribió: El inspirador de la insurrección, desde el principio hasta el fin, fue el Comité Central del Partido, bajo la dirección del camarada Lenin, que vivía entonces clandestinamente en Petrogrado, en el distrito de Viborg. El 24 de octubre, por la tarde fue llamado al Smolny para dirigir el movimiento. Todo el trabajo práctico en relación con la organización del levantamiento se realizó bajo la dirección inmediata del camarada Trotsky, Presidente del Soviet de Petrogrado. Puede afirmarse con certeza que el Partido tiene una deuda, primordial y principalmente, con el camarada Trotsky por la celeridad con que la guarnición se pasó al lado del Soviet y por la forma eficiente en que fue organizado el trabajo del Comité Militar Revolucionario. (‘Pravda’, Nº 241 de 6 de noviembre de 1918). Esto que escribió Stalin acerca de la insurrección de Octubre, lo hizo en 1918, y con independencia de las intenciones que tuviera, como podrían ser la de disminuir el papel de León Trotsky en la revolución, y como podría ser la de destacar el hecho de que también existía el Comité Central del Partido al que él pertenecía, ( Para Deutscher, en el momento en que fueron escritas podían parecer cualquier cosa, menos elogiosas; el propósito que las animaba era el de empequeñecer el papel de Trotsky presentándolo, no con estricto apego a los hechos, sino como un mero ejecutor, muy capaz sin duda, de la idea de Lenin. Este era el límite extremo al que Stalin podía llegar entonces al desahogar su resentimiento : sólo podía herir a su rival con una espina oculta en un ramo de rosas), lo que resulta incuestionable de tal escrito, no es sino quienes fueron los que inspiraron la estrategia y la táctica de la Revolución de Octubre, y la deuda que el Partido tenía con uno de ellos, por el paso de la guarnición al Soviet y por la organización del Comité Militar Revolucionario, e igualmente, lo que es sumamente importante, dada la mistificación staliniana de la historia, la inexistencia del Centro, al que posteriormente, la escuela de falsificación de Stalin, le atribuirá el papel predominante en la insurrección, y con ello, a Stalin, como inmediatamente expondremos. Además, con posterioridad, cuando se editó el III tomo de sus Obras completas, se suprimió el párrafo que hace referencia a la celeridad con que se pasó la guarnición al Soviet, con lo que acentuaba más su papel de mero ejecutor de la insurrección; y a mayor abundamiento, hemos de decir que el artículo contiene dos hábiles falsificaciones. Según Stalin, el órgano central del Partido, del que era redactor-jefe, siguiendo instrucciones del Comité Central llamó abiertamente a la insurrección, y desde el principio hasta el fin, el inspirador de la insurrección fue el C.C. bajo la dirección del camarada Lenin, cuando el Comité Central mayoritariamente opuesto a la insurrección, prohibió a Lenin abandonar su escondite. Pero en plena guerra civil, diría J.J. Marie, nadie iba a recordar aquellos hechos desagradables a los que un cierto maquillaje daba la apariencia de verdad oficial. Por ende, ya en aquella época, los intentos de Stalin de resaltar el papel del Comité Central del Partido, teniendo en cuenta que las circunstancias concurrentes y la actuación del mismo, estaban todavía muy frescas dado el escaso tiempo transcurrido, estaba abocado al más absoluto fracaso; por ende, era el propio Lenin, el que lo había puesto en su sitio, en su artículo ‘La crisis ha llegado a su punto culminante’, en el que hacía una pregunta, con un matiz de reproche : ¿Qué ha hecho el Partido para estudiar la disposición de las tropas y demás? Pues bien, justo seis años después, en noviembre de 1924, cuando Stalin se había hecho ya prácticamente con el poder, mantuvo en su obra ‘Trotskysmo o Leninismo’, que Trotsky: bastante nuevo en nuestro Partido, no había desempeñado ningún papel especial en la Revolución de Octubre; cierto era que había luchado bien, pero sólo como agente del Comité Central, como lo hicieron, incidentalmente, incluso los social revolucionarios, que luego se volvieron contra la revolución. La verdadera dirección del levantamiento había estado a cargo del <Centro Partidario>, del que Trotsky ni siquiera había sido miembro. Con ello, Stalin, no demostraba ser sino un hombre desleal, falso y sin escrúpulos, que olvidaba lo que él mismo había escrito, para cubrirse de vergüenza; olvidaba así mismo, no simplemente la historia que acaba de acontecer, simplemente unos años antes, sino también lo que había escrito el propio Lenin: Cuando el Soviet de Petrogrado hubo pasado a manos de los bolcheviques, Trotsky fue elegido Presidente, y en calidad de tal organizó y dirigió la insurrección del 25 de Octubre. (Obras Completas, volumen XVI, pág. 482 ). Por otro lado, si Stalin reconoció en 1918 que todo el trabajo práctico de la insurrección lo llevó a cabo Trotsky, Presidente del Soviet de Petrogrado, mediante el Comité Militar Revolucionario, ¿cómo es que con posterioridad, nos dice que la dirección del levantamiento había estado a cargo de un misterioso ‘Centro’? ¿Por qué no citó, al año siguiente de la revolución, cuando todavía vivían la mayoría de los que participaron en ella, y en concreto Lenin, la existencia de ese ‘Centro’ fantasma?; ¿sí todo el trabajo práctico lo efectuó el Comité Militar Revolucionario, absolutamente todo, como había reconocido en 1918, dónde podríamos ubicar o situar a ese imaginario ‘Centro’?; ¿por qué no nos dijo Stalin, que actuación en concreto desempeñó tal ‘Centro’, si éste había sido el que había llevado la verdadera dirección del levantamiento? ¿Dónde había ido a parar el Comité Militar Revolucionario, que según su propia constatación en 1918, había sido el organizador de la insurrección? Misterios del stalinismo, o las falsedades de Stalin y sus contradicciones insalvables. Había comenzado la revisión y la falsificación de la historia soviética, y la había iniciado Stalin; cuando éste se hizo con el poder absoluto, como hemos ya indicado, no fue Trotsky ni el C.M.R., quienes dirigieron -como el mismo Stalin había admitido-, quienes organizaron la insurrección, sino ese ‘Centro’, que no tuvo papel ni intervención alguna en aquellos acontecimientos, no teniendo en consecuencia, más importancia que un cero a la izquierda. A pesar de ello, la historiografía soviética, como hemos indicado no pudo sino intentar hacer participar a Stalin en la insurrección, mediante ese fantasmagórico Centro, del que no pudieron decir ni una sola palabra acerca de la actividad del mismo en la revolución, ni de los medios o guarniciones de las que contó para actuar, ni dónde llevó a cabo su actuación revolucionaria..., lo cuál, no es de extrañar dada su inexistencia práctica; por lo visto, dirigió ese imaginario Centro desde algún lugar oculto; ya en 1925, Stalin mantenía que : Era extraño que el camarada Trotsky no fuese miembro del <Centro> práctico llamado a dirigir la insurrección. Una de las causas de que Bubnov, que había sido uno de los designados de ese Centro, cayera en desgracia y fuese liquidado por Stalin, fue su expresa negativa a testimoniar en falso acerca del citado Centro. Por ende, Stalin desapareció de la revolución, no asistiendo a reunión alguna del C.M.R., sin que nadie, consecuentemente, le propusiera actuar en cualquier parte, durante aquellos días; y no asistiendo, como ya se dijo, a la reunión del Comité Central del día 24 de octubre en que se inició la insurrección, sin haber explicado en parte jamás el motivo o la justificación de su ausencia; por lo visto, Stalin no necesitaba molestarse, ni caer en esas menudencias, estaba por encima de todo ello. Pero la escuela de falsificación staliniana fue mucho más lejos, como no podía ser de otra forma; y así, en la ‘Historia de la Revolución Rusa’, dirigida por Gorky y otros lacayos, y supervisada por Stalin, acusó a Trotsky de tener miedo a la insurrección, de considerar la revolución armada como un acto inútil, de esperar simplemente a la constitución del II Congreso de los Soviets para proclamar el derribo del Gobierno Provisional, de bastar la vía parlamentaria para que el Partido bolchevique y los obreros llegaran al poder, de retrasar al máximo la puesta en marcha y desarrollo de la insurrección, de sabotear cobarde y enmascaradamente la insurrección... Como diría el escritor Charles Olivier Carbonell, en su obra ‘El Gran Octubre Ruso’: Insinuaciones, afirmaciones gratuitas, identificación de dos actitudes de las que jamás se demuestra la similitud... No hay ni rastro de una prueba objetiva. Y le podríamos recordar a estos falsarios de la Historia, lo que ya hemos dicho sobre el expreso reconocimiento del propio Stalin acerca del papel de Trotsky en la Revolución de Octubre, atribuyéndole todo el trabajo práctico de la insurrección y proclamando la deuda que tiene el Partido con él. Luego, si el ‘gran padrino’ de la burocracia constató el mismo quién había llevado a cabo la insurrección y, consecuentemente, con quién tenía una deuda el Partido, ¿con qué seriedad y rigor se puede mantener a posteriori el aserto de falsificaciones que tan gratuitamente se manifiestan, al reescribir la historia soviética? Pero, la leyenda se había fraguado, y desde entonces todos los libros de historia, procedieron a efectuar la pertinente revisión de aquellas jornadas revolucionarias, y tal leyenda, tan imaginaria como fantasmagórica, invadió la historiografía rusa; y por supuesto, cuando en 1947 se publicaron las Obras de Stalin, éste omitió lo que escribió en 1918 en ‘Pravda’, e igualmente, desde que se inició la falsificación de la historia soviética, ningún escritor se atrevió a citar aquellas palabras de Stalin, pues como dice Deutscher, las propias palabras de Stalin se habían vuelto heréticas. A tales historiadores, a pesar de los esfuerzos que hicieron para exaltar a Stalin y presentarlo como un gran revolucionario, el más grande que haya existido en toda la historia de la humanidad, se les censuró continuamente, pues en este aspecto, no se podía permitir el más mínimo error; así, en 1931, escribió lo que se conoce como ‘Carta al Director de Proletárskaia Revolutsia’, revista especializada en la historia de la revolución, pues en este contexto, había que mostrar a los adversarios de Stalin, bajo el aspecto que al mismo le convenía, así se tenía que hacer y así se hizo, costara lo que costara, lo que comportó que se hiciera una versión tras otra, hasta adaptarla perfectamente a los intereses y cánones del stalinismo y de la burocracia que mantuvo en el poder a Stalin, lo que no solamente abarcó a los historiadores, sino a todos los estamentos de la cultura, del Partido y de los Sindicatos que se veían obligados a aplaudir rabiosamente, y !pobre de aquél que no lo hiciera!, en los discursos de Stalin tan brillantes como este : Más de 80 años han transcurrido desde que el marxismo entró en liza. En este tiempo centenares de Gobiernos burgueses intentaron destruirlo. ¿Y qué ha ocurrido? Los Gobiernos burgueses vienen y se van, pero el marxismo queda. Profundo argumento de este hombre culto y genial, según los cretinos que se dedicaron a adularlo. ¿Se puede ser más pedestre? No lo sabemos, pero no podemos ser más indulgentes. Trotsky, antes de que nadie lo hiciera, fue el primero en denunciar los métodos de la burocracia stalinista, y prácticamente en solitario; unas pocas palabras del Tomo III de sus Obras Escogidas, ponen de manifiesto la forma de actuar de tal burocracia : A este respecto hay que mencionar también la categoría especial de los <amigos> profesionales del Kremlin : intelectuales a la búsqueda de un ideal que reporte confortables emolumentos, escritores que han comprado participaciones en la Sociedad de Ediciones del Estado, juristas sedientos de publicidad y, finalmente, simples aficionados a los viajes gratuitos y a los banquetes de jubilados. Estas gentes, parásitos en la mayor parte de los casos, difunden luego de buen grado, por los dos hemisferios, las mentiras y las calumnias que los agentes de la GPU sugieren a sus amigos a lo largo de las heroicas cenas celebradas para conmemorar la Revolución de Octubre. Baste recordar el indecente papel desempeñado por un escritor tan notable como Romain Rolland. Al respecto, se podría añadir a las citadas palabras, que semejante individuo, Romain Rolland, autor de ‘Au-dessus de la mêleé’, que tiene en su haber la solicitud de libertad a Stalin del escritor revolucionario Víctor Serge, -cuyo único delito como el de otros muchos había sido pensar en alto y sobre cuyo caso se estaba llevando en Francia una amplia campaña de prensa pidiendo su libertad a la que accedió El Sol de todos los países siendo expulsado de la URSS en abril de 1936-, junto con otros lameculos de Stalin, como el norteamericano Walter Duranty, D.N. Pritt, Pierre Cot..., cuando en 1936 se publicó la Constitución stalinista, la más ‘democrática del mundo’, la ensalzaron, y ello, cuando dos años antes se había asesinado a Kirov y se estaba preparando el gran terror, que ya había tenido sus prolegómenos con detenciones, deportaciones masivas y ejecuciones sumarias por doquier; a pesar de ello, tales lacayos no vieron nada de lo que ya se estaba cociendo, y en tal ambiente, aquél pedazo de papel, era garantía de igualdad y de respeto a los derechos individuales de los ciudadanos soviéticos, un látigo en manos de la población para fustigar a los órganos de gobierno que trabajasen mal, como diría Stalin, al que por cierto se le olvidó decir que, tal látigo nunca estuvo en poder de la población, sino en manos de la burocracia que detentaba el poder en la URSS, con el que se fustigó al pueblo soviético, ocasionando con tal fustigamiento millones de muertos y el encarcelamiento y deportación de otros tantos. Uno de los citados, Walter Duranty fue el que dijo : Yo aposté por Stalin como se apuesta a favor de un caballo. Por otro lado, nuestro Romain Rolland, en 1935, se entrevistó con Stalin en el Kremlin, estando registradas las conversaciones entre ambos, encontrándose el texto de la misma en el anexo del libro de R.Rolland "Viaje a Moscú", revisado por ambos: Romain Rolland : ¿Por qué se condena a niños de 12 años a penas de cárcel propias de un adulto? Stalin : Hemos descubierto en los grupos escolares de alumnos entre 10 y 15 años a chicos y chicas que se proponían matar o vejar a los mejores alumnos, a los más estudiosos. Les ahogaban en los pozos, les infligían heridas de arma blanca, les aterrorizaban de todas las formas posibles... Al respecto es conveniente recordar unas palabras de Alexander Orlov : El 7 de abril de 1935 el gobierno soviético publicó una ley disponiendo que los niños a partir de los doce años fuesen sometidos a las mismas penas que los adultos, inclusive la de muerte... Los dirigentes de los partidos comunistas en el extranjero se hallaron en la misma situación embarazosa. Cuando en el Congreso de la Federación de Maestros franceses, que se celebró en agosto de 1935, se les preguntó a los delegados comunistas por aquel decreto, su primera reacción fue negar que tan monstruosa ley pudiera haberse publicado en Rusia. Pero cuando al día siguiente les enseñaron un ejemplar del diario ‘Izvestia’ con el texto del decreto, replicaron que <bajo el comunismo los niños son tan precoces y tan bien educados que deben ser considerados plenamente responsables de sus actos... Supe que en 1932, cuando centenares de miles de niños perdidos, impulsados por el hambre, habían asaltado las estaciones de ferrocarril y se habían introducido en enjambres en las grandes ciudades, Stalin ordenó que se matase en secreto a todos los niños que fueran sorprendidos robando alimentos en los vagones, así como a los que hubieran contraído enfermedades venéreas por herencia o contagio. Como resultado de estos fusilamientos en masa de criaturas irresponsables, el problema de los niños vagabundos fue ‘resuelto’ dentro del más puro estilo staliniano en el verano de 1934. El intelectual francés se tragó el gazapo, no tuvo la dignidad de hacerle ver a Stalin, que no era ningún cretino como para creerse semejante patraña; no le preguntó cómo un simple robo de alimentos -en un país con la hambruna que existía en la URSS-, pudiera condenarse con la pena de muerte a un niño de 12 años de edad; se calló, los lacayos siempre lo hacen. E igualmente, se volvió a tragar otro gazapo, cuando Stalin, presentándose por encima del bien y del mal, ajeno al terror que estaba ya silenciando a miles de personas y que él mismo había puesto en marcha, se presenta como hombre moderado, que tiene que vérselas con las masas que le exigen el ajusticiamiento de Kamenev y Zinoviev, los que, según el propio Stalin, son los responsables del asesinato de Kirov. Después de haberse entrevistado con Stalin, R. Rolland escribió al camarada asegurándole que el progreso del mundo estaba ligado al destino de la Unión Soviética. Ello no le impidió escribir en privado que : era el régimen más absoluto de la arbitrariedad incontrolada, que no permitía el menor atisbo de libertad, que violaba los derechos más sagrados de la justicia humana, asfixiándole la necesidad de decirlo y escribirlo", lo que nunca hizo públicamente, se volvió a callar una vez más; lo que sí hizo fue condenar el libro que André Gide había escrito a su regreso de la URSS y justificar y amparar los Procesos de Moscú : No tengo ocasión de poner en tela de juicio las condenas que se abaten sobre Kamenev y Zinoviev, personas despreciadas durante mucho tiempo, dos veces renegados y perjuros. Y no veo como pueden rechazarse como inventadas o arrancadas las declaraciones hechas públicamente por los acusados... Lamento no poder compartir su confianza en las vindicativas diatribas de Víctor Serge. (Publicado en La Pensée, París, enero-febrero de 1952). La calumnia fue la forma de ahogar aquellos remordimientos que embargaban el frágil espíritu de aquél gran escritor, que le asfixiaban y atormentaban por no escribirlos ni expresarlos. !Pues menos mal que le asfixiaban! De lo contrario se hubiera prestado voluntario para proceder personalmente a la ejecución de aquellos renegados, caso de que a la GPU, tan atareada entonces en su trabajo de exterminio, le hubiera faltado personal para liquidar a los enemigos del pueblo, y con ello, merecer en la estima de su camarada Stalin, porque, no podemos olvidar, que de ello dependía el progreso del mundo y -por supuesto-, su pesebre. Después de saber lo que en público pensaba de aquellos degenerados, no es de extrañar que se tragara ante Stalin un gazapo tras otro. Todo se reducía, como decía L.Trotsky, a la percepción de confortables emolumentos y otras prebendas, podríamos añadir; así, a Romain Rolland, la adulación de Stalin, le reportó la publicación de 1.700.000 ejemplares de sus obras, con lo que, se acabaron sus remordimientos; a los que adulaban, se le recompensaba de dicho modo; a otro lameculos, tan despreciable como Lion Feuchtwanger, que escribió un libro alabando los Procesos de Moscú, al llegar a la URSS, su retrato fue exhibido en todas las librerías y teatros, y antes de que llegara, se publicaron 260.000 ejemplares de sus obras; otros tuvieron más suerte, a pesar de no haberse comprometido con el lodazal staliniano tanto como L. Feuchtwanger; a Heinrich Mann, le publicaron dos millones de ejemplares de sus obras. Todo ello, le llevó a decir a Nadiezhda Mandelstam, la autora de ‘Contra toda Esperanza’ : Cuando leo libros de los Aragon de este mundo, tan ansiosos de inducir a sus compatriotas a vivir como nosotros, considero mi deber contar mi propia experiencia. Por cierto, estos dos beneficiarios de los fondos públicos soviéticos, tan revolucionarios como Stalin, cuando se produjo la revolución bávara, se mantuvieron al margen de la misma, por cuestiones de escrúpulos; por el contrario, otro escritor, Ernest Toller, el que constató que no debería subestimarse el peligro de que las doctrinas socialistas puedan convertirse en artículos de fe que sean aceptados mecánicamente, en aquella revolución llegó a ser presidente del Consejo Central del Soviet de obreros, campesinos y soldados; para éste, la revolución no era una cuestión de escrúpulos. Aquel hombre, que pasó muchos años en prisión, consiguió salvar su vida, lo que no pudieron hacer Leviné, Landauer y otros muchos revolucionarios. Los pesebreros, como siempre dejaron de actuar por ‘cuestión de escrúpulos’, preferían quedarse esperando acontecimientos detrás de la cortina, como Stalin durante la Revolución de Octubre. La falsificación de la historia, a pesar de su amplitud y de ser constante y permanente, dejó de conseguir su propósito en parte, en la medida en que el pueblo soviético, ante tanta absurda repetición, y ante la aberración que la misma comportaba, se acostumbraba a ellas, dejando de obtener la eficacia que se pretendía; se hizo necesario, reforzar tal falsificación, con acusaciones de carácter criminal; Stalin, para mantenerse en el poder, necesitó recurrir al terror en masa. Así la falsificación y la calumnia literaria, comportó el primer eslabón en la preparación de los procesos judiciales amañados que Stalin escenificó, en algunos casos, para justificar el gran terror, la represión masiva del pueblo soviético. Y así se mantuvo la burocracia stalinista en el poder, sostenida o sustentada en un edificio construido a base de falsificaciones y calumnias, pero, principalmente, se mantuvo con la ayuda de un inmenso aparato policiaco, y consecuentemente, en base a una terrible represión. Ya en 1936, comentando los Procesos de Moscú, Trotsky profetizó : La primera gran brecha que se abra en esa Torre de Babel, de calumnias, falsedades y represión, en la que descansa la burocracia y sobre todo Stalin, provocará forzosamente su derrumbamiento total. Y así aconteció en 1991, cuando el estercolero en que Stalin había convertido al Partido Comunista, órgano masacrado y liquidado por Stalin y convertido en un putrefacto basurero, no pudo ni siquiera seguir ejerciendo la represión; entonces, la URSS se desplomó, y no podía ser de otra forma. Si la Revolución de Octubre, arrojó al basurero de la historia a los mencheviques, Stalin hizo lo propio con el Partido bolchevique, pero éstas son conclusiones, que hemos de alcanzar más adelante, todavía no es el momento, pues nuestro Sabio, aún debe mostrarnos sus muchas virtudes, que no son pocas. El ejemplo siguiente se puede aplicar a todas las esferas de la vida y actividad soviética; para poder sobrevivir y no ser víctima de la represión stalinista, un revolucionario como Raskolnikov, autor de ‘En las prisiones de Kerensky’, en la que había escrito : Los ecos de los desacuerdos del periodo de la anteguerra habían desaparecido completamente. Entre la táctica de Lenin y la de Trotsky no existía ninguna diferencia. Esta aproximación, que se había esbozado ya durante la guerra, se precisó muy netamente desde el regreso de León Davidovich Trotsky a Rusia. Desde sus primeros discursos, todos nosotros, viejos bolcheviques, comprendimos que era nuestro… Posteriormente, al poco tiempo, cuando ya Stalin empezaba a detentar el poder absoluto, aquél revolucionario, descartaba de su obra, suprimiéndolas, las mencionadas palabras, políticamente poco correctas como se diría ahora, y mantenía que : en 1917 la posición de Trotsky era todavía menchevique, todavía no había precisado su actitud entre el bolchevismo y el menchevismo, ocupando una posición vacilante, incierta e intermedia. Sus esfuerzos por sobrevivir en el ‘paraíso’ stalinista, no impidieron que fuera liquidado por la máquina de terror staliniana ; sus orígenes revolucionarios, su inconformismo, su rebeldía y lo manifestado en sus primeros escritos, tenía que pagarlo tarde o temprano. Aquél revolucionario nos dejó escrito en su diario acerca de Stalin : Su educación es pobre... Le falta el sentido de la realidad que Lenin, y Rykov en menor grado, poseían. No ve el futuro. Cuando da un paso es incapaz de preveer sus consecuencias. Va a remolque de los hechos. No sabe prevenir los acontecimientos y no guía la corriente espontánea de los mismos, como hizo Lenin... A Stalin le falta la flexibilidad de un hombre de Estado. Posee la psicología de Zelim Kham, el bandido caucasiano... Sectario de miras estrechas, se mueve según planes preconcebidos. Es un trazador de esquemas del mismo género que N.I.Bujarin, con la diferencia de que Bujarin poseía una completa formación teórica... Pero sobre el fondo de unos contemporáneos más sobresalientes, jamás brilló su intelecto... Nadie puede luchar contra Stalin en el terreno de la astucia. Al propio tiempo, es rastrero, traidor y vengativo. <Amistad> es para él una palabra sin sentido. (El texto del diario viene recogido en el libro de Roy Medvedev ‘Que Juzque la Historia’, en el que se indica que Zelin Kham no era un bandido caucasiano sino un combatiente peculiar en la lucha por la liberación nacional de los pueblos del Cáucaso contra el zarismo). Lo mismo les ocurrió a Kamenev y Zinoviev, a los que Stalin defendió cuando con ellos formó el ‘triunvirato’ en 1924, reconociendo que : en sus personas teníamos a unos leninistas, a unos bolcheviques. Cuando al año siguiente se deshizo el ‘triunvirato’, y Stalin no los necesitaba en su lucha contra la Oposición, eran ya unos agentes de la burguesía’; por fin, en 1936, eran ya unos ‘enemigos del pueblo’, unos ‘traidores’, unos.., por lo que no hubo más remedio que ejecutarlos, como a todos los que participaron en la revolución y que todavía no habían muerto, siendo relevante que, precisamente, en la Historia del Partido publicada en 1938, se presentara a quién dirigió la Revolución de Octubre, como el principal adversario y antagonista de la misma. Pero esta es la historia del stalinismo, que no es sino la más vergonzosa y deleznable historia de la falsedad, la calumnia y la estulticia, en la que para imponer al país el panorama y los intereses que a Stalin y a la casta burocrática que lo sustentaba les interesaba, se reemplazó a los efectivos organizadores de la revolución y se les atribuyó el papel de traidores, hasta que se les exterminó, como a ‘perros rabiosos’, según el fiscal Vichinski. En el ritmo orgánico de sus falsificaciones, como señaló Trotsky, es donde mejor se refleja Stalin como personalidad humana y jefe de la nueva capa privilegiada. Y para finalizar estos comentarios acerca de la Revolución de Octubre, no podemos sino constatar, el acierto del Comité Militar Revolucionario en la insurrección, por mucho que le pese a los stalinistas; la inmensa superioridad que tienen las acciones bien organizadas sobre los movimientos en los que predomina la espontaneidad, reglas elementales del arte militar. Y consecuentemente, quién dirigió aquella insurrección, organizó la defensa de la República Soviética en la Guerra Civil que se entabló, organizando de la nada el Ejército Rojo. Y dada la falsificación staliniana de la historia, no queremos dejar de citar unas palabras de la historiadora Hélène Carrère D´Encause, acerca de aquellos días revolucionarios, en la que los epígonos de Stalin, pretendieron atribuir el éxito de la revolución a un fantasmagórico ‘Centro’, para de tal forma adjudicársela a Stalin: La insurrección del día 25 tiene algo de singular : que lo esencial se había hecho antes, durante los días precedentes, cuando el Comité Militar Revolucionario establecía su control sobre el ejército... Lenin se dedica por entero a redactar la proclama que se leerá en todas las ciudades y en los confines más remotos de Rusia : < A los ciudadanos de Rusia. El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder del Estado ha pasado a manos del Soviet de los diputados obreros y soldados de Petrogrado y de su órgano, el Comité Militar Revolucionario, que se ha puesto al frente de la guarnición y del proletariado de Petrogrado... !Viva la revolución de obreros, soldados y campesinos!>. Este texto, sigue diciendo dicha escritora, está firmado por el C.M.R. Su contenido y su redacción, sin embargo, son obra exclusiva de Lenin que, pocas horas más tarde, en Smolny, va a arengar incansablemente a una muchedumbre que no dejará de crecer. Sujanov, que se dirigió al Instituto hacia las tres de la tarde, cuenta ; < Pasé directamente al gran salón; Trotsky presidía. Un hombre calvo y afeitado hablaba con una voz fuerte y enronquecida que me era extrañamente familiar. Reconocí la voz de Lenin, Por fin había aparecido, después de cuatro meses de clandestinidad >. Creemos que las palabras de Lenin, constatando que el poder del Estado ha pasado a manos del Comité Militar Revolucionario, son más que suficientes para refutar la vergonzosa y grosera, además de cretinesca, falsificación de la historia por parte de Stalin, atribuyendo la insurrección a un inexistente ‘Centro’, presente solamente en la imaginación de sus epígonos, alentada por él mismo, con la pretensión y finalidad a la que ya hemos aludido. A mayor abundamiento, quizá unas palabras de un testigo presencial de aquellos acontecimientos como John Reed, Arno Doshc-Fleuror, corresponsal del World de Nueva York, sean tan significativas como las de Lenin: Mientras los rostros de muchos individuos, en medio de aquellos precipitados acontecimientos, han permanecido grabados en mi memoria, no puedo recordar haber visto nunca a Zinoviev o a Stalin. Más tarde emergieron junto con otras personas; pero en los días en que había que <actuar o morir>, había solamente una figura: Trotsky". Y las de otro testigo, como Sujanov, refiriéndose al Presidente del Soviet de Petrogrado, León Trotsky : Abandonando la labor que realizaba en el Estado Mayor revolucionario, volaba de la fábrica de Obujov a la Trubochnaya, de la de Putiliov a la del Báltico, del Picadero a los cuarteles y parecía como si hablara simultáneamente en todos los sitios. Cada soldado y cada obrero de Petrogrado le conocían personalmente. Su influencia, tanto entre las masas como en el Estado Mayor, era aplastante. En esos días era la figura central y el héroe principal de esa notable página de la Historia. Nadiezhda Krupskaia, en sus memorias, ‘Mi vida con Lenin’, escribiría: El 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917, el Gobierno Provisional fue derrocado. El poder político pasó al Comité Militar Revolucionario -órgano del Soviet de Petrogrado que dirigió al proletariado y a la guarnición de Petrogrado. El mismo día, el Consejo Militar Revolucionario transfirió el poder al Segundo Congreso Ruso de Representantes de Obreros y Soldados del Soviet, se formó un gobierno de obreros y campesinos y se constituyó un Consejo de Comisarios del Pueblo, cuya presidencia ostentaría Lenin. Y de la otra parte, el testimonio de un calumniador profesional, contradiciéndose con lo que el mismo había manifestado en 1918, testigo que presenció los acontecimientos de la insurrección de Octubre desde la barrera, y que en 1924, fecha en la que estaba consolidando su poder absoluto, escribía: El gigante es Lenin, Trotsky es una especie de enano blanquista. Y que duda cabe, que este testimonio no es sino del falsario Stalin, aquel que veía los toros desde la barrera, que por cierto, es de donde mejor se ven, sin riesgo alguno, como aquellos acontecimientos que conmovieron al mundo. Tal calumniador, que en 1920 había intervenido en los actos que se celebraron con motivo del cincuenta cumpleaños de Lenin, en 1946, ya afincado en el poder absoluto, cuando se publicaron sus obras completas, introdujo más de cien modificaciones en el discurso que pronunció en aquella ocasión en el año 20, y le añadió unas líneas minimizando el papel de Lenin de forma vergonzosa, y atribuyéndose la organización y dirección de la Revolución de Octubre: Pese a todas las demandas de Lenin, no se le prestó atención. Continuamos por el camino de reforzar a los Soviets y llegamos, en el Congreso de los Soviets del 25 de octubre, a una insurrección victoriosa. Dichas palabras, para todos aquellos que conocen el papel desempeñado por Stalin en Octubre de 1917, desapareciendo de la escena revolucionaria, son algo más que penosas, pueden producir hilaridad en un momento determinado, pero en cualquier supuesto, causan vergüenza ajena, y no son más que un lamentable insulto a la inteligencia. Pero no sólo el sinvergüenza y granuja de Stalin se encargó de la falsificación de la historia de la revolución, sus esbirros debieron contribuir en la misma aportando sus invenciones, como Kalinin, que fue más allá que otros, e incluso le atribuyó al ‘georgiano maravilloso’ la creación del Partido bolchevique: El camarada Stalin, junto con Lenin, creó, edificó y robusteció nuestro Partido. Dirigió al lado de Lenin, el movimiento revolucionario y la Revolución armada de Octubre. Tal disparate, más que grotesco, posiblemente, le valió al viejo Kalinin salvar su pellejo, pero lo que no pudo impedir es que su esposa, por ser judía, como la de Molotov, fuera internada en un campo de concentración por orden de Stalin, lo que suponía más que un hecho novedoso, jamás acontecido, que yo sepa, pues Kalinin era el Presidente de la República. Anécdotas al margen, le podríamos recordar a Kalinin, las palabras del propio Stalin en 1918, al año siguiente de la Revolución de Octubre, reconociendo el papel determinante y primordial en la misma de Lenin y Trotsky, y aquella carta de Lenin a Karpinsky, en Noviembre de 1915, preguntándole por el nombre de Stalin : Hacedme un gran favor, preguntad (a Stepko, a Mikha o a cualquier otro) el nombre de Koba, (¿Joseph Dzh...? lo he olvidado), que ponen de manifiesto no sólo la superficialidad de las relaciones entre uno y otro, sino además, que Stalin era prácticamente un desconocido, incluso en Noviembre de 1915, dos años antes de la revolución. ‘Pravda’, en el año 1937, cuando se cumplían veinte años de la Revolución de Octubre, como no podía ser de otra forma, mantenía con gran alegría, que la insurrección de Petrogrado fue dirigida y preparada por el Comité Central del Partido, <capitaneado por Stalin>. En aquél año del Gran Terror, que Stalin regaló al pueblo soviético, la falsificación que era permanente, no daba tregua, y no podía dejar de poner de manifiesto los valores y dotes revolucionarias, de aquél, que como dijimos, la presenció desde la barrera. Recordémosles a estos energúmenos y falsarios, las palabras de un historiador como E.H. Carr: Sin embargo, fuel el papel de Trotsky en 1917 quien demostró ser el más decisivo históricamente y el que desde entonces se ha visto sometido a la máxima distorsión y controversia... Unos cuantos años después de 1917, (la realidad es que, como acabamos de ver, fue al año siguiente, en 1918), cuando los recuerdos todavía estaban frescos, el mismo Stalin rindió tributo al papel de Trotsky como organizador de la revolución. Posteriormente ese papel fue lentamente minimizado hasta eliminar a Trotsky totalmente de la escena en las modernas historias oficiales de Octubre de 1917, o apareciendo únicamente como si hubiera tratado de retrasar o sabotear los bien trazados planes de Lenin y Stalin... Como vemos, si recordamos aquellas palabras de Stalin, acerca de quien llevó a cabo todo el trabajo práctico de la insurrección y las relacionamos con las del historiador inglés, mal se puede entender lo que la escuela de falsificación staliniana nos dice acerca de que fue el capitán Stalin el que dirigiera y preparara la insurrección. ¿Si fue así, qué hacía tras la barrera? ¿Por qué desapareció de la escena revolucionaria? ¿Qué sentido hubiera tenido, en un hombre taimado y rencoroso como él, reconocer tal mérito a su mortal enemigo? ¿Hay algún stalinista que nos pueda aclarar tal embrollo, y decirnos qué hizo Stalin durante la Revolución de Octubre? Yo realmente no lo sé; y no puedo decir más que lo ya constatado: desapareció de la escena revolucionaria. Al año siguiente, en 1938, en la ‘Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética (bolchevique): Compendio, publicada por una Comisión del Comité Central, se volvía a repetir el mismo cuento chino: El 16 de Octubre, se celebró una sesión ampliada del CC del Partido bolchevique. En ella se eligió un centro del Partido encargado de dirigir la insurrección con el camarada Stalin a la cabeza. Este centro era el núcleo dirigente del Comité Militar Revolucionario adscrito al Soviet de Petrogrado y fue el que dirigió prácticamente toda la insurrección. Stalin, en su labor de falsificación, una vez más, de la historia soviética, se olvidaba de sus propias palabras adjudicando a Trotsky todo el trabajo en la organización práctica de la insurrección; ahora era su ‘Centro’ y él a la cabeza los que la habían dirigido. Muerto Stalin, en una nueva versión de la Historia del Partido Comunista, la falsificación ha sido ligeramente corregida : El órgano encargado de dirigir la insurrección en la capital era el Comité Militar Revolucionario (C.M.R.), constituido a propuesta del Comité Central del Partido, y adscrito al Soviet de Petrogrado. Ernest Mandel, dirá que es correcto que ese Comité ha efectuado todo el trabajo práctico de la insurrección. La única mentira por omisión que cometen aquí los autores de esta Historia es el no recordar que el Presidente de éste fue Trotsky. Con el triunfo de los bolcheviques, la guerra civil era inminente; las potencias aliadas anhelaban el petróleo de Bakú, el hierro del Ural, el carbón del Donets..., que un gobierno revolucionario no se los iba a proporcionar, siendo paradójico que con posterioridad, en virtud del Pacto Germano-Soviético, Stalin se lo facilitaría a Hitler, así como otras materias primas, contribuyendo de tal forma al rearme nazi, y en definitiva, al desencadenamiento la II Guerra Mundial; pero de tal circunstancia, nos ocuparemos más adelante; ahora nos encontramos a finales de 1917, principios del 18, cuando, como diría Víctor Serge, en su libro "El año I de la Revolución Rusa", los gobiernos aliados llevaban adelante, en la sombra, sin atreverse a confesarlo por temor a sus propios pueblos, los preparativos de las grandes ofensivas contra la República de los Soviets. Se organizaban dos estados contrarrevolucionarios, bajo la égida de los aliados, en Siberia y en el sur de Rusia. Kolchak avanzaría pronto sobre el Ural, el Volga, sobre Moscú tal vez; Denikin invadiría Ucrania y avanzaría contra Moscú; Rodzianko y Yudenich, apoyándose en Estonia y secundados por una escuadra británica, atacarían Petrogrado, quedando reservado a Finlandia, si se consigue que se decidiera, el darle el golpe de gracia. Los británicos descenderían desde Arkangelsk siguiendo por el Duina. Franceses, rumanos y griegos ocuparían los puertos del Mar Negro... Tales eran los vastos proyectos que se ponían a punto en los ministerios de París y Londres, en los que daban por segura la derrota del bolchevismo. Y ahí es donde más completamente se equivocaron, por no aceptar a comprender que una nueva era había comenzado. En definitiva, o entre tanto, como diría el biógrafo de Lenin, Robert Payne, se había ganado la revolución. Inestable, derivando su fuerza de una incesante improvisación y la voluntad de hierro de los dos líderes, (Lenin y Trotsky), que con su inflexible energía la salvaron, la revolución se había convertido en un hecho que no podría borrarse ya de los libros de historia. Los acontecimientos de un sola semana en Petrogrado iban a cambiar todo el curso de la historia del mundo. Y acerca de quién fue Stalin en aquella Revolución, quizá unas palabras de Jorge Semprúm de su libro ‘La segunda muerte de Ramón Mercader’, puedan ser sumamente ilustrativas: !Qué destino el de aquel pueblo! En 1920, en el desorden y en el entusiasmo, en la esperanza y en el hambre, bajo la consigna de la revolución mundial, había desfilado por aquella misma Plaza Roja ante un grupo de hombres que llevaban indumentarias heterogéneas, de pie en la misma calle, o de pie en un camión, a veces. Allí estaban Vladimir Ilich Lenin, y Lev Davidovich Trotsky, y Nikolai Bujarin, y Zinoviev, y Kamenev, y Pyatakov, y los comandantes de la caballería roja, y los jefes de los guerrilleros, y los organizadores que separaban la sombra de la luz, de Arkanguelsk a Batum, desde el Extremo Oriente disputado a Kolchak, a los japoneses y a los intervencionistas, hasta la Ucrania arrancada a los guardias blancos. Tal vez también estaría allí Dzugaschvili, un georgiano obstinado y oscuro, a quien la muchedumbre no reconocería, porque no era un hombre de aire libre, de asambleas abiertas y tumultuosas, sino un hombre de lugares cerrados, de aparatos, de lámparas encendidas hasta muy avanzada la noche sobre circulares administrativas. ¿A quién se le hubiera ocurrido mirar a Dzugaschvili en aquella época?... ¿Qué podría representar Dzugaschvili en esa tormenta, en esa invención perpetua y ese perpetuo replanteamiento de todo? No, verdaderamente eran una cagada de mosca en las páginas de la Historia los raros hechos y actitudes de aquel Dzugaschvili en esa breve época de arco iris entre las dos inmensas bocas de sombra de la vida rusa. No, Dzugaschvili no era más que la prudencia campesina... no era más que el lenguaje repetitivo y ritual del seminario y la Revolución era la explosión de las realidades del mundo en el retraso mental de los rusos : sus verdaderos artesanos hablaban todas las lenguas, habían peleado en Viena y en Nueva York, en París y en Praga, conocían todas las bibliotecas de Occidente, respetaban al pueblo ruso, pero no a la isba rusa, ni al alma rusa, respetaban a Rusia porque ésta era un trampolín hacia el universo, una gran abertura al mundo. No, Dzugaschvili era el hombre de los acuerdos bajo mano, de los compromisos vergonzosos, y la Revolución era la batalla de ideas, el choque de las ideas y de la realidad, la libertad del desacuerdo en el objetivo común. Qué significó aquella Revolución Rusa en España, nos lo evoca Juan Díaz del Moral, en su obra ‘Historia de las agitaciones campesinas andaluzas’: En las últimas semanas de 1917 llegó a España la noticia del triunfo bolchevista. Las masas obreras desconocían los detalles del hecho, y no sabían tampoco con precisión la ideología de los vencedores; pero la certeza de que en una gran nación se había hundido el capitalismo y gobernaban los asalariados produjo en todos los sectores obreros un entusiasmo indescriptible... la inminencia de una revolución política y su probable transformación en una revolución social preocupaba hasta las gentes más animosas. La clara percepción de estos hechos y los ejemplos del Oriente europeo alimentaron en todos los estratos proletarios vivísimas esperanzas de triunfo. Entonces se inició la agitación obrera más potente que registra la historia de nuestro país. Como siempre fue Andalucía la que tomó la delantera; y a diferencia de otras veces la provincia de Córdoba destacó las extremas avanzadas. En el invierno y la primavera estallaron en la campiña cordobesa las primeras huelgas... y desde las primeras semanas de este año, el proletariado catalán, unido y entusiasta, distribuido en las ordenadas filas de los Sindicatos únicos, planteaba al capitalismo formidables huelgas, en las que obtenía resonantes victorias. El entusiasmo sindicalista se difundió por toda España, atrayendo a organizaciones obreras de otros partidos y a numerosos trabajadores no asociados hasta entonces; y el 10 de diciembre (de 1919) la CNT celebraba en el Teatro de la Comedia, de Madrid, su segundo Congreso, en el que pasaba revista al ejército proletario más crecido, más compacto y más entusiasta que registran los anales del obrerismo español. En plena fiebre de ilusiones, el Congreso pretendió absorber a la UGT, declarando amarillos a los obreros que no ingresaran en la Confederación durante los tres meses siguientes, decretó la huelga general de inquilinos en toda España para el 1 de enero próximo, perfeccionó la organización y aturdidamente, sin conocerla bien, se adhirió provisionalmente a la Tercera Internacional, reafirmando a la vez el criterio comunista libertario, tradicional en la Asociación. Continuará…